Iglesia y Confusión.
Por Hugo Reinaldo Abete
Que la confusión será una de las
características que anunciará el “Fin de los Tiempos”, según nos informa
la Biblia, es algo sobre lo cual, desde hace mucho tiempo, he escrito
en incontables cartas de lectores y artículos. Pero años atrás, cuando
tal situación no era advertida por la mayoría de la sociedad, estos
conceptos eran tomados con cierta mofa y respondidos para quienes los
mencionábamos, con epítetos tales como “fundamentalistas”,
“ultramontanos” o “fanáticos religiosos”.
La realidad de la actualidad es muy
distinta y muchos compatriotas han tomado plena conciencia de que, el
mundo en general y el hombre en particular, están atravesando la etapa
de confusión moral más básica y fundamental de toda la historia.
Hoy todo está en discusión, tergiversado
y patas para arriba. El hombre moderno cuestiona todo: ¿qué es un
hombre?, ¿qué es una mujer?, ¿por qué hombre?, ¿por qué mujer?, ¿por qué
Dios?, ¿por qué respetar el orden natural?, ¿qué es eso?… en fin todo
puesto en dudas, sin verdades absolutas en nada, hasta en lo más obvio o
aparentemente incuestionable. Todo es posible y permitido en el mundo
moderno, menos una posición firme y ordenada en valores superiores que
nos indican lo que es “Vivir como Dios manda”. “…¡Ay de los que
llaman bien al mal y mal al bien, de los que cambian las tinieblas en la
luz y la luz en las tinieblas, de los que vuelven dulce lo amargo y
amargo lo dulce!” (Ezequiel 3,17-21).
Y en este sentido, desde hace tiempo,
casi constantemente me pregunto: “¿qué hacen nuestros sacerdotes
católicos y nuestros obispos (salvo excepciones honrosas), y nuestro
Papa, ante la más profunda crisis moral que vive el ser humano?”. ¿Por
qué todos los domingos, en cada misa los sacerdotes no salen a condenar
ante sus feligreses lo que la ideología de género está haciendo sobre la
mente de nuestros niños, jóvenes y adultos confundidos?.
Y
para no quedarme sólo en la declamación, tratando de ser coherente con
mi condición de Cristiano y con el Deber Cristiano de la Lucha, fui a
buscar las respuestas en el lugar indicado: mi Parroquia.
Así fue que hace un par de domingos,
terminada la misa, con sumo respeto pedí hablar con el cura que acababa
de celebrar la misma, quien al recibir mi inquietud no pudo ocultar el
desagrado que le ocasionó mi pregunta.
- “Yo sólo me limito a comentar el Evangelio”, expresó el sacerdote.
- “Si Padre, entiendo… pero esta crisis es de orden moral y ataca los valores y principios más básicos de la Iglesia Católica”. Dije yo.
- “Yo sólo me limito a comentar el Evangelio y lo que ordena mi obispo”, volvió a repetir.
- “¿Pero entonces hay órdenes superiores para que no se toque este tema?”, volví a preguntar.
- “No dije que haya una orden. Yo sólo me limito a comentar el Evangelio”, insistió por tercera o cuarta vez, y muy incómodo, por cierto.
Viendo que el sacerdote no se iba a
apartar de su argumentación, respetuosamente, opté por dar por terminado
el diálogo y me retiré sin hacer más comentarios… Pero concluyendo que:
La crisis es mucho más grave de lo que
uno se podía imaginar, dado que quienes deberían ser los primeros en
advertirnos, aconsejarnos y guiarnos en la sana Doctrina, no hacen nada
para combatir la confusión o evitarla. Insisto, salvo honrosas
excepciones.
Los Católicos que queremos vivir como
Dios Manda, ante la ofensiva de la ideología de género que se está
imponiendo en el mundo moderno, no debemos esperar nada de las
autoridades de la Iglesia. Estamos solos.
Y como corolario agrego:
Qué bueno sería que en todas las misas
del país, cada domingo, cada día, los sacerdotes reafirmaran la posición
doctrinaria (no política), de nuestra Iglesia respecto del aborto y de
la falaz ideología de género… y si no lo hicieran, que todos los
feligreses no dejemos de interpelarlos preguntándoles ¿Por Qué?…
¡Por Dios y por la Patria!