EL ENCUBRIDOR
11:30 – (Por: Rubén Lasagno) – “No expreso una opinión personal en esta cuestión. Soy el presidente del bloque, doy la cara y acepto la tarea de la comunicación”,
dijo el senador Miguel Ángel Pichetto tratando de gambetear con excusas
vagas y camufladas su principal responsabilidad en el encubrimiento
explícito que corporativamente le da el PJ/FPV en el Congreso a la ex
presidenta (hoy senadora) Cristina Fernández, sobre la cual penden
pedidos de prisión preventiva, desafueros y decenas de causas graves,
todas superpobladas de pruebas irrefutables de que durante su mandato,
se hicieron del gobierno para delinquir.
“Esto tiene que ver con la visión de principios que significan los derechos y garantías y que tiene que ver con proceso penal en Argentina, en donde la libertad es la regla y la prisión preventiva la excepción” agregó Pichetto a Clarín remarcando que según “la teoría Pichetto” para que los senadores decidan desaforar a un delincuente de sus filas, “la sentencia debe tener confirmación en doble instancia”, como si la decisión de los Tribunales no fueran causa suficiente para ver y entender que el condenado ha cometido delitos. Esto no es ni más ni menos que crear un nuevo poder por sobre el Judicial: el político/corporativo.
Para Pichetto no es una cuestión moral, es un tecnicismo, o al menos así lo deja entrever él; sin embargo, el blindaje a un delincuente que se ha robado dos PBI del país mientras estuvo en el poder y donde las pruebas en su contra (en calidad y cantidad) no tienen antecedentes en el mundo, no puede disimularlo Pichetto con su postura leguleya, sin dejar su huella partidaria en esta insólita decisión de amparar a su ex jefa.
El senador rionegrino sabe que en los tiempos de nuestra justicia, esperar que haya dos instancias condenatorias, excederá con creces el tiempo del mandato senatorial. Y si por alguna razón, el peronismo vuelve al poder, serán ellos quienes aliviarán a la jefa de la banda y sus menesterosos presos, para que con argucias, aprietes y compra de voluntades de los volubles jueces, todos queden libres y tal vez se funde el mayor acto de impunidad e injusticia, superior inclusive, que el de los países más pobres y desvalidos de justicia del mundo.
Lo de Miguel Ángel Pichetto no tiene ningún sentido ni explicación ética ni moral. El legislador hace una interpretación capciosa de la ley y pretende que nos creamos un cuento de hadas, cuando aquí lo que se juzga es un delito contra el Estado y la sociedad en su conjunto y la principal culpable está siendo amparada por un conjunto de senadores cómplices, quienes especulan con los cambios ciclotímicos de la política nacional, para encontrar un resquicio por donde hacerla “zafar” a tiempo.
Es una verdadera vergüenza que alguien propuesto como un “cambio”, integrando un nuevo espacio político, actúe sinérgicamente con sus pares impidiéndole a la justicia actuar con independencia. Es la prueba viviente de que en la política nacional nada ha cambiado. De hecho, Carlos Menem condenado nada menos que por tráfico de armas en pleno ejercicio de sus funciones como presidente, sigue apoltronado en su banca, rodeado de cómplices que avalan sus delitos y los encubren para que no pague las consecuencias.
Lo de Pichetto es anti moral. La sociedad lo mira con detenimiento y cierta perplejidad. El accionar especulativo de la corporación política hoy no pasa desapercibido, aún cuando el rionegrino intente cubrir con flores el olor fétido de la cloaca en la que se ha transformado el Congreso de la Nación, un antro de corruptos impunes donde la ley no puede entrar “por la división de poderes”, la cual paradójicamente, Pichetto vulnera, al hacer su propia interpretación de las leyes impidiéndole actuar a la justicia que dice defender y ponerse por sobre la decisión de los jueces resistiéndose a que los delincuentes sean juzgados como manda la Constitución Nacional.
Un verdadero asco. Pensar que la Argentina debe sacarse aún esta costra anecrosada de impunidad que recubre a las instituciones, hace más desalentador el futuro inmediato de un cambio sustancial y radical de la política en si misma. El cambio debe ser de conciencia y no lo estamos logrando. Solo varían las situaciones e incluso los personajes siguen siendo prácticamente los mismos. El juego camaleónico que aplican los culpables y los culposos, tienden a confundir al electorado, para que los votos los vuelvan a llevar a la beca política que ninguno de ellos quiere perder; y pocos, muy pocos, van por el verdadero cambio que debe ser ético y moral. Eso, hasta ahora, no lo podemos ver. (Agencia OPI Santa Cruz)