viernes, 20 de marzo de 2020
Respuesta a la "Carta a los argentinos" - Antonio Caponnetto
RESPUESTA A LA [1]
Por ANTONIO
CAPONNETTO
Tras decretar
tiránicamente nuestro cautiverio, el señor Fernández se creyó habilitado a
escribir una misiva a la sociedad toda, de la que no se sabe qué despreciar
más, si las concesiones ridículas al llamado lenguaje inclusivo o la
manipulación de las conciencias mediante el estudiado recurso a la coacción y
al pánico.
Parrafadas hay en
esa triste esquela que no pueden quedar sin respuesta:
-La “amenaza que atraviesa al mundo” que no se menciona, es la de
haber dejado de percibir como una amenaza el , el Día de la
ira del Señor, como lo canta el sublime himno católico, herencia del Medioevo.
-El “riesgo en el que está la Argentina” es consecuencia de no tener gobierno
propio, sino una sentina dócil del Nuevo Orden Mundial. Un sumidero servil a la Cultura de la Muerte.
-El coronavirus no es “el problema de salud más grave que hemos tenido en nuestra vida democrática”. El
problema de salud más grave que tenemos es la democracia. Perversión ingénita,
inherente, intrínseca, cuya despótica opresión se ha quitado la máscara. El que
se niegue a ver ahora que la democracia es el totalitarismo de la bruta cifra
entronizada, o es ciego o es su cómplice activo.
-El “aislamiento social, preventivo, obligatorio” y a perpetuidad
que hay que dictaminar, es el aislamiento de los que conculcan la Verdad, el Bien y la Belleza.
-Si “la máxima responsabilidad es proteger a la sociedad
argentina”, lo primero es erradicar de la misma a la clase política en su
conjunto, mil veces fautora de su ruina, indecencia, claudicación y oprobio.
-“Cada uno se quedará en su propia casa”. Pero para ello, cada uno
debió haber edificado la casa sobre piedra, como dice el Evangelio. Se
acordaron tarde de proponer al hogar como refugio, toda vez que el hogar ha
sido destruido por las políticas que exaltan la contranatura, fomentan la
promiscuidad, aplauden el hedonismo y promueven el infanticidio.
-“Nadie tiene que entrar en pánico”. Sin embargo, han cumplido con
todos los requisitos para instalarlo, estudiados por la psicología del pavor:
desde la “espionitis” (spynnoia), que convierte a cada vecino en un delator,
hasta el llamado , que induce a la sugestión
colectiva del sálvese quien pueda. “Las distancias mínimas” que debemos guardar
con el prójimo que necesite nuestro auxilio, no caben en ningún protocolo
leguleyo. Están en Lucas (5, 12-16),cuando Jesús cura al leproso colocando su
mano sobre las llagas.
-Los héroes de Malvinas no pelearon en guerra justa ni cayeron en
combate, para que el Día de la
Reconquista de Nuestras Islas Australes, sea un feriado móvil,
adaptado a las circunstancias sanitarias o a las expectativas turísticas. Que
inventen sus carnestolendas y las festejen rindiéndole culto al mundo. No
ensucien con la psicosis programada la memoria de la gesta malvinera. Ya es un
pecado que clama al cielo que los obispos, en una nueva prueba de su
indignidad, emasculación y falta completa de guapeza, hayan vuelto las espaldas
al festejo del V Centenario de la Primera
Misa en territorio patrio. Ni hablar de la suspensión del
culto público debido a Dios. Difícil no encuadrar estos actos entre los pecados
contra el Espíritu; es decir aquellos que no se perdonan. No olvidemos el 1 de
abril de 1520, ni el 2 de abril de 1982. Ninguna pandemia real o ficta vencerá
la memoria fiel de los que permanezcan leales a Dios y a la Patria.
-“Es una lucha contra un enemigo invisible, para salvar vidas”, se
atreve a decirnos. ¡Hipócrita señor Fernández! ¡Farsante, fariseo, comediante
cínico, tartufo y camastrón, mil veces judas! Usted y los suyos sirven
expresamente a los enemigos invisibles. Tanto los teológicos, que son los
demonios, como los políticos, que son los titulares ocultos y agazapados del
Poder Mundial. Usted y los suyos, aborteros todos, convictos y confesos;
sicarios de la decencia, criminales del honor, verdugos de la honra, forajidos
crapulosos de la dignidad, no están puestos donde están para salvar vidas sino
para segarlas. ¡No tienen autoridad moral alguna para predicarnos que nos están cuidando! ¡Tampoco la tiene, tras
ese montaje farsesco, urdido por Bergoglio, de comulgar viviendo en adulterio y
cohonestando festivamente el vicio nefando de su prole, y simular después que
le pide protección al santo Cura Brochero! Esto, Fernández, se llama pérdida
del timor domini. Y lo crea o no se
paga muy caro más allá del sepulcro.
-“Somos la Argentina. Y
superaremos este enorme desafío que nos impone la Historia”. Póngase su chauvinismo barato en las
faltriqueras, señor Fernández. Así como por su condición de pertinaz abortero
no tiene autoridad alguna para mentar la salvación de las vidas humanas; por su
condición de marioneta apátrida de este gobierno infame, continuador de todos
los anteriores en su decisión de humillarnos como nación, carece usted de
cualquier legitimidad ética para invocar a la patria, a su historia y a su
destino. Sí, Fernández; métase la patriotería donde mejor le quepa. Tal vez el
“colectivo trans”, que tanto patrocina, pueda auxiliarlo en esta encrucijada.
Estamos en Cuaresma, que es la única cuarentena a la que en
conciencia quedamos obligados a cumplir. Nos tiene sin cuidado morir por el
Covid 19 o por la causa que el Señor disponga. Pero mientras vivamos, vivir,
para nosotros, es vivir litúrgica y sacramentalmente. Vivir para descubrir,
amar y servir a Dios Uno y Trino.
Por eso, ya no debe importarnos escuchar o responder al pequeño e
imbécil Fernández. Es mejor:
Volver al Principio
“Cuando la naturaleza humana por el Misterio de la Encarnación se unió a
Dios, todos los ríos de los bienes naturales volvieron a su principio. ‘Los
ríos retornan al lugar del que salieron para volver a fluir’ (Ecle.,1,7)”
Santo Tomás,In Sententiarum III,
proemio
Sedientos de sustancia en la planicie seca,
ajados por el fuego que no calma los fríos,
marchitos o dolientes de afogarar memorias,
las cosas y los hombres se han quedado sin ríos.
Es un crujir de cueros, un escaldar de pastos
la tierra traicionera, del alba desertora.
Por atezar los nombres han pecado los labios,
por renunciar al Agua han quemado a la aurora.
Tráenos en tu Noche la torrentera clara
que funde los hogares sobre el hombro paterno,
sobre el mantel, la mesa, el trajín de la madre,
las cuentas del rosario pronunciando lo eterno.
Tráenos los afluentes que regaron la patria:
la proeza española, los criollos legendarios,
tu Palabra convoque las palabras dormidas,
desfile la victoria en los viejos estuarios.
Tráenos los raudales, el caudal de la gracia
del pozo de Sicar tras la sombra de un cedro,
dí a la Barca
en el Tíber que ice al aire sus velas
mar adentro, Dios mío, como ordenaste a Pedro.
Tráenos la bandera de la que habla Isaías
porque el monte se anega, se acallan los redobles,
del Pastor que sabía proferir tu alabanza:
hay que abrir tenazmente la puerta de los nobles.
Tráenos los regatos, arroyos sin mareas,
el manso regajal de las almas absueltas,
mas si fueran preciso el escudo y la espada,
haznos donar la sangre, por tu cruz, en los deltas.
Trae, al fin, la esperanza de los Ultimos Días,
la desembocadura del lecho de la historia,
retornen nuevamente los ríos a sus mares,
se alce un himno de oleajes proclamando tu gloria.
Nacionalismo Católico San Juan Bautista