AMIA II. Menem amenaza con revelar que la CIA y el Mossad estuvieron involucrados en los atentados
21/08/2015AMIA, Atentados, Embajada de Israel, Investigación, Periodismo, Política internacional
Imita así el “No me dejen solo” de su amigo Bernardo Neustadt. Si se lo desafía a decir lo que sabe, hará lo que Fidel Pintos en las reyertas de “Polémica en el bar”
POR JUAN JOSÉ SALINAS
Fidel Pintos: La parte cómica de un asunto dramático.
La jugada de Carlos Menem de advertir que necesita autorización del
Congreso para revelar secretos derivados de sus relaciones carnales con
servicios de inteligencia de potencias extranjeras que podrían llegar a
perjudicar gravemente las relaciones con esos países, es una extorsión
apenas disfrazada con un tenue ropaje leguleyo.
Menem, que se burla del TOF 2 al no acudir a los tribunales federales
arguyendo indeterminados problemas de salud e incluso no se digna
presenciar el juicio en la modalidad de teleconferencia, lanzó esa bulo
tremendista en presumible acuerdo con los también procesados Hugo
Anzorreguy y Juan Carlos Anchezar, números uno y dos de la disuelta
Secretaría de Inteligencia del Estado durante su gobierno, y también con
el de habituales voceros y chambelanes de aquellas agencias extranjeras
–principalmente la CIA y el Mossad- como Miguel Ángel Toma y Carlos
Vladimiro Corach, quien fue el ejecutor de las más importantes maniobras
de encubrimiento de los asesinos de la AMIA ejecutadas durante su
gobierno, pero que fue insólitamente exceptuado de este juicio por el
juez Ariel Lijo, en una decisión que fue reprochada y revertida por la
Cámara Federal.
Que Corach no esté sentado en el banquillo hace que sea casi seguro
que Menem no podrá ser condenado, pues se lo acusa de haber ordenado a
través de su hermano Munir que cesara la investigación sobre el
empresario textil Alberto Jacinto Kanoore Edul… cuya figura se utilizó
para eclipsar la participación en las maniobras previas a los bombazos
de estrechos colaboradores suyos e incluso de miembros de su familia
política, tal como advirtió ya en 1994 el gran periodista Rogelio García
Lupo. Y, de manera flagrante, se utilizó la figura de Edul para
oscurecer la del libanés (pero católico) Nassib Haddad y su hijo Jorge,
dueños del volquete depositado frente a la puerta de la AMIA escasos
minutos antes de su voladura y compradores en circunstancias nunca bien
aclaradas de 10 toneladas de amonal, el explosivo utilizado.
Los Haddad fueron detenidos a pedido de siete fiscales (incluidos los
procesados Eamon Mullen y José Barbaccia; el “padre” del juicio que se
está realizando, el finado Alberto Nisman, y hasta Germán Moldes, quien
minutos después de que se derrumbara la mutual judía proclamó que la
había derribado un coche-bomba) y puestos en libertad entre gallos y
medianoche por el juez Galeano a instancias del vicepresidente Carlos
Ruckauf, otro “vidente” que estaba en Estados Unidos aquel infausto 18
de julio de 1994 y tardó escasos minutos en echarle la culpa a Irán.
La jugada de Menem carece ostensiblemente de apoyatura legal. El
Congreso no tiene por qué autorizarlo a revelar los pornográficos
secretos de sus relaciones carnales porque nunca lo autorizó a hacer
acuerdos con potencia extranjeras saltando por encima de las leyes.
Pruebas al canto: Menem rechazó el ofrecimiento del Ejército nacional de
intervenir en el rescate de las víctimas, y al mismo tiempo facultó al
ejército de Israel a hacerlo, en flagrante cesión de la soberanía
nacional sobre las ruinas de un edificio tan argentino como la Casita de
Tucumán. El atentado fue un lunes, los israelíes llegaron el miércoles y
ya no lograron salvar la vida de ninguna de las personas que habían
quedado atrapadas por los escombros. En cambio, descubrieron
“milagrosamente” un pedazo de block de motor con su numeración completa,
lo que dio pábulo a la Historia Oficial, según la cual a través de ese
número se llegó a Carlos Alberto Telleldín… que según figura en la foja
114 del expediente judicial, tenia “pinchado” su teléfono de antemano.
Podría seguir abundando en este sentido, pero por ahora es
suficiente: lo que Carlos Menem está diciendo entre dientes es que esos
servicios de inteligencia extranjeros están involucrados en la
detonación de esas bombas.
Para los observadores atentos, no es ninguna novedad. En agosto de
1998, casi un año después de que primero un libro de mi autoría (“AMIA.
El atentado”, producto de tres años de trabajo rentado por la propia
AMIA) y seguidamente uno de juristas de nota contratados por la
DAIA-AMIA (“La denuncia), subrayaron que era necesario investigar como
presunto instigador del ataque al traficante sirio de armas y drogas
Monzer al Kassar, Menem dijo que Al Kassar (el primo al que le había
facilitado un saco y una corbata para sacarse la foto de su pasaporte en
la quinta de Olivos) era un conspicuo agente de la CIA. Tal cual (Ver
http://www.lanacion.com.ar/106083-menem-acuso-a-al-kassar-de-ser-hombre-de-la-cia).
Aceptar el desafío
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner ya ha demostrado
sobradamente que no cede a los intentos de extorsión. Pero no es ella la
extorsionada, sino la legión de supuestos investigadores de los
distintos estamentos del Estado, medios y periodistas, que durante más
de veinte años sostuvieron la Historia Oficial a sabiendas de que era
una construcción artificiosa erigida para ocultar una realidad atroz e
inconfesable.
Los extorsionados son, también, aquellos servicios de inteligencia
extranjeros a los que Menem les está diciendo: “Sáquenme de ésta como yo
los saqué de tantas. Si se les ocurriera dejarme solo, sepan que los
arrastraré en mi caída”.
Monzer al Kassar purga una larga condena en Estados Unidos por un
delito en grado de tentativa (es decir, que no llegó a cometer: el
intento de venderle armas a supuestos miembros de las FARC colombianas
que eran en realidad agentes de la DRA). Se le ha puesto así una
mordaza: no puede hablar de sus muchos trabajos para “la agencia” ni de
sus acuerdos con Israel para vender armamento (sus “tarjetas de
presentación” eran las metralletas Uzi) sin la cuasi certeza de sufrir
represalias.
En este contexto, sería ideal que la Presidencia y el Congreso desafiaran a Menem a desembuchar, a “pelar” lo que sabe.
Desde ya, lo más probable es Menem arrugue e imite al personaje encarnado por Fidel Pintos en las peleas que se desataban entre los parroquianos de “Polémica en el bar”: siempre amagaba con sacar un arma de fuego que supuestamente tenía en la cintura, pero nunca la sacaba, y al final hacia el aparatoso ademán de guardarla en la heladera sin que nunca se le viera… porque, como la Tradfic-bomba, no existía.
Desde ya, lo más probable es Menem arrugue e imite al personaje encarnado por Fidel Pintos en las peleas que se desataban entre los parroquianos de “Polémica en el bar”: siempre amagaba con sacar un arma de fuego que supuestamente tenía en la cintura, pero nunca la sacaba, y al final hacia el aparatoso ademán de guardarla en la heladera sin que nunca se le viera… porque, como la Tradfic-bomba, no existía.
Apelo desde aquí a la autoridad de la compañera Presidenta con quien
es probable que comparta un remordimiento: ni yo como investigador
contratado por la AMIA ni ella como miembro de la Comisión de
Seguimiento de las Investigaciones de los atentados llegamos en su
momento a impugnar la piedra basal del encubrimiento: la supuesta
Trafic-bomba piloteada por un kamikaze libanés teledirigido por Irán.
Nunca es tarde cuando la dicha es buena.