I.2. EL NACIMIENTO DE LA EMPRESA CAPITALISTA
CAPÍTULO I
LOS CIMIENTOS DEL EDIFICIO: DE LOS ALBORES A LA CONSOLIDACIÓN
Si, como hemos visto, el carácter usurario y especulador del
capitalismo emergente se encarnó en los mercaderes y banqueros florentino
del siglo XIV, la otra faceta del nuevo sistema económico, esto es, la
predadora y coercitiva, se materializaría en los comerciantes venecianos,
auténticos precursores de la moderna mentalidad empresarial. Dos facetas,
entiéndase bien, que en la práctica de los hechos han caminado
indisolublemente unidas, aunque en el plano meramente teórico la
explicación de ciertos acontecimientos pueda resultar más
asequible recurriendo a categorías más o menos convencionales.
Los inicios del auge comercial veneciano se remontan al siglo XI, durante el
cual el Imperio Bizantino concedió a los negociantes de esa ciudad el
derecho a establecer en sus dominios agencias comerciales libres de tasas. Pero
fue en el siglo XIII, tras la expulsión de las huestes sarracenas de
Sicilia y de otros enclaves de la zona, cuando la flota veneciana pasó a
convertirse poco menos que en la dueña del comercio marítimo
mediterráneo.
Si hay un rasgo que singulariza a los empresarios-navegantes venecianos,
distinguiéndoles así del proceder florentino, fue su proclividad a
la acción militar para llevar a cabo sus proyectos de expansión
comercial. Bien podría decirse, por tanto, que con ellos el rudimentario
bandolerismo medieval se organizó y estructuró bajo el signo de la
empresa. En efecto, a lo largo de la Edad Media el asalto y el pillaje habían
constituido una práctica frecuente entre buena parte de la nobleza
europea. Este fenómeno se manifestó con especial virulencia en
Francia y, muy especialmente, en territorio alemán, donde casi alcanzaría
características de epidemia. Las correrías expoliadoras de los
caballeros salteadores germanos, los célebres raubritter, llegaron a
configurar un clima social conocido en aquel país como "la ley
del puño". Pero ese tipo de acciones tuvo siempre un carácter
anárquico y ocasional, totalmente desprovisto de cualquier cálculo
o plan orientado a la consecución de un objetivo ambicioso. Pura
improvisación, en suma, sin el menor atisbo de lo que pudiera definirse
como una auténtica empresa.
En el proceder de los magnates venecianos, por el contrario, el pillaje
alcanzó cotas de organización verdaderamente empresarial, con toda
una maquinaria bélica puesta al servicio de un proyecto lucrativo
minuciosamente estructurado. Tanto es así que el término "corsar"
fue utilizado en las actas mercantiles venecianas de forma absolutamente
natural, sin el menor matiz infamante o peyorativo. Estas prácticas,
compartidas igualmente por otras ciudades italianas (Génova, Pisa,
Amalfi), se extendieron con el transcurso del tiempo a varios países
europeos, llegando a alcanzar en algunos de ellos caracteres de auténtica
institución social. Tales fueron los casos de Francia, Holanda y, muy
especialmente, de la nación corsaria por excelencia, esto es,
Inglaterra..
La piratería francesa, que durante el siglo XVI se nutrió
preferentemente de elementos procedentes de la pequeña nobleza
protestante, alcanzó su apogeo a mediados del siglo XVII con las
flotillas de bucaneros y filibusteros que operaban en aguas de las colonias
caribeñas hispanas.
Empresas corsarias, y no otra cosa, fueron también la grandes compañías comerciales de los siglos XVI y XVII (Compañías de Indias Holandesa, Francesa e Inglesa), en cuyos balances de pérdidas y ganancias figuraban, como un capítulo más, las originadas por actos de piratería, lo que era perfectamente normal en ese tipo de sociedades mercantiles dotadas de atribuciones paraestatales de carácter económico, político y militar.
Empresas corsarias, y no otra cosa, fueron también la grandes compañías comerciales de los siglos XVI y XVII (Compañías de Indias Holandesa, Francesa e Inglesa), en cuyos balances de pérdidas y ganancias figuraban, como un capítulo más, las originadas por actos de piratería, lo que era perfectamente normal en ese tipo de sociedades mercantiles dotadas de atribuciones paraestatales de carácter económico, político y militar.
Pero, donde la piratería alcanzó su mayor caracterización
y proyección como actividad empresarial, fue, sin ninguna duda, en la
Inglaterra del XVI y del XVII y, posteriormente, en sus dominios coloniales del
Estado de Nueva York.
A lo largo de todo ese período, la organización y el
desenvolvimiento de las escuadras corsarias británicas diferían
muy poco de las de cualquier otro negocio, de ahí el calificativo de "business"
con que denominaron sus actividades los tratadistas de la época. De
hecho, las flotillas piratas eran equipadas y financiadas de forma regular por
acaudalados hombres de negocios, cuando no por la propia Corona, y sus más
destacados cabecillas fueron elevados a la dignidad señorial (Sir Francis
Drake, Sir Martin Frobischer, Sir Richard
Grenville, etc).
Aquel carácter predador puesto al servicio de la empresa lucrativa
que inspiraba el ánimo de los empresarios-corsarios del XVII, es el mismo
que impregnó después la dinámica expansiva del capitalismo
actual. Con el transcurso del tiempo evolucionarían las técnicas,
pero perduraría la misma rapacidad