jueves, 12 de mayo de 2016

No habrá cisma porque los obispos callan cobardemente por falsa obediencia y permisivismo cómplice

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 No habrá cisma porque los obispos callan cobardemente por falsa obediencia y permisivismo cómplice – P. Jesús Calvo
Tras la desconcertante exhortación apostólica del Papa, ¿Cómo debemos actuar los fieles seglares? Muchos neocones dicen que no hay que criticar ni juzgar nunca al Papa, que es signo de soberbia y de alejarse del sentir la Iglesia.
¿NUNCA? Pero, ¿Qué sucede cuando descaradamente el Sucesor de Pedro roza constantemente la heterodoxia y cuestiona aspectos claves de la doctrina?
Santo Tomás de Aquino afirma que es lícito que todo fiel se cuestione, con rectitud de intención, todo aquello que considera no ser acorde con la Fe de siempre.


El Padre Jesús Calvo, párroco de Villamuñio, León, colabora con frecuencia en diferentes medios de comunicación. Cura recio, de los de antes, no se corta un pelo en hablar claro y explicarnos lo que está pasando en la Iglesia y cómo debemos actuar. No se extiende en las respuestas, pero habla con contundencia. Lo puede decir más alto, pero no más claro.

¿Cuál es su primera valoración de la Exhortación Apostólica “Amoris Laetitia“?

Debo destacar la gravedad de las declaraciones de “la alegría del amor” sin que se haya definido lo que se entiende por alegría y por amor. Tenía que haber hablado de la alegría de cumplir con los sagrados deberes del cultivo del amor. Y luego se cosechan las felicidades de cumplir esos deberes: estabilidad del matrimonio, la formación de los hijos en los ejemplos de buenos padres, la indisolubilidad del matrimonio derivada de las exigencias de la ley natural, afrontar las responsabilidades psicológicas, morales, humanas y trascendentales del matrimonio a corto y largo plazo, sin las cuales se destruye la familia y enferma la sociedad.

Es más populista empezar por los derechos antes que por los deberes. Es muy grave que se omita la claridad indiscutible de los preceptos del Divino Maestro en materia de adulterio y que diga “no vamos a condenar para siempre a los divorciados vueltos a casar a no recibir los sacramentos”. Esto atenta directamente contra el Evangelio. Se llama herejía.

¿Hay riesgo real de que haya un cisma?

 No creo, pues los obispos callan cobardemente por una falsa obediencia y de no haber otro Lefebvre que levante la voz no habrá cisma, sino permisivismo cómplice contra los Derechos de Dios. Son cobardías, no ignorancias.

 El Papa Francisco intenta quedar bien con todo el mundo por una simpatía falsa de mal pastor que no saca a sus ovejas de las zarzas. “Nadie puede servir a dos señores”. Después de San Pío XII los últimos Papas se han convertido en diplomáticos más que en apóstoles de la Verdad absoluta. El Cardenal Suenens reconoció que el Vaticano II fue la Revolución Francesa en la Iglesia. Sus frutos ahí están.

Los seglares deben hablar con valentía

¿Debemos tener miedo los católicos a no estar de acuerdo con algunas enseñanzas de este Papa que afectan a temas claves?

Los fieles seglares deben hablar con valentía contra todo lo que no esté conforme con la doctrina católica tradicional (la única verdadera). No les debe importar declararse contra los desvíos doctrinales vengan de quien vengan. Así lo hicieron los apologetas y teólogos aunque tuviesen graves problemas como San Atanasio contra el Papa Liberio que le excomulgó y después le levantó la excomunión porque le reconoció acertado en la divinidad de Cristo contra Arrio. La verdad es única para todos.

¿Hasta que punto es grave la permisividad con el pecado en nombre de la misericordia?

La gravedad de están tendencias chaqueteras y permisivistas en la práctica, en nombre de la “pastoral”, erosionan la fe al relativizarla y acaban en protestantismo, en el “libre examen” a gusto de cada quien (moral de situación) con lo que el dogma desaparece. Aunque quede la fachada del dogma, las ruinas están dentro.

Lo que el católico verdadero tiene que hacer es discernir lo auténtico de lo falso. Hay que comprender que los elementos humanos, de hecho, pueden pecar de vanidad, populismo, autocomplacencia, presiones masónicas metidas en la misma Iglesia, efectismos de cara a la galería y cobardías como la de San Pedro, que arrepentido llego a ser el sucesor del Maestro.

Separemos los principios de las personas. El que no los cumpla no demuestra nada contra ellos, sino su pecado de cobardía e infidelidad. “el que persevere hasta el final se salvará” (Mateo 10). Cada cuál dará cuentas a Dios de sí mismo, no del ambiente que le rodeó.

Javier Navascués