martes, 15 de enero de 2019

Iglesia y Confusión.



Iglesia y Confusión. 

Por Hugo Reinaldo Abete

Que la confusión será una de las características que anunciará el “Fin de los Tiempos”, según nos informa la Biblia, es algo sobre lo cual, desde hace mucho tiempo, he escrito en incontables cartas de lectores y artículos. Pero años atrás, cuando tal situación no era advertida por la mayoría de la sociedad, estos conceptos eran tomados con cierta mofa y respondidos para quienes los mencionábamos, con epítetos tales como “fundamentalistas”, “ultramontanos” o “fanáticos religiosos”.
La realidad de la actualidad es muy distinta y muchos compatriotas han tomado plena conciencia de que, el mundo en general y el hombre en particular, están atravesando la etapa de confusión moral más básica y fundamental de toda la historia.


Hoy todo está en discusión, tergiversado y patas para arriba. El hombre moderno cuestiona todo: ¿qué es un hombre?, ¿qué es una mujer?, ¿por qué hombre?, ¿por qué mujer?, ¿por qué Dios?, ¿por qué respetar el orden natural?, ¿qué es eso?… en fin todo puesto en dudas, sin verdades absolutas en nada, hasta en lo más obvio o aparentemente incuestionable. Todo es posible y permitido en el mundo moderno, menos una posición firme y ordenada en valores superiores que nos indican lo que es “Vivir como Dios manda”. “…¡Ay de los que llaman bien al mal y mal al bien, de los que cambian las tinieblas en la luz y la luz en las tinieblas, de los que vuelven dulce lo amargo y amargo lo dulce!” (Ezequiel 3,17-21).

Y en este sentido, desde hace tiempo, casi constantemente me pregunto: “¿qué hacen nuestros sacerdotes católicos y nuestros obispos (salvo excepciones honrosas), y nuestro Papa, ante la más profunda crisis moral que vive el ser humano?”. ¿Por qué todos los domingos, en cada misa los sacerdotes no salen a condenar ante sus feligreses lo que la ideología de género está haciendo sobre la mente de nuestros niños, jóvenes y adultos confundidos?.

Y para no quedarme sólo en la declamación, tratando de ser coherente con mi condición de Cristiano y con el Deber Cristiano de la Lucha, fui a buscar las respuestas en el lugar indicado: mi Parroquia.

Así fue que hace un par de domingos, terminada la misa, con sumo respeto pedí hablar con el cura que acababa de celebrar la misma, quien al recibir mi inquietud no pudo ocultar el desagrado que le ocasionó mi pregunta.

  • “Yo sólo me limito a comentar el Evangelio”, expresó el sacerdote.
  • “Si Padre, entiendo… pero esta crisis es de orden moral y ataca los valores y principios más básicos de la Iglesia Católica”. Dije yo.
  • “Yo sólo me limito a comentar el Evangelio y lo que ordena mi obispo”, volvió a repetir.
  • “¿Pero entonces hay órdenes superiores para que no se toque este tema?”, volví a preguntar.
  • “No dije que haya una orden. Yo sólo me limito a comentar el Evangelio”, insistió por tercera o cuarta vez, y muy incómodo, por cierto.

Viendo que el sacerdote no se iba a apartar de su argumentación, respetuosamente, opté por dar por terminado el diálogo y me retiré sin hacer más comentarios… Pero concluyendo que:

La crisis es mucho más grave de lo que uno se podía imaginar, dado que quienes deberían ser los primeros en advertirnos, aconsejarnos y guiarnos en la sana Doctrina, no hacen nada para combatir la confusión o evitarla. Insisto, salvo honrosas excepciones.

Los Católicos que queremos vivir como Dios Manda, ante la ofensiva de la ideología de género que se está imponiendo en el mundo moderno, no debemos esperar nada de las autoridades de la Iglesia. Estamos solos.

Y como corolario agrego:

Qué bueno sería que en todas las misas del país, cada domingo, cada día, los sacerdotes reafirmaran la posición doctrinaria (no política), de nuestra Iglesia respecto del aborto y de la falaz ideología de género… y si no lo hicieran, que todos los feligreses no dejemos de interpelarlos preguntándoles ¿Por Qué?…

¡Por Dios y por la Patria!