Asesores marxistas del Vaticano de Bergoglio – Ricardo de la Cierva
Nota de NCSJB: El
encabezado es nuestro
El marxismo de
Gutiérrez y Boff
En mis artículos del desenmascaramiento
demostré con citas que no pudieron ser destruidas el carácter sustancialmente
marxista de los dos principales libros de Gustavo Gutiérrez y Leonardo Boff,
los dos principales teólogos de la liberación. Sobre Boff convendría insistir
en que el capítulo VIII de su libro, reprobado en marzo de 1985 por la Santa
Sede, es una aplicación directa del marxismo-leninismo (así como otros
capítulos) por su pretensión de insertar en la vida de la Iglesia la lucha de
clases, como hemos visto que recomendaba expresamente Lenin, y por su
identificación netamente marxista de la dinámica eclesial y la vida de la
Iglesia como proceso de producción materialista.
En declaraciones a Le Monde
por los días de su llamada a Roma antes de la condena definitiva, Boff, “no abjura para nada del materialismo
histórico. Invoca a Gramsci y a Althusser. Gramsci fue el teórico comunista de la
toma del Poder en las sociedades desarrolladas. Althusser emprendió la
intelectualización del estalinismo. Son los pobres quienes poseen la hegemonía
–dice- no la Iglesia”. Insiste en la
primera página de Le Monde: “¿Que por el
Espíritu Santo formamos un solo cuerpo? Por el espíritu de Marx rompe la túnica
inconsútil” (Cfr. Le Figaro Magazine, 22 de septiembre de 1984, Editorial).
Y su paso desafiante por Madrid, en enero del 85, para participar, con gastos
pagados, en el programa de TV Usted, por ejemplo, Boff acusó, junto al teólogo
jesuita de la liberación Jon Sobrino, al documento Ratzinger de “no conocer a fondo la teología de que
habla”, y añadió: “Muchos elementos
del marxismo han entrado ya a formar parte del patrimonio cultural de la
Humanidad entera” (Cfr. Vida Nueva, 1614, 1985, 12 de enero, p. 35).
En los citados artículos de Semana Santa
demostré con un abrumador conjunto de citas la raíz marxista del libro
primordial de Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación. Pero en el
Encuentro de El Escorial, donde fue la estrella, Gutiérrez revelaba su marxismo
de forma todavía, si cabe, más clara. “Optar
por el pobre –dice en su ponencia- es optar por una clase social y contra
otra…, tomar conciencia del hecho de enfrentamiento de las clases sociales y
tomar partido por los desposeídos…”. Y a esto llama Gutiérrez “proceso de conversión evangélica, es decir,
de salida de sí mismo y de apertura a Dios” (Cfr. Fe cristiana…, 1973, p.
234). En realidad es apertura al marxismo-leninismo más claro. Y un poco más
abajo, en la página 240/1, la utopía final de Gutiérrez coincide exactamente
con la utopía final de Carlos Marx, no con la utopía de Cristo: “Sólo la superación de una sociedad dividida
en clases, sólo un poder político al servicio de las grandes mayorías
populares, sólo la eliminación de la apropiación privada de la riqueza creada
por el trabajo humano, puede darnos las bases de una sociedad más justa; es por
ello que la elaboración del proyecto histórico de una nueva sociedad toma cada
vez más en Iberoamérica la senda del socialismo”. ¿Se atreverá una vez más
el señor Martín Descalzo a acusarme de tergiversar y explicar al revés las
tesis de Gutiérrez? Si es así, evidentemente no ha leído a Gutiérrez. Pues
bien: vea con atención la acusación romana que sigue.
La denuncia romana y
la confesión de Barcelona
Hemos preferido demostrar la clave marxista
de los teólogos de la liberación desde la crítica interna. El profesor Ibáñez
Langlois, conocedor directo de la realidad Iberoamericana, demuestra
definitivamente el marxismo constitutivo de Gutiérrez, Boff y Sobrino en su
esplendido análisis recién publicado, Teología de la liberación y lucha de clases.
Pero no debe olvidarse el argumento de autoridad. Ya hemos visto que la
asunción de tesis marxistas capitales ha sido determinante para la
descalificación pública de Boff por la Santa Sede en la notificación del 11 de
marzo de 1985. Pero en la diez Observaciones dirigidas por Roma a Gustavo
Gutiérrez a propósito de sus libros: Teología de la liberación y Fuerza
histórica de los pobres (ver el texto de Roma en Misión abierta, febrero 1985,
p.33 ss.) se le acusa de “aceptación no
crítica de la interpretación marxista de esta situación” (el escándalo de
la miseria en Iberoamérica) en la observación primera; en la dos se dice: “Bajo el pretexto de su carácter científico,
Gutiérrez admite la concepción marxista de la Historia; Historia conflictiva,
estructurada por la lucha de clases, y exigiendo el empeño al lado de los
oprimidos en lucha por su liberación”. La observación siete explica con
detalle esta acusación global: “La
influencia del marxismo se nota también en la misma concepción de la verdad y
sobre la noción de teología”. Y la observación nueve concluye: “(Los cristianos) son invitados a entrar en
la lucha, sin que se ponga en duda la legitimidad de una lucha inspirada por el
proyecto marxista”. A continuación, la citada revista española Misión
abierta, portavoz fanático y rebelde de los movimientos liberadores –pese a estar
editada por los claretianos, esa Orden benemérita de la Iglesia y de España-
concede a Gustavo Gutiérrez muchas páginas para que el teólogo de la
liberación, con la técnica de un charlatán de feria, intente encubrir,
inútilmente, la raíz marxista de sus postulados “teológicos” y se debata con
torpeza y verborrea contra las acusaciones de la Sagrada Congregación, que son
nítidas y tajantes.
Voy a aducir una prueba final sobre el
marxismo de los movimientos liberadores. En la Asamblea Mundial de Cristianos
en las Luchas Populares de Liberación, celebrada en Barcelona en enero de 1984,
el ponente Giulio Girardi, uno de los grandes precursores y fundadores de la
teología de la liberación, se preguntaba como reto a la Asamblea: “¿Continúa siendo el marxismo una fuente de
inspiración y un método de análisis válido de la realidad actual?”. La
respuesta oficial de la Asamblea fue esta: “En
el combate por el socialismo, el marxismo, a pesar de la crisis que atraviesa,
continúa siendo una teoría fecunda para el análisis de nuestra sociedad y para
la elaboración de nuestra estrategia” (Iglesia viva, 109, 1984, p. 92-93).
Está, pues, demostrada la sustancial
impregnación marxista de los movimientos liberadores. Llegamos con ello al
punto capital de nuestro estudio: la estrategia de la liberación.
Ricardo
de la Cierva: La Estrategia cristiano-marxista de la liberación (1) 1985
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