lunes, 14 de marzo de 2016

LA BARCA SIN PESCADOR


LA BARCA SIN PESCADOR


“Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. Se refería Jesucristo a su Iglesia. Si la piedra sobre la cual el propio Cristo la fundó no se hiciese presente, la mano de Dios la sustentaría.

Una barca sin Pedro, o un Pedro sin barca?

franciscosolo1
De nuestro corresponsal en Roma
Existe un cierto simulacro de filosofía cuyo concepto más profundo se recoge en la máxima según la cual el valor de una verdad siempre guarda cierta proporción con el número de sus seguidores. Tal idea rige la capacidad de formar juicios de gran parte de nuestros contemporáneos, que no juzga necesario distinguir entre creer y opinar.
Podríamos llamarlo “hooliganismo” filosofal. En el concepto de sus exponentes, los baños de multitudes, además de la información vehiculada (e interpretada) por los medios escritos y audiovisuales, son el únicos índices fidedignos del prestigio de una verdad ante el público globalizado de nuestro siglo. Solo la ovación de las multitudes apuntaría los rumbos auténticos de la historia.

El problema es que recientemente el ruido de los medios trae consigo también un cierto rumor de fondo, de esos que asustan a los analistas y asesores políticos cuando perciben que la curva del prestigio por primera vez es descendiente dentro de un gráfico en que las encuestas sólo conocían trayectoria ascendiente.
La verdad no hace ruido.
Por eso a los “opinionistas” globalizados puede parecer sorprendente que algunos juzguen haber percibido algo que está sucediendo dentro del ámbito bergogliano.
Recientemente fueron legalizadas en Italia las así llamadas uniones civiles —primer paso para el pseudo-matrimonio homosexual— tras un debate caluroso en el cual el silencio del Vaticano llamó más la atención de muchos que todo el ruido del enfrentamiento entre las partes opuestas entre sí. El Family Dayrealizado en la Ciudad Eterna, marcha que congrega los partidarios de la familia tradicionalmente constituida, fue una manifestación clara —ya que hoy nos hemos propuesto hablar de fenómenos multitudinarios— de la presencia en la lucha de una multitud que seguramente hubiera querido que la voz del clero se hiciese oír. ¿Qué se debe sospechar? ¿Que tales voces no existen? ¿O que fueron calladas? Pero la principal pregunta que surge es otra: ¿Quién está realmente con Francisco? Algunos hablan de una barca sin Pedro. ¿Y si fuera lo contrario?
En el ámbito de lo político, aguas donde el obispo de Roma se moja cuando quiere y sólo con quien quiere, empiezan a escucharse opiniones que parecen haberse infiltrado en medio de la tremenda ola de apoyo con que los medios de comunicación suelen halagarlo. De acuerdo con una broma reciente de escaso valor persuasivo, los astrólogos de la Casa Blanca han estado más propensos a vaticinar la victoria de Donald Trump desde que se querelló con Francisco. De hecho, los amigos y simpatizantes de Bergoglio con el tiempo van entrando en la fila de perdedores. Cristina Kirchner, Evo Morales, Nicolás Maduro… Curiosamente, todos los amigos de Francisco encabezan partidos de izquierda que enarbolan la bandera del “pueblo”, un pueblo que más bien da señales de preferir salir de debajo de su sombra, buscando otro árbol mejor que lo cobije. ¿Será que la raíz de la verdad está destrozando poco a poco todos los caminos que Francisco se ha dedicado a asfaltar durante los últimos tres años? En el ámbito que realmente corresponde al Papado, esto es, lo religioso, más que un ruido de fondo, llama la atención un silencio que poco a poco gana un grande espacio.
Por más que Bergoglio no se sonroje ni siquiera al solapar los movimientos “rosados”, debería entender que para los católicos verdaderos, los que están dentro de la barca y no agarrados del lado de afuera, el homosexualismo militante en cada una de sus inacabables maneras de presentarse a si mismo resulta incompatible con la moral.
“Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. Se refería Jesucristo a su Iglesia. Si la piedra sobra la cual el propio Cristo la fundó no se hiciese presente, la mano de Dios la sustentaría. Quizá a los “hooligans” filosóficos, hinchas del San Lorenzo o no, habría que ponérselo en palabras a la altura de su inteligencia, tal vez intentando explicarles que la partida se sigue jugando, pero el campeonato ya fue comprado, al precio carísimo de la Sangre de Cristo, lo que no le quita en nada interés al partido, muy al contrario, es señal de que no será fácil ganarla y que por momentos, como en el actual pontificado bergogliano, habrá algunos que llegarán a pensar que se corre el peligro de perderla. Más bien, desde que Francisco entró en el campo, a pesar de la ovaciones histéricas que lo acompañaban hasta ahora, el marcador está más lento. Nos recuerda aquellos políticos con un público que los aplaude mayor que el público que vota a su favor. Si quieren, un globo que pierde más aire del que entra.
En realidad, los esfuerzos del mal son inútiles. Y paradójicamente son los medios de comunicación que nos traen las piezas de ese rompecabezas que al ir siendo montado, parece resaltar lo opuesto de lo que quiere transmitir: el gran eco del silencio.
De Denzinger-Bergoglio