Queridos amigos:
En la lucha por el poder, en cualquier campo, las personas que carecen
de límites éticos tienen ostensibles ventajas respecto de quienes actúan
sujetos a principios y valores. Los
primeros, “los malos”, no trepidan en
mentir mientras que los otros, “los buenos”,
se sienten obligados a proceder con transparencia. Los malos, traicionan sin culpa; los buenos
se ven atados por sus lealtades y
compromisos. Los malos no dudan en utilizar dinero mal habido en procura de sus
objetivos; los buenos pretenden ser honestos en cada procedimiento.
Si alcanzan el poder, los malos
lo utilizan para aplastar a sus oponentes y tratar de mantenerlo para siempre.
En la otra vereda, en similares circunstancias, los buenos tratarán de actuar respetando las leyes y las normas porque
eso responde a su paradigma. Si además
tienen sentimientos cristianos, se sentirán compelidos a olvidar agravios y
perdonar culpas.
A pesar de tantas desventajas, el
hecho de que muchas veces en la historia gente buena y digna alcanza el triunfo
demuestra la fuerza inconmensurable que otorgan las conductas éticas, ya que
todo ser humano es capaz de percibirlas
y reconocerlas aunque no las siga. Sin mencionar que los hombres de fe, sienten
además que cuentan con el apoyo celestial. El problema es que muchas veces,
ante las derrotas parciales, los hombres buenos dudan de la eficacia de su
accionar y se ven tentados a imitar los procedimientos sucios prometiéndose que
si triunfan utilizarán el poder para el bien. Olvidan sin embargo la visión
Aristotélica que expresa que la virtud solo se alcanza realizando actos
virtuosos, de modo que el que llega arriando banderas probablemente se
encuentre con las manos atadas por los compromisos contraídos en el tortuoso
camino.
Todas estas reflexiones vienen inspiradas
por el ejemplo que dio al mundo el acceso al papado del Cardenal Jorge
Bergoglio, que fue capaz de conservar sus virtudes morales en la edad y la jerarquía en que muchos hombres son
ganados por el escepticismo, y contrastarla con la mezquindad de los
compatriotas que gobiernan su país de origen, que en poco días pasaron de atacarlo viéndolo como un enemigo a halagarlo
al comprobar la aceptación despertada
por sus acciones como Papa Francisco.
Con una visión muy terrena,
fueron muchos los que supusieron que después de los numerosos desaires que la
presidente Cristina Fernández había hecho sufrir al ahora Papa, este
respondería a su pedido de audiencia posponiéndolo hasta después de haber
asumido su cargo y haciéndola pasar frente a él como uno más de las decenas de
mandatarios que concurrieron a honrarlo en su
hora de consagración. Olvidaron quienes así pensaban que el reino de
Francisco es esencialmente espiritual y que su religión proclama el perdón y el
ofrecimiento de la otra mejilla al agravio, antes que la reciprocidad que es
propia de las relaciones internacionales. El Papa le brindó a la presidente una
magnífica lección de caridad cristiana al recibirla en forma muy especial,
invitarla a almorzar y hacerle sentir como que nunca hubo una diferencia.
Apenas tuvo el gesto de regalarle un libro que habla de la corrupción, el
autoritarismo y muchas otras lacras presentes en la acción de los gobiernos
latinoamericanos como el que encabeza la señora presidente. Obviamente ella no
se dio por aludida.
La presidente exultante informó
del encuentro a la prensa internacional, como es su costumbre, tarde, mal y sin
aceptar preguntas. Se perdió en fruslerías tales como que lo había tocado (cosa
que vulnera las reglas diplomáticas vaticanas) y aun besado y tuvo el mal tino
de hacer público que le había pedido una intercesión por el conflicto de
Malvinas, con lo que invalidó cualquier intención que el Papa pudiera tener en
tal sentido. Evidentemente convencida de que podía utilizar en su favor la
elección de un Papa argentino, a pesar de que recayó en el prelado con quien
tenía peor relación, la señora presidente experimentó una súbita conversión
y se transformó de un día a otro en elogiosa seguidora del hombre a quien los
referentes del oficialismo habían agraviado aún después de su elección
imputándole delitos y actitudes
inexistentes.
Lamentablemente no creemos que su conversión sea sincera. Nos
basamos en que, ya en la Argentina, inauguró en Castelar, partido de
Morón, un nuevo Centro para la Memoria
incompleta de los muchos que pululan en nuestro país siguiendo la línea de la venganza
interminable, disfrazada de justicia que se sigue llevando a cabo contra los
acusados de delitos cometidos en la lucha contra la guerrilla terrorista que
asoló al país en la década del setenta. Tampoco tuvo piedad con los bonaerenses
y su
gobernador, Daniel Scioli, que sigue sin poder pagar lo que pretenden
los maestros y los empleados provinciales y ya ha comenzado un ajuste para
poder abonar aumentos de sueldos, ni frenó los embates de la procuradora Gils
Carbó contra la Corte Suprema de Justicia. Su conversión apenas sirvió para
prometer una audiencia en la que escuchará la posición de los obispos
argentinos respecto de los puntos más controversiales del nuevo Código Civil
que incluye serios embates contra la institución matrimonial y familiar. Muy
poco para ser creíble.
Pero si la presidente puede al menos argüir que su contacto con el Papa
Francisco obró el milagro de su súbita conversión, la actitud de la masa
oficialista de funcionarios, de periodistas, de auto denominados intelectuales,
de las cabezas de Organizaciones no Gubernamentales y de las Agrupaciones
políticas como la Cámpora y Kolina que cambiaron su posición, sus comentarios y
sus convicciones, al recibir una directiva presidencial, solo puede ser
calificada como bochornosa e hipócrita. Hebe de Bonafini, se permitió
argumentar que desconocía la acción pastoral de Bergoglio, tal como pretende
desconocer las estafas cometidas en el seno de la Agrupación Madres de Plaza de
Mayo en la construcción de viviendas sociales
o los crímenes perpetrados por los jóvenes terroristas a quienes
homenajea en cada ocasión posible. El resto ni siquiera dio excusas, simplemente
recibieron la orden de halagar y halagan así como antes recibieron la de
denigrar y denigraron. Tan solo fue una cuestión de “obediencia debida” a sus jefes y empleadores.
También debemos tomar nota que el
Cardenal Bergoglio nunca fue el Jefe de la oposición, como opinaba Néstor
Kirchner y menos aún lo será el Papa Francisco que ya anunció que ni siquiera
vendrá a la Argentina antes de las elecciones para no interferir en ellas. Es
decir que su elección brinda a la
oposición la fortaleza espiritual de
saber que ya no estamos solos, pero que el camino para la victoria electoral y
la posterior reconstrucción nacional no tiene atajos ni recibirá ayudas
externas. Será, si es, la consecuencia del trabajo serio y los consensos
generosos que deben elaborar los hombres
y mujeres que quieran construir una opción argentina desde la ética y el patriotismo.
¡Y vaya si habrá para
reconstruir! La torpeza con que se sigue manejando la economía nos pone cada
día ante una nueva crisis. En otra decisión autoritaria, la AFIP aumentó al 20 por ciento el recargo a las
compras con tarjetas de crédito en el extranjero y la extendió a los paquetes
turísticos comprados en el país. Como a cada nueva restricción al manejo de
divisas, el mercado, que no es ni más ni menos que la suma de miles de
voluntades individuales que perciben la realidad sin el filtro del relato,
reaccionó con una demanda de dólares que llevó dicha moneda en el ámbito
informal a casi 9 pesos para cerrar la semana a 8 pesos con 48 centavos. En el
ámbito externo se aproxima el momento en que Argentina tendrá que hacer una
oferta a los tenedores de bonos que no entraron en el canje que, si es exitosa,
obligará a una reapertura de dicho canje
contradiciendo las bravatas presidenciales y las leyes que se promulgaron
para evitar esta situación. Si no es exitosa y nos obligan a pagar el
ciento por ciento del valor de los bonos, estaremos frente a un drama
financiero. A esto nos han llevado las malas políticas y la
incapacidad negociadora.
También tendremos que solucionar
en breve el manejo de Aerolíneas Argentinas que lleva perdidos 3.566 millones
de dólares desde julio del 2008 y sigue aumentando su nivel de pérdida mensual
sin que el gobierno sea capaz de poner la empresa en manos de una gestión profesional, que
reemplace a la actual gestión que solo acredita el mérito de ser conducida por
cuadros políticos de la agrupación oficialista La Cámpora. Y solucionar los
problemas del transporte después de años de descuidar el mantenimiento con
trágicas consecuencias y luego ponerlo
en manos de un intendente carente de antecedentes profesionales y de un
ministro político de profesión contador. Y
recuperar el autoabastecimiento energético y la seguridad y la
certidumbre y, en fin, reconstruir un
país agobiado por muchos años de ser gobernado por un grupo que solo piensa en
cómo ganar las próximas elecciones y mantenerse en el poder a cualquier costo,
careciendo de un verdadero proyecto nacional.
En la contienda política que se
avecina, vemos como única nota positiva una creciente intención de las fuerzas
de centro y centro derecha, de modificar actitudes personalistas y buscar
resolver las candidaturas en una
saludable gran interna, que permita sumar a ganadores y perdedores en un
proyecto común. En la escena mundial nos complace observar la excelente
recepción que reciben los gestos de humildad y apertura del Papa Francisco, que
no están reñidos con el valor que demuestra
a la hora de denunciar las conductas mezquinas y defender los valores
cristianos. Su aceptación se ve reforzada porque ha mantenido constancia y
coherencia en la defensa de esos valores en su historia de vida. Una
demostración más de que la palabra empuja pero el ejemplo arrastra. Quizás ese
reconocimiento nos inspire a una masiva
conversión nacional para anotarnos en el campo de los que eligen vivir bajo
normas éticas, inspiradas en sólidos
principios y valores, para bien de
nuestra querida Argentina y ejemplo de nuestra juventud.
Un abrazo para todos
Juan Carlos Neves, Presidente de
Nueva Unión Ciudadana
Twitter @NevesJuanCarlos