Publicado por Revista Cabildo Nº31
Meses Agosto/Septiembre de 2003-3era,Época
CABILDO Nº31-AGOSTO/DEPTIEMBRE 2003
EDITORIAL
UN GOBIERNO INFAME
Se nos permitirá que en un propio decíamos ayer -sin pretensiones salmantinas- recordemos que en el último editorial acusamos al gobierno de obscenidad marxista. Acaso contenga el giro una redundancia, pero lo cierto es que si volvemos a él es porque se ve confirmado con el paso de las horas. En efecto, el alucinado patagón, ya decididamente convertido en un vulgar tiranuelo, no deja señales por dar sobre su roja militancia, desde homenajes al Che hasta espaciosas recepciones a Chávez, nuevos guiños a Castro, majaderías a la Carlotto o celebraciones indigenistas.
Pero todo ello y tantísimo más que fastidiaría enunciar, atropellada e indecorosamente ejecutado, al modo torpe y licencioso con que se consuman los apetitos sensuales desordenados. Alguien bautizó K a este estilo -que no es tal sino una pulsión disforme de maneras-, y en buenahora se imponga la denominación, mientras la consonante de marras no aluda a su apellido, sino al kakapo, un pajarraco trepador nocturno, según enseña el diccionario.
Llevado por este vértigo ideológico que lo devora, no ha trepidado en sellar alianzas públicas y formales con el piqueterismo, a cuyas hordas subsidia y financia, consiente desmanes, contravenciones y delitos, ampara y promueve sin reticencia alguna, mientras la cúpula de sus dirigentes es recibida y agasajada en los más altos despachos oficiales. Cuando el vejamen a las Fuerzas Armadas ha alcanzado su punto más álgido, quien debiera ser su Comandante, esto es su protector y adalid, les hace llegar el torvo mensaje de que ha decidido reclutar sus propias milicias populares, y que quienes conforman el remedo de Estado Mayor de las mismas, se manifiestan dispuestos a defenderlo en la calle y a los tiros. La expresión, como se sabe, es del basto D'Elía.
Tal vez sea la hora de decir que el piqueterismo aquí repudiado no lo es porque afea los espacios públicos y entorpece el tránsito, ni mucho menos porque pone de manifiesto la desoladora indigencia a la que fueron arrojados centenares de miles, por causa del modelo inmisericordemente impuesto. Queden para los liberales esas quejas, que son otra tantas pruebas de sus innúmeras culpas. El piqueterismo es una fuerza insurreccional perfectamente organizada por los poderes marxistas, con medios e impunidad suficientes como para presionar gobiernos, desalojarlos u ocuparlos, según convenga. Y es además -tal como se decidió en el Foro de Manta, realizado en esta ciudad ecuatoriana entre el 28 y el 29 de julio del 2000- la última estrategia revolucionaria del Comunismo Internacional.
Abandonados ya los ardides faquistas y eníristos de los años setenta, la izquierda ha ordenado el camino de la guerra social mediante la movilización del lumpen proletariado, una decisiva fuerza de choque ya prevista por Marx desde 1852, cuando diseña su tipología clasista y combativa, que así la denomina sin que sorprendan las coincidencias terminológicas. Lo sabe y lo asume Kirchner como pelea propia; llama y convoca a su mesa de trabajo a los líderes más revulsivos de tamaña embestida; se asegura la supervivencia, entregándoles prebendas, inmunidad jurídica y ausencia de represión policial para sus demasías. Y a efectos de que, ante el ascenso de estas milicias populares la humillación y la marginación de las Fuerzas Armadas sea más evidente, se permite el sarcasmo y el saínete de capturar a un par de crapulosos montoneros, no por sus perrerías guerrilleras sino por presuntos colaboracionistas de los represores castrenses. Mídase por esta cruel ironía la desmadrada audacia a la que ha llegado el desabrochado señor Kirchner de Fernández. Un doble gesto -hacia sus antiguos conmilitones y hacia las instituciones bélicas- que instala el más repugnante cinismo como procedimiento político.
Si nosotros creyéramos en la democracia, bien haríamos en preguntarnos quién votó a esta recua de terroristas y de piqueteros, quién le confió el cuidado de la cosa pública a los encapuchados cortadores de ruta, quién escogió para mandarnos a las células de la insurrección y del homicidio, qué sufragios se emitieron para que presida los destinos de la nación un rencoroso militante subversivo, desde cuándo las minorías electoralmente perdedoras representan a las mayorías. Porque por envilecida que esté la sociedad argentina -y vaya si lo está- no le vemos ganas de ser regida por un parodiador de trapisondas cubanas. Fiel cumplidor además de los designios norteamericanos.
Pero nada nos importa preguntarnos en nombre de la democracia, esa maldita meretriz que prohija y encumbra uno a uno a quienes corrompen a la patria. Nada preguntaremos a los emasculados representantes de lo políticamente correcto, sean pastores, generales u hombres de empresas. Nos interrogamos a nosotros mismos y a los argentinos bien nacidos con un ciceroniano hasta cuándo abusarán de nuestra paciencia. Y para que la paciencia no resulte complicidad con el enemigo gobernante, llamamos desde aquí a combatirlo con todas las fuerzas que podamos alcanzar y reunir. •
Antonio CAPONNETTO