La teología de la “muerte de Satanás”
A
partir de los años sesenta, muchos autores racionalistas y modernistas
empezaron a negar abiertamente la existencia del diablo y a publicar
libros sobre este tema. Los principales son: Hebert Hagg (de la
universidad católica de Tubinga) cuyo primer libro se editó en alemán
en 1969 y fue traducido al italiano en 1973 por la editorial Queriniana
de Brescia bajo el título La liquidación del diablo. En 1976, la editorial Mondadori de Milán publicó un segundo libro de Hagg, escrito en 1974, titulado La creencia en el diablo.
La misma doctrina sobre la no-existencia
del diablo fue retomada en Holanda por el P. Schoonenberg (quién más
tarde sería cardenal y coautor del Catecismo de la Iglesia Católica de 1992) y que escribió un libro en 1968, que apareció en italiano con el título Ángeles y diablos
(Brescia, 1972). Además, un teólogo americano, Henry Ansgar Kelly,
escribió en 1968 el libro traducido al italiano en 1969 titulado La muerte de Satanás
(Milán, Bompieni); un psicólogo de la Universidad de Friburgo en
Brisgovia, Johannes Mischo, se ocupó de la misma cuestión en un artículo
de la revista Concilium n. 3 de 1975 y finalmente, en 1978,
Walter Kasper y Karl Lehmann (después, ambos llegarán a ser cardenales),
escribieron un libro publicado en italiano en 1983 con el título Diablo, demonios, posesión, (Brescia, Queriniana). Para una refutación de estas teorías heréticas cfr, Corrado Balducci, El diablo (Casale Monferrato, Piemme, 1988, pp. 83-166).
Sin embargo, más allá de la proclamada “muerte del diablo”, Satanás impera hoy, más que nunca, en el mundo moderno.
El satanismo en sentido genérico y específico
El “mundo” entero[1],
no como criatura física de Dios, sino en el sentido moral y peyorativo
de aquellos que viven según el espíritu mundano o carnal, opuesto al
espíritu angélico y divino, es sometido al diablo por el dilema: “O Dios
o yo”; “ O la verdad o la mentira ”. El demonio es por esto llamado
también “Príncipe del mundo” (Jn., XII, 31; XIV, 30) y “El dios de este
mundo (2 Cor., IV,4)
El reino de Satanás combate al de Dios
(Mt., XII,26) porque exprime del corazón del hombre el buen grano de la
palabra de Dios, para sustituirla con la cizaña o falso-grano del error
(Mc., IV 15); e intenta: «Cegar las mentes de aquellos que aún no creen,
de modo que no puedan ser iluminados por el Evangelio de la gloria de
Cristo» (2 Cor., IV, 41). En breve, Satanás, combate en el tiempo contra
el Reino de Dios, pero Jesús, al final, vencerá, derrotará
definitivamente a Satanás y conquistará el mundo (Jn., XVI, 33): «Hasta
el final del mundo habrá una oposición entre los “hijos de Dios” y los
“hijos del diablo” (Jn., VIII 44); los cuales cumplen las “obras del
diablo” (Act., XIII, 10) que se resumen en el engaño o la seducción
(Jn., VIII, 44; 1 Ti,., IV, 2; Ap., XII, 9) con los cuales, la verdad y
la justicia, son sustituidas con el error y el pecado (Rom., I, 25;
Iac., V, 19)»[2].
Genéricamente, el satanismo, es el
estado de quien está sometido, o incluso consagrado, a Satanás. El
satanismo está totalmente lleno e impregnado por el espíritu de Satanás,
el adversario de Dios y del hombre. Esto, a grandes rasgos; en forma
específica, el término satanismo asume tres significados: 1°) imperio de
Satanás en el mundo; 2°) el culto rendido a Satanás y 3°) la imitación
de su revuelta contra Dios. Es necesario estudiar todos estos
significados para entender bien el satanismo.
El imperio de Satanás en el mundo
El dominio de Satanás en el mundo está revelado en los Evangelios y en San Pablo. Esto se lleva a cabo y se extiende:
a) mediante el pecado del hombre, que es contrario a la Voluntad de Dios;
b) mediante el orgullo humano o el egoísmo, que es opuesto a Dios infinitamente Verdadero y Bueno[3]
c) mediante la ley puramente exterior o farisaica, que es contraria a la verdadera Fe, interior y vivificada por la caridad.
El dominio de Satanás en el mundo más, que un imperio, representa casi un “cuerpo místico” como lo describe San Gregorio Magno (Hom. 16 in Evang.;
Moral., IV, 14): «Ciertamente, el diablo, es jefe de todos los inocuos;
y todos los inicuos son miembros de este jefe». Por esto, los Padres y
los doctores, han hablado de contra-iglesia, refiriéndose a la
Revelación (Ap., II, 9), que habla de “sinagoga de Satanás”, la cual es
adversaria de la Iglesia de Cristo.
El reino de Cristo, en efecto, está en
oposición radical con aquel de Satanás; son contrarios como el sí y el
no, el bien y el mal, la verdad y el error, el ser y la nada. Sus
respectivos objetivos son la aniquilación entre ellos, mediante un
continuo combate, que terminará, sólo, con el fin del mundo y el Juicio
universal. San Agustín nos habla de dos ciudades, una de Dios y la otra
del diablo, que se fundan sobre dos amores opuestos: «El amor de si mismo hasta el odio de Dios y el amor de Dios hasta el odio de sí mismo» (De civit. Dei, XIV, 18).
Una terrible profecía de Pío XII
Pío XII enseño que: el satanismo más profundo y sustancial es la apoteosis del hombre
que reduce la religión a opción libre y, después de haber abatido el
cristianismo, invoca las dos vías falsas: la del colectivismo
socialista y la del individualismo liberal, las que llevan a la
humanidad a un exterminio, primero moral, y luego físico (Radiomensaje
natalicio, 24 de diciembre de 1952, nn. 12-30). Sesenta años después
vemos como esta terrible profecía comienza a ser verdad.
Al este, el comunismo colectivista y
ateo, y a oeste el liberalismo individualista casi han aniquilado,
moralmente, la civilización europea y cristiana y ahora, especialmente
el segundo, está llevando al mundo entero hacía la destrucción física en
Medio Oriente. El naturalismo es el instrumento de Satanás: «y,
mediante la bondad puramente natural, el príncipe de este mundo trata de
encantar a los hombres para conservarlos, con toda seguridad, bajo su
dominio, es decir, alejados de la verdadera Iglesia de Cristo»[4].
Satanás y los “derechos del hombre”
Hoy, la victoria más peligrosa de
Satanás, es aquella el haber sacudido la Fe católica sobre su existencia
real. No menos funesta, pero, es la superstición opuesta, es decir, el
culto prestado a Satanás cual “divinidad” malvada que concilia y se
utiliza para los propios intereses personales (honores, riquezas, y
placeres).
Los agnósticos antiguos habían identificado a Satanás con la serpiente del paraíso terrestre (Ireneo, Adv. Haer., I, 24; Tertuliano, Praescr., 47), que se exaltaban porque había reivindicado los derechos del hombre, revelando a Adán el conocimiento del bien y del mal, enseñándole la rebelión a los mandamientos de Dios.
Para los agnósticos cainistas (cfr. Ireneo, ivi, I, 31) los
benefactores de la humanidad son los grandes rebeldes que se enfrentaron
a Dios: Caín, Esaú, los habitantes de Sodoma y, sobre todo, Judas,
quien liberó a la humanidad de Jesús. Por lo tanto, no hay que
sorprenderse por la reciente rehabilitación de la figura del Iscariote,
hecha por el cine, y también por algunos neo-exégetas.
Monseñor Antonino Romeo nos explica
como: «El culto de Satanás se concentra en las misas negras (…), que
recuerdan formulas y ritos masónicos. (…) Cueva secreta del satanismo
es, ciertamente, la masonería, la cual hereda la fe y las costumbres del
agnosticismo cainista»[5].
La masonería, inspirada por el judaísmo talmúdico, es la contra-iglesia
universal que, desde hace más de doscientos años, planifica
advenimientos políticos, económicos y militares, de los cuales dependen
las vicisitudes de los pueblos. Se constata, en la historia de la
modernidad: «Una directiva de marcha constante, que tiende al “progreso”
incontrolable, a la religión de la naturaleza, excluida ya, toda
religión o moral positiva. La lucha es conducida sobre todo contra el
catolicismo, caído este, el cristianismo no será más que un símbolo, o
un recuerdo»[6].
Los supuestos principales y preferidos de Satanás son el judaísmo
anticristiano («Vosotros que habéis por padre al diablo», Jn., VIII, 42)
el cual, al mismo tiempo, ha sido inspiración de casi todas las sectas,
las herejías anticristianas[7]
y las Revoluciones que sucedieron desde el 700 hacia delante, en nombre
de los “derechos del hombre” hasta la “revolución” instrumentalizada en
la Iglesia por el último Concilio.
El “titanismo”
Consiste en la afirmación heroica del YO,
defendido en su absoluta autonomía. Monseñor Antonino Romeo escribía:
«Incluso, algunos teólogos católicos, para adular la voluntad o libertad
humana, que ya no es reflejo de aquella divina, osan acariciar el “riesgo del pecado” (…), en una pose de “riesgo” mortal, que tiene muchos puntos de contacto con el “titanismo” de hoy en día»[8].
El marxismo, según el cual “Dios es el
mal”, es una de las formas modernas del satanismo revolucionario, como
también lo es el nihilismo filosófico post-moderno, que quisiera
destruir la moral, el intelecto humano y el ser por participación, el
cual vuelve sobre el Ser por esencia. Puede considerarse expresión de
este “titanismo” el trágico hecho del Titanic, que llevaba
escrita la blasfemia “ni siquiera Dios me hundirá” y que, en cambio,
cayó en el abismo en su viaje inaugural con la mayor parte de los
pasajeros (entre ellos, el músico Strauss). La soberbia de los
armadores, no había previsto ni siquiera los botes salvavidas.
La lucha de la contra-iglesia satánica contra la Iglesia de Cristo: Signos precursores del anticristo
Monseñor Henri Delassus cita la doctrina
católica sobre la lucha entre Satanás y la Iglesia y, después de
abalarse por la Santa Escritura, por la Tradición y por el Magisterio,
no desecha el hacer, incluso, una breve antología de las revelaciones
privadas no condenadas por la Iglesia porque no hay nada de contrario en
ellas a la Divina Revelación. Ciertamente, ellas no son una perspectiva
teológica, pero, como sanciona San Pablo: “No pueden ser desechadas”.
Aquí sugerimos al lector a ellas, como simples revelaciones privadas,
que sirven a dar un poco de esperanza en estos tiempos tristísimos.
Monseñor Delassus, en El problema del ahora presente
(Lilla, Desclée, 2 voll., 1904-1905; tr. It., 1907; 1ª rist. Piacenza,
Cristiandad, 1977; 2ª rist. Milán/Viterbo, Effedieffe, 2014-2015)
escribe: «¿Adónde conduce el torbellino que transporta al género humano?
¿A los pies de Dios o a los pies de Satanás? (…) No es la primera vez
que Satanás y los suyo creen estar en la vigilia del triunfo. (…) Nosotros estamos en la hora de un combate, el más decisivo» (cit. Vol. 2, p.47).
En efecto, Gregorio XVI en su Encíclica Mirari vos de 1832 ,aplicaba a nuestro tiempo las palabras del Apocalipsis en el capítulo IX sobre el «…pozo del abismo ya abierto»
(vol. 2, p.48-49, 51) desde el cual salen los errores, las
depravaciones y los demonios para tentar al hombre de la forma más cruel. «La antítesis está entre Cristo o el Anticristo y ella encierra el misterio del avenir». (H. Delassus, cit., vol., 2, p.52).
También San Pío X en su primer Encíclica E supremi apostolatus cathedra de 1904 se pregunta si, el Anticristo, no está
ya entre nosotros, dado que el carácter antropolátrico de la modernidad
filosófica y del modernismo teológico, carácter propio del Anticristo
como enseñan S. Irineo, San Ambrosio, San Agustín, San Gregorio Magno,
Teodoreto, San Juan Damasceno, San Anselmo, Ruperto de Deutz, S. Beda el
venerable (cfr. Cornelius a Lapide, Comm. In Sacram Scripturam, tomo XII, In Apocalypsim, ed. Vivès, Paris 1866, p. 178).
Nosotros estamos, actualmente, constata
amargamente Delassus: «En un estado de anticristianismo, que es el
estado necesario para que el Anticristo encuentre aceptación en el
mundo» (cit., vol., 2, p. 59). Sabiamente, recuerda que ninguno conoce
la fecha precisa de su llegada, pero, según el Evangelio (Lc., XII 54)
cuando distingamos las nubes acumularse sobre nosotros, deducimos que la
lluvia muy probablemente está cerca (cit., vol. 2, p. 61).
Pío IX escribió que, en las condiciones
en las que ronda actualmente la humanidad: «Los hombres pueden ser
salvados no por más que por causas segundas, o sea, por las criaturas,
pero por la primer causa que es Dios en cuanto lucha, es tan grande que
solamente él puede vencer a sus enemigos» (cit., vol.2, p.62).
Una luz de esperanza en las tinieblas
El glorioso León XIII en la Encíclica Praeclara (20 de junio de 1984) escribió: «Nosotros vemos en el lejano avenir un nuevo orden de cosas:
la solución cristiana de la cuestión social, el final del cisma
luterano y bizantino que han lacerado Europa y la luz del Evangelio que
ilumina a todos los pueblos».
En La conjuration antichrétienne
(Lilla, Desclée, 3 voll., 1910, pp. 852-891, 914-927) Delassus cita las
revelaciones privadas que confirman las previsiones de León XIII, es
decir, aquellas de Beata Catalina Emmerich, de Anna-María Taigi, de S.
Brígida, de S. Hildegarda, de S. Catalina de Siena, de la Beata Catalina
da Racconigi, de S. Luigi María Grignion de Montfort.
Catalina Emmerich (La conjuration antichrétienne,
cit., vol. 3°, pp. 867-878) veía a una masonería desencadenada en el
intento de destruir la Iglesia mediante el naturalismo teórico y
práctico, con la corrupción de las ideas y de las costumbres y la veía
en relación con la llegada del Anticristo.
Especialmente Roma y el Vaticano
eran atacadas por los espíritus del mal y por sus suplentes, el Papa,
rodeado de traidores estaba muy triste, sin embargo junto a la tela del
maligno, Roma siempre estaba atravesada por una corriente de luz y de
gracia. La Beata Emmerich habla de un “hombre negro o tenebroso”,
que trabaja en las cercanías de la basílica de San Pedro para arruinar a
los fieles y a los Pastores, y tuvo también la gracia de poder ser
conducida en espíritu por el Papa León XII para ayudarle a tomar las
decisiones justas.
Una misión análoga tuvo Marie Morel con los Papas Gregorio XVI y Pío IX (cit., vol. 3°, pp. 878-879)
Sin embargo, Emmerich narra también sus
visiones de restauración y de triunfo de la Iglesia y de su jerarquía,
que había sido anteriormente desfigurada por las impuras maniobras de la
secta infernal, entre las cuales estaban también algunos sacerdotes
(cit., vol.3°, pp. 880-883). Los buenos defensores de la Iglesia también
luchaban, pero sin método, como si ignoraran la gravedad de la
situación (cit., vol. 3°, p.885).
La Beata Anna María Taigi (cit., vol.
3°, pp. 886-890) ha tenido las mismas visiones y, especialmente, sobre
el juego de los sectarios para engañar a los cardenales bajo el Papa
Gregorio XVI, con el fin de destruir el Papado remplazándolo con una
“nueva iglesia de las tinieblas”, abatir los dogmas y sincronizar todas
las creencias religiosas. La mayor parte del clero era seducida por las tinieblas.
Sin embargo, gracias al socorro de María Santísima, la Iglesia habría
prevalecido sobre ellas. La Beata incluso ha visto a San Pedro elegir a
su sucesor, después del aplastamiento de la secta infernal que había
maquinado la obra de demolición de la Iglesia.
Un rol, según Emmerich (cit., vol. 3°,
pp. 892-895) decisivo en la batalla contra la anti-iglesia lo habría
tenido el Arcángel San Miguel, justo cuando todo parecía perdido y probablemente cerca del reino del anticristo: un Papa severo, austero y santo habría aparecido y habría reanimado a los fieles.
Delassus (cit., vol. 3°, pp. 914-927)
cita luego a Santa Hildegarda de Bingen (S. XII); a S. Catalina de Siena
(S XIV) la cual ha dejado escrito que: «Dios purificará la santa
Iglesia y resucitará el espíritu de los cristianos con un medio que está
por fuera de toda previsión humana» (Bollandisti, Acta Sanctorum,
29 de Abril); la Beata Catalina de Racconigi (S. XVI), S. Luigi de
Montfort, S. Leónardo de Porto Maurizio, la Venerable María de Agreda
(S. XVII) y Elisabetta Canori Mora (S. XVIII). Todos han visto la lucha
de la “sinagoga de Satanás” (Ap., II, 9) contra la Iglesia de cristo, la
derrota aparente de ésta última, pero también su triunfo en el momento
en que todo parecía perdido[9].
El misterio de la Resurrección, en
efecto, continúa, en un cierto sentido, también en la Iglesia, que Jesús
ha hecho a Su imagen: desde las terribles pruebas Ella resurge más
gloriosa que antes, como toda su historia demuestra, desde las
persecuciones de Nerón, Diocleciano y Juliano el Apóstata, a los
intentos de la Revolución Francesa de instalar una nueva religión, hasta
nuestros tiempos tristes, en los cuales muchos católicos apuran con sus
martirios la resurrección del Cuerpo místico de Cristo.
Tarcisius
[Traducción: Fernando Suárez]
[1] Jn, I., 10; VI, 7; XV, 18; XVI, 20; XVII, 9-16; Jn., II, 16; V, 19; Mt., XVIII, 7; Gal., VI, 14.
[2] F. Spadafora (Director), Dizionario biblico, Roma, Studium, 3a ed., 1963, p. 165.
[3] «El diablo no perseveró en la verdad porque la verdad no estaba en él» (Jn.,VIII, 44).
[4] A. Stolz, Teologia della mistica, tr. it., Brescia, 1940, p. 66.
[5] Voz: “Satanismo”, en Enciclopedia Cattolica, Ciudad del Vaticano, vol. X, 1953, col. 1958.
[6] A. Romeo, ibidem, col. 1959.
[7] Cfr. J. Meinvielle, De la cábala al progresismo, Buenos Aires, 1970, II ed., EVI, Segni (Roma), 2013.
[8] A. Romeo,ibidem.
[9] Naturaleza de las revelaciones privadas y ellos, valor teológico:
padre Antonio Royo Marín enseña, con todos los teólogos aprobados, que
las revelaciones privadas: «No entran en el depósito de la fe. En
efecto, nuestra fe si basa en la Revelación pública contenida en la S.
Escritura y en la Tradición divino/apostólica bajo el control y la
vigilancia del Magisterio. Por lo tanto, las revelaciones privadas, sin tener en cuenta su importancia, no pertenecen a la fe católica.
[…]. Para los cristianos pueden constituir solo una creencia ilusoria, a
la cual no están obligados a dar una muestra de fe divina. Cuando la
Iglesia aprueba una revelación privada declara simplemente que no
encierra nada que sea contrario a la fe o a las costumbres. Sin embargo sería reprobable contradecirla y ridiculizarla luego de este juicio eclesiástico». (Teologia della perfezione cristiana, Roma, Paoline, 1960, p. 1075-1076, n. 600-601; Cfr. S. Th., II-II, qq. 171-175; S. Teresa de Ávila, Vida, cap. 25-30; Id.,Castillo interior,Mansione sesta; S. Juan de la Cruz, Salida al Monte Carmelo, lib. II, cap. 21-30; A. Tanquerey, Compendio di teologia ascetica e mistica, tr. it., Roma, Desclée, IV ed., 1927, pp. 913-927, nn. 1490-1513).