INSEGURIDAD
La ley es dura pero es la ley
OPINIÓN
Es general la
preocupación por la falta de seguridad. Son más los agentes de las empresas
privadas de vigilancia que los de la policía pública. Y la alarma se multiplica
al verificar que los delitos descubiertos, conocidos, quedan impunes. ¡Cuántos
más habrá que ni siquiera se han denunciado!
Menem
había hablado en su momento de la necesidad de mano dura. Pudo ser un
desacierto la expresión ya que queremos justicia, no dureza. Pero seguramente
interpretaba en su oportunidad la perplejidad en que vivimos ante la falta de
castigos a los delincuentes, y la lenidad de las penas en los pocos casos en
que se aplican.
Hay una disyuntiva curiosa: las pacíficas madres de familia claman
por castigos disuasorios, que pongan en vereda a los delincuentes para vivir en
paz, con una severidad suficientemente rigurosa y en cambio los políticos en general se inclinan por la mayor
benevolencia, suavidad, blandura y delicadeza hacia los criminales, y por la
aplicación de las penas mínimas posibles con las mayores reducciones
imaginables.
Un tema tan discutible que los partidos
políticos no se atreven a hacer de él banderas electorales, y
en la mayoría de los casos se manifiestan sólo en favor de una genérica
justicia que no comprometa a aplicar ningún rigor ni demasiada indulgencia.
Se conmueve la sociedad, la opinión
pública, cuando por benevolencia son beneficiados autores conocidos de crímenes
aterrantes.
Entonces sí, la sociedad protesta contra
la impunidad, pues los delitos quedan impunes ante la lenidad de
la pena. Y no se ve el modo de corregir,
pues así como los romanos decían “la ley es dura, pero es la ley”, el sistema
actual contesta: “la ley es blanda, pero es la ley”.
De los delincuentes unos pocos se
descubren y se sancionan con la pérdida de su libertad; y esos
convictos, entre rejas, despiertan conmiseración, de modo que las leyes prevén
alivios a su situación: reducciones por buena conducta (buenas conductas de
quienes no tienen más remedio que portarse bien), especiales visitas de sus
familiares (sistema que permite al condenado no privarse de agrandar su
familia), prisiones por sólo unas horas diarias, que dan al recluso la oportunidad
de practicar alguna industria lícita.
Estamos todos de acuerdo en que los criminales,
hasta los autores de los crímenes más escalofriantes, son humanos, son hijos de
Dios, son seres redimibles y deben tratarse como tales. Pero no conviene exagerar las blanduras hasta el extremo de que las
debidas consideraciones nunca permitan ni siquiera averiguar cómo se cometieron
los crímenes ni quiénes fueron los autores.
Al
proyectarse modificaciones al código de
procedimientos penales, existe acuerdo de todos los sectores en buscar los medios de
dejar a salvo los derechos de los presuntos criminales y a la vez facilitar la
investigación; Se debe procurar una justicia que no sea muy dura con los
imputados -seres humanos merecedores de consideraciones- ni tan dulce que
resulte inoperante agravando la situación de inseguridad que vivimos.
La sociedad, la ciudadanía toda se
encuentra en la búsqueda de orden,
control, justicia, no es partidaria de un progresismo que en la práctica lleva
a que el delincuente entre a la comisaría y en seguidita nomás, y por la misma
puerta, vuelva a salir.
El mismísimo general José de San Martín
varias veces recordó la necesidad de dureza contra el desorden.
DR. JORGE B. LOBO ARAGON
jorgeloboaragon@gmail.com