REVISTA CABIDO Nº 33-DICIEMBRE 2003
EDITORIAL
CRIMEN Y PROTESTA
ASI sin angustias -excepto y muchas para los argentinos de bien- la macabra república liberal y populista de las últimas décadas se va transformando en una república marxista. Siniestros de todo pelaje y rojos antecedentes ocupan los cargos claves, promulgan las leyes, elaboran los programas de
estudio, reforman las costumbres, se aposentan en los juzgados, dominan los medios, manipulan la diplomacia, se enseñorean sobre la casi totalidad de la vida política.
Empezando por el presidente, que goloso de su propia impunidad acrecienta día a día las pruebas de su militancia junto a las bandas subversivas setentistas. Como un estrambote tragicómico a su ruindad, el primer día de diciembre recibió a las dirigentes del Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas (AMMAR), cuya Secretaria General, Jorgelina Sosa, declaró a la prensa que el patagón le había prometido "ponerse todas las pilas y que contemos con él". No hubiera sido desatinado que les delegara el mando, pues con sus hijos ya está visto que no acertamos el rumbo.
Ninguna fuerza orgánica parece estar en condiciones de impedir este tránsito hacia la plena marxistización. Ni la Iglesia que consiente el ultraje sin movilizar a sus bautizados, ni las Fuerzas Armadas que aceptan ser comandadas por el que ayer secundó a los asesinos de sus soldados y hoy los reivindica como combatientes, ni los hombres de empresa, atentos al ejercicio de la usura que no a los intereses nacionales. Sólo el piqueterismo más impaciente presiona y hostiliza, pero como su ideología es concurrente con la del poder instalado, la orden es no reprimirlos. Al fin de cuentas se trata de compañeros de ruta un poco ansiosos por la desocupación y el hambre.
Vale la pena analizar los intencionales escamoteos que hace el gobierno para encarar esta grave cuestión. Se omite en primer lugar que lo ejecutado por el piqueterismo se llama delito, y que la asusencia de toda prevención o sanción frente a él constituye pecado de lenidad y causa de la descomposición del cuerpo social. No es una simple protesta que rechace ser criminalizada. Es un crimen contra el bien común que debe ser castigado, porque el escándalo es la fechoría, no el patíbulo. Se calla asimismo el hecho harto probado de que la totalidad de las organizaciones piqueteras responden a la estrategia marxista de la insurrección sistemática, mil veces explicitada en los textos leninistas y maoístas. Propaganda e insurrección, pedía Plejánov. La primera dirigida a la vanguardia para mantener y acrecentar los principios revolucionarios; la segunda dirigida a las masas lumpenproletarias para tenerlas en estado de agitación permanente. No habrá entonces subsidios o prestaciones oficiales que los detengan; mucho menos otras tantas fuentes de trabajo que pudieran crearse, porque la insurrección es un arte que requiere ejercicio, apostrofa Lenin, y nada la favorece más que la ausencia de toda contención estatal. Se escamotea al fin, en tercer lugar, que la comisión de tamaño delito y la puesta en marcha de esta táctica insurreccional, no podría llevarse a cabo sin la estructuración de la masa protagónica bajo las formas ya probadas de las milicias populares. Digámoslo sin subterfugio alguno: los piqueteros están armados, intimidando y prepoteando a su paso cuanto se les antoja atrepellar, encuadrados militarmente con un orden jerárquico, y dispuestos al despliegue del modo más cínico de la violencia: aquella en la que sus promotores terminan disfrazados de víctimas acusando de provocarla a quienes están obligados a reponer el orden. ¿Es que quieren acaso la toma del poder? No necesaria ni principalmente, pues ya lo tienen instalado con el montonero Kirchner. Lo que quieren es radicalizarlo, fogonearlo, crisparlo, llevarlo al límite de la tensión; pues cuanto más se tense más impulso tendrán sus disparos. Unos y otros coinciden en el mismo crimen contra la Nación. La protesta es la de la Nación contra el crimen.
No saldrá ahora algún desubicado a reprocharnos insensibilidad social. Si así fuera, bastará que se sepa que quienes escribimos estas líneas sobrellevamos todos los agobios económicos del común. Pero entiéndase de una vez que es exactamente al revés; los que disponen de poderosos medios para organizarse, movilizarse y hacer una profesión del quebrantamiento de la paz social, son estos estrategos del caos, amparados por la mano blanda del Régimen que los engendra. Los pobres genuinos trabajan y luchan, y si el trabajo falta se duplica el coraje para buscar el pan honradamente. Nadie tiene que contarnos esta experiencia.
Madrid de Corte a Checa, escribió Agustín de Foxá para marcar el trágico rumbo de una patria a la que sus históricos enemigos irreconciliables quisieron convertir en satrapía bolchevique. Aquí no hubo monarquía o dictadura alguna que tumbar. Bastó la democracia para parir esta tiranía de las izquierdas. Bien estará que con el español aquí mentado renovemos nuestra promesa de presentarle batalla. Cuando la patria quiera y suene su tambor, haremos centinela en medio de los trigos, para ganar, valientes, las batallas de Dios. •
Antonio CAPONNETTO
Ninguna fuerza orgánica parece estar en condiciones de impedir este tránsito hacia la plena marxistización. Ni la Iglesia que consiente el ultraje sin movilizar a sus bautizados, ni las Fuerzas Armadas que aceptan ser comandadas por el que ayer secundó a los asesinos de sus soldados y hoy los reivindica como combatientes, ni los hombres de empresa, atentos al ejercicio de la usura que no a los intereses nacionales. Sólo el piqueterismo más impaciente presiona y hostiliza, pero como su ideología es concurrente con la del poder instalado, la orden es no reprimirlos. Al fin de cuentas se trata de compañeros de ruta un poco ansiosos por la desocupación y el hambre.
Vale la pena analizar los intencionales escamoteos que hace el gobierno para encarar esta grave cuestión. Se omite en primer lugar que lo ejecutado por el piqueterismo se llama delito, y que la asusencia de toda prevención o sanción frente a él constituye pecado de lenidad y causa de la descomposición del cuerpo social. No es una simple protesta que rechace ser criminalizada. Es un crimen contra el bien común que debe ser castigado, porque el escándalo es la fechoría, no el patíbulo. Se calla asimismo el hecho harto probado de que la totalidad de las organizaciones piqueteras responden a la estrategia marxista de la insurrección sistemática, mil veces explicitada en los textos leninistas y maoístas. Propaganda e insurrección, pedía Plejánov. La primera dirigida a la vanguardia para mantener y acrecentar los principios revolucionarios; la segunda dirigida a las masas lumpenproletarias para tenerlas en estado de agitación permanente. No habrá entonces subsidios o prestaciones oficiales que los detengan; mucho menos otras tantas fuentes de trabajo que pudieran crearse, porque la insurrección es un arte que requiere ejercicio, apostrofa Lenin, y nada la favorece más que la ausencia de toda contención estatal. Se escamotea al fin, en tercer lugar, que la comisión de tamaño delito y la puesta en marcha de esta táctica insurreccional, no podría llevarse a cabo sin la estructuración de la masa protagónica bajo las formas ya probadas de las milicias populares. Digámoslo sin subterfugio alguno: los piqueteros están armados, intimidando y prepoteando a su paso cuanto se les antoja atrepellar, encuadrados militarmente con un orden jerárquico, y dispuestos al despliegue del modo más cínico de la violencia: aquella en la que sus promotores terminan disfrazados de víctimas acusando de provocarla a quienes están obligados a reponer el orden. ¿Es que quieren acaso la toma del poder? No necesaria ni principalmente, pues ya lo tienen instalado con el montonero Kirchner. Lo que quieren es radicalizarlo, fogonearlo, crisparlo, llevarlo al límite de la tensión; pues cuanto más se tense más impulso tendrán sus disparos. Unos y otros coinciden en el mismo crimen contra la Nación. La protesta es la de la Nación contra el crimen.
No saldrá ahora algún desubicado a reprocharnos insensibilidad social. Si así fuera, bastará que se sepa que quienes escribimos estas líneas sobrellevamos todos los agobios económicos del común. Pero entiéndase de una vez que es exactamente al revés; los que disponen de poderosos medios para organizarse, movilizarse y hacer una profesión del quebrantamiento de la paz social, son estos estrategos del caos, amparados por la mano blanda del Régimen que los engendra. Los pobres genuinos trabajan y luchan, y si el trabajo falta se duplica el coraje para buscar el pan honradamente. Nadie tiene que contarnos esta experiencia.
Madrid de Corte a Checa, escribió Agustín de Foxá para marcar el trágico rumbo de una patria a la que sus históricos enemigos irreconciliables quisieron convertir en satrapía bolchevique. Aquí no hubo monarquía o dictadura alguna que tumbar. Bastó la democracia para parir esta tiranía de las izquierdas. Bien estará que con el español aquí mentado renovemos nuestra promesa de presentarle batalla. Cuando la patria quiera y suene su tambor, haremos centinela en medio de los trigos, para ganar, valientes, las batallas de Dios. •
Antonio CAPONNETTO