Hace unos días tuve el honor de ser invitado al casamiento de
una hija de mi amigo Federico Posee y no
pude resistirme a escribir este homenaje
y acordarme sobre el desastre ocurrido
en un vuelo entre Posadas y Buenos Aires. La pérdida que en su oportunidad había
llenado de espanto y de luto a toda la Argentina, habiendo golpeado
especialmente a la provincia de Tucumán al arrebatarnos la vida del doctor
Federico Posse.
A Federico, entusiasta deportista y
hombre con buenas aptitudes para lucirse en los estadios, el ejercicio de la
medicina lo llevaría a aplicar sus conocimientos a la atención de los problemas
que la práctica del deporte suelen provocar. Pero primó en él su magnífica y
desinteresada inclinación de volcarse hacia atenuar los inconvenientes,
carencias y privaciones de los desvalidos, y a esta noble empresa le dedicaría
para siempre los conocimientos de su ciencia, el impulso de su corazón
generoso, los afanes de sus inquietudes políticas, y por fin le entregaría
hasta su vida, ya que el accidente lo sorprendió cuando volvía de participar en
un congreso realizado en Posadas justamente para tratar los temas que a él lo
apasionaban: las discapacidades físicas y los prójimos que sufren sus consecuencias.
La
fatalidad había tronchado abruptamente la corta vida de
Federico privándolo a Tucumán de un distinguido valor político y a la
rama de
la medicina que con pasión abrazó de un ferviente impulsor. Tucumán y la
medicina todavía mucho podían esperar de él. Porque mucho habían
recibido ya.
Su vida no se ha malogrado sino que dejó plasmados logros rotundos
concretados
en sus iniciativas, sus proyectos, sus realizaciones. Federico dejó
constituida
una ejemplar familia con numerosos hijos.
Uno de ellos justamente se casaba continuando los deseos de mi amigo de
que sus
vástagos y retoños perpetúen su simiente. Federico supo labrar un
sólido
prestigio profesional y humano. Federico había sabido conquistar la
amistad, el
cariño y el respeto de cuantos lo trataron. Por eso, en medio de ese
dolor que nos produjo su desaparición, los que admiramos su fecunda
personalidad reconocemos que no ha vivido en vano, sino
que a una vida corta la ha llenado de los elevados valores que
merecieron el
agradecimiento en su momento de la sociedad toda, de la ciudadanía y del
gobierno, de la comunidad que integró y, sobre todo, de aquellos a
quienes las
vicisitudes de la vida los ha privado de las capacidades que son
normales para
a la categoría.
Hoy su mujer y sus hijos
continuaran con esa empresa recordando
las enseñanza de Platón, una de las lumbreras de nuestra civilización:
“la
buena educación da al cuerpo y al alma toda la belleza y la perfección
de que
son capaces”, fue el Dr. Posse quien con
su tiempo esfuerzo y saber posibilito,
educando cuerpos y almas, que esa
perfección, se concrete y resplandezca en bien de muchísimos
discapacitados, en seres que son imagen y semejanza de Dios, y en
beneficio de la sociedad toda. Fue Federico con su amor el que
enalteció a seres con
altísima capacidad para percibirlo, ese amor que es la mejor medicina
que pueda
impartírseles. Ese amor que es afecto, es cariño, es suavidad en el
trato, y al
derramarse sobre los seres queridos se eleva como una plegaria. Ese amor
que a
muchos les posibilita dar pasos adelante en su capacitación para
colaborar con
los demás.
Gracias Federico.
DR. JORGE B LOBO ARAGÓN