EL QUE APUESTA AL DOLAR AHORA ES TERRORISTA
DE LA PUBLICACION EFECTUADA POR EL SR.JORGE OMAR ALONSO
Autor: Fernando Laborda
El que apuesta al dólar ahora es terrorista
A mediados de 1981, en pleno gobierno militar, el ministro de
Economía Lorenzo Sigaut popularizó una frase que quedó grabada en la
memoria de los argentinos: "El que apuesta al dólar, pierde". Los meses
que siguieron a esa aseveración demostraron que no fue así, a la luz de
la fuerte devaluación del peso que sobrevendría y destruiría los ahorros
de muchas familias. El gobierno de Cristina Kirchner parecería estar
protagonizando un "revival" de aquellos tiempos, intentando
infructuosamente convencer a inversores y simples ciudadanos de que
desprenderse de pesos argentinos para comprar dólares es un muy mal
negocio.
Poco después de ganar las elecciones
presidenciales de 2011, acosado por una corrida cambiaria y por la fuga
de divisas, el gobierno cristinista inició una ardua campaña para
persuadir sin éxito a la población de que dejara de ver al dólar como
una buena alternativa de inversión. A fines de octubre de ese año, el
vicepresidente del Banco Central, Miguel Angel Pesce, sentenció: "El que
compra dólares con el sueldo o la jubilación, hace mal negocio". Y
pocos días después, el 5 de noviembre de ese año, el por entonces
ministro de Economía, Amado Boudou, afirmó que "ahorrar en dólares es
una mala idea". En esos días, un dólar se podía adquirir a alrededor de
4,27 pesos, aproximadamente la mitad de lo que cuesta hoy en el mercado
informal.
La presidenta de la Nación fue más allá cuando en
junio del año pasado, en momentos en que ya regía el cepo cambiario,
con la idea de desdolarizar la cultura del ahorro de los argentinos,
anunció que vendería sus ahorros personales en moneda extranjera, unos
tres millones de dólares, para constituir un plazo fijo en pesos. Por
entonces, el tipo de cambio oficial se ubicaba en 4,49 pesos, aunque ya
el dólar paralelo se acercaba a los 6 pesos.
Más
recientemente, el diputado nacional kirchnerista Roberto Feletti, cuando
el dólar marginal volaba hacia 8,75 pesos, expresó: "No hay que
preocuparse por el dólar paralelo".
Como señala el
especialista en inversiones Federico Tessore, "siempre, sin excepción en
la historia argentina, cuando un funcionario afín al Gobierno dice algo
así, termina ocurriendo lo contrario".
La suba del dólar
producida la semana pasada provocó un hecho al que no estamos
acostumbrados: la Presidenta convocó a una reunión a todas sus espadas
económicas, entre ellas a Hernán Lorenzino, a Axel Kicillof, a Mercedes
Marcó del Pont, a Guillermo Moreno y a Ricardo Echegaray.
A
la luz de los movimientos de los funcionarios al cabo de ese encuentro,
lo que se decidió fue volver a empuñar las teorías conspirativas. Fruto
de este debate, se habría decidido actuar contra aquellos productores
agropecuarios que prefieran diferir la venta de su cosecha de soja a la
espera de mejores condiciones cambiarias. Y, por añadidura, se resolvió
sacar a relucir la ley antiterrorista, sancionada a fines de 2011, para
amenazar a los productores sojeros que se resistan a vender, demorando
el ingreso de dólares al país.
Estimaciones privadas dan
cuenta de que las exportaciones de soja podrían generar un ingreso de
unos 25.600 millones de dólares este año, de los cuales casi 9000
millones quedarían para el Estado nacional, en concepto de retenciones.
El problema para los exportadores es que los dólares que reciban
serán tomados al tipo de cambio oficial, de aproximadamente 5,12 pesos, a
lo cual deberá restársele el 35% de retención, lo que equivaldría a
recibir apenas algo menos de 3,33 pesos por cada dólar, bastante menos
de la mitad de la cotización del dólar paralelo. Esta situación está
haciendo cundir entre no pocos productores la idea de guardar su cosecha
en silobolsas todo lo posible, hasta que la situación cambiaria cambie o
hasta que se vean forzados a desprenderse de ella progresivamente para
ir afrontando futuros costos.
De ahí que desde el Gobierno
se haya dejado trascender la posibilidad de obligarlos a liquidar la
cosecha, empleando, de manera harto cuestionable, la ley antiterrorista,
que modificó el artículo 41 del Código Penal, estableciendo que cuando
alguno de los delitos previstos allí hubiere sido cometido "con la
finalidad de aterrorizar a la población u obligar a las autoridades
públicas nacionales o gobiernos extranjeros o agentes de una
organización internacional a realizar un acto o abstenerse de hacerlo",
la escala de penas se incrementará en el doble del mínimo y el máximo.
Al margen de las críticas que en casi todo el arco político
opositor mereció esta posibilidad, constitucionalistas como Gregorio
Badeni consideraron que la ley antiterrorista sería inaplicable para el
fin que pretendería darle el Gobierno.
"No hay delito
alguno en el hecho de que quien produce un bien quiera esperar el
momento más oportuno para venderlo, con el fin de preservar su
patrimonio", explicó Badeni, para quien esa actitud hace al derecho de
propiedad.
Lo cierto es que la amenaza insinuada por el
Gobierno, que para muchos es más una acción psicológica que una probable
medida concreta, trae a la memoria algunas frases que, en medio del
proceso electoral que le dio la reelección a Cristina Kirchner,
encendieron señales de alarma. Como la de Feletti, cuando expresó que,
con el triunfo de la Presidenta, el populismo "no tendría límites" para
"apropiarse de la renta". O la del titular de la Unidad de Información
Financiera (UIF), José Sbattella, quien advirtió que la ley
antiterrorista podría ser utilizada hasta contra medios periodísticos
que pudieran inducir a golpes de mercado.