JUEGOS DE AZAR
SU IMPUNIDAD
OPINIÓN:
Estando
los juegos de azar tremendamente difundidos en la actualidad, pueden
ser un agravante de los males que sufre la sociedad a causa del
desquicio económico que se patenta en la desocupación.
Ante la falta de trabajos, a muchos el juego se ha de presentar
como una alternativa salvadora, sin advertirse que contribuye a hundir
mas en las perturbaciones causadas por la crisis, llevando en
consecuencia a descomponer los hogares y a derrochar indebidamente lo
poco que se consiga obtener. Para peor, el juego que es usado alegre y
despreocupadamente como un impulsor de programas de ventas y de
búsquedas de audiencias, hace aparecer a este grave vicio como simple e
inofensivo pasatiempo.
Pero el juego, cuando adquiere el carácter de una compulsión, se
adueña del ánimo y se convierte en una obsesión casi irresistible. La
Organización Mundial de la Salud considera a la “ludotopia” una
enfermedad grave, que progresivamente domina la voluntad del paciente
perjudicando su apreciación de los valores y su responsabilidad ante las
obligaciones de todo tipo, familiares, sociales, laborales y
ciudadanas. Algunos, incluso, la consideran una enfermedad que puede
detenerse, atenuarse, pero no curarse.
Siendo el hombre un ser redimible, no creemos en la fatalidad de un
irremediable dominio de los vicios. Creemos que el entrampado por la
vorágine del juego se inclina a salir de ella si se lo ayuda con la
terapia adecuada, y que los especialistas en la materia sabrán, en cada
caso, cuales son ellas.
Mas aún; tenemos noticias de que aquí mismo, en Tucumán, y en el
país - Argentina -preexisten grupos de personas que compartiendo sus
experiencias tratan de ayudar a otros a recuperarse de este mal. No
creemos justo que quienes generosamente ofrecen su trabajo y su empeño
en esta tarea, se sientan desamparados de la protección del Estado.
¿Qué puede hacer el Estado en esta materia? Algo es mejor que
nada. La propuesta sería a que por lo menos los afectados por el juego
compulsivo puedan ver que no están solos, que hay otros a quienes
también preocupa el impulso que a ellos los atrapa. Y los particulares
que están empeñados en esta tarea, merecen saber que la sociedad a
través del Estado los apoya.
Por último sería deseable que el Estado que últimamente está
ejerciendo una enorme presión fiscal sobre el contribuyente, investigue y
verifique las enormes evasiones ante miles de maquinitas no reveladas
ni declaradas y que tenga en cuenta las denuncias practicadas.
Que muchos delitos e irregularidades se denuncien, se verifiquen y
que el Estado de vuelta la cara como diciendo “nada tengo que ver con
esto”, es en la práctica, lo mismo que patrocinar, promover, apadrinar
la inmoralidad, que queda expuesta ante la ciudadanía sin que nada la
evite, la corrija, ni menos aún la castigue.
Si ante las irregularidades el poder administrador va a esquivar el
bulto, pretendiendo que solo se han de corregir delitos verificados por
el Poder Judicial, no las notables corrupciones del juego, entonces,
por supuesto la inmoralidad ha de proliferar al amparo de esta
protección oficial.
DR. JORGE B. LOBO ARAGÓN