El Mal de altura en pleno vuelo
Es admirable la capacidad de enredo
que tiene el Santo Padre, cada vez que se monta en el avión de regreso a
Roma. Parece que en cuanto coge velocidad de crucero, se lanza al
ataque. Algún virus se libera por los entresijos más recónditos. Entre
preguntas y preguntas de periodistas adeptos y adictos, suelta las
flechas acumuladas desde tiempo en su jesuítico carcaj, de tal modo que
suscita de forma inmediata comentarios de protesta por parte de los fundamentalistas
(contra ellos habla), palabras de múltiple apoyo a los agnósticos,
ateos y no-católicos (a ellos se dirige), y silencios o
recontra-interpretaciones para los temerosos y pusilánimes (a quienes
ignora). Así, puede uno leer los cronicones según sus gustos personales,
lo cual está muy bien. Depende por dónde navega uno, se encuentra
tormentas y rayos, mañanas apacibles o tardes estivales. Así pueden
darse las tres posturas interpretativas de cada respuesta pontificia: A)
Esto ya es demasiado (debería callarse). B) Esto es fabuloso (debería
hablar más). C) No ha pasado nada (no ha habido preguntas en este
vuelo).
Esta semana, a su regreso de África, de nuevo me han asaltado mis
novicios pidiendo aclaraciones sobre ciertas frases. Me han enseñado el texto escrito del
mitin ante periodistas y me he quedado atónito una vez más. Me ha
escandalizado el tono de algunas respuestas, pero me ha hecho
especialmente mella el referido a la clásica pregunta: ¿Va la Iglesia a
aprobar el uso del condón para evitar el Sida?
Ante todo, el periodista parece recién salido de una nueva Facultad
de Teología o de una clásica Universidad Católica, que suelen ser los
centros educativos en los que menos se enseña catolicismo. Como si el
Papa Bergoglio pudiera decidir en este punto. Eso da atar y desatar que
le dijo el Señor a San Pedro no iba por este lado. Pedro no puede atar y
desatar a su antojo, aunque muchos crean que sí y en algunas ocasiones
incluso el mismo Pedro lo crea. Si lo hace a su antojo, prepárese para
las consecuencias.
Pregunta: El SIDA golpea duramente África, la epidemia continúa. Sabemos que la prevención es la clave y que los condones no son el único medio para detener la epidemia, pero son una parte importante de la respuesta. ¿No es acaso tiempo de cambiar la posición de la Iglesia para permitir el uso de preservativos con tal de evitar infecciones?
Superado mi estupor ante la pregunta, me ha sobrevenido el horror
ante la respuesta. Casi casi, igual que los mandamases (especialmente si
son prelados) cuando no quieren responder directamente y se inventan
una salida en la que no se dice Sí o No, pero en la que se le ve el
plumerillo, o se le ve la patita, pudiéndose fácilmente atisbar y
vislumbrar lo que piensa el político o lo que quiere eludir el altocargo
o de la que se quiere escapar el prelado.
La pregunta me parece parcial. Sí, es uno de los métodos; la moral de la Iglesia se encuentra en este punto ante una perplejidad. O el quinto o el sexto mandamiento: defender la vida o la relación sexual abierta a la vida. Pero este no es el problema. El problema es más grande: esta pregunta me has pensar en esa que una vez le hicieron a Jesús: “Dime, Maestro, ¿es lícito curar de sábado?” ¡Es obligatorio curar! La desnutrición,la explotación, el trabajo esclavo, la falta de agua potable, estos son los problemas. No hablamos sobre si se puede usar tal curita para tal herida. La gran injusticia es una injusticia social, la gran injusticia es la desnutrición. No me gusta ir a reflexiones tan casuísticas cuando la gente muere por falta de agua o por hambre. Pensemos en el tráfico de armas. Cuando no existan estos problemas, creo que se podrá hacer la pregunta: ¿es lícito curar de sábado? ¿Por qué se siguen fabricando armas? Las guerras son el motivo de la mortandad más grande. No hay que pensar si es lícito o no es lícito curar de sábado. Hagan justicia y, cuando todos estén curados, cuando no haya injusticia en este mundo, podremos hablar sobre el sábado
A primera vista, no parece que la respuesta sea clara, pero se
transmite su claridad, aunque escondida en una trampa. Una especie de
bomba-lapa de esta nueva teología moral, en la que se puede uno
encontrar atrapado y espachurrado a poco que pase cerca del
dispositivo.Y como siempre, se acude a reflexiones casuísticas, tan
denostadas ellas y tan mal vistas por parte de la Nueva Moral que ya se
implantó hace años entre los GTM (grandes teólogos modernos). El pobre
San Alfonso María de Ligorio hizo este tipo de moral detallista y
casuista, porque en su tiempo los pobrecillos no tenían grandes
problemas que resolver y se enzarzaban en estas pequeñeces. Así nació, creció y se desarrolló la moral de situación,
mucho más comprensiva (misericordiosa con el hecho concreto y la
persona concreta, más allá del pecado concreto). Bah, pecados y pecados,
listas y listas, cuando en realidad lo importante queda sin solucionar.
Esta moral situacional fue descubierta ya en la primera mitad del siglo
pasado por teólogos….¡alemanes! -lo han acertado-, y luego extendida
como una epidemia por toda la cristiandad.
Cómo sería la cosa que Pío XII, que se las veía venir, se refirió a esta moral de situación en un par de discursos en marzo y abril
de 1952, en algunas otras intervenciones y de forma oficial a través de
la Sagrada Congregación del Santo Oficio, en una instrucción el 2 de febrero de 1956:
Contra la doctrina moral y su aplicación, enseñada en la
Iglesia Católica, comenzó a difundirse en muchas regiones, aún entre
católicos el sistema ético que frecuentemente se conoce con el nombre de
moral de situación, la cual dicen que no depende de los principios de
la ética objetiva (que en último término se funda en el SER) sino que se
coloca en su misma línea y aún se le sobrepone. (…)
Muchos de los postulados de este sistema de la moral de
situación son contrarios a la verdad objetiva y al dictamen de la recta
razón, manifiestan vestigios de relativismo y modernismo, y están muy
lejos de la doctrina católica tradicionalmente enseñada. (…)
Esta suprema Congregación del Santo Oficio veda
y prohíbe que se enseñe y apruebe la doctrina de la moral de situación,
sea cual sea el nombre con que se la designe, en las universidades,
facultades seminarios y casa de formación de religiosos…
Yo veo que la respuesta de Francisco viene a decirnos que mientras
haya tráfico de armas, hambre, desnutrición o falta de agua… discutir
sobre estos temas es insulso y banal. Y para apoyar su respuesta, acude a
su peculiar interpretación de las conversaciones de Jesús con los
fariseos. Siempre acudiendo a a los fariseos para referirse a los fundamentalistas.
En resumen, que si uno entra en el juego, tiene que admitir que la
respuesta es SÍ, aunque no se apruebe oficialmente por la Iglesia. Usad
lo que queráis, porque bastante tenemos ya con esta situación de hambre y
de miseria. Lo primero es solucionar el pecado social (que es el
verdadero pecado); no nos exaltemos excesivamente por otros pecadillos
personales (que lo serán o no, dependiendo de la situación).
Claro que yo soy un mal pensado, pero es que me resulta tan familiar
este tipo de respuestas que casi me atrevería a apostarme mi cogulla de
lana y quedarme sin ella este invierno. ¿Para qué vamos a discutir sobre
la comunión a los divorciados o la homosexualidad, si tenemos tanta
corrupción en el Vaticano? ¿para qué nos vamos a meter con los obispos
alemanes y su postura anticatólica si hay tanta corrupción en la Iglesia
alemana? ¿para qué X si tenemos Y…?
Total. Lo verdaderamente preocupante son las estructuras de pecado,
mucho más graves que los pecados personales. Ya veremos si de verdad se
arregla pronto esta estructura de pecado que son los escándalos
vaticanos. Parece que los cardenales eligieron a Francisco para que las
arreglara. Mi cogulla de los domingos apostada en que va a ser que no.
Yo plantearía el tema al revés (siguiendo a mi querido Pío XII): ¿Y
cómo se va a arreglar la corrupción, si se hace caso omiso del pecado
personal?
Mis novicios se han quedado algo pensativos. Creo que venden unas pastillas muy buenas para evitar el mal de altura.
Fray Gerundio