III.1.3. LOS DOCTRINARIOS DEL IMPERIO BRITANICO
CAPITULO III
EL SISTEMA FINANCIERO MUNDIAL Y SUS NÚCLEOS DE PODER
III.1. LA URDIMBRE EN SUS ORÍGENES
Para establecer las bases inmediatas del imperialismo británico, cuyo
testigo pasaría con los avatares del siglo XX a sus antiguas colonias de
Nueva Inglaterra, es ineludible referirse al papel desempeñado en el
mismo por dos figuras de especial significación, John Ruskin
y Cecil
Rhodes, alrededor de las cuales se iba a tejer una tupida maraña
de poderosas entidades en las que pueden detectarse las claves de algunos de los
acontecimientos que han configurado el mundo actual.
John Ruskin nació en Londres el año 1819. Hijo de un
acaudalado hombre de negocios, cursó estudios en el Christ Church de
Oxford, donde muy pronto se pondrían de relieve sus peculiares
inclinaciones, en las que entremezclaban la pasión por el arte, las
inquietudes de tipo social y la expansión del Imperio Británico,
al que Ruskin consideraba el vehículo más idóneo para
llevar a cabo la labor mesiánica a que estaban destinadas las "élites"
de su país.
Fue a través de su cátedra en la Universidad de Oxford como
Ruskin inició una labor de proselitismo y adoctrinamiento que no tardó
en depararle numerosos adeptos entre sus alumnos, todos ellos procedentes de las
altas esferas sociales británicas. De ese vivero saldrían sus más
íntimos colaboradores, como Arnold Toynbee, Henry Birchenough,
George Parkin, Philipp Lyttelton y Alfred Milner. Este último
personaje, que volveremos a encontrarnos más adelante, sería en
1915 uno de los cuatro integrantes del Gabinete de Guerra británico,
organismo desde donde puso en práctica las enseñanzas de su
maestro. De ahí que su condición de director de una potente
institución financiera, el London Joint Stock Bank (hoy Midland Bank), no
le impidiera utilizar su cargo político para brindar una eficaz
cobertura al tráfico de armamento realizado durante la revolución
rusa por Basil Zaharoff, uno de los principales proveedores
del bando bolchevique.
El ideario de Ruskin consistía en el hoy ya consagrado esquema del
capitalismo oligárquico y "humanista", y se basaba en la acción
conjunta de una élite de tecnócratas y académicos
sostenidos y auspiciados por los poderes financieros. Lógicamente, tales
planteamientos suscitaron muy pronto el interés de las altas esferas económicas,
que no tardaron en promover su divulgación al otro lado del Atlántico.
Esa labor corrió a cargo de dos simpatizantes norteamericanos de la
doctrina ruskiniana, Walter Vrooman y Charles Beard, quienes,
tras entrevistarse con el maestro, fundaron en Estados Unidos el Ruskin College,
contando para ello con el soporte financiero y el apoyo social del duque
de Norfolk, miembro de la Gran Logia Unida de Inglaterra, de lord
Ripon, virrey de la India y maestre de la citada logia, de lord
Rosebery, nieto del barón de Rothschild, y del
duque de Fife, militante igualmente del Gran Oriente inglés.
El otro gran embajador de la filantropía británica, Cecil
Rhodes, nació en 1853, y fue el tercer vástago
de la numerosa prole del pastor protestante Francis Rhodes. Su trayectoria
ascendente comenzaría poco después de trasladarse a Africa, donde
su hermano Herbert administraba una plantación algodonera ubicada en el
territorio de Natal. Tras una breve estancia en la plantación, Cecil se
dirigió a los campos diamantíferos sudafricanos, montando allí
una empresa de extracción en sociedad con un tal Charles Rudd. La buena
marcha del negocio le permitió regresar a la metrópoli y graduarse
en Oxford, donde entró en contacto con el que habría de
convertirse en su mentor ideológico, John Ruskin. El promotor del
encuentro entre ambos personajes fue W.Stead, director de una
publicación sensacionalista llamada Pall Mall Gacette, que se dedicaba a
promover el ideario progresista sobre la base, eso sí, de un proyecto de
alcance mundial dirigido por la civilización angloparlante.
Acto seguido, Cecil Rhodes se asoció con otros dos empresarios del
negocio diamantífero, Alfred Beit y Barney Barnato, con
los que creó una vasta red industrial y comercial que muy pronto se hizo
con el control mundial de la producción y venta de diamantes, monopolio
que posteriormente pasaría a manos de dos ilustres firmas de la
plutocracia internacional, los Rothschild y los Oppenheimer,
que a través de la sociedad De Beers Consolidatd Mines Ltd. controlan en
la actualidad el 85% del mercado mundial de diamantes.
Los éxitos económicos de Cecil Rhodes corrieron parejos al
importante papel que desempeñó durante el conflicto anglo-boer,
desencadenado por los poderes financieros británicos, y muy especialmente
por la casa Rothschild, para hacerse con el control de las inmensas riquezas del
territorio sudafricano. Y es que, como muy bien señalara el rabino y
escritor Marcus Eli Ravage, excelente conocedor de los
entresijos político-económicos de aquella época, el poder
oculto de Cecil Rhodes no era otro que el dinero de los Rothschild.
La concepción ideológica y los pilares doctrinales de nuestro
protagonista no eran sino una perfecta prolongación de las tesis de su
maestro Ruskin. En lo esencial, se trataba de los mismos planteamientos que han
venido reiterándose a todo lo largo del presente siglo por los promotores
y teóricos del Gobierno Mundial. El ideario de Rhodes aparece perfilado
con diáfana nitidez en varias de las cartas que dirigiera a unos de sus más
íntimos confidentes, el ya mencionado W.T. Stead. Una
correspondencia en la que pueden leerse frases como éstas:
"Sostengo que somos la primera raza del mundo y que cuanto mayor
porción del mismo sea habitado por nosotros, tanto más se
beneficiará la humanidad. Imponer nuestro gobierno significará
terminar con las guerras";
"Anhelo la unión con América y la paz universal,
que supongo podrá ser una realidad dentro de cien años. He
pensado, además, en la fundación de una sociedad secreta
organizada como la compañía de Loyola y sustentada por la riqueza
creciente de aquellos que aspiren a hacer algo".
Bien es cierto que tan conmovedoras inquietudes pacifistas y humanitarias de
proyección mundial no incluían entre sus objetivos el poner término
a la explotación y a las condiciones infrahumanas en que vivían
los trabajadores de las minas sudafricanas controladas por el filántropo
británico. Pero comparado con sus elevados planes aquello no pasaba de
ser una anécdota insignificante.
El exponente más visible, aunque ni mucho menos el único, de
la labor proselitista de Rhodes habrían de ser la Fundación y las
Becas Cecil Rhodes, con cuyos fondos han completado su formación
innumerables peones de lujo de la plutocracia internacional.
La influencia de estos dos personajes, John Ruskin y Cecil Rhodes, se
materializó a lo largo de su época en una serie de entidades
surgidas al amparo de su inspiración ideológica y sostenidas por
las altas esferas económicas y oligárquicas, como veremos
seguidamente. Más tarde, con el declive del Imperio Británico, sus
cánones y procedimientos pasarían al otro lado del Atlántico,
como también veremos más adelante.
Entre esas instituciones aludidas en primer lugar merecen destacarse dos: la
Pilgrims Society y la Round Table. La Pilgrims Society fue presentada
oficialmente el 24 de julio de 1902. Su nombre, como será fácil
deducir, se adoptó en memoria de los puritanos ingleses que desembarcaron
en la costa de Massachussets y fundaron la colonia de New Plymouth en septiembre
de 1620. Los promotores de esta sociedad fueron varios miembros del Rhodes
Trust, entre los que figuraban Harry Britain, Joseph Wheeler, C.
Roll, patrón de la firma Rolls-Royce, y Lindsay Russell.
La presidencia de la entidad recayó en lord Roberts, célebre por
las matanzas y estragos que perpetrara como plenipotenciario del gobierno británico
durante la guerra anglo-boer.
Unos meses más tarde, el 13 de enero de 1903, nacía la rama
americana de la Pilgrims Society por iniciativa del anteriormente citado Lindsay
Russell, que en 1921 se convertiría en el primer presidente del Council
on Foreign Relations (Consejo de Relaciones Exteriores), un organismo privado de
corte oligárquico del que han salido los más altos cargos de la
Administración norteamericana desde su creación hasta hoy. Debe
precisarse que, con anterioridad a la fundación en los Estados Unidos de
la Pilgrims Society, ya existía en aquel país la Sociedad de
Descendientes del Mayflower, un influyente club que agrupa a la cerrada oligarquía
protestante cuyo árbol genealógico se remonta a los puritanos
pilgrims. Son las mismas familias que, junto con ciertos clanes de la alta
finanza, nos encontraremos más adelante cuando salga a relucir una hermética
y poderosa sociedad estadounidense denominada The Order.
Por lo que se refiere a la Round Table, fue fundada en 1909 por lord
Milner. A pesar de su carácter cerrado y elitista, este
restringido club no era en realidad sino el círculo más visible o
exterior de la sociedad secreta Table Mountain, creada en 1891 por Cecil Rhodes
y su íntimo colaborador, W.T.Stead, e integrada por un reducido grupo de
iniciados entre los que figuraban el citado lord Milner, lord Grey,
lord Rotschild, lord Esher, sir Harry Johnston y lord Balfour. Este último
sería algún tiempo después Primer Ministro británico
(1902-1905) y, posteriormente, ministro de Asuntos Exteriores en el gabinete de
LLoyd George (1916-1919).
Para costear los cuantiosos gastos derivados de los proyectos y actividades
de la Round Table, lord Milner, que ostentaba simultáneamente el cargo de
Gran Vigilante de la Gran Logia Unida de Inglaterra, contó con las
aportaciones económicas de dos acaudalados industriales mineros,
sir Abe Bayley y Alfred Beit, ex-socios de Cecil Rhodes en el
negocio diamantífero sudafricano. Desde la Round Table y la fundación
Rhodes, lord Milner influyó decisivamente en las directrices políticas
del gabinete presidido por LLoyd George, cuyos asesores fueron todos ellos
miembros de dicha sociedad. Como muestra de lo apuntado bastará citar la
célebre Declaración Balfour, así como las ayudas brindadas
por el Gobierno de Lloyd George a los dirigentes bolcheviques, ya comentadas líneas
atrás.
Uno de los objetivos primordiales de la Round Table desde su creación
fue extender su radio de acción al resto de los territorios de habla
inglesa, cosa que no tardó en conseguir. Al punto que en 1915 contaba ya
con delegaciones en seis países, además de la sede inglesa
(Estados Unidos, Canadá, Sudáfrica, la India, Australia y Nueva
Zelanda). La actividad de los diversos grupos se mantuvo en todo momento
coordinada a través de las reuniones periódicas de sus miembros y
por medio de un boletín informativo muy completo.
Finalizada la Iª Guerra Mundial, la Round Table entraría en una
fase de gran expansión, entre otras razones merced al extraordinario
incremento de las aportaciones económicas que comenzaron a lloverle desde
un aerópago financiero en el que figuraban los trusts J.P. Morgan,
Rockefeller, Carnegie y Lazard Brothers. A través de ese proceso de
expansión y penetración social la Round Table han venido
ejerciendo desde entonces su poderosa influencia en los círculos académicos,
políticos y mediáticos. Entre sus actuales feudos, cuyo dominio
comparte con otras sociedades afines del Establishment, figuran los rotativos
The International Herald Tribune, The Financial Times, The Wall Street Journal,
The Economist, The New York Times y The Washington Post, voceros prototípicos
todos ellos del capitalismo progresista y multinacional, y órganos cuyos
editoriales y artículos son recogidos en todo el ámbito occidental
como si procediesen de un oráculo. Otro de los enclaves dominados por la
Round Table es la Universidad de Princeton, donde ha organizado el Instituto de
Estudios Avanzados, una entidad entre cuyos más conspicuos y asiduos
residentes figura el ideólogo marxista Adam Schaff.
Uno de los mejores conocedores del entramado oligárquico mundial, al
que no en vano perteneció durante largo tiempo, sería el
historiador Carroll Quigley. Este autor, de obligada
referencia en esta materia, fue profesor de historia en la Escuela del Sevicio
Exterior de la Universidad de Georgetown, además de profesor invitado en
las Universidades de Harvard y Princeton. Fue miembro asimismo de la Asociación
Americana de Economía y de la Asociación Americana para el Avance
de la Ciencia, becario de la Brookings Institution y colaborador de la
Smithsonian Institution, organismos todos ellos adscritos a los círculos
del Establishment. Fruto de sus muchos años de estudios e investigaciones
en los archivos de dichas entidades, Quigley publicó en 1965 un libro ("Tragedy
and Hope") cuya primera y única edición se agotó
en pocos días, y no precisamente a manos de sus potenciales lectores.
Desde entonces la obra en cuestión no ha conocido nuevas reediciones, por
lo que resulta prácticamente inencontrable, habiendo desaparecido incluso
de las bibliotecas y establecimientos similares de acceso público.
Convendría, pues, retener el nombre de este historiador, a quien se
acudirá en más de una ocasión a lo largo de las próximas
páginas.
A modo de anticipo, bueno será reproducir uno de los más
esclarecedores párrafos que Quigley dedicara en su
libro a la Round Table. Párrafo que no tiene desperdicio, y dice así.:
"Existe, y ha existido durante una generación, una red anglófila
que opera con el objeto de que la derecha radical crea en la acción
comunista. De hecho, esta red, que podríamos identificar con los grupos
de la Round Table, no tiene aversión a cooperar con los comunistas o con
cualquier otro grupo, y así lo hace frecuentemente. Sé de las
operaciones de esta red porque las he estudiado durante veinte años, y
pude, durante dos años, a principios de 1960, examinar sus papeles y
grabaciones secretas. No tengo aversión por ella ni por la mayoría
de sus fines, y he estado mucho tiempo de mi vida cerca de ella y de muchos de
sus instrumentos. He objetado, tanto en el pasado como recientemente, algunos de
sus procedimientos. Pero en general, mi principal diferencia de opinión
son sus deseos de permanecer desconocida, y creo que su papel en la historia es
suficientemente significativo como para ser conocida".
El rápido repaso efectuado hasta aquí quedaría
incompleto sin hacer alusión a la Fabian Society, otra
importante entidad íntimamente relacionada con las citadas anteriormente.
El convulso clima reinante en la Inglaterra victoriana, derivado del hecho
de ser aquel país la primera potencia industrial de su época, con
todo lo que ello suponía de explotación y marginación
social, brindó el caldo de cultivo adecuado para el alumbramiento de la
Fabian Society. Esta entidad fue así concebida al amparo de las
consabidas consignas obreristas y humanitarias por un reducido grupo de "filántropos"
perteneciente a los medios acomodados de la burguesía británica y
estrechamente vinculados a los círculos de la alta sociedad. Una
circunstancia, esta última, nada sorprendente, por cuanto ha venido
siendo algo habitual a todo lo largo de los últimos cien años.
Entre los mentores y dirigentes de la Fabian Society figuraban Frank
Podmore, George Bernard Shaw, Sidney Webb y lord Olivier, a los que se
sumó poco después el influyente columnista Graham Wallas.
Posteriormente se sucederían las incorporaciones de personajes tan
notorios como el economista John Keynes, el filósofo
Bertrand Russell, el escritor H.G.Wells y el
historiador Arnold Toynbee. También se incorporaron a
sus filas algunos dirigentes sindicales, Ben Tiller y Tom Mann
entre ellos, así como otras figuras que iremos viendo más
adelante.
Pero antes de trazar un sucinto perfil de las actividades de esta sociedad y
de sus dirigentes, no estará de más recordar sus orígenes "proletarios",
toda vez que la Fabian Society surgió como un grupo escindidode otra
organización anterior denominada Hermandad de la Nueva Vida.
Entre los quince miembros fundadores de dicha hermandad figuraban , además
de
Podmore y Bernard Shaw, Edward Pease, agente
de bolsa del Hutchinson Trust, Havellok Ellis, psicólogo
precursor del sexo libre, Ramsay McDonald, futuro primer
ministro, lord Haldane, más tarde ministro de la
Guerra, y Hubert Bland, columnista del influyente diario Star.
Sin olvidarse de Annie
Besant, quien a la muerte de la célebre y fantasmagórica
Mme.
Blavatsky había asumido el mando de la Sociedad Teosófica,
inmersa ya por aquellas fechas en un cisma imparable debido, entre otras
razones, al hecho de que muchos de sus militantes europeos empezaban a constatar
que la tal sociedad no era fundamentalmente sino un instrumento al servicio del
imperialismo británico.
Los quince integrantes de la Hermandad de la Nueva Vida se reunieron en
Londres el 24 de octubre de 1883 con el objetivo de impulsar un nuevo proyecto
del que después saldría la Fabian Society. Y lo hicieron bajo los
auspicios de Thomas Davidson, un profesor escocés
afincado en los Estados Unidos, donde había fundado la American Economy
Association en compañía de Woodrow Wilson y el
financiero Isaac Seligman.
Por lo que se refiere a las vinculaciones existentes entre la Fabian Society
y la Round Table, puede decirse que fueron desde un principio manifiestas, y no
sólamente por la doble militancia de varios de sus respectivos miembros,
sino también por la pertenencia común de muchos de ellos a
entidades como la Sociedad de Relaciones Culturales y el Real Instituto de
Asuntos Internacionales, desde donde se marcaban al Gobierno británico
las directrices a seguir en política exterior; organismos que, por otra
parte, estaban patrocinados y sostenidos económicamente por las mismas
potencias financieras (Hutchinson Trust, Lazard Brothers, Rothschild,
Oppenheimer). Y es que el socialismo fabiano representaba el primer intento
sistemático de amalgamar el modelo económico capitalista con las
tesis del colectivismo marxista, todo ello, claro está, bajo la sabia y
filantrópica dirección de las "élites"
angloparlantes. Se trataba, en suma, de una temprana manifestación del
proyecto totalitario que, por una u otra vía, se viene acariciando desde
hace tiempo.
Naturalmente, la evolución gradual hacia el nuevo modelo de sociedad
no se ultimaría en un plazo breve. Como los socialistas fabianos sabían
y saben muy bien, ese proceso llevaría algún tiempo, siendo
preciso, por tanto, contemporizar con ciertos excesos, necesarios en cualquier
caso para la consecución de tan elevado fin. De ahí que, tras unos
primeros momentos de rechazo, las más notorias figuras de la Fabian
Society manifestasen sus simpatías por el régimen de exterminio
implantado en la URSS. Tal fue la actitud, entre otros, del ínclito H.G.Wells,
turiferario destacado del régimen bolchevique, y de Sidney
Webb, que definió a la Unión Soviética
como "una democracia madura" y justificó las
purgas estalinistas con el argumento de que "la justicia comunista
tendría sus buenos motivos para actuar así". En la
misma línea se manifestaría el dramaturgo Bernard Shaw,
que aunque no aprobaba las huelgas obreras en su país, como el resto de
los burgueses fabianos, sí se mostró comprensivo con el terror
bolchevique, al que consideraba
"un mal necesario". Sea como fuere, lo cierto es que
el renombrado dramaturgo británico, acostumbrado a transitar por los
pasillos del Poder, y por tanto buen conocedor de lo que se cocía en
ellos, puso en boca de uno de sus personajes literarios, el financiero
Undershaft, unas significativas palabras que bien merecen reproducirse aquí.
Así le habla el financiero al político en una obra de Shaw
titulada "La Comandante Bárbara": "¡El
gobierno de tu país! Yo soy el gobierno de tu país, yo y Lazarus. ¿Crees
que tú y unos cuantos principiantes como tú sentados en fila en
esa institución de estúpido parloteo pueden gobernar a Undershaft
y a Lazarus? No, amigo mío, ustedes harán lo que nos convenga. Harán
la guerra cuando nos sirva. Comprenderán que el comercio necesita ciertas
medidas cuando nosotros hayamos decidido esas medidas. Cuando yo necesite algo
que aumente mis ganancias, ustedes descubrirán que mi voluntad es una
necesidad nacional, y cuando los demás necesiten algo que disminuya mis
ganancias, ustedes llamarán a la policía y al ejército.
Como recompensa gozarán del apoyo de mis diarios y de la satisfacción
de pensar que son grandes estadistas.......Vuestras multitudes depositan sus
votos y se imaginan que de esa forma gobiernan a sus gobernantes. ¡Votar!
Cuando usted vota lo único que cambia son los nombres del Gabinete".
Dos de los más activos animadores de la Fabian Society en los inicios
de ésta fueron los esposos Webb (Sindney Webb y Beatriz
Potter), que, como el resto de los dirigentes de dicha entidad, procedían
de los medios acomodados de la burguesía inglesa. Entre las más
significativas dotes de este matrimonio fabiano figuraba su encendida verborrea
proletaria, lo que les impediría condenar la huelga minera de 1920 y
negar toda ayuda a las familias de los huelguistas. Igualmente, sus públicas
muestras de simpatía hacia el régimen soviético no
entorpecieron en lo más mínimo la buena acogida que en todo
momento se les dispensó en los círculos oligárquicos de la
alta sociedad británica. Más bien todo lo contrario, pues como muy
certeramente señalara el sindicalista americano George Meany,
la retórica izquierdista siempre ha gozado de un buen cartel entre
amplios sectores de la "mejor" gente. De hecho, Sidney Webb fue
distinguido en 1929 con el título de barón Pasfield, y su cuñada,
Georgina Potter, entroncó con la élite
financiera tras casarse con David Meinertzhagen, presidente de
la Banca Lazard londinense. Los Webb constituían, pues, una muestra
prototípica de esa burguesía esnob que adopta poses obreristas sin
renunciar ni por un momento a sus privilegios de clase y al vacuo tipo de vida
característico de su condición social. El conmovedor afán
redentor de esas almas sensibles y progresistas se cifra, por tanto, en hacer de
los atrasados proletarios unos burguesitos de provecho, trasladándoles a
tal efecto todas las taras propias de su decrépita mentalidad, cosa que,
como bien prueban los hechos, ya han logrado casi completamente.
Entre las iniciativas del matrimonio Webb destacó la constitución
de un Club de "cerebros" cuyo objetivo sería lograr la máxima
eficacia en todos los campos, dentro del más puro estilo tecnocrático.
Esa agrupación de "superdotados", bautizada por Beatriz Webb
con el nombre de Los Coeficientes, fue tratada por H.G. Wells
en uno de sus escritos, "Experiment in Autobiography", donde
le dedicaría todo un capítulo cuyo elocuente título (La
idea de un mundo planificado) ahorra cualquier comentario.
En 1894 el trust de Henry Hutchinson, en el que Sidney
Webb ocupaba un alto cargo, concedió a la Fabian Society diez mil libras
para propaganda y demás actividades. Con este dinero y los cuantiosos
fondos aportados por la casa Rothschild, los máximos dirigentes de la
Fabian Society (Webb, Wallas, Shaw) crearon la London School of Economics
and Political Science (Escuela de Economía y Ciencia Política
de Londres), cuyo cometido sería formar a los futuros arquitectos de una
nueva sociedad regida por los principios fabianos. A lo largo de los últimos
decenios este centro académico ha recibido ingentes aportaciones económicas
de la Alta Finanza, y muy especialmente del trust Rockefeller, a través
de la Fundación L.Spellman-Rockefeller, y por sus
aulas ha pasado el propio David Rockefeller, así como una pléyade
de políticos y tecnócratas de la izquierda occidental.