sábado, 21 de marzo de 2020

Respuesta a la "Carta a los argentinos" - Antonio Caponnetto

 

viernes, 20 de marzo de 2020


Respuesta a la "Carta a los argentinos" - Antonio Caponnetto





RESPUESTA  A LA [1]

Por ANTONIO CAPONNETTO

            Tras decretar tiránicamente nuestro cautiverio, el señor Fernández se creyó habilitado a escribir una misiva a la sociedad toda, de la que no se sabe qué despreciar más, si las concesiones ridículas al llamado lenguaje inclusivo o la manipulación de las conciencias mediante el estudiado recurso a la coacción y al pánico.
            Parrafadas hay en esa triste esquela que no pueden quedar sin respuesta:
-La “amenaza que atraviesa al mundo” que no se menciona, es la de haber dejado de percibir como una amenaza el , el Día de la ira del Señor, como lo canta el sublime himno católico, herencia del Medioevo.
-El “riesgo en el que está la Argentina” es consecuencia de no tener gobierno propio, sino una sentina dócil del Nuevo Orden Mundial. Un sumidero servil a la Cultura de la Muerte.
-El coronavirus no es “el problema de salud más grave que  hemos tenido en nuestra vida democrática”. El problema de salud más grave que tenemos es la democracia. Perversión ingénita, inherente, intrínseca, cuya despótica opresión se ha quitado la máscara. El que se niegue a ver ahora que la democracia es el totalitarismo de la bruta cifra entronizada, o es ciego o es su cómplice activo.
-El “aislamiento social, preventivo, obligatorio” y a perpetuidad que hay que dictaminar, es el aislamiento de los que conculcan la Verdad, el Bien y la Belleza.
-Si “la máxima responsabilidad es proteger a la sociedad argentina”, lo primero es erradicar de la misma a la clase política en su conjunto, mil veces fautora de su ruina, indecencia, claudicación y oprobio.
-“Cada uno se quedará en su propia casa”. Pero para ello, cada uno debió haber edificado la casa sobre piedra, como dice el Evangelio. Se acordaron tarde de proponer al hogar como refugio, toda vez que el hogar ha sido destruido por las políticas que exaltan la contranatura, fomentan la promiscuidad, aplauden el hedonismo y promueven el infanticidio.
-“Nadie tiene que entrar en pánico”. Sin embargo, han cumplido con todos los requisitos para instalarlo, estudiados por la psicología del pavor: desde la “espionitis” (spynnoia), que convierte a cada vecino en un delator, hasta el llamado , que induce a la sugestión colectiva del sálvese quien pueda. “Las distancias mínimas” que debemos guardar con el prójimo que necesite nuestro auxilio, no caben en ningún protocolo leguleyo. Están en Lucas (5, 12-16),cuando Jesús cura al leproso colocando su mano sobre las llagas.
-Los héroes de Malvinas no pelearon en guerra justa ni cayeron en combate, para que el Día de la Reconquista de Nuestras Islas Australes, sea un feriado móvil, adaptado a las circunstancias sanitarias o a las expectativas turísticas. Que inventen sus carnestolendas y las festejen rindiéndole culto al mundo. No ensucien con la psicosis programada la memoria de la gesta malvinera. Ya es un pecado que clama al cielo que los obispos, en una nueva prueba de su indignidad, emasculación y falta completa de guapeza, hayan vuelto las espaldas al festejo del V Centenario de la Primera Misa en territorio patrio. Ni hablar de la suspensión del culto público debido a Dios. Difícil no encuadrar estos actos entre los pecados contra el Espíritu; es decir aquellos que no se perdonan. No olvidemos el 1 de abril de 1520, ni el 2 de abril de 1982. Ninguna pandemia real o ficta vencerá la memoria fiel de los que permanezcan leales a Dios y a la Patria.
-“Es una lucha contra un enemigo invisible, para salvar vidas”, se atreve a decirnos. ¡Hipócrita señor Fernández! ¡Farsante, fariseo, comediante cínico, tartufo y camastrón, mil veces judas! Usted y los suyos sirven expresamente a los enemigos invisibles. Tanto los teológicos, que son los demonios, como los políticos, que son los titulares ocultos y agazapados del Poder Mundial. Usted y los suyos, aborteros todos, convictos y confesos; sicarios de la decencia, criminales del honor, verdugos de la honra, forajidos crapulosos de la dignidad, no están puestos donde están para salvar vidas sino para segarlas. ¡No tienen autoridad moral alguna para predicarnos  que nos están cuidando! ¡Tampoco la tiene, tras ese montaje farsesco, urdido por Bergoglio, de comulgar viviendo en adulterio y cohonestando festivamente el vicio nefando de su prole, y simular después que le pide protección al santo Cura Brochero! Esto, Fernández, se llama pérdida del timor domini. Y lo crea o no se paga muy caro más allá del sepulcro.
-“Somos la Argentina. Y superaremos este enorme desafío que nos impone la Historia”.  Póngase su chauvinismo barato en las faltriqueras, señor Fernández. Así como por su condición de pertinaz abortero no tiene autoridad alguna para mentar la salvación de las vidas humanas; por su condición de marioneta apátrida de este gobierno infame, continuador de todos los anteriores en su decisión de humillarnos como nación, carece usted de cualquier legitimidad ética para invocar a la patria, a su historia y a su destino. Sí, Fernández; métase la patriotería donde mejor le quepa. Tal vez el “colectivo trans”, que tanto patrocina, pueda auxiliarlo en esta encrucijada.
Estamos en Cuaresma, que es la única cuarentena a la que en conciencia quedamos obligados a cumplir. Nos tiene sin cuidado morir por el Covid 19 o por la causa que el Señor disponga. Pero mientras vivamos, vivir, para nosotros, es vivir litúrgica y sacramentalmente. Vivir para descubrir, amar y servir a Dios Uno y Trino.
Por eso, ya no debe importarnos escuchar o responder al pequeño e imbécil Fernández. Es mejor:

Volver al Principio

“Cuando la naturaleza humana por el Misterio de la Encarnación se unió a Dios, todos los ríos de los bienes naturales volvieron a su principio. ‘Los ríos retornan al lugar del que salieron para volver a fluir’ (Ecle.,1,7)”
Santo Tomás,In Sententiarum III, proemio

Sedientos de sustancia en la planicie seca,
ajados por el fuego que no calma los fríos,
marchitos o dolientes de afogarar memorias,
las cosas y los hombres se han quedado sin ríos.

Es un crujir de cueros, un escaldar de pastos
la tierra traicionera, del alba desertora.
Por atezar los nombres han pecado los labios,
por renunciar al Agua han quemado a la aurora.

Tráenos en tu Noche la torrentera clara
que funde los hogares sobre el hombro paterno,
sobre el mantel, la mesa, el trajín de la madre,
las cuentas del rosario pronunciando lo eterno.

Tráenos los afluentes que regaron la patria:
la proeza española, los criollos legendarios,
tu Palabra convoque las palabras dormidas,
desfile la victoria en los viejos estuarios.




Tráenos los raudales, el caudal de la gracia
del pozo de Sicar tras la sombra de un cedro,
dí a la Barca en el Tíber que ice al aire sus velas
mar adentro, Dios mío, como ordenaste a Pedro.

Tráenos la bandera de la que habla Isaías
porque el monte se anega, se acallan los redobles,
del Pastor que sabía proferir tu alabanza:
hay que abrir tenazmente la puerta de los nobles.

Tráenos los regatos, arroyos sin mareas,
el manso regajal de las almas absueltas,
mas si fueran preciso el escudo y la espada,
haznos donar la sangre, por tu cruz, en los deltas.

Trae, al fin, la esperanza de los Ultimos Días,
la desembocadura del lecho de la historia,
retornen nuevamente los ríos a sus mares,
se alce un himno de oleajes proclamando tu gloria.



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