domingo, 24 de febrero de 2013

A CUALQUIERA LE PUEDE PASAR

C'est La Vie

"A cualquiera le puede pasar", dijo un tipo que charlaba, desde la comodidad de conservar su vida, sobre el incidente de Pablo García, hijo de Eduardo García Aliverti. Así, mientras me preguntaba en qué condiciones estará acostumbrado a conducir ese buen hombre, que le parece normal manejar recontra empedado con un acompañante muerto asomando por el parabrisas durante 18 kilómetros, entré a un comercio donde escuchan Continental. Para mi tranquilidad, pude apreciar a un Víctor Hugo enojado porque los medios se regodearon en el dolor de los familiares de la víctima, quienes visiblemente conmovidos, tildaban de asesino a Pablo García. Ofuscado, Morales continuó su cátedra de moral y buenas costumbres, aduciendo que hay que tener cuidado con prejuzgar antes que la justicia se expida. De paso trató de vampiros a los que aprovechaban cualquier bolazo para pegarle a Aliverti -como si hiciera falta una tragedia para putearlo- para, finalmente, aseverar que Clarín es una bosta. 
No es que uno esperara algún comentario agraviante y justo sobre el accionar del conductor -sea conocido o no- y tiene toda la lógica del mundo suponer que un amigo intentará poner paños fríos ante la desgracia familiar de alguien cercano. Sin embargo, el resto no tenemos la culpa de lo que pasó, ni mucho menos somos amigos de Aliverti como para que alguien nos meta en la cabeza que en este caso, no. Que si fuera un anónimo, sí. Que si no fuera el hijo de un amigo de nadie, podríamos hacer análisis sobre la concientización, o pedir una condena ejemplar por la conducta esgrimida por el chofer, o evaluar las posibilidades de que alguien controle que no haya tracción a sangre en una autopista. Que por ser el hijo del amigo de alguien, no, no podemos más que ser cautos, prudentes, callarnos la boca y no hablar del tema hasta que la justicia dictamine. Raro, pero los paladines de la defensa a la Ley de Medios para que haya democratización en la comunicación y no formadores de opiniones, pueden decirte, alegremente, qué pensar, cómo, cuándo, dónde y sobre quién, sin sonrojarse.
Ayer estuve en la Plaza. Anecdótico y, quizás, poco importe, pero estuve, dije presente. No fui a regodearme, no concurrí a disfrutar de cómo el dolor ajeno podría hacer mella en la imagen de Cristina. Fui, porque había que ir, porque hace un año atrás, a cincuenta y un personas -y una por nacer- les arrancaron la vida de una forma vergonzosa. Sin #7D, el movil de C5N dio el presente para demostrarnos lo que opinan sobre el acceso a la información, obligando a cualquier interesado a que tenga que verlo sí o sí en TN. El discurso fue demoledor y, obviamente, despertó cierto malestar en los militantes del hippieperonismo que se pusieron a defender al gobierno del amor señalando a los familiares de las víctimas como seres manipulados para agraviar a Cristina.
Aparentemente, hay quienes creen que alcanza con el abrazo solidario que brindó Cristina un año después de la tragedia -se ve que a El Calafate las noticias aún llegan en chasqui- y que con dar cátedra sobre lo que es perder a un ser querido, es más que suficiente. Porque como usted sabrá, estimado lector, es exactamente igual la muerte natural y previsible de una persona enferma, que saludar a una joven de 25 años que parte al trabajo y nunca volverá porque un gobierno ladri jugó a la ruleta rusa con los ferrocarriles. En definitiva, debería alcanzar con unas palabras al pasar, en un acto en una feria, con Fútbol para Todos y referencias a lo triste que fue la dictadura. Cristina les tiró con lo mejor que tiene y no les alcanza. Los tranquilizó al contarles que las Madres y Abuela de Plaza de Mayo llevan treinta y cinco años buscando justicia, y no se sienten esperanzados. Les explicó que "así es la vida" y no están conformes. ¿Qué quieren, un Estado responsable, un gobierno eficiente?
Debería ser suficiente con escuchar opiniones críticas a quienes reclaman justicia pero disfrutaron la fiesta de los ´90, dichas por tipos que hablan de transporte y nunca en la vida viajaron en el Sarmiento en hora pico. Tendría que alcanzar con el Subcomandante Randazzo al frente de la revolución de la fiesta ferroviaria. Ahora tenemos pantallas en los andenes que nos indican cuándo debería haber llegado la formación que se quedó varada en el camino ¿Qué más quieren, trenes nuevos? ¿Acaso pretenden que alguien explique en qué se gastaron los cientos de miles de millones de dólares que cobraron los administradores de los ferrocarriles?
El gobierno pone todo su empeño en arreglar las cosas, sólo que lo hace de un modo más que fiel al estilo que han sabido llevar adelante: tarde, con circo y sobreprecios en detalles tecnológicos que sólo nos pintan una imagen primermundista para disfrazar una realidad subsahariana. Si esperaban algo más, algún gesto, una política seria, una comisión investigadora, un presupuesto como la gente, un pedido de disculpas, le chingaron. Si esperaban algún tipo de gesto solidario, o al menos el silencio de los que no tienen nada bueno para decir, también.
Ahí están, a la vista de todos, en las redes sociales, en los diarios que sobreviven de la nuestra y en las radios y canales que ofician de cuevas de supervivencia de lúmpenes incapaces de poder ganarse un mango si no fuera por la teta del Estado. Un Estado, vale aclarar, más preocupado en la imagen, siempre, que en solucionar los problemas generados por el mismo Estado en su afán de querer regular hasta la forma de ahorro de sus ciudadanos. Ahí los tienen, diciendo que se solidarizan con las víctimas, pero que apoyan a Cristina, como si esto no le hubiera pasado a los laburantes que no llegaron a destino por esa mala costumbre de ir a trabajar un día de semana y en el primer vagón.
Pueden hallarlos sin mayor problema, cuidándola a Cristina frente al ataque de los medios de comunicación corporativista, que insisten en hacer negocios mostrando un acto que se llevó a cabo en la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada. Porque el problema no es que se la chorearon, que no controlaron porque no les importó, que se asociaron para el saqueo con quienes debían administrar el servicio. El problema no es que un tren se estroló contra la cabecera y las cámaras mostraron la nube de óxido que salía del interior del primer vagón, porque el metal estaba tan corroído que no ofreció resistencia. El drama no es que los pasajeros viajaban hacinados, comprimidos, reventados unos con otros.
El problema es que hay quienes tienen el tupé de pedirle explicaciones a la Cristina Capitana. ¿Y a quién habría que pedirle explicaciones? ¿A Dios?
A la Presidente, desde que arrancó su gestión, le gustó remarcar que ella toma todas las decisiones. A los parásitos de sus funcionarios les encanta repetir una y otra vez que todo lo que hacen, es previamente consultado con Cristina. Y por si con todo esto no alcanzara -y por esas cosas que tiene la legislación- resulta que Cristina, además de Presidente, es la máxima responsable de su Gobierno. Pretender que nadie vincule el hecho a Cristina, tiene dos opciones, o hijaputez, o ignorancia supina del sistema gubernamental. Y más allá de todo esto, hay una cuestión que no hace al conocimiento: durante los últimos veintiocho meses tuvimos que fumarnos la lágrima de Cristina en todos y cada uno de los actos, y tras ello, las puteadas a todos y cada uno de los que nos preguntábamos para qué habla en Cadena Nacional, si no se siente bien. Incluso, se nos exigió que la apoyemos, porque sola no puede, el mismo día que se dignó a dar la cara tras el choque del Sarmiento, seis días después, y luego de afirmar que desde entonces, irían por todo. Nos explicó mil veces que ella sí sabe lo que es perder a alguien y que por eso debemos acompañarla. Sin embargo, ante la tragedia provocada por la inoperancia y delincuencia de su gestión -y la del exvivo expresidente- con un abrazo solidario y soltarle la mano a un par de funcionarios -no así a los negociados ferroviarios- debería alcanzar. 
Es demasiado lo que se aguanta, muy alto el costo que pagamos por ello. Y encima hay que ser cautos y centrados para "reconocer lo bueno que ha hecho este gobierno". Gente, les cuento que la asignación no tan universal por hijo, no la paga Cristina, la pagamos nosotros. El Fútbol Para Todos, no se mantiene que con los ahorros de familiares de la Presi, se paga con la nuestra. Las obras públicas hipersobrefacturadas y mal hechas, las inaugurará Cristina, pero se pagó con el sudor de nuestro upite. La Lotería Nacional Procrear, también sale de lo que producimos. Cristina no es la Madre Teresa bailando por las calles de Calcuta, ni se merece que se le agradezca nada, a no ser que usted pretenda que para entregarle cada recibo de sueldo como contraprestación del laburo para el que fue contratado, le realicen un acto de homenaje y agradecimiento con una multitud aplaudiendo. Pero bueno, son cosas que pasan en un país en el que todos pueden hablar de democracia, aún aquellos que no entienden el concepto. 
Supongo que los militantes serán buenos aprendices y que, la próxima vez que Cristina empiece a pucherear en un acto, aparecerá una pancarta que diga "Así es la vida".