III.2.2. EL INTERIOR DEL ENTRAMADO
CAPITULO III
EL SISTEMA FINANCIERO MUNDIAL Y SUS NÚCLEOS DE PODER
III.2. LOS CÍRCULOS CONCÉNTRICOS: ANILLOS EXTERIORES Y ANILLOS INTERIORES
III.2.2. EL INTERIOR DEL ENTRAMADO
III.2.2.1. EL REAL INSTITUTO DE ASUNTOS INTERNACIONALES Y EL CONSEJO DE RELACIONES EXTERIORES
Con arreglo a la versión oficial, el Instituto de Asuntos
Internacionales fue constituido en 1920 como resultado de las
conversaciones mantenidas por varios delegados británicos y
norteamericanos asistentes a la Conferencia de Paz de 1919, celebrada en París
al término de la 1ª Guerra Mundial. Más tarde, en 1926, el
Instituto recibía el título de "Real" en virtud de una
Carta de la Corona británica que le encomendaba la tarea de promover y
sufragar medios de información sobre cuestiones internacionales, pero de
forma que los análisis vertidos en los mismos no fuesen en ningún
caso asumidos oficialmente por la institución. La entidad debería
financiarse con las aportaciones de sus miembros individuales, con sus propias
inversiones y con las donaciones recibidas para labores de investigación.
Hasta aquí llega la información que el susodicho Instituto difunde
sobre sí mismo. De lo que ahora se trata, pues, es de penetrar en su
verdadera génesis y en los resortes que impulsaron su constitución.
El 19 de mayo de 1919, Edward Mendel House, alias "coronel"
House, convocó a una reunión de trabajo en el hotel Majestic a un
reducido grupo de delegados norteamericanos y británicos participantes en
la Conferencia de Versalles. De este sujeto, cuyo decisivo papel en la adopción
del Federal Board System norteamericano ya fue significado páginas atrás,
podría escribirse en términos muy similares a los empleados cuando
se describiera la trayectoria de Joseph Retinger, pues se trata de otro de esos
singulares personajes cuyo papel en la historia reciente, siempre desarrollado
en la sombra, ha sido incomparablemente superior al de innumerables figurones
políticos que han gozado de gran notoriedad. Además de eminencia
gris de Woodrow Wilson, el "coronel" House ejerció
como peón de lujo del Establishment financiero estadounidense,
circunstancias que compaginaba con su condición de iniciado en la logia
iluminista Maestros de la Sabiduría y con su pertenencia a la sociedad
The Order.
Por parte americana, los asistentes a dicha reunión fueron John
Foster Dulle, futuro secretario de Estado, y su hermano Allen
Dulles, tiempo después director de la CIA, ambos
perteneciente a un bufete de abogados ligado a los trusts Morgan y
Rockefeller, Christian Herter, que también
ocuparía años después la Secretaría de Estado,
Jerome Greene, asesor del Instituto Rockefeller,
W.Shepardson, miembro de la sociedad The Order, Robert
Lansing, James Shotwell, Archibald Carey
Coolidge y el general Tasker Bliss, todos
ellos vinculados a instituciones dominadas por la sección norteamericana
de la Round Table. En la delegación británica figuraban lord
Robert Cecil, lord Eustace Percy, sir Valentine Chirol, Lionel Curtis,
Harold Temperly y Edward Grigg, miembros todos ellos de la Round Table
y de la Fabian Society.
El 30 de mayo tuvo lugar un segundo encuentro, y el 12 de junio, en la
tercera reunión, fueron designados Lionel Curtis y Whitney
Shepardson, respectivamente, como secretarios de las ramas inglesa y
americana de la organización. Asimismo se acordó que cada una de
las dos ramas del Instituto adoptara una denominación propia. De acuerdo
con dicha determinación, el 9 de noviembre de 1923 se presentaba
oficialmente la sección inglesa bajo el nombre de Instituto Británico
de Asuntos Internacionales, título que fue sustituído en 1926,
tras la concesión de la Carta Real, por el definitivo de Real Instituto
de Asuntos Internacionales. Su sede social se estableció en un inmueble
conocido como Chatam House (10 de Saint-James Square), donde también tenía
sus dependencias la Round Table.
Siguiendo los mismos designios, la sección norteamericana se constituía
oficialmente en 1921 con el nombre de Council on Foreign Relations (CFR) o
Consejo de Relaciones Exteriores. Ni que decir tiene que la dirección del
nuevo organismo recayó en el ínclito House, cuyas especiales
relaciones con los magnates de la banca neoyorquina explican el hecho de que se
rodease en la plana mayor del Consejo de elementos reclutados entre los
asociados de la banca J.P.Morgan, en los despachos jurídicos que
trabajaban para dicha firma, y en los círculos tecnocráticos
vinculados a la Alta Finanza. Figuraban entre ellos los ya mencionados John
y Allen Dulles, Otto Khan, Isaías Bowman, Norman Davis, Paul Crawath,
Whitney Shepardson, Philip Jessup y Charles Seymur.
Desde entonces hasta hoy, el CFR ha venido siendo uno de los más
eficientes instrumentos del Establishment, que a través de este organismo
determina el curso de la vida pública estadounidense en todos los ámbitos,
y muy especialmente en el relativo a la política exterior, como iremos
viendo a lo largo de las páginas sucesivas.
Entre la firmas multinacionales y Fundaciones "filantrópicas"
que contribuyen a costear los ingentes gastos de este poderoso club figuran la
Carnegie Corporation of New York, IBM World Trade Corporation, General Motors
Corporation, Morgan Guaranty Trust Company, Citybank, Chemical Bank, Citicorp,
International Minerals and Chemical Corporation, Association of Radio and
Television News Analysts, The Ford Fundation, The Rockefeller Fundation,
Rockefeller Brothers Fundation, The Andrew Mellon Fundation y The Commonwealth
Fundation.
Eso no impide, más bien todo lo contrario, que el CFR sea el
organismo donde mejor se ha operado la síntesis fabiana entre el
capitalismo y uno de sus hijos bastardos, el marxismo, que de esta forma, una
vez ultimada la labor de disolución cultural y espiritual para la que fue
diseñado, se reintegra a la matriz burguesa de la que surgió.
Dicho de otro modo, el CFR ofrece el más preclaro exponente de la dialéctica
hegeliana, y en su seno los dos supuestos antagonistas se funden en la síntesis
deseada. Aquí, el internacionalismo "proletario" de la retórica
marxista se transfigura en el cosmopolitismo "humanista" del
capitalismo multinacional; el materialismo marxista se identifica con el
materialismo burgués que lo engendró; y el gregarismo social del
colectivismo bolchevique se corresponde con el paraíso progresista de las
masas uniformizadas pastando en los prados felices del bienestar nihilista y del
consumismo material.
No tiene nada de extraño, por tanto, que este Club oligárquico
patrocinado por el Gran Capital haya servido de tribuna para la difusión
de la "cultura" izquierdista y contado entre sus miembros con
innumerables gentlemen filomarxistas. Además del ya citado Henry
Kissinger (presidente en su día de este organismo) y de
su equipo de colaboradores pro-soviéticos, son abundantes los ejemplos de
oligarcas progresistas que han destacado en sus filas. Entre algunos de los más
conocidos figuran Alger Hiss, Herbert Matthews, John Fairbank y Harry
Dexter White, todos ellos agentes activos de la Inteligencia soviética
durante la época de la "confrontación".
El caso de Alger Hiss merece especial significación,
entre otras razones porque ilustra bastante bien la naturaleza del régimen
de Franklin Delano Roosevelt y de su equipo de colaboradores íntimos
(Baruch,Morgenthau, Lehman, Frankfurter, Hopkins, Rosenmann, Bloch,
Cullmann), todos ellos miembros del CFR y de la Round Table, todos
ellos acaudalados plutócratas y todos ellos simpatizantes y benefactores
del régimen estalinista. Pues bien, entre esos colaboradores de Roosevelt
figuraba también Alger Hiss, cuya importancia viene dada por el decisivo
papel que, en su calidad de asesor especial del Departamento de Estado, desempeñó
en los acuerdos de Yalta, tan provechosos para la Rusia soviética.
Nacido en el seno de una familia de la alta burguesía, Alger
Hiss cursó estudios en Harvard, feudo fabiano donde fue
captado para su equipo de cerebros por el financiero Frankfurter, uno de los ideólogos
del New Deal. Tras prestar servicios como abogado en una firma de Wall Streett,
entró en contacto con otro destacado militante de la izquierda del New
Deal, Lee
Pressmann, quien le introdujo en la organización WARE,
una red de espionaje al servicio del Komitern. Aunque la trayectoria de Hiss
suscitó frecuentes sospechas, no sería hasta tiempo después,
con motivo de las imputaciones formuladas contra él por un ex-camarada de
la red WARE, Whittaker Chambers, cuando quedaron al
descubierto sus vínculos con los servicios secretos soviéticos y
su intensa labor de penetración y reclutamiento en las altas esferas de
la Administración estadounidense. Pero lo más esperpéntico
de este asunto sería su desenlace, ya que, una vez desenmascarado, Alger
Hiss fue retirado del servicio estatal, recibiendo por toda sanción la
presidencia del Carnegie Endowment for Peace, una de las principales entidades
patrocinadoras de las Conferencias Bilderberg.
Otro de los "camaradas" americanos que desempeñó un
importante papel en los acuerdos de Yalta fue Averell Harriman,
embajador especial de Roosevelt en la Conferencia, miembro de una poderosa saga
de banqueros y socio del CFR. Este sujeto, conocido tanto por su pertenencia a
todos los círculos oligárquico-mundialistas como por sus
deferencias hacia la antigua URSS, fue señalado por Anatoli Golitsin,
ex-agente del KGB, como uno de los más activos integrantes de la red
filomarxista de la Administración estadounidense.
Naturalmente, el CFR no es el único espacio en el que se ha operado
la síntesis ideológica señalada, aunque sí el más
notorio. Los núcleos iluministas radicados en las Universidades de Oxford
y Yale, de los que se hablará más adelante, se han mostrado
igualmente activos en esa misma labor, si bien dentro del más absoluto
hermetismo. Igualmente digna de mención a este respecto es la Universidad
de Cambridge, bastión fabiano del que salieron los dandis británicos
Philby, McLean, Blunt, Burgess y Cairncross, cuyos eficientes
servicios al régimen estalinista han sido minuciosamente recogidos en una
obra escrita por el que fuera su enlace soviético, el oficial del KGB
Yuri Modin.
El órgano oficial del CFR es la revista Foreign Affairs, una
publicación trimestral abierta a todos las opiniones "progresistas"
en la que vierten sus análisis los iniciados en los discretos círculos
del Poder. Dado su carácter "abierto", la revista reitera en
cada uno de sus números que no asume oficialmente ninguna de las tesis
expuestas en ella por sus colaboradores, añadiendo que tan sólo se
ofrece como un foro de reflexión en el que confluyan ideas "divergentes",
por estimar que de esa forma se facilita a sus lectores una mejor información
que adscribiéndose a una sola escuela de pensamiento (sic).
A pesar de esa "disparidad" de criterios que se observa leyendo
las opiniones de individuos de la misma cuerda oligárquica (el Poder es
su denominador común) e ideológica (todos ellos participan en lo
esencial de una misma mentalidad), resulta sumamente instructivo ojear las páginas
de esa publicación. Y es que leyéndola resulta fácil prever
el curso que van a seguir ciertos acontecimientos, especialmente cuando las
colaboraciones literarias llevan la rúbrica de un capitoste del CFR o de
algún iniciado en los círculos más influyentes del
Establishment. Así, en el número correspondiente a julio de 1990,
uno de los analistas del CFR, Barry Rubin, exponía la
necesidad de "tomar medidas especiales y urgentes para acabar con el
poder militar y nuclear de ciertos Estados", indicando a continuación
que tales medidas "debían aplicarse a las ambiciones de Irak".
Unos meses después se desencadenaría la guerra del Golfo Pérsico.
No menos ilustrativos fueron los análisis realizados en 1982 sobre la
evolución interna de los regímenes marxistas de Polonia y la URSS
por William Hyland, editor del Foreign Affairs, ex-analista de
la CIA y miembro del Bilderberg Group, de la Comisión Trilateral, de la
Pilgrims Society y de la Round Table. Análisis que, cuando menos,
pusieron de manifiesto las portentosas dotes "proféticas" del
susodicho Hyland, ya que todas sus previsiones se han ido cumpliendo con
asombrosa precisión.
Pero el vehículo idóneo para hacer llegar a la gran masa de la
población las opciones decididas en los laboratorios del CFR no es el órgano
oficial de éste, de carácter y alcance restringidos, sino los
grandes medios de comunicación estadounidenses. Después, los
diversos tributarios mediáticos del Sistema esparcidos por las provincias
del Imperio se aprestarán a desempeñar su papel habitual de caja
de resonancia de las consignas elaboradas en el centro emisor, que es donde se
decide qué asuntos deben pudrirse en el silencio y cuáles otros
han de convertirse en temas de candente actualidad, marcando asimismo las pautas
del modo en que deben tratarse éstos.
Para hacerse una idea de la presencia del Consejo de Relaciones Exteriores
en los más influyentes medios de comunicación estadounidenses, he
aquí una breve relación de algunos de los capitostes de tales
medios adscritos a dicho organismo:
New York Times: Richard Gelb, William Scranton, John F. Akers,
Louis Gerstner, George Munroe, Donald Stewart, Cyrus Vance, A.M.Rosenthal,
Seymur Topping, James Greenfield, Max Frankel, Jack Rosenthal, John Oakes,
Harrison Salisbury, H.L.Smith, Steven Rattner, Richard Burt.
Washington Post/Newsweek: Katherine Graham, N.Katzenbach, Robert
Christopher, Osborne Elliot, Philipp Geyelin, Murry Marder, Maynard Parker,
George Will, Robert Kaiser, Meg Greenfield, Walter Pincus, Murray Gart, Peter
Osnos, Don Oberdorfer.
Time Inc.: Ralph Davison, Donald Wilson, Henry Grunwald, Alexander
Heard, Sol Linowitz, Thomas Watson.
Public Broadcast Service: Robert McNeil, Jim Leher, C.Hunter Gault,
Hodding Carter, Daniel Schorr.
Associated Press: Stanley Swinton, Harold anderson, Katherine
Graham.
Wall Streett Journal: Richard Wood, Robert Bartley, Karen House.
ABC: Thomas Murphy, Barbara Walters, John Connor, Diane Sawyer,
John Scall.
NBC/RCA: John Welch, Jane Pfeiffer, Lester Crystal, R.Sonnenfeldt,
John Petty, Tom Brokaw, David Brinkley, John Chancellor, Marvin Kalb, Irving
Levine, Herbert Schosser, P.G.Peterson, John Sawhill.
CBS: Laurence Tisch, Roswell Gilpatric, James Houghton, Henry
Schacht, Dan Rather, Richard Hottelet, Frank Stanton.
CNN: W.T.Johnson, Daniel Schorr.
Todo esto no es más que una pequeña muestra de la incidencia
del CFR en la vida pública norteamericana; y no será necesario
explicar el peso de ese país en el escenario internacional. De ahí
las declaraciones efectuadas en el W Magazine (4-8-78, Fairchild
Publications) por Winston Lord, presidente por entonces del
CFR y miembro de la sociedad The Order: "La Comisión
Trilateral no dirige el mundo entre bastidores; es el Consejo de Relaciones
Exteriores quien lo hace". Palabras que, siendo certeras, no
reflejaron sino una parte de la realidad, ya que este organismo no es la la última
instancia o el núcleo central del organigrama oligárquico-mundialista,
como más adelante podremos comprobar.
Desde el mismo momento en que el CFR fuera creado, la política
exterior norteamericana ha venido siendo un predio de su absoluto dominio. Pero
su influencia, que ha ido a más con el transcurso del tiempo, no se
reduce a esa parcela, ya enormemente importante de por sí, sino que se
hace extensiva a todos los ámbitos de la esfera política
estadounidense. Como será fácil comprender, resultaría
excesivamente prolijo reproducir la relación exhaustiva de todos y cada
uno de los miembros del CFR que, desde 1921 hasta hoy, han ostentado algún
cargo de alto nivel en la Administración norteamericana. Lo que sí
podrá hacerse aquí es ofrecer una concisa perosignificativa
muestra de la incidencia de este organismo en el presente. Ésta era, en
el momento en que se constituyó la Administración Clinton, la
relación de altos cargos de la misma pertenecientes al CFR. Quede claro
que en modo alguno se trata de una enumeración exhaustiva, sino de un
muestreo referido a algunas de las áreas gubernamentales más
relevantes. Por otra parte, el cuadro que se ofrece a continuación es
perfectamente extrapolable a cualquiera de los gabinetes precedentes, ya que la
presencia del CFR en todos ellos ha sido similar, con independencia de la facción
política gobernante en cada momento.
Gabinete Gubernamental: William Clinton (Presidente del
Gobierno); Albert
Gore (Vicepresidente); Warren Christopher
(Secretario de Estado); Les Aspin (Secretario Defensa); Bruce
Babbit (Secretario Interior); Lloyd Bentsen
(Secretario del Tesoro); Henry Cisneros (Secretario de
Vivienda y Desarrolo Urbano); Donna Shalala (Secretaria Salud
y Servicios Sociales); Anthony Lake (Consejero Nacional de
Seguridad); James Woolsey (Director de la CIA); Laura
Tyson (Directora del Consejo Económico); Colin
Powel (Presidente Junta Jefes Estado Mayor).
Staff de la Casa Blanca: G.Stephanopoulos (Director
Comunicaciones); Wiliams
Crove (Asesor Jefe de Inteligencia Exterior); Nancy Soderberg
(Directora del Staff del Consejo Nacional Seguridad); Samuel R.Berger
(Consejero Delegado de Seguridad Nacional); W.Bowman Cutter
(Asesor Delegado del Consejo Económico).
Departamento del Tesoro: Robert M.Bestani (Delegado
Adjunto Asuntos Monetarios Internacionales); Roger Altman
(Secretario Adjunto del Tesoro); Robert R.Glauber
(Subsecretario Finanzas); J.French (Delegado Adjunto
Departamento Finanzas); John M.Niehuss (Delegado Adjunto
Asuntos Monetarios Internacionales).
Departamento de Estado: Madeleine Albright (Embajadora en
la ONU); Lynn
Davis (Subsecretario Seguridad Internacional); Peter Tarnoff
(Subsecretario Asuntos Políticos); John E.Spero
(Subsecretario Asuntos Económicos); Brian Atwood
(Subsecretario Administración); G.E.Moose (Subsecretario Asuntos
Africanos); H. Allen Holmes (Secretario Adjunto Asuntos Político-Militares);
Joseph Verner Reed (Jefe Protocolo); Edward Perkins
(Director Personal); Winston
Lord (Secretario Adjunto Asuntos Este de Asia y Pacífico);
John H.Kelly (Secretario Adjunto Asuntos Sudeste Asiático
y Cercano Oriente); Stephen A.Oxman (Secretario Adjunto
Asuntos Europeos)); Clifton Wharton (Consejero Delegado);
Brandon Grove (Director Servicios Asuntos exteriores); Dennis
B.Ross (Director Staff Planificación Política);
Abraham David Sofaer (Asesor Legal).
Cuerpo Diplomático (Embajadores): Strobe Talbot
(CEI); John
Negroponte (Méjico); Thomas Pickering
(Rusia); Edward Ney (Canadá); Morton Abramowitz
(Turquía); Robert Oakley (Paquistán); Michael
Armacost (Japón); Henry Catto (Gran
Bretaña); Robert Pelletreau (Túnez); Shirley T.Black
(Rep.Checa); Nicholas Platt (Filipinas); Christopher Phillips
(Brunei); James Spain (Sri Lanka); Frances Cook
(Camerún); Terence Todman (Argentina); Edward Djerejlan
(Siria); Frank Wisner (Egipto); Warrem Zimmerman
(Yugoslavia).
Departamento de Defensa: Frank G.Wisnerll (Subsecretario
Asuntos Políticos); Michael P.W.Stone (Secretario de la
Armada); Donald B.Rice (Secretario Fuerza Aérea); Henry
S.Rowen (Secretario Adjunto Seguridad Interior); Seymur
Weiss (Presidente Política de Defensa); Franklin C.Miller
(Delegado Adjunto Sec.Nuclear); W.Bruce Weinrod (Delegado
OTAN); Charles M.Herzfeld (Director Departamento Investigación);
Junta Jefes Estado Mayor: Tte. Gral. T.Boyd; Tte.Gral. G.L.Butler;
Tte.Gral. B.C.Hosmer; Gral. Carl E.Vuono; Gral. Merrill A.McPeak; Gral. John
T.Chain.
Reserva Federal: Alan Greenspan (Presidente); Gerald
Corrigan (Vicepresidente); Richard Cooper;
Robert Forrestal; Robert Erburu; Bobby
Inman; Anthony Solomon; Edwin Truman;
Cyrus Vance; Paul Volker; Sam Cros;
John Opel; Steven Muller; Robert Knight.
Oficina de Comercio: Gary R.Edson (Presidente); Joshua
Bolten (Consejero General); Daniel M.Price
(Consejero General Adjunto).
Export-Import Bank: John Macomber (Presidente); Eugene
Lawson (Vicepresidente); Rita Rodríguez
(Directora); Hart Fessenden (Consejero General).
Agencia Control y Desarme: William Schneider
(Presidente); Thomas Graham (Consejero General); Richard
Burt (Negociador Defensa Estratégica); David
Smith.
Antes de pasar a ver las relaciones que ha venido manteniendo la izquierda
occidental con el CFR, no estará de más dedicar una breve reseña
al papel desempeñado por este poderoso club en el alumbramiento de la
ONU, de la que últimamente se ha puesto de moda deplorar su inoperancia,
lo que no deja de ser una maniobra más de intoxicación, ya que
este organismo ha dado buenas muestras de su eficacia cuando los intereses de
quienes lo manejan lo han exigido así. Recuérdese, si no, la
Guerra del Golfo y todo lo que ha sobrevenido después, entre otras cosas
el embargo criminal decretado por tan humanitaria institución contra la
población iraquí, que es la que está pagando sus
consecuencias.
Pues bien, los avances preparatorios para la constitución de las
Naciones Unidas, cuyo edificio, dicho sea de paso, se levantó en unos
terrenos cedidos al efecto por el clan Rockefeller (tan
filantrópica donación se vería largamente compensada por la
revalorización del suelo colindante propiedad de la familia), fueron
elaborados por un Comité Secreto (Secret Steering Committee) instituído
en 1943 por el Secretario de Estado norteamericano, Cordell Hull.
Dicho Comité estaba formado, además del citado Hull, por cinco
asesores del presidente Roosevelt: Taylor, Davis, Bowman, Pasvolski y
Welles, todos ellos miembros del CFR.
En diciembre de 1943 se incorporó al grupo Edward Stettinius,
recién nombrado Subsecretario de Estado y miembro también del CFR.
Hijo de un asociado de la banca Morgan, y antiguo ejecutivo de la United States
Steel, este sujeto había gestionado antes de acceder a su nuevo cargo la
Ley de Préstamo y Arriendo dictada al final de 2ª Guerra Mundial por
el gobierno estadounidense. Una ley cuyos beneficiarios no sólo fueron
los grandes consorcios industriales norteamericanos, que recibieron a precio de
saldo las modernas instalaciones construidas por el Estado durante la guerra,
sino también la Unión Soviética, a la que el susodicho
Stettinius entregó a fondo perdido equipamientos por valor de 10.000
millones de dólares que, por supuesto, nunca fueron pagados.
Posteriormente se irían añadiendo al Comité en cuestión
nuevos miembros, la inmensa mayoría procedentes del CFR: Green,
Cohen, Hornbeck, Hackworth y Dunn entre ellos. Finalmente, el borrador
definitivo para la constitución de la ONU fue redactado por un equipo de
juristas socios en su mayoría del CFR (Hughes, Taylor, Davis y
Miller entre ellos).
Pero vayamos ya con el tema apuntado líneas atrás, esto es,
las relaciones mantenidas por la izquierda occidental y su foro más
prestigioso, la Internacional Socialista, con ese sólido baluarte del
poder plutocrático que es el CFR.
Antes de nada convendrá recordar que el proyecto de crear una
Internacional Socialista se planteó por primera vez en la Conferencia de
Claton-on-Sea de 1946, a propuesta de los ministros fabianos del gabinete británico.
Dicho proyecto no respondía sino a la doctrina formulada por el CFR para
el escenario post-bélico europeo, doctrina que se basó en la
conveniencia de crear un frente de contención al comunismo que, al mismo
tiempo, no fuera anticomunista. Se trataba, pues, de frenar el expansionismo político
y territorial de la URSS, pero sin cercenar la expansión ideológica
del marxismo y de las tesis izquierdistas. Un planteamiento, como podrá
verse, en la línea de la más pura dialéctica hegeliana, y
sin duda el más idóneo para alcanzar la síntesis ya
comentada.
La idea esbozada en Claton-on-Sea no tardó en fructificar. Poco después
se constituía en Londres el Comité Socialista Internacional,
integrado por socialistas alemanes y británicos; y éstos fueron
quienes, a su vez, se encargaron de preparar el Congreso Internacional de 1951
celebrado en Frankfurt con la participación de treinta y cuatro
delegaciones socialistas, la mayoría de las cuales procedían de
los países integrados en la OTAN. La Internacional socialista nacía
así como el instrumento más idóneo para lograr los
objetivos marcados.
En las postrimerías de la década de los setenta surgieron dos
nuevos organismos que vinieron a completar la estructura de la Internacional
Socialista:, de la que bien podrían considerarse como una prolongación:
La Comisión Palme y la Comisión Brandt.
Entre los integrantes de la primera en el momento de su creación
figuraban, además del propio Olof Palme, socio del
Bildreberg Group, individuos como David Owen (Trilateral),
Egon Bahr (Bilderberg), Cyrus Vance
(Trilateral, Bilderberg, CFR, Pilgrims), Georgi Arbatov
(director del Instituto de Relaciones Internacionales de Moscú,
equivalente soviético del CFR) y Emma Rothschild.
De parecido corte era la nómina de miembros de la Comisión
Brandt, nacida a finales de 1977 bajo los auspicios de Robert
McNamara (Trilateral, Bilderberg, CFR, presidente del Banco
Mundial). La presidencia de la Comisión recayó, lógicamente,
en Herbert Karl Frahm, más conocido como Willy
Brandt, al lado del cual figuraban Edward Heath
(Bilderberg), Peter Peterson (director de la banca Lehman-Kuhn&Loeb),
Edgard
Pisani (Bilderberg), Eduardo Frei (líder
democristiano chileno), Katherine Graham (Trilateral,
Bilderberg, CFR, propietaria del Washington Post y de la revista Newweek) y algún
que otro sindicalista de relleno incluído en la lista para conferir el
oportuno toque proletario a la comisión.
A esta distinguida organización Internacional y Socialista pertenece
el Partido Socialista Obrero Español, uno más de los
muchos clubs de izquierdistas incendiarios devenidos en férvidos
apagafuegos tan pronto como sus ambiciones de pequeño-burgueses
resentidos encontraron la debida satisfacción. Veamos, pues, sin más
preámbulos, algunas de las peregrinaciones efectuadas por sus más
destacados dirigentes a las dependencias del CFR y a otros santuarios del Gran
Capital.
Tales peregrinaciones, iniciadas ya en la época en que los líderes
socialistas vestían de pana progre, comenzaron en agosto de 1975, con la
visita de una delegación del PSOE a Israel, donde la poderosa
socialdemocracia judía, entonces en el poder, y su organización
sindical, la no menos poderosa Histadrut, brindaron a sus homólogos españoles
ayuda económica y formación de cuadros a cambio de silenciar o
poner sordina a las tropelías israelíes en la zona.
Dos años después, en noviembre de 1977, Felipe González
viajaba a los Estados Unidos para entrevistarse con Walter Mondale,
vicepresidente norteamericano, Cyrus Vance, secretario de
Estado, y otros altos cargos gubernamentales, encuentros que serían
ampliamente reflejados en los medios de comunicación. Lo que, sin
embargo, no obtuvo el menor comentario fue su visita a la sede del CFR, donde el
líder socialista pronunció una conferencia que, de acuerdo con los
hábitos de ese organismo, fue seguida del correspondiente
coloquio-interrogatorio, cuyos resultados debieron ser plenamente satisfactorios
para los cancerberos del Gran Capital a juzgar por la ulterior trayectoria política
de su invitado. Acto seguido el futuro presidente acudió a una cena
organizada por otro feudo del Establishment, el Carnegie Endowment for
International Peace, donde también puso de manifiesto que estaba en
condiciones de satisfacer las expectativas de sus distinguidos anfitriones. La
primera romería a la meca plutocrática, que concluyó con
una visita a David
Rockefeller, no pudo ser, por tanto, más satisfactoria
para ambas partes, y de ella regresó Isidoro el revolucionario con el
placet de los patrones y una pequeña donación de doce millones de
dólares para las arcas del partido.
En marzo de 1978 eran Enrique Múgica, entonces
presidente de la Comisión de Defensa del Congreso, y Luis Solana,
futuro cacique de las comunicaciones, quienes viajaban a Nueva York. En su
agenda oficial figuraban entrevistas con Harold Brown,
secretario de Defensa, con altos cargos del Consejo Nacional de Seguridad y con
los rectores de la multinacional ITT. De todo ello se hicieron eco los medios.
Nada se publicó acerca de su asintencia al correspondiente
desayuno-sondeo celebrado en los despachos del CFR. Por aquellas mismas fechas
viajó también a la metrópoli el entonces ministro socialdemócrata
de la UCD, y futuro ministro del PSOE, Francisco Fernández Ordóñez.
Oficialmente, el objetivo de su visita, ya elocuente de por sí, era
contrastar con las autoridades norteamericanas la idoneidad de la política
económica del Gobierno español. A tal efecto se entrevistó
con Michel
Blumenthal, secretario del Tesoro y miembro del CFR, Artur
Burns, presidente de la Reserva Federal y miembro del CFR,
William Dale, vicepresidente del Fondo Monetario Internacional
y militante del CFR, y Robert McNamara, presidente del Banco
Mundial y asimismo socio destacado del CFR. La visita de Fernández Ordóñez
finalizó, según la norma, con una sesión a puerta cerrada
en las oficinas del CFR, de la que tampoco se informó.
Mientras tanto, el profesor Tierno Galván
multiplicaba sus esfuerzos para recabar el apoyo de personalidades influyentes (Brandt,
Schell, Hoffman) que le permitieran ingresar en la Comisión
Trilateral, cosa que no logró debido a que sus gestiones en ese sentido
fueron sistemáticamente saboteadas por Felipe González,
quien por aquellas fechas estimaba inconveniente para la buena imagen del PSOE
el ingreso de uno de sus dirigentes en esa entidad. Tales remilgos no tardarían
mucho en disiparse, y en 1985 el presidente de la Compañía Telefónica
y militante del PSOE, Luis Solana, ingresaba en la Trilateral,
siendo seguido un año después por Julio Feo,
entonces fontanero mayor de la Presidencia del Gobierno y miembro en la
actualidad del Comité Ejecutivo de la sección europea de dicha
organización plutocrática.
En marzo de 1981, Felipe González emprendía
otra gira, esta vez a Gran Bretaña, invitado por el Instituto de Estudios
Europeos, una especie de apéndice del Saint-Anthony College de la
Universidad de Oxford. Ese centro escolar, dominado por la Round Table y la
Fabian Society, ha sido objeto de frecuentes peregrinaciones por parte de
diversos líderes socialistas, entre los que se encuentran Fernando
Morán, Narcís Serra, Alfonso Guerra, Pascual Maragall y José
Borrell. El viaje de González concluyó con una comida de
trabajo en la sede de la Fabian Society.
En diciembre de 1982, con el sonado triunfo electoral del PSOE aún
caliente, Alfonso Guerra asistía a una reunión
convocada por el European Management Forum, un organismo en la órbita de
Davos. Allí manifestaría públicamente la disposición
del Gobierno socialista a colaborar con las empresas multinacionales "por
la confianza en el futuro de España que han demostrado en los tiempos difíciles".
Una vez en el poder, los contactos socialistas con los centros de dominio
plutocrático se prodigaron aún más. En abril de 1983, David
Rockefeller giraba una visita a España de regreso de
una cumbre de la Comisión Trilateral, siendo recibido en la Moncloa por
González y Boyer, dada su condición de "miembro
de primera fila del mundo económico internacional", según
palabras del comunicado emitido al respecto por el Gabinete de Prensa de la
Presidencia.
En mayo de ese mismo año Miguel Boyer, Fernández Ordóñez
y Guillermo de la Dehesa, máximos representantes del equipo económico
gubernamental, emprendían un viaje a Nueva York para entrevistarse con
varios dirigentes de la banca estadounidense. En el curso de esa gira Miguel
Boyer asistió a una cena convocada por el Metropolitan
Club neoyorquino durante la cual se dirigió a los presidentes y
directores de los principales bancos comerciales estadounidenses para
transmitirles "el mensaje del Gobierno español, que es un
gobierno socialista, pero moderado y pragmático, en la línea de la
tradición socialdemócrata y fabiana".
Poco después, en junio de 1983, Miguel Boyer se
desplazaba de nuevo a los Estados Unidos, pero esta vez como segundo del jefe de
la comitiva, el presidente González. En el curso de esa
importante gira la delegación española se entrevistó con
las más altas instancias politicas y económicas estadounidenses,
actuando David Rockefeller como introductor de González
en la entidad más representativa del capitalismo nortemericano, la
Century Association. En aquel viaje se ultimaron, entre otras cosas, los últimos
retoques y el visto bueno definitivo del Gran Capital al proyecto económico
socialista, todo ello dentro del mejor ambiente, dada la disposición del
presidente español, reiteradamente expresada por éste, de "fomentar
ante todo la inversión del capital extranjero en España como la
mejor vía para su desarrollo económico". También
fue sometido a un último examen el plan cuatrienal de Boyer,
cuyo elemento básico, la reconversión industrial, respondía
a los designios de la CEE y, en última instancia, a los esquemas económicos
trazados por la Comisión Trilateral. En virtud de tales directrices,
España entraba en la calificación de nación semiperiférica,
lo que suponía el desmantelamiento de su industria pesada y la
consideración de apta únicamente para el desarrollo de industrias
auxiliares y subsidiarias de las grandes multinacionales.
Tras aquella visita crucial, de la que el órgano oficial del PSOE no
se dio por enterado, resulta perfectamente lógico que otros viajes más
discretos pasasen desapercibidos. Así, en septiembre de 1983, Fernado
Morán acudía a la sede del CFR para contrastar
con ese organismo la política exterior del Gobierno socialista, viaje que
repetiría exactamente un año después. Durante los años
sucesivos habrían de prodigarse las visitas al CFR y a otros foros
mundialistas de los dos principales asesores de González,
Roberto Dorado y Juan Antonio Yáñez, que de esa forma le
mantenían al corriente de los últimos designios trazados por los árbitros
de la economía y la política internacional.
En marzo de 1987 David Rockefeller giraba una nueva visita
a España, en el curso de la cual se entrevistó con el
subgobernador del Banco de España, con el jefe del Estado y con el
presidente del Gobierno, sin que nada de ello mereciera la más breve reseña
en los medios de comunicación. En noviembre de 1988 Felipe González
recibía a una delegación de la European Round Table encabezada por
Giovanni
Agnelli, patrón de la multinacional FIAT y figura de
primera fila de la Comisión Trilateral. Y así ininterrumpidamente
hasta hoy.
Todo lo reseñado no son más que unos cuantos ejemplos sacados
de una casuística muchísimo más amplia y demasiado extensa
para ser reproducida en un texto cuyas prioridades son otras. A modo de colofón,
bien podría cerrarse este asunto con las andanzas por los mismos
circuitos oligárquicos de otra celebridad de la izquierda española,
Santiago Carrillo, quien también protagonizó una
singular peregrinación a la meca del capitalismo atendiendo los
requerimientos de la Universidad de Yale, centro del iluminismo yanqui y feudo
de la logia The Order. Antes de partir, el camarada Carrillo
se reunió a cenar con Antonio Garrigues Walker,
principal asociado en España del trust
Rockefeller, quien le instruyó acerca del modo en que
debía comportarse ante sus distinguidos anfitriones. En su gira
americana, el dirigente comunista pronunció una conferencia en Yale,
donde adelantó la renuncia del PCE al leninismo, acudiendo a continuación
a una cena convocada en su honor por la revista Time, uno de los medios emblemáticos
de la plutocracia norteamericana. En el curso del ágape, Santiago
Carrillo realizó una serie de declaraciones que luego
serían ampliamente difundidas por Radio Europa Libre y Radio Libertad,
dos emisoras controladas por la CIA. Pero entre los numerosos actos a los que
asistió el incalificable personaje, todos ellos organizados por entidades
vinculadas a los núcleos oligárquicos norteamericanos, merecen
destacarse las entrevistas a puerta cerrada que mantuvo en las dependencias del
Institute for International Affairs y en la sede neoyorquina del CFR. También
en esta ocasión el mutismo de los medios fue absoluto.