El liberalismo es la iniquidad. P. Horacio Bojorge. Anomía y Esjatología. Católicos liberales (4-5)
Capítulo 6: Anomía y esjatología
La
palabra anomía, se usa en el Nuevo Testamento en contexto
predominantemente escatológico, es decir, relativo al Juicio, a la
Parousía, al futuro eclesial y al fin de los tiempos. No tiene, por lo
tanto, un sentido predominantemente moral, sino religioso, relativo a la
salvación o la condenación de los hombres.
En
el Sermón de la Montaña, oímos a Jesús decir, refiriéndose al juicio
futuro en el que Él será el Juez: “Muchos me dirán en aquel día, Señor,
Señor ¿Acaso no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos
demonios, y en tu nombre obramos muchos prodigios? Y entonces les
declararé públicamente: Nunca jamás os conocí, apartáos de mí los que
obráis la iniquidad [ten anomían]” .
La
iniquidad, que será desenmascarada en el Juicio, habrá podido ser
perpetrada, por lo tanto, en la historia, mediante la invocación del
nombre de Cristo y obrando, mediante esa invocación, signos prodigiosos,
profecías y expulsión de demonios que parecerían acreditar a los que
los obran como verdaderos cristianos. ¿Cómo entenderlo?
Jesús
nos pone en guardia, en sus instrucciones sobre el futuro: “Mirad que
nadie os extravíe, diciendo ‘Yo soy el Mesías’ porque muchos vendrán en
mi nombre diciendo, ‘Yo soy el Mesías’, y extraviarán a muchos” […]
“Entonces, si alguno os dijere: ‘Mirad, aquí está el Mesías’ o ‘allí’,
no lo creáis, porque se levantarán falsos Mesías y falsos profetas y
exhibirán grandes señales y grandes portentos, hasta el punto de ser
seducidos, si posible fuera, aún los elegidos. Mirad que os lo tengo
predicho” .
Son
estos impostores los que se presentarán ante el Juez, diciendo “Señor,
Señor, hemos hecho milagros en tu nombre”. Jesús los rechazará por haber
sido obradores de la iniquidad: “apartáos de mí, no os conozco,
obradores de la iniquidad”.
Se
presentan y obran invocando el nombre de Jesús, pero haciendo
hipócritamente su propia voluntad y no la del Padre. Anuncian una
salvación mesiánica e intentan ponerla por obra.
Pensemos,
por ejemplo, en ciertas autoproclamadas “teologías de la liberación”
que se presentaron en el nombre de un Cristo liberador pero postulando
la lucha de clases. No promovían la libertad de los hijos de Dios
anunciada por Jesucristo, la filialización y la amorosa sujeción de la
propia vida a la voluntad del Padre. Estos y otros pseudomesías, erigen
la voluntad humana en norma de interpretación de las palabras de
Jesucristo, e instrumentalizan hipócritamente su figura.
Anomía y escándalo
Pero continuemos con nuestra lectura de los pasajes de la Sagrada Escritura que nos enseñan lo que es la anomía.
En
la parábola del trigo y la cizaña, que nos remite a los últimos
tiempos, leemos: “Así, pues, como se recoge la cizaña y se echa al fuego
para que arda, así será en la consumación del mundo. Enviará el Hijo
del Hombre a sus Ángeles, los cuales recogerán de su reino todos los
escándalos y todos los que obran la iniquidad (la anomía) y los
arrojarán al horno del fuego, y allí habrá llanto y el rechinar de
dientes” .
Este texto exige algunas observaciones:
Primera:
Aquí ‘los que obran la iniquidad’ se presentan, nótese bien, como
internos al Reino: ‘los Ángeles recogerán de su Reino…’. Es algo que
sucede dentro del Reino y en nombre de Jesús, con conocimiento de su
enseñanza e invocándola, tergiversada según ajenas conveniencias, pero
no haciendo lo que Jesús enseña: ‘escuchan mis palabras – y quizás hasta
las enseñen en mi nombre – pero no las practican’.
Segunda:
Los que obran la ‘iniquidad’ la obran, en este contexto, dando
escándalo, es decir, motivo de tropiezo y de caída a los creyentes en su
fe.
Hay
que notar aquí el sentido técnico y salvífico de la palabra escándalo,
que nosotros, actualmente, entendemos más bien en sentido moral, de
“pecados escandalosos”. Escándalo tiene, en boca de Jesús, el sentido de
hacer tropezar a alguien en el seguimiento; de hacer tropezar al
discípulo en el camino -que es Jesucristo- al Padre.
¿Cómo
se relaciona la iniquidad con el escándalo? Escándalo en paralelo con
iniquidad, supone, en este contexto, que el inicuo, por el solo hecho de
serlo, induce a muchos creyentes a la iniquidad.
La
iniquidad es contagiosa, y por eso dañosa para la fe de los creyentes. Y
más cuando ella se ha convertido en un ambiente, en una civilización,
en una cultura que penetra por contagio y por ósmosis, como por una
insensible colonización cultural, el corazón de los creyentes; su
sentido común; sus modos de ver la vida y las cosas. De tal manera que,
ellos también, se hacen cristianos hipócritas, seres cripto-inicuos, que
habiendo comenzado por escuchar las palabras de Cristo, terminaron por
no practicarlas, o terminaron practicando una reinterpretación de ellas,
que es lo mismo. Víctimas, más o menos culpables, de la
reinterpretación a la que los inicuos han sometido la doctrina de Jesús
para evacuarla.
Esta
definición de iniquidad ¿no se aplicaría perfectamente a una pedagogía,
pretendidamente cristiana, que se limitara a enseñar valores, pero se
desentendiera de su realización y concreción práctica en el ejercicio de
las virtudes, empezando por las teologales y siguiendo por las
cardinales?
Presenciamos
hoy la fácil sustitución de Jesucristo por valores. Ya ni siquiera por
virtudes. La sustitución del anuncio evangélico explícito y fiel, por un
sucedáneo elástico de values light and stretch. Un procedimiento
escalofriante porque evoca la operación de cambio por treinta valores
con la que Judas traicionó a su Maestro. La sustitución del anuncio del
evangelio por el anuncio de valores, aún pretendidamente evangélicos,
¿no es algo así como una traición?
Ciertamente
esta definición se aplica al programa de la heterointerpretación del
lenguaje creyente que proponía Gramsci que ha sido piedra de tropiezo
para tantos creyentes.
Capítulo 7: Católicos liberales
Católicos liberales
La parábola de la cizaña puede ayudarnos a tomar posición frente al fenómeno del liberalismo religioso.
Es
bastante obvio que el liberalismo, y más en su versión religiosa, ha
escandalizado a muchos. Es decir, ha hecho tropezar a muchos cristianos.
Ha inducido a confusión. Ha sido causa de extravío para muchos
católicos, sin excluir clérigos ni obispos, desviándolos por los caminos
del catolicismo liberal.
Y
es también obvio que esto ha sucedido especialmente con los cristianos
más sensibles a los halagos del mundo y más temerosos de sus
condenaciones o persecuciones.
El
Padre Félix Sardá i Salvany, observa cómo la iniquidad liberal
instalada en la mente de sacerdotes y obispos se convierte en motivo de
escándalo, es decir de tropiezo, de los fieles que, por ese motivo,
terminan por encontrar aceptables las opiniones liberales.
A los fieles que se espantan de que algo así pueda suceder, les dice:
“Sí,
amigo lector, sí, puede haber también, por desdicha, ministros de la
Iglesia liberales, y los hay de esta secta fieros, y los hay mansos, y
los hay únicamente resabiados. Exactamente como entre los seglares. No
está exento el ministro de Dios de pagar tributo a las humanas flaquezas
[…] ¿Y qué tiene esto de particular, cuando no ha habido apenas herejía
alguna en la Iglesia de Dios, que no haya sido elevada o propagada por
algún clérigo?” .
A
aquellos hombres de Iglesia que han sucumbido al contagio liberal le
son aplicables las palabras de Jesús: “vosotros por de fuera parecéis
justos a los hombres, mas de dentro estáis repletos de hipocresía y de
anomía” .
La
gravedad de la hipocresía, lo que la convierte en anomía, en iniquidad,
es precisamente el impedir a los hombres entrar por el camino filial y
llegar al Padre: “¡Ay de vosotros, porque cerráis [el acceso] al Reino
de los cielos delante de los hombres, y ni entráis vosotros, ni dejáis
entrar a los que están por entrar!” (Mateo 23, 13).
Puesto
que el Reino de los cielos no es otra cosa que la condición filial por
la que se accede a la comunión con el Padre en calidad de hijos, la
hipocresía es iniquidad, porque aparta de la fe en Cristo y por lo tanto
del ingreso a la comunión con el gran Nosotros divino – Humano. Y la
iniquidad es escándalo, porque hace tropezar y caer en el camino al
Padre, que es el seguimiento de Cristo.
A
esos adalides de la oposición a Él, en todos los tiempos, Jesucristo
los considera y los llama hijos de Satanás, Raza de víboras, generación
perversa. “Serpientes, raza de víboras, ¿cómo vais a escapar al juicio
de la Gehenna?” .
Volvemos
a encontrarnos aquí la misma oposición que vimos antes en el texto de
la primera Carta de San Juan, entre los hijos de Dios, puros como el
Cordero, y los hijos de Satanás opuestos al Hijo y autores de la anomía,
que es el Pecado.
La Iniquidad según san Pablo
La
enseñanza de San Pablo sobre la iniquidad prolonga la doctrina que se
desprende de los textos de San Mateo y de San Juan. El pasaje más
significativo que contiene esa enseñanza dice:
“1 Por lo que respecta a la Venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos,
2
que no os dejéis alterar tan fácilmente en vuestro ánimo, ni os
alarméis por alguna manifestación del Espíritu, por algunas palabras o
por alguna carta presentada como nuestra, que os haga suponer que está
inminente el Día del Señor.
3
Que nadie os engañe de ninguna manera. Primero tiene que venir la
apostasía y manifestarse el Hombre del pecado [anthrôpos tês hamartías],
el Hijo de perdición [ho huios tês apôléias],
4
el Adversario [ho antikéimenos] el que se levanta [ho huperairómenos]
sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto [la
religión], hasta el extremo de sentarse él mismo en el Santuario de Dios
y proclamar que él mismo es Dios.
5 ¿No os acordáis que ya os dije esto cuando estuve entre vosotros?
6 Vosotros sabéis qué es lo que ahora le retiene, para que se manifieste en su momento oportuno.
7
Porque el misterio de la iniquidad [mysteríon tês anomías] ya está
operando [êdê energéitai]. Tan sólo con que sea quitado de en medio el
que ahora le retiene,
8
entonces se manifestará el Impío [ho ánomos], a quien el Señor
destruirá con el soplo de su boca, y aniquilará con la Manifestación de
su Venida. 9 La venida del Impío estará señalada por el influjo de
Satanás, con toda clase de milagros, señales, prodigios engañosos,
10
y todo tipo de seducción de injusticia [apatê adikías] en daño de los
que se han de condenar por no haber aceptado el amor de la verdad que
les hubiera salvado.
11 Por eso Dios les envía un poder seductor que les hace creer en la mentira,
12 para que sean condenados todos cuantos no creyeron en la verdad y prefirieron la injusticia [tê adikía] .
13
Nosotros, en cambio, debemos dar gracias en todo tiempo a Dios por
vosotros, hermanos, amados del Señor, porque Dios os ha escogido desde
el principio para la salvación mediante la acción santificadora del
Espíritu y la fe en la verdad” .
El Misterio de la Iniquidad – mysterion tês anomías
Estamos
ya en plena predicción esjatológica, en plena doctrina apocalíptica. Y
por eso podemos vincular al liberalismo con aquella iniquidad
esjatológica que, invocando los misterios cristianos se opone a ellos y
sin embargo los parasita, obrando prodigios en su nombre. Prodigios de
eficacia, por ejemplo, que se atribuyen a sí mismos para recomendarse,
aumentar su prestigio y engañar a los elegidos con su hipocresía.
Romano Guardini: el fraude y doblez de la Modernidad
Romano
Guardini ha sabido describir la perplejidad del cristiano frente a la
Edad Moderna en estos términos que muestran sus rasgos comunes con el
misterio de la iniquidad:
“El
recuerdo [que tuvo el cristiano] de la rebelión de la Edad Moderna
contra Dios fue demasiado vivo; su forma de poner todas las esferas de
la actividad cultural en contradicción con la fe y a ésta misma en una
situación de inferioridad, fue excesivamente sospechosa. Además, se
produjo aquello que hemos llamado el fraude [la hipocresía] de la Edad
Moderna, aquella doblez, que consistió en negar de una parte la doctrina
y el orden cristiano de la vida, mientras reivindicaba de la otra para
sí la paternidad de los resultados humano-culturales de ese orden y de
esa doctrina. Esto hizo que el cristiano se sintiera inseguro en sus
relaciones con la Edad Moderna: por todas partes encontraba en ellas
ideas y valores cuyo abolengo cristiano era manifiesto, pero que, sin
embargo, eran presentados como pertenecientes al patrimonio común. En
todas partes tropezaba con elementos del patrimonio cristiano, que, sin
embargo se volvían contra él” .
Es
un hecho digno de ser reflexionado ulteriormente. A mí se me ocurre
repensarlo a la luz de las observaciones de Mircea Eliade. Si pensamos
en la situación del cristiano en un medio liberal, y donde también
existe un liberalismo religioso ¿qué le sucede a ese cristiano cuando
vive en un mundo que él no puede configurar religiosamente de acuerdo a
sus arquetipos divinos, sino que le es impuesto construido por otros
según las configuraciones anárquicas del hombre irreligioso? ¿No se
sentirá tentado de conciliar lo inconciliable, la configuración del
mundo irreligioso con los arquetipos religiosos de su fe? ¿No ingresará
así en un estado de confusión? ¿No podrá escindirse en él la fe
religiosa por un lado y un sentido común liberal o secularizado por el
otro?
Es
un asunto para pensar. Pero vengamos ya al pensamiento del Padre
Leonardo Castellani, con el que voy a dar por finalizada esta
exposición.