miércoles, 15 de febrero de 2017

2DA.PARTE-CAP.XVIII PANORAMA PRESENTE DE LA "CUESTION HEBREA"-CAP.XIX INTERMEDIO LITERARIO: ¡QUE ES EL JAZZ?

XVIII PANORAMA PRESENTE DE LA "CUESTION HEBREA" 
XIX INTERMEDIO LITERARIO: ¿QUE ES EL JAZZ?  
Esta latente la cuestión judía en los Estados Unidos desde hace largos años, pero solo por debajo del nivel de la gran publicidad. Todo el mundo, y mas que nadie el judío mismo, sabe perfectamente que existe; pero se atrevieron muy pocos a exponerla a la saludable influencia de la publicidad mas vasta. En tal sentido y para comprender este silencio, es preciso hablar realmente de "valor". Contados videntes pretendieron hacer constar públicamente la existencia de dicha cuestión, pero el poder oculto y desconocido del judaísmo les ato tan reciamente, que a su despecho debieron desistir de la discusión del asunto en público. El que se atreva a hablar francamente de los hebreos, debe contar de antemano con invencibles obstáculos, que combata en intima unión con la verdad sin tacha. 
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Consiste un detalle restrictivo para la discusión en público de la cuestión hebrea en la costumbre yanqui de fijarse en palabras pronunciadas con asentimiento y aplauso. E n la s é p o c a s m e j o e s d e nuestro pasado consideróse la resistencia cont ra la opinión pública un rasgo de virilidad, apreciándose no solo el valor de un hombre por su s a d e p t o s sin o t a m bié n p o r la c a n tid a d d e s u s adversarios . Nos hemos vuelto, desde entonces, más inocuos, buscando y apreciando ante todo la aprobación. Se irguieron nuestros padres al tropezar con obstáculos; nosotros, en cambio, nos doblegamos modestos. La pública discusión se ha vuelto insípida, sin relieves propios; propende el periodismo a no disgustarse con nadie. Nuestra brega en favor de los débiles carece de bríos para arremeter contra los poderosos, que arrastran a aquellos. Nuestro culto del éxito enervo el vigor a nuestros juicios morales y a nuestra actividad comercial. Las luchas serias, salvo los simulacros en la arena política, las evitamos en lo posible, porque no osamos entendérnoslas con adversarios que se defienden. r , 
Empero, y a pesar de todo, se consiguió poder usar públicamente el término "judío", que hace pocos años aun estaba proscrito de nuestro vocabulario. Aparece ahora en primera plana de casi todos los diarios, y por doquier es objeto del público debate, aunque los hermanos del B'nai B'rith hagan todo lo humanamente posible por evitarlo. 
Resulta tal libertad en provecho de judíos y no-judíos ya no tienen los primeros necesidad de mirar angustiosamente los labios ajenos para ver si de ellos brota la palabra "judío". El judío es hoy el judío y se le llama como le corresponde. Terminaron la restricción del juicio y el uso de perífrasis. Procede el mayor obstáculo contra los esfuerzos de la humanidad para explicarse los sucesos mundiales, tanto antiguos como modernos, de que jamás llego a comprender quien y que es el judío, ni donde se encuentra. El judío, o según Disraelí "la cuestión racial", es la llave de "la cuestión racial", es la llave de la Historia Universal. Pero, ¿como penetrar en su interior cuando se le oculta a uno la llave? 
Hace alrededor de ocho meses, el Dearborn Independent comenzó una serie de estudios acerca de la cuestión judía. No deben estos interpretarse como un ataque contra los judíos, sino como in intento de ir reuniendo los sillares sobre los cuales se edifica la moderna cuestión judía. Fue su objeto aclarar conceptos, y si hubo cierta esperanza en el fondo, fue la de que los dirigentes judíos norteamericanos llegaría al convencimiento de que para sus correligionarios residentes en los Estados Unidos había sonado la hora de que un estado de desconfianza, miseria y desprecio, se trocara en otro no solo de tolerancia, sino de abierta y leal convivencia y cooperación. 
Radica la prueba de que no contienen sino hechos escuetos, en el fracaso experimentado por los judíos en sus múltiples intentos de comprobar la inexactitud de ellas . Ni un solo hecho se pudo rebatir . Al iniciarse una campaña con la intención de agraviar al adversario, o de crear prejuicios de raza, puede, en efecto, conducir tal sistema a tomar cosas posibles o verosímiles por hechos reales. En cambio, estos estudios no constituyeron jamás una campaña, sino que sirvieron al objeto de hacer luz en alguna que otra parte del país, en tal cual industria, en asuntos mantenidos en tinieblas justamente por aquellos cuya obligación sagrada debería haber sido la de mantener viva, por medio de la prensa, la luz de la verdad. 
No hubiesen alcanzado nunca las publicaciones del Dearborn Independent , la importancia que adquirieron, de no ser que el público no se hallara en condiciones de observar por doquier la presencia de nuestras aseveraciones, comprobadas por la práctica. Las refutaciones de los judíos solo sirvieron para fortificar aun más el vigor convincente de nuestros asertos. Resulta que los judíos se encuentran en la desagradable situación de tener que tener lo desconocido, por conocerse su misterio, y haberse descubierto sus consecuencias en hechos. Ya no se dan aires de "manfichistas" en sus reuniones íntimas; tampoco gritan ni escandalizan como lo hacían sus rabinos en publico, sino que reflexionan seriamente antes de admitir esto o lo otro como real y efectivo, pero sin saber por ahora donde, una vez iniciado este procedimiento, les pueda conducir mas
adelante. Y es que les arredra la verdad máxima, la verdad sin restricciones . 
Pesa una responsabilidad enorme sobre las personas que poseen esa verdad por entero. Lo imprescindible es tener carácter o intenciones nobles. Si se concretaran estas campañas nuestras a desparramar odios, ya estaría indicado el modo del proceder. De tener la intención de promover escándalos, otra forma adoptarían. Pero como propenden a crear los fundamentos para la neta y seria comprensión de un problema y su posible solución, nos basta con acotar exactamente dicho problema, apoyándolo en lo posible en hechos concretos. Tal es el caso de esta obra. Si van contenidas en ellas verdades desagradables para los judíos, ellos mismos tienen la culpa. Si refutaron ciertos hechos, seria cuestión de volver a aportar material nuevo, porque este desgraciadamente abunda para ellos y para nosotros. Si los voceros judíos, en su intento de rebatirnos, hubiesen permanecido serios y veraces, no necesitarían ahora temer lo venidero. Con su modo de proceder, ellos mismo han corroborado públicamente lo expresado en estos estudios, o sea: que los hebreos constituyen el pueblo mas firmemente organizado de todos los residentes en los Estados Unidos. Ni el gobierno, ni la Administración de este país, están tan bien organizados como el judaísmo norteamericano. Esto ocurre no solo en Norteamérica, sino que se puede observar y comprobar en todas partes. Los principales medios de que en este ultimo semestre echo mano el hebraísmo, fueron "mítines monstruo" organizados telegráficamente allí donde fue posible. 
No en vano los hebreos dominan el sistema de canales informativos, últimamente ampliado con la telegrafía sin hilos. 
No tienen sus logias y demás comunidades ese carácter defectuoso que observamos en las instituciones de otros pueblos, sino que se hallan organizados como Estados en miniatura, con funcionarios que no tienen otra tarea que la de trabajar constantemente por el engrandecimiento del poderío hebreo, aquí como en otros países. Con la ostentación del multitudes en las sinagogas, por medio de sus diarios y revistas, con su seudo instituciones de beneficencia, en sus "clubs" conservadores, sus grupos socialistas y bolcheviques - elementos todos que cooperan perfectamente bajo una orden única, - demuestran que forman una nación peculiarísima dentro del pueblo norteamericano que no aspira ni aspirara jamás a una intima convivencia con el americanismo, sino que siempre y en toda oportunidad busca diferencias y reclama especiales derechos. 
Alienta en cada Estado, en cada población, una organización hebrea con determinadas ordenes políticas, cuya primera y principal consiste en anular toda persona, todo diario y otra institución cualquiera, que deje transparentar la mas leve independencia frente a la cuestión hebrea, y mantenerlas sumisas al "temor a los judíos". Dichas organizaciones, poseen a su vez sus departamentos especiales para determinados objetos. Consiste uno de ellos en concitar odios contra las personas a quienes se desea anular: tal formación artificial de hostilidad contra algo o alguien es uno de los medios orientales de combate mas odiosos y bajos que pueda imaginarse, y que solo puede ser esgrimido por personas de determinada predisposición. 
La organización centralizada, creada por los hebreos en los Estados Unidos y que en caso necesario puede hacerse funcionar simultáneamente en cada uno de sus Estados, representa un poderío tan recio y homogéneo como ninguna otra institución lo posee. Merecería, efectivamente, nuestro aplauso, si se sirviera con ello al bien general del país. Más no es así. No solo es exclusivamente hebrea, sino que en muchas oportunidades se muestra hostilmente antiamericana, dado que combate resueltamente muchas instituciones que, por su carácter y tradición, son pura y exclusivamente norteamericanas. El hebreo considera todavía a Norteamérica como a una masa informe, a la que cada cual puede moldear a su antojo. No reconoce a Norteamérica tal como se desarrollo y existe, sino que cree que es un derecho propio dar a este país las formas que el, según su manera de ser, tenga por conveniente. 
Solo pueden disputar los derechos de propiedad y de arraigo en los Estados Unidos, aquellos que sustenten los mismos ideales, los innatos de la raza blanca europea, sobre fundamentos cristianos. No solo no coinciden con la mayoría de ellos los judíos, sino que los atacan duramente. Cierto personaje hebreo declaro poco ha en Nueva York, que los Estados Unidos no constituyen un Estado cristiano, y sus declaraciones demostraron que, según su criterio, tampoco llegarían jamás a serlo; siempre combatió el domingo cristiano, como miembro de una sociedad cuyos fines son la implantación del sábado mosaico como fiesta legal (1). 
Pese a todo ello, la verdad, a la larga, no deja nunca que la encarcelen. La publica discusión de esta cuestión en la prensa va tomando rumbos diferentes a los que los hebreos hubiesen esperado y deseado. 
No sirve ahora la prensa ya tanto a la mixtificación, como a la propagación de la verdad en este asunto. 
En las réplicas que se publicaron contra el Dearborn Independent , se reflejo manifiestamente el desengaño, representado, o bien un ardid, o dando fe de una absoluta impotencia, que dada la importancia vital del conjunto de estas cuestiones, resulta en los dos casos igualmente humillante para los hebreos. No consiguieron ni una sola refutación efectiva, tanto con respecto a los "Protocolos", como en lo referente a ningún otro detalle. Parece como si nos rindieran armas. Se explica de ahí también la falta de lealtad, porque no osan mirar las cosas de frente, sino que se deslizan envolviéndose hábilmente en frases huecas y en ardides. Si fueran falsos nuestros asertos, compruébese por ellos tal falsedad. 
La replica que publicaron unos cuantos hebreos prominentes por lo menos se mantiene decente en el tono, lo que no es posible decir de la mayoría de las replicas hebreas, como la replica en el sentido de pretender hacer creer que nuestra obra sea dictada por un antisemitismo degradante. 
Hay que hacer constar frente a ello, que todo el antisemitismo en los Estados Unidos es una moderna creación de los propios voceros judíos. Lo necesitan, aunque más no sea para retener en sus manos a la masa judía. En consecuencia, tratan de demostrar que el Dearborn Independent , no debería atacar a los judíos por ser judíos. Demuestran así que temen, no tanto al antisemitismo de los no-judíos, como la comprensión entre otros judíos magnánimos, de que la causa judeo- norteamericana esta en malas manos. Es siempre el "antisemitismo" el ultimo refugio de los voceros judíos desleales al hallarse frente a la verdad, y muy conscientemente lo utilizaron entre los no-judíos, para poder dominar mejor con su ayuda a su propio pueblo. 
Poco ha reprodujeron los diarios una "Protesta contra el antisemitismo" firmada por algunos personajes no-judío, publicándola dos veces consecutivas, porque la primera inserción no produjo efecto. Por lo visto, dichos diarios estaban hartos de tener que volver a reproducir siempre las declaraciones oficiales emanadas del Gran Cuartel general hebreo. Para causar mayor efecto, solicitóse también la firma de Woodrow Wilson, cuyo hecho se consumo telegráficamente al mundo entero. 
Con su característico modo de proceder, apoyan así los mismos hebreos nuestro aserto, de que ejercen una inadmisible influencia en la política. La obra presente solo aporto unas cuantas pruebas, en tanto la masa principal de pruebas documentadas espera aun el momento de su publicación. Un asunto, que viene al caso, desarrollóse últimamente ante la más amplia de las publicidades. 
Cuando se presento en el Congreso la Ley de Inmigración, hubo una aplastante mayoría en favor de ciertas restricciones, y el Congreso delibero de acuerdo a los hechos presentados, y según sus sentimientos patrióticos. Apenas aprobaba la ley, funcionaron las líneas telegráficas con protestas
hebreas, y los trenes para Washington se llenaron  de agentes judíos. Los parlamentos buscaban un refugio. Se pronunciaban discursos aprendidos de memoria, y se introdujeron algunas modificaciones en el tenor de la ley. La mágica palabra "judío" deshizo el principal objetivo del proyecto de ley, como se funde la nieve bajo los rayos solares. Ningún pueblo, de los que inmigran en nuestro país, había protestado; solamente los judíos. En cambio, el admirable funcionamiento de las numerosas piezas de su mecanismo de propaganda en todo el país, facilito a dicha protesta el aspecto de un gran acontecimiento de la voluntad nacional. Pero no pudieron, con todo esto, encubrir un punto: el que llegase a comprender que la mayoría de los inmigrantes que arriban a nuestra costa son hebreos. 
Empero, la labor legislativa del Congreso de los Estados Unidos en una cuestión de importancia suma para la totalidad del país, fue en esta ocasión entorpecida por los semitas exactamente en la misma forma como hace diez años estos mismos semitas obligaron al Congreso a denunciar el tratado de comercio con Rusia. Se ofrecen aquí manifiestamente dos pruebas fehacientes de poderío y violencia despótica, que no se preocupan en absoluto de las horrorosas consecuencias que podrá acarrear tal proceder para el bienestar de nuestro país. 
Así como aquel rompimiento con Rusia formaba parte del plan mundial judío, lo mismo ocurre ahora con la inmigración de hebreos polacos en Norteamérica. No hay "pogrom" alguien que les expulse de allí, sino que no constituye esta frase más que un simple ardid de propaganda. Los hebreos van abandonando Polonia, porque saben que se prepara allí algo grave. Los planes del bolcheviquismo judío aun no están cumplidos. Agentes judíos norteamericanos enriquecidos hacen venir a sus parientes pobres. Constituyen los Estados Unidos el gran receptáculo para estos simpáticos coetáneos; Francia y Gran Bretaña... ¡no quieren serlo! Todo es infortunio para Polonia, pero los judíos norteamericanos son suficientemente poderosos para reproducir el ejemplo de España, donde siglos enteros no bastaron para apaciguar el vengativo odio de los hebreos contra todo un pueblo, por supuestos agravios. Desde el barrio Este neoyorquino, el bolcheviquismo se transplanto a Rusia. ¿Es que ha de iniciarse desde aquí también la destrucción de Polonia? Acaso ocurran acontecimientos que destruyan el diabólico plan judío... 
Constituye además la lucha contra el Dearborn Independent una prueba palpable del predominio hebreo en nuestra prensa. No es que el dueño de un diario local fuera directamente influenciado por los centros del poder hebreo en Washington, Nueva York o Chicago, sino que una o dos docenas de ricos semitas, sus mejores clientes avisadores, que reciben a su vez instrucciones del Cuartel general judío, bastan perfectamente para obligar, cualquiera que sea su modo de pensar. Casi todos los editores de diarios están perfectamente orientados acerca de la cuestión hebrea, y de una comisión de periodistas bien informados, podrían el Gobierno y el público aprender todo lo necesario. 
Estuvo muy bien que Wilson y demás firmantes publicaran una protesta contra el "antisemitismo", en el supuesto de que quisieran dirigirse contra esa clase, en la que nosotros no entramos. También hubiese firmado el Dearborn Independent tal protesta, porque somos adversarios del antisemitismo, cuyas bases formaron los judíos para suscitarlo. 
En cambio, se dirigió dicha protesta contra la discusión en público de la cuestión hebrea. ¡Como siempre! 
Pero sea como fuere, cada publicación, provenga de la "Liga anti-difamatoria", o de otra parte, será bienvenida, tanto más cuanto que los defensores no-judíos de la causa hebrea tomen cartas en el asunto. A los voceros judíos no les queda mas remedio que desmentir, engañar y amenazar. En cambio, los defensores no-judíos analizan el pro y el contra para comprobar sus verdades. Esperamos asi que se llegue a un debate realmente práctico. 
No excluiríamos ninguna producción literaria judía, por denigrante que fuese, del correo o de la biblioteca publica en que se hallare. Cualquier orador hebreo podría sin cuidado hablar en asambleas públicas. Empresa alguna judía tendría que temer un boicot. Defendemos la libertad de palabra y de hechos. Los hebreos, en cambio, no quieren ni libertad de palabra, ni de prensa. En cada Estado de la Unión el B'nai B'rith, trabaja para lograr una ley que prohíba en absoluto cualquier publicación que desagrade a los judíos : tal es la verdadera respuesta de los judíos a los hechos aquí aducidos. 
En centenares de bibliotecas públicas los hebreos están interesados en eliminar toda obra que suscite la mínima duda de que los judíos son el pueblo más virtuoso y ejemplar del mundo entero, el pueblo predilecto de Dios.  
Así ocurre en los Estados Unidos y en mayor escala en aquellos Estados de Levante, que otrora con mayor virilidad propugnaron la mas amplia libertad yanqui en palabras y hechos. Prosígase así en lo futuro, que cada caso redunda por fin en una prueba mas, de que cuanto venimos escribiendo acerca de los hebreos es la pura y única verdad. 
Es el siguiente el panorama actual de la cuestión judía en los Estados Unidos: Esta en marcha un acontecimiento publico de hechos velados demasiado tiempo ha. Los dirigentes judíos son plenamente conscientes de la verdad de estos hechos. Consiste su replica en desmentir y suprimir. El resultado: absoluto fracaso si se sigue por este camino. 
(1) Que en esto, entre judíos se procede igual, resulta de una frase del abogado Loeb en la asamblea de judíos ortodoxos del 24 de enero de 1912, quien dijo: "Viviremos en un estado cristiano, lo que es incompatible con nuestros intereses; por lo tanto el Estado Cristiano debe ser destruido..." - N. de. A. 
XIX INTERMEDIO LITERARIO: ¡QUE ES EL JAZZ? 
Se preguntan muchas personas de donde proviene esta ininterrumpida riada de horrores musicales, que penetra hasta el seno de familias honestas, obligando a nuestra juventud a tararear las canciones salvajes de los negros. Respuesta: "el "jazz" es invención judía". Lo soso, lo viscoso, lo contrahecho, el sensualismo animal: todo es de procedencia judía: Chillidos de simios, gruñidos de la selva virgen, y voces de bestia encelada, se combinan con algunas notas semimusicales y así el espíritu genuinamente hebreo penetra en las familias que otrora habrían desechado indignadas tan ridículas costumbres. 
Se comprobó en un pleito judicial que el 80 por ciento de las canciones "populares" son propiedad de siete casas editoriales judías de música , que constituyen una especie de trust. El otro 20 por ciento es también propiedad de elementos hebreos; pero se mantiene independiente del trust citado. 
¿No es materia de reflexión el hecho de que, dondequiera que se tropiece en nuestra vida con corrientes desmoralizadoras, se halle también siempre al hebreo? En la venalidad del base-ball, en las finanzas a usura, en la relajación de nuestros escenarios siempre encontramos un grupo de judíos culpables. Judíos en la violación de la prohibición alcohólica. La política bélica nacional: en manos de hebreos. La telegrafía sin hilos: un monopolio semita. El peligro moral de las películas pornográficas: explotado por israelitas. Son los años de la prensa mediante una presión mercantil y financiera, y en un 80 por ciento los beneficiarios de la guerra, los organizadores de la más activa resistencia contra usos y costumbres cristianas. Y a guisa de apoteosis, la música populachera, mezcla de estupidez y sensualismo: ¡el jazz! ¡otra vez los hebreos! 
Alguien dijo: "Dejadme hacer las canciones de un pueblo y conseguiré mas que dictando sus leyes". En nuestra patria el judío mete sus zarpas en una y otra cosa.
 Como la escena y la cinematografía yanqui sucumbieron al espíritu mercantil y antiartístico hebreo, así el comercio de la "música popular" se convirtió en una industria netamente judía. Sus eminencias son, en su mayoría, israelitas rusos, cuyo pasado suele ser tan discutido como el de algunos empresarios. 
Ya no canta el pueblo lo que le agrada, sino lo que los "grandes cañones" le brindan con monótona repetición  en los music-halls, basta que la ingenua juventud empiece a tararearlo por las calles. Son estos "cañones" los agentes a jornal de las fabricas judías de canciones. Metálico, y no valor intrínseco, decide de la popularidad de esa música de irracionales conocida bajo el nombre de "jazz". 
Ni siquiera en este negocio fabril musical demostraron los hebreos originalidad alguna, sino cierta facultad a los sumo para amoldarse, por no decir copiar (designación que implica una cortesía frente a lo que en realidad es: un robo intelectual). El judío no tiene facultades creadoras, sino que se adueña de lo que otros crearon, le da cierta apariencia y lo troca en negocio. Tomaron las antiguas colecciones de aires populares, melodías de opera y cuplés, y cuando nos dedicamos a examinar detenidamente los últimos cuplés de moda hallamos en ellos melodías y motivos de pasadas generaciones, mezclados con un poco de jazz, que, unidos a sentimientos sensualmente embrutecidos son lanzados al publico. 
Se estigmatiza como "beata" la música no judía, y se escucha únicamente en la buena sociedad. El pueblo, la masa, se nutre espiritualmente con música salvaje, que irrumpe en oleadas turbias desde el callejón de los Cencerros, que así se llama la calle en que viven la mayor parte de las casas editoriales judías de música. 
El primer intento de "mercantilizar" los aires populares lo realizo Julio Wittmark , antiguo cantante de baladas. Le sucedieron numerosos judíos de Este neoyorquino, muchos de los cuales amasaron fortunas al explotar el gusto popular que ellos mismos habían depravado primeramente. Uno de los que más éxitos consiguieron, fué Irwing Berlin , cuyo nombre real era el de Isidor Berliner , siendo oriundo de Rusia. 
Los comerciantes judíos poseen un sistema especial para echar por tierra el buen gusto: el de suministrar idéntica melodía con dos o tres textos diferentes. Dan por un lado el texto con el que se vende la canción en los negocios a personas entupidas que se pasan el día repitiendo el imbécil canturreo salvaje y que gustan de estar en posesión del "dernier cri". Estas canciones son malas de por si. Pero después viene el texto número 2, que "avanza un poco más", y finalmente el texto numero 3, que "llega a fondo". Los jóvenes de las capitales suelen conocer gradualmente los textos numero 2 y 3, y hasta se ofrecen casos de que las niñas de la buena sociedad los conocieran. 
No debe despreciarse tampoco la diabólica socarronería que crea una atmósfera inmunda en todas las capas sociales. Se unen en ella cálculos malsanos con endemoniada malignidad. El río sigue corriendo, se torna cada vez mas turbio, denigra al público no-judío y acrecienta las riquezas hebreas. 
Mas todo esto ha de tener un fin. ¿Por que no vamos hacia el? Debería ser el punto de ataque la causa, no el efecto. Carece de sentido común vituperar a las gentes. Déjese circular libremente el alcohol, y tendremos un pueblo de borrachos. Sucumbirían también a otros narcóticos, si pudieran venderse con tanta libertad como los productos de la industria hebrea de la música popular. Seria torpe acusar en tales casos a las víctimas , el sentido común exige responsabilidad a los in d u c o r e s . La fuente del derrumbe moral de nuestros pueblos es precisamente el grupo de mercachifles de música hebreos que domina todo este mercado. t
La acusación de desmoralización, por medio de la "música para el pueblo", va acompañada de otra no menos importante, y es la de que dicha música ni siquiera es "popular en el genuino sentido del pueblo". Todo el mundo la escucha, la tararea, se le imprime en el odio en cada función cinematográfica y de music-hall, se anuncia en chillones carteles, los gramófonos la gritan noche y día, las bandas de música parecen enloquecidas reproduciéndola, y la repiten los pianos mecánicos. Por este solo poder de la simple repetición se pega a nuestros odios hasta que un nuevo "dernier cri" la sustituye. No se encuentra en todo ello verdadera popularidad. Por lo general no se hallan ni vestigios de sentimiento en esas canciones ofrecidas con enorme reclamo, sino que jóvenes y viejos sucumben simplemente al poder mecánico de determinadas frases y melodías, que día a día les atacan los tímpanos. 
La precaución de hallarse siempre "al corriente" impulsa a los propietarios de un piano a entrar en los negocios de música, para enterarse de lo que es de ultima moda. ¡Naturalmente que es siempre la música salvaje de producción hebrea, contagiando en esa forma una casa tras otra! 
En cuanto a sentimiento popular, ni rastros. Son estas canciones tan pobres en espíritu y alma, que no tienen sino una vida efímera, para fenecer de la noche a la mañana. Pero ya apareció otro nuevo "cri", y como es el último, porque la propaganda anuncia que es un "cri", y porque los "cañones" hacen que todo el mundo lo tararee, resulta que se hace "popular". Y es siempre el mismo viejo truco "cambiar el estilo" para obligar la venta y ganar dinero. Nada hay de perdurable en la producción hebrea: ni en la moda, ni en los cines, ni en las canciones. Debe siempre haber algo "dernier cri", para conducir la oleada del dinero popular hacia los bolsillos de los fabricantes de jazz . 
Hay que tener siempre presente dos cosas: que la "música para el pueblo" es casi siempre irracional y causa primordial de la desmoralización, a no ser la única que coopera con el cine. Y que tal música proceder exclusivamente de los hebreos. 
No crearon nunca los judíos aires populares; desfiguraron simplemente los ajenos. El instante en que los hebreos se apoderaron de la canción popular, es el mismo en que dejo de tener un fondo moral. La cantaba el pueblo, sin tener que ocultar nada en ella. En cambio, la moderna canción "popular" es tan dudosa, que el intérprete muchas veces hasta debe cerciorarse primero del nivel moral de su auditorio. 
Pide el gusto del publico aquello que se le ofrece con mayor frecuencia, siendo como es cuestión de costumbre. Carece el público de hoy de facultades de diferenciación y admite lo que se le ofrece. Y se transforma este gusto público en relación con el alimento espiritual que se le ofrece. Un cuarto de siglo de ilimitada influencia de teatro, cine, música popular, cafetería y prensa al estilo hebreo, unido a la impune denigración de toda contracorriente moralizadora, y el gusto del público quedara desfigurado definitivamente hasta lo desconocido. 
Cantaba antiguamente el pueblo, más no como hoy. No tuvieron los textos quizás gran profundidad intelectual y las melodías fueron tal vez sentimentales, pero los cantares de doble sentido estaban prohibidos, al menos en la buena sociedad. Así como las modas del mundo frívolo se observaban solo en determinados barrios, también las canciones sicalípticas tenían su círculo determinado. Pero rompió la moda sus límites penetrando hasta en la sociedad decente. 
Las viejas canciones populares grabadas por si solas en la memoria, no quedaban jamás fuera de moda. ¿Quien podría hoy recordar la más popular del mes pasado? 
Constituyen las melodías un caso de por si. En varias oportunidades los tribunales tuvieron que hacer constar que fueron "adaptadas", es decir, robadas. La causa de esta nueva forma especial de indecencia hebrea consiste en la táctica genuinamente suya de aumentar en lo posible la venta
rápida. Antes, un nuevo cantar por semana, una o dos nuevas obras en toda la temporada, marcaban los limites. Al aparecer los cinematógrafos, desapareció esta costumbre. A fin de poder sacar diariamente el dinero del bolsillo de las personas, hoy que variar también diariamente el programa, y para presentar todos los días un "número" nuevo, es preciso abaratar en lo posible los gastos de producción. Fabricación en serie para acrecentar los ingresos. El valor intrínseco: ¡cosa secundaria! Pero resulta que no hay bastantes canciones buenas para suministrar a diario otra nueva, no existen suficientes obras buenas para trocarlas en drama cinematográfico. Lo que les falta a dichas obras en valor artístico, se les sustituye por sicalipsis. Es la sicalipsis la salsa picante destinada a hacerle tragar al público la estúpida serie de obras cinematográficas y canciones populares. 
¿Que por que únicamente los hebreos se prestan a ello? Porque representa un sistema, que no es factible a ninguna otra raza, porque ninguna otra vive y muere tanto por el mercantilismo como la israelita. ¿Quien, salvo el judío, seria capaz de combinar los términos "aires populares" y "arte", con la de "proveer" y "vender"? 
Según el concepto judío, popularidad no significa sino moda y modernismo. No hace falta para garantizar su éxito, que una canción, ni por su melódica, ni por su texto, posea el mínimo valor; basta con repetirla indefinidamente, hasta que se grabe en los odios de la masa: entonces se convierte en "popular". Se concurre al teatro y se escucha cierta canción "sosa", pero no nos atrevemos a decirlo, porque "todo el mundo" la canta. De pronto uno mismo la entona. La toca en casa la niña en el piano, y resuena desde todas las puertas y ventanas, hasta que un día desaparece. Es que ya existe un sucesor: otro "cri" en el callejón de los Cencerros. Se va repitiendo nuevamente el martirio, y así, de treinta a cincuenta veces por año. 
No hay que olvidar que esto es sistema, método . En absoluto casual. Es exactamente lo mismo que en las "demostraciones" y "revoluciones": existe siempre un centro perfectamente organizado, que conoce el mecanismo en todos sus detalles, que lo prepara y hace funcionar. Hay un método para hacer una "revolución", exactamente tan "popular" como cualquier obra cinematográfica, o cualquier canción: repetición incesante, hasta que la melodía lanzada sea del dominio público. 
Todo estudio de "arte" reproducido en salas de variedades y cafés cantantes, demuestra que se trata solo de mercadería judía. 
Simultáneamente, el predominio hebreo en la música significa que toda la música no-judía queda excluida. Por valiosa que sea una canción de cualquier no-judío, no hallara nunca el camino que conduce al gran publico. Los propietarios de casas de música, los críticos, agentes, editores, empresarios de music-halls, la mayoría de los cantantes y recitadores no solo son hebreos, sino que lo son conscientemente a fin de apoyarse mutuamente y con absoluta exclusión de todo lo no- judío. 
Comprenderán perfectamente los amigos leales del pueblo el peligro mortal que tal canción popular irradia; pero resulta también que se rebusca generalmente en sitio equivocado. Y mientras tanto, en cierto pequeño grupo sigue impunemente maculándonos jazz, "cinematografía" y bailes indecorosos, derrochando dinero a millares, para recogerlo a millones. Si fuera no judío este grupo de personas, todo el mundo lo señalaría con el dedo. Pero es judío y queda invulnerable a toda critica. Todo terminara, pero únicamente en el momento en que se pronuncie claramente el nombre de los israelitas que lo dirigen. 
Es demasiado claro para poderlo liquidar con la frase "prejuicios de raza". Es un caso típicamente judío, y lo es sobre la base de hechos innegables. 
No conforme con entrometerse cotidianamente en nuestra vida, en todas sus fases, desde el oro
indispensable para nuestra economía nacional, hasta el pan nuestro de cada día, la influencia judía penetra también en nuestros hogares, fijando la clase de canciones que al piano se pueden cantar. En el caso, desgraciadamente imposible, en la práctica, de poder aplicar a cada pieza de las que compone nuestra existencia diaria, y que resulte influenciada por el espíritu hebreo, un letrero que diga "judío", resultaría un conjunto capaz de asombrarnos y de hacernos levantar en armas.