Entre
la enfermedad y la perversión
JORGE
MILIA.- Director
Cristina Fernández nunca pensó que la
salida del poder, dejar el cargo de Presidente, las prebendas y los
privilegios, fuera una situación que le provocase tan profunda desazón, que la
hiciese sentir tan frustrada ante su vocación de permanencia. Su reacción más
dispar, pero a la vez más acorde a su sentir, fue el más primitivo amago de
venganza. En su necedad no puede darse cuenta que ni
aquellos que la ensalzan y celebran sus tropelías finales también se están
vengando de ella, de su mal trato, de su violencia serial.
Se puede elegir entre la luz y la
oscuridad, ella prefirió volver a sus orígenes. La venganza no es un camino que
lleve a la alegría aunque algunos confundan la carcajada que produce el odio
con el júbilo que enaltece el espíritu.
Cristina Fernández ve frustrado su sueño
de reina populista y necesita culpables de quien vengarse. No le alcanza con
Macri de quien no creyó que llegaría, ni con Scioli que no fue lo suficiente
fuerte como para superar las trapacerías que ella misma le puso en el camino.
Tampoco eran suficientes los que votaron al primero, entonces sumó los que
votaron al segundo. La venganza de la Presidente
es contra los argentinos.
Quizá en su delirio piense que no nos la
merecemos y que todos debemos pagar por ello. El fallo de la Corte Suprema que
ordenó restituir dinero de la ANSeS a tres provincias le vino como anillo al
dedo, y su decreto presidencial extendió a todos los distritos el fallo del
máximo tribunal, que solo se aplicaba a Santa Fe, San Luis y Córdoba. La venganza: desfinanciar la seguridad social del
gobierno entrante.
Así el 15% de la coparticipación a las
provincias, dinero que hasta el fin de semana era destinado a la ANSeS, pondrá en peligro el pago a los pasivos. El
Gobierno nacional perderá $ 100.000 millones por mes con ese 15 % que no va a
tener y pareciera que el flujo no va a alcanzar para cumplir con la
responsabilidad del pago de las jubilaciones.
¿Puede
alguien entender cómo quien se ha dicho protectora de los humildes no dude en
ponerlos en riesgo con tal de llevar a cabo esta vendetta miserable? Esa es
Cristina.
En cierto modo la actitud es consecuente
con su accionar en los últimos doce años. Hitos como los de los chicos Qom, llevados a la caquexia final por un estado más
cercano a la asociación ilícita que a un gobierno democrático, fueron
mostrando la existencia de una larga lista de víctimas. No son suficientes, parece
querer más.
Poco
importa si entregará el bastón de mando o lo enviará por correo, si los
serviles de La Cámpora – de quienes también se está vengando – harán lío junto
a facinerosos como D’Elía; si Bonafini seguirá llamando a la resistencia o
Carlotto sacará un nuevo nieto de su galera. La realidad nos muestra que
una persona que no sabemos si es más enferma que perversa o viceversa, esté vengándose del país que dice querer.
Si al odio le sumamos la soledad, no hay
un futuro promisorio. Ese es el mañana de Cristina Fernández. Su compañía serán
los fantasmas de aquellos que quedaron en el camino, los que no pudieron
subsistir, los asesinados, los limados por la droga.
Cuando los
aplaudidores dejan de aplaudir, cuando los aduladores se callan, cuando los
lameculos comienzan a hacer gárgaras esperando un nuevo trabajo, todo se
complica porque quien sembró cizaña, cosecha cizaña.