Nos quieren imponer otra religión - CATAPULTA
“Los
dones y el llamado de Dios son irrevocables. Reflexiones sobre temas teológicos
sobre las relaciones católico-judías en ocasión del 50 aniversario de Nostra
Aetate”,
es el nombre del nuevo documento
sobre las relaciones del cristianismo con el hebraísmo que fue
presentado este jueves en la Sala de prensa de la Santa Sede. El cardenal Kurt
Koch, presidente de la Comisión para las relaciones religiosas con el judaísmo
explicó que el documento “no da
definiciones doctrinales definitivas”, y “ni es un documento oficial del Magisterio de la Iglesia, sino un
documento de estudio de nuestra Comisión, que intenta profundizar la dimensión
teológica del diálogo judío-católico”.
Participaron también en la presentación, el
secretario de dicha comisión, el padre Norbert Hofmann SDB; el rabino David
Rosen, director del International Director of Interreligious Affairs, American
Jewish Committee (AJC), Jerusalem (Israel); y el director y fundador del
británico Woolf Institute, Cambridge.
El documento de marras y ya se verá cómo se
lo impondrá, de hecho, como documento oficial del Magisterio de la Iglesia,
como si diese “definiciones doctrinales definitivas”, dice entre tantas otras
cosas, ninguna buena por cierto:
“La Iglesia se ve así obligada a considerar
la evangelización en relación a los Judíos, que creen en un sólo Dios, con unos
parámetros diferentes a los que adopta para el trato con las gentes de otras
religiones y concepciones del mundo. En la práctica esto significa que la
Iglesia Católica no actúa ni sostiene ninguna misión institucional específica
dirigida a los Judíos. Pero, aunque se
rechace en principio una misión institucional hacia los Judíos, los Cristianos
están llamados a dar testimonio de su fe en Jesucristo también a los Judíos,
aunque deben hacerlo de un modo
humilde y cuidadoso, reconociendo que los Judíos son también portadores
de la Palabra de Dios, y teniendo en cuenta especialmente la gran tragedia de
la Shoah”.
Como
pretendo seguir siendo fiel a lo que recibí, seguiré rezando de “un modo
humilde y cuidadoso” la oración que
Pío XI mandó rezar en la fiesta de Cristo Rey:
“Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, miradnos
humildemente postrados delante de vuestro altar; vuestros somos y vuestros
queremos ser y a fin de poder vivir más estrechamente unidos con Vos, todos y
cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro Sacratísimo
Corazón.
Muchos, por desgracia, jamás os han conocido; muchos,
despreciando vuestros mandamientos, os han desechado. Oh Jesús benignísimo,
compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón
Sacratísimo.
Oh Señor, sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás
se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado;
haced que vuelvan pronto a la casa paterna, para que no perezcan de hambre y de
miseria. Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de
discordia, viven separados de Vos: devolvedlos al puerto de la verdad y a la
unidad de la fe, para que en breve, se forme un solo rebaño bajo un solo
Pastor. Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la
idolatría o del islamismo; dignaos atraerlos a todos a la luz de vuestro reino.
Mirad, finalmente, con ojos de misericordia a los hijos
de aquel pueblo que en otro tiempo fue vuestro predilecto: descienda también
sobre ellos como bautismo de redención y de vida, la sangre que un día contra
sí reclamaron. Conceded, oh Señor, incolumidad y libertad segura a
vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced
que del uno al otro confín de la tierra no suene sino esta voz: ¡Alabado sea el
Corazón Divino, causa de nuestra salud, a Él se entonen cánticos de honor y de
gloria por los siglos de los siglos! Amén”.
Y
no dejaré de emocionarme “humilde y
cuidadosamente” cada vez que lea el
testamento de la judía Edith Stein, hoy Santa Teresa Benedicta de la Cruz,
que murió como carmelita en Auschwitz:
“Desde ahora acepto con alegría y con perfecta sumisión a
su santa voluntad, la muerte que Dios me ha reservado. Pido al Señor que se
digne aceptar mi vida y mi muerte para su honor y su gloria; por todas las
intenciones del Sagrado Corazón de Jesús y de María y de la Santa Iglesia, de
modo especial por el mantenimiento, santificación y perfección de nuestra Santa
Orden, particularmente los Carmelos de Colonia y Ech; en expiación por la
incredulidad del pueblo judío y para que el Señor sea acogido por los suyos y
venga su reino de Gloria; por la salvación de Alemania y la paz en el
mundo; finalmente, por mis familiares, vivos y difuntos, y por todos los que
Dios me ha dado: que ninguno de ellos se pierda”.
Fuente: Catapulta
Nacionalismo Católico San Juan Bautista