Los enemigos de la Iglesia Católica: La Francmasonería. (Parte I)
Existen
en el mundo dos ciudades: La Ciudad de Dios y la Ciudad de Satán. Reina entre
las dos una lucha sin tregua, y el hombre debe combatir por Dios o por Satanás,
por el bien o por el mal, por la verdad o por la mentira.
En
todas las épocas, la ciudad de Satanás ha opuesto a la Iglesia, ciudad de Dios,
errores y ejércitos; lo mismo acontece en los tiempos modernos.
La ciudad de Satán tiene una doctrina que se
opone al Evangelio: es la doctrina que el Concilio Vaticano I llama
racionalismo o naturalismo con todos los errores afines. Hemos refutado esos
errores, disfrazados con el nombre más moderno de liberalismo.
En todas las épocas, la ciudad de Satán ha
opuesto a la Iglesia, opone al sacerdocio Católico, un cuerpo de hombres
militantes que combaten por el naturalismo; son las sociedades secretas
comprendidas en la denominación general de FRANCMASONERÍA.
¿Cuáles son los principales enemigos de la Iglesia?
Actualmente, los principales enemigos de la
Iglesia son los francmasones.
Para combatir a la Iglesia, Satán ha formado
un ejército que desde hace tres siglos, se llama francmasonería.
Disfrazada con máscara de filantropía, esta
sociedad tenebrosa es el punto de reunión de todas las impiedades.
Los misterios de iniquidad de los gnósticos,
de los maniqueos, de los albigenses, etc., se reproducen hoy día en las
trastiendas de las logias. La francmasonería es, en realidad, según frase del Papa Pío IX:
“la Sinagoga de Satanás”.
Esta, sociedad secreta, organizada bajo la
dirección de jefes ocultos, tiene por fin la destrucción de la Iglesia, de la familia,
de la sociedad cristiana, para fundar una nueva sociedad sobre los principios
del naturalismo (sin Dios, sin Iglesia, sin familia).
La francmasonería ha sido condenada por
nueve Sumos Pontífices, desde Clemente XII, en 1738, hasta Pío X.
Los Papas han pronunciado contra los
miembros de las sociedades secretas la pena de excomunión. En esta pena
incurren no sólo aquellos que dan su nombre a la secta, sino todos los que
favorecen a los francmasones y a sus empresas; por ejemplo, los que les proporcionan
local para sus reuniones, los que votan por ellos, etc.
Todo Católico, pues, está obligado a combatir a la
francmasonería.
Vamos
a explicar: 1°, el origen de la
francmasonería; 2°; su organización; 3°, sus propósitos; 4°,
sus estragos; 5°, sus armas; 6°, los deberes de los Católicos.
1º Origen de la francmasonería
1° “La
ciudad de la tierra, dice San Agustín, ha nacido del amor de sí mismo llevado
hasta el odio a Dios, y la ciudad del cielo ha nacido del amor de Dios llevado
hasta el odio de sí mismo”.
No
hay duda de que todos los hombres quisieran entrar en la ciudad de Dios y
combatir por la verdad y por el bien; pero hay que contrariar la naturaleza
propia, reprimir sus malas pasiones… muchos carecen de valor para ello, el demonio
los arrastra a la ciudad del mal, donde se hace todo lo que agrada a la
naturaleza. Tal es el primer origen de la francmasonería, como el de todas las
sectas hostiles a la Iglesia.
2° El sabio P.
Benoit, en su libro magistral La ciudad anticristiana, explica
ampliamente el origen de las sectas. “La francmasonería, dice en su forma
presente, es moderna; pero en la substancia de sus doctrinas y de sus prácticas
viene de los templarios, de los albigenses de la Edad Media y, mediante éstos, de
los maniqueos y de los gnósticos y, por estos últimos, de los cultos y de los
misterios paganos”.
El Papa Gregorio XVI tenía razón al decir: “La
francmasonería es la cloaca donde se han reunido las doctrinas impías, las
prácticas sacrílegas y abominables de todas las sectas desde los tiempos más
remotos hasta nosotros” (Mirari vos).
La
francmasonería, en su forma presente, según la opinión más probable, se remonta
a la orden de los Templarios. Después que el Papa Clemente V y el rey de
Francia, Felipe el Hermoso, abolieron la Orden de los Templarios, muchos de
éstos buscaron refugio en Escocia y allí se constituyeron en sociedades
secretas, jurando un odio implacable al Papado, a la realeza y a las fuerzas
armadas, tal sería el significado de los tres puntos con que firman. Para
disfrazar mejor sus intentos secretos se afiliaron a sociedades de albañiles (mason,
en inglés, maçon, en francés); tomaron sus insignias y se esparcieron, más
tarde por toda Europa, favorecidos por el protestantismo.
“Su nombre es una primera mentira, porque, a
pesar del mandil de cuero que usan en sus ceremonias y a pesar de la cuchara,
el nivel y la escuadra simbólica, los francmasones ni son albañiles, ni son
francos.
“No
son albañiles, ni siquiera obreros. Si en su sociedad se hallan algunos
obreros, han sido llevados por los librepensadores burgueses, que viven a sus
expensas, y se valen de ellos como de escalones para llegar a los honores y
empleos espléndidamente retribuidos.
“No son francos,
es decir, sinceros. Demostraremos bien pronto bajo qué mentiras humanitarias
ocultan sus odiosas maniobras contra la religión.”
“No son francos, es decir, libres, porque
los francmasones aceptan y soportan una dirección oculta; reciben órdenes cuyo
origen y consecuencias ignoran” (Petit Catéchisme).
Padre A. HILLAIRE “LA RELIGIÓN DEMOSTRADA”