sábado, 21 de marzo de 2020

CAPITULO III-.2.1.2. EL GRUPO BILDERBERG

III.2.1. LA SUPERFICIE DEL PODER MUNDIAL

CAPITULO III

EL SISTEMA FINANCIERO MUNDIAL Y SUS NÚCLEOS DE PODER


III.2. LOS CÍRCULOS CONCÉNTRICOS: ANILLOS EXTERIORES Y ANILLOS INTERIORES

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III.2.1.2. EL GRUPO BILDERBERG


El grupo Bilderberg nació oficialmente en mayo de 1954, fecha en la que tuvo lugar en la localidad holandesa de Oosterbeek la primera Conferencia de esta entidad con la participación de un centenar de destacadas figuras del mundo económico, político, académico y mediático. El anfitrión de aquella sesión inaugural, celebrada en los salones del hotel Bilderberg, de donde procede el nombre del grupo, fue el príncipe Bernardo de Holanda, un personaje estrechamente vinculado a los altos círculos financieros y políticos occidentales. Desde que echara a andar, el mensaje difundido por los mentores del Bilderberg Group fue el característico de este tipo de organismos: se trataba, según el comunicado oficial, de una entidad destinada a fortalecer la unidad atlántica, a frenar el expansionismo soviético y a fomentar la cooperación y el desarrollo económico de los países del área occidental. Todo lo cual no era más que una forma eufemística de describir los objetivos reales de la organización, perfectamente conocidos a tenor del contenido de sus reuniones. Y es que, a pesar del hermetismo en el que se desarrollan éstas, nunca han faltado las filtraciones reveladoras sobre el particular.
En el seguimiento de las reuniones y andanzas de esta emérita cofradía merece destacarse la labor que, desde hace tiempo, viene realizando el rotativo estadounidense The Spotlight, cuyas valiosas informaciones han sido fundamentales para saber que tales objetivos se resumen en uno, cual es el cercenamiento progresivo de las soberanías nacionales y su transferencia a instituciones de carácter oligárquico y supranacional.
Pero antes de seguir adelante convendrá escudriñar en los orígenes de esta entidad, en los que aparece como eminencia gris e instigador un personaje de escasa resonancia pública, pero de enorme peso en los más discretos y selectos círculos del Poder. Se trata de Joseph Retinger, un sujeto a quien el propio Bernardo de Holanda rendiría homenaje fúnebre con estas palabras: "La historia conoce numerosos personajes notables sobre los cuales se concitó durante su vida la atención general. Ellos fueron admirados y festejados por todos, y nadie ignoró su nombre.... Existen, sin embargo, otros hombres cuya influencia es todavía mayor, incidiendo con su personalidad en el tiempo en que vivieron, aunque no son conocidos, pese a todo, más que por un círculo de iniciados muy restringido. Joseph Retinger fue uno de éstos". (Bulletin nº 5 du Centre de Culture Europeèn).
Joseph Retinger nació en Cracovia el año 1887 en el seno de una prestigiosa familia de origen judío-austríaco. A la edad de 18 años marchó a París, donde se doctoró en Letras y entabló sus primeros contactos en las altas esferas sociales occidentales. Acto seguido se iniciaría su azarosa y agitada existencia, caracterizada por sus múltiples cambios de residencia y constantes desplazamientos, así como por su presencia en la mayor parte de los escenarios político-diplomáticos donde se ventilaron los conflictos europeos de la primera mitad de este siglo. Una frenética actividad, en suma, que guarda un curioso paralelismo con las andanzas de los célebres agentes itinerantes de la francmasonería iluminista.
Después de cursar estudios en la Escuela de Ciencias Políticas parisina se trasladó a Munich, donde siguió un curso de psicología. Posteriormente, en 1914, se dirigió a Londres para inscribirse en la London School of Economics, centro en el que entabló estrechos contactos con los círculos fabianos británicos aglutinados en torno a esa influyente institución. Tras iniciarse en la francmasonería sueca, se desplazó a los Estados Unidos, país en el que ampliaría sus relaciones de alto nivel y protagonizaría un sinfín de peripecias. Finalmente, una vez concluida la 2ª Guerra Mundial, Joseph Retinger se entregó de lleno a la tarea de construir los cimientos del movimiento europeísta.
En mayo de 1946, junto con Paul von Zeeland, crea la Liga Europea de Colaboración Económica, un organismo en el que, contrariamente a lo podría deducirse por su nombre, participaron activamente varios miembros destacados de la nomenclatura oligárquica estadounidense, como John McCloy (CFR, Bilderberg, Chase Manhattan Bank), Averell Harriman (CFR, Bilderberg, Pilgrims, The Order), George Franklin (CFR, Bilderberg, Trilateral), John Foster Dulles (CFR, Bilderberg), William Wiseman (socio de la Banca Khun&Loeb), M. Leffingwelle (socio de la Banca Morgan), Nelson y David Rockefeller, etc.
El 7 de mayo de 1948 veía la luz otra elaboración de Retinger, el Congreso de Europa, una entidad en la que se integraron varias organizaciones afines del momento, y de la que surgiría un año después el Consejo de Europa. No menos digno de mención es el decisivo papel desempeñado por Retinger en el alumbramiento del Movimiento Europeo, una institución que tiene como objetivo fundamental la implantación de un gobierno europeo supranacional, y cuya secretaría general ocuparía su fundador durante varios años. Obvio es decir que esta clase de organismos no son otra cosa que emanaciones de las altas esferas plutocrático-oligárquicas, por lo que nada tiene de sorprendente el contenido de un informe confidencial elaborado por uno de ellos, la Comisión Europea, durante el mandato de Jacques Delors, informe con arreglo al cual quince multinacionales se repartirán el famoso "mercado único" europeo: Allianz A.G., Mediobanca, Lazard Partners, S.G.Warburg, Lambert Group, Swiss Re., Credit Suisse, Shearson, Credit Lyonnais, Deutche Bank, National Nederlandem, Barklays Bank, Assicurazioni Generale y Zurich Insurance.
El cometido desarrollado por Retinger en la cristalización del entramado europeísta sería valorado por el Boletín nº 5 del Centro de Cultura Europea con estas palabras: "Sin él, la Liga Europea de Cooperación Económica, el Movimiento Europeo y nuestro Centro de Cultura Europea no habrían visto nunca la luz. El Congreso de Europa de la Haya fue su obra, y el Consejo de Europa su resultado. Posteriormente fue él quien concibió y dio vida al Bilderberg Group, consagrado a la comprensión y la unión atlántica".
Tal y como indicaba el citado boletín, el Bilderberg Group fue, en efecto, otro de los grandes proyectos puestos en marcha por Joseph Retinger, que desempeñó la Secretaría permanente de dicho organismo hasta su fallecimiento en 1960. Debe quedar claro, no obstante, que el nacimiento del Bilderberg Group se gestó siguiendo la norma habitual en estos casos, de igual modo que ha ocurrido con todas las entidades paralelas descritas a lo largo de estas páginas, y en las que detrás del tecnócrata operador siempre ha habido un plutócrata patrocinador. Sin el sufragio económico de la casa Rothschild nunca habrían tomado cuerpo los planes de Cecil Rhodes ni la Round Table, como tampoco se habría hecho realidad la London School of Economics sin los fondos aportados para su creación por el Trust Huntington y la Banca Rothschild. Del mismo modo que el Consejo de Relaciones Exteriores y su principal artífice, el siniestro "coronel" House, contaron con el patrocinio de la Banca Morgan, o los oficios de Brzezinski y el proyecto trilateralista tuvieron como patrón a David Rockefeller, así también las labores de Retinger para el alumbramiento del Bilderberg Group respondieron a la iniciativa estratégica y a los fondos aportados por el plutócrata de turno, en ese caso Víctor Rothschild. Y es que a la sombra de toda empresa de semejante envergadura, y más allá de sus promotores inmediatos, siempre subyace una instigación oligárquica y una poderosa plataforma financiera.
Hasta 1976, el Bilderberg Group estuvo presidido por el príncipe Bernardo de Holanda. Los lazos de la casa real holandesa (titular de una de las mayores fortunas del planeta) con la Alta Finanza son viejos y bien conocidos, lo que hace innecesario detallarlos aquí. A raíz del escándalo suscitado por los sobornos de la Compañía Lockheed, en los que se vio envuelto como principal implicado el príncipe Bernardo, éste dejó la presidencia del Grupo, siendo sustituido por Douglas Home, ministro de Exteriores británico, que permaneció en el cargo hasta 1980. A Home le sucedió Walter Scheel, ministro de Asuntos Exteriores y, posteriormente, presidente de la República Federal Alemana, que asumió la jefatura hasta 1985, año en que fue relevado por el británico Eric Roll, presidente del grupo bancario S.G.Warburg. Este último dejó paso en 1989 al actual presidente, Peter Rupert, más conocido como lord Carrington, ex-secretario general de la OTAN, ex-ministro de varios gobiernos británicos y miembro destacado de la Fabian Society y del Real Instituto de Asuntos Internacionales.
Entre los más destacados integrantes de la sección europea del Bilderberg Group es habitual la pertenencia simultánea a la Comisión Trilateral, pertenencia que se extiende al Consejo de Relaciones Exteriores en el caso de los miembros más relevantes de la sección norteamericana del Grupo. De estos últimos podría reseñarse una breve relación de nombres que militan en los tres organismos, como son David Rockefeller, George Bush, Zbigniew Brzezinski, Robert McNamara, Henry Kissinger, Caspar Weinberger, Bill Clinton, ninguno de los cuales necesita presentación, George Ball, asociado de la banca Lehmann Brothers, Cyrus Sulzberger, editorialista del New York Times, y Heddy Donovan, redactor jefe de la revista Time.
Por lo que se refiere a la estructura interna del Bilderberg Group, ésta se articula siguiendo el esquema característico de los círculos concéntricos, que es el organigrama adoptado tanto por el entramado oligárquico-mundialista en su conjunto, como por cada una de las entidades que se integran en el mismo. En el caso del Bilderberg Group, el círculo más externo está representado por los miembros asistentes a las conferencias periódicas organizadas por este organismo, una parte de los cuales son afiliados permanentes, y la otra invitados ocasionales o en vías de reclutamiento. El primer círculo interior es el Steering Committee, compuesto por 39 miembros permanentes del Grupo. Una restringida camarilla de estos últimos constituye, a su vez, el segundo círculo interno y el más hermético. Se trata del Bilderberg Advisory Committee, cuyos integrantes norteamericanos son todos miembros del Consejo de Relaciones Exteriores. No en vano el coronel Curtis B.Dall, ex-yerno del presidente Franklin D.Roosevelt y personaje bien introducido en los medios financieros y políticos estadounidenses, definió al Bilderberg Group como "la fase mundialista del Consejo de Relaciones Exteriores norteamericano y del Real Instituto de Asuntos Internacionales británico".
Los objetivos del Bilderberg Group, nada difíciles de suponer por otra parte, han sido expuestos más de una vez con meridiana claridad en los discretos cónclaves que celebra este organismo en medio de imponentes medidas de seguridad. Si bien es lo cierto que de poco ha servido hasta ahora el sigilo que rodea tales reuniones, sobre las que raramente han faltado las filtraciones, e incluso las delaciones internas que permitieran conocer gran parte de sus conclusiones. Buena prueba de ello son las declaraciones realizadas en los preámbulos de la Conferencia Bilderberg de 1991 por Charles Muller, un alto funcionario de la entidad, quien se quejaba de que "cada año, alguien que representa a una organización o periódico dispuesto a oponerse a nuestros objetivos acaba, de algún modo, infiltrándose" (el periódico al que hacía referencia Muller no es otro que The Spotlight).
Pese a tratarse, como ya se apuntara anteriormente, del círculo más externo de esta entidad, lo tratado en sus cumbres periódicas ofrece una clara idea de sus objetivos. Así, en la Conferencia celebrada en junio de 1991 en la localidad alemana de Baden-Baden, sus más conspicuos militantes celebraron el desarrollo de la Guerra del Golfo, cuyo desenlace estaba entonces reciente, como "un paso importante para sacar a los americanos del nacionalismo". Sobre este particular se pronunció Henry Kissinger, uno de los ponentes, haciendo notar "el avance de años" que había supuesto el hecho de que la intervención norteamericana en el conflicto hubiera sido acordada en la ONU antes de obtener el refrendo del Congreso norteamericano, único órgano facultado para declarar la guerra según lo dispuesto por la Constitución de ese país, añadiendo que "si los americanos pueden ser persuadidos de traspasar las decisiones bélicas a la ONU, los nacionalismos de vía estrecha de Francia, Gran Bretaña o cualquier otro país desaparecerán". El júbilo de Kissinger y de sus ilustres cofrades estaba plenamente justificado si se considera que la ONU no es sino uno de sus organismos títere.
Como colofón de este rápido repaso bueno será dedicar algunas palabras a uno de los "pasatiempos" predilectos de los bilderberger. Se trata de lo que, en la jerga de la organización, es conocido como "juegos de guerra", un significativo eufemismo mediante el que se designan ciertas prácticas que ya desde tiempo antes venía desarrollando el Consejo de Relaciones Exteriores. Básicamente, los llamados juegos de guerra consisten en la escenificación de situaciones de crisis extrema sobre asuntos de política internacional, a fin de tener previstas todas las posibles contingencias que pudieran representar un obstáculo para el desenlace deseado.
Los seminarios o foros de reflexión donde se desenvuelven estos "juegos" suelen celebrarse en lugares apartados bajo los auspicios de instituciones académicas tales como el Instituto Averell Harriman, el Consejo de Yale sobre Estudios Internacionales o la Academia para el Desarrollo de la Educación, todas ellas vinculados a la sociedad The Order, de la que se hablará más adelante. Los participantes en estos seminarios son, por lo regular, expertos reclutados en las altas esfera científicas y académicas y vinculados a las figuras clave de la política exterior de sus respectivos países.
Paralelamente a los "juegos de guerra" se desarrollan los "juegos políticos", complementándose ambos mutuamente. En realidad, el juego de guerra se pone en marcha cuando sobrevienen o son introducidos en un juego político acontecimientos críticos, como golpes de Estado, graves disturbios sociales, magnicidios, invasiones, etc. Y si bien los juegos de guerra están concebidos para tener previstas todas las eventualidades posibles y las soluciones más adecuadas a cada una de ellas, a veces ocurre que el acontecimiento real (ya sea espontáneo, ya provocado) se desarrolla de forma distinta a la prevista en el "juego", en cuyo caso se hace preciso intervenir, si es necesario directamente, para corregir los desvíos y reconducir el proceso hacia el desenlace adecuado.