viernes, 27 de marzo de 2020

EL BOGOTAZO LIMPIO 7-(1-2)



CUARTA PARTE: 
EL NUEVO ORDEN MUNDIAL
PRIMERA SECCION
 Tendremos un Nuevo Orden Mundial, gústeles o no les guste, ya sea por la fuerza o por consentimiento. — James Warburg       La Guerra Fría fue la excusa que crearon los conspiradores genocidas de Wall Street para justificar sus agresivas políticas imperialistas contra América Latina y el resto del mundo. Con el apoyo de una prensa sumisa y lacaya, usaron técnicas de guerra psicológica para lavarle el cerebro al pueblo norteamericano a fin de que aceptara y abrazara esas políticas destructivas. A pesar de que el comunismo era un desastre económico total, la Unión Soviética, mantenida gracias a la ayuda que los conspiradores le brindaban tras bastidores, jugó un papel cardinal como el monstruo agresivo creado artificialmente por los conspiradores para aterrorizar al mundo y mantenerlo bajo su control.      Pocas semanas después de haber tomado el poder en Cuba en enero de 1959, Fidel Castro viajó a Buenos Aires, donde asistió a una sesión de la Asamblea Económica de los Países de América Latina. El 2 de mayo Castro pronunció un largo discurso en el que expuso “su” idea de la necesidad de crear un mercado común latinoamericano y de que los EE.UU. debían ayudar económicamente a los países de América Latina. Los delegados recibieron la sugerencia con risas y burlas.       

Unos meses después, en un discurso que pronunció en el Parque Central de New York durante su primera visita oficial a los EE.UU., Castro mencionó de nuevo “su” idea. Según Castro, los EE.UU. debían crear un Plan Marshall para América Latina para evitar el peligro del comunismo.       Como era de esperarse, nadie le hizo caso a su descabellada sugerencia. Sin embargo, menos de dos años después, el presidente Kennedy, siguiendo la sugerencia de sus asesores, todos ellos miembros del CFR, creó la Alianza Para el Progreso — que era exactamente el Plan Marshall que Castro había mencionado. Diez años después, en la primavera de 1957, los delegados a una conferencia hemisférica llevada a cabo en Montevideo tomaron la decisión de crear un mercado común latinoamericano. Todo indica que ambas medidas no fueron concebidas en la cabeza de Fidel Castro, sino en la Harold Pratt House en Manhattan, sede del CFR.        La Alianza Para el Progreso conllevaba no sólo ayuda económica que, como siempre, fue a parar a los bolsillos de los políticos corruptos y endeudó a los pueblos, sino también medidas de contrainsurgencia. Como resultado de la Alianza, poco después los EE.UU. crearon la Escuela de Guerra de Guerrillas (Jungle Warfare School) en la zona del canal de Panamá, cuyo currículo incluía el entrenamiento en el uso de la tortura como medio de obtener información. 1. La CIA al rescate       Cuando Tad Szulc publicó su biografía de Castro en 1986, la afirmación de que la CIA le había suministrado fondos cuando estaba en las montañas de la Sierra Maestra causó algún revuelo. No obstante, esto no fue una sorpresa para quienes habían leído el libro del ex embajador norteamericano en Cuba Earl T. Smith, El cuarto piso, en el que narra con lujo de detalles cómo el jefe de la CIA en la embajada, así como casi todos sus oficiales, eran furibundos procastristas. También es sabido que el cónsul norteamericano en Santiago de Cuba, quien también era oficial de la CIA, se entrevistó con Castro en la Sierra en varias ocasiones y le suministró abundantes fondos y algunas armas procedentes de la base de Guantánamo. Fueron los oficiales de la CIA en la embajada norteamericana quienes pusieron a Castro en contacto con el influyente periodista norteamericano Herbert Matthews, miembro del CFR.        La entrevista que Matthews le hizo a Castro, aparecida en el New York Times, en la que lo describió como un nuevo Bolívar y un Robin Hood caribeño, fue la que lo proyectó al ámbito internacional. Esto le abrió las puertas a Castro para más entrevistas en otros medios de prensa norteamericanos, las que modelaron su imagen de un héroe idealista en lucha contra un pérfido dictador. Sin pasar por alto los elementos de racismo subyacentes en esta imagen hollywoodense — Batista era de baja estatura, piel oscura y de origen muy humilde, en tanto que Castro era alto, blanco, e hijo de un terrateniente adinerado y explotador de los trabajadores —, hay que recordar que pocos años después estalló un escándalo cuando se supo que la CIA controlaba los más importantes medios de difusión de los Estados Unidos, en particular el New York Times.       En abril de 1959, en la primera visita que hizo a los E. U. después de haber tomado el poder unos meses antes, Castro fue invitado a la Harold Pratt House, sede del Consejo de Relaciones Exteriores, donde disertó sobre “Cuba y los Estados Unidos”. Allí Castro fue recibido efusivamente por Nelson y David Rockefeller y otros altos representantes del gobierno invisible de los Estados Unidos. La visita fue totalmente ignorada por la prensa norteamericana.       Sin embargo, muchos años después el propio David Rockefeller la mencionó públicamente. En sus Memorias, David escribió, Por más de un siglo, extremistas ideológicos a ambos extremos d el espectro político se han valido de algunos incidentes bien conocidos, tales como mi entrevista con Castro, para atacar a la familia Rockefeller por la gran influencia que, según ellos, ejercemos so bre las instituciones políticas y económicas de los EE.U U.      Según un testigo presencial, la recepción no fue totalmente amistosa, pues algunos miembros del CFR, quienes al parecer ignoraban la relación secreta entre Castro y los Rockefellers, criticaron ácidamente al líder cubano.  Pero es probable que haya sido en esa reunión privada con Nelson y David Rockefeller cuando Castro les puso las cartas sobre la mesa y les dijo que, en lo adelante, trataría directamente con ellos y no a través de la CIA.       Una vez que Castro tomó el poder en Cuba, la CIA comenzó a hostigar al régimen, pero siempre mostrando una ineptitud abismal — que contrasta con la gran eficiencia demostrada en evitar que cubanos anticastristas, por la libre, asesinaran a Castro. Son de todos conocidos los alegatos de Castro de las innumerables veces que la CIA ha tratado de asesinarlo, lo cual ha sido corroborado por la CIA. El problema en aceptar tales afirmaciones es que esto no ha sido confirmado por terceras personas, y tanto Castro como la CIA han demostrado ser fuentes de información poco confiables.      A los pocos meses de haber tomado el poder, Castro inició un agresivo acercamiento a la Unión Soviética. Por su parte, los soviéticos, que pecaban de desconfiados, no recibieron con beneplácito los intentos de Fidel. Y, ¿quién vino al rescate? Pues la propia CIA, con la invasión de Bahía de Cochinos.       Antes de la invasión de Bahía de Cochinos, había en la Florida más de una docena de organizaciones anticastristas conspirando activamente para derrocar a Castro por la vía armada; varios grupos de guerrillas anticastristas se habían hecho fuertes y controlaban casi todo el territorio de las montañas del Escambray, en la región central de Cuba; y un vigoroso movimiento clandestino anticastrista en las ciudades tenía en jaque al gobierno de Castro, mediante resistencia cívica, huelgas y sabotaje.       Entonces fue cuando la CIA, so pretexto de una mejor coordinación, consolidó bajo su control todas las organizaciones anticastrista de la Florida en una sola, le cortó la ayuda que
le habían venido brindando y abandonó a su suerte a las guerrillas en el Escambray, y dejó en el limbo al movimiento urbano sobre lo que planeaban. Ese fue el preciso momento en que la CIA lanzó la invasión, con el resultado que todos conocemos.        De modo que la CIA primero consolidó todos los grupos anticastristas en uno sólo, y luego lo decapitó de un sólo tajo. Por su parte, Castro aprovechó la invasión como pretexto para desatar una violenta represión contra los grupos de resistencia urbana y los eliminó por completo. Poco después, cuando la CIA dejó de enviarles armas y municiones, Castro lanzó una gigantesca ofensiva militar contra los grupos guerrilleros del Escambray, que aniquiló poco después.       Lejos de ser una fracaso, la invasión de Bahía de Cochinos fue un rotundo éxito, pues logró con creces el objetivo secreto que se proponía, que era consolidar a Castro en el poder y dorarle la píldora a los soviéticos para que se lo tragaran. En una conferencia que pronunció en la Universidad de Kansas, Sergei, el hijo de Nikita Jrushchov, cuenta como, inicialmente, su padre y otros líderes soviéticos tenían grandes sospechas de que Castro era un agente de los EE.UU.6 La victoria de Bahía de Cochinos fue el hecho decisivo que los convenció de la bona fides de Castro. Craso error. 2. Castro y los soviéticos      Mucho se ha escrito sobre si Castro se lanzó en los brazos de Moscú a motu propio, o si fue Washington quien, con sus errores, lo impulsó en esa dirección. Un cable desclasificado hace unos años, fechado el 29 de octubre de 1959, indica que ninguna de esas dos alternativas es cierta. Ni Castro se acercó a los soviéticos siguiendo su propia iniciativa, ni los errores de los EE.UU. lo impulsaron a hacerlo. Por el contrario, todo fue parte de un plan concebido por los conspiradores del CFR para hacer caer a Jrushchov en una trampa.       La prueba de esto es un telegrama secreto, enviado a su país por el embajador británico en Washington, Sir Harold Caccia, donde menciona las veladas amenazas de Castro de “adquirir aviones de combate detrás de la cortina de hierro” si Gran Bretaña no se los vendía. Como siguiendo un bien ensayado guión de cine, el propio embajador, en otro cable fechado el 24 de noviembre de 1959, menciona los esfuerzos de Allen Dulles (el director de la CIA), para evitar que Gran Bretaña le vendiera aviones de combate a Castro “y así los cubanos se vean forzados a adquirirlos en el bloque soviético”. Esos cables secretos son prueba fehaciente de que el acercamiento de Castro a los soviéticos no fue el resultado de “errores” de la política norteamericana, sino de un plan cuidadosamente elaborado por los conspiradores cuyo objetivo era infiltrar a Castro en las filas del bloque soviético.       Lo que motivó este plan fue la doctrina de coexistencia pacífica enunciada por el Primer Ministro de la Unión Soviética, Nikita Jrushchov.       A comienzo de los años 50, un suceso inesperado amenazó con destruir los planes que los conspiradores habían delineado tan cuidadosamente. Nikita S. Jrushchov se convirtió en el líder de la Unión Soviética. Desafortunadamente para los conspiradores, Jrushchov tenía una idea innovadora sobre cómo conducir la política exterior soviética. La llamó “coexistencia pacífica”, y había decidido llevarla a cabo.       Es muy significativo que, una vez que logró infiltrarse en el campo socialista, lo primero que hizo Castro fue emprender una lucha denodada en favor de la lucha armada y en contra de la coexistencia pacífica. Esto se evidenció claramente durante la Conferencia Tricontinental, la que Castro manipuló a su favor y convirtió en una derrota ideológica para los soviéticos.      Me imagino que el mensaje del Che, instando a crear “dos, tres, muchos Vietnams”, fue como música celestial para los oídos de los generales del Pentágono y los banqueros de Wall Street que lucran con las guerras.
     Después, con la complicidad tácita de los EE.UU., que se hizo de la vista gorda, Castro se las arregló para arrastrar a los soviéticos en sus improductivas aventuras militares en África y América Latina. ¿Cual ha sido el balance de cuatro décadas de intervención castrista en nuestro continente? Pues la desestabilización de muchos gobiernos democráticos, la destrucción de los partidos comunistas tradicionales, el fracaso de los movimientos guerrilleros en Latinoamérica8 y la eliminación de los grupos radicales, como los Panteras Negras, los Macheteros y los Weatherman, en los Estados Unidos. Castro no sólo traicionó a Francisco Caamaño, al Che Guevara, a la comandante Ana María, a Cayetano Carpio, y a muchos otros cuya enumeración harían la lista interminable, sino que también desestabilizó el gobierno de Allende, y proveyó así a la CIA con el pretexto necesario para derrocarlo.       Más recientemente, en mayo del 2001, fiel a su papel de agente provocador al servicio de los intereses del complejo militar-académico-industrial y los banqueros de Wall Street, ahora altamente preocupados por la desaparición de la Unión Soviética, Castro dio un largo periplo en el que visitó varios países musulmanes de Asia y el Medio Oriente, donde incitó a los incautos a “derrocar al rey imperialista” quien, según él, ya estaba de rodillas.       La respuesta no se hizo esperar. El 11 de septiembre, en parte gracias a los buenos esfuerzos de Fidel Castro, los banqueros de Wall Street y los generales del Pentágono respiraron tranquilos después de haber hallado un excelente substituto para remplazar la desaparecida Unión Soviética. La llamada “Guerra contra el Terrorismo” promete ser aún más lucrativa que la Guerra Fría.       Si prestamos atención a los hechos y no a las palabras, se evidencia que Fidel Castro ha sido una especie de sueño dorado concebido por los banqueros de Wall Street. Algún día, cuando aparezcan las piezas clave de este rompecabezas que es Fidel Castro, se escribirá la historia verdadera y el tirano caribeño sin duda pasará a ser considerado el más pro yankee de los presidentes cubanos; el mayor benefactor de los monopolios capitalistas que dice odiar.       Castro ha tenido gran éxito en engañar tanto a sus enemigos como a sus amigos. Haydée Santamaría, una de las dos mujeres que participó en el ataque al cuartel Moncada, descubrió tardíamente que Castro la había engañado y, simbólicamente, se suicidó un 26 de julio, fecha de la conmemoración del ataque. El Che lo descubrió pocos días antes de su debacle en Bolivia, lo que se refleja en las últimas páginas de su diario. Y me aventuro a decir que la urgencia de la CIA por deshacerse del Che fue para evitar que éste hablase y llegara a conclusiones comprometedoras tanto para Castro como para la CIA.       A estas alturas, y después de más de medio siglo de palabrería hueca en discursos que llenan decenas de volúmenes, aún no sabemos a ciencia cierta quién es realmente Fidel Castro. En tanto se descubre la verdad, y no me cabe la menor duda de que un día muy cercano la descubriremos, sólo hay algo de lo que podemos estar seguros: el gran mentiroso no es nada de lo que dice ser. 3. Los soviéticos y Castro       Después de la supuesta derrota de Jrushchov en la crisis de los cohetes, la mayoría de los norteamericanos pensaron que el honor del país, gravemente dañado en la Bahía de Cochinos, había sido restablecido. El enfrentamiento con Jrushchov le dio a Kennedy la oportunidad de demostrar al mundo que ahora había un tipo duro en la Casa Blanca, capaz de derrotar a un adversario poderoso e inteligente y resultar el triunfador indiscutible en una confrontación en la tradición de lo mejor del cine de vaqueros de Hollywood. Sin embargo, con el paso del tiempo y en particular por la creciente desilusión con la guerra en Vietnam, algunos comentadores políticos empezaron a asumir una visión más crítica sobre cómo el Presidente Kennedy se había comportado en la crisis de los cohetes en Cuba.
      Los derechistas, que veían el gobierno de Castro en Cuba como una amenaza continua para la seguridad estadounidense, atacaron a Kennedy por el precio pagado por los EE.UU. para que los soviéticos retiraran sus cohetes: según algunos, un acuerdo espurio de no invadir a Cuba. Algunos críticos luego comentaron que Kennedy había perdido una oportunidad caída del cielo para eliminar a un enemigo peligroso demasiado cerca de las costas de los EE.UU. Nixon llegó al extremo de afirmar que, al convertir una victoria segura en un empate, Kennedy se había plegado a los deseos de los pacifistas.       Los izquierdistas también pronto comenzaron a cuestionar la decisión de Kennedy de renunciar a la diplomacia tradicional en el tratamiento del caso de los cohetes en Cuba, particularmente cuando se negó a considerar la idea de un intercambio de obsoletos misiles norteamericanos en Turquía por los cohetes soviéticos en Cuba — hasta que años después se descubrió que eso había sido exactamente lo que Kennedy había hecho. La nueva izquierda radical dio un paso más y denunció que tal vez la supuesta victoria de Kennedy no había sino un mero accidente, sino el resultado de una trampa que el Presidente había tendido para atrapar a Jrushchov.      De cualquier forma, el éxito aparente del presidente Kennedy en obligar a Jrushchov a desmantelar las bases y retirar los misiles de Cuba, sin duda fue comprometido por la negativa rotunda de Castro a permitir que los especialistas de la ONU inspeccionaran las bases de cohetes in situ. Los republicanos aprovecharon la oportunidad para sugerir que la negativa de Castro en realidad había sido una señal de que la presencia militar de Rusia en Cuba se había reanudado y que no todos los cohetes “nucleares” habían sido retirados — un argumento que encontró eco entre algunos cubano-americanos de la Florida.      En definitiva, y contra todos los consejos, Kennedy no sólo no hizo nada para castigar la acción soviética, aparentemente destinada a infligir un golpe mortal a los Estados Unidos, sino que también le hizo a Jrushchov una insólita promesa de no invasión, incluso negándose a reclamar el status quo ante. Durante su campaña presidencial el candidato Kennedy había proclamado en varias ocasiones lo que pensaba hacer para ayudar a los cubanos en los EE.UU. a detener la carrera de Castro hacia el comunismo.      Pero después de la crisis de los misiles, Kennedy, ahora como presidente, terminó haciendo las mismas cosas que había criticado cuando era candidato y continuó hostigando aún más a los cubanos anticastristas en la Florida.      Por su parte, Castro llegó a la conclusión de que él había sido el verdadero ganador de la crisis de los cohetes. No sólo porque había rechazado las demandas de los Estados Unidos, la Unión Soviética y las Naciones Unidas y no había habido ninguna inspección de Cuba, sino también porque el pacto secreto entre Kennedy y Jrushchov le había garantizado la permanencia en Cuba sin ser molestado. Lo único que no encaja en ese razonamiento es que el famoso pacto secreto entre Kennedy y Jrushchov no existe.      Uno de los grandes mitos que explican la impotencia de los EE.UU. ante el supuesto antiamericanismo de Castro es la existencia del Pacto Kennedy-Jrushchov. Pero, contrariamente a lo que se afirma, una abrumadora evidencia indica que este “pacto” nunca ha existido. El problema mayor sobre la existencia de tal documento es que todo acuerdo conlleva un compromiso de ambas partes en hacer o no hacer algo. Según el mito, Jrushchov se comprometió a retirar los cohetes nucleares de Cuba a cambio de que los EE.UU. se comprometiera a no invadir la isla. Sin embargo, la evidencia confirma que nunca hubo cohetes nucleares soviéticos en Cuba, de modo que el acuerdo significaba que Kennedy había concedido algo a cambio de nada.      Pero hay aún más elementos que confirman que el famoso pacto no pasa de ser un mito. En 1970, el secretario de estado norteamericano Henry Kissinger, preocupado ante el descubrimiento de que los soviéticos estaban construyendo una base de submarinos cerca
de Cienfuegos, en la costa sur de Cuba, puso a todos sus empleados a buscar el famoso documento con el pacto, pero éste no apareció por parte alguna. Más aún el pacto tiene el dudoso honor de ser el único acuerdo que comienza a ser aplicado antes de que haya sido firmado por ambas partes, porque el hostigamiento del gobierno de los EE.UU. a los cubanos anticastristas en ese país comenzó poco después de la invasión de Bahía de Cochinos, un año y medio antes de que comenzara la crisis de los cohetes.      De modo que todo indica que el inexistente Pacto Kennedy-Jrushchov no fue más que un pretexto para justificar lo injustificable. Desgraciadamente, algunos cubanos anticastristas en la Florida, incapaces de aceptar que sus buenos amigos norteamericanos los hayan traicionado una y otra vez, todavía mencionan el Pacto inexistente, aún después de la caída de la Unión Soviética. Sin embargo, si todos los presidentes norteamericanos, tanto demócratas como republicanos, no han querido deshacerse de Castro, esto no se debe a que un pacto inexistente se los haya impedido, sino a razones secretas que tienen que ver con la relación directa entre Castro y los conspiradores de Wall Street en control del gobierno de los EE.UU.      Después de la crisis de los cohetes, Jrushchov, a fin de no perder todo su capital político, hizo considerables esfuerzos para reparar sus relaciones con Castro. Cuba recibió ayuda adicional de la URSS, así como promesas de apoyo político y militar. Después de la visita de Castro a la Unión Soviética en mayo de 1963, se estableció una aparente armonía en las relaciones entre los dos países. Cuba fue finalmente admitida como miembro de pleno derecho en la comunidad comunista. Castro dejó de criticar a los soviéticos, al menos en público, por su actuación en la crisis de los cohetes y a los partidos comunistas prosoviéticos en América Latina por su pasividad ante el imperialismo yanqui.      Sin embargo, esta armonía resultó ser de corta duración. Castro aún estaba determinado a demostrar su independencia y promover el castrismo en América Latina. Para disgusto del Kremlin, Castro se aprovechó del conflicto entre China y la Unión Soviética, proclamando su intención de mantener los lazos con todos los Estados socialistas, inclusive con China.      Para colmo de males, el 7 de octubre de 1963, el delegado de Cuba ante la ONU informó a la Asamblea General que Cuba no iba a firmar el Tratado de Prohibición de Pruebas Nucleares, desafiando así el deseo de la Unión Soviética de lograr el apoyo cubano al tratado. Esta acción no debe ser vista sólo como un intento de mortificar a los soviéticos. De hecho, Castro había expresado claramente en varias ocasiones que él nunca renunciaría a su derecho a tener todo tipo de armas de destrucción masiva.      Los signos de aumento de la tensión con Castro continuaron cuando éste rechazó abiertamente la política soviética de coexistencia pacífica. Para contrarrestarla, Castro puso en marcha en mayo de 1966 su propia tesis de la nueva construcción paralela del socialismo y el comunismo. Como contramedida, los rusos le apretaron aún más el cinturón económico a la isla. Ese mismo mes, Castro le informó al pueblo cubano que, si se produjera una agresión, se quedarían solos para defenderse, pues los soviéticos no harían nada por ayudarlos. Una muestra más de que los soviéticos continuaban apretando la tuerca fue que el tratado comercial de 1967 entre ambas naciones no fue satisfactorio para Cuba y que la Unión Soviética se negó a aumentar los envíos vitales de petróleo a la isla.      No obstante, cumpliendo con su autoproclamado papel de protector de la conciencia revolucionaria de los comunistas en todo el mundo, y a pesar de su dependencia económica y militar de la URSS, Castro entró en disputas no sólo con los partidos comunistas de América Latina y de China, sino con la propia Unión Soviética. En un acto de soberbia e ira, expulsó a Volodia Teitelboim, uno de los más respetados líderes del Partido Comunista de Chile, de la tercera conferencia afro-asiática de la Organización Popular de Solidaridad que se celebraba en La Habana.
      Fiel a su papel secreto de agente provocador al servicio de los conspiradores del CFR, luego criticó fuertemente a los chinos y los soviéticos por su políticas timoratas con relación a Vietnam, y en varias ocasiones se ofreció a enviar a los cubanos a luchar en la guerra — una oferta que los vietnamitas declinaron con mucho tacto. Por otra parte, Castro utilizó al escritor francés Regis Debray como portavoz para divulgar su propia teoría de la revolución de inspiración fascista— el foquismo revolucionario — que era incluso más extremista que la de los chinos y, por supuesto, completamente inaceptable para los soviéticos.      El papel que Castro ha tenido en la política exterior de Cuba, y la forma en que esta ha afectado al mundo es muy difícil de explicar, a no ser que uno llegue a la conclusión de que Castro no es lo dice ser. Por ejemplo, durante los años que siguieron a su polémica con los soviéticos Castro pareció adoptar la línea china que abogaba por la lucha armada como el único medio para alcanzar el poder político. Pero, paradójicamente, los chinos nunca entendieron por qué Castro apoyaba a los soviéticos en algunos temas, y siempre lo consideraron un agente de Moscú. La evidencia de las diferencias entre China y Cuba se puso de manifiesto durante la Conferencia Tricontinental celebrada en La Habana en enero de 1966, cuando Castro atacó violentamente a la dirigencia china y denunció la negativa de China de aumentar la cantidad de envíos de arroz a Cuba. 4. Fidel Castro y la América Latina      El propio Castro expresó públicamente su oposición a la línea política soviética en un discurso en la Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), celebrada en La Habana en 1967. En su discurso, Castro se refirió a una “mafia de los calumniadores y difamadores de la Revolución Cubana” en el movimiento comunista, en clara alusión tanto a los comunistas cubanos pro soviéticos, como a los comunistas de la vieja guardia en América Latina, en la URSS y en sus satélites de Europa del este.      Coincidiendo con el empeoramiento de las relaciones chino-cubanas, y continuando con su papel de agente provocador para calentar la Guerra Fría, Castro estuvo en total desacuerdo con los soviéticos sobre los medios de promover el comunismo en América Latina. Tanto los soviéticos como sus títeres, los partidos comunistas latinoamericanos, estaban opuestos a la violencia, mientras que Castro defendió furiosamente la insurgencia armada.      En 1967 Castro prácticamente ya había arrebatado el control de los movimientos comunistas en América Latina de las manos de los desacreditados partidos comunistas pro soviéticos. Por su parte, los rusos no podían hacer nada abiertamente en contra de su nuevo competidor sin dañar su prestigio, ahora tan fuertemente comprometido a apoyar el régimen castrista, al que los revolucionarios crédulos y tercermundistas ingenuos consideraban como el único régimen verdaderamente marxista y comunista en el mundo occidental.      Es cierto que los soviéticos le estuvieron suministrando a Cuba armas pesadas y equipo militar, pero haber visto a Castro como un simple peón de los rusos es un error. Un breve análisis de la política exterior cubana desde 1959 muestra que siempre fue una copia al carbón de la norteamericana.      Castro siempre le envidió a los Estados Unidos el uso de la fuerza como medio de obtener resultados. Más aún, Castro siempre ha envidiado el imperialismo norteamericano. Tal como señaló un estudioso de las ciencias políticas, el profesor Jorge Domínguez, “Cuba es un país pequeño, pero tiene la política exterior de un país grande.” El hecho fue observado también por el profesor Irving Louis Horowitz, quien señaló que, “al menos con respecto a inmiscuirse en los asuntos de otras naciones, Cuba sobrepasa cualquier nación del hemisferio occidental aparte de los Estados Unidos.”       Estos dos investigadores tienen razón. En los 60 años de gobierno de Castro, la política exterior de Cuba ha sido un calco de la política exterior de Estados Unidos, con guerras
imperialistas, intervenciones militares, apoyo a tiranos corruptos, acción encubierta, asesinato de líderes y desarrollo de armas bacteriológicas de destrucción masiva. La envidia que Castro siempre ha sentido por los EE.UU. lo convirtió en un imitador. Por desgracia, Castro sólo ha copiado los peores aspectos de los Estados Unidos, los que parece que ama desde lo más profundo de su corazón.      De lo que ambos profesores al parecer no se percataron, es que Castro ha logrado todos esos éxitos políticos y militares gracias al apoyo oculto que le han brindado los conspiradores del CFR.      Aunque Castro no ha sido muy eficaz en la promoción de sus objetivos revolucionarios en América Latina, no fue por falta de intentarlo — o, al menos, por parecer intentarlo. Castro afirmaba que creía firmemente que había llegado el momento de que ciertos elementos de la izquierda antinorteamericana en América Latina tomaran el poder. Pero, conociendo quienes son sus verdaderos amos, es difícil de creerlo.      Sin embargo, los soviéticos, así como la mayoría de los líderes de los partidos comunistas latinoamericanos, no sólo no compartían la idea, sino que temían que Castro no era un promotor legítimo de la versión soviética del comunismo, sino de su propio tipo de castrismo — que en realidad no es sino una versión tropical del fascismo. No obstante, por temor a ser criticados por la izquierda latinoamericana, los soviéticos se vieron obligados, al menos superficialmente, a limar asperezas con el autonombrado “comunista” caribeño.      Es muy significativo que, desde la época de Hitler, ningún líder nacional había hablado tan abiertamente como Fidel Castro sobre sus ambiciones de poder, su deber histórico de llevar a cabo el destino de alguna parte del mundo, la manera de destruir a sus enemigos, y sus planes para lograr sus objetivos. Sin embargo, las amenazas de Hitler y los hechos funestos que luego acontecieron fueron considerados principalmente la obra de un psicópata irresponsable, mientras que las palabras de Castro todavía parece tener sentido para millones de incautos latinoamericanos, cegados por su comprensible antiamericanismo.      El hecho más curioso es que la mayoría de los seguidores y defensores de Castro, tanto en América Latina como en los EE.UU., ya sean de izquierda o liberales, se llaman a sí mismos “progresistas”. Al parecer no están conscientes de que, con su apoyo a Castro, en realidad están profanando la filosofía del izquierdismo y el liberalismo. ¿Cómo alguien que se considera a sí mismo de izquierda y que estaba en contra de Pinochet, también puede ser pro Castro? La única conclusión que cabe extraer es que algo anda mal con la izquierda latinoamericana y norteamericana.      Desde que tomó el poder en Cuba en 1959, Fidel Castro no ha cesado de trabajar para sus amos del CFR, inicialmente a través de la CIA y luego directamente. En pago por sus importantes servicios, estos le han facilitado su permanencia en Cuba sin ser molestado, así como que engrose sus numerosas cuentas numeradas en los bancos de Zurich. Uno de los aspectos en que Castro ha demostrado su maestría es atraer incautos — tales como el Che Guevara, los hermanos Ortega, Hugo Chávez y, más recientemente, algunos líderes musulmanes —, y reclutarlos bajo bandera falsa en su supuesta lucha contra el “imperialismo Yankee”. Una de las técnicas favor tas usadas por los servicios de inteligencia, es la de crear su propia pseudo oposición controlada.      Tanto la invasión de Bahía de Cochinos, como las guerras de guerrillas en América Latina y la invasión de Angola, fueron operaciones conjuntas Castro-CIA al servicio de los conspiradores del CFR. También lo fueron la muerte del Che Guevara y el asesinato de Salvador Allende, así como el sabotaje al avión de Cubana de Aviación derribado en Barbados. Orlando Bosh y Edén Pastora intuyeron a tiempo que la combinación Castro-CIA era altamente nociva para la salud, y eso les salvó la vida. Francisco Caamaño, Jorge Ricardo
Massetti, Salvador Allende, Che Guevara, y muchos ilusos más, tal vez lo descubrieron demasiado tarde y pagaron caro por su error.      Poco después del comienzo de sus desavenencias con el tirano caribeño, James Petras escribió un largo artículo en el que cuestiona la acerba crítica de Castro a la dirección de las FARC. Según Petras, el hecho de que Castro se haya unido al coro que condena las acciones de los líderes de las FARC, “no tiene ni lógica ni razón.” El hecho demuestra que el bien intencionado, pero demasiado crédulo profesor Petras nunca ha entendido la verdadera esencia del castrismo, porque la crítica de Castro a la única guerrilla que ha subsistido en América Latina tiene mucha razón y lógica. A pesar de toda su retórica antiimperialista, la victoria de las guerrillas colombianas, o de ninguna otra guerrilla latinoamericana, incluyendo la del Che Guevara en Bolivia, nunca fue parte de los planes secretos de Fidel Castro y de sus amos de Wall Street. 5. La Castro-Chávez psiop      Los datos históricos disponibles indican que, lejos de debilitar el control que ejercen los conspiradores de Wall Street en América Latina, más de cincuenta años de intervención directa de Castro en la región lo han reforzado. Tal como el profesor Peter H. Smith, un especialista en la política de América Latina, ha señalado acertadamente, En retrospectiva, los hechos históricos rev elan tres puntos fundamentales: en primer lugar, desde la década de 1 950 hasta la década de 1990 los Estados Unidos ejerció una fuerte y continua hegemonía en el hemisfe rio, en segundo lugar, dentro de este patr ón general, la hegemonía de los EE.UU. sufrió un ligero descenso entre los años 1960 y 1980 y, en tercer lugar, la hegemonía de EE.UU. subió a niveles nunca ante s alcanzados entre mediados de 1980 y mediados de 199 0.      No es por casualidad que haya sido precisamente entre la década de 1960 hasta la década de 1980 cuando las guerrillas controladas por Castro devastaron muchos países de América Latina. Así que, ¿cómo se explica que la hegemonía de EE.UU. en la región sólo haya sufrido un ligero descenso? ¿Por qué Castro contribuyó directamente a la destrucción de los partidos comunistas tradicionales en América Latina?, ¿A qué se debió su gran empeño en desestabilizar y derrocar gobiernos con presidentes democráticamente electos?, ¿Por qué el principal resultado de la actividad guerrillera castrista en América Latina fue que el complejo militar-industrial norteamericano se enriqueció aún más y que los banqueros de Wall Street aumentaron sus fortunas debido a la fuga de capitales de América Latina hacia los EE.UU.? Castro se pinta a sí mismo como un enemigo jurado del liberalismo económico y la globalización, ¿cómo se explica entonces su estrecha amistad con el ex presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari, a quien altos ejecutivos del CFR consideran el máximo promotor del liberalismo económico y la globalización en México?      La razón de todo esto es que en realidad la hegemonía norteamericana en América Latina solamente pareció declinar, por la sencilla razón de que los conspiradores del CFR no tenían necesidad de enviar a los marines con demasiada frecuencia a los países al sur de la frontera para amedrentar a los dirigentes nacionalistas que no podían comprar, porque Fidel Castro lo estaba haciendo por ellos. Al destruir la mayoría de los partidos comunistas pro soviéticos en América Latina, que nunca apoyaron la lucha armada guerrillera, Castro hizo un excelente trabajo a nombre de sus amos del CFR.      Un área de inteligencia y espionaje en la que Fidel Castro ha demostrado su maestría es en el reclutamiento de tontos crédulos bajo la bandera falsa de la lucha contra el imperialismo yankee, y utilizarlos como agentes secretos para hacer su trabajo sucio en beneficio de sus amos del CFR. Algunos de ellos, como el Che Guevara, con el tiempo descubrieron
que Castro los había usado para sus fines secretos, y tuvieron que ser eliminados. Pero otros voluntariamente se convirtieron en herramientas muy útiles. Uno de los tontos más útiles que Castro ha reclutado en los últimos tiempos es Hugo Chávez.      Hugo Chávez es el típico gorila latinoamericano — un militar golpista, abundante en músculos y con poco cerebro. En el año 2000, con la ayuda secreta de Castro y la CIA, Chávez se las arregló para apropiarse del poder en Venezuela. Inmediatamente, siguiendo el consejo de Castro, comenzó el proceso de destrucción de su país. Esta destrucción es muy similar a la que Castro ha hecho en Cuba y la que los conspiradores del CFR actualmente están llevando a cabo en los propios EE.UU. y luego piensan expandir a América Latina y al resto del mundo.      En 2002 la oposición contra Chávez por parte del pueblo venezolano había aumentado tanto que un grupo de militares intentó derrocarlo, pero la CIA lo alertó sobre el golpe de estado que se tramaba. La CIA lo ha negado rotundamente, pero el 24 de noviembre de 2004 el portavoz del Departamento de Estado Adam Ereli lo admitió tácitamente. Según Ereli, un informe del 2002 de la Oficina del Inspector General sobre la política de EE.UU. hacia Venezuela en el período previo al golpe, mencionó que el Gobierno de los EE.UU. había alertado al Gobierno de Venezuela de los intentos de golpe de Estado, así como de un posible intento de asesinar a Chávez.      En 2004, cansados de ver cómo las desastrosas políticas de Chávez estaban destruyendo el país, algunos sectores democráticos del pueblo venezolano convocaron a un referendo. Fue en ese momento clave, cuando el agente del CFR Jimmy Carter viajó a Venezuela en representación de su propio Centro Carter para supervisar la imparcialidad de las elecciones.      Encuestas de opinión realizadas previas a las elecciones por la respetable firma Penn, Schoen and Berland, auguraban que Chávez perdería por un amplio margen, pero el resultado fue que Chávez se adjudicó la victoria por un estrecho margen. Innumerables casos de irregularidades y evidencias de fraude en las elecciones fueron reportados, pero Carter legitimizó la victoria fraudulenta de Chávez y de esa forma garantizó que continuara en el poder.      Después de las elecciones, se comentó que Carter había apoyado el fraude electoral para evitar un brote de violencia en Venezuela. Pero hay que tener en cuenta que Jimmy Carter es un importante agente de los magnates petroleros, los banqueros de Wall Street y las corporaciones transnacionales. En realidad su trabajo consistía en proteger los intereses de sus amos del CFR, y el papel de Chávez en América Latina es de vital importancia en los planes de los conspiradores para el área.      La Castro-Chávez psiop es una operación de guerra psicológica de gran envergadura contra los pueblos de América Latina. Es la continuación de la Castro psiop después de la disminución del poder e influencia de Castro en la región debido a sus problemas de salud. Ambas psiops muestran el uso típico de la dialéctica hegeliana.       Como resultado de la operación de guerra psicológica que fue el castrismo, los conspiradores del CFR usaron el fantasma del Castro-comunismo para aterrorizar a las clases dominantes de América Latina y empujarlas en los brazos de lo que ellos consideraban el menor de dos males, los EE.UU. Esto explica por qué, a pesar de todas las actividades aparentemente antinorteamericanas de Castro, la hegemonía de los EE.UU. en la región aumentó a un máximo histórico entre los años 1980 y mediados de 1990.      Incluso después de la caída de la Unión Soviética, Castro siguió haciendo un buen trabajo para sus amos del CFR. Fue entonces cuando su salud comenzó a deteriorarse, hasta que se puso tan enfermo que muchos auguraron su muerte inminente. Pero, sorprendentemente, comenzó a recuperarse.
     Sin embargo, Castro se dio cuenta de que ya no tenía la energía para seguir haciendo su trabajo a tiempo completo, por lo que le pasó la antorcha a su agente Hugo Chávez. Esto no quiere decir que le haya revelado a Chávez en lo que realmente consistía su trabajo, pero no hay que olvidar que Castro ha demostrado ser un maestro en manipular a la gente y usarla para sus fines secretos.      No obstante, es evidente que, sin saberlo, Chávez le está haciendo el juego a los conspiradores del CFR. En una entrevista que Castro le concedió a Ignacio Ramonet, editor de la publicación francesa Le Monde Diplomatique, le dijo que él le había salvado la vida a Chávez en abril de 2002, cuando un grupo del ejército intentó derrocarlo con un golpe de Estado. Según Castro, él personalmente convenció a los militares en contra de Chávez para que lo liberaran y volvieran a instalarlo en el poder.      Algunos liberales “progresistas” norteamericanos criticaron duramente a la CIA porque no alertó a Chávez sobre el golpe de Estado que sabían se tramaba. Lo que no mencionaron, sin embargo, es que la CIA había ayudado al coronel Hugo Chávez en 1992, cuando dio el golpe de Estado que lo llevó al poder en Venezuela.      Después que el subagente Hugo Chávez se consolidó en el poder en Venezuela, Castro continuó llevando a cabo una importante psiop contra los pueblos de América Latina. El objetivo de esta operación, al igual que el Bogotazo pero en una escala continental, consistía aterrorizar a las clases dominantes en América Latina con el miedo al Castrochavismo.      Una gran parte de los grupos gobernante nacionalistas en América Latina veían con aprehensión la creciente penetración económica y política de Wall Street y las corporaciones transnacionales en sus países, y se mostraban reacios a aceptar los nuevos acuerdos de libre comercio con los EE.UU. Pero esta mismas clases dominantes de la mayoría de los países de América Latina se sentían intimidadas por la habilidad del Castro-chavismo en movilizar la violencia contra el gobierno y por la posibilidad de que Chávez usara el petróleo como una herramienta de chantaje. Por otra parte, algunos de ellos simplemente no querían que pareciera que apoyaban políticas favorecidas por el “imperialismo” norteamericano.      Estos líderes al parecer ignoran que los conspiradores del CFR han estado utilizando el miedo al Castro-chavismo como un elemento para forzar a los dirigentes de América Latina que no han podido comprar o coaccionar, a aceptar, como males menores, políticas nocivas como las del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el Tratado de Libre Comercio Centroamericano (TLC) y el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).      El ALCA no es sino el paso previo a la creación de la Unión Americana, que se extenderá desde Alaska hasta la Patagonia, bajo el férreo control de los banqueros del CFR a través de sus instituciones financieras internacionales — sin descontar, si es preciso, las cañoneras y las tropas de fuerzas especiales. La Unión Americana, y la subsecuente implantación de una moneda común a todos los países miembros, conllevará la destrucción total de las economías de los países al sur del Río Grande, la desaparición de la clase media, el enriquecimiento de unos pocos, y la pobreza más total de los obreros y los campesinos.   Estas uniones artificiales de países siguen el modelo económico, político y social que Fidel Castro implementó en la Cuba actual, y que los altos ejecutivos del CFR tanto admiran.      En el proceso de creación de la Unión Americana jugará un papel principal el Fondo Monetario Internacional (FMI), una institución creada y controlada por los banqueros de Wall Street. La mejor descripción de lo que es en realidad el FMI la dio el economista ruso Georgi Arbatov, en un artículo que tituló “Neobolsheviques en el FMI”. Según Arbatov, los ejecutivos del FMI son una especie de “neobolsheviques que gustan de apropiarse del dinero de los demás, imponer reglas antidemocráticas en la economía y la política, y eliminar la libertad económica.”
     Arbatov no exagera. El FMI ha sido el causante directo de la ruina de todos los países, sin excepción, que han caído bajo su control económico. No en balde a las medidas que impone el FMI las llaman “tratamiento de choque”. Tal como en el tratamientos psiquiátrico del mismo nombre, quienes no perecen durante el tratamiento, sufren sus perniciosas consecuencias toda la vida. 6. La guerra psicológica contra América Latina      El 3 de julio del 2006, el intelectual mexicano Enrique Krauze, director de la revista literaria Letras Libres, dio una conferencia en la Harold Pratt House, sede del Consejo de Relaciones Exteriores en New York, en la que criticó en duros términos a Andrés Manuel López Obrador, uno de los candidatos a las elecciones presidenciales en México y, entre otras cosas, lo llamó “mesías tropical”.      En el número de enero/febrero de ese mismo año, la revista Foreign Affairs había publicado un artículo de Krauze titulado: “Furthering democracy in Mexico”. En él, Krauze había expresado su preocupación ante la posibilidad de que México volviera a caer otra vez bajo el control de la oligarquía que lo ha gobernado por muchos años, y su esperanza de que continuara el camino hacia una democracia aún más desarrollada que la que había logrado el gobierno del Presidente Fox.      Pero constituye una paradoja inexplicable el que Enrique Krauze haya seleccionado precisamente Foreign Affairs, el órgano del Consejo de Relaciones Exteriores, donde se centra el núcleo de la oligarquía que se ha apoderado ilegalmente del gobierno norteamericano y lo controla totalmente, para escribir un artículo en el que expresaba su preocupación porque su país no cayera de nuevo bajo el control de la oligarquía.      ¿Acaso ignora Krauze que en los Estados Unidos de Norteamérica en estos momentos no existe el derecho de habeas corpus, las autoridades pueden espiar, apresar, encarcelar y torturar a su antojo indefinidamente y sin someter a juicio a los ciudadanos, las elecciones son amañadas, y los dos partidos principales son en realidad las dos caras de una misma moneda? ¿Ignora también que todo eso es parte de un plan que están llevando a cabo precisamente los miembros de esa oligarquía que se aglutina en el Consejo de Relaciones Exteriores? Pero, aún más importante, ¿cómo es posible de que Krauze hable de esperanzas de que México prosiga por el camino de la democracia y se valga para expresarlo de Foreign Affairs, el órgano oficial del CFR, la institución más antidemocrática del hemisferio occidental, donde se planea, a espaldas de los pueblos mexicano y norteamericano, la desaparición de sus países y su fusión con otro cuya historia, idioma, cultura, costumbres, idiosincrasia y tradiciones, no pueden ser más diferentes? Si los conspiradores del CFR son tan amantes de la democracia y lo que planean es tan bueno para nuestros pueblos, ¿por qué lo hacen en secreto y a nuestras espaldas? Mejor ejemplo de falta de democracia sería casi imposible de hallar.      Contrariamente a lo que expresó Krauze en su artículo y luego en su conferencia en el CFR, lo que se discutía en esas elecciones en México no era si el país volvería a caer otra vez bajo el control de la oligarquía mexicana, sino si el Nuevo Orden Mundial les llegaría a los mexicanos directamente desde la casa matriz en los EE.UU. o a través de su distribuidor exclusivo para América Latina, Fidel Castro.      Finalmente, les llegó directamente desde la casa matriz. Pero prueba de que no había diferencia entre los dos candidatos es que, tan sólo unas semanas después de que los mexicanos decidieron elegir a Felipe Calderón como presidente de su país, el New York Times publicó un artículo en el que se afirmaba que Calderón estaba haciendo exactamente lo mismo que Obrador había prometido que iba a hacer. Al ser entrevistado sobre el tema, Krauze aseguró que en definitiva Obrador había planeado hacer algunas cosas buenas.
     Siempre he sido de la opinión de que el peor colonialismo es el colonialismo mental, y es evidente que las clases dominantes de América Latina han caído bajo el control del colonialismo mental que les han impuesto los conspiradores del CFR. Prueba de esto es que envían a sus hijos a estudiar a universidades de Estados Unidos, donde muchos de ellos son reclutados por los servicios de inteligencia norteamericanos — el mejor espía es el que no sabe, o no quiere saber, que ha sido reclutado.      Estos jóvenes miembros de las más poderosas familias de la élite del poder de América Latina, graduados de universidades norteamericanas y convertidos en adoradores del Modo de Vida Norteamericano, constituyen una verdadera quinta columna infiltrada en los países al sur de la frontera de los EE.UU. Ellos son una cantera de donde surgirán los próximos líderes militares y políticos, y no cabe duda de que su lealtad no está con sus países sino con los conspiradores que controlan el gobierno de los EE.UU.      El CFR se ha expandido en una serie de organizaciones importantes, todas ellas creadas con el apoyo financiero de los Rockefellers y sus amigos, los banqueros de Wall Street. Entre las principales están la Comisión Trilateral, el Grupo Bilderberg, la Organización de Naciones Unidas y sus organismos parásitos, tales como la UNESCO, el Consejo Mundial de Iglesias, la Organización Mundial de la Salud y todas las organizaciones comunisto fascistoides que han creado en los últimos años con el pretexto de proteger el medio ambiente, eliminar las barreras al comercio, y proteger la salud reproductiva de las mujeres del tercer mundo — un eufemismo para camuflar la eugenesia masiva.      Este grupo secreto también controla las principales organizaciones financieras internacionales, tales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. El fin último de todas ellas es la creación de un Nuevo Orden Mundial, que no es sino un totalitarismo comuno fascista global, controlado por los banqueros y las corporaciones — lo que Benito Mussolini llamó el “Estado corporativo”.      Podría alegarse que una de las características del fascismo es su rabioso nacionalismo, en tanto que esta gente aboga la globalización. Pero, en la época de las corporaciones transnacionales, tiene lógica que el neofascismo del Nuevo Orden Mundial sea internacionalista y globalizador.      Quienes han acusado a Fidel Castro de comunista por sus agresivas políticas injerencistas en todo el mundo, al parecer ignoran que esta política es una copia al carbón de la política de los conspiradores imperialistas de Wall Street. Esta ideología expansionista de liberalismo internacionalista fue formulada a comienzos del siglo pasado por el presidente Woodrow Wilson, pero ahora sabemos que las ideas de Wilson fueron implantadas en su mente por su asesor personal, Edward Mandell House, un agente secreto de los banqueros internacionales.      La política agresiva de “internacionalismo proletario” implementada por Fidel Castro a partir de los setenta tenía características muy similares al liberalismo internacionalista de Wilson. Por consiguiente, no es festinado deducir que el internacionalismo proletario de Castro también fue una creación de los banqueros de Wall Street. Esto es lo único que explica que la política internacional de Castro siempre haya beneficiado directa o indirectamente a los conspiradores del CFR. 7. La economía de Cuba antes de Castro      Los liberales americanos suelen abordar el tema de las revoluciones en el Tercer Mundo desde un punto de vista simplista. Según ellos, la verdadera causa de estas revoluciones no es la subversión externa, sino la injusticia, la pobreza y las privaciones. Si no hubiese injusticia en América Latina, nos dicen, no habría causas para la revolución.
     Pero los liberales se empecinan en ignorar la realidad de los hechos. Si bien las condiciones económicas y sociales se habían mantenido más o menos iguales en América Latina desde comienzos del siglo pasado, desde que Fidel Castro tomó el poder en Cuba en 1959 los intentos de rebelión en la región se multiplicaron. Esto podría haber sido producto de una coincidencia, pero hay indicios de que no fue así. Los esfuerzos de Castro por crear subversión en América Latina, que comenzaron tan sólo unos días después de que asumió el poder en Cuba en 1959, han sido ampliamente documentados en detalle.      Por otra parte, nadie se atrevería a afirmar que la injusticia, la pobreza y las privaciones en América Latina terminaron hace veinte años. Pero, como la realidad económica en Cuba después de la caída de la Unión Soviética obligó a Castro a reducir al mínimo sus intentos de subversión, a pesar de algunos brotes aislados, ya no parece que América Latina esté madura para la revolución. Entonces, ¿qué ha pasado? La realidad es que, a pesar de que la injusticia social, la pobreza y la miseria aún persisten, los esfuerzos subversivos de Castro han desaparecido casi por completo, y con ellos la idea de una revolución tipo castrista en los países de América Latina.      Por otra parte, nadie puede negar seriamente que la injusticia, la pobreza y la privación en la Cuba de Castro desde que tomó el poder en 1959 ha sido y sigue siendo más alta que en la mayoría de los países de América Latina. Sin embargo, mientras que muchos países de América Latina vieron sus gobiernos desestabilizados por movimientos guerrilleros iniciados y respaldados por Castro, el gobierno totalitario de Castro, libre de sus propios esfuerzos de desestabilización, ha demostrado 50 años de estabilidad continua casi sin precedentes en la región.      

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