Victimismo Crónico:
Personas que funcionan en "modo queja"
(Nacionalismo Católico NGNP)
Para estas personas, los errores y defectos de los demás son intolerables, mientras que los propios son una simple sutileza.
Todos,
en algún que otro momento, hemos asumido el papel de víctimas. Sin
embargo, hay personas que se convierten en víctimas permanentes, sufren
lo que podríamos considerar como un “victimismo crónico”. Estas personas
se disfrazan de falsas víctimas, ya sea de forma consciente o
inconsciente, para simular una agresión inexistente y, de paso, culpar a
los demás, liberándose de toda responsabilidad.
En realidad, el victimismo crónico no es una patología, pero podría desembocar en un trastorno paranoide, cuando la persona insiste en culpar continuamente a los demás de los males que padece.
Además, esta forma de afrontar el mundo, de por sí, conduce a una
visión pesimista de la realidad, que produce malestar, tanto en la
persona que se queja como en quien recibe la culpa.
En muchos casos, la persona que abraza el victimismo crónico termina alimentando sentimientos muy negativos, como el resentimiento y la ira,
que desembocan en un victimismo agresivo. Es el típico caso de quien no
se limita a lamentarse sino que ataca y acusa a los demás, mostrándose
intolerante y vulnerando continuamente sus derechos como personas.
Radiografía de una víctima crónica
- Deforman la realidad. Este tipo de personas creen firmemente que la culpa de lo que les sucede es de los demás, nunca es suya.
En realidad, el problema es que tienen una visión deformada de la
realidad, poseen un locus de control externo, y creen que tanto las
cosas positivas como las negativas que ocurren en su vida no dependen
directamente de su voluntad, sino de las circunstancias externas.
Además, sobredimensionan los aspectos negativos, desarrollando un
pesimismo exacerbado que les llevan a centrarse solo en las cosas
negativas que les suceden, obviando las positivas.
- Hallan consuelo en el lamento. Estas personas creen
que son víctimas de los demás y de las circunstancias, por lo que no se
sienten culpable ni responsables de nada de lo que les sucede.
Como resultado, lo único que les queda es lamentarse. De hecho, suelen
encontrar placer en el acto de quejarse porque así asumen mejor su papel
de "pobres víctimas" y logran llamar la atención de los demás. Estas
personas no piden ayuda para solucionar sus problemas, solo se lamentan
de sus desdichas en la búsqueda desenfrenada de compasión y
protagonismo.
- Buscan culpables continuamente. Las personas que asumen el papel de víctimas eternas, desarrollan una actitud recelosa, suelen creer que los demás siempre actúan de mala fe,
solo para ponerles la zancadilla. Por eso, suelen tener un afán casi
morboso por descubrir agravios nimios, sentirse discriminados o
maltratados, solo para reafirmar su papel de víctimas. Así, terminan
desarrollando una hipersensibilidad y se convierten en especialistas en
formar una tormenta en un vaso de agua.
- Son incapaces de realizar una autocrítica sincera. Estas personas están
convencidas de que no tienen la culpa de nada, por lo que no hay nada
que criticar en sus comportamientos. Como la responsabilidad es de los
demás, no aceptan las críticas constructivas y, mucho menos, realizan un
examen de conciencia a fondo que les lleve a cambiar su actitud. Para estas personas, los errores y defectos de los demás son intolerables, mientras que los propios son una simple sutileza. Después de todo, las víctimas son ellos.
¿Cuáles son sus estrategias?
Para
que una persona pueda asumir el papel de víctima, tiene que haber un
culpable. Por tanto, debe desarrollar una serie de estrategias que le
permitan lograr que la otra persona asuma la culpabilidad en el asunto.
Si no somos conscientes de estas estrategias, es probable que caigamos
en sus redes y que incluso estemos dispuestos a cargar con toda la culpa
sobre nuestras espaldas.
1. Retórica victimista
Básicamente,
la retórica de esta persona se dirige a descalificar los argumentos de
su adversario. Sin embargo, en realidad no refuta sus afirmaciones con
otros argumentos que sean más válidos, sino que se encarga de que la
otra persona asuma, sin darse cuenta, el papel de atacante.
¿Cómo
lo hace? Simplemente asume el rol de víctima en la discusión, de forma
que la otra persona quede como alguien autoritario, poco empático o
hasta agresivo. Es lo que se conoce en el ámbito de la argumentación
como “retórica centrista” ya que la persona se encarga de mostrar a su
adversario como un extremista, en lugar de preocuparse por refutar sus
afirmaciones. De esta manera, cualquier argumento que esgrima su
adversario, será solo una demostración de su mala fe.
Por
ejemplo, si una persona se atreve a contrastar una afirmación con un
hecho irrefutable o con estadísticas provenientes de fuentes fiables, la
víctima no le responderá con hechos sino que dirá algo así como: “Siempre me estás atacando, ahora dices que miento” o “Estás intentando imponer tu punto de vista, haz el favor de disculparte”.
2. Retirada victimista
En
algunos casos, el discurso de la víctima está dirigido a eludir su
responsabilidad y evitar tener que disculparse o reconocer su error. Por
eso, intentará escabullirse de la situación. Para lograrlo, su
estrategia consiste en desprestigiar el argumento del vencedor, pero sin
llegar a reconocer que estaba equivocado.
¿Cómo
lo hace? Una vez más, asume el rol de víctima, juega con los datos a su
antojo y los manipula a su conveniencia con el objetivo de sembrar la
confusión. Básicamente, esta persona proyectará sus errores en el otro.
Por
ejemplo, si una persona le responde con un dato comprobado, que niega
su afirmación anterior, la víctima no reconocerá su error. En todo caso,
intentará hacer una retirada digna y dirá algo así como: “Ese hecho no niega lo que he dicho. Por favor, no cree más confusión y caos” o “Me
está culpando de confundir a los demás, no tiene educación, es evidente
que es inútil discutir con usted porque no atiende a razones”, cuando en realidad quien crea el desconcierto es él mismo.
3. Manipulación emocional
Una de las estrategias preferidas de las víctimas crónicas es la manipulación emocional. Cuando esta persona conoce bastante bien a su interlocutor, no dudará en echar mano al chantaje emocional para
poner el tablero a su favor y adoptar el rol de víctima. De hecho,
estas personas son muy hábiles reconociendo emociones, por lo que
utilizan cualquier resquicio de duda o culpa en su beneficio.
¿Cómo
lo hacen? Descubren el punto débil de su adversario y explotan la
empatía que este puede sentir. De esta forma, terminan envolviéndole en
su tela de araña, para que esa persona adopte toda la responsabilidad y
el papel de verdugo, mientras ellos se quedan cómodos en su rol de
víctimas y pueden seguir lamentándose.
Por ejemplo, una madre que no quiere reconocer sus errores, puede poner la culpa en el hijo diciendo cosas del tipo: “Con todo lo que he hecho por ti, y así me pagas”.
Sin embargo, este tipo de manipulación también es muy común en las
relaciones de pareja, entre amigos e incluso en el ámbito laboral.
¿Cómo enfrentar a este tipo de personas?
El primer paso consiste en darse cuenta de que estamos ante una persona que asume el rol de víctima.
Luego, se trata de resistir el embate y no dejar que nos enrede en su
juego. Lo más sensato es decirle que no tenemos tiempo para escuchar sus
lamentaciones, que si quiere ayuda o una solución, con gusto le
ayudaremos, pero que no estamos dispuestos a perder tiempo y energía escuchando continuamente sus quejas.
Recuerda
que lo más importante es que estas personas no te arruinen el día
descargando en ti su dosis de negatividad y, sobre todo, que no te hagan
sentir culpable. No olvides que solo te puede herir emocionalmente,
aquel al que le des suficiente poder.