¡Jesús, mira piadoso mi humanidad caída
y el íntimo deseo de elevarme a Tu luz!,
que el poder de Tu sangre derramada en la cruz
transforme en huerto el seco pedregal de mi vida.
Modela el tosco barro de mi ser y hazlo un vaso
humilde y rebosante de puro amor al cielo;
enséñame a seguirte como al sublime anhelo
donde se desvanecen las dudas y el fracaso.
Tómame de Tu mano como a la niña muerta
y arráncame del frío sepulcro del desdén,
que la incesante busca de la verdad y el bien
un día me permita franquear Tu áurea puerta.
Haz que llegue a librarme de los gravosos fardos
que inútilmente lastran mi ruta al infinito;
perdóname mis deudas, por Tu poder bendito,
y mis pasos perdidos y mis montes de cardos.
Te ruego que me ayudes a romper las cadenas
que impiden que mi alma pueda cobrar altura;
quiero que me concedas la sublime ventura
de aprender a servirte entre espinas y penas.
Jesús Tú que, piadoso, levantas a los muertos,
que sanas y dispensas la salud del perdón,
¡vuelve de carne ardiente mi pétreo corazón
y enséñame a invocarte con mis brazos abiertos!