En
la entrevista, Spiritto “confiesa que había organizado el asesinato de
Gaitán, con funcionarios de la embajada estadounidense en Bogotá,
utilizando a Roa Sierra como asesino físico.” Según lo que la propia
Gloria Gaitán declaró posteriormente en una entrevista, En un viaje a
Cuba, en los años de 1961 o 1962, el Comandante Piñeiro, a quien todo el
mundo llamaba Barba Roja, m e invitó a ver una filmación de una
declaración de un agente de la CI A que afirmaba haber sido parte del
complot para asesinar a mi padre, Jorge Eliécer Gaitán. En la versión
original, sin editar, que fue la que yo vi, el agente entra ba e
pormenores sobre la primera et apa adelantada por Tomás Elliot para
intentar el soborno de mi padre a fin de que abandonara la política.
Sufrí un ataque de taquicardia que obligó a la suspensión temporal de la
proyección, ya que el agente de la CIA re lataba un hecho que yo había
conocido directamente de boca de mi padre. En efecto, en el año 47, papá
llegó u n día a almorzar a la casa y le contó a mamá, en presencia mía,
que le hab ían ofrecido ejercer la cátedra de derecho penal en la
Sorbona en París o en la Universidad de Roma, garantizándole la
propiedad en uno de los barrios más lujosos de esas ciudades, de un
espléndido apartamento. Le darían igualmente una inmensa finca en la
Sabana de Bogotá y otra en los Llanos Orientales, y le otorgarían la
financiación necesaria para que sus hijos pudieran, por el resto de sus
vidas, estudiar en los c olegio s o universidades que quisieran en
Europa. Esta última parte fue la que no permitió que yo olvidara el
asunto, pues me empeciné en insistirle a mi papá que abandonara la
política para poder irme a estudiar al Viej o Continente. Mamá, a veces,
me decía que era una lástima que mi papá no se hubiera dejado tentar,
pues así habría salvado su vida. El impacto que recibí fue tremendo,
cuando comencé a oír de labios de ese hombre la descripción de todas y
cada uno de las propuestas de soborno que yo ya conocí a. El agente, en
lu gar de hablar de los Llanos, se refería a “la pampa colombiana”, pero
el res to era idéntico, con las mismas palabras, como lo había relatado
mi p adre. Le pedí a Piñeiro una copia y quedamos en que me la
entregaría antes de mi regreso a C olombia. Como expresó en su
entrevista, Gloria le pidió a Piñeiro que le diera una copia del film,
pero luego, lo más probable después de haber consultado con Castro,
Piñeiro se negó a dársela, alegando que podría acarrearles problemas
políticos con el gobierno colombiano. Por su parte, el periodista
Arturo Alape menciona que, cuando se encontraba en Cuba en 1982
investigando para su libro sobre el Bogotazo, Gabriel García Márquez le
mencionó la existencia del documental, al que ahora habían titulado
Operación Triángulo. En 1983 Alape visitó de nuevo La Habana, y se las
arregló para que le mostraran el documental. Aunque los cubanos se
negaron a suministrarle una copia, Alape asegura que logró secretamente
hacer una copia del audio, la que luego transcribió. Alape le facilitó
una copia de la transcripción a Gloria Gaitán, y ésta la donó a los
archivos del Centro de Documentación de la Casa Gaitán en Bogotá.
Pero, por ese tiempo, la producción del documental había confrontado
algunos problemas inesperados. Al parecer, los oficiales de la
inteligencia cubana a cargo de la realización del documental, que como
todos los oficiales de inteligencia del mundo han sido entrenados para
detectar inconsistencias y anomalías, habían notado que Castro se
mencionaba una y otra vez en el documental, la mayor parte de las veces
haciendo cosas difíciles de explicar. Por tanto, sabiendo como son las
cosas en la Cuba de Castro, decidieron que, para evitarse problemas, lo
mejor era no continuar con la producción del documental. Según
Cajaraville, los oficiales de inteligencia que trabajaban en la
producción del documental temían que éste no fuera del agrado de Castro
—algo que en Cuba ha resultado ser extremadamente dañino para la salud.
De modo que el documental fue declarado secreto por razones de seguridad
nacional y engavetado permanentemente. Varios años después,
mientras se hallaba de visita en La Habana, Alape fue invitado por un
oficial de la inteligencia cubana a visitar a Spiritto en su apartamento
del Vedado. Durante la visita, Spiritto renegó de la información
que había ofrecido en la entrevista del documental, alegando que
simplemente había mentido para lograr salir de la prisión. Esta fue la
excusa que luego ofreció Alape cuando alguien lo criticó por no haber
incluido la confesión de Spiritto en su libro El Bogotazo: Memorias del
olvido. Cuenta Alape que cuando estaba terminando su libro, “García
Márquez me dijo personalmente que el documento de Spiritto no era
confiable para las autoridades cubanas, que por esa razón me prevenía
sobre su publicación.” Según Alape, esa fue la razón por la que
“teniendo a mano la transcripción de semejante documento”, la entrevista
de Spiritto nunca se publicó. Pero lo que Alape no explica es por qué
publicó en su totalidad la entrevista que le hizo a Fidel Castro, la
cual, como he mostrado más arriba, es totalmente desinformativa y
falsa. Más aún, la explicación de Alape no concuerda con los
hechos, porque él sabía perfectamente que Gloria Gaitán, basándose en la
información confidencial de la oferta que el agente de la CIA le había
hecho a su padre, había llegado a la conclusión de que lo que había
declarado Spiritto era cierto. Por consiguiente, se impone una
explicación más plausible que se ajuste más a la realidad de los
hechos. Lo mas probable es que Alape, quien pertenece a la legión
de periodistas e intelectuales latinoamericanos que admiran a Castro
porque creen que se ha opuesto diametralmente al imperialismo yankee, no
haya querido lastimar los sentimientos de su admirado tirano. Además,
su libro fue publicado por la Casa de la Américas, una institución
controlada por los servicios de inteligencia castristas, y no haber
seguido el consejo (¿o la amenaza velada?) de García Márquez habría
significado que no le hubieran publicado su libro. Por tanto, hay
que llegar a la conclusión de que Alape, dando muestras de un
oportunismo de la peor especie, no incluyó la entrevista de Spiritto en
su libro por pura conveniencia política. Al hacerlo, cometió no sólo un
acto de deshonestidad intelectual imperdonable, sino que, al ocultar un
documento clave en esta historia, también traicionó la memoria de Gaitán
y de los millares de colombianos que perdieron sus vidas en el Bogotazo
y en la Violencia que le sucedió. Debido a su deseo de servir como
megáfono difusor de las falsedades de Fidel Castro, el libro de Arturo
Alape El Bogotazo: Memorias del olvido, es uno de los libros que más
daño le ha hecho al pueblo colombiano y a los pueblos de América Latina.
Ese libro, que ha circulado ampliamente, ha contribuido como ningún
otro a presentar a Fidel Castro como un héroe antiimperialista y no como
lo que realmente es: un traidor al servicio de los peores intereses
imperialistas de los magnates petroleros, los banqueros de Wall Street y
los ejecutivos de las corporaciones transnacionales que controlan la
política norteamericana. En 1994, aprovechando la oportunidad de
que Castro estaba de visita en Colombia, Gloria Gaitán se entrevistó con
él, y le pidió que le diera un copia del documental. Pero, para su
sorpresa, Castro negó rotundamente la existencia del documental, de la
confesión y hasta de la existencia de Spiritto. Cuando Gloria le
rebatió, diciéndole que tenia una copia de la banda sonora del
documental, Castro se enojó y, según Gloria, tuvieron una discusión
bastante acalorada. Pero ése no fue el fin de esta enrevesada
novela de espionaje de la vida real.Según Gloria Gaitán, en 1993 la
contactó el Dr. Yesid Castaño y le informó que el Dr. Antonio Robayo,
dueño de la cadena de restaurantes Kokorico, poseía cierta información
que un amigo cercano, el agente de la CIA Thomas Elliot, le había dejado
antes de morir de cáncer. Este es el mismo Thomas Elliot que Spiritto
mencionó en su confesión como su jefe superior en la CIA que le había
ordenado tratar de sobornar a Gaitán o, en su defecto, eliminarlo
físicamente. Castaño le aseguró a Gloria que la información, que
contenía fotos de la vigilancia a que habían sometido a Gaitán, incluía
toda la documentación sobre la preparación del asesinato de su padre.
Castaño le aseguró a Gloria que el Dr. Robayo estaba dispuesto a
facilitarle la documentación. Sin embargo, Gloria afirmó que le fue
imposible localizar a Robayo, y que éste nunca respondió a sus
llamadas.171 Desafortunadamente, poco después de que el Dr. Castaño
contactó a Gloria, el Dr. Robayo fue asesinado en un atentado que le
hicieron en el Club El Nogal. Sin embargo, hay un hecho importante
que no aparece en la mayor parte de la información que se ha publicado
sobre Spiritto. Según otras fuentes, a comienzos del 1950, Spiritto
comenzó a trabajar en ARTICHOKE, un proyecto super secreto de la CIA
dedicado al estudio de métodos de control mental. Después de
conocer la participación activa de Spiritto en el asesinato de Gaitán,
en el que usaron a Roa Sierra como candidato de la Manchuria, es lógico
llegar a la conclusión de que su experiencia de primera mano haya sido
lo que influyó en sus superiores para ponerlo a trabajar en el proyecto
ARTICHOKE, un programa cuyo objetivo era precisamente la creación de
asesinos psicológicamente programados. Pero es aquí cuando las
cosas se tornan aún más complicadas. En su autobiografía Vivir para
contarla, el escritor colombiano Gabriel García Márquez afirma que fue
testigo presencial del asesinato de Roa Sierra a manos de la turba
enardecida. Según García Márquez,
Cincuenta años después, mi memoria sigue fija en la imagen del hombreque parecía instigar al gentío frente a la farmacia, y no lo he encontrado en ninguno de los incontables testimonio s que he leído sobre aquel día. Lo había visto muy de cerca, con un ves tido de gran clase, una piel de alabastro y un control milimétrico de sus actos. Tanto me l lamó la atención que s eguí pendiente de él hasta qu e lo recogieron en un automóvil demasiado nuevo tan pronto como se ll evaron el cadáver del asesino y desde entonces pareció borrado de la m emoria histórica. Incluso de la mía, hasta muchos años después, en mi s tiempos de period ista, cuando me asaltó la ocurrencia de que aquel hom bre había logrado que mataran a un falso asesino para protege r la identidad del verdadero. La memoria no le falla a García Márquez, porque la viuda de Gaitán recuerda algo muy similar. Según Amparo Jaramillo de Gaitán, No fue el pueblo, no fue Juan Roa Sierra quien lo asesinó, sino un tipo que estaba divinamente vestido (sic) frente a la oficina. No fue Roa Sierra, y fue de un café del frente de l a oficina de donde llegaron los di sparos. Esta versión de los hechos expresada repetidamente por la viuda de Gaitán, coincide también con el testimonio de Yesid Castaño. Gloria Gaitán, recogió el testimonio de Castaño y lo presentó en abril de 1998 en una rueda de prensa en el Instituto Colombiano de la Participación Jorge Eliécer Gaitán. Según Gloria Gaitán, Yesid Castaño le contó que el doctor Robayo había recibido de un agente de la CIA fotografías de la escena del crimen que mostraban al hombre elegantemente vestido mencionado por García Márquez y Amparo Jaramillo, el cual incitaba a gritos a los revoltosos para que lincharan al supuesto autor del asesinato. 11. El misterioso James Jesus Angleton Hasta el presente nadie ha podido descubrir quién era el hombre misterioso, pero la sospecha de García Márquez y de la viuda de Gaitán de que el misterioso hombre elegante tomó parte en el asesinato tiene mucho sentido. Azula Barrera expresó la sospecha de que el misterioso elegante era Enrique Ovares, presidente de la Federación de Estudiantes de la Escuela de Arquitectura y Secretario General de la Federación Estudiantil Universitaria. Ovares fue uno de los líderes legítimos de la Universidad de La Habana que viajó a Bogotá para contrarrestar la presencia de Fidel Castro, el cual se había apropiado ilegítimamente de la representación de la FEU. De hecho, fotos de Ovares tomadas en la época guardan cierta semejanza con la descripción que se ha ofrecido del individuo que enardeció a la turba con sus gritos para que mataran a Roa. Sin embargo, el sólo hecho de que Ovares aparece retratado a la derecha de Castro en una de las más conocidas fotos del Bogotazo elimina esa posibilidad. García Márquez tiene que haber visto esa foto, e inmediatamente hubiese reconocido a Ovares, y el misterioso elegante habría dejado de ser un misterio. Por lo tanto, hay que descartar esa posibilidad. Por mi parte, tengo la sospecha — y hasta el momento no pasa de ser eso: una sospecha, aunque basada en evidencia circunstancial, alguna de la cual hasta el momento no he podido corroborar directamente —, de que el misterioso individuo elegante que incitó a la turba a matar a Roa Sierra no fue otro que James Jesus Angleton, ex oficial de la OSS que había comenzado a trabajar para la CIA, y amigo personal de Allen Dulles — y, por lo tanto, hombre de confianza de los conspiradores del CFR. Pocos años después, Angleton fue nombrado jefe de contrainteligencia de la CIA. Sin duda alguna, James Jesus Angleton es una de las personalidades de más colorido en el mundo de la inteligencia y el espionaje. Su vida y su carrera han sido narradas en varios libros y artículos, así como en una novela. Parafraseando la conocida descripción de la
política exterior soviética dada por Churchill, la vida de Angleton es el clásico misterio envuelto en un enigma. Richard Helms, uno de los altos ejecutivos de las CIA, lo llamó “un hombre extraño; muy extraño”. Pero parece que, a pesar de tanto escrutinio por mentes brillantes, el agente secreto del CFR James Jesus Angleton se burló de todos. Detrás de su engañosa fachada de misterio, intelectualismo y patriotismo, Angleton no sólo fue un traidor, sino también un criminal común — uno más entre los muchos criminales profesionales que los conspiradores del CFR usaron una y otra vez para llevar a cabo sus planes secretos para implementar sus traicioneras políticas domésticas e internacionales. Baso mi sospecha de que Angleton fue el misterioso elegante mencionado por García Márquez en varios elementos diferentes de información: En primer lugar, en 1947 Angleton físicamente se acercaba mucho a la descripción mencionada por varios testigos del individuo que incitó a los revoltosos a matar a Roa. También se ajusta a la descripción que hizo la secretaria de Gaitán del individuo no identificado que, en los días previos al asesinato, acompañó en dos ocasiones a Roa en sus visitas a la oficina de Gaitán. Según la secretaria de Gaitán, Roa estaba acompañado, Por otro hombre, tolerablemente bien vestido, de apariencia un tan to agresiva y ojos saltones. En esas ocasione s, fue éste último, no Juan Roa Sierra, el que habló en un intento por obtener una entrevista [con Gaitán]. La descripción del individuo misterioso ofrecida por la secretaria de Gaitán se acerca mucho a la descripción física de Angleton en ésa época brindada por uno de sus biógrafos. También se ajusta a la descripción del misterioso elegante ofrecida por García Márquez y la viuda de Gaitán. En segundo lugar, porque es evidente que el hombre misterioso desempeñó un papel importante en esta operación ultra secreta, y Angleton era uno de los pocos hombres de confianza de Allen Dulles, quien a su vez era un agente de los Rockefellers. Durante la Segunda Guerra Mundial, Angleton fue uno de los principales oficiales de contrainteligencia de la OSS en Italia, y recibía órdenes directas de Allen Dulles. Una de las pocas fotografías de Angleton que se conocen,183 lo muestra llevando la urna con las cenizas de Dulles, un honor que sólo se le concedería a uno de los amigos más íntimos del fallecido. Aunque la mayor parte de las biografías y artículos sobre Angleton lo describen como un héroe de la contrainteligencia norteamericana, lo cierto es que no era sino un vulgar criminal sin principios morales o éticos. Angleton tuvo un papel cardinal en el lavado de dinero de los Nazis, así como, en complicidad con el Vaticano, de crear una ruta de escape para las ratas que escaparan del buque Nazi que naufragaba. En tercer lugar, porque su madre era mexicana, y aunque Angleton no dominaba totalmente el español, al menos lo hablaba flúidamente para hacerse pasar brevemente por un nativo del idioma. Angleton era hijo de un oficial de caballería norteamericano, James Hugh Angleton, que participó en la invasión de México con las tropas del general Pershing en un intento por capturar a Pancho Villa. En México, James Hugh se enamoró de Carmen Mercedes Moreno, una bella mexicana que conoció en el pueblo fronterizo de Nogales. Poco después contrajeron matrimonio y, dando prueba de su fe católica, le dio a su hijo el nombre de Jesus, pronunciado “Jesús” como en español. En una entrevista que le concedió a Tom Mangold para su biografía de Angleton, Carmen le mencionó que, de pequeño, su hijo había estado muy atado a su abuela materna Mercedes, la cual no hablaba el idioma inglés. Esto evidencia que, desde temprana edad, Angleton tenía cierto dominio del idioma español.
En cuarto lugar, porque existe un período de la vida de Angleton en el que no se sabe a ciencia cierta dónde estaba y, extrañamente, este período coincide con los sucesos del Bogotazo. Según su biografía, durante la Segunda Guerra Mundial Angleton, quien era oficial de la OSS en Europa, se mantuvo separado de su esposa Cicely y de su hijo recién nacido, al punto que ésta había comenzado a realizar los trámites para el divorcio. Pero en 1947, Angleton comenzó a escribirle de nuevo, regresó a los EE.UU. y reanudaron sus relaciones conyugales. A comienzos del 1948, Angleton se mudó a Tucson, Arizona, para vivir con su esposa y su hijo. De enero a junio vivió con ellos en casa de los padres de su esposa. En julio, Angleton aceptó un puesto importante en la CIA, como ayudante principal del director de la Oficina de Operaciones Especiales, y Angleton y su familia se mudaron para Washington, D.C. Sin embargo, la única fuente de esa información es su esposa, Cicely Angleton, en una entrevista que le concedió a Jeff Goldberg el 3 de marzo de 1989. Pero hay algo que no encaja en esta versión de los hechos. El expediente personal de Angleton en la CIA indica que, aunque oficialmente comenzó a trabajar para la Agencia en 30 de diciembre de 1947, le fue concedido un permiso de siete meses con paga para que permaneciera con su esposa en Tucson antes de que asumiera su nuevo cargo en la CIA. No obstante, existe evidencia de que durante el tiempo de permiso que en teoría la CIA le había concedido, Angleton estuvo a cargo de realizar tareas importantes para la Agencia. Según ciertas fuentes, Angleton tuvo un papel importante en una operación encubierta de la CIA en Italia, cuyo objetivo era impedir que los comunistas ganaran las elecciones que tendrían lugar el 18 de abril de 1948.191 De modo que Angleton viajó secretamente a Italia para realizar un trabajo de contrainteligencia cuando en teoría tenía un permiso de la CIA para permanecer con su familia en Tucson. Por consiguiente, Angleton también tuvo el tiempo y la oportunidad de viajar secretamente a Colombia bajo una identidad y pasaporte falsos, llevar a cabo una misión mucho más secreta que la de Italia, el asesinato de Gaitán, y regresar a Italia o a Tucson sin que nadie lo echara de menos antes de mudarse para Washington D.C. En quinto lugar, porque como oficial de la OSS que había participado activamente en la guerra, Angleton tenía el entrenamiento militar necesario para haber sido el asesino profesional que, usando un arma provista de silenciador, hizo los primeros disparos que causaron la muerte de Gaitán. En sexto lugar, porque primero en la OSS y luego en la CIA, Angleton tuvo participación directa en dos proyectos secretos que estudiaban las técnicas de control mental: BLUEBIRD y ARTICHOKE. Aún más, el asesinato de Gaitán no fue la única vez en que Angleton participó en una operación secreta para asesinar a un enemigo de los banqueros de Wall Street. También tuvo un papel importante en el asesinato el presidente norteamericano John F. Kennedy. En 1964, pocas horas después de que Mary Pinchot fue asesinada cerca de su casa en Georgetown, Angleton forzó una ventana y se introdujo en su casa como un criminal común y robó su diario personal. Pinchot, una artista de 43 años de edad, era una de las amantes secretas de Kennedy, y los conspiradores del CFR temían que su diario podría contener alguna referencia incriminadora que los conectara con el asesinato. Por eso enviaron a una persona de su absoluta confianza para que destruyera la evidencia: James Jesus Angleton. Como pago por su labor en beneficio de los banqueros de Wall Street, en 1954 el director de la CIA Allen Dulles había nombrado a Angleton jefe de la sección de contrainteligencia de la Agencia. Pero el jefe de contrainteligencia de la CIA era también un criminal de la peor especie, y por eso los conspiradores del CFR confiaban en él y lo continuaban usando en misiones delicadas y comprometedoras.
Pero hay otro elemento mucho más importante que conecta, al menos indirectamente, a Angleton con el asesinato de Gaitán: Angleton tuvo un papel similar al que he descrito más arriba, en el asesinato de Kennedy. Según fuentes bien informadas, desde mucho antes del asesinato de Kennedy, Angleton estaba en contacto con Lee Harvey Oswald, el presunto asesino del Presidente. Según estos investigadores, Angleton envió a Oswald a la Unión Soviética en una misión super secreta que consistía en demostrarle a los soviéticos lo fácil que era derribar un avión espía U-2. Como miembro de las fuerzas armadas norteamericanas, Oswald había trabajado por algún tiempo en la Base Aérea Naval de Atsugi en Japón, usada por algunos de los aviones U-2s que volaban sobre la Unión Soviética. Posiblemente Oswald les explicó a los soviéticos que el U-2 no era sino un planeador sofisticado, con enormes alas de madera de balsa, y que sólo con explotar cohetes antiaéreos a 100 o 150 metros de distancia el avión sería derribado. Prueba de que ningún cohete detonó directamente contra el avión es que el piloto, Francis Gary Powers, no pereció y los restos del avión no mostraban señales de haber sido derribado por un explosivo. Uno pudiera preguntarse, ¿Por qué los propios norteamericanos querían que sus enemigos derribaran uno de sus aviones? Simplemente porque, como he explicado más arriba, la Guerra Fría era una engañifa, y los conspiradores del CFR que controlan la política norteamericana necesitaban mantenerla caliente. Pero Nikita Jrushchov, con su nueva política de coexistencia pacífica, amenazaba enfriarla. A ese fin, el Primer Ministro soviético se estaba preparando para una reunión en París con el presidente norteamericano Dwight Eisenhower. Todo el mundo esperaba que la reunión resultaría en un enfriamiento de las tensiones entre los dos países. Pero el derribo del U-2, y la admisión de Eisenhower de que su misión era espiar sobre la Unión Soviética, motivó que Jrushchov cancelara su participación en la reunión. Eso fue usado por la prensa controlada por los conspiradores para caldear los ánimos del crédulo publico norteamericano y como justificación para que se incrementaran los presupuestos de guerra, lo que resultó en beneficio directo del complejo militar-industrial norteamericano controlado por los banqueros de Wall Street. Sin embargo, esa no fue la única misión que Angleton le encomendó a Oswald. Al parecer Lee Harvey Oswald fue la versión norteamericana de Juan Roa Sierra. Varios autores han aportado indicios de la participación de la CIA, y específicamente de Angleton, en el asesinato del presidente Kennedy. Algunas fuentes aseguran que Angleton se hallaba en Dallas, Texas, el día que ocurrió el asesinato. Hoy día, la mayoría de los estudiosos que han investigado el asesinato del presidente norteamericano coinciden en que Oswald no fue sino un cabeza de turco, un chivo expiatorio que ni tan siquiera disparó su fusil en contra del presidente. Según algunos autores, al igual que Roa Sierra, Oswald era un candidato de la Manchuria, que había sido psíquicamente condicionado para creer que cometía el asesinato, mientras otros francotiradores expertos, situados en puntos estratégicos, hacían los disparos. Según el plan, una vez cometido el asesinato, otros agentes controlados asesinarían a Oswald, exactamente igual que sucedió con Roa Sierra. Pero parece que, en el último momento, Oswald logró salir de su estado hipnótico, se percató de la situación y trató de escapar. Existen pruebas testimoniales de que, una vez que lo capturó la policía, Oswald afirmó varias veces que él no había disparado contra el presidente. Poco después Jack Ruby, un mafioso dueño de un bar de prostitutas en Dallas, logró acercarse a Oswald a pesar del cerco policíaco y le disparó a quemarropa. Al igual que en el caso de Roa Sierra, la muerte de Oswald silenció al presunto asesino.
En conclusión, Angleton tuvo el motivo, la habilidad, los medios y la oportunidad para haber participado en la operación Bogotazo. Además, como todo criminal con experiencia, Angleton se creó una coartada, respaldada por un testigo respetable aunque no del todo imparcial: su esposa. Por supuesto, sólo una persona muy crédula puede pensar que algún día se hallará entre los documentos desclasificados de la CIA el memorándum en el que Dulles le ordenó a Angleton asesinar a Gaitán. Ese tipo de órdenes nunca se pone en blanco y negro, sino que, para evitar dejar rastros comprometedores, se da verbalmente, y algunas veces sólo se insinúa. A buen entendedor, pocas palabras. Expresé por primera vez mi teoría de que Roa podría haber sido un candidato de la Manchuria en mi novela La madre de todas las conspiraciones, publicada en el 2005. Pero el hecho de que Roa puede haber sido un caso temprano de candidato de la Manchuria es tan obvio que otras personas ya han llegado independientemente a la misma conclusión. Hace poco hallé en la Internet un largo artículo escrito por un investigador independiente australiano, Greg Parker, titulado “Bogota Ripples, Was Sierra a ‘false assassin’?”, en el que ofrece un excelente análisis del asesinato de Gaitán y llega a a una conclusión similar a la mía. Según Parker, [Roa] “Sierra fue el primer asesino de la CIA a quien le habían “lavado” el cerebro” —o sea, un candidato de la Manchuria — lo cual coincide con mi propia conclusión. Otro investigador que ha llegado independientemente a una conclusión muy parecida es el investigador Allan Weberman. En un artículo publicado en la Internet el 16 de Febrero de 1999, Weberman afirma que el Bogotazo fue una operación temprana de la CIA. Por su parte, el periodista cubano en el exilio Andrés Rivero, también ha llegó a una conclusión similar. 12. El Bogotazo: el misterio subsiste El Bogotazo es un suceso clave para entender cómo los conspiradores del CFR han usado la CIA para lograr sus objetivo final de convertir los EE.UU. en una dictadura totalitaria de tipo comunofascista. Esto explica los esfuerzos continuados de miembros clave del CFR, encaminados a enturbiar las aguas históricas así como sabotear los intentos de investigadores no-controlados de descubrir la verdad sobre los sucesos del Bogotazo. Prueba de esto son los esfuerzos de la CIA por bloquear los intentos de Paul Wolf de obtener la desclasificación de ciertos documentos secretos de la CIA. Wolf, un infatigable y minucioso investigador privado luego convertido en abogado exitoso, ha dedicado largas horas a investigar los sucesos del Bogotazo y el asesinato de Gaitán. Gracias a sus esfuerzos, ha logrado compilar lo que es sin duda el archivo más completo de documentos sobre esos hechos y los ha puesto desinteresadamente al servicio de otros investigadores. No es de sorprenderse que Wolf haya llegado a la conclusión inevitable de que la CIA tiene que saber más de lo que admite sobre el asesinato de Gaitán. En un esfuerzo por hallar pruebas que corroboren su hipótesis, Wolf se valió de una ley que establece que los documentos secretos del gobierno norteamericano deben desclasificarse y ponerse al alcance del público después de 25 años de haber sido escritos. Pero la CIA, en violación de la ley, ha bloqueado todos sus intentos. Finalmente, después de agotados todos los esfuerzos persuasivos, Wolf dio un paso más y legalmente demandó que tales documentos fuesen hechos públicos. Pero esto fue tan sólo el comienzo de una larga batalla legal. Finalmente, el 12 de octubre del 2002, Wolf y su abogado comparecieron ante a un Juez de Distrito de los EE.UU. para exponer su caso. La CIA fue representada por uno de sus abogados. En la vista del caso, el abogado de Wolf explicó que el Bogotazo había coincidido con la celebración de la Novena Conferencia de Estados Latinoamericanos, “la reunión que
introdujo la Guerra Fría. La Conferencia fue el primer intento de crear una alianza en relación con la Guerra Fría en el hemisferio occidental.” También mencionó el hecho inexplicable de que, a pesar de lo establecido por la Ley de Libertad de Información (Freedon of Information Act, FOIA), los documentos relacionados con el Bogotazo, escritos hace más de 60 años, aún se mantienen clasificados como secretos. Por su parte, la abogada de la CIA justificó la falta de interés de la CIA en hacer públicos esos documentos, en caso de que existan — algo que la CIA ni confirma ni niega —, porque ello revelaría fuentes y métodos que podrían causar daño a la seguridad nacional de los Estados Unidos. Este argumento fue repetidos varias veces por la abogada de la CIA durante la vista del caso. Pero lo que la representante legal de la CIA alegó no tiene sentido. Hoy en día, los métodos de inteligencia y espionaje usados por la CIA en 1948 han cambiado tan radicalmente que revelar los que la Agencia usaba en 1948 es totalmente irrelevante. Por tanto, si descartamos los métodos, el único motivo que pudiera alegarse sería que la CIA está protegiendo sus fuentes, es decir, sus agentes secretos que participaron en el Bogotazo. Sin embargo, después de haber transcurrido más de 60 años de los sucesos del Bogotazo, es lógico pensar que la mayoría de los agentes secretos de la CIA que participaron en los sucesos han fallecido. Por tanto, ¿qué fuente o agente secreto que aún vive tuvo un papel tan importante en el Bogotazo que, si se revelara, perjudicaría no la seguridad nacional de los EE.UU. sino los intereses de los conspiradores del CFR? En la actualidad, unas de las pocas personas que participaron activamente en el Bogotazo y que aún vive es Fidel Castro. Por consiguiente, hay que llegar a la conclusión de que la CIA, o quienes la controlan, no desean que se haga público nada existente en los archivos secretos de la CIA acerca de la participación de Castro en el Bogotazo y el asesinato de Gaitán. En conclusión, todo indica que el asesinato de Gaitán y el Bogotazo fueron el resultado de una operación de guerra psicológica cuidadosamente planeada por los conspiradores del CFR y llevada a cabo por oficiales de inteligencia de la desaparecida OSS y de la recién creada CIA. Esto explica el hecho de que una gran mayoría de los participantes clave en la operación fuesen ex miembros de la OSS, miembros de la CIA y miembros del CFR. Entre los que se han mencionado se hallan, General George C. Marshall (CFR), Secretario de Estado norteamericano, Jefe de la Delegación de los EE.UU. a la Novena Conferencia. General Matthew B. Ridgway (CFR), Asesor militar de la delegación norteamericana a la Novena Conferencia. Averell Harriman (CFR), Secretario de Comercio de los EE.UU. John McCloy (CFR), presidente del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, asistió a la Conferencia. William Wieland, protegido de Sumner Welles (CFR), probablemente perteneciente al servicio de inteligencia del Departamento de Estado, luego acusado de apoyar a Castro antes y después que éste tomó el poder en Cuba en 1959. Roy Rubbotom, funcionario del Departamento de Estado, acusado de ser procastrista. William Pawley, amigo de Allen Dulles y conectado con la CIA. Según un testigo, Pawley estuvo presente en la reunión en casa de Mario Lazo.200 Willard Beaulac, Embajador de los EE.UU. en Colombia y ex embajador norteamericano en Cuba. Se sospecha que también asistió a la reunión en casa de Lazo. Norman Armour (CFR, OSS), Subsecretario de Estado norteamericano. Delegado norteamericano a la Novena Conferencia. Richard Salvatierra, oficial de la CIA. Asistió a la reunión en casa de Lazo. John Mepples Spiritto, Oficial de la CIA que luego trabajó en el proyecto. ARTICHOKE. Trató de sobornar o asesinar a Gaitán. John C. Wiley (CFR, OSS), exembajador norteamericano en Colombia. Robert Lovett (Skull & Bones), Secretario de Estado norteamericano substituto, íntimamente ligado al CFR. Rafael del Pino Siero, ex
miembro de las fuerzas armadas norteamericanas con posibles nexos con la CIA. Asistió a la reunión secreta en casa de Lazo. Fidel Castro Ruz, también estuvo presente en la reunión en casa de Lazo, donde se sospecha que fue reclutado por la CIA y luego pasó a ser agente secreto de los Rockefellers. Aparte de la información que he suministrado más arriba, las actividades durante el Bogotazo de un grupo tan numeroso de personas conectadas con los servicios de inteligencia norteamericanos y con el CFR indican que el Bogotazo no fue una explosión espontánea de violencia, sino una operación de bandera falsa; un elemento clave de una psiop de gran envergadura luego conocida como la Guerra Fría. No obstante, no hay que olvidar que todas las actividades de inteligencia y espionaje, y especialmente las operaciones encubiertas, se llevan a cabo bajo las más estrictas reglas de compartimentación y necesidad de saber (need-to-know), lo cual, traducido a buen romance, significa que la mano izquierda no sabe lo que hace la mano derecha. Por consiguiente, hay que suponer que la mayoría de las personas mencionadas más arriba no sabían exactamente en qué consistía la totalidad de la operación en la que pensaran que estaban haciendo un trabajo patriótico, en defensa de los intereses del pueblo norteamericano. Por ejemplo, Ramón Conte, que estaba en uno de los escalones más bajos de la cadena de mando durante el reclutamiento de Castro, mencionó que otro agente de la CIA le había dicho que los servicios de inteligencia norteamericanos habían recibido información de que durante la Novena Conferencia alguien iba a atentar contra la vida de un alto líder político. Según Conte, una de las tareas asignadas a Fidel Castro en Colombia en su trabajo para la CIA consistía en investigar si existía algún plan de atentado personal contra el Secretario de Estado norteamericano George Marshall. Por supuesto, que quienquiera que le haya dicho esto a Conte simplemente lo desinformó, de la misma forma que otros participantes en la operación posiblemente hayan recibido distintas versiones desinformativas respecto a la operación que habría de llevarse a cabo en Bogotá. De modo que lo más probable haya sido que tan sólo Allen Dulles, Frank Wisner y James Angleton, y tal vez George Marshall, Averell Harriman y Robert Lovett, así como sus amos, Nelson y David Rockefeller, tuviesen una idea clara del verdadero propósito y la envergadura de la operación. El Bogotazo fue la primera operación de guerra psicológica en gran escala llevada a cabo por la recién creada Agencia Central de Inteligencia siguiendo órdenes de sus verdaderos amos, los conspiradores del CFR. La CIA siempre ha sido un instrumento más de los conspiradores en su larga lucha contra el pueblo norteamericano y los pueblos del mundo para lograr su objetivo de crear un Nuevo Orden Mundial comuno fascista bajo su control total. La metodología usada en la operación Bogotazo se ajustó a una variante del principio hegeliano de tesis-antítesis-síntesis. El Bogotazo fue la terrible antítesis que los conspiradores presentaron como una operación del nuevo enemigo, el comunismo soviético, y la usaron como amenaza para convencer a los pueblos norteamericano y latinoamericanos de que aceptaran como un mal menor lo que parecía ser una alternativa mala, pero más aceptable: la Guerra Fría. El Bogotazo marcó el gran comienzo de la Guerra Fría en el hemisferio occidental. Unos pocos años más tarde Nelson Rockefeller, uno de los conspiradores principales del CFR, trataba desesperadamente de venderle a todo el mundo la idea de construir refugios nucleares en cada edificio y los escolares norteamericanos ensayaban cada día cómo refugiarse debajo de sus pupitres en caso de ataque nuclear. Para el pueblo norteameri
cano, los tiempos de vivir bajo el miedo constante de un sorpresivo ataque nuclear habían comenzado. 13. La CIA, los conspiradores del CFR y el Bogotazo Poco después de los sucesos del Bogotazo, el agente secreto del Consejo de Relaciones Exteriores Allen Dulles fue comisionado para hacer un estudio de las causas por las que la CIA no había alertado a tiempo al gobierno norteamericano sobre la posibilidad de los disturbios. Dulles se valió del supuesto fracaso de la CIA en predecir los disturbios como pretexto para deshacerse del entonces Director de la CIA, Almirante Roscoe Hillenkoetter, el cual no era un agente del CFR, a quien culpó del fracaso. Poco después, Hillenkoetter retornó a su puesto en la Marina de Guerra y Allen Dulles fue nombrado Director de la CIA. No obstante, contrariamente a lo que alegó Dulles, en realidad la Dirección de Inteligencia de la CIA sí había informado con anterioridad a las autoridades norteamericanas sobre la posibilidad de disturbios durante la Novena Conferencia, pero, tal como siempre sucede, el informe de la CIA fue ignorado totalmente. En sus memorias, Willard Beaulac, embajador de los EE.UU. en Colombia, dio un mentís a las acusaciones de Dulles de que la CIA no había alertado sobre la posibilidad de disturbios, cuando menciona el hecho de que, Informes confiables habían alertado ampliamente de que los comunistas planeaban hacer demostraciones en contra de la Conferencia y de que, si les era posible, causarían disturbios y hasta una guerra civil para obstaculizarla. Contrariamente a lo que afirmó Dulles, varios informes detallados suministrados por la Dirección de Inteligencia de la CIA, en los que alertaba sobre la posibilidad de que los soviéticos instigaran disturbios en Colombia, fueron bloqueados en la embajada norteamericana y no se le hicieron llegar al Secretario Marshall. Por ejemplo, un informe fechado en Colombia dos meses antes del Bogotazo, afirma que, Enero 29. — El Sr. G., [probablemente Antonio García] un líder comunista colombiano a quien se le había encomendado la tarea de derrocar el gobierno (conservador) de [Ospina] Pérez , se h a jactado de que, en caso necesario, cuenta con aviones y artillería. Se asegura que este grupo ha almacenado armas y explosivos en 17 casas en Bogotá. Tal vez el lector no entienda cómo es posible que la CIA, que planeó y llevó a cabo la operación Bogotazo, también informó al gobierno sobre la posibilidad de los disturbios. La confusión viene de que en realidad la CIA no es una organización homogénea, sino que consta de dos partes, una dedicada a la obtención y análisis de información y otra dedicada a operaciones encubiertas. En la primera trabajan norteamericanos honestos que creen que luchan por la defensa de su país. Esos fueron los analistas de la Dirección de Inteligencia que alertaron sobre la posibilidad de disturbios. En la otra trabajan agentes secretos del CFR que luchan por defender los intereses de los magnates petroleros y los banqueros de Wall Street. Por tanto, hay que tener en cuenta que, como resultado de una simplificación común, cuando alguien dice “un informe de la CIA”, en realidad quiere decir “un informe escrito por alguien en la CIA”. Esto es importante si se tiene en cuenta que, tal como expliqué anteriormente, desde su creación, la CIA nunca ha sido una entidad homogénea. El único departamento de la CIA que les interesa a los conspiradores del CFR que la crearon, y que está totalmente bajo su control, es el que lleva a cabo las operaciones encubiertas. Este departamento trabaja bajo las más estrictas reglas de compartimentación y necesidad de saber (need-to-know). Esto garantiza que ni el pueblo norteamericano, ni los
miembros del gobierno, ni siquiera los empleados de las otras ramas de la CIA, sepan las actividades encubiertas que estos oficiales de la CIA llevan a cabo. Pero los oficiales de la CIA que alertaron sobre la posibilidad de disturbios, trabajaban en la rama de análisis de inteligencia y no eran parte de la operación Bogotazo, por tanto, ignoraban el papel de la CIA en la misma. Lo más probable es que el Bogotazo haya sido mayormente llevado a cabo por un grupo de ex oficiales de la OSS en la Oficina de Coordinación Política (Office of Policy Coordination, OPC) del Departamento de Estado, dirigida por el agente secreto del CFR Frank Wisner. Después de realizar un estudio exhaustivo sobre las causas por las que los informes de la CIA que alertaban sobre la posibilidad de disturbios en Bogotá habían sido ignorados, un Subcomité de Seguridad Interna del Senado llegó a esta conclusión, El Almirante Hillenkoetter [Director de la CIA], acusó directament e al auxiliar del departa mento de est ado en Bogotá O.J. Libert, y al Embajador Willard L. Beaulac de no haber envía do los informes al Departamento de Estado en Washington. En particular, el Sr. Libert evitó que los informes se hicieran lleg ar a los oficiales de seguridad del Secretario Marshall porque, según él , la protección ofrecida por la policía de Bogotá era “adecuada”, y no de seaba “alarmar innecesariamente a los dele gados.” Las actividades de Beaulac en bloquear los informes de la CIA que alertaban sobre la posibilidad de disturbios, así como su posible participación en la reunión secreta en la residencia de Mario Lazo, indican que probablemente el embajador tuvo una participación activa en la operación. Más aun, todo indica que, como miembro activo del CFR, el Secretario de Estado Marshall también tuvo un papel importante y había sido informado con anterioridad sobre la operación. En su testimonio del 15 de abril de 1945 ante el Subcomité del Congreso que investigó el “fracaso” de la CIA en predecir los disturbios del Bogotazo, el Director de la CIA, Almirante Hillenkoetter, refutó a sus críticos cuando afirmó que, por el contrario, la CIA había informado a tiempo sobre la “posibilidad de una erupción de violencia” durante la Conferencia, así como que esa información había sido transmitida a ejecutivos del Departamento de Estado. Hillenkoetter también informó que ciertos empleados del Departamento de Estado habían bloqueado la transmisión de un informe clave de la CIA fechado el 23 de marzo, en el que se alertaba al Departamento de Estado sobre la posibilidad de disturbios durante la Conferencia. Más aún, según un Informe de la Oficina de Investigación de Inteligencia del Departamento de Estado fechado el 14 de octubre de 1948, la teoría de que los comunistas colombianos estuvieron involucrados en los disturbios se basó en el hecho de que con mucha anterioridad ya habían planeado sabotear y desacreditar las actividades de la Conferencia, así como obstaculizar las actividades de los delegados asistentes, en particular los norteamericanos. Como se evidencia, no sólo la rama de la CIA dedicada al análisis de inteligencia, sino también la sección de inteligencia del Departamento de Estado, alertaron con anterioridad sobre la posibilidad de disturbios en Bogotá durante la Novena Conferencia. Sin embargo, debido a la compartimentación y la necesidad de saber, características esenciales de todo servicio de inteligencia, los analistas de inteligencia ignoraban que la sección de actividades encubiertas de la CIA era la que había planeado y luego llevó a cabo el asesinato de Gaitán y los disturbios. Una clave importante para entender las técnicas desinformativas usadas por la CIA en la operación Bogotazo es el hecho de que, aunque los agentes secretos del CFR en Bogotá evitaron que los informes de la CIA y el Departamento de Estado llegaran a sus
destinatarios, esos mismos agentes del CFR mantuvieron bien informada a la prensa Colombiana sobre el peligro de disturbios. Francisco Fandiño Silva, un conocido periodista colombiano, luego recordó que “La Embajada Americana me informó de que habían sido alertados de que se estaba tramando un atentado con una bomba en contra del General [Marshall].” Como parte de ese mismo patrón desinformativo, Gaitán recibió el 24 de marzo un mensaje del Embajador Beaulac, informándole de que los comunistas planeaban interrumpir la Conferencia y que, si lo lograban, lo más probable era que le echaran la culpa al Partido Liberal de Gaitán. Tan sólo unas pocas horas después de que estallaron los disturbios, el Secretario de Estado General Marshall, el Director de la CIA Almirante Hillenkoetter, el Embajador norteamericano Willard Beaulac, el Presidente de Colombia Dr. Mariano Ospina, el Secretario de la Presidencia Rafael Azula Barrera, así como otros testigos importantes, llegaron a la conclusión de que los disturbios eran el resultado de una operación comunista instigada por la Unión Soviética. Sin embargo, al parecer intrigado por el primer “fracaso” de la rama de inteligencia de la CIA, uno de sus oficiales, Russell Jack Smith, telefoneó a uno de sus contactos personales en la oficina del Secretario Marshall en el Departamento de Estado y le preguntó, “¿Cómo fue que el Secretario [Marshall] obtuvo la información de que los disturbios eran parte de un complot comunista?” “Oh,” le respondió su contacto, “tan sólo miró por la ventana de su villa situada a seis o siete millas y dijo: ‘Lo hicieron los comunistas.’” Unos pocos días después, el periódico Philadelphia Inquirer publicó un artículo titulado “Marshall acusa al comunismo internacional por la revuelta de Bogotá”, en el que se aportaban aún más datos fraudulentos para convencer al crédulo público norteamericano de que el asesinato de Gaitán y los disturbios habían sido llevados a cabo por los comunistas colombianos con el apoyo de la Unión Soviética. En un esfuerzo por aterrorizar al pueblo norteamericano con el miedo al comunismo, el Secretario de Estado Marshall declaró a la prensa que los disturbios habían sido instigados por la Unión Soviética, y que no eran sino una extensión en el hemisferio occidental de las tácticas de subversión y violencia que los soviéticos estaban usando en Europa. El día siguiente, Marshall prosiguió su tarea desinformadora, pero, sin saberlo, cometió un error que nos da una pista clara de quién realmente instigó los disturbios. Según Marshall, “los disturbios se ajustaban al mismo patrón establecido en los disturbios ocurridos en Francia e Italia.” Lo que Marshall convenientemente no dijo, fue que los disturbios de abril de 1948 en Italia también habían sido provocados por agentes de la inteligencia norteamericana bajo la dirección de Frank Wisner y la colaboración de James Jesus Angleton. Esto explica el por qué se ajustaban al mismo patrón de los disturbios del Bogotazo. Dos días después, el 14 de abril, el New York Times publicó un editorial en el que se continuaba la campaña cuyo objetivo era aterrorizar a los norteamericanos con el miedo al comunismo. Según el NYT, En apoyo del resultado de las investiga ciones del gobierno colombiano, el secretario de estado Marshall y o tros delegados a la Conferencia Interamericana han acusado a la unión Soviética y su instrumento, el comunismo internacional, de instigar la revu elta que destruyó Bogotá e hizo descender una sombra sobre todo el hemisferio occidental. Basándose en información de primera mano y observ aciones personales, [Marshall y los delegados] ven detrás de los trágicos sucesos que interrumpieron las deliberaciones las mismas fuerzas que trat aron de provocar insurrecciones en Francia e Italia. Y eso hace a Bogotá, tal como
dijo el Sr. Marshall, no tan sólo un incidente Colombiano o la tinoamericano, sino un proble ma mundial, y una clara muestra de lo qu e Rusia es capaz de hacer en su guerra (que ya no es tan fría) en contra de las democracias. Lo más curioso es que este furibundo “anticomunista” es el mismo George Marshall que en diciembre de 1945 viajó a China como enviado especial del presidente norteamericano para tratar de reconciliar al anticomunista Chiang Kai-Shek con el comunista Mao Tse-Tung. En esos momentos, todo indicaba que las tropas de Chiang serían vencedoras en su lucha contra los comunistas, pero Marshall logró que Chiang aceptara un cese al fuego. Como era de esperarse, los esfuerzos de reconciliación del agente del CFR George Marshall le garantizaron poco después la victoria a Mao y los comunistas. Los esfuerzos de convencer al público norteamericano de que el Bogotazo había sido una operación comunista continuaron por muchos años. Con el Bogotazo, la Guerra Fría, que resultó tan beneficiosa para los banqueros de Wall Street, los magnates petroleros, y el complejo militar-industrial, había pasado a ocupar un primer plano en la política exterior norteamericana. La derrota de la Alemania nazi marcó el fin de la Segunda Guerra Mundial, pero también el hecho, bien ocultado primero por los medios masivos de difusión y luego por historiadores poco escrupulosos, de que los conspiradores habían perdido el enemigo que tanto trabajo y dinero les había costado crear. Por tanto, necesitaban hallar lo antes posible el nuevo enemigo que tanto necesitaban para llenar el vacío dejado por los nazis y así poder justificar sus agresivas políticas imperiales y su militarismo desmedido. Es por eso que, mucho antes de que la guerra llegara a su fin, ya habían decidido adjudicarle ese papel a la Unión Soviética y al comunismo internacional. Como resultado de las conversaciones secretas en la conferencia de Yalta en febrero de 1945, los conspiradores, a través de sus agentes secre tos Franklin D. Roosevelt (CFR) y su asesor Alger Hiss (CFR), llegaron a un acuerdo secreto con Stalin para que la Unión Soviética ocupara parte del este de Alemania, así como Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Bulgaria, Rumania, Yugoslavia y los países bálticos — lo que luego se conoció como el llamado “bloque soviético.” A ese fin, el presidente Roosevelt le ordenó al general Dwight Eisenhower (CFR), que detuviese el avance de las tropas norteamericanas hasta que el Ejército Rojo ocupara esos territorios. Esto garantizó que el nuevo enemigo que los conspiradores habían creado se viera como un imperio ávido de expandir sus fronteras por medios agresivos. Pero también tenían que convencer al pueblo norteamericano de la existencia de una nueva amenaza procedente de lo que siempre han considerado su traspatio, y para eso llevaron a cabo la operación Bogotazo. Desde comienzos de 1948 en que fue reclutado, los destinos de Fidel Castro y del Consejo de Relaciones Exteriores han estado íntimamente ligados. Tan sólo un somero análisis de las relaciones entre Fidel Castro y los Estados Unidos pone en evidencia que casi todo norteamericano que ha apoyado en una u otra forma a Castro, ha estado relacionado, directa o indirectamente, con el CFR y, a pesar de que los conspiradores se han esforzado en ocultar estas relaciones, alguna gente lo ha sospechado. Posiblemente uno de los primeros que lo sospechó fue Earl E.T. Smith, quien fuera embajador norteamericano en Cuba cuando Castro luchaba su guerra de guerrillas contra Batista. Smith estaba totalmente convencido no sólo de que Castro era comunista, sino de que había logrado llegar al poder en Cuba en 1959 gracias a los esfuerzos de alguna gente importante en el Departamento de Estado norteamericano, en especial William Wieland y Roy Rubbotom. Estos dos oscuros personajes, en particular Wieland, fueron acusados
muchas veces de que ser procastristas debido a que eran comunistas encubiertos. Lo que al parecer ni el embajador Smith ni nadie sospechó, era que ambos Wieland and Rubbotom apoyaban a Castro no porque eran comunistas, sino porque eran agentes controlados por el CFR. Por muchos años, el Departamento de Estado fue el foco de atención de muchos patriotas norteamericanos que veían cómo este departamento del gobierno caía en manos de individuos que consistentemente actuaban en detrimento de su país. Algunos de estos patriotas, como el Senador Joseph McCarthy, el Embajador Earl E.T. Smith,227 y el Director del FBI, J. Edgar Hoover, estaban firmemente convencidos de que el Departamento de Estado había sido infiltrado por una conspiración de comunistas que lo estaban usando para hacer avanzar su agenda secreta antinorteamericana. McCarthy había descubierto que el Departamento de Estado estaba controlado por un grupo bastante extenso de individuos que trabajaban incansablemente tras bastidores para destruir su país y ayudar a sus enemigos. En un discurso que pronunció en Wheeling, West Virginia, el 9 de febrero de 1950, McCarthy mencionó que había compilado una lista de 205 empleados del Departamento de Estado que trabajaban arduamente en contra de los intereses del pueblo norteamericano. Desafortunadamente, McCarthy había llegado a la conclusión errónea de que los agentes secretos del CFR que se habían infiltrado en el Departamento de Estado, necesariamente tenían que ser comunistas. Entre los agentes enemigos que se hallaban en la lista de McCarthy estaban los altos ejecutivos del Departamento de Estado Alger Hiss (CFR) y Owen Lattimore (CFR). Pero los traidores no se habían infiltrado tan sólo en el Departamento de Estado. La lista incluía a Harry Hopkins y Laughlin Currie, que trabajaban directamente para el presidente Roosevelt en la Casa Blanca, así como Harry Dexter White en el Departamento del Tesoro. La lista también incluía al General George Marshall, a quien McCarthy acusó de traición a los EE.UU. Todos a una, el presidente Eisenhower (CFR), el secretario de estado Dean Acheson (CFR) y el conocido periodista Edward Morrow (CFR), aunaron sus fuerzas en su defensa de los acusados y en un ataque demoledor contra McCarthy. El resultado fue que, a pesar de que la mayoría de la gente que McCarthy acusó eventualmente se probó que eran traidores, su grave error le costó su carrera política y posiblemente hasta su vida. No obstante, sería injusto culpar a McCarthy por su error. Tal como el profesor Carroll Quigley ha explicado, el modus operandi de los conspiradores del CFR se asemeja mucho a la forma en que actúan los comunistas. Quigley, uno de los académicos que estudió en detalle el CFR y la actividad de los conspiradores, descubrió que, Existe, y ha existido por una generación, una red anglófila internacional que opera en gran medida en la forma que la Derecha radical cre e que actúan los comunistas. De hecho, esta red no siente aversión por cooperar con los comunistas, o cualquier otro gru po, y frecuente mente lo hace. Otro que cometió un error semejante al de McCarthy al identificar a los traidores fue Robert Welch. En su libro The Politician, Welch acusó a ambos el Presidente Dwight Eisenhower y a su hermano Milton de ser comunistas. Sin embargo, en honor a la verdad, ninguno de estos individuos acusados por McCarthy y Welch eran comunistas en el estricto sentido de ser seguidores de las doctrinas marxistaleninistas y, por supuesto, no eran agentes secretos de la Unión Soviética. No obstante, en cierto modo eran en parte comunistas, pero tan sólo en el sentido de que eran agentes secretos del único y verdadero partido comuno fascista de los Estados Unidos: el Consejo de Relaciones Exteriores.
Por otra parte, todo esfuerzo en hallar una conexión entre los conspiradores del CFR y una ideología política en particular es una pérdida de tiempo total. El hecho de que en cierto momento hayan apoyado y ayudado económicamente regímenes fascistas y comunistas tan sólo significa que lo han hecho para avanzar sus planes secretos de desindustrialización y reducción de la población como pasos previos para la implantación del Nuevo Orden Mundial. En particular, dos personajes misteriosos que participaron activamente en la operación Bogotazo, William Wieland y Roy Rubboton, han encabezado la lista de los “comunistas” procastristas infiltrados en el Departamento de Estado norteamericano. Sin embargo, la verdad es que ninguno de ellos era comunista, sino agentes secretos al servicio de los conspiradores del CFR. No hay que olvidar que, desde fines del 1941, el Departamento de Estado había caído por completo bajo el control de los conspiradores. Por consiguiente, todo indica que los verdaderos promotores de Castro nunca estuvieron en el Kremlin sino en la Harold Pratt House en Manhattan, sede del CFR. 14. El Magnicida caribeño Poco se ha hablado del verdadero papel que tuvo Fidel Castro en el asesinato de Gaitán, pero existe evidencia incontrovertible de que asesinar líderes políticos, en particular presidentes, siempre ha sido una de las más fuertes obsesiones de Fidel Castro. Es posible, y su vida ulterior parece confirmarlo, que los preceptores jesuitas familiarizaran a su alumno predilecto con la Teología del padre L’Amy, en la que se expone el principio por el que la Orden concede a sus miembros el derecho a eliminar físicamente a sus adversarios. También es probable que, como alumno de los jesuitas en el Colegio de Belén en La Habana, el joven Fidel oyó de boca de sus preceptores de la Compañía el principio de la legitimidad del asesinato de los tiranos, así como de “cometer, sin pecado, actos considerados criminales por las masas ignorantes.” Prueba de lo anterior es que, en su apasionada autodefensa durante el juicio por el ataque al cuartel Moncada en 1953, Castro mencionó la teoría del jesuita español Juan Mariana quien, en su libro De Rege et Regis Institutione, comenta que cuando un gobernante usurpa el poder, aún si ha sido elegido democráticamente, pero gobierna en forma tiránica, es lícito que un ciudadano ejerza el tiranicidio. No obstante, a pesar de que algunos de los preceptores jesuitas de Castro aún profesan una gran admiración por su ex alumno, sería injusto culparlos totalmente por su conducta ulterior. Por alguna razón que ignoramos, asesinar jefes de Estado se convirtió en una de las muchas obsesiones de Fidel Castro, que comenzó a llevar a la práctica desde muy joven. El propio Hugh Thomas, uno de los más serios estudiosos del castrismo, se percató del aparente deseo de Castro de perpetuar “una tradición estudiantil de tiranicidio.” La primera persona que Castro asesinó fue Leonel Gómez, su rival en las elecciones para presidente de la Facultad de Derecho, a quien le disparó por la espalda en 1947. En 1948, participó en el asesinato de Manolo Castro. Ese mismo año asesinó a Oscar Fernández Caral, sargento de la policía universitaria. En 1949 asesinó a Justo Fuentes y a Miguel Sáez, otros líderes estudiantiles. Pero si Castro demostró ser hábil eliminando a sus enemigos, lo ha sido aún más deshaciéndose de sus amigos cuando dejan de serle útiles. Entre los que perdieron sus vidas debido a confiar demasiado en Fidel Castro están: Frank País, líder principal del Movimiento 26 de Julio; Comandante Camilo Cienfuegos, primera figura en importancia en el Ejército Rebelde; Rafael del Pino Siero, su amigo de juventud; Osvaldo Sánchez, líder del Partido Comunista tradicional; Comandante Manuel Piñeiro (Barbarroja), Jefe del Departamento América de los servicios de inteligencia; Comandante René Rodríguez,
Director del Instituto de Amistad con los Pueblos; Comandante Arnaldo Ochoa, héroe de la guerra en Angola; Coronel Antonio “Tony” de la Guardia, su hombre de confianza y asesino personal; Comandante José Abrahantes, ex Director de los servicios de inteligencia, y muchos más, incluyendo Che Guevara, que harían esta lista interminable. Sin embargo, en lo que Fidel Castro más se ha destacado en su larga carrera criminal es en asesinar jefes de Estado. Desafortunadamente, el odio profundo que Castro siempre ha sentido por los jefes de Estado democráticamente electos se sobrepuso a cualquier sentimiento tiranicida que pudiera haber sentido. En 1947, cuando tenía tan sólo 21 años, Castro se unió a un grupo de estudiantes universitarios que visitaban al Presidente Ramón Grau San Martín en el Palacio Presidencial. Grau era un político que había sido democráticamente electo por el voto popular. Durante la visita, el Presidente y los estudiantes se acercaron a uno de los grandes ventanales del segundo piso del Palacio. En ese momento Castro le sugirió a uno de ellos que asesinaran al Presidente, Tengo la fórmula para tomar el poder ahora mismo y deshacernos para siempre de este hijo de puta. Lo agarra mos y lo tiramos por el balcón. Cuando esté muerto, le hablaremos al pueblo por la radio y proclama remos el triunfo de la revolución estudiantil. Es pertinente recordar que Grau era un prestigioso cirujano y profesor universitario. Además, era un político nacionalista que siempre se opuso al control norteamericano sobre la política y la soberanía de Cuba. Grau se había ganado el odio de los conspiradores del CFR cuando comenzó a luchar por que se eliminara la Enmienda Platt de la Constitución cubana. La Enmienda autorizaba a los EE.U. a intervenir militarmente en Cuba a su antojo. En el verano de ese mismo año, Castro se unió a un grupo de aventureros que planeaban invadir la República Dominicana, asesinar al presidente Rafael L. Trujillo, y dar un golpe de estado para tomar el poder. Castro participó en el entrenamiento militar, que se llevó a cabo en Cayo Confites, un pequeño islote al norte de la provincia de Oriente. Pero las autoridades descubrieron el complot y arrestaron a la mayoría de los participantes. Castro logró escapar. Testigos presenciales afirman que el 9 de abril de 1948, durante los disturbios del Bogotazo, poco después de a 4 de la tarde de ese día, vieron a Castro al frente de una turba que gritaba “A palacio”. Según los testigos Castro portaba un rifle y gritaba histéricamente que iban al palacio a matar al presidente colombiano Mariano Ospina Pérez. En agosto de 1951, el ataúd que contenía los restos mortales del líder populista cubano Eduardo “Eddy” Chibás fue llevado a la Universidad de La Habana para que los estudiantes le rindieran homenaje. José Pardo Llada, a la sazón amigo de Castro, cuenta que Fidel se le acercó y le dijo, “Pepe, llevemos el muerto a Palacio y tomemos el poder. Tú serás el Presidente y yo el Jefe del Ejército.” El Presidente de Cuba en ese momento era Carlos Prío Socarrás, electo por el voto popular. Pardo Llada no menciona si Castro le dijo cómo pensaba deshacerse del Presidente Prío, pero un incidente ocurrido anteriormente tal vez nos dé una idea de lo que Fidel tenía en mente. En 1949, mientras Castro hacía los preparativos para un viaje que pensaba hacer a los Estados Unidos, visitaba casi diariamente el apartamento de su amigo Max Lesnick, situado en la calle Morro, muy cerca del Palacio Presidencial. Lesnick le contó a Tad Szulck que un día, mientras miraba desde el balcón hacia el Palacio, Fidel tomó una escoba y, apuntándola como si fuese un rifle, le dijo a la abuela de Lesnick: “Mire, si Prío sale a la terraza del Palacio a echar un discurso, lo mato desde aquí con una sola bala de un rifle con mira telescópica.”
En Marzo de 1953, Fidel Castro y un grupo de conspiradores se confabularon para asesinar al Presidente Fulgencio Batista. La oportunidad se les presentó cuando Batista decidió asistir a una reunión de veteranos de la Guerra de Independencia, que se celebraría en el mes de julio en Santiago de Cuba, en la provincia de Oriente. Castro y algunos de los conspiradores obtuvieron documentación falsa, uniformes del ejército y placas de auto oficiales, y viajaron a Santiago para hacerle un atentado a Batista. Pero al parecer Batista sospechó que algo andaba mal y canceló la visita. La policía tuvo sospechas de que Castro tramaba algo y lo detuvo. Pero poco después lo dejaron en libertad por falta de pruebas. Existen rumores de que el ataque al Cuartel Moncada, que Castro y su grupo realizaron unos meses después, el 26 de julio de 1953, iba a coincidir con una visita que Batista iba a hacer al cuartel. Pero de nuevo Batista canceló la visita en el último momento. Puede que los rumores tengan algo de cierto, porque la estratagema que Castro y sus hombres usaron para que los guardias abrieran la puerta de entrada fue gritar: “¡Abran la puerta. Llegó el General [Batista]!” La obsesión de Castro por asesinar presidentes no terminó cuando tomó el poder en Cuba en enero de 1959. El 26 de abril de ese año, poco después de su victoria, Castro infiltró en Panamá un grupo de cubanos y panameños residentes en Cuba. El objetivo de este grupo era asesinar al presidente Ernesto de la Guardia y encender la chispa de una revolución en ese país. Pero, pocas horas después de haber desembarcado, las fuerzas militares panameñas neutralizaron la fuerza invasora. Castro negó su participación en la invasión. No obstante, el hecho nos da una idea de su verdadera filiación política. El gobierno panameño no era una dictadura y su presidente había sido democráticamente electo por voto popular, por lo que el ataque no tenía justificación ideológica alguna. Poco después de la frustrada aventura panameña, otro grupo militar partió secretamente de Cuba el primero de junio de 1959 con destino a Costa Rica, desde donde pensaban infiltrarse en Nicaragua para ultimar al presidente/dictador Anastasio Somoza, enemigo jurado de Castro. La invasión fracasó y, por supuesto, Castro negó su participación en la misma, pero esta se ajusta al modus operandi de Castro en ese tipo de operación. Menos de dos semanas más tarde, el 14 de unio de 1959, Castro envió un grupo similar a la República Dominicana, con la misión de asesinar al Presidente Rafael L. Trujillo. La animadversión de Castro hacia el dictador dominicano se remontaba a sus días en la Universidad de La Habana, cuando, en 1947, se unió a un grupo de cubanos que se entrenaba en Cayo Confites para invadir la República Dominicana y asesinar a Trujillo. Ambas operaciones, en Nicaragua y la República Dominicana, fracasaron, y Castro se apresuró a negar que él personalmente las hubiese ordenado. Pero, dada su afinidad por tal tipo de acción, no es descabellado pensar que fue el propio Castro quien las ordenó. Tan sólo un par de meses más tarde, a mediados de agosto de 1959, Castro envió una grupo militar a Haití. Su misión consistía en asesinar a François “Papa Doc” Duvalier, el dictador haitiano. El grupo se componía de 30 cubanos, había sido organizado por Che Guevara, y lo comandaba un argelino que había luchado en las fuerzas de Castro en la Sierra Maestra. Pero, tal como había sucedido con las operaciones contra Panamá y República Dominicana, esta también resultó en un desastre, y la mayoría de los atacantes perecieron. Castro nunca respondió a las acusaciones del gobierno de Duvalier sobre su complicidad en la operación. El 26 de julio de 1960, durante un discurso que pronunció con motivo de la celebración del ataque al cuartel Moncada, Castro declaró su compromiso de “liberar” el resto de América Latina.
En 1962, Castro intentó asesinar al presidente democráticamente electo de Panamá, Roberto Chiari. Según un informe del FBI, fechado el 25 de octubre de 1962, Humberto Rodríguez Díaz, uno de los asesinos enviado por Castro, en complicidad con un ex embajador cubano en Panamá, trató de atentar contra la vida del Presidente panameño. El próximo año, en la primavera de 1963, Castro envió varias toneladas de armas y municiones a un grupo revolucionario, para que asesinaran al presidente Rómulo Betancourt. La obsesión de Castro con asesinar a Betancourt, quien inicialmente lo apoyaba, ha sido ampliamente documentada. Es altamente revelador el hecho de que los intentos de Castro de derrocar el gobierno de Venezuela no estaba dirigido contra un gobierno tiránico o antidemocrático. Por el contrario, estaban dirigidos a evitar el establecimiento de la democracia en Venezuela. El objetivo principal de los revolucionarios que Castro apoyaba era sabotear las elecciones presidenciales de 1963. El plan de Castro consistía en provocar a los militares venezolanos para que dieran un golpe de estado y, de esa forma, desacreditar el proceso democrático en Venezuela. Pero Betancourt y los reformistas democráticos estaban firmemente decididos a llevar a cabo las elecciones y, finalmente, Castro al parecer perdió interés en el proceso venezolano. Ese mismo año, los periódicos colombianos publicaron reportajes informando que los aviones que habían transportado a un grupo de asesinos desde Cuba a la península de la Guajira, en Colombia, habían sido proporcionados por Fidel Castro. La misión de este grupo era asesinar al presidente León Valencia y derrocar su gobierno. Esta información fue corroborada el 17 de octubre de 1963 por el propio Presidente Valencia, en una nota que envió a todas las misiones diplomáticas en Bogotá en la que hacía a Castro responsable por la operación. Unos pocos meses después, el 26 de febrero de 1964, un nuevo complot fue descubierto con motivo de una visita que Valencia pensaba hacer a Cali. El próximo año, Valencia señaló de nuevo a Castro como el instigador de ambos intentos de asesinato. En julio de 1979, el dictador nicaragüense Anastasio Somoza fue derrocado por efectivos del Frente Sandinista de Liberación Nacional, que contaba con el apoyo de Castro. Somoza logró escapar del país y se convirtió en un exiliado político en el Paraguay. Unos pocos meses después, Somoza y sus guardaespaldas fueron asesinados en una calle de Asunción por un grupo que usó ametralladoras y bazucas. Algunos miembros de la inteligencia castrista se jactaron públicamente de que el equipo de asesinos había sido entrenado en Cuba. Según una fuente en el Departamento de Justicia norteamericano, por cierto tiempo la CIA y el FBI investigaron la posibilidad de que Castro estuviese planeando usar sus agentes residentes en los EE.UU. para tratar de asesinar en 1976 al Presidente Gerald Ford y a su opositor en las elecciones presidenciales, Ronald Reagan. Uno de sus informantes alertó a la oficina del FBI en San Francisco que miembros del grupo terrorista radical Emiliano Zapata, en coordinación con el agente castrista Andrés Gómez, planeaban asesinar a ambos líderes. No hay que olvidar que los conspiradores detestaban a Reagan, que no era miembro del CFR. Por eso luego trataron de asesinarlo cuando era presidente, para que el vicepresidente George H.W. Bush (CFR) ocupara la presidencia. En el baboso documental Fidel, dirigido por Estela Bravo, una norteamericana muy allegada a los servicios de inteligencia castristas, Castro cuenta una anécdota sobre lo que sucedió cuando en 1963 hizo una visita a la Unión Soviética invitado por Nikita Jrushchov. El Premier soviético deseaba limar asperezas con Castro después de los sucesos de la crisis de los cohetes de 1962, en los que había llegado a un acuerdo con el Presidente Kennedy a espaldas de Castro.
Según Castro, Jrushchov lo invitó a ir de cacería y, durante ésta, un animal saltó a pocos metros enfrente del Premier Soviético y Castro le disparó con su escopeta. Los proyectiles cruzaron peligrosamente cerca de la cara de Jrushchov. “¿Y sabe lo que me pasó por la mente en ese momento?”, le preguntó Castro en el documental a su interlocutora, “¿Qué pasa [ría] si en una cacería, en un accidente de estos, yo le doy un tiro a Jrushchov?” El sólo hecho de que Castro haya recordado tan vívidamente el hecho, y que lo haya narrado con lujo de detalles, incluyendo lo que le pasó por la mente, indica que tiene una mentalidad patológicamente enrevesada. Pero, en realidad, lo que posiblemente le pasó por la mente fue asesinar a Nikita Jrushchov quien, según Castro, lo había traicionado y humillado durante la crisis de los cohetes. Todo indica que Jrushchov nunca se percató de lo cerca que estuvo de ser una víctima más en la larga lista de jefes de estado asesinados por el magnicida caribeño. Aunque la mayoría de los intentos magnicidas iniciales de Castro fracasaron, sería erróneo pensar que tan sólo fueron elucubraciones producto de una afiebrada mente juvenil. Por el contrario, Fidel Castro ha tenido una larga experiencia en la profesión de asesino, tanto directa como indirectamente, y la evidencia indica que algunas veces ha tenido éxito en su empeño — no sólo en cometer el asesinato, sino en hacerlo impunemente. La mayor prueba de su habilidad en ese campo probablemente sea el asesinato del presidente norteamericano John F. Kennedy. 15. Fidel Castro: ¿Asesino de Kennedy? Poco después de asumir la presidencia en 1963, el presidente Lyndon Baynes Johnson le dijo a algunos amigos cercanos que tenía sospechas de que el asesino del presidente John F. Kennedy había sido “influido o dirigido” por Fidel Castro como venganza. Con el pasar del tiempo, lejos de disminuir, las sospechas de Johnson aumentaron. Unos pocos años después del asesinato de Kennedy, Johnson le confesó a su amigo Howard K. Smith, “Te voy a decir algo que te hará tambalear: Kennedy estaba tratando de asesinar a Castro, pero Castro lo asesinó a él primero.” Parece que Robert Kennedy, el hermano del Presidente, albergaba sospechas similares. Cuando en enero de 1971 el periodista Jack Anderson reportó la historia de los planes de los hermanos Kennedy para asesinar a Fidel Castro, también reportó que Robert Kennedy había quedado devastado emocionalmente después de la muerte de su hermano. Robert creía que sus intentos de asesinar a Castro podrían haber provocado el asesinato de su hermano. Pero el Presidente Johnson y Robert Kennedy no eran los únicos que albergaban sospechas sobre la participación de Castro en el asesinato del Presidente Kennedy. Otro que tenía las mismas sospechas era el juez del Tribunal Supremo Earl Warren. Warren le contó en privado a unos amigos que “uno de los principales sospechosos” en el asesinato de Kennedy era Fidel Castro. También tenía las mismas sospechas el ex embajador norteamericano en México Thomas Mann. Según lo expresó, Castro es el tipo de persona que se v engaría de esta forma. El es el tipo de extremista que reacciona emocio nal en vez de intelectualmente, y sin preocuparse mucho por los riesgos. La historia de su vida lo demuestra. El Senador Robert Morgan, miembro del Comité Senatorial de Inteligencia (también llamado “Church Committee”), fue aún más categórico. Según él, no sólo tenía sospechas,
sino que estaba totalmente convencido de que Castro había sido el asesino del Presidente Kennedy. Según afirmó Morgan, No me cabe la menor duda de que Fidel Castro, o alguien siguiendo sus órdenes, asesinó a John F. Kennedy como venganza por nuestros intentos de ase sinarlo a él.” El Presidente Johnson y el resto de los que como él tenían sospechas del papel de Castro en el asesinato de Kennedy tal vez no estaban lejos de la verdad, porque Castro tenía sobradas razones para vengarse. El mismo día que Kennedy fue asesinado en Dallas, Desmond Fitzgerald, un alto oficial de inteligencia de la CIA y amigo personal del Fiscal General Robert Kennedy, sostuvo una entrevista secreta con Rolando Cubela para planear el asesinato de Fidel Castro.261 Pero mucha gente sospecha que Cubela actuaba como un doble agente, siguiendo órdenes del propio Castro. Tal como sus colaboradores cercanos pueden atestiguar, Castro es una persona muy vengativa. Nunca perdona una ofensa, real o imaginaria, en particular cuando cree que alguien lo ha humillado. Y no cabe duda de que Castro se sintió muy humillado con el resultado de la crisis de los cohetes de 1962. Algunos testigos presenciales han narrado con lujo de detalles la perreta que cogió cuando le dieron la noticia de que Jrushchov y Kennedy habían resuelto la crisis a sus espaldas, ignorándolo por completo. Según contó Che Guevara, Castro pateó una pared con tal fuerza que el impacto desprendió un espejo que se rompió en mil pedazos. Yo mismo fui testigo presencial de una de las explosiones de ira de Castro cuando, pocos días después de terminada la crisis, nos dijo a un grupo de estudiantes en la Universidad de La Habana que Nikita Jrushchov era “un maricón”, y John F. Kennedy era un “millonario comemierda” y un “hijo de puta”. En honor a la verdad, Castro tenía razones suficientes para sentirse humillado. Theodor Sorensen señaló que algunas de las medidas que los asesores del Ex-Comm (Executive Committee of the National Security Council) le sugirieron a Kennedy que tomara durante la crisis, tales como los vuelos de reconocimiento a baja altura sobre Cuba, no sólo tenían por objetivo un mejor reconocimiento aéreo, sino también hostigar y humillar a Castro. Los presidentes norteamericanos están rodeados en todo momento por un estrecho anillo de seguridad, formado por agentes altamente calificados del Servicio Secreto. Aunque un asesino solitario siempre tiene la ventaja de la iniciativa y la sorpresa, existe evidencia incontrovertible de que, poco antes del asesinato, los agentes del Servicio Secreto recibieron órdenes de retirar el anillo de seguridad que protegía a Kennedy. Pocos minutos después se llevó a cabo el asesinato. Obviamente, ni la Mafia, ni los cubanos anticastristas de Miami, ni los sur vietnamitas, ni ninguno de los otros grupos que han sido mencionados como posibles culpables del asesinato, tenía la autoridad para ordenarle al Servicio Secreto que dejara sólo al presidente. Tan sólo unos pocos altos funcionarios del gobierno norteamericano tenían esa autoridad. Lee Harvey Oswald, el presunto asesino, fue tan sólo un chivo expiatorio: un candidato de la Manchuria similar a Roa Sierra. Como en el caso de Roa Sierra, el plan era eliminarlo una vez que los verdaderos asesinos hubiesen asesinado a Kennedy. Pero todo indica que a última hora Oswald se olió que algo se tramaba y logró escapar. Una vez en custodia, otro agente de los conspiradores, Jack Ruby, asesinó a Oswald. Poco después Ruby fue a su vez asesinado. Pero pocos saben que, poco antes del asesinato, Ruby había estado en Cuba en dos oportunidades. Según él, el motivo de su visita había sido para entrevistarse con Santo
Trafficante, su amigo de la Mafia que se encontraba preso en Cuba. Sin embargo, muchos sospechaban que en realidad Trafficante trabajaba para Castro. No voy a adentrarme aquí en una explicación detallada, que sería demasiado larga, de los hechos que apuntan hacia Fidel Castro como partícipe en el asesinato de John F, Kennedy. Baste decir que ya hay autores que han señalado esa posibilidad y brindado pruebas irrefutables de esa participación. Véase, por ejemplo, el libro de Gus Russo Live by the Sword,264 el documental de Wilfried Huismann Rendezvous with Death, y mi propio libro The Secret Fidel Castro, en el que dedico todo un capítulo a ese tema. Pero, como verán más adelante, en mi caso he avanzado un paso más, y ahora estoy convencido de que tanto el asesinato de Kennedy, como el de Gaitán, el de Allende, y posiblemente el de Che Guevara, fueron operaciones conjuntas ejecutadas por Castro y la CIA siguiendo órdenes de los banqueros de Wall Street y los magnates petroleros aglutinados en el Consejo de Relaciones Exteriores. 16. Fidel Castro: ¿Asesino de Allende? Cada día que pasa, la muerte del presidente constitucional de Chile, Salvador Allende, ocurrida el 11 de septiembre de 1973, recuerda más y más Rashomon, la famosa novela de Riunosuke Akutagawa, luego inmortalizada en el cine por Akira Kurosawa. Como en Rashomon, los supuestos testigos presenciales dan versiones diferentes y contradictorias de los hechos, las cuales son negadas a su vez por otros que alegan conocer la verdad. La versión más difundida, expresada por Fidel Castro y adoptada inmediatamente y sin reservas por los colaboradores cercanos de Allende, es que el Presidente de Chile murió como un héroe luchando contra los golpistas. En un discurso que pronunció en la Plaza de la Revolución en La Habana el 28 de septiembre de 1973, Fidel Castro oficializó esta versión idealizada de los sucesos. Pero, como veremos a continuación, poco a poco han ido apareciendo versiones que difieren radicalmente de esa historia inicial de los hechos. Por ejemplo, aún entre los colaboradores cercanos al Presidente que se hallaban en La Moneda en los momentos en que ocurrieron los hechos, las versiones son contradictorias. En su libro Las muertes de Allende, Hermes Benítez expone varias hipótesis sobre la forma en que murió Salvador Allende. Una de las más conocidas es la versión del doctor Patricio Guijón, según la cual Allende se suicidó con el propio fusil AK-47 que le había regalado Fidel Castro. Esta versión fue aceptada y difundida por los militares golpistas. Sin embargo la única persona que atestiguó que Allende se había suicidado fue el propio doctor Guijón, quien formaba parte del equipo médico presidencial. El Dr. Guijón declaró que Allende se había suicidado porque cuando él bajaba del segundo piso de La Moneda, a poco de que los golpistas ocuparan el edificio, escuchó un disparo, volvió a subir las escaleras, y encontró a Allende en un charco de sangre. Es bueno aclarar que Guijón no fue testigo presencial de la muerte de Allende, por tanto no lo vio suicidarse. Es más, hasta el momento, no existe ni un solo testigo presencial de este supuesto suicidio. Por su parte, desde el comienzo, los izquierdistas chilenos no aceptaron la versión del suicidio. Según éstos, Allende murió heroicamente en el combate de La Moneda, disparando su fusil contra los asaltantes hasta el último momento. Esta fue la versión ofrecida por su hija Beatriz “Tati” Allende y por Fidel Castro. Sin entrar en detalles, pues la mayor parte de esta información es del dominio público y está al alcance de todos en la Internet, hay varias versiones sobre cuántos disparos se escucharon. Por otra parte, algunos aseguran que, después de su muerte, el cadáver de Allende fue colocado en un diván, con el fusil entre las piernas. También se mencionan varios impactos de bala en el gobelino que tapizaba la pared detrás del diván.
En un artículo titulado “El sacrificio de un ciudadano de América Latina”, Hugo Guzmán, uno de los escoltas, ofrece interesantes detalles sobre lo sucedido en los últimos momentos del asalto a La Moneda, Nosotros, como escoltas, no podemos dar fe de que Allende se auto eliminó. … Al lugar donde estaba el cuerpo de A llende, los primeros que entran son un reportero supuestamen te de El Me rcurio que, por lo que sabemos, era agente de la CIA. Fue el único que sacó todas las fotos. También entra el oficial Fernández Larios, de Inteligencia del Ejército, que ahora está en Estados Unidos como testigo protegido porque les ayudó para culpar al DINA del asesinato del canciller Orland o Letelier en Washington. Es un hombre de la CIA. Y entró el general Pedr o Espinoza, jefe de Inteligencia. En las dos únic as fotos que se han podido ver, aparece Allende con la camisa completamente limpia. El cuel lo de la camisa también aparece blanco, limpio, sin manchas. Una persona que se dispara en la cabeza, lo que sangra es mucho. Él tenía limpio el cuello y la camisa. Esa es una cosa que se contradice con la versión de la auto inmolación con el fusil AK. Por cierto, hay informes de que los soldados, además de sacar las fotos, pusieron el cadáver en el piso, lo desnudaron, lo revisaron y luego volvieron a vestirlo con sus ropas. Aún más, otro de los escoltas de Allende, dice que las dos fotos testimonian aún más confusiones. En una, Allende aparece medio recostado con el fusil AK arriba de las piernas, y en la otra foto está sentado en el sillón, no recostado, y con el AK parado en el suelo, entre las piernas, con la culata apoyada en el suelo. Lo anterior coincide con versiones publicadas en los años 1974 y 1975, que señalaban que Allende había combatido después de despedir a sus colaboradores, junto a integrantes de la escolta, hasta que una ráfaga lo derribó. Dos escoltas lo habrían cargado hasta el sillón presidencial y ahí lo dejaron después de colocar el fusil sobre sus piernas. Esos podrían haber sido algunos de los miembros de la seguridad personal de Allende, heridos y asesinados posteriormente. Por otra parte, la autopsia realizada a Allende dista mucho de ser definitiva. Todo indica que el informe de los médicos forenses se realizó bajo coacción. A Hortensia Bussi, la viuda de Allende, no le permitieron ver el cuerpo. Menos de 24 horas después de haber muerto, Allende ya había sido sepultado en un cementerio en Viña del Mar. En un artículo publicado el 11 de septiembre del 2003, el autor narra como en Febrero de 1986 Hortensia Bussi le confesó que, Hasta el día de hoy yo no sé si en el féretro que me presentaron los militares estaba o no el cadáver de Allende. … Vi nada más que un lienzo blanco, debajo del cual se suponía que había un cuerpo, y un militar me agarró por la muñeca y me obligó a cerrar. Yo no sé, nunca supe, si ése era Allende. Como si todo esto fuera poco, en el 2005, Juan Vivés, pseudónimo de Andrés Alfaya, un exoficial de la inteligencia castrista que vive exiliado en Francia, dio al mundo una nueva versión diametralmente distinta de los hechos. Según Vivés, el Presidente chileno no se suicidó ni murió en combate, sino que fue asesinado, siguiendo órdenes de Castro, por el general de las Tropas Especiales cubanas Patricio de la Guardia, quien en la práctica era el verdadero jefe de la seguridad personal de Allende. Vivés afirma que esto lo oyó de boca de su tío, el ex presidente cubano Osvaldo Dorticós, quien a su vez lo había oído comentar a los más altos niveles del gobierno cubano. Aunque sorprendente, la afirmación de Vivés simplemente le añadió veracidad a un persistente rumor que ha circulado en Cuba por muchos años.
Por otra parte, según otras fuentes en Chile, la historia de que Allende se suicidó con el fusil Kalashnikov que le había regalado Castro, simplemente no puede ser cierta. En primer lugar, porque el cuerpo de Allende presentaba cuatro heridas de bala: dos en el abdomen, una en el tórax, y otra en la cabeza, que penetró por un ojo y al salir le destruyó gran parte de la parte posterior del cráneo. Esto niega totalmente la posibilidad de un suicidio. En segundo lugar, porque los proyectiles hallados en el cadáver de Allende eran de 9 mm., un calibre diferente al 7.62 mm. que usa el AK-47. Sin embargo, se sabe que Patricio de la Guardia usualmente portaba una subametralladora UZI, que dispara balas 9 mm. Algunos de los presentes en La Moneda niegan que Patricio de la Guardia estuviese allí cuando murió el Presidente, pero otros aseguran que ambos hermanos de la Guardia, Tony y Patricio, estaban allí cuando murió Allende. De hecho, ha comenzado a rodar una especie de teoría conspiratoria en la que se alega que el resto de las fotos que tomó el fotógrafo se hicieron desaparecer porque en algunas de ellas aparecía Patricio de la Guardia. En una entrevista realizada algo después, Vivés abundó sobre el tema. Según Vivés, varias semanas después del golpe, se hallaba en el bar Las Cañas, del Hotel Habana Libre (antiguo Havana Hilton), donde se encontró con Patricio de la Guardia y el jefe de la escolta de Fidel, conocido como “el Chino”. Durante la conversación, el Chino le preguntó a Patricio cómo se habían comportado los hombres de la escolta de Allende que él [el Chino] había entrenado. Vivés asegura que la respuesta de Patricio al referirse a Allende fue tajante: “Le metí un ramalazo y lo maté por pendejo. Abajo tuve que matar a un periodista que se apodaba 'el Perro'”. Pero Vivés no es el único que afirma que Patricio de la Guardia fue quien ultimó a Allende. Dariel Alarcón Ramírez (“Benigno”), uno de los tres sobrevivientes de la guerrilla del Che Guevara en Bolivia, ahora en el exilio en Francia, ha confirmado lo dicho por Vivés. Según Alarcón, él también estaba presente cuando en otra ocasión, a su regreso de Chile, Patricio de la Guardia le confesó a un grupo de amigos que él había matado a Allende. No obstante, la versión de los hechos contada por Vivés y confirmada por Alarcón no es nueva. Un cable de la AFP fechado el 12 de septiembre de 1973, el día siguiente a los hechos, había informado que, Según fuentes de la derecha chilena, el presidente Allende fue matado por su guardia personal en momentos en que pedía cinco minutos de cese al fuego para rendirse a los militares quienes estaban a punto de entrar al palacio de La Moneda. Por otra parte, lo único que explica que Castro no haya fusilado a Patricio de la Guardia cuando fusiló a su hermano gemelo Tony, es que Patricio posee información que, si se divulgara, sería altamente perjudicial para Castro. Todo oficial de inteligencia descubre, tarde o temprano, que trabaja para una organización corrupta, cuyo único fin es el beneficio material y la supervivencia de sus líderes. Cuando se dan cuenta de esto, los oficiales de inteligencia inteligentes se preparan para una traición proveniente de su propia organización y ponen a buen recaudo documentos comprometedores que, en caso de emergencia, puedan usar en contra de sus empleadores. Estos son por lo general los oficiales de inteligencia que logran retirarse y mueren en su lecho. Muchos de los que no lo hacen sufren las consecuencias, algunos pagando con sus propias vidas. En este caso, Patricio demostró ser mucho más inteligente que su hermano Tony. En todo crimen, lo primero que hace un investigador es comprobar si el supuesto autor del mismo tenía el motivo, la habilidad, los medios, y la oportunidad para cometerlo, así
como que era reincidente; es decir, si tiene la tendencia a cometer ese tipo de crimen en particular. Un somero análisis de los hechos demuestra que Fidel Castro tenía el motivo. Son muchos los que afirman que el triunfo de Allende echaba por tierra la teoría castrista de la lucha armada como única vía para implementar el socialismo en un país de América Latina. Por consiguiente, Castro tenía motivos sobrados para descarrilar el proceso democrático en Chile y deshacerse de Allende. Además, y esto es muy importante, como veremos más adelante, Castro debe haberse sentido muy ofendido cuando, a sus ojos, Allende lo humilló. Castro también tenía la habilidad, es decir, era diestro en asesinatos políticos. Desde que ingresó a la Universidad de La Habana, se sumó a los grupos gansteriles que por esa época pululaban. Allí Castro descubrió que existía una vía rápida de deshacerse de sus enemigos. También Castro poseía los medios. En los meses posteriores a la toma del poder por Allende, Castro había logrado infiltrar en Chile a miles de sus agentes, muchos de ellos miembros de sus fuerzas especiales. Algunos de estos agente terminaron engrosando las filas del GAP (Grupo de Amigos del Presidente), una especie de guardia personal para la protección de Allende. Por las valijas diplomáticas que enviaba a la embajada de Cuba en Santiago, Castro logró introducir ilegalmente al país cientos de armas y municiones de varios tipos. Castro también tuvo la oportunidad para cometer el asesinato de Allende. Esta oportunidad se la proporcionó el propio golpe militar. El caos imperante en La Moneda en los momentos en que los atacantes se disponían al asalto final creó las condiciones propicias para cometer el asesinato de Allende y encubrirlo tras una falsa muerte en combate o un falso suicidio. Los conspiradores de Wall Street siempre han buscado crear enemigos de los Estados Unidos que justifiquen la carrera armamentista de ese país, de la cual son ellos los únicos que se benefician, no el pueblo norteamericano. La tarea de Castro consistía en hacer de Allende otro enemigo más de los Estados Unidos — tal como hizo años después con el subagente Hugo Chávez. Pero el presidente chileno no era un gorila inculto como Chávez, sino una persona educada, inteligente, amante de las leyes de su país y, al parecer, tenía una idea bien diferente de la de Castro acerca del futuro de Chile. A fines de 1971 Castro fue de visita a Chile por una semana invitado por Allende, pero prolongó su visita por casi tres. Según comentarios hechos a sus colaboradores cercanos, algunos expresados durante el vuelo de regreso a Cuba, durante la visita Castro llegó a la conclusión de que Allende no iba a ser un dócil instrumento para sus fines. Castro comentó una y otra vez su escepticismo ante la posibilidad de una vía pacífica al socialismo en Chile bajo el liderazgo de Allende. Por otra parte, Allende también parece haber llegado a la conclusión de que la amistad con Fidel Castro no lo beneficiaba. Prueba de esto es su negativa a presentarse en el acto final de despedida a Castro en el Estadio Nacional y el hecho de que, contrariamente a lo que acostumbra el protocolo, no firmara una declaración conjunta con Castro al fin de su viaje. Cuando Castro le comunicó a sus amos de Wall Street el fracaso de sus intentos de incitar a Allende a tomar la vía de la revolución violenta, éstos decidieron que había que deshacerse del presidente de Chile. Para ello se valieron de su departamento especializado en subversión y guerra psicológica, la CIA, y de dos de sus más valiosos agentes: Henry Kissinger y Fidel Castro. La experiencia que obtuvo Kissinger con el asesinato de Allende le sirvió de mucho al planear el asesinato del Primer Ministro Aldo Moro en 1978. Por cierto, es probable que
algunos de los miembros de las Brigadas Rojas que asesinaron a Moro siguiendo órdenes de la CIA hayan sido entrenados en Cuba. Varios asistentes de Kissinger han mencionado que a éste le preocupaba mucho más Allende en el poder en Chile que Castro en Cuba, porque, según Kissinger, “Allende era un ejemplo vivo de reforma social democrática en América Latina”, y porque el éxito de Allende dentro del proceso democrático podría “desencadenarse” con resultados como los de Europa, donde el Eurocomunismo, operando dentro de la democracia parlamentaria, lo preocupaba y también “lo asustaba”. El derrocamiento de Allende fue el puntillazo final que desacreditó total y definitivamente la teoría de la “coexistencia pacífica” formulada por el primer ministro soviético Nikita Jrushchov. Poco después del derrocamiento de Allende, Boris Ponomarev, Jefe del Departamento Internacional del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), expresó en un informe sobre los sucesos de Chile, que el comunismo debía prepararse “para contestar con violencia revolucionaria la violencia reaccionaria de la burguesía.” Esta afirmación indicaba que el régimen de Leonid Brezhnev había abandonado la doctrina de Jrushchov de la transición pacífica al socialismo en el Tercer Mundo en favor de una política de estrategia militar agresiva — tal como querían Castro, Kissinger y sus amos del CFR. Otro autor ha mencionado que, a resultas del golpe militar a Allende, “las tácticas soviéticas sufrieron grandes innovaciones” durante este período, tales como la declaración oficial de que los “frentes político-militares” modelados al estilo del M-26-7 de Castro, asumirían el papel de vanguardia revolucionaria previamente adjudicado a los partidos comunistas tradicionales. Se hace evidente que existía una coincidencia entre los objetivos de Kissinger y los Castro — ambos agentes clave de los conspiradores del CFR — en mantener la Guerra Fría lo más caliente posible. En cuanto a Castro, no sólo cumplió la orden a cabalidad, sino que lo hizo con gusto. En primer lugar, por su odio irracional hacia todo jefe de Estado. En segundo lugar, por la humillación a que lo sometió Allende cuando se negó a asistir al acto en el estadio. No hay que olvidar que Castro es una persona que nunca perdona una humillación, real o imaginaria. Fidel Castro tuvo un papel decisivo en minar el gobierno de Allende. En primer lugar, porque organizó, financió y armó al Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, un grupo izquierdista radical que trataba de implantar el socialismo en Chile por medio de actividades criminales violentas, tales como el terrorismo, asaltos a bancos y asesinatos. En segundo lugar, porque Castro también colaboró y dio armas y entrenamiento militar a los miembros de extrema izquierda del propio partido de Allende. Al momento del golpe, había en Chile cerca de 13,000 extranjeros, la mayor parte de ellos cubanos, que habían entrado ilegalmente al país. Estos extranjeros estaban creando un ejército paralelo que pudiera oponerse a las fuerzas militares regulares chilenas. Muchos de estos cubanos lograron ocupar posiciones administrativas importantes en oficinas del Estado chileno. La embajada cubana en Santiago había acreditado 42 diplomáticos, en contraste con sólo seis en la embajada de Chile en La Habana. Durante el año del golpe, 987 cubanos visitaron Chile en misiones diplomáticas o comerciales. Se sabe que muchos de ellos intervinieron en actividades políticas y económicas del gobierno chileno, particularmente las relacionadas con la presidencia de la República. La mayor parte de los instructores y líderes de los grupos paramilitares eran cubanos o habían sido entrenados en Cuba. Más tarde, con su visita oficial a Chile de una semana que prolongó por 21 días, precisamente en el momento crítico en que el gobierno de la Unidad Popular enfrentaba una fuerte
oposición de la centroderecha, el huésped inoportuno e injerencista causó aún más problemas. Durante tres semanas, en un esfuerzo por causar el mayor daño posible al gobierno de Allende, Castro se paseó por Chile alabando en concentraciones las medidas radicales de su propio régimen, criticando la democracia parlamentaria, enseñando cómo se hace una revolución marxista, y ganándose la animadversión de los conservadores y los militares. Al despedirse del pueblo chileno durante su discurso en un acto en el Estadio Nacional — al que Allende como muestra de su disgusto no asistió —, Castro declaró, en una evidente crítica a Allende, “Regreso a Cuba más revolucionario y extremista de lo que vine.” En realidad Castro estaba haciendo lo que siempre ha hecho con gran éxito en favor de sus amos del CFR: actuar como agente provocador, impulsando a otros por caminos no deseados. Mientras expresaba en público su apoyo a Allende, tras bastidores manipulaba a militantes extremistas entrenados en Cuba para que presionaran a Allende desde la extrema izquierda. El resultado inmediato del trabajo de Castro como agente provocador al servicio de los banqueros de Wall Street en estrecha coordinación con la CIA no se hizo esperar. El mismo día de su despedida, miles de mujeres de la oposición se lanzaron a la calle a protestar, batiendo con furia sus cacerolas como protesta por la creciente falta de suministros. Por su parte, algunos de los miembros del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), trataron de reprimir a las mujeres lanzándoles piedras. Castro había destruido en unas pocos día la precaria paz entre los grupos divergentes que tanto tiempo y trabajo le había costado a Allende lograr. No conforme con haber hostigado y conspirado contra Allende en vida, Castro también trató de manipularlo para sus fines ocultos después de muerto. En un discurso que pronunció en La Habana el 28 de septiembre de 1973, Castro le contó al mundo la falsa historia de que Salvador Allende había caído en La Moneda combatiendo con el fusil que él mismo le había regalado. Pero tal parece que el odio de Fidel Castro hacia los Allende no se limitó al Presidente. Poco tiempo después se dio a conocer que Beatriz “Tati” Allende se había suicidado en La Habana dándose un tiro con la pistola de su esposo, Luis Fernández de Oña, oficial de la Seguridad cubana. No pasó mucho tiempo antes de que Laura, la hermana de Allende, también se suicidara al lanzarse del piso 16 del apartamento donde vivía en la barriada del Vedado. Un hecho que pone de manifiesto el lado malvado oculto de Fidel Castro es su conducta en relación con “Tati” Allende. Beatriz Allende ,“Tati”, era la colaboradora más próxima al presidente, y dirigía el equipo de la secretaría privada en el Palacio de La Moneda. A fin de usarla para sus fines, Fidel Castro designó al apuesto cubano Luis Fernández de Oña (alias “Demid”) para que se hiciera pasar por diplomático, la sedujera, y se casara con ella para controlarla y obtener información. Después del golpe militar, Beatriz marchó al exilio en Cuba con su esposo. Pero, una vez allí, Fernández de Oña volvió con su primera esposa, y le explicó a Beatriz que nunca la había querido y que se había casado con ella siguiendo órdenes superiores. Como se puede apreciar, el tratamiento de Castro hacia la hija de Allende, que se inició mucho antes de las primeras diferencias entre Castro y Allende, no fue amistoso, sino traicionero y hostil. Sin embargo, esto no es sorprendente, sino que marca un estilo de comportamiento típico de Fidel Castro. Muchos que lo han conocido de cerca afirman que Castro no tiene amigos, y que usa a los que lo rodean como fichas en su juego secreto, y luego las descarta cuando le conviene sin siquiera un asomo de escrúpulos.
Después de conocer el papel cardinal que jugó Fidel Castro en la desestabilización, el derrocamiento, y posiblemente en la eliminación física de Salvador Allende, sería un error pensar que sus motivos fueron tan sólo personales. Es cierto que el modelo chileno del socialismo estaba en contradicción con el modelo castrista de la vía violenta. También es cierto que Allende humilló a Castro, y éste no perdona las humillaciones. Pero lo más probable es que Fidel Castro haya recibido las órdenes de eliminar a Allende de sus verdaderos amos: los banqueros de Wall Street que siempre han sido los verdaderos promotores secretos de la revolución violenta. En realidad el derrocamiento y asesinato de Allende había sido dictado el 16 de septiembre de 1970, 12 días después que Allende ganó las elecciones y esperaba por la confirmación del Congreso chileno. La orden la mencionó el agente criminal internacional Henry Kissinger, portavoz de los banqueros, en una conferencia de prensa que ofreció en Chicago como asistente especial de la Casa Blanca en asuntos de seguridad nacional. Según Kissinger, si Allende era confirmado, un régimen comunista surgiría en Chile, y pronto Argentina, Bolivia y Perú seguirían el ejemplo. Por supuesto, que no hay que dejarse engañar con el lenguaje de Kissinger. La creación de un régimen “comunista” en Chile, y que el ejemplo cundiera en América Latina, era precisamente el sueño dorado de los banqueros y del complejo militar-industrial norteamericano, siempre en busca de enemigos. Sin embargo, para sorpresa de los banqueros, y a pesar de los esfuerzos de su agente Fidel Castro, Allende se negó a implementar en Chile el régimen comunista con el que soñaban los conspiradores del CFR. Se sospecha que las operaciones desestabilizadoras de la CIA en Chile fueron autorizadas por el súper secreto “Comité de los 40”, que dirigía Kissinger en el Consejo de Seguridad Nacional. Es bueno recordar que el Consejo de Seguridad Nacional (NSC) y la CIA fueron creados en 1947 por los banqueros para sus propios fines secretos. Al tener en sus manos el control de la CIA, del NSC, y del Departamento de Estado — del cual ya se habían apoderado desde hacía muchos años —, los banqueros lograron establecer un control casi total sobre el gobierno de los estados Unidos. En una melosa carta que le escribió a Fidel Castro en el 2007,276 Gloria Gaitán le expresó su profundo amor al tirano asesino caribeño. En su obcecación, Gloria se ha esforzado en ignorar los múltiples indicios que apuntan hacia Castro como participante activo en el asesinato de su padre. Más aún, ha ignorado la posible participación de Fidel Castro en el asesinato de su amante, Salvador Allende. Pero Gloria Gaitán no es un caso aislado. Paradójicamente, Fidel Castro siempre ha contado con el apoyo no sólo de los conspiradores imperialistas de Wall Street, sino también de los incautos antiimperialistas que se oponen al llamado “imperialismo norteamericano” — que no es sino el imperialismo de los magnates petroleros y los banqueros de Wall Street que controlan ese país. Esto explica en cierta manera el por qué estos “antiimperialistas” de pacotilla han perdido todas las batallas. Para ellos, el libro de Sun Tzu El Arte de la Guerra debía ser lectura obligatoria. Según Sun Tzu, sólo quien conoce a su enemigo y se conoce a sí mismo ganará todas las batallas. Desafortunadamente, la mayoría de quienes luchan contra el “imperialismo norteamericano” desconocen quién es su verdadero enemigo y quiénes son sus agentes secretos.
Cincuenta años después, mi memoria sigue fija en la imagen del hombreque parecía instigar al gentío frente a la farmacia, y no lo he encontrado en ninguno de los incontables testimonio s que he leído sobre aquel día. Lo había visto muy de cerca, con un ves tido de gran clase, una piel de alabastro y un control milimétrico de sus actos. Tanto me l lamó la atención que s eguí pendiente de él hasta qu e lo recogieron en un automóvil demasiado nuevo tan pronto como se ll evaron el cadáver del asesino y desde entonces pareció borrado de la m emoria histórica. Incluso de la mía, hasta muchos años después, en mi s tiempos de period ista, cuando me asaltó la ocurrencia de que aquel hom bre había logrado que mataran a un falso asesino para protege r la identidad del verdadero. La memoria no le falla a García Márquez, porque la viuda de Gaitán recuerda algo muy similar. Según Amparo Jaramillo de Gaitán, No fue el pueblo, no fue Juan Roa Sierra quien lo asesinó, sino un tipo que estaba divinamente vestido (sic) frente a la oficina. No fue Roa Sierra, y fue de un café del frente de l a oficina de donde llegaron los di sparos. Esta versión de los hechos expresada repetidamente por la viuda de Gaitán, coincide también con el testimonio de Yesid Castaño. Gloria Gaitán, recogió el testimonio de Castaño y lo presentó en abril de 1998 en una rueda de prensa en el Instituto Colombiano de la Participación Jorge Eliécer Gaitán. Según Gloria Gaitán, Yesid Castaño le contó que el doctor Robayo había recibido de un agente de la CIA fotografías de la escena del crimen que mostraban al hombre elegantemente vestido mencionado por García Márquez y Amparo Jaramillo, el cual incitaba a gritos a los revoltosos para que lincharan al supuesto autor del asesinato. 11. El misterioso James Jesus Angleton Hasta el presente nadie ha podido descubrir quién era el hombre misterioso, pero la sospecha de García Márquez y de la viuda de Gaitán de que el misterioso hombre elegante tomó parte en el asesinato tiene mucho sentido. Azula Barrera expresó la sospecha de que el misterioso elegante era Enrique Ovares, presidente de la Federación de Estudiantes de la Escuela de Arquitectura y Secretario General de la Federación Estudiantil Universitaria. Ovares fue uno de los líderes legítimos de la Universidad de La Habana que viajó a Bogotá para contrarrestar la presencia de Fidel Castro, el cual se había apropiado ilegítimamente de la representación de la FEU. De hecho, fotos de Ovares tomadas en la época guardan cierta semejanza con la descripción que se ha ofrecido del individuo que enardeció a la turba con sus gritos para que mataran a Roa. Sin embargo, el sólo hecho de que Ovares aparece retratado a la derecha de Castro en una de las más conocidas fotos del Bogotazo elimina esa posibilidad. García Márquez tiene que haber visto esa foto, e inmediatamente hubiese reconocido a Ovares, y el misterioso elegante habría dejado de ser un misterio. Por lo tanto, hay que descartar esa posibilidad. Por mi parte, tengo la sospecha — y hasta el momento no pasa de ser eso: una sospecha, aunque basada en evidencia circunstancial, alguna de la cual hasta el momento no he podido corroborar directamente —, de que el misterioso individuo elegante que incitó a la turba a matar a Roa Sierra no fue otro que James Jesus Angleton, ex oficial de la OSS que había comenzado a trabajar para la CIA, y amigo personal de Allen Dulles — y, por lo tanto, hombre de confianza de los conspiradores del CFR. Pocos años después, Angleton fue nombrado jefe de contrainteligencia de la CIA. Sin duda alguna, James Jesus Angleton es una de las personalidades de más colorido en el mundo de la inteligencia y el espionaje. Su vida y su carrera han sido narradas en varios libros y artículos, así como en una novela. Parafraseando la conocida descripción de la
política exterior soviética dada por Churchill, la vida de Angleton es el clásico misterio envuelto en un enigma. Richard Helms, uno de los altos ejecutivos de las CIA, lo llamó “un hombre extraño; muy extraño”. Pero parece que, a pesar de tanto escrutinio por mentes brillantes, el agente secreto del CFR James Jesus Angleton se burló de todos. Detrás de su engañosa fachada de misterio, intelectualismo y patriotismo, Angleton no sólo fue un traidor, sino también un criminal común — uno más entre los muchos criminales profesionales que los conspiradores del CFR usaron una y otra vez para llevar a cabo sus planes secretos para implementar sus traicioneras políticas domésticas e internacionales. Baso mi sospecha de que Angleton fue el misterioso elegante mencionado por García Márquez en varios elementos diferentes de información: En primer lugar, en 1947 Angleton físicamente se acercaba mucho a la descripción mencionada por varios testigos del individuo que incitó a los revoltosos a matar a Roa. También se ajusta a la descripción que hizo la secretaria de Gaitán del individuo no identificado que, en los días previos al asesinato, acompañó en dos ocasiones a Roa en sus visitas a la oficina de Gaitán. Según la secretaria de Gaitán, Roa estaba acompañado, Por otro hombre, tolerablemente bien vestido, de apariencia un tan to agresiva y ojos saltones. En esas ocasione s, fue éste último, no Juan Roa Sierra, el que habló en un intento por obtener una entrevista [con Gaitán]. La descripción del individuo misterioso ofrecida por la secretaria de Gaitán se acerca mucho a la descripción física de Angleton en ésa época brindada por uno de sus biógrafos. También se ajusta a la descripción del misterioso elegante ofrecida por García Márquez y la viuda de Gaitán. En segundo lugar, porque es evidente que el hombre misterioso desempeñó un papel importante en esta operación ultra secreta, y Angleton era uno de los pocos hombres de confianza de Allen Dulles, quien a su vez era un agente de los Rockefellers. Durante la Segunda Guerra Mundial, Angleton fue uno de los principales oficiales de contrainteligencia de la OSS en Italia, y recibía órdenes directas de Allen Dulles. Una de las pocas fotografías de Angleton que se conocen,183 lo muestra llevando la urna con las cenizas de Dulles, un honor que sólo se le concedería a uno de los amigos más íntimos del fallecido. Aunque la mayor parte de las biografías y artículos sobre Angleton lo describen como un héroe de la contrainteligencia norteamericana, lo cierto es que no era sino un vulgar criminal sin principios morales o éticos. Angleton tuvo un papel cardinal en el lavado de dinero de los Nazis, así como, en complicidad con el Vaticano, de crear una ruta de escape para las ratas que escaparan del buque Nazi que naufragaba. En tercer lugar, porque su madre era mexicana, y aunque Angleton no dominaba totalmente el español, al menos lo hablaba flúidamente para hacerse pasar brevemente por un nativo del idioma. Angleton era hijo de un oficial de caballería norteamericano, James Hugh Angleton, que participó en la invasión de México con las tropas del general Pershing en un intento por capturar a Pancho Villa. En México, James Hugh se enamoró de Carmen Mercedes Moreno, una bella mexicana que conoció en el pueblo fronterizo de Nogales. Poco después contrajeron matrimonio y, dando prueba de su fe católica, le dio a su hijo el nombre de Jesus, pronunciado “Jesús” como en español. En una entrevista que le concedió a Tom Mangold para su biografía de Angleton, Carmen le mencionó que, de pequeño, su hijo había estado muy atado a su abuela materna Mercedes, la cual no hablaba el idioma inglés. Esto evidencia que, desde temprana edad, Angleton tenía cierto dominio del idioma español.
En cuarto lugar, porque existe un período de la vida de Angleton en el que no se sabe a ciencia cierta dónde estaba y, extrañamente, este período coincide con los sucesos del Bogotazo. Según su biografía, durante la Segunda Guerra Mundial Angleton, quien era oficial de la OSS en Europa, se mantuvo separado de su esposa Cicely y de su hijo recién nacido, al punto que ésta había comenzado a realizar los trámites para el divorcio. Pero en 1947, Angleton comenzó a escribirle de nuevo, regresó a los EE.UU. y reanudaron sus relaciones conyugales. A comienzos del 1948, Angleton se mudó a Tucson, Arizona, para vivir con su esposa y su hijo. De enero a junio vivió con ellos en casa de los padres de su esposa. En julio, Angleton aceptó un puesto importante en la CIA, como ayudante principal del director de la Oficina de Operaciones Especiales, y Angleton y su familia se mudaron para Washington, D.C. Sin embargo, la única fuente de esa información es su esposa, Cicely Angleton, en una entrevista que le concedió a Jeff Goldberg el 3 de marzo de 1989. Pero hay algo que no encaja en esta versión de los hechos. El expediente personal de Angleton en la CIA indica que, aunque oficialmente comenzó a trabajar para la Agencia en 30 de diciembre de 1947, le fue concedido un permiso de siete meses con paga para que permaneciera con su esposa en Tucson antes de que asumiera su nuevo cargo en la CIA. No obstante, existe evidencia de que durante el tiempo de permiso que en teoría la CIA le había concedido, Angleton estuvo a cargo de realizar tareas importantes para la Agencia. Según ciertas fuentes, Angleton tuvo un papel importante en una operación encubierta de la CIA en Italia, cuyo objetivo era impedir que los comunistas ganaran las elecciones que tendrían lugar el 18 de abril de 1948.191 De modo que Angleton viajó secretamente a Italia para realizar un trabajo de contrainteligencia cuando en teoría tenía un permiso de la CIA para permanecer con su familia en Tucson. Por consiguiente, Angleton también tuvo el tiempo y la oportunidad de viajar secretamente a Colombia bajo una identidad y pasaporte falsos, llevar a cabo una misión mucho más secreta que la de Italia, el asesinato de Gaitán, y regresar a Italia o a Tucson sin que nadie lo echara de menos antes de mudarse para Washington D.C. En quinto lugar, porque como oficial de la OSS que había participado activamente en la guerra, Angleton tenía el entrenamiento militar necesario para haber sido el asesino profesional que, usando un arma provista de silenciador, hizo los primeros disparos que causaron la muerte de Gaitán. En sexto lugar, porque primero en la OSS y luego en la CIA, Angleton tuvo participación directa en dos proyectos secretos que estudiaban las técnicas de control mental: BLUEBIRD y ARTICHOKE. Aún más, el asesinato de Gaitán no fue la única vez en que Angleton participó en una operación secreta para asesinar a un enemigo de los banqueros de Wall Street. También tuvo un papel importante en el asesinato el presidente norteamericano John F. Kennedy. En 1964, pocas horas después de que Mary Pinchot fue asesinada cerca de su casa en Georgetown, Angleton forzó una ventana y se introdujo en su casa como un criminal común y robó su diario personal. Pinchot, una artista de 43 años de edad, era una de las amantes secretas de Kennedy, y los conspiradores del CFR temían que su diario podría contener alguna referencia incriminadora que los conectara con el asesinato. Por eso enviaron a una persona de su absoluta confianza para que destruyera la evidencia: James Jesus Angleton. Como pago por su labor en beneficio de los banqueros de Wall Street, en 1954 el director de la CIA Allen Dulles había nombrado a Angleton jefe de la sección de contrainteligencia de la Agencia. Pero el jefe de contrainteligencia de la CIA era también un criminal de la peor especie, y por eso los conspiradores del CFR confiaban en él y lo continuaban usando en misiones delicadas y comprometedoras.
Pero hay otro elemento mucho más importante que conecta, al menos indirectamente, a Angleton con el asesinato de Gaitán: Angleton tuvo un papel similar al que he descrito más arriba, en el asesinato de Kennedy. Según fuentes bien informadas, desde mucho antes del asesinato de Kennedy, Angleton estaba en contacto con Lee Harvey Oswald, el presunto asesino del Presidente. Según estos investigadores, Angleton envió a Oswald a la Unión Soviética en una misión super secreta que consistía en demostrarle a los soviéticos lo fácil que era derribar un avión espía U-2. Como miembro de las fuerzas armadas norteamericanas, Oswald había trabajado por algún tiempo en la Base Aérea Naval de Atsugi en Japón, usada por algunos de los aviones U-2s que volaban sobre la Unión Soviética. Posiblemente Oswald les explicó a los soviéticos que el U-2 no era sino un planeador sofisticado, con enormes alas de madera de balsa, y que sólo con explotar cohetes antiaéreos a 100 o 150 metros de distancia el avión sería derribado. Prueba de que ningún cohete detonó directamente contra el avión es que el piloto, Francis Gary Powers, no pereció y los restos del avión no mostraban señales de haber sido derribado por un explosivo. Uno pudiera preguntarse, ¿Por qué los propios norteamericanos querían que sus enemigos derribaran uno de sus aviones? Simplemente porque, como he explicado más arriba, la Guerra Fría era una engañifa, y los conspiradores del CFR que controlan la política norteamericana necesitaban mantenerla caliente. Pero Nikita Jrushchov, con su nueva política de coexistencia pacífica, amenazaba enfriarla. A ese fin, el Primer Ministro soviético se estaba preparando para una reunión en París con el presidente norteamericano Dwight Eisenhower. Todo el mundo esperaba que la reunión resultaría en un enfriamiento de las tensiones entre los dos países. Pero el derribo del U-2, y la admisión de Eisenhower de que su misión era espiar sobre la Unión Soviética, motivó que Jrushchov cancelara su participación en la reunión. Eso fue usado por la prensa controlada por los conspiradores para caldear los ánimos del crédulo publico norteamericano y como justificación para que se incrementaran los presupuestos de guerra, lo que resultó en beneficio directo del complejo militar-industrial norteamericano controlado por los banqueros de Wall Street. Sin embargo, esa no fue la única misión que Angleton le encomendó a Oswald. Al parecer Lee Harvey Oswald fue la versión norteamericana de Juan Roa Sierra. Varios autores han aportado indicios de la participación de la CIA, y específicamente de Angleton, en el asesinato del presidente Kennedy. Algunas fuentes aseguran que Angleton se hallaba en Dallas, Texas, el día que ocurrió el asesinato. Hoy día, la mayoría de los estudiosos que han investigado el asesinato del presidente norteamericano coinciden en que Oswald no fue sino un cabeza de turco, un chivo expiatorio que ni tan siquiera disparó su fusil en contra del presidente. Según algunos autores, al igual que Roa Sierra, Oswald era un candidato de la Manchuria, que había sido psíquicamente condicionado para creer que cometía el asesinato, mientras otros francotiradores expertos, situados en puntos estratégicos, hacían los disparos. Según el plan, una vez cometido el asesinato, otros agentes controlados asesinarían a Oswald, exactamente igual que sucedió con Roa Sierra. Pero parece que, en el último momento, Oswald logró salir de su estado hipnótico, se percató de la situación y trató de escapar. Existen pruebas testimoniales de que, una vez que lo capturó la policía, Oswald afirmó varias veces que él no había disparado contra el presidente. Poco después Jack Ruby, un mafioso dueño de un bar de prostitutas en Dallas, logró acercarse a Oswald a pesar del cerco policíaco y le disparó a quemarropa. Al igual que en el caso de Roa Sierra, la muerte de Oswald silenció al presunto asesino.
En conclusión, Angleton tuvo el motivo, la habilidad, los medios y la oportunidad para haber participado en la operación Bogotazo. Además, como todo criminal con experiencia, Angleton se creó una coartada, respaldada por un testigo respetable aunque no del todo imparcial: su esposa. Por supuesto, sólo una persona muy crédula puede pensar que algún día se hallará entre los documentos desclasificados de la CIA el memorándum en el que Dulles le ordenó a Angleton asesinar a Gaitán. Ese tipo de órdenes nunca se pone en blanco y negro, sino que, para evitar dejar rastros comprometedores, se da verbalmente, y algunas veces sólo se insinúa. A buen entendedor, pocas palabras. Expresé por primera vez mi teoría de que Roa podría haber sido un candidato de la Manchuria en mi novela La madre de todas las conspiraciones, publicada en el 2005. Pero el hecho de que Roa puede haber sido un caso temprano de candidato de la Manchuria es tan obvio que otras personas ya han llegado independientemente a la misma conclusión. Hace poco hallé en la Internet un largo artículo escrito por un investigador independiente australiano, Greg Parker, titulado “Bogota Ripples, Was Sierra a ‘false assassin’?”, en el que ofrece un excelente análisis del asesinato de Gaitán y llega a a una conclusión similar a la mía. Según Parker, [Roa] “Sierra fue el primer asesino de la CIA a quien le habían “lavado” el cerebro” —o sea, un candidato de la Manchuria — lo cual coincide con mi propia conclusión. Otro investigador que ha llegado independientemente a una conclusión muy parecida es el investigador Allan Weberman. En un artículo publicado en la Internet el 16 de Febrero de 1999, Weberman afirma que el Bogotazo fue una operación temprana de la CIA. Por su parte, el periodista cubano en el exilio Andrés Rivero, también ha llegó a una conclusión similar. 12. El Bogotazo: el misterio subsiste El Bogotazo es un suceso clave para entender cómo los conspiradores del CFR han usado la CIA para lograr sus objetivo final de convertir los EE.UU. en una dictadura totalitaria de tipo comunofascista. Esto explica los esfuerzos continuados de miembros clave del CFR, encaminados a enturbiar las aguas históricas así como sabotear los intentos de investigadores no-controlados de descubrir la verdad sobre los sucesos del Bogotazo. Prueba de esto son los esfuerzos de la CIA por bloquear los intentos de Paul Wolf de obtener la desclasificación de ciertos documentos secretos de la CIA. Wolf, un infatigable y minucioso investigador privado luego convertido en abogado exitoso, ha dedicado largas horas a investigar los sucesos del Bogotazo y el asesinato de Gaitán. Gracias a sus esfuerzos, ha logrado compilar lo que es sin duda el archivo más completo de documentos sobre esos hechos y los ha puesto desinteresadamente al servicio de otros investigadores. No es de sorprenderse que Wolf haya llegado a la conclusión inevitable de que la CIA tiene que saber más de lo que admite sobre el asesinato de Gaitán. En un esfuerzo por hallar pruebas que corroboren su hipótesis, Wolf se valió de una ley que establece que los documentos secretos del gobierno norteamericano deben desclasificarse y ponerse al alcance del público después de 25 años de haber sido escritos. Pero la CIA, en violación de la ley, ha bloqueado todos sus intentos. Finalmente, después de agotados todos los esfuerzos persuasivos, Wolf dio un paso más y legalmente demandó que tales documentos fuesen hechos públicos. Pero esto fue tan sólo el comienzo de una larga batalla legal. Finalmente, el 12 de octubre del 2002, Wolf y su abogado comparecieron ante a un Juez de Distrito de los EE.UU. para exponer su caso. La CIA fue representada por uno de sus abogados. En la vista del caso, el abogado de Wolf explicó que el Bogotazo había coincidido con la celebración de la Novena Conferencia de Estados Latinoamericanos, “la reunión que
introdujo la Guerra Fría. La Conferencia fue el primer intento de crear una alianza en relación con la Guerra Fría en el hemisferio occidental.” También mencionó el hecho inexplicable de que, a pesar de lo establecido por la Ley de Libertad de Información (Freedon of Information Act, FOIA), los documentos relacionados con el Bogotazo, escritos hace más de 60 años, aún se mantienen clasificados como secretos. Por su parte, la abogada de la CIA justificó la falta de interés de la CIA en hacer públicos esos documentos, en caso de que existan — algo que la CIA ni confirma ni niega —, porque ello revelaría fuentes y métodos que podrían causar daño a la seguridad nacional de los Estados Unidos. Este argumento fue repetidos varias veces por la abogada de la CIA durante la vista del caso. Pero lo que la representante legal de la CIA alegó no tiene sentido. Hoy en día, los métodos de inteligencia y espionaje usados por la CIA en 1948 han cambiado tan radicalmente que revelar los que la Agencia usaba en 1948 es totalmente irrelevante. Por tanto, si descartamos los métodos, el único motivo que pudiera alegarse sería que la CIA está protegiendo sus fuentes, es decir, sus agentes secretos que participaron en el Bogotazo. Sin embargo, después de haber transcurrido más de 60 años de los sucesos del Bogotazo, es lógico pensar que la mayoría de los agentes secretos de la CIA que participaron en los sucesos han fallecido. Por tanto, ¿qué fuente o agente secreto que aún vive tuvo un papel tan importante en el Bogotazo que, si se revelara, perjudicaría no la seguridad nacional de los EE.UU. sino los intereses de los conspiradores del CFR? En la actualidad, unas de las pocas personas que participaron activamente en el Bogotazo y que aún vive es Fidel Castro. Por consiguiente, hay que llegar a la conclusión de que la CIA, o quienes la controlan, no desean que se haga público nada existente en los archivos secretos de la CIA acerca de la participación de Castro en el Bogotazo y el asesinato de Gaitán. En conclusión, todo indica que el asesinato de Gaitán y el Bogotazo fueron el resultado de una operación de guerra psicológica cuidadosamente planeada por los conspiradores del CFR y llevada a cabo por oficiales de inteligencia de la desaparecida OSS y de la recién creada CIA. Esto explica el hecho de que una gran mayoría de los participantes clave en la operación fuesen ex miembros de la OSS, miembros de la CIA y miembros del CFR. Entre los que se han mencionado se hallan, General George C. Marshall (CFR), Secretario de Estado norteamericano, Jefe de la Delegación de los EE.UU. a la Novena Conferencia. General Matthew B. Ridgway (CFR), Asesor militar de la delegación norteamericana a la Novena Conferencia. Averell Harriman (CFR), Secretario de Comercio de los EE.UU. John McCloy (CFR), presidente del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, asistió a la Conferencia. William Wieland, protegido de Sumner Welles (CFR), probablemente perteneciente al servicio de inteligencia del Departamento de Estado, luego acusado de apoyar a Castro antes y después que éste tomó el poder en Cuba en 1959. Roy Rubbotom, funcionario del Departamento de Estado, acusado de ser procastrista. William Pawley, amigo de Allen Dulles y conectado con la CIA. Según un testigo, Pawley estuvo presente en la reunión en casa de Mario Lazo.200 Willard Beaulac, Embajador de los EE.UU. en Colombia y ex embajador norteamericano en Cuba. Se sospecha que también asistió a la reunión en casa de Lazo. Norman Armour (CFR, OSS), Subsecretario de Estado norteamericano. Delegado norteamericano a la Novena Conferencia. Richard Salvatierra, oficial de la CIA. Asistió a la reunión en casa de Lazo. John Mepples Spiritto, Oficial de la CIA que luego trabajó en el proyecto. ARTICHOKE. Trató de sobornar o asesinar a Gaitán. John C. Wiley (CFR, OSS), exembajador norteamericano en Colombia. Robert Lovett (Skull & Bones), Secretario de Estado norteamericano substituto, íntimamente ligado al CFR. Rafael del Pino Siero, ex
miembro de las fuerzas armadas norteamericanas con posibles nexos con la CIA. Asistió a la reunión secreta en casa de Lazo. Fidel Castro Ruz, también estuvo presente en la reunión en casa de Lazo, donde se sospecha que fue reclutado por la CIA y luego pasó a ser agente secreto de los Rockefellers. Aparte de la información que he suministrado más arriba, las actividades durante el Bogotazo de un grupo tan numeroso de personas conectadas con los servicios de inteligencia norteamericanos y con el CFR indican que el Bogotazo no fue una explosión espontánea de violencia, sino una operación de bandera falsa; un elemento clave de una psiop de gran envergadura luego conocida como la Guerra Fría. No obstante, no hay que olvidar que todas las actividades de inteligencia y espionaje, y especialmente las operaciones encubiertas, se llevan a cabo bajo las más estrictas reglas de compartimentación y necesidad de saber (need-to-know), lo cual, traducido a buen romance, significa que la mano izquierda no sabe lo que hace la mano derecha. Por consiguiente, hay que suponer que la mayoría de las personas mencionadas más arriba no sabían exactamente en qué consistía la totalidad de la operación en la que pensaran que estaban haciendo un trabajo patriótico, en defensa de los intereses del pueblo norteamericano. Por ejemplo, Ramón Conte, que estaba en uno de los escalones más bajos de la cadena de mando durante el reclutamiento de Castro, mencionó que otro agente de la CIA le había dicho que los servicios de inteligencia norteamericanos habían recibido información de que durante la Novena Conferencia alguien iba a atentar contra la vida de un alto líder político. Según Conte, una de las tareas asignadas a Fidel Castro en Colombia en su trabajo para la CIA consistía en investigar si existía algún plan de atentado personal contra el Secretario de Estado norteamericano George Marshall. Por supuesto, que quienquiera que le haya dicho esto a Conte simplemente lo desinformó, de la misma forma que otros participantes en la operación posiblemente hayan recibido distintas versiones desinformativas respecto a la operación que habría de llevarse a cabo en Bogotá. De modo que lo más probable haya sido que tan sólo Allen Dulles, Frank Wisner y James Angleton, y tal vez George Marshall, Averell Harriman y Robert Lovett, así como sus amos, Nelson y David Rockefeller, tuviesen una idea clara del verdadero propósito y la envergadura de la operación. El Bogotazo fue la primera operación de guerra psicológica en gran escala llevada a cabo por la recién creada Agencia Central de Inteligencia siguiendo órdenes de sus verdaderos amos, los conspiradores del CFR. La CIA siempre ha sido un instrumento más de los conspiradores en su larga lucha contra el pueblo norteamericano y los pueblos del mundo para lograr su objetivo de crear un Nuevo Orden Mundial comuno fascista bajo su control total. La metodología usada en la operación Bogotazo se ajustó a una variante del principio hegeliano de tesis-antítesis-síntesis. El Bogotazo fue la terrible antítesis que los conspiradores presentaron como una operación del nuevo enemigo, el comunismo soviético, y la usaron como amenaza para convencer a los pueblos norteamericano y latinoamericanos de que aceptaran como un mal menor lo que parecía ser una alternativa mala, pero más aceptable: la Guerra Fría. El Bogotazo marcó el gran comienzo de la Guerra Fría en el hemisferio occidental. Unos pocos años más tarde Nelson Rockefeller, uno de los conspiradores principales del CFR, trataba desesperadamente de venderle a todo el mundo la idea de construir refugios nucleares en cada edificio y los escolares norteamericanos ensayaban cada día cómo refugiarse debajo de sus pupitres en caso de ataque nuclear. Para el pueblo norteameri
cano, los tiempos de vivir bajo el miedo constante de un sorpresivo ataque nuclear habían comenzado. 13. La CIA, los conspiradores del CFR y el Bogotazo Poco después de los sucesos del Bogotazo, el agente secreto del Consejo de Relaciones Exteriores Allen Dulles fue comisionado para hacer un estudio de las causas por las que la CIA no había alertado a tiempo al gobierno norteamericano sobre la posibilidad de los disturbios. Dulles se valió del supuesto fracaso de la CIA en predecir los disturbios como pretexto para deshacerse del entonces Director de la CIA, Almirante Roscoe Hillenkoetter, el cual no era un agente del CFR, a quien culpó del fracaso. Poco después, Hillenkoetter retornó a su puesto en la Marina de Guerra y Allen Dulles fue nombrado Director de la CIA. No obstante, contrariamente a lo que alegó Dulles, en realidad la Dirección de Inteligencia de la CIA sí había informado con anterioridad a las autoridades norteamericanas sobre la posibilidad de disturbios durante la Novena Conferencia, pero, tal como siempre sucede, el informe de la CIA fue ignorado totalmente. En sus memorias, Willard Beaulac, embajador de los EE.UU. en Colombia, dio un mentís a las acusaciones de Dulles de que la CIA no había alertado sobre la posibilidad de disturbios, cuando menciona el hecho de que, Informes confiables habían alertado ampliamente de que los comunistas planeaban hacer demostraciones en contra de la Conferencia y de que, si les era posible, causarían disturbios y hasta una guerra civil para obstaculizarla. Contrariamente a lo que afirmó Dulles, varios informes detallados suministrados por la Dirección de Inteligencia de la CIA, en los que alertaba sobre la posibilidad de que los soviéticos instigaran disturbios en Colombia, fueron bloqueados en la embajada norteamericana y no se le hicieron llegar al Secretario Marshall. Por ejemplo, un informe fechado en Colombia dos meses antes del Bogotazo, afirma que, Enero 29. — El Sr. G., [probablemente Antonio García] un líder comunista colombiano a quien se le había encomendado la tarea de derrocar el gobierno (conservador) de [Ospina] Pérez , se h a jactado de que, en caso necesario, cuenta con aviones y artillería. Se asegura que este grupo ha almacenado armas y explosivos en 17 casas en Bogotá. Tal vez el lector no entienda cómo es posible que la CIA, que planeó y llevó a cabo la operación Bogotazo, también informó al gobierno sobre la posibilidad de los disturbios. La confusión viene de que en realidad la CIA no es una organización homogénea, sino que consta de dos partes, una dedicada a la obtención y análisis de información y otra dedicada a operaciones encubiertas. En la primera trabajan norteamericanos honestos que creen que luchan por la defensa de su país. Esos fueron los analistas de la Dirección de Inteligencia que alertaron sobre la posibilidad de disturbios. En la otra trabajan agentes secretos del CFR que luchan por defender los intereses de los magnates petroleros y los banqueros de Wall Street. Por tanto, hay que tener en cuenta que, como resultado de una simplificación común, cuando alguien dice “un informe de la CIA”, en realidad quiere decir “un informe escrito por alguien en la CIA”. Esto es importante si se tiene en cuenta que, tal como expliqué anteriormente, desde su creación, la CIA nunca ha sido una entidad homogénea. El único departamento de la CIA que les interesa a los conspiradores del CFR que la crearon, y que está totalmente bajo su control, es el que lleva a cabo las operaciones encubiertas. Este departamento trabaja bajo las más estrictas reglas de compartimentación y necesidad de saber (need-to-know). Esto garantiza que ni el pueblo norteamericano, ni los
miembros del gobierno, ni siquiera los empleados de las otras ramas de la CIA, sepan las actividades encubiertas que estos oficiales de la CIA llevan a cabo. Pero los oficiales de la CIA que alertaron sobre la posibilidad de disturbios, trabajaban en la rama de análisis de inteligencia y no eran parte de la operación Bogotazo, por tanto, ignoraban el papel de la CIA en la misma. Lo más probable es que el Bogotazo haya sido mayormente llevado a cabo por un grupo de ex oficiales de la OSS en la Oficina de Coordinación Política (Office of Policy Coordination, OPC) del Departamento de Estado, dirigida por el agente secreto del CFR Frank Wisner. Después de realizar un estudio exhaustivo sobre las causas por las que los informes de la CIA que alertaban sobre la posibilidad de disturbios en Bogotá habían sido ignorados, un Subcomité de Seguridad Interna del Senado llegó a esta conclusión, El Almirante Hillenkoetter [Director de la CIA], acusó directament e al auxiliar del departa mento de est ado en Bogotá O.J. Libert, y al Embajador Willard L. Beaulac de no haber envía do los informes al Departamento de Estado en Washington. En particular, el Sr. Libert evitó que los informes se hicieran lleg ar a los oficiales de seguridad del Secretario Marshall porque, según él , la protección ofrecida por la policía de Bogotá era “adecuada”, y no de seaba “alarmar innecesariamente a los dele gados.” Las actividades de Beaulac en bloquear los informes de la CIA que alertaban sobre la posibilidad de disturbios, así como su posible participación en la reunión secreta en la residencia de Mario Lazo, indican que probablemente el embajador tuvo una participación activa en la operación. Más aun, todo indica que, como miembro activo del CFR, el Secretario de Estado Marshall también tuvo un papel importante y había sido informado con anterioridad sobre la operación. En su testimonio del 15 de abril de 1945 ante el Subcomité del Congreso que investigó el “fracaso” de la CIA en predecir los disturbios del Bogotazo, el Director de la CIA, Almirante Hillenkoetter, refutó a sus críticos cuando afirmó que, por el contrario, la CIA había informado a tiempo sobre la “posibilidad de una erupción de violencia” durante la Conferencia, así como que esa información había sido transmitida a ejecutivos del Departamento de Estado. Hillenkoetter también informó que ciertos empleados del Departamento de Estado habían bloqueado la transmisión de un informe clave de la CIA fechado el 23 de marzo, en el que se alertaba al Departamento de Estado sobre la posibilidad de disturbios durante la Conferencia. Más aún, según un Informe de la Oficina de Investigación de Inteligencia del Departamento de Estado fechado el 14 de octubre de 1948, la teoría de que los comunistas colombianos estuvieron involucrados en los disturbios se basó en el hecho de que con mucha anterioridad ya habían planeado sabotear y desacreditar las actividades de la Conferencia, así como obstaculizar las actividades de los delegados asistentes, en particular los norteamericanos. Como se evidencia, no sólo la rama de la CIA dedicada al análisis de inteligencia, sino también la sección de inteligencia del Departamento de Estado, alertaron con anterioridad sobre la posibilidad de disturbios en Bogotá durante la Novena Conferencia. Sin embargo, debido a la compartimentación y la necesidad de saber, características esenciales de todo servicio de inteligencia, los analistas de inteligencia ignoraban que la sección de actividades encubiertas de la CIA era la que había planeado y luego llevó a cabo el asesinato de Gaitán y los disturbios. Una clave importante para entender las técnicas desinformativas usadas por la CIA en la operación Bogotazo es el hecho de que, aunque los agentes secretos del CFR en Bogotá evitaron que los informes de la CIA y el Departamento de Estado llegaran a sus
destinatarios, esos mismos agentes del CFR mantuvieron bien informada a la prensa Colombiana sobre el peligro de disturbios. Francisco Fandiño Silva, un conocido periodista colombiano, luego recordó que “La Embajada Americana me informó de que habían sido alertados de que se estaba tramando un atentado con una bomba en contra del General [Marshall].” Como parte de ese mismo patrón desinformativo, Gaitán recibió el 24 de marzo un mensaje del Embajador Beaulac, informándole de que los comunistas planeaban interrumpir la Conferencia y que, si lo lograban, lo más probable era que le echaran la culpa al Partido Liberal de Gaitán. Tan sólo unas pocas horas después de que estallaron los disturbios, el Secretario de Estado General Marshall, el Director de la CIA Almirante Hillenkoetter, el Embajador norteamericano Willard Beaulac, el Presidente de Colombia Dr. Mariano Ospina, el Secretario de la Presidencia Rafael Azula Barrera, así como otros testigos importantes, llegaron a la conclusión de que los disturbios eran el resultado de una operación comunista instigada por la Unión Soviética. Sin embargo, al parecer intrigado por el primer “fracaso” de la rama de inteligencia de la CIA, uno de sus oficiales, Russell Jack Smith, telefoneó a uno de sus contactos personales en la oficina del Secretario Marshall en el Departamento de Estado y le preguntó, “¿Cómo fue que el Secretario [Marshall] obtuvo la información de que los disturbios eran parte de un complot comunista?” “Oh,” le respondió su contacto, “tan sólo miró por la ventana de su villa situada a seis o siete millas y dijo: ‘Lo hicieron los comunistas.’” Unos pocos días después, el periódico Philadelphia Inquirer publicó un artículo titulado “Marshall acusa al comunismo internacional por la revuelta de Bogotá”, en el que se aportaban aún más datos fraudulentos para convencer al crédulo público norteamericano de que el asesinato de Gaitán y los disturbios habían sido llevados a cabo por los comunistas colombianos con el apoyo de la Unión Soviética. En un esfuerzo por aterrorizar al pueblo norteamericano con el miedo al comunismo, el Secretario de Estado Marshall declaró a la prensa que los disturbios habían sido instigados por la Unión Soviética, y que no eran sino una extensión en el hemisferio occidental de las tácticas de subversión y violencia que los soviéticos estaban usando en Europa. El día siguiente, Marshall prosiguió su tarea desinformadora, pero, sin saberlo, cometió un error que nos da una pista clara de quién realmente instigó los disturbios. Según Marshall, “los disturbios se ajustaban al mismo patrón establecido en los disturbios ocurridos en Francia e Italia.” Lo que Marshall convenientemente no dijo, fue que los disturbios de abril de 1948 en Italia también habían sido provocados por agentes de la inteligencia norteamericana bajo la dirección de Frank Wisner y la colaboración de James Jesus Angleton. Esto explica el por qué se ajustaban al mismo patrón de los disturbios del Bogotazo. Dos días después, el 14 de abril, el New York Times publicó un editorial en el que se continuaba la campaña cuyo objetivo era aterrorizar a los norteamericanos con el miedo al comunismo. Según el NYT, En apoyo del resultado de las investiga ciones del gobierno colombiano, el secretario de estado Marshall y o tros delegados a la Conferencia Interamericana han acusado a la unión Soviética y su instrumento, el comunismo internacional, de instigar la revu elta que destruyó Bogotá e hizo descender una sombra sobre todo el hemisferio occidental. Basándose en información de primera mano y observ aciones personales, [Marshall y los delegados] ven detrás de los trágicos sucesos que interrumpieron las deliberaciones las mismas fuerzas que trat aron de provocar insurrecciones en Francia e Italia. Y eso hace a Bogotá, tal como
dijo el Sr. Marshall, no tan sólo un incidente Colombiano o la tinoamericano, sino un proble ma mundial, y una clara muestra de lo qu e Rusia es capaz de hacer en su guerra (que ya no es tan fría) en contra de las democracias. Lo más curioso es que este furibundo “anticomunista” es el mismo George Marshall que en diciembre de 1945 viajó a China como enviado especial del presidente norteamericano para tratar de reconciliar al anticomunista Chiang Kai-Shek con el comunista Mao Tse-Tung. En esos momentos, todo indicaba que las tropas de Chiang serían vencedoras en su lucha contra los comunistas, pero Marshall logró que Chiang aceptara un cese al fuego. Como era de esperarse, los esfuerzos de reconciliación del agente del CFR George Marshall le garantizaron poco después la victoria a Mao y los comunistas. Los esfuerzos de convencer al público norteamericano de que el Bogotazo había sido una operación comunista continuaron por muchos años. Con el Bogotazo, la Guerra Fría, que resultó tan beneficiosa para los banqueros de Wall Street, los magnates petroleros, y el complejo militar-industrial, había pasado a ocupar un primer plano en la política exterior norteamericana. La derrota de la Alemania nazi marcó el fin de la Segunda Guerra Mundial, pero también el hecho, bien ocultado primero por los medios masivos de difusión y luego por historiadores poco escrupulosos, de que los conspiradores habían perdido el enemigo que tanto trabajo y dinero les había costado crear. Por tanto, necesitaban hallar lo antes posible el nuevo enemigo que tanto necesitaban para llenar el vacío dejado por los nazis y así poder justificar sus agresivas políticas imperiales y su militarismo desmedido. Es por eso que, mucho antes de que la guerra llegara a su fin, ya habían decidido adjudicarle ese papel a la Unión Soviética y al comunismo internacional. Como resultado de las conversaciones secretas en la conferencia de Yalta en febrero de 1945, los conspiradores, a través de sus agentes secre tos Franklin D. Roosevelt (CFR) y su asesor Alger Hiss (CFR), llegaron a un acuerdo secreto con Stalin para que la Unión Soviética ocupara parte del este de Alemania, así como Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Bulgaria, Rumania, Yugoslavia y los países bálticos — lo que luego se conoció como el llamado “bloque soviético.” A ese fin, el presidente Roosevelt le ordenó al general Dwight Eisenhower (CFR), que detuviese el avance de las tropas norteamericanas hasta que el Ejército Rojo ocupara esos territorios. Esto garantizó que el nuevo enemigo que los conspiradores habían creado se viera como un imperio ávido de expandir sus fronteras por medios agresivos. Pero también tenían que convencer al pueblo norteamericano de la existencia de una nueva amenaza procedente de lo que siempre han considerado su traspatio, y para eso llevaron a cabo la operación Bogotazo. Desde comienzos de 1948 en que fue reclutado, los destinos de Fidel Castro y del Consejo de Relaciones Exteriores han estado íntimamente ligados. Tan sólo un somero análisis de las relaciones entre Fidel Castro y los Estados Unidos pone en evidencia que casi todo norteamericano que ha apoyado en una u otra forma a Castro, ha estado relacionado, directa o indirectamente, con el CFR y, a pesar de que los conspiradores se han esforzado en ocultar estas relaciones, alguna gente lo ha sospechado. Posiblemente uno de los primeros que lo sospechó fue Earl E.T. Smith, quien fuera embajador norteamericano en Cuba cuando Castro luchaba su guerra de guerrillas contra Batista. Smith estaba totalmente convencido no sólo de que Castro era comunista, sino de que había logrado llegar al poder en Cuba en 1959 gracias a los esfuerzos de alguna gente importante en el Departamento de Estado norteamericano, en especial William Wieland y Roy Rubbotom. Estos dos oscuros personajes, en particular Wieland, fueron acusados
muchas veces de que ser procastristas debido a que eran comunistas encubiertos. Lo que al parecer ni el embajador Smith ni nadie sospechó, era que ambos Wieland and Rubbotom apoyaban a Castro no porque eran comunistas, sino porque eran agentes controlados por el CFR. Por muchos años, el Departamento de Estado fue el foco de atención de muchos patriotas norteamericanos que veían cómo este departamento del gobierno caía en manos de individuos que consistentemente actuaban en detrimento de su país. Algunos de estos patriotas, como el Senador Joseph McCarthy, el Embajador Earl E.T. Smith,227 y el Director del FBI, J. Edgar Hoover, estaban firmemente convencidos de que el Departamento de Estado había sido infiltrado por una conspiración de comunistas que lo estaban usando para hacer avanzar su agenda secreta antinorteamericana. McCarthy había descubierto que el Departamento de Estado estaba controlado por un grupo bastante extenso de individuos que trabajaban incansablemente tras bastidores para destruir su país y ayudar a sus enemigos. En un discurso que pronunció en Wheeling, West Virginia, el 9 de febrero de 1950, McCarthy mencionó que había compilado una lista de 205 empleados del Departamento de Estado que trabajaban arduamente en contra de los intereses del pueblo norteamericano. Desafortunadamente, McCarthy había llegado a la conclusión errónea de que los agentes secretos del CFR que se habían infiltrado en el Departamento de Estado, necesariamente tenían que ser comunistas. Entre los agentes enemigos que se hallaban en la lista de McCarthy estaban los altos ejecutivos del Departamento de Estado Alger Hiss (CFR) y Owen Lattimore (CFR). Pero los traidores no se habían infiltrado tan sólo en el Departamento de Estado. La lista incluía a Harry Hopkins y Laughlin Currie, que trabajaban directamente para el presidente Roosevelt en la Casa Blanca, así como Harry Dexter White en el Departamento del Tesoro. La lista también incluía al General George Marshall, a quien McCarthy acusó de traición a los EE.UU. Todos a una, el presidente Eisenhower (CFR), el secretario de estado Dean Acheson (CFR) y el conocido periodista Edward Morrow (CFR), aunaron sus fuerzas en su defensa de los acusados y en un ataque demoledor contra McCarthy. El resultado fue que, a pesar de que la mayoría de la gente que McCarthy acusó eventualmente se probó que eran traidores, su grave error le costó su carrera política y posiblemente hasta su vida. No obstante, sería injusto culpar a McCarthy por su error. Tal como el profesor Carroll Quigley ha explicado, el modus operandi de los conspiradores del CFR se asemeja mucho a la forma en que actúan los comunistas. Quigley, uno de los académicos que estudió en detalle el CFR y la actividad de los conspiradores, descubrió que, Existe, y ha existido por una generación, una red anglófila internacional que opera en gran medida en la forma que la Derecha radical cre e que actúan los comunistas. De hecho, esta red no siente aversión por cooperar con los comunistas, o cualquier otro gru po, y frecuente mente lo hace. Otro que cometió un error semejante al de McCarthy al identificar a los traidores fue Robert Welch. En su libro The Politician, Welch acusó a ambos el Presidente Dwight Eisenhower y a su hermano Milton de ser comunistas. Sin embargo, en honor a la verdad, ninguno de estos individuos acusados por McCarthy y Welch eran comunistas en el estricto sentido de ser seguidores de las doctrinas marxistaleninistas y, por supuesto, no eran agentes secretos de la Unión Soviética. No obstante, en cierto modo eran en parte comunistas, pero tan sólo en el sentido de que eran agentes secretos del único y verdadero partido comuno fascista de los Estados Unidos: el Consejo de Relaciones Exteriores.
Por otra parte, todo esfuerzo en hallar una conexión entre los conspiradores del CFR y una ideología política en particular es una pérdida de tiempo total. El hecho de que en cierto momento hayan apoyado y ayudado económicamente regímenes fascistas y comunistas tan sólo significa que lo han hecho para avanzar sus planes secretos de desindustrialización y reducción de la población como pasos previos para la implantación del Nuevo Orden Mundial. En particular, dos personajes misteriosos que participaron activamente en la operación Bogotazo, William Wieland y Roy Rubboton, han encabezado la lista de los “comunistas” procastristas infiltrados en el Departamento de Estado norteamericano. Sin embargo, la verdad es que ninguno de ellos era comunista, sino agentes secretos al servicio de los conspiradores del CFR. No hay que olvidar que, desde fines del 1941, el Departamento de Estado había caído por completo bajo el control de los conspiradores. Por consiguiente, todo indica que los verdaderos promotores de Castro nunca estuvieron en el Kremlin sino en la Harold Pratt House en Manhattan, sede del CFR. 14. El Magnicida caribeño Poco se ha hablado del verdadero papel que tuvo Fidel Castro en el asesinato de Gaitán, pero existe evidencia incontrovertible de que asesinar líderes políticos, en particular presidentes, siempre ha sido una de las más fuertes obsesiones de Fidel Castro. Es posible, y su vida ulterior parece confirmarlo, que los preceptores jesuitas familiarizaran a su alumno predilecto con la Teología del padre L’Amy, en la que se expone el principio por el que la Orden concede a sus miembros el derecho a eliminar físicamente a sus adversarios. También es probable que, como alumno de los jesuitas en el Colegio de Belén en La Habana, el joven Fidel oyó de boca de sus preceptores de la Compañía el principio de la legitimidad del asesinato de los tiranos, así como de “cometer, sin pecado, actos considerados criminales por las masas ignorantes.” Prueba de lo anterior es que, en su apasionada autodefensa durante el juicio por el ataque al cuartel Moncada en 1953, Castro mencionó la teoría del jesuita español Juan Mariana quien, en su libro De Rege et Regis Institutione, comenta que cuando un gobernante usurpa el poder, aún si ha sido elegido democráticamente, pero gobierna en forma tiránica, es lícito que un ciudadano ejerza el tiranicidio. No obstante, a pesar de que algunos de los preceptores jesuitas de Castro aún profesan una gran admiración por su ex alumno, sería injusto culparlos totalmente por su conducta ulterior. Por alguna razón que ignoramos, asesinar jefes de Estado se convirtió en una de las muchas obsesiones de Fidel Castro, que comenzó a llevar a la práctica desde muy joven. El propio Hugh Thomas, uno de los más serios estudiosos del castrismo, se percató del aparente deseo de Castro de perpetuar “una tradición estudiantil de tiranicidio.” La primera persona que Castro asesinó fue Leonel Gómez, su rival en las elecciones para presidente de la Facultad de Derecho, a quien le disparó por la espalda en 1947. En 1948, participó en el asesinato de Manolo Castro. Ese mismo año asesinó a Oscar Fernández Caral, sargento de la policía universitaria. En 1949 asesinó a Justo Fuentes y a Miguel Sáez, otros líderes estudiantiles. Pero si Castro demostró ser hábil eliminando a sus enemigos, lo ha sido aún más deshaciéndose de sus amigos cuando dejan de serle útiles. Entre los que perdieron sus vidas debido a confiar demasiado en Fidel Castro están: Frank País, líder principal del Movimiento 26 de Julio; Comandante Camilo Cienfuegos, primera figura en importancia en el Ejército Rebelde; Rafael del Pino Siero, su amigo de juventud; Osvaldo Sánchez, líder del Partido Comunista tradicional; Comandante Manuel Piñeiro (Barbarroja), Jefe del Departamento América de los servicios de inteligencia; Comandante René Rodríguez,
Director del Instituto de Amistad con los Pueblos; Comandante Arnaldo Ochoa, héroe de la guerra en Angola; Coronel Antonio “Tony” de la Guardia, su hombre de confianza y asesino personal; Comandante José Abrahantes, ex Director de los servicios de inteligencia, y muchos más, incluyendo Che Guevara, que harían esta lista interminable. Sin embargo, en lo que Fidel Castro más se ha destacado en su larga carrera criminal es en asesinar jefes de Estado. Desafortunadamente, el odio profundo que Castro siempre ha sentido por los jefes de Estado democráticamente electos se sobrepuso a cualquier sentimiento tiranicida que pudiera haber sentido. En 1947, cuando tenía tan sólo 21 años, Castro se unió a un grupo de estudiantes universitarios que visitaban al Presidente Ramón Grau San Martín en el Palacio Presidencial. Grau era un político que había sido democráticamente electo por el voto popular. Durante la visita, el Presidente y los estudiantes se acercaron a uno de los grandes ventanales del segundo piso del Palacio. En ese momento Castro le sugirió a uno de ellos que asesinaran al Presidente, Tengo la fórmula para tomar el poder ahora mismo y deshacernos para siempre de este hijo de puta. Lo agarra mos y lo tiramos por el balcón. Cuando esté muerto, le hablaremos al pueblo por la radio y proclama remos el triunfo de la revolución estudiantil. Es pertinente recordar que Grau era un prestigioso cirujano y profesor universitario. Además, era un político nacionalista que siempre se opuso al control norteamericano sobre la política y la soberanía de Cuba. Grau se había ganado el odio de los conspiradores del CFR cuando comenzó a luchar por que se eliminara la Enmienda Platt de la Constitución cubana. La Enmienda autorizaba a los EE.U. a intervenir militarmente en Cuba a su antojo. En el verano de ese mismo año, Castro se unió a un grupo de aventureros que planeaban invadir la República Dominicana, asesinar al presidente Rafael L. Trujillo, y dar un golpe de estado para tomar el poder. Castro participó en el entrenamiento militar, que se llevó a cabo en Cayo Confites, un pequeño islote al norte de la provincia de Oriente. Pero las autoridades descubrieron el complot y arrestaron a la mayoría de los participantes. Castro logró escapar. Testigos presenciales afirman que el 9 de abril de 1948, durante los disturbios del Bogotazo, poco después de a 4 de la tarde de ese día, vieron a Castro al frente de una turba que gritaba “A palacio”. Según los testigos Castro portaba un rifle y gritaba histéricamente que iban al palacio a matar al presidente colombiano Mariano Ospina Pérez. En agosto de 1951, el ataúd que contenía los restos mortales del líder populista cubano Eduardo “Eddy” Chibás fue llevado a la Universidad de La Habana para que los estudiantes le rindieran homenaje. José Pardo Llada, a la sazón amigo de Castro, cuenta que Fidel se le acercó y le dijo, “Pepe, llevemos el muerto a Palacio y tomemos el poder. Tú serás el Presidente y yo el Jefe del Ejército.” El Presidente de Cuba en ese momento era Carlos Prío Socarrás, electo por el voto popular. Pardo Llada no menciona si Castro le dijo cómo pensaba deshacerse del Presidente Prío, pero un incidente ocurrido anteriormente tal vez nos dé una idea de lo que Fidel tenía en mente. En 1949, mientras Castro hacía los preparativos para un viaje que pensaba hacer a los Estados Unidos, visitaba casi diariamente el apartamento de su amigo Max Lesnick, situado en la calle Morro, muy cerca del Palacio Presidencial. Lesnick le contó a Tad Szulck que un día, mientras miraba desde el balcón hacia el Palacio, Fidel tomó una escoba y, apuntándola como si fuese un rifle, le dijo a la abuela de Lesnick: “Mire, si Prío sale a la terraza del Palacio a echar un discurso, lo mato desde aquí con una sola bala de un rifle con mira telescópica.”
En Marzo de 1953, Fidel Castro y un grupo de conspiradores se confabularon para asesinar al Presidente Fulgencio Batista. La oportunidad se les presentó cuando Batista decidió asistir a una reunión de veteranos de la Guerra de Independencia, que se celebraría en el mes de julio en Santiago de Cuba, en la provincia de Oriente. Castro y algunos de los conspiradores obtuvieron documentación falsa, uniformes del ejército y placas de auto oficiales, y viajaron a Santiago para hacerle un atentado a Batista. Pero al parecer Batista sospechó que algo andaba mal y canceló la visita. La policía tuvo sospechas de que Castro tramaba algo y lo detuvo. Pero poco después lo dejaron en libertad por falta de pruebas. Existen rumores de que el ataque al Cuartel Moncada, que Castro y su grupo realizaron unos meses después, el 26 de julio de 1953, iba a coincidir con una visita que Batista iba a hacer al cuartel. Pero de nuevo Batista canceló la visita en el último momento. Puede que los rumores tengan algo de cierto, porque la estratagema que Castro y sus hombres usaron para que los guardias abrieran la puerta de entrada fue gritar: “¡Abran la puerta. Llegó el General [Batista]!” La obsesión de Castro por asesinar presidentes no terminó cuando tomó el poder en Cuba en enero de 1959. El 26 de abril de ese año, poco después de su victoria, Castro infiltró en Panamá un grupo de cubanos y panameños residentes en Cuba. El objetivo de este grupo era asesinar al presidente Ernesto de la Guardia y encender la chispa de una revolución en ese país. Pero, pocas horas después de haber desembarcado, las fuerzas militares panameñas neutralizaron la fuerza invasora. Castro negó su participación en la invasión. No obstante, el hecho nos da una idea de su verdadera filiación política. El gobierno panameño no era una dictadura y su presidente había sido democráticamente electo por voto popular, por lo que el ataque no tenía justificación ideológica alguna. Poco después de la frustrada aventura panameña, otro grupo militar partió secretamente de Cuba el primero de junio de 1959 con destino a Costa Rica, desde donde pensaban infiltrarse en Nicaragua para ultimar al presidente/dictador Anastasio Somoza, enemigo jurado de Castro. La invasión fracasó y, por supuesto, Castro negó su participación en la misma, pero esta se ajusta al modus operandi de Castro en ese tipo de operación. Menos de dos semanas más tarde, el 14 de unio de 1959, Castro envió un grupo similar a la República Dominicana, con la misión de asesinar al Presidente Rafael L. Trujillo. La animadversión de Castro hacia el dictador dominicano se remontaba a sus días en la Universidad de La Habana, cuando, en 1947, se unió a un grupo de cubanos que se entrenaba en Cayo Confites para invadir la República Dominicana y asesinar a Trujillo. Ambas operaciones, en Nicaragua y la República Dominicana, fracasaron, y Castro se apresuró a negar que él personalmente las hubiese ordenado. Pero, dada su afinidad por tal tipo de acción, no es descabellado pensar que fue el propio Castro quien las ordenó. Tan sólo un par de meses más tarde, a mediados de agosto de 1959, Castro envió una grupo militar a Haití. Su misión consistía en asesinar a François “Papa Doc” Duvalier, el dictador haitiano. El grupo se componía de 30 cubanos, había sido organizado por Che Guevara, y lo comandaba un argelino que había luchado en las fuerzas de Castro en la Sierra Maestra. Pero, tal como había sucedido con las operaciones contra Panamá y República Dominicana, esta también resultó en un desastre, y la mayoría de los atacantes perecieron. Castro nunca respondió a las acusaciones del gobierno de Duvalier sobre su complicidad en la operación. El 26 de julio de 1960, durante un discurso que pronunció con motivo de la celebración del ataque al cuartel Moncada, Castro declaró su compromiso de “liberar” el resto de América Latina.
En 1962, Castro intentó asesinar al presidente democráticamente electo de Panamá, Roberto Chiari. Según un informe del FBI, fechado el 25 de octubre de 1962, Humberto Rodríguez Díaz, uno de los asesinos enviado por Castro, en complicidad con un ex embajador cubano en Panamá, trató de atentar contra la vida del Presidente panameño. El próximo año, en la primavera de 1963, Castro envió varias toneladas de armas y municiones a un grupo revolucionario, para que asesinaran al presidente Rómulo Betancourt. La obsesión de Castro con asesinar a Betancourt, quien inicialmente lo apoyaba, ha sido ampliamente documentada. Es altamente revelador el hecho de que los intentos de Castro de derrocar el gobierno de Venezuela no estaba dirigido contra un gobierno tiránico o antidemocrático. Por el contrario, estaban dirigidos a evitar el establecimiento de la democracia en Venezuela. El objetivo principal de los revolucionarios que Castro apoyaba era sabotear las elecciones presidenciales de 1963. El plan de Castro consistía en provocar a los militares venezolanos para que dieran un golpe de estado y, de esa forma, desacreditar el proceso democrático en Venezuela. Pero Betancourt y los reformistas democráticos estaban firmemente decididos a llevar a cabo las elecciones y, finalmente, Castro al parecer perdió interés en el proceso venezolano. Ese mismo año, los periódicos colombianos publicaron reportajes informando que los aviones que habían transportado a un grupo de asesinos desde Cuba a la península de la Guajira, en Colombia, habían sido proporcionados por Fidel Castro. La misión de este grupo era asesinar al presidente León Valencia y derrocar su gobierno. Esta información fue corroborada el 17 de octubre de 1963 por el propio Presidente Valencia, en una nota que envió a todas las misiones diplomáticas en Bogotá en la que hacía a Castro responsable por la operación. Unos pocos meses después, el 26 de febrero de 1964, un nuevo complot fue descubierto con motivo de una visita que Valencia pensaba hacer a Cali. El próximo año, Valencia señaló de nuevo a Castro como el instigador de ambos intentos de asesinato. En julio de 1979, el dictador nicaragüense Anastasio Somoza fue derrocado por efectivos del Frente Sandinista de Liberación Nacional, que contaba con el apoyo de Castro. Somoza logró escapar del país y se convirtió en un exiliado político en el Paraguay. Unos pocos meses después, Somoza y sus guardaespaldas fueron asesinados en una calle de Asunción por un grupo que usó ametralladoras y bazucas. Algunos miembros de la inteligencia castrista se jactaron públicamente de que el equipo de asesinos había sido entrenado en Cuba. Según una fuente en el Departamento de Justicia norteamericano, por cierto tiempo la CIA y el FBI investigaron la posibilidad de que Castro estuviese planeando usar sus agentes residentes en los EE.UU. para tratar de asesinar en 1976 al Presidente Gerald Ford y a su opositor en las elecciones presidenciales, Ronald Reagan. Uno de sus informantes alertó a la oficina del FBI en San Francisco que miembros del grupo terrorista radical Emiliano Zapata, en coordinación con el agente castrista Andrés Gómez, planeaban asesinar a ambos líderes. No hay que olvidar que los conspiradores detestaban a Reagan, que no era miembro del CFR. Por eso luego trataron de asesinarlo cuando era presidente, para que el vicepresidente George H.W. Bush (CFR) ocupara la presidencia. En el baboso documental Fidel, dirigido por Estela Bravo, una norteamericana muy allegada a los servicios de inteligencia castristas, Castro cuenta una anécdota sobre lo que sucedió cuando en 1963 hizo una visita a la Unión Soviética invitado por Nikita Jrushchov. El Premier soviético deseaba limar asperezas con Castro después de los sucesos de la crisis de los cohetes de 1962, en los que había llegado a un acuerdo con el Presidente Kennedy a espaldas de Castro.
Según Castro, Jrushchov lo invitó a ir de cacería y, durante ésta, un animal saltó a pocos metros enfrente del Premier Soviético y Castro le disparó con su escopeta. Los proyectiles cruzaron peligrosamente cerca de la cara de Jrushchov. “¿Y sabe lo que me pasó por la mente en ese momento?”, le preguntó Castro en el documental a su interlocutora, “¿Qué pasa [ría] si en una cacería, en un accidente de estos, yo le doy un tiro a Jrushchov?” El sólo hecho de que Castro haya recordado tan vívidamente el hecho, y que lo haya narrado con lujo de detalles, incluyendo lo que le pasó por la mente, indica que tiene una mentalidad patológicamente enrevesada. Pero, en realidad, lo que posiblemente le pasó por la mente fue asesinar a Nikita Jrushchov quien, según Castro, lo había traicionado y humillado durante la crisis de los cohetes. Todo indica que Jrushchov nunca se percató de lo cerca que estuvo de ser una víctima más en la larga lista de jefes de estado asesinados por el magnicida caribeño. Aunque la mayoría de los intentos magnicidas iniciales de Castro fracasaron, sería erróneo pensar que tan sólo fueron elucubraciones producto de una afiebrada mente juvenil. Por el contrario, Fidel Castro ha tenido una larga experiencia en la profesión de asesino, tanto directa como indirectamente, y la evidencia indica que algunas veces ha tenido éxito en su empeño — no sólo en cometer el asesinato, sino en hacerlo impunemente. La mayor prueba de su habilidad en ese campo probablemente sea el asesinato del presidente norteamericano John F. Kennedy. 15. Fidel Castro: ¿Asesino de Kennedy? Poco después de asumir la presidencia en 1963, el presidente Lyndon Baynes Johnson le dijo a algunos amigos cercanos que tenía sospechas de que el asesino del presidente John F. Kennedy había sido “influido o dirigido” por Fidel Castro como venganza. Con el pasar del tiempo, lejos de disminuir, las sospechas de Johnson aumentaron. Unos pocos años después del asesinato de Kennedy, Johnson le confesó a su amigo Howard K. Smith, “Te voy a decir algo que te hará tambalear: Kennedy estaba tratando de asesinar a Castro, pero Castro lo asesinó a él primero.” Parece que Robert Kennedy, el hermano del Presidente, albergaba sospechas similares. Cuando en enero de 1971 el periodista Jack Anderson reportó la historia de los planes de los hermanos Kennedy para asesinar a Fidel Castro, también reportó que Robert Kennedy había quedado devastado emocionalmente después de la muerte de su hermano. Robert creía que sus intentos de asesinar a Castro podrían haber provocado el asesinato de su hermano. Pero el Presidente Johnson y Robert Kennedy no eran los únicos que albergaban sospechas sobre la participación de Castro en el asesinato del Presidente Kennedy. Otro que tenía las mismas sospechas era el juez del Tribunal Supremo Earl Warren. Warren le contó en privado a unos amigos que “uno de los principales sospechosos” en el asesinato de Kennedy era Fidel Castro. También tenía las mismas sospechas el ex embajador norteamericano en México Thomas Mann. Según lo expresó, Castro es el tipo de persona que se v engaría de esta forma. El es el tipo de extremista que reacciona emocio nal en vez de intelectualmente, y sin preocuparse mucho por los riesgos. La historia de su vida lo demuestra. El Senador Robert Morgan, miembro del Comité Senatorial de Inteligencia (también llamado “Church Committee”), fue aún más categórico. Según él, no sólo tenía sospechas,
sino que estaba totalmente convencido de que Castro había sido el asesino del Presidente Kennedy. Según afirmó Morgan, No me cabe la menor duda de que Fidel Castro, o alguien siguiendo sus órdenes, asesinó a John F. Kennedy como venganza por nuestros intentos de ase sinarlo a él.” El Presidente Johnson y el resto de los que como él tenían sospechas del papel de Castro en el asesinato de Kennedy tal vez no estaban lejos de la verdad, porque Castro tenía sobradas razones para vengarse. El mismo día que Kennedy fue asesinado en Dallas, Desmond Fitzgerald, un alto oficial de inteligencia de la CIA y amigo personal del Fiscal General Robert Kennedy, sostuvo una entrevista secreta con Rolando Cubela para planear el asesinato de Fidel Castro.261 Pero mucha gente sospecha que Cubela actuaba como un doble agente, siguiendo órdenes del propio Castro. Tal como sus colaboradores cercanos pueden atestiguar, Castro es una persona muy vengativa. Nunca perdona una ofensa, real o imaginaria, en particular cuando cree que alguien lo ha humillado. Y no cabe duda de que Castro se sintió muy humillado con el resultado de la crisis de los cohetes de 1962. Algunos testigos presenciales han narrado con lujo de detalles la perreta que cogió cuando le dieron la noticia de que Jrushchov y Kennedy habían resuelto la crisis a sus espaldas, ignorándolo por completo. Según contó Che Guevara, Castro pateó una pared con tal fuerza que el impacto desprendió un espejo que se rompió en mil pedazos. Yo mismo fui testigo presencial de una de las explosiones de ira de Castro cuando, pocos días después de terminada la crisis, nos dijo a un grupo de estudiantes en la Universidad de La Habana que Nikita Jrushchov era “un maricón”, y John F. Kennedy era un “millonario comemierda” y un “hijo de puta”. En honor a la verdad, Castro tenía razones suficientes para sentirse humillado. Theodor Sorensen señaló que algunas de las medidas que los asesores del Ex-Comm (Executive Committee of the National Security Council) le sugirieron a Kennedy que tomara durante la crisis, tales como los vuelos de reconocimiento a baja altura sobre Cuba, no sólo tenían por objetivo un mejor reconocimiento aéreo, sino también hostigar y humillar a Castro. Los presidentes norteamericanos están rodeados en todo momento por un estrecho anillo de seguridad, formado por agentes altamente calificados del Servicio Secreto. Aunque un asesino solitario siempre tiene la ventaja de la iniciativa y la sorpresa, existe evidencia incontrovertible de que, poco antes del asesinato, los agentes del Servicio Secreto recibieron órdenes de retirar el anillo de seguridad que protegía a Kennedy. Pocos minutos después se llevó a cabo el asesinato. Obviamente, ni la Mafia, ni los cubanos anticastristas de Miami, ni los sur vietnamitas, ni ninguno de los otros grupos que han sido mencionados como posibles culpables del asesinato, tenía la autoridad para ordenarle al Servicio Secreto que dejara sólo al presidente. Tan sólo unos pocos altos funcionarios del gobierno norteamericano tenían esa autoridad. Lee Harvey Oswald, el presunto asesino, fue tan sólo un chivo expiatorio: un candidato de la Manchuria similar a Roa Sierra. Como en el caso de Roa Sierra, el plan era eliminarlo una vez que los verdaderos asesinos hubiesen asesinado a Kennedy. Pero todo indica que a última hora Oswald se olió que algo se tramaba y logró escapar. Una vez en custodia, otro agente de los conspiradores, Jack Ruby, asesinó a Oswald. Poco después Ruby fue a su vez asesinado. Pero pocos saben que, poco antes del asesinato, Ruby había estado en Cuba en dos oportunidades. Según él, el motivo de su visita había sido para entrevistarse con Santo
Trafficante, su amigo de la Mafia que se encontraba preso en Cuba. Sin embargo, muchos sospechaban que en realidad Trafficante trabajaba para Castro. No voy a adentrarme aquí en una explicación detallada, que sería demasiado larga, de los hechos que apuntan hacia Fidel Castro como partícipe en el asesinato de John F, Kennedy. Baste decir que ya hay autores que han señalado esa posibilidad y brindado pruebas irrefutables de esa participación. Véase, por ejemplo, el libro de Gus Russo Live by the Sword,264 el documental de Wilfried Huismann Rendezvous with Death, y mi propio libro The Secret Fidel Castro, en el que dedico todo un capítulo a ese tema. Pero, como verán más adelante, en mi caso he avanzado un paso más, y ahora estoy convencido de que tanto el asesinato de Kennedy, como el de Gaitán, el de Allende, y posiblemente el de Che Guevara, fueron operaciones conjuntas ejecutadas por Castro y la CIA siguiendo órdenes de los banqueros de Wall Street y los magnates petroleros aglutinados en el Consejo de Relaciones Exteriores. 16. Fidel Castro: ¿Asesino de Allende? Cada día que pasa, la muerte del presidente constitucional de Chile, Salvador Allende, ocurrida el 11 de septiembre de 1973, recuerda más y más Rashomon, la famosa novela de Riunosuke Akutagawa, luego inmortalizada en el cine por Akira Kurosawa. Como en Rashomon, los supuestos testigos presenciales dan versiones diferentes y contradictorias de los hechos, las cuales son negadas a su vez por otros que alegan conocer la verdad. La versión más difundida, expresada por Fidel Castro y adoptada inmediatamente y sin reservas por los colaboradores cercanos de Allende, es que el Presidente de Chile murió como un héroe luchando contra los golpistas. En un discurso que pronunció en la Plaza de la Revolución en La Habana el 28 de septiembre de 1973, Fidel Castro oficializó esta versión idealizada de los sucesos. Pero, como veremos a continuación, poco a poco han ido apareciendo versiones que difieren radicalmente de esa historia inicial de los hechos. Por ejemplo, aún entre los colaboradores cercanos al Presidente que se hallaban en La Moneda en los momentos en que ocurrieron los hechos, las versiones son contradictorias. En su libro Las muertes de Allende, Hermes Benítez expone varias hipótesis sobre la forma en que murió Salvador Allende. Una de las más conocidas es la versión del doctor Patricio Guijón, según la cual Allende se suicidó con el propio fusil AK-47 que le había regalado Fidel Castro. Esta versión fue aceptada y difundida por los militares golpistas. Sin embargo la única persona que atestiguó que Allende se había suicidado fue el propio doctor Guijón, quien formaba parte del equipo médico presidencial. El Dr. Guijón declaró que Allende se había suicidado porque cuando él bajaba del segundo piso de La Moneda, a poco de que los golpistas ocuparan el edificio, escuchó un disparo, volvió a subir las escaleras, y encontró a Allende en un charco de sangre. Es bueno aclarar que Guijón no fue testigo presencial de la muerte de Allende, por tanto no lo vio suicidarse. Es más, hasta el momento, no existe ni un solo testigo presencial de este supuesto suicidio. Por su parte, desde el comienzo, los izquierdistas chilenos no aceptaron la versión del suicidio. Según éstos, Allende murió heroicamente en el combate de La Moneda, disparando su fusil contra los asaltantes hasta el último momento. Esta fue la versión ofrecida por su hija Beatriz “Tati” Allende y por Fidel Castro. Sin entrar en detalles, pues la mayor parte de esta información es del dominio público y está al alcance de todos en la Internet, hay varias versiones sobre cuántos disparos se escucharon. Por otra parte, algunos aseguran que, después de su muerte, el cadáver de Allende fue colocado en un diván, con el fusil entre las piernas. También se mencionan varios impactos de bala en el gobelino que tapizaba la pared detrás del diván.
En un artículo titulado “El sacrificio de un ciudadano de América Latina”, Hugo Guzmán, uno de los escoltas, ofrece interesantes detalles sobre lo sucedido en los últimos momentos del asalto a La Moneda, Nosotros, como escoltas, no podemos dar fe de que Allende se auto eliminó. … Al lugar donde estaba el cuerpo de A llende, los primeros que entran son un reportero supuestamen te de El Me rcurio que, por lo que sabemos, era agente de la CIA. Fue el único que sacó todas las fotos. También entra el oficial Fernández Larios, de Inteligencia del Ejército, que ahora está en Estados Unidos como testigo protegido porque les ayudó para culpar al DINA del asesinato del canciller Orland o Letelier en Washington. Es un hombre de la CIA. Y entró el general Pedr o Espinoza, jefe de Inteligencia. En las dos únic as fotos que se han podido ver, aparece Allende con la camisa completamente limpia. El cuel lo de la camisa también aparece blanco, limpio, sin manchas. Una persona que se dispara en la cabeza, lo que sangra es mucho. Él tenía limpio el cuello y la camisa. Esa es una cosa que se contradice con la versión de la auto inmolación con el fusil AK. Por cierto, hay informes de que los soldados, además de sacar las fotos, pusieron el cadáver en el piso, lo desnudaron, lo revisaron y luego volvieron a vestirlo con sus ropas. Aún más, otro de los escoltas de Allende, dice que las dos fotos testimonian aún más confusiones. En una, Allende aparece medio recostado con el fusil AK arriba de las piernas, y en la otra foto está sentado en el sillón, no recostado, y con el AK parado en el suelo, entre las piernas, con la culata apoyada en el suelo. Lo anterior coincide con versiones publicadas en los años 1974 y 1975, que señalaban que Allende había combatido después de despedir a sus colaboradores, junto a integrantes de la escolta, hasta que una ráfaga lo derribó. Dos escoltas lo habrían cargado hasta el sillón presidencial y ahí lo dejaron después de colocar el fusil sobre sus piernas. Esos podrían haber sido algunos de los miembros de la seguridad personal de Allende, heridos y asesinados posteriormente. Por otra parte, la autopsia realizada a Allende dista mucho de ser definitiva. Todo indica que el informe de los médicos forenses se realizó bajo coacción. A Hortensia Bussi, la viuda de Allende, no le permitieron ver el cuerpo. Menos de 24 horas después de haber muerto, Allende ya había sido sepultado en un cementerio en Viña del Mar. En un artículo publicado el 11 de septiembre del 2003, el autor narra como en Febrero de 1986 Hortensia Bussi le confesó que, Hasta el día de hoy yo no sé si en el féretro que me presentaron los militares estaba o no el cadáver de Allende. … Vi nada más que un lienzo blanco, debajo del cual se suponía que había un cuerpo, y un militar me agarró por la muñeca y me obligó a cerrar. Yo no sé, nunca supe, si ése era Allende. Como si todo esto fuera poco, en el 2005, Juan Vivés, pseudónimo de Andrés Alfaya, un exoficial de la inteligencia castrista que vive exiliado en Francia, dio al mundo una nueva versión diametralmente distinta de los hechos. Según Vivés, el Presidente chileno no se suicidó ni murió en combate, sino que fue asesinado, siguiendo órdenes de Castro, por el general de las Tropas Especiales cubanas Patricio de la Guardia, quien en la práctica era el verdadero jefe de la seguridad personal de Allende. Vivés afirma que esto lo oyó de boca de su tío, el ex presidente cubano Osvaldo Dorticós, quien a su vez lo había oído comentar a los más altos niveles del gobierno cubano. Aunque sorprendente, la afirmación de Vivés simplemente le añadió veracidad a un persistente rumor que ha circulado en Cuba por muchos años.
Por otra parte, según otras fuentes en Chile, la historia de que Allende se suicidó con el fusil Kalashnikov que le había regalado Castro, simplemente no puede ser cierta. En primer lugar, porque el cuerpo de Allende presentaba cuatro heridas de bala: dos en el abdomen, una en el tórax, y otra en la cabeza, que penetró por un ojo y al salir le destruyó gran parte de la parte posterior del cráneo. Esto niega totalmente la posibilidad de un suicidio. En segundo lugar, porque los proyectiles hallados en el cadáver de Allende eran de 9 mm., un calibre diferente al 7.62 mm. que usa el AK-47. Sin embargo, se sabe que Patricio de la Guardia usualmente portaba una subametralladora UZI, que dispara balas 9 mm. Algunos de los presentes en La Moneda niegan que Patricio de la Guardia estuviese allí cuando murió el Presidente, pero otros aseguran que ambos hermanos de la Guardia, Tony y Patricio, estaban allí cuando murió Allende. De hecho, ha comenzado a rodar una especie de teoría conspiratoria en la que se alega que el resto de las fotos que tomó el fotógrafo se hicieron desaparecer porque en algunas de ellas aparecía Patricio de la Guardia. En una entrevista realizada algo después, Vivés abundó sobre el tema. Según Vivés, varias semanas después del golpe, se hallaba en el bar Las Cañas, del Hotel Habana Libre (antiguo Havana Hilton), donde se encontró con Patricio de la Guardia y el jefe de la escolta de Fidel, conocido como “el Chino”. Durante la conversación, el Chino le preguntó a Patricio cómo se habían comportado los hombres de la escolta de Allende que él [el Chino] había entrenado. Vivés asegura que la respuesta de Patricio al referirse a Allende fue tajante: “Le metí un ramalazo y lo maté por pendejo. Abajo tuve que matar a un periodista que se apodaba 'el Perro'”. Pero Vivés no es el único que afirma que Patricio de la Guardia fue quien ultimó a Allende. Dariel Alarcón Ramírez (“Benigno”), uno de los tres sobrevivientes de la guerrilla del Che Guevara en Bolivia, ahora en el exilio en Francia, ha confirmado lo dicho por Vivés. Según Alarcón, él también estaba presente cuando en otra ocasión, a su regreso de Chile, Patricio de la Guardia le confesó a un grupo de amigos que él había matado a Allende. No obstante, la versión de los hechos contada por Vivés y confirmada por Alarcón no es nueva. Un cable de la AFP fechado el 12 de septiembre de 1973, el día siguiente a los hechos, había informado que, Según fuentes de la derecha chilena, el presidente Allende fue matado por su guardia personal en momentos en que pedía cinco minutos de cese al fuego para rendirse a los militares quienes estaban a punto de entrar al palacio de La Moneda. Por otra parte, lo único que explica que Castro no haya fusilado a Patricio de la Guardia cuando fusiló a su hermano gemelo Tony, es que Patricio posee información que, si se divulgara, sería altamente perjudicial para Castro. Todo oficial de inteligencia descubre, tarde o temprano, que trabaja para una organización corrupta, cuyo único fin es el beneficio material y la supervivencia de sus líderes. Cuando se dan cuenta de esto, los oficiales de inteligencia inteligentes se preparan para una traición proveniente de su propia organización y ponen a buen recaudo documentos comprometedores que, en caso de emergencia, puedan usar en contra de sus empleadores. Estos son por lo general los oficiales de inteligencia que logran retirarse y mueren en su lecho. Muchos de los que no lo hacen sufren las consecuencias, algunos pagando con sus propias vidas. En este caso, Patricio demostró ser mucho más inteligente que su hermano Tony. En todo crimen, lo primero que hace un investigador es comprobar si el supuesto autor del mismo tenía el motivo, la habilidad, los medios, y la oportunidad para cometerlo, así
como que era reincidente; es decir, si tiene la tendencia a cometer ese tipo de crimen en particular. Un somero análisis de los hechos demuestra que Fidel Castro tenía el motivo. Son muchos los que afirman que el triunfo de Allende echaba por tierra la teoría castrista de la lucha armada como única vía para implementar el socialismo en un país de América Latina. Por consiguiente, Castro tenía motivos sobrados para descarrilar el proceso democrático en Chile y deshacerse de Allende. Además, y esto es muy importante, como veremos más adelante, Castro debe haberse sentido muy ofendido cuando, a sus ojos, Allende lo humilló. Castro también tenía la habilidad, es decir, era diestro en asesinatos políticos. Desde que ingresó a la Universidad de La Habana, se sumó a los grupos gansteriles que por esa época pululaban. Allí Castro descubrió que existía una vía rápida de deshacerse de sus enemigos. También Castro poseía los medios. En los meses posteriores a la toma del poder por Allende, Castro había logrado infiltrar en Chile a miles de sus agentes, muchos de ellos miembros de sus fuerzas especiales. Algunos de estos agente terminaron engrosando las filas del GAP (Grupo de Amigos del Presidente), una especie de guardia personal para la protección de Allende. Por las valijas diplomáticas que enviaba a la embajada de Cuba en Santiago, Castro logró introducir ilegalmente al país cientos de armas y municiones de varios tipos. Castro también tuvo la oportunidad para cometer el asesinato de Allende. Esta oportunidad se la proporcionó el propio golpe militar. El caos imperante en La Moneda en los momentos en que los atacantes se disponían al asalto final creó las condiciones propicias para cometer el asesinato de Allende y encubrirlo tras una falsa muerte en combate o un falso suicidio. Los conspiradores de Wall Street siempre han buscado crear enemigos de los Estados Unidos que justifiquen la carrera armamentista de ese país, de la cual son ellos los únicos que se benefician, no el pueblo norteamericano. La tarea de Castro consistía en hacer de Allende otro enemigo más de los Estados Unidos — tal como hizo años después con el subagente Hugo Chávez. Pero el presidente chileno no era un gorila inculto como Chávez, sino una persona educada, inteligente, amante de las leyes de su país y, al parecer, tenía una idea bien diferente de la de Castro acerca del futuro de Chile. A fines de 1971 Castro fue de visita a Chile por una semana invitado por Allende, pero prolongó su visita por casi tres. Según comentarios hechos a sus colaboradores cercanos, algunos expresados durante el vuelo de regreso a Cuba, durante la visita Castro llegó a la conclusión de que Allende no iba a ser un dócil instrumento para sus fines. Castro comentó una y otra vez su escepticismo ante la posibilidad de una vía pacífica al socialismo en Chile bajo el liderazgo de Allende. Por otra parte, Allende también parece haber llegado a la conclusión de que la amistad con Fidel Castro no lo beneficiaba. Prueba de esto es su negativa a presentarse en el acto final de despedida a Castro en el Estadio Nacional y el hecho de que, contrariamente a lo que acostumbra el protocolo, no firmara una declaración conjunta con Castro al fin de su viaje. Cuando Castro le comunicó a sus amos de Wall Street el fracaso de sus intentos de incitar a Allende a tomar la vía de la revolución violenta, éstos decidieron que había que deshacerse del presidente de Chile. Para ello se valieron de su departamento especializado en subversión y guerra psicológica, la CIA, y de dos de sus más valiosos agentes: Henry Kissinger y Fidel Castro. La experiencia que obtuvo Kissinger con el asesinato de Allende le sirvió de mucho al planear el asesinato del Primer Ministro Aldo Moro en 1978. Por cierto, es probable que
algunos de los miembros de las Brigadas Rojas que asesinaron a Moro siguiendo órdenes de la CIA hayan sido entrenados en Cuba. Varios asistentes de Kissinger han mencionado que a éste le preocupaba mucho más Allende en el poder en Chile que Castro en Cuba, porque, según Kissinger, “Allende era un ejemplo vivo de reforma social democrática en América Latina”, y porque el éxito de Allende dentro del proceso democrático podría “desencadenarse” con resultados como los de Europa, donde el Eurocomunismo, operando dentro de la democracia parlamentaria, lo preocupaba y también “lo asustaba”. El derrocamiento de Allende fue el puntillazo final que desacreditó total y definitivamente la teoría de la “coexistencia pacífica” formulada por el primer ministro soviético Nikita Jrushchov. Poco después del derrocamiento de Allende, Boris Ponomarev, Jefe del Departamento Internacional del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), expresó en un informe sobre los sucesos de Chile, que el comunismo debía prepararse “para contestar con violencia revolucionaria la violencia reaccionaria de la burguesía.” Esta afirmación indicaba que el régimen de Leonid Brezhnev había abandonado la doctrina de Jrushchov de la transición pacífica al socialismo en el Tercer Mundo en favor de una política de estrategia militar agresiva — tal como querían Castro, Kissinger y sus amos del CFR. Otro autor ha mencionado que, a resultas del golpe militar a Allende, “las tácticas soviéticas sufrieron grandes innovaciones” durante este período, tales como la declaración oficial de que los “frentes político-militares” modelados al estilo del M-26-7 de Castro, asumirían el papel de vanguardia revolucionaria previamente adjudicado a los partidos comunistas tradicionales. Se hace evidente que existía una coincidencia entre los objetivos de Kissinger y los Castro — ambos agentes clave de los conspiradores del CFR — en mantener la Guerra Fría lo más caliente posible. En cuanto a Castro, no sólo cumplió la orden a cabalidad, sino que lo hizo con gusto. En primer lugar, por su odio irracional hacia todo jefe de Estado. En segundo lugar, por la humillación a que lo sometió Allende cuando se negó a asistir al acto en el estadio. No hay que olvidar que Castro es una persona que nunca perdona una humillación, real o imaginaria. Fidel Castro tuvo un papel decisivo en minar el gobierno de Allende. En primer lugar, porque organizó, financió y armó al Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, un grupo izquierdista radical que trataba de implantar el socialismo en Chile por medio de actividades criminales violentas, tales como el terrorismo, asaltos a bancos y asesinatos. En segundo lugar, porque Castro también colaboró y dio armas y entrenamiento militar a los miembros de extrema izquierda del propio partido de Allende. Al momento del golpe, había en Chile cerca de 13,000 extranjeros, la mayor parte de ellos cubanos, que habían entrado ilegalmente al país. Estos extranjeros estaban creando un ejército paralelo que pudiera oponerse a las fuerzas militares regulares chilenas. Muchos de estos cubanos lograron ocupar posiciones administrativas importantes en oficinas del Estado chileno. La embajada cubana en Santiago había acreditado 42 diplomáticos, en contraste con sólo seis en la embajada de Chile en La Habana. Durante el año del golpe, 987 cubanos visitaron Chile en misiones diplomáticas o comerciales. Se sabe que muchos de ellos intervinieron en actividades políticas y económicas del gobierno chileno, particularmente las relacionadas con la presidencia de la República. La mayor parte de los instructores y líderes de los grupos paramilitares eran cubanos o habían sido entrenados en Cuba. Más tarde, con su visita oficial a Chile de una semana que prolongó por 21 días, precisamente en el momento crítico en que el gobierno de la Unidad Popular enfrentaba una fuerte
oposición de la centroderecha, el huésped inoportuno e injerencista causó aún más problemas. Durante tres semanas, en un esfuerzo por causar el mayor daño posible al gobierno de Allende, Castro se paseó por Chile alabando en concentraciones las medidas radicales de su propio régimen, criticando la democracia parlamentaria, enseñando cómo se hace una revolución marxista, y ganándose la animadversión de los conservadores y los militares. Al despedirse del pueblo chileno durante su discurso en un acto en el Estadio Nacional — al que Allende como muestra de su disgusto no asistió —, Castro declaró, en una evidente crítica a Allende, “Regreso a Cuba más revolucionario y extremista de lo que vine.” En realidad Castro estaba haciendo lo que siempre ha hecho con gran éxito en favor de sus amos del CFR: actuar como agente provocador, impulsando a otros por caminos no deseados. Mientras expresaba en público su apoyo a Allende, tras bastidores manipulaba a militantes extremistas entrenados en Cuba para que presionaran a Allende desde la extrema izquierda. El resultado inmediato del trabajo de Castro como agente provocador al servicio de los banqueros de Wall Street en estrecha coordinación con la CIA no se hizo esperar. El mismo día de su despedida, miles de mujeres de la oposición se lanzaron a la calle a protestar, batiendo con furia sus cacerolas como protesta por la creciente falta de suministros. Por su parte, algunos de los miembros del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), trataron de reprimir a las mujeres lanzándoles piedras. Castro había destruido en unas pocos día la precaria paz entre los grupos divergentes que tanto tiempo y trabajo le había costado a Allende lograr. No conforme con haber hostigado y conspirado contra Allende en vida, Castro también trató de manipularlo para sus fines ocultos después de muerto. En un discurso que pronunció en La Habana el 28 de septiembre de 1973, Castro le contó al mundo la falsa historia de que Salvador Allende había caído en La Moneda combatiendo con el fusil que él mismo le había regalado. Pero tal parece que el odio de Fidel Castro hacia los Allende no se limitó al Presidente. Poco tiempo después se dio a conocer que Beatriz “Tati” Allende se había suicidado en La Habana dándose un tiro con la pistola de su esposo, Luis Fernández de Oña, oficial de la Seguridad cubana. No pasó mucho tiempo antes de que Laura, la hermana de Allende, también se suicidara al lanzarse del piso 16 del apartamento donde vivía en la barriada del Vedado. Un hecho que pone de manifiesto el lado malvado oculto de Fidel Castro es su conducta en relación con “Tati” Allende. Beatriz Allende ,“Tati”, era la colaboradora más próxima al presidente, y dirigía el equipo de la secretaría privada en el Palacio de La Moneda. A fin de usarla para sus fines, Fidel Castro designó al apuesto cubano Luis Fernández de Oña (alias “Demid”) para que se hiciera pasar por diplomático, la sedujera, y se casara con ella para controlarla y obtener información. Después del golpe militar, Beatriz marchó al exilio en Cuba con su esposo. Pero, una vez allí, Fernández de Oña volvió con su primera esposa, y le explicó a Beatriz que nunca la había querido y que se había casado con ella siguiendo órdenes superiores. Como se puede apreciar, el tratamiento de Castro hacia la hija de Allende, que se inició mucho antes de las primeras diferencias entre Castro y Allende, no fue amistoso, sino traicionero y hostil. Sin embargo, esto no es sorprendente, sino que marca un estilo de comportamiento típico de Fidel Castro. Muchos que lo han conocido de cerca afirman que Castro no tiene amigos, y que usa a los que lo rodean como fichas en su juego secreto, y luego las descarta cuando le conviene sin siquiera un asomo de escrúpulos.
Después de conocer el papel cardinal que jugó Fidel Castro en la desestabilización, el derrocamiento, y posiblemente en la eliminación física de Salvador Allende, sería un error pensar que sus motivos fueron tan sólo personales. Es cierto que el modelo chileno del socialismo estaba en contradicción con el modelo castrista de la vía violenta. También es cierto que Allende humilló a Castro, y éste no perdona las humillaciones. Pero lo más probable es que Fidel Castro haya recibido las órdenes de eliminar a Allende de sus verdaderos amos: los banqueros de Wall Street que siempre han sido los verdaderos promotores secretos de la revolución violenta. En realidad el derrocamiento y asesinato de Allende había sido dictado el 16 de septiembre de 1970, 12 días después que Allende ganó las elecciones y esperaba por la confirmación del Congreso chileno. La orden la mencionó el agente criminal internacional Henry Kissinger, portavoz de los banqueros, en una conferencia de prensa que ofreció en Chicago como asistente especial de la Casa Blanca en asuntos de seguridad nacional. Según Kissinger, si Allende era confirmado, un régimen comunista surgiría en Chile, y pronto Argentina, Bolivia y Perú seguirían el ejemplo. Por supuesto, que no hay que dejarse engañar con el lenguaje de Kissinger. La creación de un régimen “comunista” en Chile, y que el ejemplo cundiera en América Latina, era precisamente el sueño dorado de los banqueros y del complejo militar-industrial norteamericano, siempre en busca de enemigos. Sin embargo, para sorpresa de los banqueros, y a pesar de los esfuerzos de su agente Fidel Castro, Allende se negó a implementar en Chile el régimen comunista con el que soñaban los conspiradores del CFR. Se sospecha que las operaciones desestabilizadoras de la CIA en Chile fueron autorizadas por el súper secreto “Comité de los 40”, que dirigía Kissinger en el Consejo de Seguridad Nacional. Es bueno recordar que el Consejo de Seguridad Nacional (NSC) y la CIA fueron creados en 1947 por los banqueros para sus propios fines secretos. Al tener en sus manos el control de la CIA, del NSC, y del Departamento de Estado — del cual ya se habían apoderado desde hacía muchos años —, los banqueros lograron establecer un control casi total sobre el gobierno de los estados Unidos. En una melosa carta que le escribió a Fidel Castro en el 2007,276 Gloria Gaitán le expresó su profundo amor al tirano asesino caribeño. En su obcecación, Gloria se ha esforzado en ignorar los múltiples indicios que apuntan hacia Castro como participante activo en el asesinato de su padre. Más aún, ha ignorado la posible participación de Fidel Castro en el asesinato de su amante, Salvador Allende. Pero Gloria Gaitán no es un caso aislado. Paradójicamente, Fidel Castro siempre ha contado con el apoyo no sólo de los conspiradores imperialistas de Wall Street, sino también de los incautos antiimperialistas que se oponen al llamado “imperialismo norteamericano” — que no es sino el imperialismo de los magnates petroleros y los banqueros de Wall Street que controlan ese país. Esto explica en cierta manera el por qué estos “antiimperialistas” de pacotilla han perdido todas las batallas. Para ellos, el libro de Sun Tzu El Arte de la Guerra debía ser lectura obligatoria. Según Sun Tzu, sólo quien conoce a su enemigo y se conoce a sí mismo ganará todas las batallas. Desafortunadamente, la mayoría de quienes luchan contra el “imperialismo norteamericano” desconocen quién es su verdadero enemigo y quiénes son sus agentes secretos.