¿Signos cristianos bajo la lava del Vesubio?
¿Signos cristianos bajo la lava del Vesubio?
Prof. María Delia Buisel
Objetivo
Trataremos un tema arqueológico, no por
curiosidad sino porque sus resultados tienen directa atingencia con la
crisis de fe que vive la Iglesia, con los fundamentos históricos del
cristianismo y con los textos sagrados del Nuevo Testamento. Como lo
dice san Pio X en la Pascendi, de la que estamos a
punto de celebrar el centenario, en la destrucción de la fe primero
viene el filósofo, luego el historiador y en tercer término el exegeta o
biblista. Pues bien nosotros nos detendremos en un
dato arqueológico que confirma la redacción tempranísima del N.T. y
su difusión en el área mediterránea. Con esto se destruye una objeción
importante a la enseñanza constante del Magisterio de la Iglesia.
Introducción
La mayoría de los lectores de Gladius
recuerda el célebre estallido del Vesubio en agosto del 79 d.C., siendo
Tito emperador, que sepultó bajo la lava hirviente cuatro importantes
ciudades romanas ubicadas en el golfo de Nápoles: Herculano, Oplontis,
Pompeya, y Stabia; puede incluso recordar varios testimonios antiguos,
en poesía algún epigrama de Marcial o un fragmento de Estacio, en prosa
textos de Suetonio, Plutarco, Dion Casio o principalmente, la carta VI,
16 de Plinio el Joven al historiador Tácito contando el final de su
tío, Plinio el Viejo, el autor de la Historia Natural.
Éste como prefecto de la flota anclada en
Miseno, dirigió las naves hacia el centro del golfo para auxiliar a los
perjudicados y, atenaceado por su enorme curiosidad científica, comenzó
a ascender por la ladera quedando envuelto y ahogado en torbellinos de
polvo, piedras ardientes, humo y ceniza según la última imagen que sus
siervos, eximidos de acompañarlo, nos dejaron de este investigador
impenitente.
Sabemos cuánto se ha encontrado desde las
excavaciones comenzadas en el 1748 en Pompeya y aledaños bajo el
patrocinio del rey Carlos de Borbón, después Carlos III[1] de España, con un cuerpo de ingenieros militares españoles[2];
también sabemos que todavía hay zonas detectadas sin explorar o
analizar o reservorios como la biblioteca de Pompeyo cuyo contenido está
en estudio, pero para responder a la pregunta del título debemos
prestar atención a la fecha y relacionarla con otras. No vamos a
descubrir nada nuevo, sino a reunir testimonios diversos cuya fecha
temprana debe reclamar consideraciones serias y no elucubraciones
subjetivas.
Antes del 79, terminus ad quem, los viajes misioneros de san Pedro, quien llega a Roma entre el 41 y el 44[3]
huyendo de la tiranía de Herodes Agripa, y de san Pablo, éste ciudadano
romano, habían alcanzado Roma donde ambos apóstoles padecieron el
martirio uno tras otro o en la misma fecha, entre el 64 y el 67, lo que
significaba una comunidad asentada en la Urbe y con bastante poder
difusivo, tanto que en los primeros tiempos la enseñanza no encontró
obstáculos (al César se le pagaba lo que correspondía, se respetaba y
obedecía a las autoridades, Pedro le devolvía visita al centurión
Cornelio, etc.)
En cambio, Pablo llegó a Roma después de
haber apelado al César en Jerusalén, unos años después, tras un largo y
accidentado viaje, el cuarto, narrado en los Hechos 27 y 28,
previo naufragio en Malta y en etapas que lo llevan antes a Siracusa
(Sicilia), Reggio (Calabria), Puteoli (Campania) y finalmente a su
destino jurídico y último.
No obstante, la acusación sobre el
incendio de la ciudad y la persecución de Nerón, la primera que los
llevó a las catacumbas, cambió en los cristianos, que ya eran numerosos
en la capital del Imperio, su perspectiva sobre el poder romano y los
colocó a la defensiva; repensaron la historia, tanto respecto de los
judíos considerándose el nuevo y verdadero Israel[4], como de los romanos, incluyendo la historia de Roma dentro del plan divino[5].
Herculano
En las excavaciones[6] de 1939, se descubrió en el paedagogium
o habitación de los siervos encargados de la instrucción de los niños,
en una villa patricia que no ha sufrido restauración, la marca de una
cruz capitata en un muro; en torno de la cruz se encontraron los clavos empleados para sujetar una portezuela o cortinado[7]
que seguramente, ya en época de persecución ocultaba el símbolo
venerado con lo que podemos remontarnos a la época neroniana, por lo
menos para la portezuela simultánea con la cruz, si ésta no era un poco
anterior. Cruz incisa en la piedra y grafitada, Un unicum en el s. I.
No sólo eso, sino también un mueble de madera, tipo reclinatorio[8]
colocado bajo la cruz que contribuye a consolidar algo más que un
signo: pequeños actos de culto, por muy modestos que fuesen, al modo de
un humildísimo oratorio. La casa susodicha está abandonada y prohibido
su acceso, aproximadamente desde 1976; de la cruz y el reclinatorio no
se venden postales y privilegiado es el que posee una fotografía del
conjunto.
¿Cómo llegó allí la fe en Cristo y su resurrección?
Posiblemente desde Roma donde podría
morar habitualmente la familia poseedora de esa servidumbre o
directamente por la existencia de una vigorosa comunidad cristiana en la
zona, ya que san Pablo según Hechos 28, 14, desembarcó en
Puteoli (hoy Pozzuoli), población de las cercanías entre Miseno y
Nápoles, en el año 61 para visitar a algunos hermanos y permanecer una
semana con ellos o de cualquier otra manera.
No necesitamos conjeturar mucho; la Cruz
está allí testimoniando fe y persecución bajo el polvo y las cenizas de
los siglos y dando fuerza y convicción a nuestra debilidad, aún cuando
está prohibida la entrada.
Pompeya
En las cercanías de Herculano, también en
el faldeo sur del Vesubio, se ubica Pompeya, que asimismo nos entrega
un testimonio precioso e invalorable hallado en la palestra[9] porticada frente al anfiteatro de la ciudad: un cuadrado misterioso de 25 letras desenterrado en 1936 por M. della Corte[10] en una columna recién sacada a luz[11],
inscripción completa que permitió la lectura total de otro cuadrado que
fracturado y con gran deterioro había sido hallado en 1925 por Maiuri y
datado por el mismo M. della Corte como del 62 d.C.en la casa de un
funcionario municipal Publius Paquius Proculus; ambos podían ser
comparados con otros semejantes excavados en la década de 1920 en
diversos lugares de la cuenca mediterránea, ej. en Egipto, Nubia, y aún
en zonas más alejadas como el muro de un edificio romano en Cirencester
(Inglaterra) al norte de Bristol, en Italia, Francia, Etiopía, en
edificios de los caballeros templarios, en monedas austríacas del s. XIV
y en Doura Europos.
Se trata de un sitio relevante sobre el
Éufrates medio, hoy territorio entre Siria e Irak, a un poco más de 400
km al norte de Damasco, donde se han descubierto una sinagoga, una
iglesia cristiana, manuscritos y además cuatro de éstos cuadrados en
distintas expediciones arqueológicas dirigidas por el belga Franz Cumont
(1922-23), gran investigador de la religión greco-romana y maestro de
figuras tan destacadas como George Dumézil y Jérome Carcôpino, y también
por M. Rostovzeff (1928-37), muy conocido por su interpretación
económica de la historia de la Grecia helenística y de Roma.
Desde 1900 con Klein hasta fines del s.
XX, no sin intentos anteriores, esta figura de anónima autoría, ha sido
estudiada por casi unos 150 investigadores pasando por Ernst, Cumont,
Carcôpino, Margheritta Guarducci, la descubridora de la tumba de San
Pedro en el Vaticano, etc.
Las interpretaciones se han dividido en dos líneas: a) los que sostienen una significación cristiana (Carcôpino[12],
Guarducci, Messori, etc.) y b) los que la niegan dándole una no
cristiana, tal vez de origen mitraico, cabalístico o judeo-gnóstico,
alquímico[13]
(ej. Dornseiff, Cumont, Moeller, etc.), o vinculándolo con cultos de
misterios o con grupos neopitagóricos señalando que no existe simbolismo
cruciforme en Pompeya y Herculano, mientras que las cruces de las
catacumbas serían recién del s. II d.C. Ya hemos visto que la cruz del ‘paedagogium’ de Herculano desdice dicha argumentación.
Algunos pensaron sin mucho fundamento en una fórmula enigmática de época judía o pagana a.C., pero en general fueron datados circa siglo III d.C.
El hallazgo de Pompeya remonta su
datación al s. I d.C., ya que allí todo lo hallado es anterior al 79,
obligándonos a deducir ciertas consecuencias o a derrumbar ciertos
esquemas –de los que después hablaremos-.
No olvidemos un dato importantísimo: éste
misterioso cuadrado, único de todos los encontrados, está coronado por
un triángulo equilátero que nos remite sin dudas a la Ssma. Trinidad, lo
que no se da en otras representaciones del mismo, pero vayamos ya a él:
No se necesita ser muy perspicaz para
advertir que las 25 letras constituyen en lengua latina un palíndromo
tanto horizontal como vertical, es decir se leen de izquierda a derecha,
a la inversa, de arriba hacia abajo y de aquí hacia arriba, además en
‘boustrophedon’, es decir, como ara el buey de izquierda a derecha, en
el renglón o surco siguiente de derecha a izquierda y así sucesivamente;
cuatro de esas palabras son conocidas y no cuesta encontrarlas en el
diccionario:
Sator: sembrador, del verbo serere y del supino satum, de donde proviene el sustantivo. Para algunos apócope de Salvator.
Tenet: 3ª persona singular, presente del Indicativo, del verbo tenere que significa sostener, sujetar, etc.
Opera: trabajo, labor (opera-ae) en caso Ablativo como complemento circunstancial de instrumento y no de opus-eris con el mismo significado.
Rotas: ruedas (rota-ae) en caso Acusativo como objeto directo.
Hasta aquí tenemos una aproximación que nos da: El sembrador sostiene con su trabajo las ruedas. Uno
se pregunta qué ruedas, pueden ser las del carro o las de un arado, ya
que algunos estaban provistos de las mismas para facilitar el empuje.
El problema se presenta con Arepo, que para algunos puede ser:
- a) un sustantivo propio, en este caso, aposición de sator, es decir, el nombre del sembrador;
- b) también puede corresponderse con el nombre de un ángel, por lo que el texto va elevando sus niveles de significación[14];
- c) o un sustantivo común de origen celta, conocido entre los romanos con el significado de ‘arado’, instrumento de labranza -según J. Carcôpino-, asimismo
símbolo de la cruz, como el ancla, el
mástil de una nave con el travesaño para sujetar las velas, la doble
segur, etc., según suelen verse en las catacumbas[15];
- d) también basándose en testimonios arqueológicos, AREPO, puede ser una sigla[16] formada con las iniciales de Aeternus Redemptor et Pastor omnipotens. Siendo así, la semántica continúa enriqueciéndose, ya no es el nombre de un cultivador cualquiera, ni el de un ángel que siembra carbones encendidos tomados de entre las ruedas del carro de Dios, como imagen funesta para el juicio de la Urbe, derivada de Ezequiel, ni un instrumento para la siembra literalmente entendido, sino que el sembrador se identifica con Nuestro Señor Jesucristo y el texto se profundiza quedando así:
El sembrador / Salvador (Cristo, labrador
del buen trigo), Redentor eterno y Pastor omnipotente, sostiene con su
trabajo (el sacrificio de la Cruz o con el arado, que también es
crucífero) las ruedas (del destino del hombre y del mundo).
Evidentemente el tal cuadrado, creído ‘mágico’[17].
por algunos en el medioevo, nada tiene de esas prácticas, y resulta ser
un símbolo cristiano por el contenido del discurso, pero además, es un
símbolo crucífero, porque observando bien descubrimos indicios claros de
una cruz. Veamos otra vez la disposición de las letras:
Los dos TENET forman una cruz, intensificada semánticamente por la letras T de los extremos; sabido que la T
griega o TAU, más frecuente en los cementerios romanos subterráneos que
la cruz latina también presente, es asimismo un símbolo de la Cruz, de
modo que todo el discurso del palíndromo está visiblemente sostenido por
la Cruz. Además las cuatro palabras restantes encierran todas una A y una O (en cursiva), símbolo del Alfa y el Omega, referidos por N.S. a Sí Mismo en Apocalipsis I, 8; como el latín tiene una sola O en su alfabeto, las dos O del griego, la breve y la larga, se transliteran a la lengua del Lacio con la única O que éste posee, enmarcando junto con la A, la cruz de los dos TENET.
Sin embargo no todo acaba en
ese plano, más de un estudioso creyó que inserto allí, se ocultaba otro
nivel significativo, motivada su oscuridad por un código cifrado pensado
para la persecución. En efecto la sospecha era cierta y se verificó con
el descubrimiento en 1925 realizado por Félix Grosser, alemán, y Sigurd
Agrell, escandinavo[18],
quienes estudiaron el palíndromo como un anagrama, o mejor dicho, como
un criptograma encontrando repetida en forma de cruz el inicio de la
oración enseñada por Jesús y registrada por Mateo y Lucas: Pater noster, disponiéndose las letras así:
Por otra parte en este ‘carré’ y no en
otros, se ven junto a él tres letras muy claras que constituirían la
clave del desencriptamiento: la N en el centro, la del Pater Noster, flanqueada de la A y la O, es decir el Alfa y el Omega, hecho omitido por la mayoría de los intérpretes, salvo muy pocos como Messori, García Olmo, etc.
Conclusiones
Los resultados de dicha investigación confirman:
1) La existencia de comunidades cristianas tempranas en la 2º mitad del s. I en Roma y otros puntos de Italia.
2) La antigüedad de la cruz como símbolo
paleocristiano refutando a los que la consideraban como de aparición
constantiniana o del s. II; la de Herculano es compatible en edad y
significado con la escondida en nuestro cuadrado.
3) Cuadrado que además nos permite otras
inferencias, como la simbología del alfa y el omega, de proveniencia
joánica y considerada más tardía.
4) El texto del Pater noster, la
oración que N.S.J.C. enseña a los apóstoles, registrada en Mateo 6,
9-13 y en Lucas 11, 1-4 en circunstancias levemente diferentes, implica
que existía una versión latina de la plegaria por excelencia, aún cuando
ésta se hubiera independizado del contexto neotestamentario.
5) La noción de filiación adoptiva de
cada hombre, se desprende de la invocación inicial como una novedad
absoluta en pleno respeto por la libertad humana. Recordemos las
condiciones asentadas en el prólogo de San Juan: a los que Lo
recibieron, a los que creyeron en Su nombre y a los que por el bautismo
nacen de Dios, ésos tienen una potestas: filios Dei fieri.
6) No sólo la oración, sino los evangelios enteros o sus capítulos más
relevantes eran conocidos y traducidos desde el griego a la lengua de
Roma denotando su redacción primitiva una antigüedad compatible con los
testigos directos de la vida del Señor, según lo señala el P. Carmignac[19]
y tantos otros, como incluso los sorprendentes papiros 4 y 5 de la
cueva 7 de Qumrân analizados por el P. José O’Callaghan y por Carsten
Peter Thiede con fragmentos de Marcos 6, 52-53 y de la primera epístola
a Timoteo, 3. Resulta así que el N.T. no es el producto de comunidades
cristianas tardías según el querer de los discípulos de R. Bultmann.
7) El triángulo sobremontado indica que
para el 79, a más tardar, ya los cristianos vislumbraban y veneraban
tanto el misterio del Dios encarnado como el del Dios Uno y Trino y
distinguían sus creencias de las de los paganos piadosos que creían en
un dios único o en las figuras más nobles del panteón mitológico.
8) Todavía no está clausurada el área de
investigación en ninguna de esos cuatro fondos arqueológicos, por lo que
las futuras indagaciones, especialmente en el campo de la epigrafía,
nos pueden deparar sorpresas, pero ya con lo que tenemos basta para
dejarnos mudos.
María Delia Buisel
9.11.2015
Una conferencia de la profesora Buisel, puede oírse aquí
[1]
También promovió en 1734 la primera expedición arqueológica a América
que descubrió y desenterró las ruinas de Palenque (México).
[2]
Roque Joaquín de Alcubierre (+ 1780), mayor del real Cuerpo de
Ingenieros de Nápoles, transferido en desde España, cuando ésta recuperó
el reino en manos de Austria en 1734, dirigió excavaciones en nueve
sitios del golfo desde Cumas a Sorrento.
[3] Cf. Eusebio de Cesarea. Historia Eclesiástica II, 15; III, 19 y IV, 14.
[4] Simon, Marcel. Verus Israel. Études sur las relations entre chrétiens et juifs dans l’Émpire Romain, Paris, 1964.
[5] Inglevert, Hervé. Les Romains chrétiens face a l’histoire de Rome, Paris, Institut d’Études Agustiniennes, 1996, pp. 25-33.
[6] Herculano comenzó a ser desenterrada en 1783.
[7] Messori, Vittorio. Padeció bajo Poncio Pilato, Madrid, Rialp, 1994, pp. 353-7.
Otra referencia en Hipótesis sobre Jesús, B.A., Ed. Don Bosco, 1987, p. 294, cuya 1ª edición italiana es de 1976, a partir de la que comenzó la divulgación del hecho.
[8] Bojo, Jean. “Missionaires, ils l’étaient… Soyons-le aussi” en Credo nº 176, août-septembre 2006, Ennery y comentario en Lectures françaises nº 595, novembre 2006, Chiré-en-Montreuil.
[9] Palestra que guarda numerosos graffiti y que fue edificada en 59 d. C., fecha que nos provee el término a quo; un terremoto acaecido en el 62 d.C. dañó seriamente las construcciones.
Cf. de Franciscis, A. Pompéi, Naples, Interdipress, 2000, pp. 3-10.
[10] Ruta, Juan Carlos. El Ágape hasta el fin. La Pascua de Jesucristo, La Plata, Fundación Santa Ana, 2006, tomo III, vol. 4 C III, pp. 764-5 y 931-4.
[11] Columna cuya cronología va del 59, año de construcción de la palestra hasta la erupción del 79.
[12] Carcôpino, J. “Le Christianisme sécret du carré magique”, Museum Helveticum, 1948, pp. 16-59; corregido y aumentado junto a Les Fouilles de Saint Pierre et la Tradition, Paris, Albin Michel, 1963.
[13] Pérez-Rubín, Carlos. “The sunken ruins of Pompeii and an age-old enigmatic specimen of Roman incidental epigraphy” en Documenta e instrumenta 2, 2004, pp. 173-192, La Rioja, España. Ver en este autor el estado de la cuestión.
[14] Ruta, J.C. Op. cit., p. 932.
[15] En las catacumbas la figura humana del orante con los brazos extendidos es un símbolo más cumplido de la cruz.
[16] Messsori, V. Padeció bajo Poncio Pilato, pp. 356-7.
[17] La interpretación judeo-gnóstica de Pérez-Rubín llega a este resultado después de analizar el valor numérico de cada letra: Satornilo sostiene (el secreto de ) las ruedas (celestiales) y los trabajos (alquímicos); ‘sator’ es contracción de Satornilo, nombre propio equivalente al latino Saturninus, identificado con algún gnóstico de Antioquia; ‘opera’ lo ve como plural de opus-eris; para ‘tenet’ admite el valor de ‘sostener’; ‘arepo’ es una ‘ nonsense word’, es el reverso de ‘opera’, necesario para completar la frase (Op. cit., p. 186), pero queda sin traducir; ‘rotas’ se
refiere a una rotación simbólica, con más precisión a una rotación
espiralada que representa la evolución espiritual. El autor concede
especial importancia a la letra N (p. 182), única que no se repite, ubicada en el centro del cuadrado, que según la Enciclopedia Judía, ocupaba
el lugar nº 13 del alfabeto proto-sinaítico, representada como una
serpiente hembra que se desliza significando la corporeidad de la
iluminación; en la cábala judía significa transmutación y metamorfosis o
renacimiento espiritual. Aquí el lugar central coincide con el nº 13.
Otro autor de influencia guenoniana,
Manrique M. Mom, en un artículo titulado “Ciclos cósmicos de la
Humanidad” traduce el palíndromo así: El Creador gobierna los procesos cíclicos con un trabajo inverso.
Entiende ‘rotas’ como los fenómenos de rotación de la Tierra sobre su
eje, de traslación alrededor del Sol y de precesión de los equinoccios;
‘arepo’ como trabajo inverso al que el Creador realiza con otros fines
(sin aclarar cuáles); en fin, se trata de un proceso de regulación de
los ciclos cósmicos de la humanidad, a los que se refería Cicerón como
el ‘Gran Año’ (cf. Somnium Scipionis XXII, 24). Véase http://www. geocities.com/findeciclo/ciclos cosmicos.
No es la única explicación de este tipo,
que en general se caracterizan por su ingeniosidad, esquematismo, y a
veces falta de confrontación con otras soluciones, en particular la
cristiana.
[18] Messori, V. Op. cit., p. 355.
[19] Carmignac, Jean. A l’écoute du Notre Père, Paris,
O.E.I.L., 1988. El autor señala para san Lucas un original griego,
pero para san Mateo, sostiene una primera redacción en una lengua
semítica: arameo o hebreo (pp. 6-12). Por otra parte, si bien Marcos no
registra el Pater Noster, alude al mismo en 11, 25-26; esta presencia en
los tres sinópticos lo lleva a imaginar una existencia recortada de
la plegaria, anterior a la redacción de los mismos, incorporada con
posterioridad a los Evangelios (Idem, pp. 92-103).