“El Magisterio Sagrado, en lo concerniente, a fe y a costumbres, debe ser para cualquier teólogo la norma próxima y universal de la verdad,
como que a este Sagrado Magisterio Nuestro Señor Jesucristo confió todo
el depósito de la fe a saber la Sagrada Escritura y la tradición divina
para custodiarlo y defenderlo e interpretarlo… Juntamente con estas fuentes sagradas Dios dio a su Iglesia el Magisterio vivo,
a fin de iluminar y explicar incluso aquella doctrina que está
contenida en el depósito de la fe solamente de un modo velado y como
implícitamente. Este depósito en verdad no se lo confió el divino
Redentor ni a cada uno de los cristianos ni a los teólogos mismos a fin
de ser interpretado auténticamente, sino solamente al Magisterio de la
Iglesia” (Encíclica “Humani generis” el mismo Pío XII – AAS 42 (1950)
567-569).
Pío
XII ensalza extraordinariamente la autenticidad y la autoridad del
Magisterio de la Iglesia. Y este Magisterio es de la Iglesia, no del
Papa, ni de los Obispos, ni de los teólogos, ni de los fieles. Es un Magisterio vivo. Este Magisterio es Cristo mismo dado a la Iglesia, en la Eucaristía, en los Santos, en los Profetas, para «custodiarlo y defenderlo e interpretarlo».
Siguen
siendo muchos los católicos necios (= aquellos que no tienen sabiduría
divina) y estúpidos (= aquellos que carecen de sabiduría humana), que
llaman a Bergoglio como su papa y esperan de él un camino verdadero en
la Iglesia. Están siendo manipulados.
Muchos
no quieren darse por enterado que no existe el Papado en Roma. Allí
sólo hay un conjunto de hombres -un gobierno cismático- que están
colocando las bases para su nueva iglesia, que no tiene nada que ver con
la Iglesia Católica.
El
Papa de la Iglesia Católica, pese a quien pese, lo entiendan o no lo
entiendan, es Benedicto XVI hasta su muerte. Él no puede gobernar la
Iglesia porque su gobierno ha sido usurpado. Sin embargo, el poder
divino, el Primado de Jurisdicción, permanece en él porque ha sido
elegido Papa por el Espíritu Santo.
Esta
verdad absoluta sigue escociendo a mucha Jerarquía en la Iglesia: no la
aceptan. Y no la van a aceptar hasta que no vean correr la sangre en
sus parroquias y en Roma.
A
Benedicto XVI se le debe obediencia y comunión espiritual. Obediencia,
porque a pesar de que su gobierno no sea visible, ha dejado -como cabeza
de la Iglesia- la verdad en la Iglesia, que todos tienen que seguir. Y
comunión espiritual con él: para poder tener el poder divino -que sólo
puede dimanar de él- y así ejercerlo en la Iglesia.
Sin
el poder divino, la Jerarquía no puede mandar, ni enseñar, ni mostrar a
los fieles el camino de salvación y de santificación en la Iglesia. Y
esto se comprueba cada día en las parroquias, en donde los sacerdotes
están atacando todo lo que huela a católico para imponer a los fieles la
mente de Bergoglio. Una Jerarquía que no habla claramente la verdad a
sus fieles, los manipula de muchas maneras. No tienen el poder divino
porque obedecen y comulgan con un hereje en la Iglesia. Se hacen
déspotas y arrogantes con su poder humano.
Benedicto XVI fue obligado a renunciar, y debe callar ante la situación claramente desastrosa que se contempla en el Vaticano.
Bergoglio es el mayor desastre de todos para la Iglesia: un desastre sin precedentes.
Un
hombre que no cree en el Magisterio auténtico de la Iglesia, que no
puede dar testimonio de la Verdad, y que hace todo lo posible para
destruir los fundamentos de la Iglesia Católica:
«El
fundamentalismo es una enfermedad que existe en todas las religiones.
Nosotros los católicos tenemos algunos (muchos), que creen que tienen la
verdad absoluta y siguen adelante ensuciando a los demás con la
calumnia, la difamación, y hacen daño. Esto lo digo porque es mi
Iglesia. Hay que combatir el fundamentalismo religioso».
En estas palabras, Bergoglio niega a Cristo y se declara él mismo dios.
Él miente: «nosotros, los católicos». Él quiere decir: «nosotros, los masones, tenemos gente católica que creen tener la verdad absoluta…».
Bergoglio
está trabajando para hacer que los católicos pierdan su fe católica, y
se ajusten a los nuevos cambios, a la nueva doctrina, al nuevo credo,
que él ya ha predicado y que no para de hacerle publicidad. Por eso,
dice: «Esto lo digo porque es mi Iglesia». En su nueva iglesia
no quiere gente que siga la verdad absoluta. No quiere maestros que
enseñen la Palabra de Dios. Sólo quiere títeres de su pensamiento
humano, gente que se deje manipular por sus ideas masónicas.
Dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por Mí».
Para el verdadero católico, la Verdad Absoluta es Cristo. La Verdad Absoluta es una Persona Divina.
Bergoglio
no cree en Jesús como Dios. Sólo lo ve como un hombre cualquiera. Y,
por eso, a los que abrazan a Cristo como Verdad Absoluta los llama, este
engendro del demonio, como fundamentalistas. Sus palabras son
clarísimas. Sin embargo, habrá muchos -católicos necios y estúpidos- que
buscarán lo de siempre: una razón para decir que Bergoglio no quiso
decir eso, sino otra cosa.
Aquel que no comulga con Cristo, que «es Dios con nosotros», se hace él mismo dios para el hombre.
Bergoglio
es el ídolo, el dios de la nueva iglesia, que están levantando en Roma y
en todas las parroquias. Sus palabras babosas, su inteligencia nefasta,
su ideología marxista y su pensamiento masónico son las claves de esta
nueva iglesia.
Bergoglio
es sólo un hombre sin verdad, es decir, un hombre lleno de todas las
mentiras (= todas las herejías) que se pueden concebir con la mente
humana. Él continuamente está rodeando la verdad para poder manifestar
su mentira, su idea errónea, falsa, engañosa, relativista, modernista.
Bergoglio se sabe el dogma, sabe lo que la Iglesia enseña, pero no la
sigue. Ni la puede seguir. No es un tonto, pero sí es un idiota.
Idiota
es la persona que se mete en su mente, y da vueltas a sus ideas, y es
incapaz de salir de ella y de sus ideas. El idiota fabrica su propia
realidad, su propio mundo, su propia iglesia, su propia religiosidad y
espiritualidad.
Para estas personas la única fuente y criterio de la verdad religiosa y humana es la propia conciencia.
Bergoglio sólo predica la conciencia autónoma: «Cada
uno tiene su idea del Bien y del Mal, y tiene que escoger seguir el
bien y combatir el Mal como él los concibe. Bastaría con esto para
mejorar el mundo».
Es
decir, él sólo habla y predica su mentira, la que ha concebido en su
mente. Lo que él piensa que es bueno y malo, eso es lo que impone en su
gobierno en la Iglesia. Esto es hacerse dios: «Seréis como dioses, conocedores del bien y del mal».
Porque el bien y el mal es lo que Dios revela al hombre, lo que Dios
manda al hombre, no lo que el hombre piensa en su mente. Todo hombre
tiene que salir de su mente, sometiéndose a la Mente de Dios, para poder
conocer el bien y el mal.
La
gente que tiene a Bergoglio como a su papa lo sigue como un dios. Es el
nuevo dios, el nuevo ídolo de la gente. Por lo tanto, ellos han quedado
ciegos para descubrir la verdad. No pueden ver lo que es Bergoglio. Es,
para ellos, como un enamoramiento ciego, que sólo se puede romper con
una violencia, con algo que saque a la persona de esa atracción fatal.
Bergoglio,
al seguir su conciencia autónoma, tiene que destruir necesariamente el
papado en la Iglesia. Por eso, es el gran déspota que rige a los suyos
sólo con lo que concibe en su mente. En otras palabras, quien siga a
Bergoglio es y quiere ser manipulado por él, se deja manipular por él.
Bergoglio es un ciego que guía a otros ciegos, que manipula mentalmente a
los católicos que han despreciado la verdad absoluta en la Iglesia
Católica.
Bergoglio,
gran modernista, menosprecia, no sólo la verdadera teología, sino el
Magisterio mismo de la Iglesia. Este Magisterio es, para este hombre,
impedimento del progreso humano y óbice injusto, que le frena para poder
hacer sus innovaciones en la doctrina y disciplina de la Iglesia.
Por
eso, desde que usurpó el gobierno de la Iglesia está atacando la
doctrina de Cristo -con sus palabras babosas, con sus falsas encíclicas y
escritos, con su lenguaje doble y malintencionado- y persiguiendo –
principalmente, de manera oculta – a los verdaderos católicos fieles a
la verdad absoluta.
Por
eso, los verdaderos católicos, viendo el desastre que viene de Roma,
sólo les queda una cosa: permanecer en la Verdad Absoluta. Defender a
Cristo, que es defender el Magisterio autentico e infalible de la
Iglesia. Y sólo así pueden seguir construyendo la Iglesia Católica en
estos momentos de usurpación.
La
Iglesia Católica no puede apartarse nunca de la Verdad Revelada, de la
verdadera fe, porque Su Cabeza es la Verdad y rige a Su Iglesia con el
Espíritu de la Verdad.
«Jesucristo ilumina a su Iglesia Universal… Viniendo de Dios como Maestro a fin de dar testimonio de la verdad
(San Juan 3,2; 18,37), iluminó con su luz la primitiva Iglesia de los
Apóstoles de tal forma que el Príncipe de los Apóstoles exclamó: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna
(San Juan 6,68); Desde el cielo estuvo tan presente en los Evangelistas
que ejecutaron como miembros de Jesucristo lo que conocieron como al
dictado de la Cabeza. Y también hoy es para nosotros, que estamos en
este exilio de la tierra, el autor de la fe, así como será el que la
lleve a término en la Patria del Cielo. Él mismo es el que infunde en
los fieles la luz de la fe; Él mismo es el que enriquece por obra de su
poder divino con los dones celestiales de ciencia, de entendimiento y de
sabiduría a los Pastores y a los Doctores, y sobre todo a su Vicario en
la tierra, a fin de que custodien con fidelidad el tesoro de la fe, lo
defiendan con denuedo y lo expliquen y lo confirmen piadosa y
diligentemente; por último Él mismo es el que, aunque invisible, preside
y brilla vivamente en los Concilios de la Iglesia» ( Pío XII Encíclica “Mystici Corporis” – AAS 35 (1943) 216).
¿A quién iremos al contemplar este desastre en el Papado de la Iglesia obrado por Bergoglio?
¿Qué hacer cuando se vive en todas las parroquias una gran desolación?
Hay que permanecer con Cristo: en la Verdad que es Él Mismo.
Cristo
es el autor de la fe y el que la lleva a su término. Hay que estar
unidos a Cristo, como el sarmiento a la vid. Unidos en la verdad por la
gracia divina. Y aquel que no quiera la gracia, tampoco se le puede dar
la verdad ni se hace comunión con él.
Por
eso, la Iglesia Católica se hace remanente: es de muy pocos. Son pocos
los que se han atrevido a dar testimonio de la Verdad en este tiempo de
usurpación. Son pocos los que siguen a Cristo dentro de la Iglesia y no
tienen miedo de hablar claramente. Muchos, que comulgan a diario, que se
confiesan cada ocho días, están siguiendo a un falso cristo, a un falso
papa, y pertenecen ya a una falsa iglesia.
Lo
que la mayoría de la Jerarquía y fieles están derribando en la Iglesia,
por seguir manteniendo a ese impostor en la cabeza de la Iglesia, por
darle una obediencia que no tiene ni puede merecer -por sus claras
herejías y su gobierno cismático-, el católico fiel tiene que seguir
levantando, defendiendo la fe católica, que supone atacar a Bergoglio y a
toda la Jerarquía, junto con los fieles, que lo siguen de alguna
manera.
Poca
es la Jerarquía que enseña a atacar a Bergoglio. Y esta es la única
verdad que hay que seguir en la Iglesia actualmente. Atacar al hereje.
Hacer apología, que es lo que muchos han olvidado. La lucha de la
Iglesia es contra todo aquel que niega la verdad absoluta. No se puede
hacer amistad con un hereje.
Quien
comulga con el Papa verdadero, Benedicto XVI, no comulga con el falso
papa, Francisco-Bergoglio, sino que lo ataca sin ninguna clase de
misericordia.
No
hay misericordia, no hay compasión, para aquella alma que vive en su
pecado y que ha hecho -de esa vida de pecado- su proyecto en su vida
humana. Sólo hay justicia con ella. Amor que hace justicia. Amor que da a
esa alma lo que ella busca en su vida.
Si
Bergoglio quiere seguir viviendo en sus herejías, obrando su
protestantismo, haciendo que los hombres sean formados en el espíritu
masónico en la Iglesia, que continúe así, pero no hay -con él- ni
obediencia ni comunión en la Iglesia. Esto es lo justo, lo recto, la
verdad que hay que obrar con Bergoglio. Es la única manera de amar a ese
hombre, que es enemigo público de Cristo y de toda la Iglesia Católica.
Bergoglio es un pecador público, que ha hecho de su pecado el gran negocio de su vida.
Por
eso, Bergoglio tiene que ser mirado como una persona apestosa, leprosa,
con la cual existe un impedimento para hacer comunidad con él, iglesia
con él. Si no se contempla de esta manera a este engendro del demonio,
el alma está en el juego del lenguaje, de los sentimientos, de las
palabras, de las ideas, de la doctrina masónica que dimana de él y de
toda la Jerarquía que lo aplaude, que lo ensalza como a su dios.
Para
el verdadero católico no existe el año de la misericordia, sino el
tiempo de la Justicia. Que nadie los engañe en este falso año santo. La
falsa iglesia sigue haciendo sus prosélitos: atacando la verdad católica
para que los fieles vivan una impostura.
La
nueva iglesia de Bergoglio encarna una privación de la libertad
espiritual del ser humano (sujetados al espíritu masónico), una
esclavitud brutal, criminal y explotadora de la conciencia humana (sólo
es bueno y malo lo que la ley humana promulga), una dependencia total a
los intereses humanos de una élite oculta, una falta de fuerza de
voluntad que imposibilita obrar lo que Dios quiere (cauce para hacer
sólo la voluntad del hombre), y un camino al fanatismo, a la enfermedad
mental, a la obsesión y posesión demoníaca, y a la absoluta idiotez en
las personas.
Que nadie los engañe:
«… la hora de la gran prueba ya ha llegado… Ya está próximo el momento de la Justicia Divina y de la gran Misericordia… se prepara a escondidas un verdadero cisma que pronto podrá llegar a ser abierto y proclamado.
Entonces, quedará solamente un pequeño Resto Fiel que Yo guardaré en el
jardín de Mi Corazón Inmaculado… Iluminad la tierra en estos tiempos de
gran oscuridad. Haced bajar sobre el mundo los rayos de luz de vuestra
fe, de vuestra santidad, de vuestro amor. Habéis sido escogidos para
combatir contra la fuerza de aquél que se opone a Cristo, para
conseguir, al final, Mi Mayor Victoria» (P. Gobbi – La hora de la gran
prueba – 15 noviembre 1990).