EDITORIAL SIN SACO NI CORBATA
Claudio Chiaruttini
Una salvaje carrera por apropiarse del discurso del Papa Francisco se desató dentro del Gobierno, ante la conciencia del impacto que ha tenido en la opinión pública la elección del ex Arzobispo Jorge Bergoglio como Sumo Pontífice, confirmando que en esta nueva etapa evolutiva del cristinismo talibán, el “relato” terminó por condicionar y encauzar la acción política de Cristina Fernández y de todo el oficialismo.
Es notable como en cuestión de horas, el discurso conciliador del Papa Francisco vació de contenido las enseñanzas de Carl Schmidt, Chantall Mouffe y Ernesto Laclau que tantas veces fueron citadas por Cristina Fernández, los miembros de Carta Abierta y los líderes de La Cámpora. De la lucha agonal, la construcción de hegemonía y la edificación de ideología a través de la diferenciación, la Presidente de la Nación pasó a proponer el diálogo ecuménico político. Sin duda, fue un milagro pascual.
Ocurre que los tracking de encuestas que realiza diariamente la Casa Rosada detectó rápidamente que las humildes palabras del Papa Francisco, en especial, las realizadas vía telefónica a los católicos que coparon la Plaza de Mayo en la madrugada del miércoles, a la espera de la ceremonia de entronización del nuevo Pontífice, permearon con increíble velocidad en una sociedad acostumbrada a escuchar a los líderes del kirchnerismo describiendo la realidad polarizada entre amigos - enemigos.
En términos comunicacionales, el discurso dominante del kirchnerismo fue borrado en una semana por el “relato” del Papa Francisco. La primacía que tenían las variables, concepciones y categorías que tanto esfuerzo le costó a Néstor Kirchner, Cristina Fernández y todo su séquito imponer en 10 años, pasaron a ser “enemigos naturales” de la humildad, sencillez y el llamado conciliador lanzado por el hombre que 14 veces pidió audiencia a la Presidente de la Nación y nunca lo recibió.
La enorme figura del Papa Francisco redujo a una condición secundaria al “relato” kirchnerista y lo amenazó en colocarlo al margen de las preferencias de la opinión pública. De allí a perder votos hay un solo paso. Por eso el “milagro” de la “conversión” de Cristina Fernández que los voceros de la Casa Rosada quisieron mostrar como un efecto secundario de la supuesta espiritualidad con que habría sido invadida la Presidente de la Nación en su paso por el Vaticano.
Toda ideología se define por contraste y diferenciación con otros pensamientos políticos. Somos en referencia a los otros. Este fenómeno es llamado la “otredad”. Pero pararse en la vereda de enfrente del primer Papa americano, latinoamericano, argentino y jesuita puede resultar suicida para un Gobierno que depende del voto de una sociedad que se considera católica, aunque no practicante, y que acoge como un “orgullo nacional” tener un connacional como Sumo Pontífice.
En el imaginario nacional, todos cantamos y tenemos la “pinta” de Carlos Gardel, manejamos como Juan Manuel Fangio, nos consideramos “bonachones” como Oscar “Ringo” Bonavena, somos el pueblo “vivo” que se vio en la “Mano de Dios” de Diego Armando Maradona y creemos que jugamos al fútbol como Lionel Messi. ¿Cómo no nos vamos a sentir humildes, sencillos y conciliadores como el Papa Francisco?
Cristina Fernández, que intentó la construcción del mito del “Nestornauta”, que se cree una mejor Presidente de la Nación que Juan Domingo Perón, que intentó colocarse en el mismo nivel de Eva Duarte de Perón, que considera al kirchnerismo como una etapa evolutiva superior del peronismo, ¿cómo no va a esforzarse en apropiarse de la figura del Papa Francisco? Para la Casa Rosada, no es sólo una cuestión de ego, es una necesidad imperiosa para sobrevivir políticamente.
No debe sorprender que Héctor Timerman niegue la entrega de un dossier contra el ex Arzobispo Jorge Bergoglio a un grupo de cardenales ultraconservadores poco antes del cónclave o que Cristina Fernández pase de ignorar la elección del Papa Francisco a intentar convertirse en protagonista de la entronización del nuevo Pontífice. La Casa Rosada no supo cómo reaccionar al resultado del cónclave y, luego de la cumbre en Roma, la Presidente de la Nación no tuvo problemas en encontrarse con el enemigo más importante de Jorge Bergoglio en la curia argentina, el ultraortodoxo Héctor Aguer, en el fondo, los dos tienen el mismo adversario.
Hay una realidad que la Presidente de la Nación no puede negar: estuvo sentada frente al ex Arzobispo de Buenos Aires durante dos horas. Si bien el secretario Legal y Técnico, Carlos “Chino” Zannini, suele recomendar a los visitantes de la Mandataria que “a Cristina Fernández no se le habla, se la escucha”, fuentes papales reconocen que eso no ocurrió el Roma. ¿Hubo una negociación política?
Durante la semana, voceros de la Casa Rosada aseguraron que el Papa Francisco vendrá a la Argentina para celebrar la Inmaculada Concepción (8 de Diciembre), con lo cual, se descartó un viaje relámpago en Julio próximo en oportunidad de la visita a Río de Janeiro. De esta forma, el Gobierno alejaba el “peligro” de una presencia política tan fuerte semanas antes de las elecciones, lo que confirmaría la pérdida del control de la calle para el kirchnerismo. Sin embargo, el Vaticano no confirmó los rumores.
Hoy, el cristinismo talibán no puede soportar una movilización con 3, 4, 5 millones de argentinos rezando junto al Papa Francisco en Luján, la avenida 9 de Julio o el monumento de los españoles. Una visita de tanta carga política sería un anabólico electoral para la alicaída oposición y un golpe demoledor para el populismo kirchnerista. Por eso la necesidad de la Casa Rosada de evitar la presencia del Sumo Pontífice antes de Octubre.
Para peor, el discurso papal que rompe la preeminencia hegemónica del “relato” kirchnerista surge en el momento donde el llamado “Modelo K” comienza a mostrar sus grietas más profundas. Así, el Gobierno de Cristina Fernández quedó encerrado entre una arquitectura comunicacional que quedó vaciada de contenido e indicadores macro y microeconómicos que ya no pueden ocultar las distorsiones acumuladas.
La mini-corrida cambiaria fue una nueva pulseada del mercado contra los diversos cepos que ha impuesto la Casa Rosada. Van tres semanas que Cristina Fernández reúne en forma parcial o total al mal llamado “equipo económico”. El tema ha sido siempre el mismo: la suba del “blue”. Los funcionarios citados por la Presidente de la Nación tienen marcadas posiciones enfrentadas, hasta contradictorias, lo que no permite alcanzar una solución en consenso. El resultado es media docena de burócratas tomando medidas que retroalimentan las expectativas devaluatorias.
A Mercedes Marcó del Pont la obligan a inundar de pesos la plaza para comprar dólares y girar fondos al Tesoro Nacional para pagar gasto corriente, pero no la dejan subir la tasa de interés para “secar” la plaza. Guillermo “Lassie” Moreno amenaza a banqueros, cambistas y empresarios; crea un “feriado cambiario” de hecho, que dura 24 horas, y el blue vuelve a escapar. Axel Kicillof sigue proponiendo desdoblamientos cambiarios, pese a que el mercado tiene media docena de tipos de dólares diferentes. Amado Boudou y Hernán Lorenzino hacen yunta con un plan económico ultraortodoxo que fue descartado de plano. Los economistas heterodoxos reclaman más controles, más organismos reguladores, más poder de policía para perseguir fantasmas. Los comunicadores oficiales citan alocadas teorías conspirativas. La Comisión Nacional de Valores obliga a los inversores institucionales a pesificarse, destrozando sus carteras y las promesas hechas a sus clientes. Y Cristina Fernández amenaza con liberar exportaciones, como hacía José Alfredo Martínez de Hoz hace 35 años.
Esta jungla contradictoria, confusa y desarticulada apunta a los síntomas, no a las causas que motivan la suba del blue, la mini-corrida, la baja de las inversiones, el estancamiento productivo, la inflación creciente y la caía del poder adquisitivo del salario. Así, Cristina Fernández descubre que sus asesores económicos, financieros y cambiarios carecen de capacidad técnica para enfrentar la lista de problemas mencionada y no encuentra reemplazos en las filas oficialistas.
Unidos y Organizados, La Cámpora, Kolina, el Movimiento Evita, la Tupac Amarou y el resto de colectivos que conforman el kirchnerismo y responde al cristinismo talibán no cuentan con equipos o figuras para “airear” el segundo año del segundo mandato de Cristina Fernández. En 10 años, el matrimonio Kirchner hizo desfilar por el Palacio de Hacienda a la herencia económica duhaldista (entiéndase, Roberto Lavagna), quemó un par de economistas que acercó la Unión Industrial Argentina, probó con un par de desarrollistas y heterodoxos y apenas pudo festejar la inventiva para el saqueo de viejos militantes de la alsogaraycista Unión del Centro Democrático.
Hoy la funciones están todas cambiadas. El secretario de Comercio hace política cambiaria, la Presidente del Banco Central cubre los agujeros fiscales, la AFIP inventa impuestos bajo otros rótulos y el ministerio de Economía hace de Hacienda.
Con el relato quebrado, sin fórmulas para escapar del circuito cerrado de medidas y sin figuras de recambio, Cristina Fernández vuelve a la estrategia que aplicó en 2009 para sortear la crisis internacional: su presencia personal, los mensajes en cadena, la victimización y buscar generar un shock de consumo inyectando dinero en los grupos clientelares que aportarán tres de cada cuatro votos que recibirá el oficialismo en Octubre.
En la oposición existe una buena dosis de desconcierto ante la elección del Papa Francisco. Los grupos peronistas y filoperonistas, entre ellos macristas y denarvaísta, que tuvieron contacto con el ex Cardenal Jorge Bergoglio, no saben cómo capitalizar su afinidad y apoyo político del pasado. En la izquierda, salvo el caso de Elisa Carrió, quieren posicionarse en forma ventajosa ante la muerte de Hugo Chávez y la designación de un argentino como Pontífice, pese a que detestan a la Iglesia Católica Argentina.
Ambos grupos quedaron desconcertados ante el giro discursivo de Cristina Fernández. ¿Cómo actuarán si la Presidente de la Nación, como luego de la derrota del 2009, los invita a una rueda de diálogo político? Rechazar el llamado sería contradecir el pedido del Papa Francisco, con lo cual, allanan el camino para que el cristinsimo talibán se apropie de la figura del Sumo Pontífice y, si aceptan, pueden quedar atrapados en una maniobra política donde la Casa Rosada tiene todo por ganar y, los opositores, todo por perder.
Ya no es posible negar el impacto que tiene en el escenario político argentino la elección del Papa Francisco. Tampoco la Casa Rosada puede ignorar que los tiempos para perseguir espectros, negar los problemas económicos, cambiarios y financieros; y dilatar la toma de decisiones, finalizaron. Para evitar una derrota en Octubre, Cristina Fernández deberá resolver si adelanta o no las elecciones. La opción que analiza la Casa Rosada es evitar las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias.
Para el Gobierno, eliminar las PASO acorta los plazos, evita el riesgo de una ruptura en las huestes oficiales, concentra todo el armado de listas oficialistas en Cristina Fernández y obliga a las fuerzas opositoras a resolver sus problemas de personalismos en negociaciones cara a cara, lo que facilitaría que afloren los viejos rencores.
El kirchnerismo se ha mantenido 10 años en el poder escapando de la coyuntura. Durante 7 años, el viento de cola ayudó. Los últimos tres, el “relato” y el maquillaje de las cifras oficiales permitieron mantener una fachada de “normalidad”. Ahora, los astros se alinean en contra. Ya no alcanza el viento de cola, ni el marketing político, ni el personalismo. Cristina Fernández enfrenta algo para lo que nunca estuvo preparada: que en la Argentina, su poder, fuera discutido; y que el dinero que tanta fidelidad compró, ya no alcance.
Sin embargo, no hay que creer sólo en prodigios. Será la oposición, creando una alternativa política, con acción política y aplicando estrategia política inteligente la que derrotará a Cristina Fernández en el terreno político. Esperar una implosión del oficialismo, es esperar un milagro más y Francisco es Papa, no mago.
Es notable como en cuestión de horas, el discurso conciliador del Papa Francisco vació de contenido las enseñanzas de Carl Schmidt, Chantall Mouffe y Ernesto Laclau que tantas veces fueron citadas por Cristina Fernández, los miembros de Carta Abierta y los líderes de La Cámpora. De la lucha agonal, la construcción de hegemonía y la edificación de ideología a través de la diferenciación, la Presidente de la Nación pasó a proponer el diálogo ecuménico político. Sin duda, fue un milagro pascual.
Ocurre que los tracking de encuestas que realiza diariamente la Casa Rosada detectó rápidamente que las humildes palabras del Papa Francisco, en especial, las realizadas vía telefónica a los católicos que coparon la Plaza de Mayo en la madrugada del miércoles, a la espera de la ceremonia de entronización del nuevo Pontífice, permearon con increíble velocidad en una sociedad acostumbrada a escuchar a los líderes del kirchnerismo describiendo la realidad polarizada entre amigos - enemigos.
En términos comunicacionales, el discurso dominante del kirchnerismo fue borrado en una semana por el “relato” del Papa Francisco. La primacía que tenían las variables, concepciones y categorías que tanto esfuerzo le costó a Néstor Kirchner, Cristina Fernández y todo su séquito imponer en 10 años, pasaron a ser “enemigos naturales” de la humildad, sencillez y el llamado conciliador lanzado por el hombre que 14 veces pidió audiencia a la Presidente de la Nación y nunca lo recibió.
La enorme figura del Papa Francisco redujo a una condición secundaria al “relato” kirchnerista y lo amenazó en colocarlo al margen de las preferencias de la opinión pública. De allí a perder votos hay un solo paso. Por eso el “milagro” de la “conversión” de Cristina Fernández que los voceros de la Casa Rosada quisieron mostrar como un efecto secundario de la supuesta espiritualidad con que habría sido invadida la Presidente de la Nación en su paso por el Vaticano.
Toda ideología se define por contraste y diferenciación con otros pensamientos políticos. Somos en referencia a los otros. Este fenómeno es llamado la “otredad”. Pero pararse en la vereda de enfrente del primer Papa americano, latinoamericano, argentino y jesuita puede resultar suicida para un Gobierno que depende del voto de una sociedad que se considera católica, aunque no practicante, y que acoge como un “orgullo nacional” tener un connacional como Sumo Pontífice.
En el imaginario nacional, todos cantamos y tenemos la “pinta” de Carlos Gardel, manejamos como Juan Manuel Fangio, nos consideramos “bonachones” como Oscar “Ringo” Bonavena, somos el pueblo “vivo” que se vio en la “Mano de Dios” de Diego Armando Maradona y creemos que jugamos al fútbol como Lionel Messi. ¿Cómo no nos vamos a sentir humildes, sencillos y conciliadores como el Papa Francisco?
Cristina Fernández, que intentó la construcción del mito del “Nestornauta”, que se cree una mejor Presidente de la Nación que Juan Domingo Perón, que intentó colocarse en el mismo nivel de Eva Duarte de Perón, que considera al kirchnerismo como una etapa evolutiva superior del peronismo, ¿cómo no va a esforzarse en apropiarse de la figura del Papa Francisco? Para la Casa Rosada, no es sólo una cuestión de ego, es una necesidad imperiosa para sobrevivir políticamente.
No debe sorprender que Héctor Timerman niegue la entrega de un dossier contra el ex Arzobispo Jorge Bergoglio a un grupo de cardenales ultraconservadores poco antes del cónclave o que Cristina Fernández pase de ignorar la elección del Papa Francisco a intentar convertirse en protagonista de la entronización del nuevo Pontífice. La Casa Rosada no supo cómo reaccionar al resultado del cónclave y, luego de la cumbre en Roma, la Presidente de la Nación no tuvo problemas en encontrarse con el enemigo más importante de Jorge Bergoglio en la curia argentina, el ultraortodoxo Héctor Aguer, en el fondo, los dos tienen el mismo adversario.
Hay una realidad que la Presidente de la Nación no puede negar: estuvo sentada frente al ex Arzobispo de Buenos Aires durante dos horas. Si bien el secretario Legal y Técnico, Carlos “Chino” Zannini, suele recomendar a los visitantes de la Mandataria que “a Cristina Fernández no se le habla, se la escucha”, fuentes papales reconocen que eso no ocurrió el Roma. ¿Hubo una negociación política?
Durante la semana, voceros de la Casa Rosada aseguraron que el Papa Francisco vendrá a la Argentina para celebrar la Inmaculada Concepción (8 de Diciembre), con lo cual, se descartó un viaje relámpago en Julio próximo en oportunidad de la visita a Río de Janeiro. De esta forma, el Gobierno alejaba el “peligro” de una presencia política tan fuerte semanas antes de las elecciones, lo que confirmaría la pérdida del control de la calle para el kirchnerismo. Sin embargo, el Vaticano no confirmó los rumores.
Hoy, el cristinismo talibán no puede soportar una movilización con 3, 4, 5 millones de argentinos rezando junto al Papa Francisco en Luján, la avenida 9 de Julio o el monumento de los españoles. Una visita de tanta carga política sería un anabólico electoral para la alicaída oposición y un golpe demoledor para el populismo kirchnerista. Por eso la necesidad de la Casa Rosada de evitar la presencia del Sumo Pontífice antes de Octubre.
Para peor, el discurso papal que rompe la preeminencia hegemónica del “relato” kirchnerista surge en el momento donde el llamado “Modelo K” comienza a mostrar sus grietas más profundas. Así, el Gobierno de Cristina Fernández quedó encerrado entre una arquitectura comunicacional que quedó vaciada de contenido e indicadores macro y microeconómicos que ya no pueden ocultar las distorsiones acumuladas.
La mini-corrida cambiaria fue una nueva pulseada del mercado contra los diversos cepos que ha impuesto la Casa Rosada. Van tres semanas que Cristina Fernández reúne en forma parcial o total al mal llamado “equipo económico”. El tema ha sido siempre el mismo: la suba del “blue”. Los funcionarios citados por la Presidente de la Nación tienen marcadas posiciones enfrentadas, hasta contradictorias, lo que no permite alcanzar una solución en consenso. El resultado es media docena de burócratas tomando medidas que retroalimentan las expectativas devaluatorias.
A Mercedes Marcó del Pont la obligan a inundar de pesos la plaza para comprar dólares y girar fondos al Tesoro Nacional para pagar gasto corriente, pero no la dejan subir la tasa de interés para “secar” la plaza. Guillermo “Lassie” Moreno amenaza a banqueros, cambistas y empresarios; crea un “feriado cambiario” de hecho, que dura 24 horas, y el blue vuelve a escapar. Axel Kicillof sigue proponiendo desdoblamientos cambiarios, pese a que el mercado tiene media docena de tipos de dólares diferentes. Amado Boudou y Hernán Lorenzino hacen yunta con un plan económico ultraortodoxo que fue descartado de plano. Los economistas heterodoxos reclaman más controles, más organismos reguladores, más poder de policía para perseguir fantasmas. Los comunicadores oficiales citan alocadas teorías conspirativas. La Comisión Nacional de Valores obliga a los inversores institucionales a pesificarse, destrozando sus carteras y las promesas hechas a sus clientes. Y Cristina Fernández amenaza con liberar exportaciones, como hacía José Alfredo Martínez de Hoz hace 35 años.
Esta jungla contradictoria, confusa y desarticulada apunta a los síntomas, no a las causas que motivan la suba del blue, la mini-corrida, la baja de las inversiones, el estancamiento productivo, la inflación creciente y la caía del poder adquisitivo del salario. Así, Cristina Fernández descubre que sus asesores económicos, financieros y cambiarios carecen de capacidad técnica para enfrentar la lista de problemas mencionada y no encuentra reemplazos en las filas oficialistas.
Unidos y Organizados, La Cámpora, Kolina, el Movimiento Evita, la Tupac Amarou y el resto de colectivos que conforman el kirchnerismo y responde al cristinismo talibán no cuentan con equipos o figuras para “airear” el segundo año del segundo mandato de Cristina Fernández. En 10 años, el matrimonio Kirchner hizo desfilar por el Palacio de Hacienda a la herencia económica duhaldista (entiéndase, Roberto Lavagna), quemó un par de economistas que acercó la Unión Industrial Argentina, probó con un par de desarrollistas y heterodoxos y apenas pudo festejar la inventiva para el saqueo de viejos militantes de la alsogaraycista Unión del Centro Democrático.
Hoy la funciones están todas cambiadas. El secretario de Comercio hace política cambiaria, la Presidente del Banco Central cubre los agujeros fiscales, la AFIP inventa impuestos bajo otros rótulos y el ministerio de Economía hace de Hacienda.
Con el relato quebrado, sin fórmulas para escapar del circuito cerrado de medidas y sin figuras de recambio, Cristina Fernández vuelve a la estrategia que aplicó en 2009 para sortear la crisis internacional: su presencia personal, los mensajes en cadena, la victimización y buscar generar un shock de consumo inyectando dinero en los grupos clientelares que aportarán tres de cada cuatro votos que recibirá el oficialismo en Octubre.
En la oposición existe una buena dosis de desconcierto ante la elección del Papa Francisco. Los grupos peronistas y filoperonistas, entre ellos macristas y denarvaísta, que tuvieron contacto con el ex Cardenal Jorge Bergoglio, no saben cómo capitalizar su afinidad y apoyo político del pasado. En la izquierda, salvo el caso de Elisa Carrió, quieren posicionarse en forma ventajosa ante la muerte de Hugo Chávez y la designación de un argentino como Pontífice, pese a que detestan a la Iglesia Católica Argentina.
Ambos grupos quedaron desconcertados ante el giro discursivo de Cristina Fernández. ¿Cómo actuarán si la Presidente de la Nación, como luego de la derrota del 2009, los invita a una rueda de diálogo político? Rechazar el llamado sería contradecir el pedido del Papa Francisco, con lo cual, allanan el camino para que el cristinsimo talibán se apropie de la figura del Sumo Pontífice y, si aceptan, pueden quedar atrapados en una maniobra política donde la Casa Rosada tiene todo por ganar y, los opositores, todo por perder.
Ya no es posible negar el impacto que tiene en el escenario político argentino la elección del Papa Francisco. Tampoco la Casa Rosada puede ignorar que los tiempos para perseguir espectros, negar los problemas económicos, cambiarios y financieros; y dilatar la toma de decisiones, finalizaron. Para evitar una derrota en Octubre, Cristina Fernández deberá resolver si adelanta o no las elecciones. La opción que analiza la Casa Rosada es evitar las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias.
Para el Gobierno, eliminar las PASO acorta los plazos, evita el riesgo de una ruptura en las huestes oficiales, concentra todo el armado de listas oficialistas en Cristina Fernández y obliga a las fuerzas opositoras a resolver sus problemas de personalismos en negociaciones cara a cara, lo que facilitaría que afloren los viejos rencores.
El kirchnerismo se ha mantenido 10 años en el poder escapando de la coyuntura. Durante 7 años, el viento de cola ayudó. Los últimos tres, el “relato” y el maquillaje de las cifras oficiales permitieron mantener una fachada de “normalidad”. Ahora, los astros se alinean en contra. Ya no alcanza el viento de cola, ni el marketing político, ni el personalismo. Cristina Fernández enfrenta algo para lo que nunca estuvo preparada: que en la Argentina, su poder, fuera discutido; y que el dinero que tanta fidelidad compró, ya no alcance.
Sin embargo, no hay que creer sólo en prodigios. Será la oposición, creando una alternativa política, con acción política y aplicando estrategia política inteligente la que derrotará a Cristina Fernández en el terreno político. Esperar una implosión del oficialismo, es esperar un milagro más y Francisco es Papa, no mago.