domingo, 13 de septiembre de 2015

El capricho sarmientino (2-2)


El capricho sarmientino (2-2)

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3. El otro liberalismo
Llegados a este punto traigamos al ruedo una nueva mirada respecto de la polémica. La del historiador de la UNSJ, Eduardo Carelli. Una mirada más centrada y no “al arrebato” como las anteriores. El profesor, que no está de acuerdo con la concepción de Sileoni sobre el nacimiento de la pedagogía con Belgrano y Ramírez, trae una verdad a cuento: “Es fácil pegarle a Sarmiento si vamos a descontextualizar a Sarmiento y si vamos a hacer una mirada sesgada desde nuestro presente, con un pasado histórico que estamos lejos de comprender o interpretar”.
Es totalmente cierto que muchas veces a Sarmiento desde distintos ámbitos se lo descontextualiza cuando se lo ataca (también cuando se lo defiende), sobre todo si es “una mirada sesgada de nuestro presente”. Nuevamente podríamos traer a la memoria aquello de Hilaire Belloc en su Europa y la Fe: “no es historiador el hombre que no sabe responder desde el pasado”. 

Por eso resulta distinta, ya no una mirada parcial sino omniabarcadora y teniendo en cuenta la trascendencia buena o mala que pudo haber tenido un personaje particular para la Historia. Por eso dice Carelli: “…si nos paramos en la figura de Sarmiento, en el personaje clave y esencial que fue Sarmiento en la segunda mitad del Siglo XIX, en ese caso estamos escapando en esto de pegarle a Sarmiento por cualquier motivo”.

Luego sigue el profesor: “…Hay una corriente de querer, de alguna forma, condenar la figura de Sarmiento, de criticar la figura de Sarmiento. Lo que ha acontecido ahora con este dibujo animado que ha publicado la televisión oficial no es una cosa aislada, sino que forma parte de toda una visión ideológica que tiene este gobierno en este momento con respecto a la figura de Sarmiento, a quien lo interpreta o lo ve como un ícono del pensamiento liberal. Pero claro, ese pensamiento liberal de Sarmiento es el pensamiento liberal de fines del Siglo XIX, no del pensamiento liberal de la década menemista, por ejemplo”[1]. En otro medio también afirmó: “pretenden mostrar una determinada imagen de Sarmiento que llegue a los niños para hacer torcer la Historia” “Se pretende dar una visión ideológica y sesgada de la historia, además de mostrar a un Sarmiento como padre del liberalismo actual argentino, algo que no es así”[2].

El mencionado historiador ya se había pronunciado ante lo ocurrido con el Ministro uruguayo Huidobro, quien es de clara extracción marxista por cierto. Decía: “No deben sacarse las cosas de contexto (…) En el marco de la lucha ideológica de esa época se dijeron frases que pueden resultar fuera de lugar, pero Sarmiento no puede ser valorado por una frase sino por todo un accionar en su vida”. Además agregó que las palabras del ministro estaban dirigidas a la lucha ideológica y se usan en un debate ideológico actual”, cosa que “parece desafortunada”[3].

Es un hecho que la posición o visión que tiene el gobierno –pese a las contrariedades que ya hemos acotado- es de índole marxista (aunque al modo K). De ahí aquello de verlo como un “ícono del pensamiento liberal” y, por eso, una figura negativa. También es cierto que esa mirada está cargada de contenido ideológico. Pero si bien la crítica puede ser errónea en sus principios y seguramente en su mirada torcida de la historia, sin embargo, eso no quita que el liberalismo sarmientino, o el liberalismo de fines del S. XIX, haya perdido su malicia. He aquí la acotación que queremos hacer.

Si tuviésemos que aclarar previamente una cuestión semántica, hay que decir que el término “liberalismo” designa un objeto particular: el liberalismo en todas sus formas y variantes. Sin embargo, el vocablo podría cambiar de significación por diversas causas y designar otra cosa distinta esencialmente y de este modo volver equívoco el término. Pero, el liberalismo, en esencia, no ha cambiado (ni el de Sarmiento, ni el de la década menemista). Por eso enseña Alberto Caturelli que “si el liberalismo se mantiene «el mismo» (lo esencial) aunque no sea en el tiempo «lo mismo» (por modo de accidente), quien acepta, se adhiere o re-crea el liberalismo (sea el liberalismo absoluto, el moderado o el moderadísimo) aceptará siempre el mismo, aunque fuera como un mero «liberalismo práctico», y forzosamente caerá en las condenaciones de la Iglesia”[4].

Estamos hablando entonces de un sentido único del término liberalismo que, a pesar de sus distintas manifestaciones históricas, no ha cambiado en su esencia. El mismo Caturelli aclara esto en el primer párrafo de la obra citada advirtiendo que si bien el término arrastra una confusión y equivocidad semántica, ésta no ha logrado “borrar del todo un sentido único, más o menos oculto, que es el común denominador de todos los liberalismos”. Y agrega que “además, de los sentidos (teológico, filosófico, político-social y económico) que implica el término «liberalismo», existe también una «mentalidad» liberal (…), más poderosa que las claras convicciones racionales”[5].

En consecuencia, además de lo que enseñaba Juan Pablo II cuando decía que “la enseñanza de la

Iglesia se mantiene sin cambio a través de los siglos, en el contexto de las diversas experiencias de la historia”[6], además de ello, como bien enseña Ernesto Palacio, “si las interpretaciones varían con las épocas y los autores, ello no implica generalmente un proceso de destrucción paulatina y fatal de las viejas verdades, sino la exhibición de aspectos inéditos o mal apreciados y, en definitiva, un aumento de la experiencia común”[7].

El tema se vuelve más complejo cuando comprendemos que tanto el marxismo como el socialismo no son enemigos del liberalismo, sino sus hijos naturales. Así lo ha enseñado Pío XI en la Divinis Redemptoris. Por eso dice el Dr. Caturelli que un liberal antimarxista “es como un padre en lucha con su hijo, pues él lo trajo al mundo”[8]. Su unidad radical no se apoya en el libre comercio ni en las privatizaciones, sino en que sean profundamente hostiles hacia la Iglesia, y que “aunque peleen muchas veces entre sí, llegado el caso, pueden llegar a compromisos cómplices, pues coinciden al menos en lo fundamental. Todos están en la misma opción radical: «no queremos que Él reine sobre nosotros» (LC 19, 14)”[9].

De este modo se comprende que la condena a Sarmiento desde el oficialismo K efectivamente es errónea, no por ser el liberalismo sarmientino distinto del menemista, sino porque los acusadores poseen el mismo veneno en esencia. La condena tal es desacertada porque las razones de la misma son totalmente ajenas a las del Syllabus del Papa Pío IX, a las de Su Santidad León XIII en la Libertas, o, si se prefiere, al Magisterio de la Iglesia.

Sarmiento, entonces, fue efectivamente un liberal[10]. Y su liberalismo de siglo XIX merece la misma condena que merece el liberalismo adoptado por los liberales de nuestros días. Fue un liberal en su concepción política y económica. Fue liberal en lo religioso. Y fue liberal antes y después de su ingreso en la masonería. Como dice Federico Ibarguren hablando de Sarmiento: “cuando decimos liberalismos decimos masonería”[11]. Y fue liberal en Educación, al combatir la enseñanza católica y al promover y colaborar con la educación laicista, cuyo fruto fue la Ley de Educación 1420.

El Padre Castellani al estudiar el Liberalismo dice que éste es una herejía, y trae a modo ilustrativo unas páginas suyas escritas aquí en San Juan el 27 de julio de 1960. Allí el Padre se refiere concretamente a la figura de Sarmiento y toca el tema de la idolatría que por el prócer sienten la mayoría de los sanjuaninos. Para Castellani esto último resulta ser una religión invertida. Además es muy claro al decir que un católico no puede confesarse como tal y al mismo tiempo ponderar la figura de Sarmiento:

“¡Ojalá estén en el cielo actualmente Sarmiento, Urquiza y Mitre!; pero en vida han sido puercos. […] En San Juan si usted dice un discurso el 25 de mayo y no nombra a Sarmiento, le pasa lo mismo que si en la Edad Media usted hubiera dicho que no había Dios. Eso es religión, no me vengan con macanas: es religión al revés, o sea, una especie de religión satánica. «Hoy los Católicos han rendido homenaje a Sarmiento» dice el diario TRIBUNA del 22 de junio de Traducción: «Hoy los discípulos de Cristo han rendido homenaje a un hombre inmoral», o sea: «hoy los católicos han idolatrado».

[…] Mejor es no creer en nada, ni en Cristo ni en Sarmiento, que creer a la vez en Cristo y en Sarmiento. Lo primero da un ateo; lo segundo, un católico mistongo”[12].

  1. Pedagogías adversas

Las consecuencias de la educación planteada por Sarmiento las sufrimos hasta nuestros días. Consecuencias cuya raíz es el liberalismo concretado en el laicismo escolar. Sobre este último y en particular sobre la Ley 1420, ha dicho el Padre Julio Meinvielle: “Es ésta la enormidad que ha sugerido el diablo para reconquistar la tierra cristiana, y como empresa digna del diablo no podía ser más injusta. Nuestra ley 1420 de educación común adolece, entre otras, de esta lacra. Viola los derechos de Dios, que debe reinar como maestro de la inteligencia y en el corazón del niño; los derechos de Cristo, que ha comprado con su sangre su alma; los derechos de la Iglesia, que le ha hecho su hijo en el sacramento de la regeneración y le alimenta con su vida en el sacramento de la consumación; los derechos de los padres, que tienen que velar por su educación total; y por fin, los derechos del niño, que si de algo necesita con urgencia es precisamente de Dios”[13].

Este padecimiento de las pedagogías liberales que no proponen héroes y santos como modelos a seguir, ya la advirtió Jordán Bruno Genta en unas páginas magníficas sobre este tema. Allí dice sin vacilar:

“Nosotros, los argentinos, venimos padeciendo desde generaciones una pedagogía antimetafísica y antinacional; una pedagogía liberal, positivista y utilitaria, que ha llegado a hacernos desear un alma extranjera, que nos ha ahondado un sentimiento de inferioridad, hasta el punto de avergonzarnos de nuestras tradiciones espirituales y de nuestro linaje español. Nosotros, que procedemos de un pueblo de moralistas –santos y caballeros, teólogos y juristas-, y que hemos reiterado su dimensión egregia y sus memorables hazañas, en los cuarenta años que fueron necesarios para conquistar la nacionalidad argentina, hemos llegado a despreciarnos con tales precedentes. Esta aberración de la inteligencia y este extravío de la voluntad, son la consecuencia necesaria de una pedagogía para pueblos coloniales, que la más lamentable confusión de nuestra historia, nos hizo convertir en escuela oficial desde el ochenta.”[14]

Quede definitivamente en claro que nada positivo resulta la señal Paka-Paka. Es parte de la basura y chatarra con que el Kirchnerismo pretende alimentar la cabeza de los niños argentinos. Nada más ni nada menos que propiedad del Ministerio de Educación, cuya cabeza es el mentado Sileoni. El slogan del canal, el poder de la imaginación. Un canal en perfecta conexión con otras señales del Gobierno (TV Pública, Encuentro, INCAA TV, Tecnópolis TV, DeporTV), lanzado por la mismísima Cristina Fernandez en septiembre de 2010. Mediante el Banco Audiovisual de Contenidos (BACUA), se compran contenidos y producciones extranjeras. Su objetivo: los niños de 2 a 12 años. Éstos, entre animales, títeres, naturaleza, leyendas, mitos y cuentos, películas, aventuras, etc, son bombardeados mediante lo más ridículo y mostrenco de las pedagogías modernas. Incluido el programa “¿Y ahora qué?”, el cual pervierte a los infantes con las doctrinas de sexualidad y teoría de género que subyacen en la Ley de Educación Sexual Integral, lanzada en 2006.

En materia histórica, la serie Las asombrosas aventuras de Zamba”, no hacen más que difundir todos los errores y falsificaciones históricas posibles. Desde la llegada de Colón a América, pasando por la Revolución de Mayo, la época de Rosas, Sarmiento, Perón, Guerrilla, Malvinas y hasta nuestros días, todo lo pernicioso que se puede enseñar sobre estos temas se lo ha enseñado vilmente y sin tapujos.

Pero lo que molesta es que se haya volteado, sin más, la imagen del niño modelo Sarmiento. Lo cual ya lo hizo anteriormente el Revisionismo auténtico (con la diferencia de que el objetivo era reestablecer la verdad histórica, no construir un nuevo relato. Inclusive y de modo sugestivo lo llevó a cabo el mismo Arturo Jauretche. Tres capítulos de su “Manual de Zonceras Argentinas”[15] le dedica el escritor a la desmitificación del niño modelo. El niño modelo de los norteamericanos –dice- es el niñito Benjamín Franklin: el nuestro, el niñito Domingo Faustino Sarmiento.

Extraigamos algunas líneas que dejan ver la “pedagogía” de este escritor:

“La imagen del niñito Domingo Faustino Sarmiento que usted lleva metida adentro, es la de una especie de Pulgarcito con cara de hombre, calzado con grandes botas y cubierto con un enorme paraguas, marchando cargado de libros bajo una lluvia torrencial. (…)
¿A quién no le han machacado en la edad escolar cuando uno prefería quedarse en la cocina junto a las tortas y al maíz frito en los días lluviosos, conque Sarmiento nunca faltó a clase así lloviera, nevara o se desataran huracanes? (…) Esta es una de las virtudes del niño modelo que más ha torturado a la infancia argentina hasta la aparición de la nueva ola de niños malos (“revisionistas”).”[16]

Lo curioso es que Jauretche hace esto defendiendo a Sarmiento como él dice: “Lo estoy defendiendo de los sarmientistas, que en lugar de proponernos el personaje como era, nos proponen una imagen de altar, tan luego con Sarmiento, personaje esencialmente vital en sus errores y en sus aciertos” (…) “Todos hemos tenido un primito modelo que nos refregaban por las narices amargándonos la infancia, y Sarmiento, (…) es algo así como el primito odioso de todos los argentinos. Destruir su imagen como tal es contribuir a que no se “agravien” más las incontables imágenes que son inevitables en todos los rincones del país…”[17]

Verdad la de Jauretche que, no por ser éste un liberal, dejará de ser cierta.

En una línea antiliberal, Rubén Calderón Bouchet cuenta una anécdota muy interesante que le aconteció cuando era jovencito y leyó el Facundo, el cual era de lectura obligatoria y “nadie se atrevía a censurar porque venía impuesto por el gobierno como una suerte de sagrada escritura”. Dice C. Bouchet:

“Uno de mis tíos, algo heterodoxo en materia de enseñanza liberal, me dijo poco más o menos: «El tejón ése escribe bien y el libro contiene pasajes que vale la pena leer, pero con respecto a Facundo, miente como un bellaco y no hay que tomar al pie de la letra todo lo que dice».
Es ley que cuando el Diablo da malos maestros, Dios nos ofrece un buen tío que corrige las opiniones del Mandinga y como los chicos, en general, y creo que en todas partes del mundo, aceptan con gusto todo cuanto se dice contra las enseñanzas impartidas en las escuelas oficiales, la recomendación de mi tío me sirvió para construirme una coraza a prueba de balas contra los influjos liberales de esos salvajes unitarios (…)”.[18]

El Padre Leonardo Castellani, en las páginas antes citadas, trae una reflexión respecto de los modelos y los arquetipos que se deben presentar a los niños. Hablando precisamente de Sarmiento advierte que no es un mal que en la Argentina haya habido traidores y traiciones; el mal está en hacer estatuas a los traidores y adorar las traiciones. Más adelante alecciona:

“Si a los niños en la escuela se les pone como objetos de reverencia, de admiración y de imitación a hombres inmorales, las bases mismas de la moral quedan minadas. ¿Qué hombres íntegros saldrán de allí? Una nación no puede ser independiente si no tiene una suficiente proporción de hombres éticos. (…) La Escuela Argentina no tiende a hacer esos hombres; al contrario más bien.”
No podemos dejar de mencionar –si de pedagogía antiliberal se trata- a Ignacio Anzoátegui, quien nos da una lección tanto de criterio como de enseñanza. Advierte que Sarmiento “mató la cultura para fundar la instrucción. Y, con esa fuerza brutal que tenía para todo, hizo de la Argentina un país como los Estados Unidos, instruidos pero inculto”. Y agrega: “su aspiración era que los habitantes supieran leer (…); que todos fueran alfabetos aunque resultaran todos analfabetos mentales[19].

El comentario de don Ignacio alcanza la crítica de los maestros, quienes “creen que conocen el alma del chico cuando comienzan a conocer sus sentimientos”. Aunque “la culpa de todo esto la tienen los maestros de nuestros maestros, que eran irremediablemente incapaces. El arte de enseñar a los chicos no consiste en achiquilinarse ni en rebajar la propia mentalidad”[20]. ¿Acaso hacen otra cosa los maestros de nuestros días que no sea rebajar la mentalidad? ¿Acaso no hace lo mismo Paka-Paka, mediante el niñito Zamba?

Pero este escritor y poeta va por más y se atreve a enseñar al niño como se debe. Para empezar dice: “cuando un historiador habla bien de algún personaje hay que desconfiar de ese personaje o pensar que el historiador no se ha dado cuenta de que era bueno o pensar que no se ha animado a decir lo que pensaba (porque a veces también los historiadores hacen como si estuvieran pensando, para que los crean inteligentes)”[21].

Extraordinaria pedagogía la de Anzoátegui que hablando de las Invasiones Inglesas dice: “Se armaron como pudieron, unos con espadas otros con palos y otros con piedras y otros con tenazas de cocina y todos estaban muy contentos porque sabían que a la larga o a la corta terminarían por echar a los invasores porque ellos tenían razón y los invasores eran unos cochinos herejes”[22].

Hablando de Rivadavia dice con humor:

“Cuando los niños argentinos oyen pronunciar el nombre de ese liberal deben gritar «cruz diablo» si son menores de dos años y si son mayores deben decirle alguna palabra de esas que asustan tanto a los masones acomodados y a los políticos amariconados.”[23]

Por último repitamos la admonición antiliberal:

Los niños patriotas deben cuidarse mucho de los liberales y si algún liberal les ofrece un caramelo deben decirle: «Muchas gracias señor, pero usted no me envenena». Y si quiere, puede agregarle alguna mala palabra, de esas que no se pueden decir sino a los liberales.”[24]

La necesidad de esta pedagogía surge de que “nada hay más pernicioso que la preparación liberal con que se adormece a nuestra niñez, destinada, precisamente, a vivir un destino antiliberal en un país con destino antiliberal”. Por eso, con todo el liberalismo en pugna, sabemos que “aunque el liberalismo decimonónico que aún soportamos nos ha desfigurado atrozmente, a través de una enseñanza laicista y desnacionalizadora, la vera imagen de la patria, el SER NACIONAL ARGENTINO reconoce su origen en el CATOLICISMO ESPAÑOL DE LA CONTRARREFORMA RELIGIOSA ANTI PROTESTANTE”[25].

  1. Conclusión

Dice Leopoldo Marechal en su poema Didáctica de la Patria (n. 16): “Vence a la Cobardía de los ojos oblicuos, y la Patria futura dará el santo y el héroe que han de trazar las líneas de la Cruz”.

Por eso mismo, los mitos, las zonceras, los rumores, los chismes, dejémoslos para los historiadores o lectores de minucias y en vez de preocuparnos por el acontecer del “niño modelo”, preocupémonos por el Ser de los verdaderos modelos que debe tener un niño argentino. Podríamos preguntarnos más seguido quién fue aquél otro personaje del que tanto hablan, llamado Facundo Quiroga, que levantó el estandarte de “RELIGIÓN O MUERTE” frente a las canalladas liberales. Preguntémonos quién fue el verdadero San Martín, Belgrano, Rosas. Interroguémonos, los sanjuaninos, quién fue aquel otro caudillo Nazario Benavidez, “nuestro mejor compatriota contra la horda inmunda de salvajes unitarios enemigos de Dios y de los hombres… que obstinados se atrevieron a profanar el pueblo sanjuanino”. Benavidez, “el más adicto a la sagrada causa de la Federación”[26].

Y cuestionémonos, al fin, qué Patria quisieron ellos para nosotros y las generaciones postreras. Bien ha dicho el Prof. Antonio Caponnetto que la pregunta que hemos de hacernos “no es solamente la pregunta individual, particular, subjetiva “¿qué clase de figura fue Sarmiento?’, sino qué clase de Argentina quiso, pergeñó, ejecutó y consumó para desgracia nuestra”[27].

Sin Dios en la escuela, sin Cristo como rey de la sociedad y de la educación, sin la instauración de todas las cosas bajo el cetro de Nuestro Señor, nunca vamos a progresar como Estado y como Patria bien constituida. Dejad que los niños vengan a mí” (Lc 18, 16), nos dice Cristo. ¿Cuándo vamos a entender que la mejor instrucción es la que está iluminada por la Luz del Evangelio? ¿Cuándo vamos a comprender que Jesucristo es el único y verdadero Maestro?

Nuestros niños merecen el ejemplo de los Santos y de los Héroes. Merecen que les demos claras muestras de los personajes históricos, hombres y mujeres, que encarnaron tales ideales. Merecen conocer la “celosa geometría”, en el decir de Merechal, de “la Vertical del Santo” y “la Horizontal del Héroe”. Merecen aprender las matemáticas de la Economía de la Salvación. Y merecen reconocer en el Verbo, en la Palabra, su meta más alta. Sólo así tendremos una Patria como la merecemos y como merece ser rescatada para Cristo Rey.

¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Patria!

Eduardo Peralta.

San Juan, viernes 14 de noviembre de 2014.




[4] Alberto Caturelli, “Exámen crítico del liberalismo como concepción del mundo”, Ed. Gladius, Buenos Aires, 2008.

Utilizamos aquí la edición de Fundación Gratis Date publicado bajo el título “Liberalismo y Apostasía”, Pamplona, p. 38-39. (Puede verse el texto en internet: http://www.gratisdate.org/fr-textos.htm).

[5] Ibídem, p. 3.

[6] Laborem excercens, n. 11.

[7] Ernesto Palacio, “La Historia Falsificada”, Difusión, Buenos Aires, 1939. A propósito del tema educativo que

tocaremos más adelante puede verse del mismo autor: “Historia del estatismo escolar”, Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1940.

[8] Op. Cit., p. 31.

[9] José María Iraburu, “De Cristo o del Mundo”, Fundación Gratis Date, 2da edición, Pamplona, 2001, p. 132.

[10] Manuel Gálvez hace notar que Sarmiento más que liberal y democrático fue autoritario. Cfr. “Vida de Sarmiento”, op. Cit. p. 777-780. Sin embargo, los aspectos que toca son particulares y accidentales. De índole metodológica. Cosa que luego hace ver el mismo Gálvez en su obra. Por eso –y por lo ya explicado- puede afirmarse que el sanjuanino fue redondamente un liberal.

[11] Federico Ibarguren, “Nuestro Ser Nacional en peligro”, Vieja Guardia, Buenos Aires, 1987. Puede verse el fragmento en que habla de la masonería sarmientina en la web, bajo el título de “Sarmiento: el Gran Maestre”: http://criticarevisionista.blogspot.com.ar/2012/05/sarmiento-el-gran-maestre.html

[12] Cfr. P. Leonardo Castellani, “Esencia del Liberalismo”, Ed. Dictio, Biblioteca del Pensamiento Nacionalista Argentino, Vol. VIII, Buenos Aires, 1976, p. 146.

[13] P. Julio Meinvielle, “Concepción Católica de la Política”, Biblioteca del Pensamiento Nacionalista Argentino”, Vol III, Buenos Aires, 1974, p. 56.

[14] Jordán Bruno Genta, “Acerca de la libertad de ensañar y de la Enseñanza de la Libertad”, Buenos Aires, 1945, p. 100.

[15] Peña Lillo editor, 1988, 2da ed, pp. 138-146, (zonceras n°1, 16 a 19).

[16] Ibídem, p. 140. Jauretche más adelante cita al Padre Castellani: “Don Leonardo Castellani, que es fraile y conoce mucho a los chicos, dice que “el chico que nunca se hizo la rabona es sospechoso”. En general todos los chicos afirman, como Dominguito, que nunca “se la hicieron”, pero conviene desconfiar.” Bien podríamos decir, a propósito de Castellani y a propósito de escapar de la escuela, aquellos versos del prete:

“Y si yo tuviera un hijo

le daría un buen caballo

para huir de las escuelas,

los pedantes y los diarios.

No le enseñaría a leer,

mucho menos a escribir.

lo mandaría a las estancias

a soñar el porvenir

y aprender la única forma,

digna y nuestra, de morir.”

[17] Ibídem, p. 145.

[18] El texto lo tomamos de Internet, bajo el título de “Civilización o Barbarie”, del blog: http://criticarevisionista.blogspot.com.ar/2011/07/civilizacion-o-barbarie.html

[19] Ignacio B. Anzoátegui, “Vida de Muertos”, Colihue, Buenos Aires, p. 99-100.

[20] Ibídem, p. 100.

[21] Ignacio B. Anzoátegui, “Pequeña Historia Argentina para uso de los niños”, Ediciones Regnum, Asunción – Paraguay 2000, p. 29. La obra es la compilación de una serie de artículos que el autor publicó en la revista “Nueva Política”, editada en Buenos Aires, entre los años 1940 y 1943.

[22] Ibídem, p. 49-50.

[23] Ibídem, p. 79.

[24] Ibídem, p. 7

[25] Federico Ibarguren, “Nuestro Ser Nacional en peligro”, op. Cit., p. 12

[26] Carta de José Manuel Eufrasio (de Quiroga Sarmiento), Obispo de Cuyo, a Juan Manuel de Rosas, fechada el 8 de Octubre de 1841.

[27] Conferencia “Facundo contra Sarmiento”, pronunciada en Villa Elisa, La Plata, en Octubre de 2010.