Por Agustín Laje Arrigoni.*
Así como poco tiempo atrás el galardonado por la Facultad de
Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata
con el premio “Rodolfo Walsh” resultaba ser el dictador venezolano Hugo
Chávez Frías, esta vez le tocará el turno a Hebe de Bonafini.
Todo parece indicar, en efecto, que las autoridades de la citada casa
de estudios se esfuerzan cada vez con mayor ahínco por hacer de sus
premios un monumento a la incoherencia. Mientras Chávez era reconocido, a
pesar de su atroz persecución a la prensa independiente venezolana,
como una suerte de “paladín” de la “libertad de expresión”, la
presidenta de la organización Madres de Plaza de Mayo lo será por su
“comprometida defensa con los Derechos Humanos” y “la democracia”.
Va de suyo que Hebe de Bonafini no está al servicio ni de los
Derechos Humanos ni de la democracia, sino de una ideología que es
contraria de medio a medio a sendos valores. Su eufórica adhesión al
terrorismo internacional y a las narco-guerrillas de la región confirma
lo antedicho. Valga rememorar desde sus necrófilos festejos del 11 de
septiembre de 2001, cuando según sus propias palabras brindó “con
champagne” la muerte de más de tres mil personas que morían carbonizadas
en el atentado contras las Torres Gemelas, hasta sus frecuentes
reivindicaciones públicas a los terroristas de las FARC y ETA: “estamos con los compañeros de las FARC”(1), “nosotras somos amigas y compañeras de las madres de los presos de la ETA”.(2)
Respecto a su “compromiso con la democracia”, además de subrayar que
Hebe es una conspicua defensora de la dictadura castrista, conviene
traer a colación los siguientes conceptos vertidos por ella misma en la
“Universidad de las Madres”: “¡Socialismo o muerte! ¡Socialismo o muerte! Es una consigna que cada día me gusta más […]. La gente dice ‘Ay pero las armas’. ¡Caramba! Con zapallitos no vamos a poder hacer la revolución […]. Nos tenemos que hacer revolucionarios.
Entonces, preparémonos para ser revolucionarios. A prepararnos para ser
revolucionarios; a prepararnos para armar el socialismo; a prepararnos para hablar de combate. Y a prepararnos también para usar las armas, por si alguna vez es necesario”.(3) Poco ortodoxos resultan ser los “lineamientos democráticos” de la militante kirchnerista.
Ahora bien, como ya mencionamos, el galardón que se otorgó a la
presidenta de Madres de Plaza de Mayo llevó nuevamente el nombre de
Rodolfo Walsh, quien al igual que Hebe, no fue ningún defensor de los
Derechos Humanos ni mucho menos de la democracia, sino todo lo
contrario: fue parte (revistiendo alta jerarquía) de Montoneros,
organización terrorista cuyo mayor poder de fuego se registra entre 1973
y 1976, cuando la democracia gobernaba en la Argentina.
Rodolfo Walsh inicia sus pasos revolucionarios en el terrorismo
frecuentando La Habana —su primer viaje fue en 1960—, donde recibía
adoctrinamiento castrista y donde trabajaría en conjunto con el
periodista guerrillero Ricardo Masetti, jefe del golpista Ejército
Guerrillero del Pueblo. Algunos años más tarde, ya consolidado como un
intelectual e ideólogo de la izquierda armada de nuestro país, Rodolfo
(o “Esteban”, tal su nombre de guerra) se incorporó en la banda
terrorista Descamisados (integrada, entre otros, por Roberto Cirilo
Perdía, Horacio Mendizábal y Norberto Habegger), grupo que tiempo
después se fusionará con Montoneros. Según las investigaciones del
historiador Enrique Díaz Araujo, bajo esta militancia, el periodista
preferido de la progresía argentina habría tenido participación —en
carácter de ideólogo— en los asesinatos de los sindicalistas Augusto
Timoneo Vandor y José Alonso.(4)
Como quiera que sea, al poco tiempo Walsh pasará a integrar las
Fuerzas Armadas Peronistas junto con Horacio Verbitsky, aunque a fines
de 1972 ambos decidirán incorporarse a Montoneros. Allí, Rodolfo
recibirá nada menos que el rango de Oficial 2º, operando tanto desde el
aparato de prensa como desde el de inteligencia de la organización
terrorista. Según el periodista Carlos Manuel Acuña, a través de esta
última área en particular, Walsh tendrá numerosas tareas: “detectar
aquellas personas pasibles de ser secuestradas y con capacidad de pago;
el desarrollo de de una política de intimidaciones sobre personas,
grupos, sectores o empresas; sobornos y chantajes; estudios y análisis
previos al cometido de asesinatos para establecer los réditos políticos;
similares tareas para realizar atentados de todo tipo y finalmente, la
evaluación y obtención de informaciones destinadas a establecer la
viabilidad de ataques y copamientos y la oportunidad de realizarlos“.(5)
El trabajo de Rodolfo Walsh en el área de inteligencia se destacó por
la planificación de atentados terroristas tan complejos como
espectaculares. Ejemplo de ello fue el operativo que acabó con la vida
del Comisario Alberto Villar y su esposa el 1º de noviembre de 1974 (en
el marco de un gobierno democrático), donde se emplearon buzos tácticos
terroristas que colocaron explosivos en la lancha que el funcionario
policial utilizaba para navegar en el Río de la Plata. El ex montonero
Juan Gasparini afirma que dicho atentado fue “diseñado por Rodolfo Walsh en combinación con Carlos Goldemberg y bajo la supervisión de Roberto Quieto“.(6)
Otro caso concreto a destacar, lo constituye el atentado perpetrado
contra Seguridad Federal de la Ciudad de Buenos Aires el 2 de julio de
1976, también diagramado por el oficial de inteligencia Rodolfo Walsh.
El plan parecía extraído de una película de Hollywood. El periodista e
investigador Eugenio Méndez lo relata de la siguiente manera: José María
Salgado “tuvo una reunión con su Responsable, el oficial Esteban
(Rodolfo Walsh), que lo había infiltrado en la Policía Federal para dar
información. Deciden colocar la bomba el 4/6/76. Se posterga porque en
la Policía lo dan de baja. Esteban le indica que no devuelva la chapa.
Ingresa a la Superintendencia con papeles tentativos. No lo controlan.
Considera que el comedor es el lugar apropiado. La bomba se la entrega
Esteban, y el Monra le indica cómo hacerla detonar, que va a tener 20
minutos para escapar. El 2/7/76 ingresa y la coloca, cubriéndola con su
sobretodo. Se retira. Cambia de vehículo en Loria y Rivadavia,
encontrándose con Esteban que le manifiesta: ‘el operativo salió
perfecto’“.(7) La bomba era un artefacto compuesto por 9 kg de
trotyl y 5 kg de bolas de acero. Dieciocho personas quedaron
despedazadas en el acto. Sesenta y seis resultaron malheridas, a tal
punto que cuatro de ellas fallecieron en días siguientes a la terrible
carnicería (la cantidad de muertos fue igual a la del atentado
terrorista fundamentalista contra la embajada de Israel en los ’90).
“Esteban” era Rodolfo Walsh, el planificador del atentado.
A la vista de estos datos, es dable efectuar la siguiente
rectificación: el premio, después de todo, algo de coherencia guarda. En
efecto, la más destacada apologista del terrorismo que tiene la
Argentina ha sido reconocida con un galardón encarnado por un relevante
terrorista.
*El autor tiene 22 años de edad y es estudiante de la carrera de
Ciencia Política. Autor del libro “Los Mitos Setentistas: Mentiras
Fundamentales sobre la Década del 70?. Su página web es http://www.agustinlaje.com.ar/
Notas:
(1) Diario Infobae. 24 de abril de 2007.
(2) http://www.infobae.com/politica/313242-100897-0-Hebe-Bonafini-volvi-apoyar-terroristas-ETA
(3) Diario La Nueva Provincia, 13 de marzo de 2003.
(4) Ver Díaz Araujo, Enrique. La guerrilla en sus libros. Tomo II. Buenos Aires, El testigo ediciones, 2009, p. 172.
(5) Acuña, Carlos Manuel. Verbitsky. De La Habana a la Fundación Ford. Buenos Aires, Ediciones del Pórtico, 2003, p. 143
(6) Gasparini, Juan. Montoneros: final de cuentas. P. 77
(7) Méndez, Eugenio. Confesiones de un montonero. Buenos Aires, Sudamericana-Planeta, 1985, pp. 159-160
(1) Diario Infobae. 24 de abril de 2007.
(2) http://www.infobae.com/politica/313242-100897-0-Hebe-Bonafini-volvi-apoyar-terroristas-ETA
(3) Diario La Nueva Provincia, 13 de marzo de 2003.
(4) Ver Díaz Araujo, Enrique. La guerrilla en sus libros. Tomo II. Buenos Aires, El testigo ediciones, 2009, p. 172.
(5) Acuña, Carlos Manuel. Verbitsky. De La Habana a la Fundación Ford. Buenos Aires, Ediciones del Pórtico, 2003, p. 143
(6) Gasparini, Juan. Montoneros: final de cuentas. P. 77
(7) Méndez, Eugenio. Confesiones de un montonero. Buenos Aires, Sudamericana-Planeta, 1985, pp. 159-160