LA CULTURA DEL ROCK
HASTA LA IGLESIA CONCILIAR SE
PRONUNCIA EN CONTRA DEL ROCK
Reflexión del arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer,
Programa “Claves para un mundo mejor”,
Emisión del 5 de febrero de 2005
Programa “Claves para un mundo mejor”,
Emisión del 5 de febrero de 2005
El dolor, la perplejidad, la indignación por lo
ocurrido en el tristemente celebre boliche Cromañón, van a perdurar
por mucho tiempo en la sociedad Argentina.
Todos esperamos que el episodio se esclarezca
definitivamente y que se haga justicia, la ocasión ha sido también
propicia para que surgiera una nueva conciencia sobre los peligros que
asedian a nuestros jóvenes en sus diversiones semanales y se ha hecho
notar la venta de alcohol antes, durante y después de los
espectáculos. También el consumo excesivo de energizantes y de como
corre la droga en determinados lugares.
Pero me gustaría referirme a otros daños de los
cuales creo que pocos han hablado, con alguna excepción, y son varios
temas inherentes a las características de la llamada “Cultura
Rockera”. Y esto es sobre el ambiente que se crea en esos lugares que
también tiene que ver, a veces, con algunos de los elementos que he
mencionado antes sino también, con las características propias del
espectáculo mismo.
La música, por darle con algún reparo ese nombre
a ese ruido ensordecedor que conmueve incluso físicamente, y que
impide toda comunicación humana y también impide el hecho tan
profundamente humano de la danza. La luz, los juegos de luces, la luz y
la sombra, todo se predispone para inhibir los controles racionales y
volitivos.
Todo eso me parece que promueve e impulsa una
especie de libertad anárquica en la cual no es lo mejor, lo más
elevado del hombre y de la mujer, lo que se ponen de manifiesto.
Podemos añadir a estos elementos también esa
especie de extraña comunión que se crea en los famosos recitales. Y
las bengalas y otras expresiones ruidosas o lumínicas tienen mucho que
ver con eso.
Hay una especie de sentimiento religioso de
comunión allí y la figura total de hombre y de mujer que se manifiesta
y aparece creo que no es aquella expresión, tan bella, tan noble, tan
verdadera que corresponde a nuestra condición. Más aún en el caso de
los cristianos a la vivencia de la fe, de las virtudes evangélicas y
de la gracia de la redención.
Me gustaría ser muy claro en todo esto:
considero que globalmente enfocada lo que se llama “cultura rockera” o
“subcultura rockera” es incompatible con la vida cristiana, entendida
en todo su rigor, plenitud y en toda su grandeza porque esos impulsos
nobles de la naturaleza humana hacia la verdad, hacia el bien y la
belleza quedan como bloqueados en semejante ambiente y en esas
circunstancias.
A eso podemos añadir el contenido de las letras
de las canciones cuando se trata de entender lo que dicen porque son
bastantes incoherentes y, muchas veces, no hay una lógica que presida
la distribución de las frases.
Son mensajes que, en general, no apuntan a lo mejor y hasta constituyen una especie de campaña destructiva de la persona.
Les confieso que a mí hasta me da pena que
poseyendo la Argentina una riqueza folclórica extraordinaria que
expresa lo profundo de nuestro país miles de jóvenes, por no hablar de
millones, queden cautivados por este fenómeno de la cultura rock.
También me da mucho pensar que la mayoría de los
chicos que pasan por nuestras parroquias recibiendo los sacramentos o
que son alumnos de nuestros colegios católicos se plieguen a esto. Me
parece que aquí hay una deficiencia nuestra. Hay defectos de
educación que corresponden al papel fundamental de la familia, de los
institutos religiosos educativos, de nuestra catequesis que ha fallado
y de nuestra predicación como pastores también.
No sé si ustedes han escuchado muchas veces
decir esto que yo acabo de comentar con cierto riesgo de que me
consideren un troglodita o un exagerado, pero lo digo de verdad, con
el corazón y con convicción para que también ustedes lo piensen.