EL ANTICRISTO Y EL TIEMPO DEL FIN
EL ANTICRISTO Y EL TIEMPO DEL FIN DEL MUNDO
Según las Escrituras comentadas por los Padres
Revista Roma N° 118 – Pascua de 1991
Por Roberto Gorostiaga
PREFACIO
El
Abbé V.M.Zins me ha hecho el gran honor de pedirme el Prefacio de su
libro sobre “El Anticristo y el tiempo del fin del mundo”.
Y
digo gran honor porque no soy nadie para prologar este libro
sobrenatural, oportuno, tremendo por un lado y que llena el corazón por
otro. No soy un exégeta ni siquiera eclesiástico, sino sólo un laico que
pide a Dios y su Madre Santísima fuerzas para no desertar del buen
combate de la Fe.
Hay un dicho en español: “Doctores tiene la Santa Iglesia...”
Hoy los doctores y los pastores y aún casi todos los clérigos callan o
dicen otras cosas. Entonces las piedras (Lc. XIX, 40) gritamos: ¡Viva
Cristo Rey!
—Decimos
que es un libro escrito con espíritu sobrenatural pues el autor no
pretende hacer obra propia sino, como dice el subtítulo: “según las Escrituras comentadas por los Padres”.
Y así podemos ver, comentados por los Santos Padres y doctores
sagrados, los textos escatológicos del Nuevo Testamento y los menos
conocidos del Antiguo, con una erudición no fatigosa, sino apasionante
que da una gran seguridad.
—Decimos que es oportuno, pues ve los signos de los tiempos, hay cosas que se están dando bajo nuestros ojos.
“Mirad
la higuera y los árboles todos, cuando veis que brotan sabéis por
vosotros mismos que ya se viene el verano. Así también cuando veáis que
esto acontece, conoced que el reino de Dios está próximo” (Le. XXI, 29-31).
El
autor comienza recordando que según la Sagrada Escritura, tres signos
principales deben preceder al juicio general: 1º la predicación del
Evangelio en toda la tierra; 2º la apostasía de las Naciones, y 3º el
Anticristo.
El primero se ha cumplido y hoy se produce el retroceso de las misiones en todo el mundo, la disminución de los sacerdotes.
La apostasía de las naciones la vemos progresando y ahondándose a ojos vista.
Predijo
Nuestro Señor que “Jerusalén será hollada por los gentiles hasta que se
cumplan los tiempos de las naciones” (Le. XXI, 24). Como bien señala el
autor, la creación del Estado judìo fue una prueba de la Apostasìa de
las naciones cristianas.
Estas
ya no quieren rescatar Tierra Santa de los infieles, sino la entregan
para congraciarse con los judíos. La declaración Balfour prometió esa
entrega por el apoyo judío en la Primera Guerra mundial. Esta —como lo
dijo Benedicto XV [1] tuvo por objeto destruir el último imperio católico: Austria-Hungría.
Italia[2] revocó los Pactos de Letrán y hoy ya tiene separación de la Iglesia y el Estado, divorcio y aborto legalizados.
En
España el Concordato con la Santa Sede, modelo en el género, fue
modificado2 en el mismo sentido. Se terminó sin lucha el último Estado
misionero y también impera el laicismo de Estado, como el divorcio y el
siniestro aborto.
Colombia[2],
dejó de proclamarse en su Constitución, Estado católico. Casi toda la
América luso-española, dio pasos semejantes. El resto del mundo, más
“adelantado” que nosotros ya se había “reconciliado con el liberalismo,
el progreso y la civilización moderna” (Syllabus, Prop.80).
En
la Argentina hace 4 años se implantó el divorcio y ya se prepara la
legalización del aborto y el cambio de la Constitución que sostiene el
culto católico, que exije que lo sea el Presidente y obliga al Estado a
promover la evangelización de los indios. Esto no se cumple pero
molesta.
¡Pensar que hace sólo 20 años, nuestra Patria fue consagrada por su Presidente al Inmaculado Corazón de María!
La
apostasía en Hispanoamérica se da no sólo en su derecho público sino
también en la realidad vivida. Decaen las costumbres y crecen las sectas
y los clérigos tercermundistas, guerrilleros, etc.
El “sacrificio perpetuo” (Dan. XII, 11) cesa en todo el mundo.
—Es un libro tremendo, como no puede ser menos al describir los sucesos apocalípticos, tales que “si no fueran abreviados aquellos días, nadie se salvaría” (Mt. 24,22).
Digamos
aquí que hoy la ciencia moderna ha hecho artefactos de guerra que hacen
que las “langostas” y “caballos”, con su capacidad de destrucción que
describe el Apocalipsis (IX, 7 s.), no aparezcan como hipérboles
orientales sino realidades muy concretas.
La destrucción de “Babilonia la grande” en una hora, tal que “no será hallada nunca más” (Ap. XVIII, 21) es hoy muy factible.
En
cuanto al cataclismo de orden espiritual, la Virgen Santísima precisó
su naturaleza cuando apareció en La Salette, llorando por la
prevaricación de los malos sacerdotes, “cloacas de impureza”, y diciendo que “Roma perderá la Fe y se convertirá en la sede del Anticristo”.
—Pero
es un libro que llena el corazón de ardor y de consuelo. Pues sabemos
que aquellos días de prueba serán abreviados por amor a los elegidos.
Así “cuando estas cosas comiencen a ocurrir, erguíos y levantad la cabeza, porque vuestra redención se acerca” (Le. XXI, 28).
Santa Felicitas, próxima a dar a luz gemía en el calabozo por los dolores del parto. El carcelero se burló de ella: “Si hoy te quejas por esto ¿qué será mañana cuando enfrentes la muerte?” Ella le respondió “hoy sufro por mí, mañana sufriré por Otro. El me dará la fuerza”.
Así,
este libro no pone el temor a la furia e insidia del demonio en el
corazón del cristiano, sino que lo llena de ardor, puesta su esperanza
en Dios y su madre Santísima. Termina el autor con la oración de Santa
Teresita del Niño Jesús, su corazón anhelando los tormentos de los
cristianos en tiempos del Anticristo.
Dice San Luis María Grignion de Monfort:[3] “Jesucristo vino al mundo por medio de la Santísima Virgen y por medio de ella debe también reinar en el mundo” (Nº 1).
“El
conocimiento y reinado de Jesucristo ha de venir al mundo, como
consecuencia necesaria del conocimiento y del reinado de la Santísima
Virgen María, que lo trajo al mundo la primera vez y lo hará triunfar la
segunda” (Nº 13).
Y así como Ella “es la aurora que precede y descubre al sol de justicia Jesucristo, ha de ser conocida y vista a fin de que lo sea su Hijo”.
“Como
fue el camino por donde Jesucristo vino la primera vez a nosotros,
también lo será por donde venga la segunda, aunque no del mismo modo” (Nº 50).
Pues dice el mismo Santo: “las
razones que movieron al Espíritu Santo a ocultar a su Esposa durante su
vida y a no manifestarla sino escasamente, después que se predicó el
Evangelio no subsistirán ya” (Nº 49).
“Pero
el poder de María sobre todos los demonios resplandecerá más
particularmente en los últimos tiempos, en que Satanás pondrá asechanzas
a su calcañar, es decir, a sus humildes esclavos y a sus pobres hijos,
que ella suscita para hacerle la guerra. Pequeños y pobres serán según
el mundo, abatidos, rebajados y oprimidos, como lo está el calcañar
respecto de los demás miembros del cuerpo; pero… tan firmemente
confiados en el divino favor, que con la humildad de su calcañar y en
unión de María, aplastarán la cabeza del demonio y harán que triunfe
Jesucristo” (Nº 54).
“Pero —termina San Luis María el primer capítulo— “¿Cuándo y cómo será esto? Sólo Dios lo sabe. A nosotros sólo nos toca callar, orar, suspirar y esperar: “Expectans expectavi Dominum” (Ps.39,2) o sea: Confiadamente esperé en el Señor” (Nº 59).
La
misma Santísima Virgen apareció en 1917 a tres pastorcitos en Fátima
ofreciendo al mundo sus gracias y pidiendo lo que quería de la Iglesia.
“He
venido para pediros de venir aquí seis meses seguidos, el día 13 a esta
misma hora. Luego os diré quien soy y qué quiero. Yo volveré aquí una
séptima vez”.
Aun esperamos esa séptima visita de nuestra madre: Expectans expectavi Dominum.
En
su tercera aparición (la del 13 de julio) y tras unas primeras
palabras, la Virgen abre sus manos y los niños tienen la visión de una
parte del infierno. Esta visión dura un instante muy rápido, luego la
Virgen continúa: “Visteis el infierno donde van las almas de los pobres
pecadores. Para salvarlos el Señor quiere estblecer en el mundo la
devociòn a mi Inmaculado Corazòn. Si se hace lo que os dirè, muchas
almas se salvarán y habrá paz”.
“La guerra finalizará pronto, pero si no se cesa de ofender al Señor, en el próximo pontificado, comenzará otra peor”…
“Para
impedir esto, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado
Corazón y la comunión reparadora de los primeros sábados”.
Esta consagración explícita de Rusia debía ser hecha por el Papa en unión con todos los obispos del mundo y no lo fue.
“Si
se escuchan mis pedidos Rusia se convertirá y habrá paz. Si no, ella
esparcirá sus errores por el mundo provocando guerras y persecuciones
contra la Iglesia…” Luego venía el llamado tercer secreto, que debía ser
divulgado antes de 1960 y no lo ha sido.
Este
tercer Secreto, según inducciones muy prudentes y el testimonio de
Mons. Amaral, obispo conciliar de Leiría-Fátima, versa sobre la tremenda
crisis en la Iglesia.
“Al fin, mi Corazón Inmaculado triunfará”.[4]
¿Cómo y cuándo será esto?
No
lo sabemos. Debemos integrarlo con el Mensaje de La Salette y con las
Profecías del Antiguo y Nuevo Testamento que el Abbé Zins nos trae, no
interpretadas —repito— según su teoría personal, sino comentadas por los
Santos Padres y Doctores durante un milenio y medio de vida de la
Iglesia.
Que
su lectura meditada nos lleve a pedir con confianza y perseverancia:
¡VEN SEÑOR JESUS!, como viniste la primera vez, como vienes a cada alma,
como lo harás con gloria y majestad: ¡por MARIA SANTISIMA!
En la fiesta de la Asunción de
Nuestra Señora a los Cielos,
15 de agosto de 1990
M. Roberto GOROSTIAGA
Revista “Roma” N° 118, Pascua de 1991 Pg. 63