Próximo cónclave: transas, trenzas y ruleta
Transas
y trenzas han existido siempre, pero que se anuncien con desparpajo y,
encima, respecto de un futuro cónclave, a cuatro vientos y en un
periódico, es otra cosa…
O al menos es lo que ha hecho Elisabetta Piqué, periodista argentina del diario La Nación y “vaticanóloga”; casada con un ex cura jesuita irlandés, Gerard O’Connell, (corresponsal de medios progresistas americanos), ha escrito hace días en el diario La Nación de Buenos Aires, hablando acerca del último consistorio papal que el papa Francisco:
“Con la mira en el cónclave… proclamará a 13 nuevos cardenales,
entre ellos 10 electores… considerados totalmente ‘bergoglianos’ o
progresistas… Esta vez la lista de nuevos purpurados refleja más que
nunca esa visión de Iglesia abierta al mundo… Una visión cada vez más en
la mira de un sector ultraconservador, que no digiere sus aperturas pastorales hacia los homosexuales, los divorciados vueltos a casar y su atención al «grito de los pobres y de la Tierra…
Francisco lo sabe y actuó en consecuencia. El colegio
cardenalicio, que pasará a tener 128 cardenales electores, por primera
vez tendrá 67 purpurados elegidos por Francisco, es decir, más de la
mitad o, para ser precisos, el 52%.
El exarzobispo de Buenos Aires, que cumplirá 83 años el 17 de diciembre próximo, quiere dejar abonado el terreno para que en un eventual cónclave sus adversarios no tengan los números para dar un golpe de timón y elegir un candidato ‘contrarreformista’, conservador”.
¿Se le habrá escapado a la vaticanista que una noticia así puede traer problemas?
– “¿Por qué?” –se preguntará alguno.
Porque
existe un vetusto documento acerca de la elección de los Papas que,
eventualmente, podría ser utilizado para objetar las trenzas.
Nos referimos al texto modificado por Benedicto XVI (poco tiempo antes de renunciar a su oficio) y redactado por Juan Pablo II (Constitución apostólica Universi Dominici gregis) que plantea la prohibición:
– “A quien sea, aunque tenga la dignidad de Cardenal, mientras viva el Pontífice, y sin haberlo consultado, hacer pactos sobre la elección de su Sucesor, prometer votos o tomar decisiones a este respecto en reuniones privadas” (n 79).
– “Los Cardenales electores se abstendrán, además, de toda forma de pactos, acuerdos, promesas u otros compromisos
de cualquier género, que los puedan obligar a dar o negar el voto a uno
o a algunos. Si esto sucediera en realidad, incluso bajo juramento,
decreto que tal compromiso sea nulo e inválido y que nadie esté obligado
a observarlo; y desde ahora impongo la excomunión latae sententiae a los transgresores de esta prohibición” (n. 81).
¿Y
qué tiene de malo? ¿Acaso nombrar cardenales conlleva un pacto? ¿Acaso
los “hijos del trueno”, Santiago y San Juan, no quisieron acomodarse a
la diestra y siniestra del Señor (cfr. Mt 20,21)?
¿Acaso no pasaba lo mismo en el Renacimiento? Puede ser, puede ser…; pero al menos no andaban publicándolo en bandos…
Además, cualquier error de cálculo, servían un caffettino italiano y listo…
Por nuestra parte, como hoy debemos estar con los más desposeídos, los migrantes y los perseguidos, si esto fuera ruleta, apostaríamos por el negro.
El Negro, cardenal, Sarah.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi, SE