Publicado por Revista Cabildo Nº 114
Meses Julio/Agosto 2015-3era-Época
RELATOS INTERNACIONALES
Manuel FERNÁNDEZ ARROJO
El relato de la Revolución Cubana
La inmoralidad, un estilo de vida contrarrevolucionario
HACE aproximadamente catorce años que hemos visitado la isla de Cuba. Ya en aquella época, sin el flujo de dinero soviético, las condiciones de vida del pueblo eran más que difíciles. Los únicos que reivindicaban los "logros" de la revolución eran aquellos que estaban vinculados a la industria del turismo. Claro, era muy entendible, sólo por propinas, accedían a los dólares americanos y sufragaban, sin desasosiego, los costos de una vida "aceptable", bien que desde el exclusivo punto de vista material.
Frente a este ínfimo grupo, se encontraba el grueso del pueblo cubano, que debía atender sus necesidades con un salario mensual que, en aquel entonces, rondaba los cinco dólares estadounidenses. Magra plata, para una mísera vida. Los mendicantes, bajo una apariencia mucho más sutil que la de sus pares argentinos, pululaban alrededor de los turistas. Las "jineteras" -lásico término con el que son denominadas las prostitutas en la isla-, desfilaban por la zona de hoteles de playa para satisfacer sus necesidades a cambio de hacer otro tanto con los inmorales deseos de los extranjeros, quienes, muchas veces, amaban más la lujuria que las playas.
El turismo sexual ya estaba impuesto. Era muy habitual ver holandeses, alemanes, italianos, ingleses, del brazo de morenas nativas de la isla. En una oportunidad, ante nuestra sorpresa, consultamos a los encargados del hotel quienes, con la mayor naturalidad, nos dijeron: "con el pasaje y el alojamiento se incluye, a pedido, una dama «todo servicio», se les entrega en el aeropuerto y la dejan al partir". Así de natural, así de patético, así de inmoral.
Rentamos un vehículo para recorrer la isla, alejándonos de los centros turísticos. El cuadro era de una pobreza generalizada. En una oportunidad, en la Plaza de la Revolución, nos encontramos con un grupo de niñas de cinco años, con sus uniformes escolares y acompañadas por la maestra. Al percatarse esta última que éramos argentinos, reunió a las niñas a nuestro alrededor y les dijo: "¿Qué vamos a manifestarle a estos argentinos?" Ante nuestra sorpresa, sostuvieron a coro y viva voz: "Pioneras del comunismo, seremos como el Che!" Esa era y es la perniciosa "educación" que se imparte en la castigada isla. La misma "educación" que, a nivel universitario, se jactan de impartir masivamente a los cubanos, básicamente en las carreras humanísticas: adoctrinamiento político de baja estofa. ¿Se imagina el lector algo más tragicómico que un abogado en Cuba?
Quizás haya sido alguno de esos abogados el que defendió a un nativo de Camagüey que, un año antes de nuestra visita, tuvo la desdichada idea de gritar en un baile de carnaval -probablemente alentado por algún espirituoso trago de ron, que liberó su bronca-, "A Fidel le gustan más los dólares que a las jineteras!" Llevado a juicio, fue condenado a veinte años de prisión por "Atentado contra la Revolución". Por supuesto que no hubo margen para averiguar si la osada afirmación era o no verdadera, aun muchos en la isla se inclinan por afirmativa.
Bien, fuera de esa "anécdota lo cierto es que los cubanos, fundamentalmente los que estaban alejados de La Habana, no tenían la posibilidad de viajar en los micros utilizados por los turistas capitalistas: Para ellos, la Revolución, tenía asignados unos vetustos camiones que arrastraban remolques -sólo a veces cabinados o techados- de se hacinaban los desgraciados; -stricto sensu- pasajeros.
Recordamos que el guardavida de la pileta de uno de los hoteles en que nos alojamos -que no vivía lejos-, ¡debía salir a las cuatro de la madrugada para poder alcanzar ese camión y llegar a su trabajo a las ocho y media de la mañana! Ese mismo personaje, entre susurrod y evitando ser escuchado, nos mentaba acerca de las necesidades vitales insatisfechas de la población "Amigo, mi sueldo acá es tan misero con el de los demás, pero las propinas de los turistas me permitenn adquirir alimentos para mi familia y ayudar a las de dos campay -término que en Cuba señala a los «compadres» "para nosotros que la están pasando muy mal" Agregó luego: "Aquí los que mejor viven son los jerarcas del partido".
Y la verdad es que el hombre no se equivocaba. Los únicos automóviles modernos estaban en manos de los "comisarios políticos' siempre se hacían presente a detectar si algún nativo osaba tionar las bondades del régimen ante los extranjeros. Si no fuera porque es trágico, diriamos que causaba gracia verlos: impecablemente vestidos, indefectibles lentes de sol, sentados en una mesa de ubicación privilegiada y observando cuanto ocurría a su alrededor. Parecía la imagen clásica de las películas de la década del '50.
Pues bien, ¿cómo vive el pueblo cubano hoy? No podemos extendernos en grandes detalles. Muchos de ellos los podrá conocer el lector en las páginas disidentes, que silencia la tiranía. Sólo haremos un comentario: acabados hace rato los billetes girados por el Kremlin; siendo casi nulo el aporte en efectivo del sanguinario venezolano, el inútil de Raúl Castro aguarda los mendrugos que le pueden llegar del nuevo patrón del Norte, ínterin, el racionamiento alimentario es feroz: sólo medio kilo de carne de cerdo por cubano y por mes. La comida básica: frijoles.
Ya hemos dicho, antes de ahora, que el mentado "embargo", era en realidad, una mentira. Algún día volveremos sobre esto. Lo real es que los hermanitos Castro han vivido de las dádivas de sus patrones ideológicos y ni siquiera tuvieron la habilidad de generar una economía pastoril para paliar las necesidades del pueblo al que sojuzgan. ¿La famosa medicina cubana? Otra patraña, que explicaremos en próximas entregas.
Claro, ocurre que en Cuba aún no han llegado a la panacea del comunismo, todavía están en la etapa primaria de la lucha de clases, que, por lo que se puede apreciar, la van perdiendo por goleada.
Pero, ¡cuidado! No todos son remolones en el derrotero propuesto por Marx. ¡Algunos avanzaron raudamente en esa cruzada y hoy muestran ante el mundo los progresos de los esforzados proletarios, cuando éstos obran con coherencia y convicción revolucionaria! Tal caso de Antonio Castro, hijo menor de Fidel, quien en su yate de cincuenta metros, llegó, proveniente de la isla griega de Mykonos, a Bodrum, en la costa de Turquía.
Bodrum es un resort turístico muy popular para los europeos del norte debido a su atractiva costa y a su activa vida nocturna, tiene una población de 32.227 habitantes (censo 2000) y recibe cientos de miles de turistas cada año. Antonio Castro reservó cinco suites en un hotel de cinco estrellas para él y sus acompañantes. El miércoles 24 de junio del corriente año, por la noche, Antonio Castro con doce personas cenó en un exclusivo restaurante y se molestó muchísimo cuando se dio cuenta que periodistas turcos estaban grabando su presencia y querían entrevistarlo. Uno de los guardaespaldas cubanos de Antonio Castro amenazó groseramente al periodista Vasar Anter, de la agencia turca de noticias Dosan, y lo agredió. Dos de los guardaespaldas cubanos huyeron ante la presencia de la policía y los demás acompañantes de Antonio Castro se fueron en una van. Ante tal situación, Antonio Castro, que reportan, ya estaba borracho, se metió en la cocina del restaurante a esperar que le llevaran su automóvil. (Fuentes: Daily Sabah, Today's Zaman y el Universo Increíble).
¿Qué diría un reaccionario? "¡Los castristas viven en Cuba y fuera de Cuba como multimillonarios y ahora se asocian con el capitalismo para seguir manteniendo sus privilegios mientras la inmensa mayoría del pueblo de Cuba tiene que vivir en la pobreza!" ¡Patrañas! Si el pobre Antonito tuvo que utilizar su gigantesco yate, fue para evitar terminar como muchos de sus compatriotas balseros: en las fauces de un tiburón. ¡Nada más! (Recordamos con qué dolor nos comentaba un amigo cubano en aquellos años que "la dieta del tiburón caribeño... es un cubano").
Quizás, la guisa de colofón -¡por ahora!-, valga recordar aquella anécdota, cuento o leyenda que se contaba sobre Lenín. Según ella, el dictador marxista decidió en una oportunidad visitar a su madre en el humilde pueblo donde ella vivía entonces, para lo cual le avisó con anticipación. Llegado el día, la madre esperaba en la puerta de la casa. Al ver la caravana de autos que escoltaba a Lenín, la madre se sorprendió y cuando su hijo bajó a saludarla, inocentemente le dijo: "¡Hijo, qué emoción verte! Cuando te veía llegar con toda esa comitiva, me emocioné... ¡me hiciste acordar al Zar!" Cosas de la paquetería comunista... ¿viste? •