LA VERDADERA RESISTENCIA CATÓLICA
[Comentario de Ernesto Roqué]
[Sobre el P. Nöel Barbara y la verdadera resistencia de antaño que hoy brilla por su ausencia]
Esta acusación [el documento ya publicado en
el blog “La Crisis y Paulo VI] efectuada por el padre Nöel Barbará es
una de las tantas pruebas de la resistencia que desde diversos sectores,
tanto Eclesiásticos como civiles, surgió desde un principio ante la
apostasía que, visible y generalizadamente, se abatió sobre la Iglesia
Católica a partir del Concilio Vaticano II, aunque larvada,
solapadamente, ya existía desde mucho antes, como todos sabemos.
Así es como en aquel entonces aparecieron en escena nombres tales como los de los cardenales Alfredo
Ottaviani y Antonio Bacci, los de Nöel Barbará, Joaquín Sáenz y
Arriaga, Carlos Disandro, Louis Coache, Guérard des Lauriers, George de
Nantes, Hervé Le Lay, Heberard Heller,
y muchos otros, que, valiente, decidida y
públicamente, no dudaron en levantar su voz en defensa de la Fe
Católica, a través de giras, .de libros, de revistas, de conferencias,
de charlas, etc., y a quienes hoy, merecidamente, podríamos llamar
“próceres de la resistencia”.
Sin ir más lejos, algunos privilegiados tuvimos hasta la dicha incomparable de conocer personalmente -e incluso compartir con ellos un almuerzo en nuestra propia casa- a los padres Barbará y Saénz y Arriaga en su gira conjunta por Argentina.
Cabe acotar que todo este movimiento que se suscitó, no ocurrió sin errores ni disensos varios de por medio, algo más bien lógico en tiempos de borrasca. Todo lo contrario, los hubo y muchos (caso emblemático, si los hay, el del mismísimo Marcel Lefebvre), pero todos, de una manera u otra se lanzaron al ruedo sin titubeos ni temores, y así es como aportaron la luz suficiente para que muchos pudiéramos conocer la Verdad en medio de la debacle más completa.
Lamentablemente, hoy, ni siquiera con el ejemplo de dichos antecesores de por medio, inconcebiblemente (mal que nos pese decirlo), desde el ámbito eclesiástico, nadie, absolutamente nadie, es capaz de emular -ni medianamente- a aquéllos, saliendo a la palestra PÚBLICAMENTE en defensa de la Iglesia Católica. A lo sumo, desde algún sitio de Internet, conocido en el ámbito tradicionalista, pero ignoto para la inmensa mayoría de los católicos, hacen oír tibiamente su voz. Pero haciendo la comparación con la actitud de aquellos hombres, huelgan los comentarios.
Pareciera que para los actuales obispos y sacerdotes, en el peor momento -por lejos- de la historia de la cristiandad, con el solo hecho de apacentar sus rebaños propios y exclusivos, recluidos orondamente en sus recoletas capillas privadas, ya cumplen con su obligación y hacen lo necesario y suficiente, mientras el rebaño universal -del cual parecen olvidarse que también son pastores- vaga a oscuras, disperso y extraviado, y lo que es peor aún, guiado en su mayoría por lobos rapaces, sumiéndolo así en el desamparo más absoluto. ¿Es posible explicarse semejante ceguera y negligencia? ¿No habrá nadie que los despierte de su interminable letargo?
Y así es como hoy, inexplicablemente, en el peor momento, cuando ya no queda piedra sobre piedra, cuando más falta hacen; ni el apostolado ni la predicación públicos y universales parecen existir.
Es más, verdaderamente exaspera ver que ni siquiera son capaces de seguir el ejemplo de tantos pontífices, reyes, príncipes, jefes de ejércitos…, que no dudaron en invocar el auxilio de la Sma. Virgen María, por algo llamada “Auxilium Christianorum”, en tantas gestas gloriosas, por todos conocidas, que debieron emprender en defensa de la cristiandad, en el curso de toda la historia, poniéndola a Ella al frente de todas las empresas (por caso, Covadonga, Lepanto, Granada, Viena, y tantos otros). Muchos menos todavía se les ocurre invocar la ayuda de tantos santos a quienes especialmente debiéramos acudir en estas circunstancias, tales como San Miguel Arcángel, San Pedro y San Pablo, San Atanasio, San Pío X, etc. Y uno, quiera que no, entonces se pregunta: ¿Qué esperarán para hacerlo? ¿Les faltará la fe suficiente para ello? ¿Creerán que no es necesario o que es ya demasiado tarde? Vaya uno a saber…
Por supuesto que, ni hablar de reunirse en algún sínodo (perfecto, imperfecto, o como se llame), como sería lo apropiado, para aportar alguna luz en esta hora de desolación, de confusión y de tinieblas, pues tal cosa pareciera ser a esta altura algo ya absolutamente utópico.
Cuesta reconocerlo, y mucho más todavía denunciarlo, pero lamentablemente es la realidad que hoy vivimos los pocos católicos que todavía recibimos la gracia (aun sin méritos propios, por supuesto) de seguir conociendo la Verdad.
Sin ir más lejos, algunos privilegiados tuvimos hasta la dicha incomparable de conocer personalmente -e incluso compartir con ellos un almuerzo en nuestra propia casa- a los padres Barbará y Saénz y Arriaga en su gira conjunta por Argentina.
Cabe acotar que todo este movimiento que se suscitó, no ocurrió sin errores ni disensos varios de por medio, algo más bien lógico en tiempos de borrasca. Todo lo contrario, los hubo y muchos (caso emblemático, si los hay, el del mismísimo Marcel Lefebvre), pero todos, de una manera u otra se lanzaron al ruedo sin titubeos ni temores, y así es como aportaron la luz suficiente para que muchos pudiéramos conocer la Verdad en medio de la debacle más completa.
Lamentablemente, hoy, ni siquiera con el ejemplo de dichos antecesores de por medio, inconcebiblemente (mal que nos pese decirlo), desde el ámbito eclesiástico, nadie, absolutamente nadie, es capaz de emular -ni medianamente- a aquéllos, saliendo a la palestra PÚBLICAMENTE en defensa de la Iglesia Católica. A lo sumo, desde algún sitio de Internet, conocido en el ámbito tradicionalista, pero ignoto para la inmensa mayoría de los católicos, hacen oír tibiamente su voz. Pero haciendo la comparación con la actitud de aquellos hombres, huelgan los comentarios.
Pareciera que para los actuales obispos y sacerdotes, en el peor momento -por lejos- de la historia de la cristiandad, con el solo hecho de apacentar sus rebaños propios y exclusivos, recluidos orondamente en sus recoletas capillas privadas, ya cumplen con su obligación y hacen lo necesario y suficiente, mientras el rebaño universal -del cual parecen olvidarse que también son pastores- vaga a oscuras, disperso y extraviado, y lo que es peor aún, guiado en su mayoría por lobos rapaces, sumiéndolo así en el desamparo más absoluto. ¿Es posible explicarse semejante ceguera y negligencia? ¿No habrá nadie que los despierte de su interminable letargo?
Y así es como hoy, inexplicablemente, en el peor momento, cuando ya no queda piedra sobre piedra, cuando más falta hacen; ni el apostolado ni la predicación públicos y universales parecen existir.
Es más, verdaderamente exaspera ver que ni siquiera son capaces de seguir el ejemplo de tantos pontífices, reyes, príncipes, jefes de ejércitos…, que no dudaron en invocar el auxilio de la Sma. Virgen María, por algo llamada “Auxilium Christianorum”, en tantas gestas gloriosas, por todos conocidas, que debieron emprender en defensa de la cristiandad, en el curso de toda la historia, poniéndola a Ella al frente de todas las empresas (por caso, Covadonga, Lepanto, Granada, Viena, y tantos otros). Muchos menos todavía se les ocurre invocar la ayuda de tantos santos a quienes especialmente debiéramos acudir en estas circunstancias, tales como San Miguel Arcángel, San Pedro y San Pablo, San Atanasio, San Pío X, etc. Y uno, quiera que no, entonces se pregunta: ¿Qué esperarán para hacerlo? ¿Les faltará la fe suficiente para ello? ¿Creerán que no es necesario o que es ya demasiado tarde? Vaya uno a saber…
Por supuesto que, ni hablar de reunirse en algún sínodo (perfecto, imperfecto, o como se llame), como sería lo apropiado, para aportar alguna luz en esta hora de desolación, de confusión y de tinieblas, pues tal cosa pareciera ser a esta altura algo ya absolutamente utópico.
Cuesta reconocerlo, y mucho más todavía denunciarlo, pero lamentablemente es la realidad que hoy vivimos los pocos católicos que todavía recibimos la gracia (aun sin méritos propios, por supuesto) de seguir conociendo la Verdad.
Reiterando mis disculpas y mi agradecimiento en caso de que este mensaje fuere publicado, saludo a Uds. atte.
E.R.