Perón y el 1° de mayo de 1974 |
El 1 de mayo de 1974, la Plaza de Mayo estaba colmada. Una mitad estaba
cubierta por miembros de la Juventud Peronista y de la organización
Montoneros; la otra, por miembros del sindicalismo ortodoxo. La
situación política e institucional del país se asemejaba a un volcán en
erupción. El anciano y enfermo líder había regresado definitivamente al
país el 20 de junio del año anterior. Lo que debió ser una fiesta cívica
devino en una tragedia. La izquierda y derecha del peronismo se
trenzaron a balazos en los campos de Ezeiza, lo que obligó a Perón a
descender en el aeropuerto de Morón. Lo que buscaban ambos sectores del
peronismo era el control del movimiento peronista, es decir, el control
del poder total. En julio de 1973 Perón tomó una severa decisión: se
desprendió de la izquierda, de la juventud peronista y los montoneros, y
se apoyó en el aparato sindical, en la ortodoxia peronista. Esa
decisión obligó a Héctor J. Cámpora a dimitir como presidente de la
nación.
La reacción del peronismo de izquierda fue tremendo: le declaró
la guerra al propio Perón. La guerrilla peronista -montoneros- y la
guerrilla antiperonista -ERP- tuvieron a partir de ese momento un
objetivo en común: desestabilizar a la democracia. Nada los detuvo. Ni
siquiera la extraordinaria elección que hizo Perón el 23 de septiembre,
donde el 62% del electorado lo eligió por tercera vez presidente de la
nación. Dos días después José Ignacio Rucci, el más poderoso dirigente
sindical de entonces y mano derecha de Perón, fue acribillado a balazos
por un comando montonero. Ese crimen conmovió al país y significó un
duro golpe para Perón. Jamás el líder había sido desafiado de esa forma.
Porque con ese acto atroz lo que hicieron los montoneros fue decirle a
Perón que querían cogobernar, lo que para el anciano líder era
inadmisible. Él era el único jefe, el creador del peronismo. ¡Cómo unos
jóvenes iban a pretender compartir con él la conducción del movimiento y
del país! Lo único que consiguieron los montoneros fue hacer enojar a
Perón. En efecto, lo que hizo Perón fue redoblar la apuesta. Meses más
tarde se desprendió de aquellos gobernadores peronistas ligados a la
tendencia revolucionaria y su gobierno se hizo cada vez más de derecha,
ejerciendo un rol cada vez más gravitante el ministro de Bienestar
Social y jefe de la Alianza Anticomunista Argentina, José López Rega.
Fue entonces cuando el país se transformó en un gigantesco campo de
batalla entre dos grupos antagónicos: los montoneros (acompañados
estratégicamente por el ERP), por un lado; la AAA y el sindicalismo
ortodoxo, por el otro. Se había desatado una guerra civil.
En ese contexto, Perón habló el 1 de mayo de 1974 desde el histórico
balcón de la Casa Rosada. Rodeado, entre otros, por la vicepresidente de
la Nación, María Estela Martínez de Perón, y el omnipresente López
Rega, Perón expresó: “Compañeros: hoy, hace veintiún años que en este
mismo balcón, y con un día luminoso como el de hoy, hablé por última vez
a los trabajadores argentinos. Fue entonces cuando les recomendé que
ajustasen sus organizaciones, porque venían días difíciles…No me
equivoqué, ni en la apreciación de los días que venían, ni en la calidad
de la organización sindical, que a través de veinte años…pese a esos
estúpidos que gritan…”. Los destinatarios del enojo de Perón eran,
obviamente, los miembros de la JP y de la organización Montoneros. Desde
ese sector se escuchó: “¡Qué pasa, qué pasa, qué pasa, general, está
lleno de gorilas el gobierno popular! ¡Se va a acabar, se va a acabar,
la burocracia sindical!”
Continuó Perón: “…decía que a través de estos veintiún años, las
organizaciones sindicales se han mantenido inconmovibles, y hoy resulta
que algunos imberbes pretenden tener más mérito que los que durante
veinte años lucharon…” La izquierda peronista respondió: “¡qué pasa, qué
pasa, qué pasa, general, está lleno de gorilas el gobierno popular!”.
Continuó Perón: “Por eso compañeros, quiero que esta primera reunión del
día del trabajador sea para rendir homenaje a esas organizaciones y a
esos dirigentes sabios y prudentes que han mantenido su fuerza orgánica,
y han visto caer a sus dirigentes asesinados, sin que todavía haya
sonado el escarmiento…” En ese momento Perón se encolerizó. Así
respondió la izquierda peronista: “¡Rucci traidor, saludos a Vandor!
¡Qué pasa, qué pasa, qué pasa, general, está lleno de gorilas el
gobierno popular!-¡Montoneros, Montoneros, Montoneros!” Continuó Perón:
“Compañeros, nos hemos reunido nueve años en esta misma plaza, y en esta
misma plaza hemos estado todos de acuerdo en la lucha que hemos
realizado por las reivindicaciones del pueblo argentino. Ahora resulta
que, después de veinte años, hay algunos que todavía no están conformes
de todo lo que hemos hecho…” Respuesta de la izquierda peronista: “¡si
este no es el pueblo, el pueblo dónde está! ¡Conformes, conformes,
conformes, general, conformes los gorilas, el pueblo va a luchar!”. Fue
en ese momento cuando comenzaron a retirarse las columnas de la
izquierda peronista. Continuó Perón: “Compañeros, anhelamos que nuestro
movimiento sepa ponerse a tono con el momento que vivimos. La clase
trabajadora argentina, como columna vertebral de nuestro movimiento, es
la que ha de llevar adelante los estandartes de nuestra lucha. Por eso
compañeros, esta reunión, en esta plaza, como en los buenos tiempos debe
afirmar decisión absoluta para que en el futuro cada uno ocupe el lugar
que corresponde en la lucha que, si los malvados no cejan, hemos de
hacer…” Respuesta de la izquierda peronista: “¡Conformes, conformes,
conformes, general, conformes los gorilas, el pueblo va a
luchar!”-¡Aserrín, aserrán, es el pueblo el que se va!” Continuó Perón:
“Compañeros, deseo que antes de terminar estas palabras lleven a toda la
clase trabajadora argentina el agradecimiento del gobierno por haber
sostenido un pacto social que será salvador para toda la República”.
Respuesta de la izquierda peronista: “¡Conformes, conformes, conformes,
general, conformes los gorilas, el pueblo va a luchar! ¡Aserrín,
aserrán, es el pueblo que se va!” Continuó Perón: “Compañeros, tras ese
agradecimiento y esa gratitud puedo asegurarles que los días venideros
serán para la reconstrucción nacional y la liberación de la nación y del
pueblo argentino. Repito compañeros, que será para la reconstrucción
del país y en esa tarea está empeñado el gobierno a fondo. Será también
para la liberación, no solamente del colonialismo que viene azotando a
la República a través de tantos años, sino también de estos infiltrados
que trabajan de adentro, y que traidoramente son más peligrosos que los
que trabajan desde afuera, sin contar que la mayoría de ellos son
mercenarios al servicio del dinero extranjero…” Respuesta de la
izquierda peronista: “¡aserrín, aserrán, es el pueblo el que se va!”.
Continuó Perón: “Finalmente compañeros, deseo que continúen con nuestros
artistas que también son hombres de trabajo; que los escuchen y los
sigan con alegría, con esa alegría de que nos hablaba Eva Perón, a
través del apotegma de que en este país los niños han de aprender a reír
desde su infancia…”. Respuesta de la izquierda peronista: “¡aserrín,
aserrán, es el pueblo que se va!”. Continuó Perón: “Queremos un pueblo
sano, satisfecho, alegre, sin odios, sin divisiones inútiles,
inoperantes e intrascendentes. Queremos partidos políticos que discutan
entre sí las grandes decisiones…” Respuesta de la izquierda peronista:
“¡aserrín, aserrán, es el pueblo el que se va!”. Continuó Perón: “No
quiero terminar sin antes de agradecer la cooperación que le llega al
gobierno de parte de todos los partidos políticos argentinos…”.
Respuesta de la izquierda peronista: “¡aserrín, aserrán, es el pueblo el
que se va!”. Fin del discurso de Perón: “Para finalizar compañeros, les
deseo la mayor fortuna, y espero poder verlos de nuevo en esta plaza el
17 de octubre…” (Fuente: Google).
Ese día el peronismo se dividió para siempre. La izquierda y la derecha
peronistas pasaron a ser enemigos antagónicos cuyo único lenguaje era el
de las armas. La tragedia se había instalado en el país. Desde el
exilio, Perón había manejado hábilmente los hilos de la política
argentina, utilizando a los montoneros para desestabilizar a los
sucesivos gobiernos civiles y militares. Una vez en el poder, Perón, que
había usado una máscara revolucionaria desde Puerta de Hierro, una vez
de regreso a la Argentina gobernó con su verdadero rostro, el de la
derecha. Ese maquiavélico juego pendular le costó al país ríos de
sangre. Porque la “tendencia” jamás le perdonó al líder lo que
consideraron una histórica traición (la ida de Cámpora y la permanencia
de López Rega en el poder). Dos meses después Perón pasó a la eternidad.
La presidencia quedó a cargo de “Isabel”, López Rega y Lorenzo Miguel.
La derecha del peronismo a pleno detentaba el poder. El histórico
discurso de Balbín en las exequias de Perón cayó en saco roto. Nadie lo
tuvo en cuenta. Las balas impusieron sus códigos y de esa forma se
allanó el camino para el golpe de estado cívico-militar del 24 de marzo
de 1976.
Lo que aconteció en la histórica plaza el 1 de Mayo de 1974 fue uno de
los hechos más relevantes de la historia argentina contemporánea. Porque
por primera vez Perón no logró controlar públicamente a un sector de su
movimiento. El experto titiritero no había logrado evitar la fuga de
uno de sus títeres. Y ahí estuvo el gran error de Perón: su soberbia, su
convencimiento de que aún en la vejez seguía estando en condiciones de
controlarlo todo. Y no pudo hacerlo. El sector juvenil se le fue de las
manos y su gobierno comenzó a desmoronarse. ¿Hubiera habido golpe de
Estado con Perón vivo? Difícil saberlo. Lo cierto es que con la muerte
de Perón se acabó el peronismo histórico y comenzó una etapa donde
diversos peronismos accedieron al poder: el peronismo menemista, el
peronismo duhaldista y el peronismo kirchnerista. Con Cristina en el
poder aquella trágica división de 1974 reapareció en cierta medida,
aunque sin la gravedad de aquélla (afortunadamente). El antagonismo
entre el sindicalismo ortodoxo de Moyano y Barrionuevo, y La Cámpora
rememora, en cierta medida, aquella guerra. La tan mentada crispación de
la que tanto viene hablando el poder mediático concentrado tuvo su
máxima expresión en aquel 1 de mayo de 1974, donde los montoneros le
declararon públicamente la guerra a Perón y éste les redobló la apuesta
prometiendo un escarmiento cuyas secuelas aún las estamos sufriendo.