LA CUADRATURA DEL CIRCULO: Resultado del Sínodo, al menos ocurra un milagro
El Motu Proprio Mitis Iudex Dominus Iesus por
el cual usted reformó los procedimientos canónicos relativos a la
validez sacramental de los matrimonios, representa una indicación
preciosa sobre el espíritu con que se abordará esta fase del trabajo
sinodal. Sin poner en tela de juicio la tradición sacramental de nuestra
Iglesia ni su doctrina sobre la indisolubilidad del matrimonio, nos
invita a compartir nuestras experiencias pastorales y a implementar los
caminos de la misericordia a los que el Señor invita a todos los que lo
desean y que puedan entrar en un territorio de conversión de cara a
(recibir el) perdón. (Card. André Vingt-Trois, Discurso al Papa Francisco en la apertura del Sínodo de los Obispos 2015, 5 de octubre, 2015).
Pareciera que el Santo Padre estaría
feliz si el sínodo encontrara la manera de encuadrar un círculo y
autorizara la comunión para los divorciados vueltos a casar sin violar
las enseñanzas de la Iglesia. (Russel Shaw, La Lucha por el Sínodo. 1 de oct., 2015).
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Recientemente, nuestros amigos de One Peter Five publicaron un artículo (What We May Expect From the Synod: A Brief Synopsis by
Jeffrey Bond) que recomendamos especialmente a nuestros lectores. En
este artículo, Jeffrey Bond resume los tres resultados posibles del
Sínodo de los Obispos de este mes:
(1) El Sínodo simplemente reafirmará la doctrina católica sobre la familia; o
(2) El Sínodo cambiará explícitamente la doctrina católica sobre la familia; o
(3) El
Sínodo reafirmará la doctrina católica pero cambiará la práctica
pastoral de manera tal que debilite y socave la doctrina.
El primer
resultado es muy poco probable. Si el papa Francisco no estuviera a
favor de un cambio significativo de la posición de la Iglesia respecto a
los divorciados vueltos a casar (y probablemente las uniones
homosexuales), hace tiempo que habría dejado en claro que hay límites
definidos que no pueden traspasarse al avanzar sobre estos asuntos.
El segundo
resultado también es muy poco probable. Los planes de los modernistas
quedarían expuestos completamente a la vista de todos, y ocasionaría un
cisma formal cuando los cardenales, obispos y sacerdotes fieles se
nieguen a dar la comunión a aquellos viviendo públicamente en el pecado
mortal de adulterio y la sodomía.
El tercer
resultado, sobre el cual el Cardenal Burke advirtió a los fieles, es el
más probable. Probablemente, Francisco siga el ejemplo de Juan Pablo II,
que no pudo cambiar la doctrina de la Iglesia respecto a la pena de
muerte pero sin embargo destruyó la enseñanza al proclamar que los
tiempos modernos la convirtieron en una práctica innecesaria. De la
misma manera, es probable que Francisco reafirme el dogma de la
indisolubilidad del matrimonio mientras que, de manera laberíntica, lo
vacía de contenido para que los divorciados vueltos a casar puedan
recibir la comunión. El cambio será transmitido a los fieles como una
expresión de la “misericordia” de nuestro Señor hacia los pecadores. A
continuación, aumentarán el caos y la confusión a medida que los
católicos tradicionales se dividen entre sí discutiendo acerca de la
respuesta apropiada a las nuevas prácticas “pastorales”, en un intento
por reconciliar lo irreconciliable.
Coincidimos en que el primer resultado es muy poco probable. Si el
Papa quisiera reafirmar la doctrina católica sobre la familia, entonces
no habría necesidad de realizar dos sínodos para hablar del tema.
Además, sería ilógico que designe a los más reconocidos disidentes de
esta doctrina como delegados de los sínodos, o como algunos de los
oficiales a cargo del proceso sinodal. ¿Por qué puso al Cardenal Kasper
como actor principal en el consistorio de cardenales de febrero 2104, el cual resultó ser un disparador de los debates actuales sobre la familia?
Algunos de los defensores de Francisco insisten en que sólo quiere
hacer que el Cardenal Kasper y sus simpatizantes se sientan
“escuchados”, o que el plan último del Papa es sacudir a los opositores
de Kasper para que lo refuten a él y a sus colegas de una vez por todas.
La primera excusa es absurda, considerando que Kasper (y Danneels)
habló abiertamente de sus opiniones sobre el matrimonio durante las
últimas 3 décadas; sus opiniones nunca fueron secretas y eran conocidas
por otros hombres dentro de la Iglesia y en facultades de Teología de
todo el mundo. La segunda excusa es incluso más absurda, porque Kasper
ya había sido refutado por el Papa Juan Pablo II y por el Cardenal
Joseph Ratzinger en 1994 con la Carta sobre la recepción de la Comunión Eucarística a divorciados vueltos a casar, que
fue promulgada justamente para enfrentar la carta pastoral de 1993 en
la que el obispo Kasper favorecía la comunión para los adúlteros
“divorciados vueltos a casar”. Ninguna reunión de obispos podría igualar
la refutación dada por un Papa: ¡y menos a uno que ha sido canonizado por el actual pontífice!
El segundo resultado también es muy poco probable. La Iglesia no
tiene ninguna autoridad para cambiar la doctrina, mucho menos un Sínodo
de Obispos. Kasper y los de su regimiento (por ejemplo, Maradiaga) no
son estúpidos y lo saben. Ya han dicho numerosas veces que no buscan un
cambio formal de la doctrina. Los que acusan a los críticos del Sínodo
por temer un cambio formal y explícito de la doctrina atacan a un
espantapájaros. Ese no es nuestro temor. Estamos seguros de que la
doctrina sobre la indisolubilidad del matrimonio permanecerá
escrita, y sabemos que esa es la razón por la que muchos en la Iglesia
son indiferentes a nuestros temores y preocupaciones ante el Sínodo.
El tercer resultado es el más probable – la confirmación teórica de
la doctrina, combinada con la legalización formal o la tolerancia
oficial de la práctica que la socavará severamente. Todo apunta a esto,
desde la muy problemática teología del Instrumentum Laboris (recuerden que es la guía para las discusiones del Sínodo) a que haya una mayoría de innovadores entre los prelados que supervisan el proceso sinodal.
Las frecuentes quejas del Papa contra los “legalismos”, incluyendo su homilía en la apertura del Sínodo (4 de octubre, 2015),
no ayudan a quienes quieren defender la doctrina actual. Su homilía
parece un anteproyecto de lo que espera lograr en el Sínodo. Por un
lado, el Papa habla de reafirmar la teoría, la doctrina: “para defender
la sacralidad de la vida, de toda vida; para defender la unidad y la
indisolubilidad del vínculo conyugal como signo de la gracia de Dios y
de la capacidad del hombre de amar en serio.” Por el otro, habla de la
praxis que debiera acompañar la doctrina de aquí en adelante: la Iglesia
no “señala con el dedo para juzgar”, sino que debe “buscar y curar a
las parejas heridas con el aceite de la acogida y de la misericordia” y
“acoger y acompañar”; no debe tener “puertas cerradas” sino ser un
“puente” en lugar de una “barrera”.
Al principio estas palabras pueden parecer fantásticas — ¿pero acaso
no implican que la disciplina actual de la Iglesia es incompleta, que es
poco misericordiosa y no acoge a las parejas “heridas”? Dado el
contexto y la atmósfera en la que se reúne el Sínodo, dados los
frecuentes ataques del Papa hacia el “legalismo” y sus repetidas
invocaciones al Dios de las sorpresas, las indicaciones del Papa apuntan en una única dirección –
conservar la doctrina escrita, pero cambiar la disciplina. Justamente,
el ver si esto es posible ha sido el punto crucial de todos los debates
sobre la familia que han enfrentado “obispo contra obispo, cardenal
contra cardenal” en los últimos 2 años; pero la posición del Papa ya
debiera ser clara. No necesitamos especular porque su reforma radical del “proceso de nulidades” convirtiéndolo efectivamente en una máquina de divorcios católicos de facto muestra lo que desea conseguir, siempre y cuando la doctrina quede preservada en papel. (Durante la entrevista que dio en el vuelo de regreso a Roma tras su visita a América, Francisco
defendió su reforma diciendo que la doctrina sobre la indisolubilidad
permanece intacta y que sólo quería encarar el proceso “interminable” de
apelaciones. Su defensa se respaldó en el hecho de que la doctrina se
preserva en papel. Intencionalmente o no, no respondió a ninguno de los
argumentos presentados por muchos canonistas respecto a que las reformas
minan la doctrina en la práctica).
El tercer resultado también es probable por el conocimiento
empobrecido que tienen muchos católicos respecto a la “ortodoxia”. Hemos
sido testigos en los dos últimos años de los deseos de los defensores
de Francisco, que en general buscaban pasar por alto las imprecisiones,
las ambigüedades y naturaleza equívoca de muchas de sus afirmaciones y
gestos mientras que de alguna manera éstos pudieran ser entendidos de
manera ortodoxa. Hoy en día, una afirmación es considerada ortodoxa si
recurre a fórmulas doctrinales, o guiña el ojo a la doctrina, o es
equívoca pero puede ser interpretada en un sentido ortodoxo. La idea de
que la ortodoxia requiere de algo más – la clara e inequívoca
trasmisión de la verdadera enseñanza – ha sido enterrada por una postura
que equipara “ortodoxia” con “aceptable mientras no sea inequívocamente
herética”. Sin embargo, la preponderancia de esta nueva visión de la
“ortodoxia” no comenzó en el pontificado de Francisco, sino que recibió
un empujón ante la necesidad de defenderlo a toda costa. Uno podría
decir – aunque está más allá del alcance de este artículo – que este
nuevo concepto de ortodoxia tiene sus raíces en la crisis teológica que
siguió al Vaticano II, en los intentos de obispos y teólogos bien
intencionados por reconciliar las palabras y acciones de los Papas
post-conciliares con las enseñanzas claras de la Iglesia previa al
Concilio.
Considerando la manera en que el Sínodo fue arreglado
y la tendencia en la historia de la Iglesia desde 1962, sólo un milagro
nos separa de una tremenda catástrofe. Ahora, más que nunca, necesitamos orar y hacer penitencia – por los padres sinodales, por el Papa, y por la Iglesia.
[Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original]