martes, 22 de enero de 2019

El fin del humanismo.


El fin del humanismo. 

Por Cosme Beccar Varela

¿Qué se entiende por “humanismo”? Es una doctrina que supone exaltar al hombre y sus capacidades puramente naturales y fue inventada por el Renacimiento como una manera de romper con la Edad Media a la que consideraba una era en la que el hombre estaba por debajo del hombre en tanto y en cuanto ponía a Dios sobre todas las cosas y aspiraba a reflejar en todas sus obras las perfecciones divinas.
Obviamente ese humanismo estaba destinado al fracaso porque el hombre no puede hacer nada bueno sin la ayuda de Dios y por amor a Él. Y es así que durante el Renacimiento el arte de hacer cosas fue notable  pero el arte de ser hombre decayó lenta pero inexorablemente hasta producir, con el correr de los siglos y por su propia lógica mal fundada, hombres con una enorme capacidad para inventar cosas útiles y muchas, destructivas, pero con una ignorancia cada vez mayor de su propia humanidad hasta tornar insoluble el gran problema del por qué de la vida humana.


 Nicolás Berdiaev dice que el humanismo “fracasó porque el problema que planteaba era insoluble” (“Una nueva Edad Media”, pag. 16). Y ese problema es nada menos que el destino final del hombre. El humanismo no sabe, porque no quiere saber, para qué vivimos y se enfrenta con la muerte como un final inevitable, indeseado y absurdo.
Es así que hemos llegado al siglo XXI en el que “el hombre” ya no es una creatura creada por Dios a Su imagen y semejanza, redimido por la Sangre preciosa del Cordero divino y destinado a gozar de Su compañía perpetuamente en el Cielo, sino un ser que se crea a sí mismo a golpes de capricho y de arbitrariedad, sin nada que le indique un rumbo cierto ni le demuestre en qué consiste su felicidad a la cual, sin embargo, continúa aspirando desesperadamente y buscándola en las cosas más torpes y, por supuesto, sin querer encontrarla porque no quiere creer en Dios ni en la verdadera Iglesia Católica, que es la presencia de Dios en la tierra.
Entonces ya no se puede hablar del “hombre” ni tampoco, por consecuencia, del humanismo sino de “seres post-humanos” que se fabrican a sí mismos, en contradicción con lo que desde todos los tiempos se consideró un hombre, o sea, un ser  inteligente, ávido de conocer la verdad de las cosas, varón o mujer, con una conducta guiada por principios morales de bien y de mal, creyente en un Dios creador y desde la Redención, cristiano y con una moral elevada por las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.
El individuo “post-humnano” ya no reflexiona sobre sí mismo ni puede ser pensado por una sana filosofía. Sólo se pueden ver alrededor diversos ejemplares de individuos que se imitan unos a otros en su aspecto exterior con barbas, melena, tatuajes y colgajos; costumbres groseras y palabras soeces; obscenidad y lujuria desenfrenada pero sin sexo definido sino electivo y degenerado; crímenes y mentiras. Esos no son hombres que puedan fundar ninguna filosofía “humanista”, son ejemplares defectuosos de un final de la raza humana.
Consecuentemente, la sociedad de esos seres es desagradable y deformante. Los gobiernos no pueden ser sino tiranías más o menos declaradas porque los “post-humanos” no aceptan la autoridad de un hombre que los quiera dirigir por la razón y menos aún por la fe. Y los pocos hombres de bien que quedan, rodeados de esa piara despreciable, sufren obligados a vivir en una cueva de malvados en la que la cacofonía es la única música con derecho a ser oída y el vicio la única conducta dominante.
Los hombres del Renacimiento, al romper con la Edad Media católica, ya traían en su seno, en forma imprecisa pero inexorable, este desarrollo siniestro de la historia. Por eso, cuando se dice que ellos eran “humanistas” rechazo esa designación por fraudulenta: subterráneamente ellos dieron comienzo a la degeneración de la que hoy vemos los frutos. Lo peor es que la única que puede revertir este proceso es la Iglesia Católica y los santos que Ella engendre. Sin embargo, ¿cuando empezará ese verdadero Renacimiento siendo que la propia Cabeza de la Iglesia es un “post-hombre”, difusor de la propia plaga que causa esta degeneración de la raza humana?