Ocurrió en Puerto deseado, y es una
historia breve y conocida, aunque rodeada por la mayor crueldad
imaginable, una pesadilla que penetra hondamente en un territorio
marcado por el espanto y que excede los límites, aún los últimos
límites de las acciones de los hombres.
Una mamá salteña y su niño de cuatro
años, fueron descubiertos en una playa del sur por dos monstruos, dos
bestias ocultas detrás de ropaje humano que atacaron, golpearon y
violaron a la mamá del niño.
Antes o después de la violación, uno o
los dos homicidas, vaya uno a saber, aunque en realidad importa poco, en
un instante de ilimitada ferocidad, matan al pequeño.
Mejor sin testigos, – se escuchó- ni siquiera de cuatro años.
Sin otra razón que “porque molestaba”,
allí delante del mar, lo hacen desaparecer, una ejecución sin
dificultades, podríamos decir, como sucede cuando la víctima apenas
alcanza a entrever que es la vida.
Una piedra será el arma fatal, porque
cualquier piedra del mundo puede matar a un niño, aún si la empuña el
más torpe de los asesinos.
Hablamos del asesinato de un niño, pero
son más, hay muchos, infinidad de esos pequeños Cristos que todo el
tiempo mueren en consultorios, en quirófanos, en subsuelos o a la luz
del día.
Basta recordar que, en los muy asépticos
y controlados quirófanos de la idílica China de Sánchez Sorondo, en
2018 hubo algo así como 12.000.000 de abortos. Aunque no los busquemos,
ahí están los abismos.
El hecho criminal no varía, la
diferencia en todo caso estaría dada menos por el como, que por el
lugar en que los ejecutan, en este sentido la muerte parece privilegiar
ese sitio único donde la vida comienza y tiene resguardo, o debería
tenerlo, paradoja de inimaginable crueldad. Pero ya lo sabemos, a la
muerte y sus sicarios no los inquietan las paradojas.
Lo que es bien difícil negar, es que
son los mismos niños, con la misma tibieza y la misma e irrefutable
inocencia, cada uno de ellos único, ya nunca más habrá otro igual. En
definitiva que no hay diferencia en encontrar la muerte entre las
piedras de un acantilado o en ser destrozado por la más estéril y
limpia de las curetas.
Los
niños en ningún caso pueden escapar, porque los más débiles de la
tierra no pueden huir, nunca pueden, ni sabrían cómo, ni tendrían lugar
adonde ir. En ese sentido, teniendo en cuenta su extrema indefensión
podría decirse que no es difícil matarlos, siempre y cuando ande cerca
un asesino, de esos siniestros personajes dedicados a matar bebés – por
un tema de salud pública – y a los cuales además muy democráticamente,
nos guste o no , les pagaremos entre todos.
Hace pocos días en Buenos Aires, hubo
una suerte de festival, donde entre gritos, insultos y vulgaridades de
todo calibre, los protagonistas exigían y celebraban la inminente
llegaba de la ley criminal, la que autoriza a matar a otros chicos, aún
más pequeños. Es inquietante que semejante revolcón en la mugre, haya
sido celebrado como la liberación de obsoletos paradigmas represivos, y
aún más, que fuera tomado y ampliado por muchos medios, acaso los
mismos medios y el mismo público que horas más tarde se indignaba por el
crimen de Puerto Deseado.
Lejos de ser novedad, todos conocemos
que A. Fernández, desde hace meses y cada vez que puede, anunció el
envío del proyecto aborto al congreso, tan clara y evidente llega la
determinación que, para ministro de salud eligió a un abortista
furibundo, y que por si esto no alcanzara, reiteró a cuantos quisieran
escucharlo, que estaba a favor del aborto, incluso antes y después del
misericordioso peregrinaje en territorio Vaticano.
Hechos y datos que conocidos por todos,
sin embargo parecen haber sorprendido al Papa que, según nos dicen,
los ignoraba. No obstante y recuperado de la sorpresa , decidió
devolver a la basílica de Luján, el caliz que piadosamente le alcanzara
la actual compañera abortista del Presidente, igualmente abortista.
Podríamos pasar doscientos años
tratando de entender de qué se trata todo esto, podríamos revisar la
historia mundial del sin sentido, repasar una y otra vez catecismos y
cánones y ocupar esos años pensando en lo contradictorio, en apostasías
y desconcierto, en la hipocresía o como quieran llamarlo, y jamás
conoceríamos la respuesta.
Escucharemos en cambio los susurros
estremecedores de millones de bebés abortados, que un mundo indiferente y
dichoso prefiere ignorar, pero que taladran como un alarido en la
noche arrasada de silencios,
Nobleza
obliga, no todos son días grises en este otoño del mundo. Fernández-
el abortista piadoso – nos anticipó la buena nueva, el aborto, no será
obligatorio y todavía más, aquellas mujeres que lo deseen, podrán
tener sus hijos, aunque en estos casos excepcionales, no habría
gratuidad de parte del estado.
Desconocemos el origen de este verdadero
regalo, de este gesto de bondad presidencial, pero hay quienes lo
atribuyen a las luminosas armonías surgidas de aquellas conversaciones
vaticanas.
Y por si esto fuera poco, otro gesto de
grandeza, G.G. García estimó posible considerar dentro de la ley, en
ciertos casos, la llamada objeción de conciencia, para aquellos
médicos que olvidados de su vocación, reacios a la solidaridad que
reclama el gobierno y carentes del menor compromiso social, no
acepten eliminar a los más pequeños.
Hoy 28 de febrero y para ir cerrando
esta novela negra, demasiado negra, que trata del engaño, la
manipulación, y el odio y cuya consecuencia no puede ser sino la muerte,
el Congreso aprobó la propuesta de Fernández designando al frente de la
defensoría del niño a una abortista. El grotesco dramatismo del
nombramiento de Graham nos lleva a sospechar que el kirchnerismo no
admite cabos sueltos en esto de eliminar bebés.
Es aborto duro y explícito, nadie debería atreverse a decir: no sabía.
Podríamos continuar, bastaría tomar
los innumerables casos de pequeños olvidados abandonados en los
suburbios de nuestras ciudades, o los que Salta adentro recién ahora
descubrimos que mueren, o los del Chaco, o los de Formosa o los de…
casos que dejan diáfana evidencia de la podredumbre de un estado
perversamente impotente, corroído por el odio, indiferente e inútil
frente a todo lo humano, pero eficaz como pocos, en el empeño de poblar
los cementerios. de niños argentinos.
Una manera extraña de solucionar la
desnutrición, la pobreza, la inflación, las desigualdades, el desempleo,
la falta de agua, de educación, etc, pero nos aseguran que la clave
para solucionar esas calamidades no es otra que el aborto, con una
última extrañeza, en el aborto coinciden palmo a palmo este populismo
putrefacto y turbiamente izquierdoso, con lo menos humano del
capitalismo internacional. Extraño, o será que son lo mismo.