viernes, 27 de marzo de 2020

EL BOGOTAZO LIMPIO 2-(2-2)


PRÓLOGO
SEGUNDA SECCION
La Unión Soviética fue creada artificialmente por un grupo de magnates petroleros y banqueros internacionales. Su propósito era poner a Rusia en un congelador económico y político (lo cual lograron por casi 60 años) y evitar que el Zar Nicolás II materializara sus intenciones de convertir el país en uno de los principales productores de petróleo compitiendo en los mercados mundiales. Pero al parecer el Zar no sabía que los monopolistas petroleros detestan la competencia.      Después del asesinato de Alejandro II en 1881, su hijo, Alejandro III, fue coronado Zar de Rusia y su nieto Nicolás pasó a ser el heredero principal al trono. Pocos años después, Alejandro III comenzó un ambicioso programa de industrialización del país, que incluía la construcción de una moderna red ferroviaria que lo unificaría. El resultado de este esfuerzo fue la creación del ferrocarril transiberiano, que transformaría la economía de Rusia y convertiría el país en una moderna sociedad industrial.      Después de la inesperada muerte de Alejandro III, su hijo Nicolás fue coronado y se propuso continuar la política económica de su padre. Alejandro encomendó al Conde Sergio Witte, ministro de finanzas de Rusia, la continuación del proyecto ferroviario. Pocos años después, gracias a los esfuerzos de Witte, Rusia había pasado de ser tan sólo el mayor proveedor de trigo a las casas comerciales británicas a convertirse en una pujante potencia industrial. Como era de esperarse, el gobierno británico se opuso enérgicamente a estos cambios en Rusia. Pero los esfuerzos de Witte terminaron súbitamente en 1905 cuando el Zar Nicolás II fue depuesto como resultado de la “revolución” Rusa.      El mayor problema que los conspiradores confrontaban con Rusia no eran los esfuerzos de los zares por convertirla en una nación industrializada, sino los grandes yacimientos de petróleo que recientemente habían sido descubiertos en Bakú, Azerbaiyán, cerca del Mar Caspio. En esos momentos se consideró que las reservas de los campos petroleros de Bakú eran unas de las mayores del mundo. A comienzos de los años 1880, la producción rusa de petróleo crudo había alcanzado 10.8 millones de barriles al año, casi un tercio de la producción de los Estados Unidos, y continuaba en aumento.      Como era de esperarse, John D. Rockefeller y sus socios criminales estaban muy alarmados ante el intento de los rusos de controlar el suministro mundial de petróleo. Por consiguiente, comenzaron a conspirar activamente en crear un plan para sabotear los esfuerzos de los rusos. Finalmente, llegaron a la conclusión de que lo único que les permitiría lograr su objetivo era deponer al Zar Nicolás II, y que la única forma de deponerlo era por medio de una “revolución”.

     La mayoría de los libros de historia, muchos de ellos escritos por desinformadores poco escrupulosos al servicio del CFR, describen la revolución rusa como el resultado de un levantamiento espontáneo de las masas trabajadoras rusas en contra de un gobierno opresor. Según esta versión, la desastrosa participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial, que costó la vida a cuatro millones de hombres, causó un descontento generalizado.      Una creciente crisis económica y escaseces de alimentos contribuyeron a que se acrecentaran los problemas. Manifestaciones callejeras de gente pidiendo al gobierno que les diera comida estallaron en varias ciudades. Esta caótica situación creó las condiciones para la revuelta popular que eventualmente condujo al derrocamiento del gobierno de los Zares y transformó Rusia en la Unión Soviética, una nueva sociedad igualitaria basada en los principios anticapitalistas del marxismo.      Pero esta visión dista mucho de ser cierta. Gracias a los esfuerzos de estudiosos como Antony Sutton, G. Edward Griffin, y otros, hoy sabemos que la “revolución” rusa fue en realidad una operación encubierta planeada y llevada a cabo por banqueros internacionales y magnates petroleros, no muy diferente de las recientes “revoluciones espontáneas” de la llamada Primavera Árabe en Egipto, Libia, Sudán, Siria y otros países del Medio Oriente. Sin la considerable infusión de dinero proveniente de algunos de los más notables millonarios de la época, la “revolución” rusa nunca hubiese triunfado.      Aunque inicialmente el Zar Nicolás II era partidario de las ideas autocráticas de su padre, con el pasar del tiempo había cambiado de opinión, e iniciado una serie de reformas encaminadas a transformar a Rusia de un reino feudal en una sociedad moderna industrializada. Estas medidas incluyeron la emancipación de los siervos, la creación de una Duma, o Asamblea Nacional, y comunas rurales. Estas reformas habrían alentado al pueblo ruso a pensar en la posibilidad de un cambio hacia un gobierno benigno en el que el pueblo participaría democráticamente.      Pero algunos poderosos magnates petroleros y banqueros influyentes de Wall Street no estaban complacidos con los cambios en Rusia, y concibieron otros planes para el país. Para llevarlos a cabo, John D. Rockefeller, en complicidad con los banqueros Andrew Mellon, J.P. Morgan y el magnate del acero Andrew Carnegie, así como otros de los llamados “barones ladrones”, aunaron sus recursos, reunieron unos 50 millones de dólares (en ese tiempo una enorme suma de dinero) y, con el pretexto de estimular el comercio mundial, crearon la Corporación Internacional Americana (American International Corporation, AIC), un poderoso cartel monopolístico. Sin embargo, lo cierto es que el objetivo principal de la AIC era proveer los fondos necesarios para que un pequeño grupo de revolucionarios profesionales, los Bolcheviques, derrocaran el gobierno del Zar Nicolás II.      Entre 1907 y 1910, los banqueros conspiradores se reunieron en varias ocasiones con León Trotsky, un extremista ruso exiliado en New York, y con Vladimir Ilich Lenin, otro extremista que vivía en el exilio en Zurich. Finalmente, los archi capitalistas llegaron a un acuerdo con los archi anticapitalistas a cambio de que los banqueros les proveyeran los fondos necesarios para llevar a cabo su “revolución.” Como pago, los archi capitalistas de Wall Street se reservaron el derecho de diseñar el sistema económico del país que luego se convertiría en la Unión Soviética; en teoría el país más anticapitalista del mundo.      Con la ayuda de los banqueros, Lenin regresó a Rusia en un tren especial con una gran cantidad de oro. Poco después Trotsky, bajo la protección del Presidente Wilson y de su titiritero el “Coronel” House, partió desde New York hacia Rusia en un buque con más oro. Ese oro de los banqueros fue lo que hizo posible que ambos “revolucionarios” llevaran a cabo su “revolución.”      Pero, desde el comienzo, algunas personas bien informadas sabían perfectamente que la “revolución” rusa no era sino una treta más de los magnates petroleros y los banqueros
internacionales. En un discurso que pronunció en la Cámara de los Comunes el 5 de noviembre de 1919, el estadista inglés Winston Churchill expuso la conspiración en pocas, pero certeras palabras: Lenin fue enviado a Rusia . . . como si hubiese n enviado un frasco conteniendo un cultivo de tifus o de cólera para vaciarlo en el suministro d e agua de una ciudad grande, y actuó con una eficacia increíble. Poco después de que Lenin arribó, comenzó a cont actar a personas influyentes en sus mansiones en New York, Glasgow, Ber na, y en otros países, y de esa forma reunió estos espíritus influyentes en una secta formidable; la más formidable del mundo . . . Con esos espír itus a su alrededor, [Lenin] se puso a trabajar con una habilidad demoníac a para destruir cada una de las instituciones de las que dependía el Estado Ruso.      Como veremos más abajo en este libro, la historia se repitió al dedillo cuando los conspiradores le brindaron su apoyo secreto a Fidel Castro para que tomara el poder en Cuba y destruyera el país con su “revolución” y, más recientemente, en las supuestas “revoluciones” democráticas en Egipto, Libia y Sudán, y las que se traman para tomar el poder en Siria e Irán.      No obstante, lo que Churchill no mencionó en su discurso fue que quienes habían diseminado la plaga comunista en Rusia eran un grupo de banqueros ingleses, europeos y norteamericanos, entre ellos los Rothschilds, Sir George Buchanan y Lord Alfred Milner (miembros del grupo inicial de conspiradores que creó el CFR), los Warburgs, los Rockefellers, Andrew Mellon y J.P. Morgan.       Con esta pequeña inversión monetaria, los conspiradores habían creado un pseudo enemigo en gran medida bajo su control. Poco después la Unión Soviética, con el apoyo secreto de los conspiradores, se convirtió en el enemigo principal de los Estados Unidos y otros países occidentales. El resto es historia.      Pero al parecer los conspiradores no previeron que el comunismo y la economía marxista son tan ineficientes que, desde el primer momento, el monstruo que habían creado no podía proveer ni siquiera para su propia subsistencia. De modo que, aunque aparentemente luchaban para erradicarlo, tras bastidores hacían todo lo posible para mantenerlo vivo y amenazante.      En su masivo estudio académico Western Technology and Soviet Economic Development, después en su National Suicide: Military Aid to the Soviet Union, y finalmente en The Best Enemy Money Can Buy, el profesor Antony Sutton documentó en detalle como la Unión Soviética fue mantenida artificialmente activa, particularmente en el campo militar, gracias a una masiva ayuda económica y tecnológica, mayormente proveniente de los EE.UU. Y esta transferencia tecnológica no fue el resultado del buen trabajo de los espías soviéticos, como se ha tratado de hacer creer, sino de las actividades traicioneras de miembros del CFR en los más altos cargos del gobierno norteamericano.      En particular, los dos éxitos más rotundos de los conspiradores fueron proporcionarle a los soviéticos la tecnología necesaria para producir, primero armas nucleares, y luego los cohetes intercontinentales para transportarlas. Según la historia oficial, fueron los espías soviéticos Ethel y Julius Rosenberg quienes en 1950 robaron los secretos nucleares necesarios para producir una bomba atómica y se los proporcionaron a los soviéticos. Pero esto no pasa de ser un cuento de hadas. En realidad los soviéticos no tuvieron que robar los secretos nucleares porque agentes secretos del CFR infiltrados en el gobierno norteamericano se los proporcionaron en 1943 a través del llamado programa de Lend Lease.      El profesor Sutton documentó en detalle el segundo caso, la transferencia de tecnología norteamericana requerida para aumentar la precisión de los cohetes intercontinentales soviéticos. Según Sutton, sin esta tecnología los cohetes nucleares intercontinentales soviéticos nunca hubiesen logrado la precisión necesaria para dar en los blancos. 4. La creación de la Alemania nazi      Existe una abrumadora evidencia que prueba que algunos banqueros de Wall Street tuvieron un importante papel en ayudar a Hitler a tomar el poder en Alemania, y luego comerciaron con los nazis antes y durante la guerra. Aunque el hecho no se menciona en muchas de las historias oficiales, Adolfo Hitler logró tomar el poder en Alemania gracias al apoyo financiero que le proporcionaron ciertos monopolios industriales, principalmente el cartel químico I.G. Farben. Pero la I.G. Farben logró su poderío económico debido a una fuente poco conocida: los banqueros de Wall Street.      Según Antony Sutton, uno de los autores que más ha investigado esta relación, “Sin el capital suministrado por Wall Street, no habría habido I.G. Farben ni Adolfo Hitler ni Segúnda Guerra Mundial.” La I.G. Farben fue creada en 1924 cuando el banquero norteamericano Charles Dawes, coordinó grandes préstamos de capital, por un total de 800 millones de dólares, para consolidar las empresas alemanas de químicos y acero en gigantescos monopolios comerciales gracias a lo que se conoció como el Plan Dawes. Pero el Plan Dawes fue en realidad una creación de los banqueros de la J.P. Morgan. Otros banqueros de Wall Street que colaboraron con la Alemania Nazi fueron la firma Dillon, Read & Co., la Forbes & Co., y el National City Bank, que proporcionó las tres cuartas partes de los préstamos empleados para crear estos carteles comerciales.      Debido a que Alemania no contaba con suficientes fuentes naturales de petróleo para la fabricación de gasolina para la guerra que se avecinaba, en 1927 la Standard Oil de los Rockefellers le proporcionó a la I.G. Farben la tecnología para producir gasolina sintética a partir de carbón mineral, un producto abundante en Alemania.      Desde el comienzo de la guerra, la Standard Oil de los Rockefeller había sido uno de los principales suministradores, por el norte de África, de la gasolina que la maquinaria de guerra nazi tanto necesitaba. Pero, después de la invasión aliada del norte de África, la Standard Oil ya no estaba en condiciones de suministrarle a sus amigos nazis la gasolina a través de esa ruta. De modo que la Standard Oil comenzó a enviarle el petróleo a los nazis a través de España y Suiza, dos países neutrales.      La prensa norteamericana, totalmente bajo el control de los conspiradores del CFR, mantuvo esas transacciones ocultas del pueblo norteamericano, que en ese momento hacía largas filas en las estaciones de servicio sin quejarse, porque sabían que los militares estadounidenses estaban necesitados de gasolina. No sabían, sin embargo, que más gasolina iba a parar a los nazis a través de España y Suiza, que a las tropas estadounidenses.      Un memorándum del Departamento de Estado fechado en agosto de 1943, muestra que el comercio había sido autorizado entre una filial de la Standard Oil de Venezuela, la Creole Petroleum Co., y una empresa en Aruba. De ahí, el petróleo era enviado a España y terminaba en Alemania.      Los conspiradores del CFR no sólo tuvieron un papel fundamental en llevar a los nazis al poder, sino que continuaron ayudando a la maquinaria de guerra nazi incluso después de que los EE.UU. había declarado la guerra contra Alemania. Esto ha sido documentado en detalle en libros tales como el de Charles Higham Trading with the Enemy,43 el de Antony Sutton Wall Street and the Rise of Hitler44 y, mas recientemente, por Jim Marrs en The Rise of the Fourth Reich.      Por otra parte, los conspiradores del CFR, en su mayoría con la ayuda de sus agentes secretos William Donovan y Allen Dulles, no sólo tuvieron un papel decisivo en facilitar que muchos criminales de guerra nazis, entre ellos altos oficiales de las SS, escaparan a Sudamérica, mayormente a la Argentina de Perón, sino también en el asesinato del General George Patton. Al frente de su Tercer Ejército, Patton había lanzado un fulminante ataque cuyo objetivo era tomar Berlín mucho antes de que los rusos lo hicieran. Pero en la Conferencia de Yalta los conspiradores habían llegado a un acuerdo con Stalin de cederle el control de la Europa del este. También necesitaban más tiempo para que sus amigos nazis pudieran escapar a América del Sur. Por consiguiente, los agentes del CFR Franklin Roosevelt, George Marshall y Dwight Eisenhower le cortaron el suministro de combustible y municiones al Tercer Ejército.       Como resultado, más de las tres cuartas partes de la bajas de las fuerzas aliadas en la Segunda Guerra Mundial ocurrieron después de esta traición. Al finalizar la guerra Patton comentó que iba a mover sus influencias para que se llevara a cabo una investigación, y esto condujo a que los conspiradores del CFR ordenaran su asesinato. El asesino fue un oficial de la OSS.       Pero el asesinato del general Patton, la ayuda a los líderes nazis para que escaparan de la justicia, y la ayuda a Stalin para que tomara el control de Europa del Este, no fueron las únicas acciones criminales llevadas a cabo por Donovan y sus secuaces de la OSS. Mediante operaciones especiales secretas, tales como la Operación Presilla de papel (Operation Paperclip), los conspiradores trajeron científicos nazis para trabajar en los Estados Unidos, así como reclutaron al general de la Wehrmacht Reinhard Gehlen y a muchos de sus matones de las SS para que trabajaran para la recién creada CIA.      La OSS fue también la herramienta que los conspiradores utilizaron para probar las técnicas de guerra psicológica que habían desarrollado y que usarían más tarde para llevar a cabo operaciones de guerra psicológica contra el pueblo estadounidense y otros pueblos del mundo. 5. La Oficina de Servicios Estratégicos (OSS)      La mayoría de los libros que tratan sobre la historia de los servicios de inteligencia de los EE.UU. repiten una y otra vez que la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) fue la primera agencia central de inteligencia de ese país. Este es el caso, por ejemplo, del libro Documentos de Christy Macy y Susan Kaplan, el cual se anuncia en la portada como “una colección impresionante de memorandos, cartas y télex de los archivos secretos de la comunidad de inteligencia estadounidense”. Según estos autores, “La CIA es el descendiente directo de la Oficina de Servicios Estratégicos.”  Otro autor, Jeffrey T. Richelson, repite la misma pieza de desinformación en su Un siglo de espías: la inteligencia en el siglo XX. Según Richelson. En 1941 el presidente Franklin Roosevel t estableció la primera agencia central de inteligencia de los Estados Uni dos, la Oficina de Coordinación de Información. El hombre elegido para d irigir la nueva oficina, que se convirtió en la Oficina de Servicios Estra tégicos (OSS) en junio de 1942, fue William J. Donovan.      No obstante, a pesar de su nombre intencionalmente engañoso, la Oficina de Coordinación de Información (Office of Coordination of Information, COI), no era una agencia de inteligencia en el sentido estricto de la palabra. Su verdadera función no era la recolección y análisis de información para producir inteligencia, sino la ejecución de operaciones militares encubiertas. Esta fue la primera incursión de los conspiradores del CFR en el terreno del espionaje, sabotaje, propaganda negra, guerra de guerrillas, y otras actividades subversivas que hasta ese momento habían sido consideradas contrarias a la idiosincrasia norteamericanas.      Una parte importante de las actividades de la COI estaban dedicadas a la guerra psicológica. A fines de 1946, la COI ya había creado directivas detalladas para actividades de
guerra psicológica en la postguerra. A mediados de 1947, se creó un subcomité formado por miembros del Departamento de Estado, la marina y el ejército norteamericanos, para planear el uso continuo de guerra psicológica contra el nuevo enemigo artificialmente creado: la Unión Soviética.      Una vez que creó la CIA en Julio de 1947, el presidente Truman aprobó el documento NSC-4/A, que le confería a la Oficina de Coordinación de Información, que ahora formaba parte de la CIA, la responsabilidad de planear y ejecutar las tareas de guerra psicológica encubierta. La creación de la Oficina de Coordinación de la Información, un verdadero brazo militar directamente al servicio de los conspiradores del CFR, tuvo un significado político enorme. En primer lugar, porque los EE.UU. nunca había tenido en tiempo de paz una agencia de inteligencia controlada por civiles, totalmente dedicada a operaciones militares encubiertas. En segundo lugar, porque, al estar bajo el control del poder ejecutivo, la COI constituyó una peligrosa expansión extra constitucional del poder presidencial.      Dado el hecho de que desde comienzos del siglo XX los presidentes de EE.UU. se habían convertido en marionetas del CFR, en realidad esto significó una verdadera toma del poder en los EE.UU. por los conspiradores del CFR.      La mayoría de los autores que atribuyen al presidente Roosevelt la creación de la OSS pasan por alto un punto muy importante: al igual que la mayoría de los presidentes de los EE.UU., Franklin D. Roosevelt era un títere puesto en la Casa Blanca y manipulado por un grupo de asesores, que en realidad eran las cuerdas con las que los titiriteros del CFR controlaban a su marioneta. Prominente en este grupo de asesores cercanos, que Roosevelt eufemísticamente llamó su “grupo de expertos” (“brain trust”), fueron Harry Dexter White, Harry Hopkins, George Marshall y Henry Morgenthau, Jr., todos ellos agentes secretos del CFR. Estos individuos fueron una especie de versión inicial de los asesores del Consejo Nacional de Seguridad (National Security Council) que desde 1947 rodean a los presidentes estadounidenses con un cinturón de desinformación creada en el CFR.      Por lo tanto, es lógico concluir que, al igual que todas las decisiones importantes tomadas por los presidentes estadounidenses desde Wilson, la creación de la OSS también fue una idea desarrollada en el CFR e implantada en el cerebro de Roosevelt por sus controladores. Por otra parte, dado el hecho de que los conspiradores ya tenían su propia agencia de inteligencia, el propio CFR, es obvio que no tenían necesidad de otra. Por consiguiente, a pesar de las afirmaciones en lo contrario, la OSS nunca fue una agencia de inteligencia de verdad, sino tan sólo el brazo militar encubierto del CFR.      El verdadero propósito de la OSS nunca fue defender los intereses del pueblo norteamericano, sino los intereses de los banqueros de Wall Street, los magnates del petróleo y los propietarios de las grandes corporaciones, que habían estado haciendo un buen negocio armando la maquinaria de guerra nazi. Al contrario de lo que está escrito en la mayoría de los libros de historia, el verdadero objetivo de los conspiradores del CFR no era derrotar a sus socios nazis, sino ayudarlos a que salvaran el pellejo después del colapso catastrófico de Alemania.       Esta tarea secreta se llevó a cabo en gran medida gracias a la OSS. Esto explica el por qué los conspiradores orquestaron el ataque a Pearl Harbor como un pretexto para manipular la opinión pública estadounidense para que aceptaran de buen grado el envío de sus hijos a luchar en una guerra a la que Roosevelt poco antes les había prometido que nunca serían enviados.      Tal como mencioné anteriormente, la OSS nunca fue una agencia de inteligencia en el sentido literal de la palabra, por el simple hecho de que los conspiradores ya tenían una: el CFR. Los hechos demuestran que la OSS nunca hizo un trabajo apreciable en las áreas de colección de información, mucho menos en su análisis y evaluación para convertir esta información en inteligencia. Por el contrario, su principal actividad consistió en llevar a cabo operaciones militares encubiertas, particularmente en el área de sabotaje y guerra psicológica.      El General William Donovan, el hombre que los magnates petroleros y los banqueros de Wall Street eligieron para que comandara la OSS, era un abogado millonario al servicio de los banqueros de Wall Street y miembro activo del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR). En 1929 había creado su propia oficina de abogados, la firma legal Donovan, Leisure, Newton and Lumbard. Su mano derecha, Allen Dulles, también era abogado de Wall Street y miembro del CFR. Desde su oficina de la OSS en Berna, Suiza, el trabajo de Dulles no consistía en proteger los intereses del pueblo norteamericano, sino los de los banqueros de Wall Street y otros miembros del CFR. Sullivan & Cromwell, la firma de abogados de Wall Street para la que Dulles trabajaba desde 1926,58 mantenía estrechos nexos comerciales con la I.G. Farben, la firma que producía el Ziklon B, el gas letal usado para asesinar a los judíos y otras minorías en las cámaras de gas.      La Sullivan & Cromwell también representaba a la United Fruit y otros intereses de los Rockefellers. Uno de los socios principales de esta firma era John Foster Dulles, hermano de Allen y, como él, miembro del CFR. Otros abogados de la firma eran George Kennan, Paul Nitze y James Forrestal, todos ellos miembros clave del CFR.      La mayor parte de los oficiales de las OSS habían sido miembros de La Investigación (The Inquiry). Muchos de ellos luego tuvieron por muchos años puestos clave en la creación de la CIA, el Consejo Nacional de Seguridad y la política internacional norteamericana. Por consiguiente, hay que concluir que la mayoría de quienes se enrolaron en la OSS no lo hicieron motivados por patriotismo, para luchar contra los Nazis y proteger los intereses del pueblo norteamericano, sino para proteger sus intereses personales. En realidad, la misión principal secreta de la OSS durante la Segunda Guerra Mundial consistió en ayudar a altos oficiales Nazis a que escaparan con el oro que habían robado, así como proteger a las corporaciones alemanas asociadas con los bancos de Wall Street. Esto explica el por qué, cuando los conspiradores de Wall Street infiltrados en el gobierno norteamericano se dieron cuenta de que Hitler se había convertido en una especie de monstruo de Frankenstein, provocaron e incitaron a los japoneses para que atacaran Pearl Harbor y luego usaron el incidente como pretexto para tomar parte en la guerra.      Tampoco es una coincidencia que el agente secreto del CFR William Donovan haya reclutado la mayor parte de los oficiales de la OSS entre los miembros de las familias ricas cuyas empresas estaban abasteciendo a los nazis. Entre los más notorios estaba Andrew Mellon, hijo del millonario Paul Mellon. Además, el jefe de la OSS en Londres, David Bruce, era el hijo de un senador millonario de los EE.UU., y estaba casado con la hermana de Paul Mellon, Aisla. Los nexos de los Mellons con los nazis eran bien conocidos. Como abogado de Wall Street, el propio Donovan tenía vínculos con la I.G. Farben, una de las principales empresas alemanas que colaboraba con los nazis.      Dos de los hijos de J.P. Morgan, Junius y Henry, también se unieron a la OSS y tenían puestos importantes en la organización. Los Vanderbilt y los Dupont también permitieron que algunos de sus descendientes se unieran a la OSS para que mantuvieran un ojo protector sobre las empresas de su familia vinculadas a los nazis. El autor Harris Smith menciona que sólo los Rockefeller estaban ausentes de la OSS, pero Nelson ya estaba bastante ocupado en sus actividades de espionaje en América Latina como Coordinador de Asuntos Interamericanos.      La firma de Wall Street Goldman Sachs, permitió que muchos de sus altos ejecutivos se uniera a la OSS. Y algunos de los hombres de confianza de la Standard Oil Company, ahora transformados en oficiales de inteligencia de la OSS, velaban porque los envíos de gasolina
a la Alemania nazi a través de España y Suiza continuaran sin ser molestados. Por su parte, Allen Dulles mantuvo siempre oculta la estrecha relación, y hasta la propiedad compartida, entre algunas corporaciones norteamericanas y las de los nazis.      Sin embargo, mucho menos conocido es el papel que estos individuos desempeñaron antes, durante, y después de la Segunda Guerra Mundial, en el desarrollo del fascismo internacional. Por ejemplo, después de la Conferencia de Versalles, John Foster Dulles, actuando en su capacidad de Consejero especial al Comité Dawes, contribuyó enormemente en la creación de préstamos del llamado Plan Dawes, que se otorgaron a Alemania después de la Primera Guerra Mundial para que se recapitalizara y remilitarizara.      Sullivan & Cromwell, la firma para la que trabajaban John Foster y Allen Dulles, se benefició enormemente con esos préstamos. Muchas de las firmas alemanas que capitalizaron gracias al Plan Dawes eran clientes de Sullivan & Cromwell, y fueron clave en promover la toma del poder por Adolfo Hitler y la creación de la maquinaria militar alemana.      Otros países europeos fascistas que se beneficiaron con las dádivas de los banqueros de Wall Street fueron la Italia de Mussolini, la España de Franco, y la Polonia de Pilsudski. Es necesario aclarar que el dinero que los banqueros de Wall Street proporcionaban a los fascistas europeos no salía de sus bolsillos, sino que había sido robado al pueblo norteamericano a través del Internal Revenue Service (IRS), la agencia de impuestos federales ilegalmente creada por el presidente Wilson siguiendo órdenes del “Coronel” House, el agente secreto de los propios banqueros de Wall Street.      Frank Wisner, un alto oficial de la OSS que luego fue nombrado jefe de operaciones encubiertas de la CIA, era un abogado que había sido miembro de la poderosa firma de Wall Street Carter, Ledyard, Milburn. William Colby, otro oficial de la OSS que pasó a formar parte de la CIA y llegó a ser uno de sus directores, había estado asociado a la firma legal de Donovan en Wall Street. Otros miembros de la OSS que habían sido abogados de Wall Street eran William Jackson, Gordon Gray y Tracy Barnes. Todos ellos pasaron a ser oficiales de la CIA poco después de su creación en 1947.      Gray se convirtió en uno de los expertos de la CIA en guerra psicológica y Wisner tuvo un papel cardinal en facilitar que muchos importantes criminales de guerra Nazis escaparan a la justicia. Unos de ellos, el General Nazi Reinhard Gehlen, se convirtió en el jefe de contrainteligencia de la CIA en la lucha contra el comunismo soviético. Ambos Dulles y Wisner trabajaron en estrecha coordinación con la Organización Gehlen.      Durante la Segunda Guerra Mundial, Allen Dulles había estado a cargo de la oficina de la OSS en Berna, Suiza. Bajo la cubierta de su puesto en la OSS, Dulles mantuvo estrechas relaciones con miembros clave de la élite industrial y financiera Nazi. Muchos de ellos ya eran conocidos suyos desde los días en que trabajaba para la Sullivan & Cromwell. No obstante, hay que reconocer que, a pesar de todo, la OSS hizo un excelente trabajo. El problema es que no lo hizo para beneficiar al pueblo norteamericano, sino a sus verdaderos amos, los magnates petroleros y los banqueros de Wall Street. Desafortunadamente, ese fue un vicio que heredó la CIA.      Contrariamente al mito establecido, la OSS nunca fue una agencia de inteligencia que luchó para proteger los intereses del pueblo norteamericano. Por el contrario, la OSS fue una quinta columna que los conspiradores del CFR infiltraron en la fuerzas armadas de los EE.UU. Una de sus tareas secretas fue sabotear los esfuerzos de verdaderos patriotas como el General George Patton, que trataban de destruir la maquinaria militar Nazi a fin de ganar la guerra lo antes posible y así salvar las vidas de los soldados norteamericanos. Pero los conspiradores del CFR tenían otros planes. Cuando se vieron forzados a luchar contra la maquinaria militar Nazi debido a que el monstruo que habían creado se tornó en su contra,
su plan secreto consistió en substituirlo por otro monstruo más dócil que ya habían creado: la Rusia soviética.      La misión principal de la OSS durante la Segunda Guerra Mundial consistió en evitar que las tropas aliadas ganaran la guerra demasiado rápidamente y capturaran a los criminales de guerra nazis antes de que la OSS hubiese creado las vías necesarias para facilitar su escape. La misión secundaria consistió en crear las condiciones favorables para que los soviéticos ocuparan gran parte de la Europa oriental. Esto explica el por qué una gran mayoría de los oficiales de la OSS eran izquierdistas o militantes comunistas.      No obstante, el plan tropezó con varios obstáculos. A pesar de que los conspiradores del CFR controlaban algunos altos oficiales del ejército, tales como Dwight Eisenhower, George Marshall y Mathew Ridgway, la mayoría eran verdaderos patriotas que creían firmemente que su misión principal era derrotar a los nazis. Desafortunadamente estaban equivocados. Estos oficiales honestos ignoraban que el verdadero objetivo de la guerra era proteger las inversiones de los magnates petroleros y los banqueros de Wall Street en Alemania y facilitar que los altos dirigentes nazis escaparan a la justicia.      En ese momento, no todos los militares de alto rango de las fuerzas armadas de los EE.UU. estaban bajo el control de los conspiradores del CFR, por lo que Donovan y sus compinches en la OSS inmediatamente se ganaron varios enemigos, entre ellos el general George V. Strong, jefe de la sección G-2 (inteligencia) del Ejército. El general Strong expresó abiertamente su falta de confianza en la nueva organización de Donovan y procedió a establecer su propio servicio de inteligencia clandestina que compitiera con la OSS. Otro enemigo, probablemente más poderoso que el general Strong, fue J. Edgar Hoover, el director del Buró Federal de Investigaciones (FBI). El FBI era la agencia gubernamental responsable del contraespionaje y Hoover, que había estado haciendo un buen trabajo, sobre todo en América Latina, tan sólo estaba protegiendo su territorio.      Mientras que la mayoría de los militares estadounidenses arriesgaban sus vidas luchando contra lo que consideraban una guerra justa, cuyo sólo noble propósito era liberar a Europa del flagelo nazi, el ejército secreto de los conspiradores del CFR, la OSS, trabajaba en las sombras para proteger los intereses de los conspiradores en Alemania y ayudar a escapar a los líderes nazis a América del Sur con la ayuda del Vaticano y Perón. Y Donovan y sus hombres de la OSS estaban allí no sólo para proteger a los nazis, sino también para mantener bajo control a oficiales leales y garantizar que no lograran demasiado pronto lo que consideraban su misión principal en la guerra: derrotar a los nazis.     El cierto de que algunos miembros de la OSS también fueron verdaderos patriotas norteamericanos que creía firmemente que su función principal era la lucha contra los nazis. Pero todos ellos habían sido reclutados bajo una falsa bandera y, consciente o inconscientemente, estaban ayudando a los conspiradores pro nazis del CFR a evitar que los criminales de guerra nazis pagaran por sus crímenes. 6. Nelson Rockefeller y la guerra psicológica contra América Latina      Desde su creación, la compañía Standard Oil de John D. Rockefeller (a la que otros productores de petróleo llamaban “una banda de ladrones”), siempre operó como una organización de inteligencia y espionaje. Al igual que en las agencias de espionaje, John D. creó en su Standard Oil un culto al silencio y el engaño, bajo una política de secreto total. Se sabe que algunas de las personas que hacían negocios con John D. estaban obligadas a firmar un juramento de secreto, con la promesa de mantener todo tipo de acuerdo con Rockefeller estrictamente privado.      John D. Rockefeller fue un pionero en el uso del espionaje industrial para hacer avanzar sus intereses comerciales. Según el autor Gary Allen, “el sistema de espionaje industrial de
Rockefeller fue en su época el más elaborado, más sofisticado y de mayor éxito que haya sido creado.” Rockefeller contrató agentes en todas partes: entre sus competidores, entre los políticos y en los medios de comunicación. En su continuo esfuerzo por monopolizar la industria del petróleo mediante la eliminación de toda competencia, los espías de la Standard Oil compilaban información sobre los mercados extranjeros y estadounidenses, y los analistas evaluaban la información en bruto y producía información útil; proceso que hoy se conoce como la evaluación de la información para convertirla en inteligencia.      John D. Rockefeller fue el inventor de una nueva forma de poder económico, el trust, en el que se basan las corporaciones modernas. Las corporaciones son básicamente organizaciones criminales carentes de principios, ética, moral, honradez, o sentimientos humanos. El objetivo principal de una corporación es la eliminación de la competencia y la creación de un monopolio total, así como aumentar al máximo, por cualquier medio, las ganancias de sus inversionistas y ejecutivos.      La creación de corporaciones fue el paso previo que abrió el camino para la creación de los dos tipos de estado totalitario más comunes en los tiempos modernos: el comunismo y el fascismo. Básicamente, el comunismo es un tipo de gobierno socialista en el que el Estado controla las corporaciones, en tanto que el fascismo es un tipo de gobierno socialista en el que las corporaciones controlan el Estado. Por tanto, tiene sentido que el Nuevo Orden Mundial que los Rockefeller y sus socios criminales planean implantar en el mundo será una mezcla de ambos tipos de regímenes totalitarios.      El Consejo de Relaciones Exteriores, básicamente una organización de inteligencia y espionaje, refleja la psicología, la mentalidad y los intereses de sus creadores, los hermanos Rockefeller, en especial David y Nelson. Al igual que su abuelo John D., Nelson y David Rockefeller siempre sintieron una fascinación especial por las actividades de inteligencia y espionaje, y orgullosamente continuaron la tradición que comenzó con su abuelo John D. Rockefeller.      Debido al escándalo que desató cuando la prensa lo descubrió, mucha gente ha oído hablar del Proyecto Camelot, una operación de guerra psicológica concebida por los conspiradores que controlan el gobierno norteamericano, que se llevó a cabo en Chile como campo de pruebas para después implementarlo en otros países de América Latina. Ejecutado en parte por la CIA, y financiado por la Fundación Ford y la corporación Rand (lo cual indica que en realidad fue una operación secreta del CFR), el Proyecto Camelot comenzó en 1964 como un estudio sociológico de la sociedad chilena. Poco después, en su Informe Sobre América Latina, Nelson Rockefeller le recomendaría al gobierno norteamericano la toma del poder en América Latina a través de golpes de estado llevados a cabo por los militares títeres que ellos controlaban.     Pero el Proyecto Camelot no fue ni la primera ni la última operación de guerra psicológica instigada por los Rockefellers contra los países al sur de la frontera norteamericana. A fines de la década de 1930, Nelson Rockefeller fue nombrado para supervisar un proyecto secreto del gobierno de los EE.UU., que pronto se convirtió en una ofensiva encubierta de guerra ideológica y económica contra los países al sur de la frontera. En American Propaganda Abroad, un libro escrito por un ex funcionario de la Agencia de Información de los EE.UU., se describe con bastante detalle cómo los Estados Unidos comenzaron su primera campaña de guerra psicológica contra América Latina en 1938, con la creación de la Oficina de Asuntos Interamericanos (Office of Inter-American Affairs, OIAA) en el Departamento de Estado, bajo la dirección de Nelson Rockefeller.      Ese nombre inocuo en realidad encubría el trabajo real de la OIAA: librar una guerra psicológica contra los pueblos de América Latina. Poco después de su creación, un equipo secreto de guerra psicológica fue creado en la OIAA. La creación de la Oficina de Asuntos
Interamericanos tuvo un fuerte apoyo entre los políticos de ambos partidos controlados por los Rockefellers. Ambos, Nelson y David, habían estado clamando por la creación de una agencia para coordinar las actividades de defensa de EE.UU. en América Latina y fomentar actitudes favorables a los objetivos secretos de los conspiradores.      Dos años más tarde, en agosto de 1940, Nelson Rockefeller fue nombrado Coordinador de relaciones comerciales y culturales con las Repúblicas de América Latina. En ese momento, Nelson ya tenía fuertes lazos económicos, financieros y comerciales en América Latina, y la función secreta principal de su Oficina de Asuntos Interamericanos, fue la implementación de una amplia operación de guerra psicológica. Esta guerra psicológica había sido cuidadosamente planeada para moldear la opinión pública de América Latina a fin de que aceptaran sin protestar los planes de subyugación económica e ideológica de los conspiradores del CFR en la implementación de las primeras etapas del Nuevo Orden Mundial.      Nelson ocupó diferentes cargos en el gobierno de Roosevelt. Pero Truman, que no era miembro del CFR, no consideró necesaria la ayuda de Nelson en su administración, y simplemente lo despidió del cargo. No obstante, durante el gobierno de Dwight Eisenhower, la estrella de Nelson brilló de nuevo cuando Eisenhower lo nombró Asistente Especial del Presidente para la Política Exterior (1954-55) y como jefe del secreto “Comité de los Cuarenta” a cargo de supervisar las operaciones encubiertas de la CIA. Nelson Rockefeller siempre abogó por el uso de organizaciones y fundaciones privadas como sustitutos del gobierno en las tareas de guerra psicológica de los EE.UU. Las actividades criminales de Nelson Rockefeller en todo el mundo llegaron a ser tan escandalosas que en 1947, cuando los EE.UU. acababan de vencer la guerra contra la Alemania nazi, surgieron sospechas generalizadas sobre sus actividades traidoras en América Latina.      La razón de esas sospechas se debió a que Nelson estaba a cargo de los servicios de inteligencia norteamericanos, los cuales se habían hecho de la vista gorda ante los envíos de petróleo de la Standard Oil desde América del Sur a los nazis antes y después de que los EE.UU. declaran la guerra contra la Alemania nazi. Por otra parte, hay que reconocer que Rockefeller no era la única persona importante en el gobierno norteamericano sospechoso de haber participado en actos de traición durante la guerra. Otros traidores fueron Prescott Bush y su abogado Allen Dulles, entonces jefe de la oficina de la OSS en Berna, Suiza y más tarde director de la CIA. Pero no es una coincidencia que ambos estaban asociados con la Standard Oil Co.      En su libro Comerciando con el enemigo, Charles Higham ofreció abundantes pruebas de las actividades traidoras de los Rockefellers durante la Segunda Guerra Mundial. A pesar de que Alemania carecía del petróleo necesario para hacer la guerra, los bombarderos nazis continuaron haciendo llover bombas sobre Londres y otras ciudades europeas. Esto fue posible gracias a la gasolina proporcionada por la Standard Oil de los Rockefeller.      Después de que los EE.UU. se involucraron en la Segunda Guerra Mundial, el presidente Roosevelt nombró a Nelson Rockefeller Coordinador de Asuntos Interamericanos. Pero todo indica que su tarea principal en realidad consistía en coordinar el reabastecimiento en secreto de los buques y submarinos alemanes en América del Sur de los tanques de la Standard Oil.      Nelson también se valió de ese cargo para obtener importantes concesiones en América del Sur para su empresa privada, la Corporación Internacional de Economía Básica (International Basic Economy Corporation, IBEC), que incluyeron una importante participación en el mercado del café colombiano. Tan pronto como Nelson logró el control del mercado del café, lo primero que hizo fue subir los precios, una decisión que le permitió comprar varios miles de millones de dólares en bienes raíces en América del Sur.
     Esto afirmó una vez más al estereotipo del “imperialismo yankee” que los conspiradores del CFR y sus agentes secretos como Fidel Castro siempre han usado como cortina de humo para ocultar a los verdaderos imperialistas.      Los Rockefeller siempre han utilizado el espionaje como su principal herramienta para promover sus intereses personales. Por ejemplo, Stephen Schlesinger, un especialista con experiencia en el campo de la criptografía, escribió un artículo en el que reveló algunas de las actividades de espionaje poco éticas llevadas a cabo por los conspiradores del CFR. Antes y durante la Conferencia de San Francisco de 1945, que culminó con la creación de la Organización de las Naciones Unidas, funcionarios de la OSS que trabajan para sus amos del CFR, espiaron a los delegados e interceptaron sus comunicaciones secretas con sus respectivos países para conocer de antemano las posiciones de cada uno los países en las negociaciones. El conocimiento de esta información privada permitió a los conspiradores del CFR tener un control total de la Conferencia, al punto de que la Carta de las Naciones Unidas adoptada por los delegados fue la que los conspiradores habían previamente redactado en la Harold Pratt House en New York, sede del CFR. 7. El Consejo Nacional de Seguridad y la CIA      Al finalizar la guerra, muchos miembros de la desaparecida OSS pasaron a formar parte de la Unidad de Servicios Estratégicos (Strategic Services Unit, SSU) del Departamento de Guerra. Poco después la SSU se dividió en dos organizaciones diferentes, la Oficina de Operaciones Especiales (Office of Special Operations, OSO), y la Oficina de Coordinación de Políticas (Office of Policy Coordination, OPC). Richard Helms y James Jesus Angleton pasaron a formar parte de la OSO, en tanto que Frank Wisner, Richard Bissell, Edward Lansdale, Desmond Fitzgerald y Tracy Barnes se unieron a la OPC. Demás está decir que casi todos ellos eran miembros del Consejo de Relaciones Exteriores.      Poco después, la OSO desapareció y la OPC tomó el nombre intencionalmente engañoso de Oficina de Coordinación de Información (Office of Coordination of Information, COI). Pero, al igual que su antecesora la OSS, la Oficina de Coordinación de Información nunca fue propiamente una agencia de inteligencia. La COI nunca realizó tareas de obtención y análisis de información, sino operaciones militares encubiertas. Esta fue la segunda incursión directa de los conspiradores del CFR en el campo del “espionaje, sabotaje, propaganda 'negra', guerra de guerrillas, y otras prácticas subversivas.”      El autor John Loftus halló que la Oficina de Coordinación de Información era en realidad un departamento secreto de acción encubierta controlado por el CFR a través del Secretario de Defensa James Forrestal, un agente de CFR, y lo que Loftus llama “la facción Dulles [John Foster Dulles] en el Departamento de Estado.”     Una parte importante de las actividades de la COI estaba dedicada a la guerra psicológica. A fines de 1946, la COI ya había creado directivas detalladas para actividades de guerra psicológica en la posguerra y, a mediados de 1947, creó un subcomité formado por miembros del Departamento de Estado, la marina y el ejército, para planear el uso continuado de guerra psicológica contra el nuevo enemigo artificialmente creado: la Unión Soviética.      La creación de la Oficina de Coordinación de Información, un brazo militar encubierto al servicio directo de los conspiradores del CFR, tuvo un enorme significado político en la historia de los EE.UU. En primer lugar, porque el país nunca antes había tenido en tiempos de paz una agencia de inteligencia controlada por civiles y mucho menos dedicada a llevar a cabo operaciones militares encubiertas. En segundo lugar, porque, al estar bajo el control directo del presidente, la COI constituyó una importante extensión inconstitucional del poder ejecutivo. Esta expansión del poder del presidente, que le concedía poderes casi dictatoriales, permitió que, tan sólo con controlar al presidente, los conspiradores del CFR lograron controlar el gobierno de los EE.UU.      Una vez creada la CIA , el presidente Truman aprobó el documento NSC-4/A, que confería a la Oficina de Coordinación de Información, que ahora formaba parte de la CIA, la responsabilidad de planear y ejecutar operaciones de guerra psicológica encubierta.      El 26 de julio de 1947, el presidente Harry S. Truman firmó la Ley de Seguridad Nacional que creo el Consejo de Seguridad Nacional (National Security Council, NSC). Esta ley también creó la Agencia Central de Inteligencia (Central Intelligence Agency, CIA), así como los cargos de Secretario de Defensa y Jefes de Estado Mayor Conjunto. También creó la Fuerza Aérea como una rama independiente de la fuerzas armadas norteamericanas.      Esto marcó el comienzo oficial de la Guerra Fría, una creación artificial de los conspiradores del Consejo de Relaciones Exteriores. En teoría, el Consejo de Seguridad Nacional fue creado para poder controlar mejor los departamentos que llevan a cabo la política exterior y las actividades militares y de inteligencia del gobierno de los EE.UU. Sin embargo, la Ley de Seguridad Nacional, al igual que los documentos más importantes del gobierno de EE.UU., no había sido escrita ni en la Casa Blanca ni en el Congreso, sino en la Harold Pratt House en Manhattan, sede del CFR.      Hay que tener en cuenta el hecho de que en ese momento algunos presidentes estadounidenses todavía no estaban totalmente bajo el control de los conspiradores. Por tanto, el verdadero propósito de los conspiradores era crear una organización en la sombra, cuyos miembros rodearan a los presidentes y los manipularan mediante el control selectivo de la información que les llegara. No es una coincidencia el hecho de que, desde su creación, la mayoría de los miembros del Consejo de Seguridad Nacional han sido agentes secretos del CFR.      La Ley de Seguridad Nacional solamente le adjudicaba al Consejo Nacional de Seguridad tareas de asesoramiento, no poderes ejecutivos. Aún más importante, la Ley no le daba a la recién creada CIA la autoridad para llevar a cabo operaciones encubiertas en el extranjero. No obstante, tan sólo unos meses más tarde, en diciembre de 1947, los agentes del CFR en el Consejo de Seguridad Nacional emitieron en secreto la Directiva NSC 4-A, que hacía al director de la CIA responsable de la guerra psicológica.      Luego, menos de un año después de su creación, los agentes de CFR en el Consejo de Seguridad Nacional dieron un paso más e ilegalmente asumieron poderes ejecutivos. El 18 de junio de 1948, el Consejo de Seguridad Nacional produjo la NSC 10/2, una directiva secreta que reemplazó la NSC 4-A y se mantuvo oculta del pueblo y del gobierno estadounidense por muchos años. La NSC 10/2 autorizó a la CIA a llevar a cabo no sólo tareas de guerra psicológica, sino también todo tipo de operaciones militares encubiertas.      Finalmente los conspiradores del CFR habían logrado lo que se proponían: la creación de un ejército invisible que llevara adelante sus planes de dominio mundial, ocultos bajo el manto de legalidad de una organización legítima del gobierno norteamericano.      La directiva NSC 10/2 es tal vez el documento más importante si queremos entender la verdadera esencia de la CIA. Escrita en junio de 1948, tan sólo dos meses después de la exitosa operación Bogotazo, la NSC 10/2 en realidad dividía a la CIA en dos organizaciones básicamente distintas operacionalmente: una para llevar a cabo tareas básicamente pasivas de espionaje y análisis de inteligencia, y otra para ejecutar tareas activas de guerra psicológica y operaciones militares encubiertas.      Como en la conocida novela de Ítalo Calvino Las dos mitades del vizconde, la NSC 10/2 dividió de un tajo la CIA y creó dos, una buena y una mala. En la rama de inteligencia y espionaje trabajaban verdaderos patriotas que creían que realizaban una labor importante para garantizar la seguridad de su país. Por el contrario, la rama de operaciones encubiertas estaba totalmente controlada por agentes secretos del CFR, quienes no luchaban por cuidar y defender los intereses del país sino los intereses de los magnates petroleros, los banqueros de Wall Street y los altos ejecutivos de las corporaciones transnacionales.      Lo anterior explica el por qué todos los supuestos fracasos que se le han achacado a la CIA siempre han sido en el área de análisis de información e inteligencia. Según la historia oficial, la mayor parte de las veces la CIA ha sido incapaz de alertar a tiempo al gobierno sobre la posibilidad de acciones del enemigo. Esto parece ser exactamente lo que sucedió cuando el Bogotazo. Sin embargo, como veremos más abajo, tanto en el caso del Bogotazo, como en el de los otros “fracasos” que le sucedieron, la CIA sí informó con anterioridad, pero nadie le hizo caso. Y nadie le hizo caso por la sencilla razón de que quienes planeaban ejecutar la acción eran precisamente agentes del CFR en la rama de operaciones encubiertas de la CIA.      Si se ignora esta dicotomía, es imposible comprender el por qué, en la mayoría de los casos, después de un supuesto fracaso de la CIA en predecir un evento, luego se descubre que en realidad la CIA (o sea, la rama de la CIA dedicada a inteligencia y espionaje) sí había alertado con anterioridad sobre la posibilidad de que algo sucediera, pero fue ignorada.      Los conspiradores del CFR infiltrados en el gobierno norteamericano siempre han explicado estos “fracasos” como la inhabilidad de la CIA y de otras agencias de inteligencia de “conectar los puntos”. Lo que los conspiradores convenientemente no dicen es que, si se conectaran los puntos, las líneas apuntarían directamente hacia traidores en cargos importantes en el gobierno y las fuerzas armadas de los EE.UU, todos ellos agentes secretos del CFR.      De vez en cuando, algún teórico aficionado a la teoría de las conspiraciones expresa sus sospechas de que la CIA ha caído bajo el control de una conspiración interna de pícaros y maleantes mal intencionados, que la está usando para promover sus propios intereses monetarios. Esta idea, sin embargo, no es nueva. Ya fue mencionado antes, y reforzada por el senador Frank Church, cuando, durante la investigación del Congreso que éste presidió en 1975 para investigar la mala conducta de la CIA, la llamó “un elefante travieso.”      Sin embargo, a diferencia de la mayoría de las teorías de conspiraciones acerca el 11 de septiembre del 2001, ésta es totalmente falsa. No existe ningún grupo criminal privado que haya tomado el control de la CIA. En realidad, desde su creación, la CIA ha sido siempre una organización criminal que no tiene nada que ver con el gobierno de los EE.UU. y nunca ha trabajado para las personas que pagan las cuentas con el dinero que el gobierno les quita de impuestos: los ciudadanos estadounidenses.      El Consejo de Seguridad Nacional fue el primer paso en la creación de una aberración fascistoide luego conocida como el Estado de Seguridad Nacional. Poco después de su creación, este estado dentro del Estado, totalmente bajo el control de los magnates petroleros, los banqueros de Wall Street y los altos ejecutivos de las corporaciones transnacionales, se transformó en un Estado irresponsable y fuera de control, que pronto se convirtió en la mayor fuente de inseguridad para el pueblo estadounidense.      El Consejo de Seguridad Nacional es un elemento clave para entender cómo los conspiradores del CFR controlan indirectamente el gobierno de los EE.UU. El Consejo de Seguridad Nacional es la cabeza visible de la quinta columna de conspiradores del CFR infiltrados dentro del gobierno de los EE.UU. A pesar de que sus miembros han hecho un juramento de lealtad para defender la Constitución de los EE.UU., su verdadera fidelidad es a los conspiradores del CFR. Esto fue confirmado hace unos años por uno de ellos.      El 8 de febrero de 2009, en la 45 ª Conferencia de Munich sobre Política de Seguridad en el hotel Bayerischer Hof, el Asesor de Seguridad Nacional de Barack Hussein Obama, General James L. Jones, declaró:
Gracias por su maravilloso tributo de ayer a Henry Kissinger [CFR]. Felicitaciones. Como el consejero de Seguridad Nacional más reciente de los Estados Unidos, tomo mis órdenes diarias del doctor Kissinger, filtradas a través del general Brent Scowcroft [CFR] y S andy Berger [CFR], que también está aquí. Siempre hemos t enido una cadena de mando en el Consejo de Seguridad Nacional y ésta existe en la actualidad.      Más recientemente, la Secretaria de Estado de los EE.UU. Hillary Clinton también lo confirmó. En un discurso que pronunció el 15 de julio de 2009 con motivo de la inauguración de la nueva filial del CFR en Washington, D.C., Hillary declaró: Me siento encantada de estar aquí en esta n ueva filial. A menudo visito la nave madre en la ciudad de New York, pe ro e s bueno tener una filial del Consejo aquí cerca, al cruzar la calle del Departamento de Estado. Siempre recibimos muchos consejos del Conse jo, de modo que, esto significa que no tengo que ir lejos para que me d igan lo que debemos hacer y qué debemos pe nsar acerca del futuro.      De modo que, con sus propias palabras, el general James Jones y Hillary Clinton destruyeron el mito de que el Consejo de Seguridad Nacional (y la CIA) son herramientas en las manos del Presidente. Según su propia admisión, la cadena de mando de los asesores de seguridad nacional y los secretarios de estado norteamericanos no tiene nada que ver con la Casa Blanca, sino que viene directamente de la Harold Pratt House en Manhattan, donde los magnates petroleros, los banqueros de Wall Street, y los altos ejecutivos de las corporaciones transnacionales mantienen la verdadera sede del poder en los EE.UU.      Esta cadena de mando se estableció oficialmente en 1947, cuando los agentes secretos del CFR infiltrados en el gobierno de EE.UU. forzaron la creación de la Ley de Seguridad Nacional. Sin embargo, poco después de su creación, los agentes del CFR infiltrados en el Consejo de Seguridad Nacional lo convirtieron en una herramienta para controlar y filtrar la información que llega a los ojos y oídos de los presidentes, creando así una cortina de humo de desinformación a su alrededor. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, los conspiradores del CFR, a través de sus agentes secretos en el Consejo de Seguridad Nacional, han estado vertiendo desinformación en los ojos y oídos de los presidentes norteamericanos y “sugiriéndoles” las decisiones que deben tomar. Esto ha garantizado que las decisiones políticas más importantes que han tomado los presidentes norteamericanos en realidad hayan sido concebidas en la Harold Pratt House.     Algunos presidentes díscolos, que trataron de actuar independientemente, pronto sufrieron las consecuencias: Kennedy fue asesinado, Nixon fue depuesto por un golpe de estado palaciego, y Reagan estuvo a punto de perder la vida, pero se salvó milagrosamente.      Después de lo que he expuesto anteriormente, uno podría preguntarse: ¿Por qué los conspiradores necesitaban una nueva agencia de inteligencia, la CIA, cuando ya tenían una excelente, el CFR? La respuesta es relativamente simple: no tenían necesidad de otra agencia de inteligencia, y de hecho no crearon una nueva, porque, como he explicado anteriormente, la CIA nunca ha sido una agencia de inteligencia en el verdadero sentido de la palabra, al menos, no para los conspiradores del CFR que la crearon. De modo que la pregunta adecuada podría ser, ¿por qué crearon la CIA si no era para sacar provecho de su capacidad de obtener información y, mediante un proceso de evaluación y análisis, convertirla en inteligencia útil para que el presidente pueda tomar decisiones adecuadas?      Según cierta anécdota, cuando el líder soviético José Stalin fue informado de que el Vaticano le había declarado la guerra a la Alemania nazi después de haber recibido la noticia de que el Ejército Rojo había rodeado Berlín con un puño de hierro, el dictador soviético se rió de buena gana y preguntó: “¿Cuántas divisiones tiene el Papa?”
     Al igual que el Vaticano, los banqueros de Wall Street y los magnates petroleros habían logrado obtener un enorme poder económico para comprar los políticos corruptos y los críticos de los países que deseaban controlar. Pero también necesitaban recurrir de vez en cuando a la fuerza bruta para intimidar a los cobardes y castigar a los rebeldes. De modo que, desde finales del siglo XIX, comenzaron a utilizar las fuerzas armadas de los EE.UU. como su brazo militar para imponer sus políticas imperialistas.       La larga lista de intervenciones militares en todo el mundo, empezando por la guerra hispano-cubano-norteamericana, marcó el comienzo del mal llamado “imperialismo norteamericano”, que en realidad es el “imperialismo de Wall Street.” Estas intervenciones militares en beneficio de la Mafia de Wall Street, pero llevadas a cabo a nombre del pueblo norteamericano, tuvieron como consecuencia que muchas personas honestas alrededor del mundo culparan al pueblo norteamericano por estas agresiones imperialistas.      El agente del CFR Donald Rumsfeld a menudo citaba una frase de Al Capone: “Uno consigue más con una palabra amable y una pistola que con una palabra amable solamente”. Todo indica que la filosofía de la Mafia de Chicago se asemeja mucho a la filosofía que guía la Mafia de Wall Street: “Se logra mucho más con una mentira y un ejército que tan sólo con una mentira.”      Un simple análisis superficial de las intervenciones militares de los EE.UU. en todo el mundo desde mediados de 1800, muestra cómo los banqueros de Wall Street y los magnates del petróleo han utilizado las fuerzas armadas de los EE.UU., en particular la Infantería de Marina, para llevar a cabo sus acciones criminales contra otros pueblos del mundo.       América Latina es sin lugar a dudas una de las áreas del planeta que más ha sufrido estas actividades criminales. Una lista de las intervenciones militares de los EE.UU. desde 1890 mostraría que muy pocos países no han experimentado de primera mano la presencia de las tropas estadounidenses actuando para proteger los intereses de los banqueros de Wall Street y los magnates del petróleo.      Pero, finalmente, el mundo cambió, y se hizo cada vez más riesgoso y problemático para los conspiradores del CFR usar abiertamente las fuerzas armadas de los EE.UU., particularmente en América Latina, como la principal herramienta para imponer su voluntad a otros pueblos. El hecho fue reconocido por el propio Franklin D. Roosevelt, un agente secreto del CFR, cuando en una de sus reuniones con Winston Churchill durante la Segunda Guerra Mundial le señaló que el colonialismo al descubierto, tal como el que se había usado en el pasado, ya no era una opción adecuada en el Caribe.       Y esto no se debía tan sólo a que los Marines se habían convertido en un símbolo mundial de la agresión norteamericana y la opresión, sino también a un creciente descontento entre los altos oficiales de las fuerzas armadas de los EE.UU. La oposición de algunos de éstos, que no estaban totalmente bajo el control de los conspiradores, les hacía más difícil continuar abiertamente usando a los militares estadounidenses para lograr sus nefastos propósitos. No obstante, los conspiradores del CFR necesitaban una opción a corto plazo para seguir usando la acción directa militar de EE.UU. cuando la coacción y la intimidación por sí solas no lograban hacerlo. Por tanto, tal vez después de recordar que Sun Tzu había dicho que toda guerra se basaen el engaño, los conspiradores decidieron crear su propio ejército privado ilegal. Y la mejor manera de crear este ejército sin alarmar al pueblo estadounidense y al mundo fue crear un ejército invisible. Por lo tanto, lo crearon subrepticiamente, manteniéndolo oculto del escrutinio público bajo la cobertura de una organización del gobierno legítimo EE.UU.      A ese fin, valiéndose de sus agentes secretos infiltrados en el gobierno de los EE.UU., en 1947 los conspiradores forzaron a los ingenuos, o corruptos, políticos norteamericanos, a que aprobaran la Ley de Seguridad Nacional, que creó la organización que planeaban utilizar para ejercer plenamente el control de los titiriteros del CFR sobre los presidentes títeres norteamericanos: el Consejo de Seguridad Nacional. Y un componente importante de la Ley de Seguridad Nacional fue la creación de una Agencia Central de Inteligencia, que nunca planearon utilizar como una verdadera agencia de inteligencia, sino como una cobertura que ocultara su brazo militar, ahora en forma de operaciones encubiertas.      En poco tiempo la CIA demostró ser exactamente el tipo de organización que los conspiradores necesitaban para ayudarlos a alcanzar sus fines ilícitos de llevar a cabo su pillaje y saqueo en todo el mundo. En primer lugar, era gratis, porque los contribuyentes norteamericanos pagaban por ella. En segundo lugar, porque, gracias a los principios operativos de la CIA, de secreto, compartimentación y necesidad de saber (need-to-know) inherentes a todos los servicios de inteligencia, resultó relativamente fácil ocultar sus actividades reales, tanto del público norteamericano en general como de los propios empleados de la CIA que no estaban bajo el control del CFR.      El propio Allen Dulles, un agente secreto del CFR que fue Director de la CIA por varios años, reconoció el hecho cuando escribió: Un servicio de inteligencia es el vehícu lo ide al para una conspiración. Sus miembros pueden viajar dentro y fu era del país cumpliendo órdenes secretas y sin hacer preguntas. Cada peda zo de papel en los archivos, su membresía, la utilización de los fondos, sus c ontactos, incluso los contactos co n el en emigo, son secretos.      A pesar de que Dulles se refería específicamente a los servicios de inteligencia alemanes, todo lo que dijo se podría aplicar perfectamente a la CIA o a cualquier otro servicio de inteligencia. El hecho de que la CIA es una esencialmente conspiración también fue notado por el analista político Michael Parenti. Según él:  En la mayoría de sus operaciones, la CIA es, p or definición, una conspiración que se vale de operaciones encubi ertas y planes secretos, muchos de los cuales son de l peor tipo ¿Qué es una operación encubierta si no una conspiración? Al mismo tiempo, la CIA es una ins titución, una parte estructural del estado de seguridad nacional. En suma, la CIA es una conspiración institucionalizada.      Al igual que muchos otros documentos importantes en la historia reciente de los Estados Unidos, La Directiva NSC 10/2, que autorizó la CIA a realizar operaciones militares encubiertas, fue escrita en la Harold Pratt, House en Manhattan por George Kennan, un agente secreto de los conspiradores. El documento menciona como un hecho probado “las virulentas actividades encubiertas de la URSS, sus países satélites y los grupos comunistas para desacreditar y hacer fracasar los objetivos y las actividades de los Estados Unidos y otras potencias occidentales.” Estas supuestas “virulentas actividades encubiertas” de la Unión Soviética fueron la justificación que los conspiradores del CFR le dieron al pueblo norteamericano, cuyo país se suponía que fuera la antítesis de la Unión Soviética, para permitir que la CIA participara en virulentas actividades encubiertas en todo el mundo.      Algunos años más tarde, el exoficial de la OSS y agente del CFR Arthur Schlesinger, Jr., expresó exactamente la misma idea de Kennan en un artículo que escribió en 1967 para la revista Foreign Affairs, órgano de desinformación del CFR. Según Schlesinger, los países occidentales se vieron obligados a enfrentarse a la Unión Soviética porque Stalin era un paranoico. No obstante, sin caer en el error de la izquierda de creer que los dirigentes soviéticos eran santos guiados por elevados principios morales, existe una amplia evidencia que indica que la Guerra Fría, como la propia Unión Soviética, fueron creaciones artificiales de los conspiradores del CFR, concebidas y mantenidas como una amenaza creíble para mantener al pueblo estadounidense en un estado de terror constante. Esta amenaza justificó la carrera armamentista producto de la confrontación con el enemigo que habían creado de la nada. También es un hecho conocido que los conspiradores del CFR le sirvieron a Stalin la Europa del Este en bandeja de plata como una forma segura de aumentar el miedo al comunismo en el mundo.      El historiador revisionista de la Universidad de Stanford, Barton J. Bernstein, halló abundante evidencia que prueba que, “al negarse a aceptar los intereses soviéticos, los líderes norteamericanos encargados de formular la política exterior contribuyeron a la Guerra Fría.” Una opinión similar fue expresada por el analista político H.W. Brands. Según él, “La Guerra Fría fue en gran parte el resultado de los esfuerzos de los EE.UU. en exportar el capitalismo a todo el mundo.” Cabe añadir que lo que exportaron fue el capitalismo monopolista, el mayor enemigo del verdadero capitalismo.      Estas opiniones no son muy diferentes de la tesis formulada por Frank Kofsky en uno de los libros mejor documentados sobre las causas de la Guerra Fría, que él atribuye a una conspiración llevada a cabo por la élite del poder del CFR. Según Kofsky, Independien temente de que algunas “teorías con spiratorias” sean extravagantes o no tengan sentido, es un he cho comprobado que en la década de 1940 los miembros de la clase gobernante y la élite del poder norteamericana recurrieron a maquinaciones conspirativas siempre que lo consideraron necesario.      El proceso por el cual los conspiradores del CFR blandieron el fantasma del comunismo por medio siglo para atizar el miedo en el pueblo norteamericano se repitió exactamente igual en el 2001 con el miedo al terrorismo, después de que la implosión inesperada de la Unión Soviética los había privado del enemigo necesario. Siempre he sospechado que la verdadera razón de la primera guerra en Irak (una trampa en la que Saddam Hussein cayó estúpidamente)  fue provocar a los soviéticos para que entraran en el conflicto. Pero en esos momentos el oso soviético ya estaba muerto, y ni siquiera esa provocación directa logró revivirlo. Por desgracia para el pueblo norteamericano, el fracaso de resucitar el comunismo soviético les acarreó los eventos del 11 de septiembre de 2011, que justificaron la Guerra Contra el Terrorismo como el sustituto provisional de la Guerra Fría.      No obstante, al parecer la Guerra Contra el Terrorismo no ha resultado ser del todo convincente, por lo que los conspiradores del CFR están haciendo todo lo posible por comenzar una nueva Guerra Fría con China y con Rusia. Lamentablemente, como siempre pasa, son los pueblos, no los conspiradores, los que pagan el precio más alto en esas guerras injustificadas e innecesarias.

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LA DIOSA DEMOCRACIA, HACE ESTO Y MAS 
LEA TODO EL LIBRO, PIENSE Y SAQUE CONCLUSIONES 
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IMPOSIBLE PEDIR A CLARIN, TN, A24, LA NACION QUE 
CONMEMORE LOS SUCESOS DE AQUEL 9 ABRIL DE 1948
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¿PUEDE ACASO ESCONDERSE SEMEJANTE TUMULTO
SIN SER RELATADOS POR POLITICOS NI PERIODISTAS,
 EL MAL PASO DE  UN PUEBLO HERMANO?
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OTRA IMAGEN DEL "BOGOTAZO"