sábado, 14 de marzo de 2020

LOS PEQUEÑOS CRISTOS

Ocurrió en Puerto deseado, y es una historia breve y conocida, aunque rodeada por la mayor crueldad imaginable, una pesadilla que penetra hondamente en un territorio marcado por el espanto y que excede  los límites, aún los últimos límites  de las acciones  de los hombres.
Una mamá salteña y su  niño de cuatro años, fueron descubiertos  en una playa del sur por  dos monstruos, dos bestias ocultas detrás  de ropaje  humano  que atacaron, golpearon  y  violaron  a la mamá del niño.
Antes o después de la violación, uno o los dos homicidas, vaya uno a saber, aunque en realidad importa poco, en un instante de ilimitada ferocidad,  matan al pequeño.
Mejor sin testigos, – se escuchó- ni siquiera de cuatro años.


Sin otra razón que  “porque  molestaba”, allí delante del mar, lo hacen desaparecer, una ejecución sin dificultades, podríamos decir, como sucede cuando la víctima apenas alcanza a entrever  que es la vida.

Una piedra será el arma fatal, porque cualquier piedra del mundo puede matar a un niño, aún si la empuña el más torpe de los asesinos.

Hablamos del asesinato de un niño, pero son más, hay muchos, infinidad de esos pequeños Cristos que todo el tiempo mueren en consultorios, en quirófanos, en subsuelos o a la luz del día.

Basta recordar que, en los muy asépticos y controlados quirófanos de la idílica China de Sánchez Sorondo, en 2018 hubo algo así como 12.000.000 de abortos.  Aunque no los busquemos, ahí están los abismos.

El hecho criminal no varía, la diferencia en todo caso estaría dada  menos por el como, que por el lugar en que los ejecutan, en este sentido la muerte  parece privilegiar  ese sitio único donde la vida  comienza y tiene resguardo, o debería tenerlo,  paradoja de inimaginable crueldad.  Pero ya lo sabemos, a la muerte y  sus sicarios no los inquietan las paradojas.

Lo que  es bien difícil negar, es que son los mismos niños,  con la misma tibieza  y la misma e irrefutable  inocencia, cada uno de ellos único, ya nunca más habrá otro igual.  En definitiva que no hay diferencia  en encontrar la muerte entre las piedras de un acantilado  o en ser  destrozado por la más estéril y limpia de las curetas.

Los niños en ningún caso pueden escapar, porque los más débiles de la tierra no pueden huir, nunca pueden,  ni sabrían cómo, ni tendrían lugar adonde ir. En ese sentido, teniendo en cuenta su extrema indefensión  podría decirse que no es difícil matarlos, siempre y cuando ande cerca un asesino, de esos siniestros personajes dedicados a matar  bebés – por un tema de salud pública – y a los cuales además muy democráticamente, nos guste o no ,  les pagaremos entre todos.

Hace pocos días en Buenos Aires, hubo una suerte de festival, donde entre gritos, insultos y vulgaridades de todo calibre,  los protagonistas exigían y celebraban la inminente llegaba de la ley criminal, la que autoriza a matar  a otros chicos, aún más pequeños. Es inquietante que semejante revolcón en la mugre,  haya sido celebrado como la liberación  de obsoletos paradigmas represivos, y aún más,  que fuera tomado y ampliado por muchos medios, acaso  los mismos medios y el mismo público que horas más tarde se indignaba por el crimen de  Puerto Deseado.

Lejos de ser novedad, todos conocemos que  A. Fernández,  desde hace meses y cada vez que puede, anunció el envío del proyecto aborto al congreso, tan clara y evidente llega la determinación  que,  para ministro de salud eligió a un abortista furibundo,  y que por si esto no alcanzara,  reiteró a cuantos quisieran escucharlo, que estaba a favor del aborto, incluso  antes y después del misericordioso peregrinaje en   territorio Vaticano.

Hechos y datos que conocidos por todos, sin embargo  parecen  haber sorprendido al Papa que, según nos dicen, los ignoraba.   No obstante y  recuperado de la sorpresa , decidió devolver a la basílica de Luján, el caliz que  piadosamente le alcanzara la actual compañera abortista  del Presidente, igualmente abortista.

 Podríamos pasar doscientos años  tratando de entender de qué se trata todo esto,  podríamos revisar la historia mundial del sin sentido, repasar una y otra vez  catecismos y cánones y ocupar  esos años pensando en lo contradictorio, en apostasías y desconcierto, en la hipocresía o como quieran llamarlo, y jamás  conoceríamos  la respuesta.

Escucharemos en cambio los susurros estremecedores de millones de bebés abortados, que un mundo indiferente y dichoso prefiere ignorar,  pero que taladran como un alarido en la  noche arrasada de silencios,

Nobleza obliga,  no todos son días grises en este otoño del mundo. Fernández- el abortista piadoso – nos anticipó  la buena nueva,  el aborto, no será  obligatorio y todavía más, aquellas mujeres que lo deseen,  podrán tener sus hijos,  aunque en estos casos excepcionales, no habría gratuidad de parte del estado.

Desconocemos el origen de este verdadero regalo, de este gesto de bondad presidencial, pero hay quienes lo atribuyen a las luminosas armonías surgidas de aquellas  conversaciones vaticanas.

Y por si esto fuera poco, otro  gesto de grandeza,  G.G. García estimó posible considerar  dentro de la ley, en ciertos casos,  la llamada objeción de conciencia,  para aquellos médicos que olvidados de su vocación, reacios  a la solidaridad que reclama el gobierno y  carentes del menor compromiso social,   no acepten eliminar a los más pequeños.

Hoy 28 de febrero y para ir cerrando esta novela negra, demasiado negra, que trata del  engaño,  la manipulación, y el odio y cuya consecuencia no puede ser sino la muerte, el Congreso aprobó la propuesta de Fernández designando al frente de la defensoría del niño a una abortista. El grotesco dramatismo del nombramiento de Graham nos lleva a sospechar que el kirchnerismo no admite cabos sueltos en esto de eliminar bebés.

Es aborto duro y explícito,  nadie debería  atreverse a decir: no sabía.

Podríamos continuar, bastaría tomar los innumerables casos de pequeños olvidados abandonados en los suburbios de nuestras ciudades, o los que Salta adentro recién ahora  descubrimos que mueren,  o los del Chaco, o los de Formosa o los de…  casos que dejan diáfana evidencia de la podredumbre de un estado perversamente impotente, corroído por el odio,  indiferente  e inútil frente a todo lo humano, pero eficaz  como pocos, en el empeño de poblar los cementerios.  de niños argentinos.

Una manera extraña de solucionar la desnutrición, la pobreza, la inflación, las desigualdades, el desempleo, la falta de agua, de educación, etc, pero nos aseguran que la clave para solucionar esas calamidades no es otra que el aborto,  con una última extrañeza, en el aborto coinciden palmo a palmo este populismo putrefacto y  turbiamente izquierdoso,  con lo menos humano del capitalismo internacional. Extraño,  o será que son lo mismo.