Del diario devenir
L’OSSERVATORE…
LUTERANO
Sorprende poco lo que llega de Roma,
simplemente intentamos adivinar ¿que se le habrá ocurrido esta mañana? O ¿en
que nuevo tembladeral nos encontraremos por la tarde?
Entre muchos y serios casos ‒y éste
no es el menor– el Papa cierra 2016 dejando sin respuesta las objeciones, y los
precisos planteos, que los cuatro cardenales le habían entregado referentes al
contenido teológico de “Amoris Laetitia”.
Aunque no es infrecuente que dentro
de las estructuras demagógicas o autoritarias de poder, ignoren las preguntas cuando
no se tienen respuestas.
Nada más alejado de un buen ejemplo,
pero Sartre, como sucede hoy en el Vaticano, también descalificada al que lo
interrogaba, cuando no podía responder.
Habitante de un país del sur,
derrotado en una elección, lo vimos en Buenos Aires, insociable y hosco,
transitar esa adversidad durante ocho años, tiempo en que nadie conoció su sonrisa.
La sombra de la edad y el retiro parecían negarle posibilidad de revancha.
Pero no paró, buscó aliados,
conspiró, prometió, volvió a conspirar y finalmente se encontró con el poder. La fama llegó enseguida. Bastaron un par de
fotos, un autito destartalado, y los famosos zapatos; la izquierda lo hizo de
los suyos y los medios lo aclamaron. Lo que se dice un capo.
Pero que ya no sorprenda, no quiere
decir en modo alguno que no nos duela, que no nos inquiete, que no nos
escandalice.
Pero ¿por qué esa obstinada batalla
de Bergoglio por el poder?
Al cabo de tres años, van quedando expuestas
ciertas razones, no todas igualmente dignas.
Cierra el balance de 2016, con la aparición de L’Osservatore Romano pero en edición local, argentina. Lo que no
diría demasiado, sino fuera que el periódico oficial de la Iglesia Católica,
está ahora por disposición de Bergoglio, en manos y bajo la dirección de un
protestante.
Para nuestra pobre inteligencia,
resulta difícil entender como partiendo de una decisión, deliberadamente
equívoca, o por lo menos extraña al catolicismo, se puede divulgar y resguardar
en su integridad a la fe católica.
Es decir, al diario de la Iglesia
Católica ¡lo dirige un protestante! Bergoglio
lo hizo.
Con la añadidura de un detalle
cordialmente pluralista, la publicación saldrá junto a la edición de Perfil.
Pero, nobleza obliga, si bien L’Osservatore y Perfil van juntos en esta patriada por la paz, el diálogo y algo
más que no me acuerdo, el director de L’Osservatore
habría objetado que el lanzamiento fuera junto a otra de las publicaciones del
grupo editorial, la revista Hombre.
No tanto por el enfoque de la
revista –que a eso apuntaría el diálogo– sino por considerar que, por el
momento al menos, no podrían competir con el material fotográfico de Hombre.
A propósito de la elección del director,
nuestras fuentes nos informan, que se pasó revista a una larga lista de
personas del catolicismo local, entre sacerdotes y laicos vinculados al
periodismo, pero en bloque fueron descartados por clericales.
Habrían indagado para el cargo a
gente de la Tupac, a Tinelli ‒por aquello de San Lorenzo‒ y hasta habrían
tanteado a Zaffaroni, pero nos dicen que Bergoglio no encontró a ninguno lo
suficientemente heterodoxo como para dirigir el diario de la Iglesia, por lo
que cortó por la sano y coincidiendo con la celebración de Lutero, se inclinó
por un protestante.
El primer número viene doblemente
enriquecido. Al mismo precio leeremos una carta pastoral “manuscrita” firmada
por el obispo de Roma, de una estrechez retórica encantadora y por si fuera
poco, una nota del rector “Tucho” Fernández, que según trascendidos, no
confirmados, trataría –en un análisis magistral‒ acerca del Ser y los
trascendentales.
Y bueno, era tiempo, Tucho nos pone
a estudiar, ¿por algo es profesor, no?
Uno de los propósitos del diario
sería difundir, de primera mano, el pensamiento de Bergoglio, de ahí lo de
manuscrito, para evitar el aluvión de voceros y aclaradores que con éxito
escaso, utilizaron hasta ahora, tratando de hacer inteligibles, ideas más bien
abstrusas. Claro que y no es que dudemos de capacidad del director –Lutero no
lo permita– pero se ha echado sobre los hombros una de la tareas de Hércules…
Por otra parte, nadie ignora aquello
del diario especialmente preparado para Yrigoyen, repleto de buenas noticias,
tan confortantes como truchas, pero según dicen, Yrigoyen desconocía la
maniobra.
En este caso en cambio, la novedad
es que el Vaticano, crea un diario dedicado a difundir menos la verdadera
doctrina, que al autobombo, al halago, a la adulación, olvidando a quien no es
prudente olvidar, porque era Shakespeare el que escribía “arrancadle la lengua
a la multitud, no le dejéis lamer la adulación que es veneno”. Veneno para la
multitud, es cierto, pero todavía más veneno, para el que gobernando, paga,
para ser adulado.
En un cuento, Borges cita a un
personaje de Carlyle, ferviente devoto de la diosa razón, que en una plaza de
París, con un puñado de seguidores, hablaba “en
nombre del género humano”. Vaya uno a saber, en una de esas no estaba tan
chiflado el escocés, creo conocer alguno que desde Italia…
Miguel
De Lorenzo