VERDADES ETERNAS DE SAN
PÍO X ESCRITAS EN SU CARTA ENCÍCLICA SOBRE LA DEMOCRACIA, MÁS
VIGENTES AÚN QUE CUANDO FUERON ENSEÑADAS, PUES SE MANIFESTARON ACERTADÍSIMAS E INDISCUTIBLES
AL SER CONFRONTADAS CON LA REALIDAD POLÍTICA
QUE TRANSCURRIÓ DESDE ENTONCES. SI EN SU ÉPOCA FUERON PROFÉTICAS, EN NUESTROS
DÍAS SON UNA CRÓNICA ACTUAL DE LAS DESGRACIADAS POLÍTICAS VATICANA Y NACIONAL.
“Los verdaderos amigos del pueblo no
son ni revolucionarios ni renovadores, sino tradicionalistas”
LA DEMOCRACIA
VENERABLES HERMANOS: SALUD Y BENDICIÓN
APOSTÓLICA
INTRODUCCIÓN.
(I).-
Nuestro cargo apostólico nos impone la obligación de velar por la pureza
de la fe e integridad de la disciplina católica y de preservar a los fieles de
los peligros del error y del mal, mayormente
cuando el error y el mal se les presentan con un lenguaje atrayente que,
velando la vaguedad de las ideas y el
equívoco de las expresiones con el ardor
del sentimiento y la sonoridad de las
palabras, puede inflamar los corazones en el amor de causas seductoras pero
funestas. Tales fueron no ha mucho las doctrinas de los pseudofilósofos del
siglo XVIII, las de la Revolución y
del liberalismo tantas veces condenadas; tales son, aún hoy las teorías de
Le Sillon, las cuales, no obstante apariencias brillantes y generosas, carecen
con harta frecuencia de claridad, De
lógica y de verdad, y, por otra parte, no son propias ciertamente del espíritu
católico francés.
(2)- Hemos titubeado mucho tiempo,
Venerables Hermanos, en manifestar pública y solemnemente nuestro juicio acerca
de Le Sillon, habiendo sido preciso, para que nos decidiéramos a hacerlo que
vuestras preocupaciones vinieran a juntarse a las nuestras. Porque Nos amamos a
la valiente juventud alistada bajo la
bandera de Le Sillon, y la creemos, por muchos conceptos, digna de elogio y
admiración. Amamos a sus jefes, en quienes nos complacemos en reconocer
espíritus elevados, superiores a las pasiones vulgares y animados por el más noble entusiasmo por el
bien. Vosotros los habéis visto, Venerables Hermanos, penetrados de un afecto
vivísimo de fraternidad humana, ir al encuentro de los que trabajan y padecen
para sacarlos de lacería, sustentando su
sacrificio en el amor a Jesucristo y en las práctica ejemplar de la Religión.
LOS
DOS ASPECTOS DE “LE SILLON”.
(3)- Era el día de la memorable Encíclica
de nuestro Predecesor, de feliz memoria, León XIII sobre la condición de los
obreros. La Iglesia, por boca de su
cabeza soberana, había vertido sobre los humildes y pequeños todas las ternuras
de su corazón maternal, y parecía que con vivas ansias convocaba campeones, cada día más numerosos, de la
restauración de la justicia y del orden en nuestra sociedad perturbada. ¿No es
verdad que los fundadores de le Sillon venían en la ocasión propicia a muchedumbres
jóvenes y creyentes al servicio de la Iglesia para ayudarla a realizar sus deseos y esperanzas? Y en
hecho de verdad Le Sillon enarboló entre las clases obreras el estandarte de
Jesucristo, el signo de salvación para
los individuos y las naciones, alimentando su actividad social en las fuentes
de la gracia, imponiendo el respeto de la Religión a las gentes
menos favorables, acostumbrando a los ignorantes y los impíos a oír hablar de Dios, y a menudo, en
conferencias de controversia, ante un auditorio hostil, surgiendo, excitado por
una pregunta o por un sarcasmo, para confesar su fe denodada y ardientemente.
Estos eran los buenos tiempos de Le Sillon, este su lado bueno que explica los alientos y las aprobaciones que ni el
Episcopado ni la Santa Sede
le regatearon, mientras este fervor religioso pudo velar el verdadero carácter
del movimiento sillonista.
(4)- Porque hay que decirlo, Venerables
Hermanos: nuestras esperanzas se han visto en gran parte defraudadas, Llegó un
día en que Le Sillon descubrió, para ojos perspicaces, algunas tendencias
alarmantes. Le Sillon se extraviaba ¿Podría suceder otra cosa? Sus fundadores,
jóvenes, entusiastas y llenos de confianza en sí mismos, no estaban bastante pertrechados
de suficiente ciencia histórica, de sana filosofía y de teología sólida ni para
afrontar sin peligro los difíciles problemas iniciales a los que arrastraba su
actitud y su corazón, ni para precaverse, en el terreno de la doctrina y de la
obediencia, contra las infiltraciones liberales y protestantes.
(5) No les faltaron consejos; a los
consejos sucedieron los avisos; pero hemos tenido el sentimiento de ver que
avisos y reprensiones se deslizaban sobre almas escurridizas sin producir
resultado. Las cosas han llegado a tal extremo que haríamos traición a nuestro deber si
guardáramos silencio por más tiempo. Tenemos
obligación de decir la verdad a nuestros queridos hijos de Le Sillon, a
quienes un generoso ardor ha llevado a un camino tan errado como peligroso.
Tenemos obligación de decirla a los muchísimos seminaristas y sacerdotes que Le
Sillon ha apartado, si no de la autoridad, por lo menos de la dirección e
influencia de los Obispos; tenemos obligación de decirla, finalmente, a la Iglesia, dentro de la cual
Le Sillon siembra la discordia y cuyos intereses compromete.
I.- CENSURAS A LE
SILLON.
a- Pretende
sustraerse a la dirección de la
Iglesia.
6)- En primer
lugar conviene censurar severamente la pretensión de Le Sillon de sustraerse a
la dirección de la autoridad eclesiástica. Los jefes de Le Sillon alegan que se
mueven en un terreno que no es el de la Iglesia, que sólo se proponen fines de orden
temporal, y del orden espiritual; que el sillonista es simplemente un católico
dedicado a la causa de las clases trabajadoras, a las obras democráticas, y que
saca de las prácticas de su fe la valentía de su sacrificio; que no más ni
menos que los artesanos, los labradores, lo economistas y los políticos
católicos, está sujeto a las reglas de la moral, comunes a todos, sin depender
ni más ni menos que ellos, de una manera especial de la autoridad eclesiástica.
7)-
Facilísima es la contestación de estos subterfugios. ¿A quien se hará creer que
los sillonistas católicos, que los sacerdotes y seminaristas alistados en sus
filas no tienen en su actividad social, más fin que las intereses temporales de
las clases obreras? Afirmar de ellos tal cosa, creemos que sería hacerles
agravio. La verdad es que los jefes de
Le Sillon se proclaman idealistas irreductibles; que quieren levantar las
clases trabajadoras, levantando primero la conciencia humana; que tienen una
doctrina social propia y principios filosóficos y religiosos propios para reorganizar la Sociedad con un plan
nuevo; que se han formado un concepto especial de la dignidad humana, de la
libertad, de la justicia y de la fraternidad, y que, para justificar sus sueños
sociales, apelan al Evangelio interpretado a su modo, y los que es más grave
todavía, a un Cristo desfigurado y disminuido. Además enseñan estas ideas en
sus círculos de estudios, las inculcan a
sus compañeros y las trasladan a sus
obras. Son, por tanto, verdaderos profesores de moral social,
cívica y religiosa; y cualesquiera que sean las modificaciones que quieran introducir en la organización del
movimiento sillonista, tenemos el
derecho de decir que el fin de Le Sillon, su carácter, su acción, pertenecen al
dominio de la moral, que es el dominio propio de la Iglesia, y que, por consiguiente, se alucinan los
sillonistas cuando creen obrar en un terreno en cuyos linderos expiran los
derechos del poder doctrinal y directivo de la autoridad eclesiástica.
8)- Aunque sus doctrinas estuvieran
limpias de error, fuera con toda eso gravísima infracción de la disciplina
eclesiástica el sustraerse obstinadamente
a los que han recibido del cielo la misión de guiar a los individuos y a
las sociedades por el recto sendero de la verdad y del bien. Pero el mal es más
hondo, ya lo hemos dicho: Le Sillon, arrebatado por un amor mal entendido a los
débiles, se ha deslizado en el error.
b- Pretende la igualdad y nivelación
absoluta de clases.
9)- En efecto, Le Sillon se propone el mejoramiento y
regeneración de las clases obreras. Más sobre esta materia están ya fijados los
principios de la doctrina católica, y ahí está la historia de la civilización
cristiana para atestiguar su bienhechora fecundidad. Nuestro Predecesor, de
feliz memoria, los recordó en páginas magistrales, que los católicos aplicados
a las cuestiones sociales deben estudiar y tener siempre presentes. El enseñó especialmente que la democracia
cristiana debe “mantener la diversidad de clases, propias ciertamente de una
sociedad bien constituida, y querer para la sociedad humana aquella forma y
condición que Dios, su Autor, le señaló” (Graves de communi). Anatematizó
una “cierta democracia cuya perversidad
llega al extremo de atribuir en la sociedad la soberanía al pueblo y procurar
la supresión y nivelación de las clases”. Al propio tiempo, León XIII
imponía a los católicos el único programa de acción capaz de restablecer y
mantener a la sociedad en sus bases cristianas seculares. Ahora bien ¿qué han
hecho los jefes de Le Sillon? No sólo han adoptado un programa y una enseñanza
diferente de los de León XIII (y ya sería singular audacia por parte de unos
legos el erigirse en directores de la actividad social de la Iglesia en competencia con
el Soberano Pontífice), sino que abiertamente han rechazado el programa trazado
por León XIII, adoptando otro diametralmente opuesto. demás de esto, desechando
la doctrina recordada por León XIII acerca de los principios esenciales de la
sociedad, colocan la autoridad en el pueblo o casi la suprimen, y tienen por
ideal realizable la nivelación de clases. Van, pues, al revés de la doctrina
católica, hacia un ideal condenado.
10)-
Ya sabemos que se lisonjean de levantar la dignidad humana y la condición,
harto menospreciada, de las clases trabajadoras; de procurar justas y perfectas
las leyes del trabajo y las relaciones entre
el capital y los salarios, de hacer reinar, en fin, sobre la tierra una
justicia mejor y mayor caridad; y de promover en la humanidad, con movimientos
sociales hondos y fecundos, un progreso inesperado. Nos, ciertamente, no
vituperamos esos esfuerzos, que serían a todos visos excelentes si los
sillonistas no olvidaran que le progreso de un ser consiste en organizar sus facultades naturales
con nuevas fuerzas, y en facilitar el ejercicio de su actividad en los límites
y leyes de su constitución; pero que sí, al contrario, se hieren sus ótganos
esenciales y se violan los límites de su actividad, se le empuja, no hacia el
progreso, sino hacia la muerte. Esto es, sin embargo, lo que ellos quieren
hacer de la sociedad humana; su sueño consiste en cambiar sus cimientos
naturales y tradicionales y en prometer una ciudad futura edificada sobre otros
principios que se atreven a declarar más fecundos, más beneficiosos que
aquellos sobre los que descansa la actual sociedad cristiana.
(11)- No, Venerables Hermanos –preciso es recordarlo enérgicamente en estos
tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores
y legisladores-, no se edificará la ciudad
de modo distinto de cómo Dios la edificó; no se edificará la sociedad si
la Iglesia no
pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por
inventar ni la ciudad nueva por edificar en las nubes. Ha existido y existe; es
la civilización cristiana, es la ciudad católica. No se trata más que de
establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos
contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y
de la impiedad: Omni instaurare in
Christo.
Y para que no se nos acuse de formular
juicios demasiado sumariante y con rigor no justificado acerca de las teorías sociales de Le Sillón, queremos recordar sus
puntos esenciales.
II.- PUNTOS
ESENCIALES DE LE SILLON
a).-Pretende
elevar malamente la dignidad humana.
12)- Le Sillón tiene la noble
preocupación de la dignidad humana. Pero esta dignidad la entiende a la manera
de ciertos filósofos, de quienes la
Iglesia dista mucho de poder alabarse.
b)
Por la libertad e igualdad humanas.
13)- El primer elemento de esta dignidad
es la libertad, entendida en el sentido de que todo hombre, excepto en materia
de religión, es autónomo. De este principio fundamental saca las siguientes conclusiones:
Hoy el pueblo está en tutela debajo de una autoridad distinta a él; luego debe
liberarse de ella; emancipación política. Está bajo la dependencia de patronos
que, detentando sus instrumentos de trabajo, lo explotan, oprimen y rebajan;
luego debe sacudir su yugo, emancipación económica. Está dominado, finalmente,
por una casta llamada directora, a la cual su desarrollo intelectual asegura
una preponderancia indebida en la dirección de los negocios; luego debe
sustraerse a su dominación: emancipación
intelectual. La nivelación de las
condiciones desde este triple punto de vista establecerá entre los hombres la
igualdad, y esta igualdad es la verdadera justicia humana. Una organización
social y política fundada sobre esta base, la libertad y la igualdad (a las que
pronto vendrá a juntarse la fraternidad) he aquí lo que ellos llaman
democracia.
c) Por la participación del poder de la democracia.
14)- Sin embargo, la libertad y la igualdad
no constituyen más que el lado, por decirlo así, negativo. Lo que constituye
propia y positivamente la democracia es la participación mayor posible de todos
en el gobierno de la cosa pública. Y
esto comprende un triple elemento: político, económico y moral.
Por de pronto, en política, Le Sillón no
suprime la autoridad; antes al contrario, la estima indispensable; pero quiere
dividirla o, mejor dicho multiplicarla de tal manera que cada ciudadano llegue
ser una especie de rey. La autoridad, es cierto, dimana de Dios, pero reside
primordialmente en el pueblo, del cual se desprende por vía de elección o,
mejor aún, de selección sin que por esto se aparte del pueblo y sea
independiente de él; será exterior, pero sólo en apariencia; en realidad será
interior, porque será una autoridad consentida.
A proporción, ocurrirá lo propio en el
orden económico. Sustraído a una clase particular, el patronazgo se
multiplicará tanto que cada obrero será una especie de patrono. La forma
llamada a realizar este ideal económico no será, según dicen: la del
socialismo, sino un sistema de cooperativas suficientemente multiplicadas para
provocar una concurrencia fecunda y para segurar la independencia de los
obreros, que no estarán encadenados a ninguna de ellas.
15)- He aquí ahora el elemento capital,
el elemento moral. Como la autoridad, según se ha visto es muy reducida, es
menester otra fuerza para suplirla y para oponer una reacción permanente al
egoísmo individual. Este nuevo principio, esta fuerza, es el amor del interés
público, es decir, del fin mismo de la profesión y de la sociedad. Imaginaos
una sociedad donde en el alma de cada ciudadano estos amores se subordinaran de
tal modo que el bien superior se antepusiera
siempre al bien inferior, esta sociedad ¿no podría pasarse casi sin autoridad y
no ofrecería el ideal de la dignidad
humana, teniendo cada ciudadano alma de rey, cada obrero un alma de patrono?.
Arrancado de la estrechez de sus intereses privados y elevados al de su
profesión, y más arriba, al de la nación entera, y más arriba aún, hasta los de
la humanidad (pues el horizonte de Le Sillón no se detiene en las fronteras de la Patria, sino que se
extiende a todos los hombres hasta los confines del mundo), el corazón humano,
ensanchado por el amor del bien común, abrazaría a todos los compañeros de la
misma profesión, a todos los compatriotas, a todos los hombres. Y he aquí la
grandeza y la nobleza humana ideal realizada por la célebre trilogía: Libertad,
Igualdad, Fraternidad.
16)- Ahora bien, estos tres elementos,
político, económico y moral, están subordinados uno a otro, siendo el
principal, según hemos dicho, el elemento moral. En efecto, imposible es que
viva democracia política alguna si carece
de raíces profundas en la democracia económica: pero, a la vez ni una ni otra
son posibles si no arraigan en tal estado de ánimo que la conciencia posea
responsabilidades y fuerzas morales proporcionadas. Pero suponed un estado de
ánimo así formado de responsabilidad consciente
y de fuerzas morales; y la democracia económica surgirá de ahí,
naturalmente, para explicarse en actos de esa responsabilidad conciente y de
esas fuerzas; del mismo modo y por igual camino saldrá del régimen corporativo
la democracia política; y la democracia política y la económica, está como soporte de aquella,
quedarán asentadas en la conciencia, aún del pueblo sobre fundamentos
inquebrantables.
17)- Tal es, en resumen la teoría, se
podría decir, el sueño, de Le Sillón; a eso tiende su enseñanza, y lo que llama
educación democrática del pueblo, es a saber, a levantar al sumo grado la conciencia y la responsabilidad cívica de cada ciudadano, de donde fluirá la
democracia económica y la política, y el
reinado de la justicia, de la igualdad y de la fraternidad.
REFUTACIÓN DE ESTAS IDEAS
18)- Esta rápida exposición, Venerables
Hermanos, os nuestra ya claramente cuanta razón teníamos de decir que Le Sillón opone doctrina a
doctrina, que edifica su ciudad sobre una
teoría contraria a la verdad católica y
que falsea las nociones esenciales y fundamentales que regulan las relaciones
sociales en toda sociedad humana. Las siguientes consideraciones pondrán
todavía más de realce dicha oposición.
Ideas erróneas sobre la autoridad.
19)- Le
Sillón coloca primordialmente la autoridad pública en el pueblo, de quien
se deriva luego a los gobernantes, de tal manera, sin embargo, que continúa
residiendo en él. Pero León XIII condenó formalmente esta doctrina en su Encíclica “Diuturnum illud”, sobre el
Principado político, cuando dice: “Muchísimos modernos, siguiendo las huellas
de los que en el siglo pasado se atribuyeron el nombre de filósofos, afirman
que toda potestad procede del pueblo, por lo cual, los que la ejercen en la sociedad no la ejercen por derecho
propio, sino por delegación del pueblo y con la delegación del pueblo y con la
expresa condición de ser revocada por la voluntad del mismo pueblo que se la
confirió. Enteramente contrario es el sentir de los católicos que hacen derivar de Dios el
derecho de mandar, como de su principio natural y necesario”. Sin duda Le
Sillón hace descender de Dios esta
autoridad, que coloca primero en el pueblo; más de tal manera que “sube de
abajo para ir arriba, mientras que en la organización de la Iglesia el poder desciende
de arriba para ir abajo” (Marc Sanguier, Discurso en Rouen, 1907). Pero
prescindiendo de una anomalía de una delegación que sube, cuando por su
condición es natural que baje, León XIII refutó de antemano esta tentativa de
conciliación de la doctrina católica con el error del filosofismo. “Importa
advertir en esta lugar que los supremos gobernantes pueden en ciertos casos ser
elegidos por la voluntad y decisión del pueblo, sin que la doctrina católica lo
contradiga ni repugne. Bien que esta elección designa al príncipe, más no le
confiere los derechos del principados, ni delega el poder, sino que determina
por quien ha de ser ejercido”.
20)- Por lo demás, si el pueblo permanece
poseedor del poder, ¿qué viene a ser la autoridad? Una sombra, en mito; no hay
ya ley propiamente dicha; no hay ya obediencia. Le Sillón mismo lo reconoce al
reclamar en nombre de la dignidad humana
la triple emancipación política, económica e intelectual; la ciudad
futura para la cual se afana, no tendrá
ni amos ni servidores; los ciudadanos serán todos libres, todos camaradas,
todos reyes. Una orden, un precepto fuera
un atentado contra la libertad; la subordinación a una autoridad cualquiera,
disminución del hombre, la obediencia, degeneración. ¿Es esto, Venerables
Hermanos, la traza con que la doctrina tradicional de ls Iglesia nos
representa las relaciones sociales en la
ciudad, aunque más perfecta se la suponga? ¿Por ventura toda sociedad de
hombres independientes y desiguales por naturaleza no necesita de una autoridad
que dirija la acción de todos al bien común y que imponga su ley? Y si en la
sociedad hay seres perversos (y los habrá siempre), ¿no deberá la autoridad ser
tanto más fuerte cuanto más amenazador
sea el egoísmo de los malvados? Además, ¿puede
decirse con sombra siquiera de razón, que sean incompatibles al autoridad y la
libertad, a menos de engañarse groseramente sobre el concepto de libertad? ¿Acaso
no tenía presente el Apóstol San Pablo la sociedad humana en todos sus estados posibles cuando
prescribía a los fieles la sumisión a toda autoridad? ¿Acaso la obediencia a
los hombres, en cuanto representantes legítimos de Dios, es decir, en suma, la
obediencia a Dios rebaja al hombre y le abate bajo de sí mismo? ¿O es que el
estado religioso fundado sobre la obediencia será contrario
al ideal de la naturaleza humana? ¿O que los Santos, que han sido los
más obedientes de los hombres, habrán sido esclavos y degenerados? Puede
imaginarse, en fin, un estado social donde Jesucristo, vuelto a la tierra, no
diera ya ejemplo de obediencia, ni dijera: “Dad al César lo que es del César y
a Dios lo que es de Dios?
Ideas erróneas sobre la justicia e
igualdad.
21)- Le
Sillón, que enseña semejantes doctrinas, y las pone en práctica en su vida
interior, siembra por tanto, entre vuestra juventud católica nociones erróneas
y funestas sobre la autoridad, la libertad y la obediencia. Lo propio
ocurre con la justicia y la igualdad. Se esfuerza, dice, en realizar una era de
igualdad, que será por eso mismo una era de justicia mejor. Para él, pues, toda
desigualdad de condición es una injusticia, o al menos una menor justicia:
principio sobremanera contrario a la naturaleza de las cosas, generador de
envidia y de injusticia, y subversivo de todo orden social, Asimismo la democracia es la única que,
según él, inaugurará el reinado de la
justicia perfecta; más, ¿no es esto hacer injuria a las otras formas de
gobierno, que se rebajan de esta suerte a la condición de gobiernos impotentes,
sufrideros tan sólo a falta de cosa mejor? Por lo demás, Le Sillón tropieza
también en este punto con las enseñanzas de León XIII. Hubiera podido leer en la Encíclica ya citada del
Principado político que, “salva la
justicia, no está prohibido a los
pueblos darse el gobierno que responda mejor a su carácter o las instituciones
y costumbres que recibieron de sus antepasados”.
Ahora bien; como la Encíclica se
refiere a la triple forma de gobierno
bien conocida, supone, por el mismo caso, que la justicia es compatible con
cada una de ellas. Pues la
Encíclica sobre la condición de los obreros, ¿no afirma
claramente la posibilidad de restaurar
la justicia en las organizaciones actuales de la sociedad, puesto que indica
los medios? Más como, sin duda alguna quería hablar León XIII, no de una
justicia cualquiera, sino de la justicia perfecta, al enseñar que la justicia
es compatible con las tres formas de gobierno conocidas, enseñaba también que,
por este lado, no goza la democracia de especial privilegio.
Los sillonistas, que pretenden lo
contrario, o bien rehúsan oir a la
Iglesia, o se forman de la justicia y de la igualdad un
concepto que no es católico.
Ideas erróneas de la fraternidad
22)- Otro tanto sucede con la noción de
la fraternidad, cuyo fundamento ponen en el amor de los intereses comunes o,
por encima de todas las filosofías y de todas las religiones, en la simple
noción de humanidad, englobando así, en un mismo amor y tolerancia, a todos los
hombres con todas sus miserias, tanto intelectuales y morales, como físicas y
temporales. Más la doctrina católica nos
enseña que el primer deber de la caridad no está en la tolerancia de las
convicciones erróneas, por sinceras que sean, ni de la indiferencia teórica o
práctica para el error o el vicio en que vemos sumidos a nuestros hermanos,
sino en el celo por su mejoramiento intelectual y moral, no menos que por su
material bien al prójimo se halla en el amor de Dios, Padre común de toda la
familia humana, y en el amor de Jesucristo,
de quien somos en tal excelso grado miembros, que consolar a un desgraciado es
hacer bien al mismo Jesucristo. Todo otro amor es ilusión o afecto estéril y
pasajero.
Bien lo acredita la experiencia humana en
las sociedades paganas o laicas de todos los tiempos probando que a ciertas
horas la consideración de los intereses comunes o de la semejanza de naturaleza pesa muy poco en pugna con los
apetitos y pasiones del corazón. No, Venerables Hermanos, no hay verdadera fraternidad fuera de la caridad cristiana, que por
amor de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Salvador, abraza a todos los
hombres para consolarlos y llevarlos a todos a una misma fe y a una misma
bienaventuranza del cielo. Al separa la fraternidad de la caridad cristiana así
entendida, la democracia, lejos de ser un progreso constituiría un retroceso
desastroso para la civilización. Porque para llegar, como deseamos con toda
nuestra alma que se llegue, a la mayor suma de bienestar posible para la
sociedad y para cada uno de sus miembros por la fraternidad, o como también se
dice, `por la solidaridad universal, son menester la unión de los
entendimientos en la verdad, la unión de los corazones en el amor de Dios y de
su Hijo Jesucristo. Más como tal unión no sea realizable sino por la caridad
católica, síguese que ésta es la única que puede conducir a los pueblos por el
camino del progreso al ideal de la civilización.
Ideas erróneas sobre la dignidad humana.
23) En fin, como principio y fundamento
de todas las falsificaciones de las nociones sociales fundamentales, asienta Le
Sillón una falsa idea de la dignidad humana. Dicho suyo es, que el hombre no
será verdaderamente hombre, esto es, digno de este nombre, sino cuando haya
adquirido una conciencia ilustrada, fuerte, independiente, autónoma, poderosa para prescindir de señor, no
obedeciendo más que a sí mismo, capaz de asumir y soportar sin desviarse de su
deber las más graves responsabilidades. He
aquí una muestra de esas frases hinchadas
con que se exalta el orgullo humano, a manera de sueño que arrastra al
hombre sin guía y sin socorro por el camino de la ilusión, donde, esperando el
gran día de la plena conciencia, será devorado por el error y las pasiones.
Y ¿Cuándo llegará ese gran día? A menos de que cambie la naturaleza humana (lo
cual no está en poder de Le Sillón) ¿vendrá alguna vez? ¿acaso tenían esa
dignidad los santos, por quienes llegó a su apogeo la dignidad humana? Y los
humildes de la tierra que no pueden subir tan alto y que se contentan con
trazar modestamente su propio surco en
la categoría que la Providencia
les ha asignado, cumpliendo enérgicamente sus deberes en la humildad,
obediencia y paciencia cristianas ¿No serán dignos de llamarse hombres, ellos a
quien el Señor sacará un día de su condición oscura para colocarlos en el cielo
entre los príncipes de su pueblo?
24)- Pero basta ya de reflexiones sobre
los errores de Le Sillón, pues si pretendiéramos agotar la materia, habríamos
de llamar vuestra atención sobre otros dictámenes suyos igualmente errados y
peligrosos; verbigracia, sobre la manera de entender el poder coercitivo de la Iglesia. Importa
ver ahora la influencia de estos errores en la conducta práctica de Le Sillón y
en su acción social.
III
PRÁCTICA DE LAS IDEAS SILLONISTAS.
25) Las doctrinas de Le Sillón no quedan
en el dominio de la abstracción filosófica, sino que se enseñan a la juventud
católica, y a más, se ensaya en vivirlas. Considerándose Le Sillón como el
núcleo de la ciudad futura, la refleja con la mayor fidelidad posible,
desterrando de su seno toda jerarquía. El cuerpo escogido que lo dirige se ha
separado del vulgo por selección, es decir, imponiéndose por su autoridad moral
y por sus virtudes. Libres son la entrada y la salida. Los estudios se hacen
sin maestros, o cuando más con algún consejero. Los círculos de estudio son
verdaderas cooperativas intelectuales,
donde cada cual es en un todo maestro y discípulo. El más ilimitado
compañerismo reina entre los miembros y
pone en total contacto sus almas; de aquí el alma común de Le Sillón. Se ha
definido “una amistad”. El mismo sacerdote cuando entre en él, abate la
eminente dignidad de su sacerdocio, y por el más extraño trueco de papeles, se
hace alumno, se pone a nivel de sus jóvenes amigos, y no es ya más que un
camarada.
26)- En estas costumbres democráticas y
en las teorías sobre la ciudad ideal que las inspira, reconoceréis, Venerables
Hermanos, la causa secreta de las faltas de disciplina que tan frecuentemente
habéis tenido que reprochar a Le Sillón. No es maravilla que en los jefes
y sus camaradas de tal manera formados,
aunque sean seminaristas o sacerdotes, no halléis el respeto, docilidad u
obediencia que se deben a vuestras personas y autoridad; que experimentéis de
parte de ellos una sorda oposición y tengáis el sentimiento de ver que se
desentienden totalmente de las obras no
sillonistas, o que, forzados por la obediencia, se entregan a ellos con
disgusto. Vosotros sois el pasado; ellos
son los bastidores de la futura civilización. Vosotros representáis la
jerarquía, las desigualdades sociales y la obediencia; instituciones anticuadas
las cuales sus almas, prendadas de otro ideal, no pueden plegarse. Sobre
esta situación de ánimo tenemos el testimonio de hechos dolorosos, capaces de
arrancar lágrimas; y no podemos , a
pesar de nuestra longanimidad, librarnos de un justo sentimiento de
indignación. ¡Cómo no! Se infunde a vuestra juventud católica la desconfianza
pararon su Santa Madre la
Iglesia; se le enseña que después de diecinueve siglos no ha logrado aún constituir en el mundo la
sociedad sobre sus verdaderas bases; que no ha entendido las nociones sociales
de autoridad, libertad, igualdad,
fraternidad y dignidad humana; que los insignes obispos y monarcas que tan
gloriosamente crearon la Francia
y la gobernaron no supieron dar a su pueblo ni la verdadera justicia, ni la verdadera felicidad, porque no
tenían el ideal de Le Sillón.
El soplo de la revolución ha pasado por
ahí; de donde podemos concluir que si las doctrinas de Le Sillón son erróneas
su espíritu es peligroso y su educación funesta.
IV. LE SILLÓN NO SATISFACE A LA IGLESIA.
27)- Pues entonces ¿qué pensar de su
acción en la Iglesia,
de la acción de ese Le Sillón, cuyo catolicismos es tan quisquilloso que a poco
más, quienquiera que no abrace su causa es a sus ojos enemigos interior del
catolicismo y no entiende palabra del Evangelio ni de Jesucristo? Creemos que hay que insistir en este punto,
porque precisamente su celo católico le ha valido a Le Sillón, hasta estos
últimos tiempos, preciosos alientos e ilustres aprobaciones. Más ahora, en
vista de las palabras y obras, debemos declarar que así por la conducta como
por la doctrina Le Sillón no satisface a la Iglesia.
a) admite sólo la forma democrática.
28)- En primer lugar, su catolicismo no acepta más forma de
gobierno que la democrática, que a su juicio es la más favorable a la Iglesia, y se confunde por
decirlo así con ella, enfeudando de este modo la religión a un partido
político. No tenemos necesidad de demostrar que el advenimiento de la
democracia universal no tiene nada que
ver con la acción de la
Iglesia en el mundo; ya hemos recordado que la Iglesia ha dejado siempre
a los pueblos el cuidado de darse el gobierno que considere más conveniente a
sus intereses. Lo que una vez más queremos afirmar, de acuerdo a nuestro
Predecesor, es que hay error y peligro
en atar sistemáticamente el catolicismo
a una forma de gobierno; error y peligro que son más graves cuando se cifra la
religión en un género de democracia cuyas doctrinas son erróneas. Este es
el caso de Le Sillón, el cual, comprometiendo la Iglesia en una forma
especial de gobierno, divide a los católicos, arranca a la juventud y aún a los
sacerdotes y seminaristas de la acción simplemente católica y gasta sin ningún
provecho las fuerzas vivas de una parte de la nación.
b) Prescinde de la religión.
29)- Y ved, Venerables Hermanos una
sorprendente contradicción: precisamente invocando el principio de que la
religión debe dominar sobre todos los partidos, se abstiene Le Sillón, de
defender la Iglesia
combatida. No es esta, en verdad la que a la arena política ha descendido;
antes bien la han arrastrado a ella para mutilarla y despojarla. Y siendo esto
así, ¿no deben los católicos usar de las
armas políticas que tienen en sus manos para defenderla, y también para
obligar a la política a mantenerse en su
terreno y no ocuparse con la
Iglesia más que para darle lo que es debido. Pues bien, a vista de las
tropelías que se perpetran contra la
Iglesia, vese frecuentemente con dolor a los sillonistas
cruzarse de brazos, si no les tiene en cuenta el defenderla, véseles dictar o
sostener un programa que por ningún
lado, ni en ningún lado, descubre al católico, sin que esto sea obstáculo
para que esos mismos hombres confiesen
su fe en plena lucha política, al golpe de alguna provocación, dando así a entender que hay dos hombres en
el sillonista: el individuo que es católico, y
el sillonista, el hombre de acción, que es neutro.
30)- Hubo un tiempo en que Le Sillón,
como tal, era formalmente católico. No conociendo más fuerza moral que la
católica, iba proclamando que la democracia sería católica o no sería. Más
llegó un momento en que, mudando de
parecer, dejó a cada cual su religión o filosofía, y hasta él mismo dejó de
llamarse católico, sustituyendo aquella su fórmula: “La democracia será
católica” con esta otra: “La democracia no será anticatólica”, como tampoco,
por lo demás antijudía o antibudista. Ésta fue la época del más grande Le
Sillón. Convocados para la construcción de la ciudad futura todos los obreros
de todas las religiones y de todas las sectas, no se les puso más exigencia que
abrazar el mismo ideal social, respetar todas las creencias y aportar alguna
porción de fuerzas morales. Es verdad que se decía: “Los jefes de Le Sillón
sobreponen a todas las cosas su fe
religiosa ¿Pero pueden acaso quitar a los demás el derecho de sacar la energía
moral, de donde puedan? En compensación
quieren que los demás respetan en ellos el derecho de sacarla de su fe
religiosa. Por consiguiente, piden a todos los que quieran transformar la
sociedad presente, a la manera democrática, que no se repelen mutuamente por
causa de sus convicciones filosóficas o religiosas que puedan separarlos, sino
que vayan mano a mano, no renunciando a sus convicciones, sino ensayando en el
terreno de las realidades prácticas la
prueba de las excelencias de sus convicciones personales. Tal vez, en este
terreno de la emulación entre almas pertenecientes a diferentes escuelas
religiosas o filosóficas, podrá realizarse la unión” (Marc Sangnier, Rouen,
1907). Se declaró al mismo tiempo: ¿Cómo podrá esto realizarse?, que el pequeño
Sillón católico será el alma del gran Le Sillón cosmopolita.
Recientemente ha desaparecido el nombre
del más grande Le Sillón y se ha introducido una nueva organización, sin
modificar, antes muy al contrario, el espíritu y fondo de las cosas, “para
poner orden en el trabajo y organizar las diversas fuerzas de acción. Le Sillón
sigue siendo un alma, un espíritu, que se mezcla entre los grupos y les
comunicará su actividad”. Y se ruega a todas las nuevas agrupaciones,
convertidas aparentemente en autónomas, católicas, protestantes y
librepensadoras , que pongan mano a la obra.
“Los compañeros católicos trabajarán juntos en una organización especial
para instruirse y educarse. Los demócratas protestantes y librepensadores,
tomarán a pecho armar la juventud, no para una lucha fraticida, sino para una
generosa emulación en el terreno de las virtudes sociales y cívicas” (M. Sangnier, París, mayo 1910)
c). Quiere establecer una justicia fuera
de la religión
31)- Estas declaraciones y esta nueva
organización de la acción sillonista sugieren muy graves reflexiones.
He aquí, fundada por católicos, una
asociación interconfesional para trabajar en la reforma de la civilización,
obra en primer término religiosa, pues es verdad demostrada y hecho histórico,
que no hay verdadera civilización sin
civilización moral, ni civilización moral sin Religión verdadera, de
suerte que es vano pretexto el de los nuevos sillonistas cuando alegan que
trabajarán únicamente “en el terreno de
las realidades prácticas”, donde nada
importa la diversidad de creencias, tanto más que tan persuadido está su
jefe de la influencia de las convicciones del entendimiento sobre el resultado
de la acción, que invita a todos, sin distinción de religiones, “a experimentar
en el terreno de las realidades
prácticas la excelencia de de sus convicciones religiosas personales”. Y con
razón, porque las realizaciones prácticas revisten el carácter de las
convicciones religiosas, como los miembros de un cuerpo, hasta sus últimas
extremidades, reciben su forma del principio vital que los anima.
Esto supuesto, ¿qué hay que pensar de la
mezcolanza de los jóvenes católicos con herejes e incrédulos de toda laya en
una obra de esa naturaleza? ¿No será
para esos jóvenes mil veces más peligrosa
que una asociación neutra? ¿Qué pensar de esa convocación de todos los heterodoxos e incrédulos a
aquilatar la excelencia de sus convicciones en el terreno social, en una
especie de concurso apologético, como si este concurso no tuviese ya diecinueve
siglos de duración, en condiciones menos peligrosas para la fe de los fieles y en honra cabal de la Iglesia católica? ¿Qué pensar de ese respeto a todos los
errores y de la extraña invitación, con que un católico anima a todos los
disidentes a fortalecer sus convicciones
por el estudio y convertirla en manantiales siempre más abundantes de nuevas
fuerzas? ¿Qué pensar de una asociación en la que todas las religiones, y el
mismo librepensamiento, pueden manifestarse paladinamente y a sus anchas?
Porque los sillonistas, que en las conferencias públicas , y en otras partes
proclaman arrogantemente su fe individual, no pretenden, a la verdad, cerrar la
boca a los demás e impedir al protestante que ostente su protestantismo, ni el
escéptico su escepticismo. ¿Qué pensar, en fin, de un católico que al entrar en
el círculo de estudios deja a la puerta
su catolicismo para no asustar a los compañeros que soñando en una acción social
desinteresada, se oponen a asirse de ella para el triunfo de intereses, de banderías, ni aún de
convicciones, sean las que fueren? Tal es la profesión de fe de la nueva Junta Democrática de Acción
Social, que ha heredado la parte más importante del programa de la antigua
organización, y que, según ella misma dice, “deshaciendo el equívoco mantenido
alrededor del más grande Le Sillón, tanto en las esferas reaccionarias, como en
las anticlericales”, está abierta a todos los hombres “respetuosos con las
fuerzas morales y religiosas, y convencido de que no es posible ninguna
emancipación social verdadera sin el fermento de un generoso idealismo”.
33). ¡Oh, si!, el equívoco está deshecho:
la acción social de Le Sillón no es ya católica; el sillonista, como tal, no
trabaja por una bandería y “de las
simpatías que su acción por ventura despierte, la Iglesia, él mismo es quien
lo dice, no podrá sacar ningún provecho”. ¡Insinuación a la verdad extraña!
Témese que la Iglesia
pueda aprovecharse de la acción social de Le Sillón con fin egoísta e
interesado, como si todo lo que aprovecha a la Iglesia no aprovechara a
la humanidad. ¡Extraña confusión de ideas! `La Iglesia, según esto, se
aprovecharía de la acción social, como si los más ilustres economistas no
hubiesen reconocido y demostrado que la
acción social, para ser sólida y fecunda, es la que ha de aprovecharse de la Iglesia!
CONCLUSIÓN.
d)… Y con gente de todas las banderías.
34)- Pero más extrañas todavía, espantosas y
aflictivas a vez, son la audacia y
levedad de hombres que, llamándose católicos, imaginan refundir la sociedad en
las condiciones dichas y establecer
sobre la tierra, por encima de la Iglesia Católica, “el reinado de la justicia y
del amor”, con obreros venidos de todas partes, de todas las religiones o
faltos de religión, con creencias o sin ellas, a condición de que olviden lo
que los divide, es a saber, sus convicciones religiosas y filosóficas, y que se
pongan en común lo que los une, esto es, un generoso idealismo y fuerzas
tomadas “de donde puedan”. Cuando se piensa en las fuerzas, en la ciencia, en
las virtudes que han sido menester para la fundación de la ciudad cristiana,
cuales fueron los padecimientos de millones de mártires, las luces de los
Padres y Doctores de la
Iglesia, la abnegación de todos los héroes de la caridad, una
poderosa jerarquía nacida en el cielo, torrentes de gracia divina y todo ello
edificado, unido, compenetrado por la vida y el espíritu de Jesucristo, la
sabiduría de Dios, el Verbo hecho hombre; cuando se piensa, decimos, en todo
esto, asusta ver a los nuevos apóstoles,
obstinados en hacer cosa mejor con un vago idealismo y las virtudes cívicas.
¿Qué van a producir?¿Qué es lo que va a salir de esa colaboración? Una
construcción puramente verbalista y quimérica. Donde espejarán, revueltas y en
confusión seductora, las palabras de libertad, justicia, fraternidad y amor, de
igualdad y exaltación del hombre, todo ellos fundado en una dignidad humana mal
entendida; una agitación tumultuosa,
estéril para el fin propuesto,
provechosa para los agitadores de masas menos utopistas. Verdaderamente se
puede afirmar que Le Sillón, al poner los ojos en una quimera, hace escolta al
socialismo.
35)- Cosa peor tenemos todavía. El
resultado de esa promiscua colaboración, el beneficiario de esta acción social
cosmopolita, no puede ser más que una democracia que no será ni católica, ni protestante, ni
judía; una religión (pues el
sillonismo, según han dicho sus jefes, es una religión) más universal que la
Iglesia católica, y que reúna a todos los hombres hechos
a la postre hermanos y compañeros en el “reino de Dios”. “No se trabaja para la Iglesia, se trabaja para
la humanidad”
CONCLUSIÓN FINAL.
¿Qué es el catolicismo de Le Sillón?
36)- Y ahora, penetrados de la más viva
tristeza, os preguntamos, Venerables Hermanos, en qué ha venido a parar el
catolicismo de Le Sillón. ¡Ay! El que diera antes tan hermosas esperanzas,
aquel río cristalino e impetuoso ha sido
atajado en su curso por los enemigos
modernos de la Iglesia,
y ya no constituye más que un miserable
afluente del gran movimiento de apostasía organizado en todas las
naciones para el establecimiento de una Iglesia universal sin dogma ni
jerarquía, sin regla para el espíritu ni
freno para las pasiones; una Iglesia que, so pretexto de libertad y dignidad
humana, volvería a traer al mundo, si triunfase, con el reinado legal de la
astucia y de la fuerza, la opresión de los débiles, de ,los que sufren y
trabajan.
37)- Harto conocemos los sombríos antros donde se
elaboran estas doctrinas deletéreas que no deberían seducir a espíritus
perspicaces. No han podido librarse de ellas los jefes de Le Sillón; la
exaltación de sus efectos la ciega
bondad de su corazón, su misticismo filosófico mezclado con parte de
iluminismo, los han arrastrado a un
nuevo evangelio, en el cual han querido
ver el verdadero Evangelio del Salvador, llevando a tal punto su osadía que
tratan a Nuestro Señor Jesucristo con una familiaridad sobremanera
irrespetuosa, y a consecuencia del parentesco de su ideal con el de la
revolución, no temen presentar entre ésta y el Evangelio paridades blasfemas
que no tienen siquiera la excusa de haberse escapado en alguna improvisación
tumultuosa.
38)- Queremos llamar vuestra atención,
Venerables Hermanos, sobre esta deformación del Evangelio, y del carácter sagrado de Nuestro Señor
Jesucristo, Dios y Hombre, practicada en Le Sillón y en otras partes. Al
discurrir sobre la cuestión social, es moda en ciertas esferas descartar primero la divinidad de Jesucristo,
y después no hablar más que de su extremada mansedumbre, de su compasión por
todas las miserias humanas, de sus apremiantes exhortaciones al amor del
prójimo y de la fraternidad. Verdad es que Jesucristo nos ama con amor inmenso,
infinito y que vino a la tierra a padecer y
morir, para que reunidos en torno suyo, en la justicia y el amor,
animados de los mismos sentimientos de mutua caridad, todos los hombres vivan
en paz y felicidad. Más, con autoridad suprema puso por condición de esa
felicidad temporal y eterna, ser de su rebaño, aceptar su doctrina, practicar
la virtud y dejarse enseñar y guiar por Pedro y sus sucesores. Además, si Jesús fue bueno con los extraviados y
pecadores, no respetó sus convicciones erróneas, por sinceras que parecieran;
los amó a todos para instruirlos, convertirlos y salvarlos. Si llamó a Sí,
para aliviarlos a los que padecen trabajos y dolores, no fue para predicarles
la emulación de una igualdad quimérica.
Su levantó a los humildes no fue para inspirarles el sentimiento de una
dignidad independiente y rebelde a la obediencia. Si su corazón rebosaba
mansedumbre para las almas de buena voluntad, no dejó de encenderse en santa
indignación contra los profanadores de la casa de Dios, contra los
miserables que escandalizan a los
pequeñuelos, contra las autoridades que abruman al pueblo con el peso de cargas
insoportables, sin que ellos pongan el dedo para ayudarlas a levantar. Fue tan
enérgico como manso; regañó, amenazó, castigó sabiendo y enseñándonos que con
frecuencia el temor es el principio de
la sabiduría y que conviene veces cortar
un miembro para salvar el cuerpo. En fin, lejos de anunciar para la sociedad
futura el reinado de una felicidad
ideal, de donde estuviera el dolor desterrado, trazó con la palabra y el
ejemplo el camino de la felicidad posible en la tierra y de la bienaventuranza
perfecta en el cielo; el camino real de la Santa Cruz. Enseñanzas son
estas que sería error aplicar únicamente a la vida individual en orden a la
salvación eterna, pues son también eminentemente sociales y nos muestran en
Nuestro Señor Jesucristo algo más que
humanitarismo sin consistencia y sin
autoridad.
EXHORTACIÓN.
a)
A los Obispos de Francia.
39)- Vosotros, Venerables Hermanos, proseguid
activamente la obra del Salvador de los hombres con la imitación de su
mansedumbre y de su energía. Inclinaos a
todas las miserias, ningún dolor escape a vuestra solicitud pastoral, ninguna
queja os halle indiferente. Pero predicad también denodadamente a grandes y
pequeños sus deberes; a vosotros toca formar la conciencia del pueblo y de los
poderes públicos. La cuestión social estará muy cerca de su solución cuando unos y otros, menos exigentes de sus derechos, cumplan
exactamente sus deberes.
Además, como en el conflicto de
intereses, y especialmente en la lucha
con la fuerza de los malos, ni la virtud ni aún la santidad bastan
siempre a asegurar al hombre el pan de
cada día, y como el rodaje social debe ordenarse de suerte que con su juego
natural paralice los esfuerzos de los malvados y haga asequible a todos los
hombres de buena voluntad su parte legítima de felicidad terrena, ardientemente
deseamos que a este fin os intereséis
activamente en la organización de la sociedad.
A esta causa, en tanto que vuestros sacerdotes se entregarán con celo a
la santificación de las almas, a la defensa de la Iglesia y a las obras de
caridad propiamente dichas, escogeréis algunos de ellos activos y de espíritu
poderoso, provistos de los grados de
doctores en filosofía y teología, perfectamente instruidos en la historia de la
civilización antigua y moderna y los dedicaréis a los estudios menos elevados y
más prácticos de la vida social para ponerlos, en tiempo oportuno, al frente de
las obras de acción católica. Más cuiden
esos sacerdotes en no dejarse extraviar en el dédalo de las opiniones
contemporáneas por el espejismo de una falsa democracia; no tomen de la
retórica de los peores enemigos de la Iglesia y del pueblo un lenguaje enfático y lleno
de promesas tan sonoras como irrealizables; persuádanse que la cuestión social y la ciencia social no
nacieron ayer; que en todas las edades la Iglesia y el Estado, concertados felizmente,
suscitaron para el bienestar de la sociedad organizaciones fecundas; que la Iglesia, que jamás ha
traicionado la felicidad del pueblo con alianzas comprometedoras, no tiene que
desligarse de lo pasado, antes le basta anudar, con el concurso de los
verdaderos obreros de la restauración social, los organismos rotos por la
revolución, y adaptarlos, con el mismo espíritu cristiano de que estuvieron
animados, al nuevo medio creado por la revolución material de la sociedad
contemporánea, porque los verdaderos
amigo del pueblo no son revolucionarios ni renovadores, sino tradicionalistas.
A esta obra eminentemente digna de
vuestro celo pastoral deseamos que la juventud de Le Sillón, no sólo no ponga
obstáculo alguno, sino que desarraigada de sus errores, aporte en el orden y
sumisión convenientes su leal y eficaz concurso.
b)
A los jefes de Le Sillón.
40)- Volviéndonos ahora, pues, a los jefes de Le
Sillón, con la confianza de un padre que
habla a sus hijos, les pedimos por su bien, por el de la Iglesia y de Francia, que
os cedan su puesto. Nos medimos ciertamente la extensión del sacrificio que de
ellos solicitamos, pues sabemos que son bastante generosos para realizarlo, y
de antemano, en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, de quien somos
representante indignos, les damos por ello nuestra bendición. En cuanto a los
miembros de Le Sillón, queremos que se agrupen por diócesis para trabajas bajo
la dirección de los obispos respectivo, así en la regeneración cristiana y
católica del pueblo, como el mejoramiento de su suerte. Esos grupos diocesanos
serán , por de pronto, independientes unos de otros, y a fin de demostrar bien
que han roto con los errores pasados, tomarán el nombre de “sillones”
católicos, y cada uno de sus miembros añadirán a su título de sillonista el
mismo calificativo de católico. Por supuesto que todo sillonista católico
quedará libre de conservar, por otra parte sus preferencia políticas, depuradas
de todo lo que en la materia no sea enteramente conforme con la doctrina de la Iglesia. Que si hubiese grupos,
Venerables Hermanos, que negasen someter
a estas condiciones, deberíais, por el mismo caso, entender que se niegan a
vuestra dirección; y entonces habría que examinar si se ciñen a la política o
economía pura, o si sus antiguos errores. En el primer caso es claro que no os
habríais de ocupar de ellos más que en
el común de los fieles; en el segundo deberíais proceder en la forma
consiguiente, con prudencia, pero también con firmeza. Los sacerdotes habrán de
mantenerse totalmente apartados de los grupos disidentes, contentándose con
prestar los auxilios del santo ministerio individualmente a su miembros y
aplicarles en el tribunal de la penitencia las reglas comunes de la moral
relativas a la doctrina y a la conducta. Cuanto a los grupos católicos,
los sacerdotes y seminaristas, si bien
los favorecerán y secundarán se abstendrán no obstante de agregarse a ellos
como miembros; porque conviene que la milicia sacerdotal se mantenga en una
esfera superior a las asociaciones laicas, aún las más útiles y animaladas del
mejor espíritu.
41)- Tales
son las providencias prácticas con que hemos creído necesario sancionar esta
Carta acerca de Le Sillón y de los sillonistas.
Que el Señor se digne, se lo rogamos del fondo del alma, hacer entender
a esos hombres y a esos jóvenes las graves razones que la han dictado, que les
dé la docilidad del corazón con el valor de probar a la faz de la Iglesia la sinceridad de
su fervor católico; y a vosotros, Venerables Hermanos, que El os de a sentir
para con ellos, pues son en adelante vuestros, los afectos de un corazón
enteramente paternal.
En esta
esperanza y para alcanzar tan deseables resultados, Nos os concedemos de todo
corazón , así como a vuestro Clero y a vuestro pueblo, la bendición Apostólica.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 23
de agosto de 1910, año octavo de Nuestro Pontificado.
Pío, Papa X.
EPILOGO, (ESCRITO POR LA “OBRA DE
COOPERACIÓN PARROQUIAL DE CRISTO
REY”).
El 25 de agosto de 1910. San Pío X publicaba la Carta Encíclica “Notre Charge
Apostolique”, dirigida a los Arzobispos y Obispos de Francia, en la que
condenaba las doctrinas de “LE SILLÓN”.
Llevaba este nombre un movimiento de democracia mal
entendida, iniciada en Francia en el año 1893.
El R.P. Joaquín AZPIAZU SJ., en su libro “Direcciones Pontificias”,
escribe: “Se pretendía ir al pueblo para conquistarlo, -según se decía-, pero
la conquista se hacía por medio de errores en un principio ocultos o paliados
quizá por una excelente voluntad de trabajo, pero más adelante claros ya y
perniciosos.
Por aquellos últimos años del siglo XIX se habló muchísimo
de DEMOCRACIA. Como no faltaron quienes por amor a la democracia hablaran hasta
de introducir en la Iglesia
una constitución distinta de la asignada
por el Divino Fundador Jesucristo. Se había de ser católico, pero oculto; la
frase era: ser católicos pero no confesionales… Se creía que la Iglesia no hacía el bien que debía porque no
modificaba su actitud. Por otra parte, la fe había de dominar. El lema era: no separarse de la Iglesia, sino apoderarse
de ella… León XIII escribió en 1901 la Encíclica “Graves de Communi” para definir en qué
sentido podía admitirse y en que otros rechazarse el concepto y la idea democrática…
¿No se llegó a decir que nadie podía ser
católico sin ser antes demócrata?...
El progreso de las asociaciones reunidas, el vigor que
iban tomando la falsedad de sus ideas y los peligros horribles de apostasía que
se podía echar encima hicieron escribir a Pío X su famosa carta condenatoria de
Le Sillón…
+
Nos parece que
nadie puede dudar de que sea de actualidad un documento que trata del problema
de la democracia, y que debería leerlo todo católico a quien preocupa este problema.
Sin embargo es
prácticamente imposible encontrar el
texto de la Encíclica
de San Pío X en ninguna librería.
Sin duda, como
lo escribía Pío XI, en la
Encíclica “Ubi arcano” (23/XII/1922); (Muchos) no se portan
de otro modo que si las enseñanzas y preceptos promulgados tantas veces por los
Sumos Pontífices, especialmente por León XIII, Pío X, y Benedicto XV, hubieran
perdido su fuerza primitiva o hubieran caído en desuso. En lo cual es preciso
reconocer una especie de modernismo moral, jurídico y social, que reprobamos
con toda energía, a una con aquel modernismo dogmático…”
Y el mismo
Pontífice añadía: “Hay pues que traer a la memoria estas enseñanzas y estos
preceptos…”
Esta modesta
publicación no pretende otra cosa.
C.P.C.R.