El desgraciado ejemplo de Perón
Mientras los trabajadores daban "la vida por Perón" él tuvo miedo de dar su vida por los obreros, y huyó.
Testimonio de Alberto Teisaire, vicepresidente de Perón:
"La
conducta de Perón como gobernante y su deslealtad para los que en él
creyeron, su cobarde y vergonzosa deserción frente al adversario que lo
hizo abandonar al gobierno y a sus colaboradores, me habilitan para la
actitud que asumo.Estimo
que no tengo por qué guardar respeto ni consideraciones para quien no
las tuvo con nadie, ni siquiera con el país, de cuyos destinos dispuso a
su antojo. Algunos
se preguntarán cómo fue que viendo tanta podredumbre moral e infamia ya
no acusase en su momento al responsable directo de ese estado de cosas.
Mi
respuesta es que el sistema cerraba toda posibilidad de rebeldía,
crítica o disentimiento a quienes no comulgaban incondicionalmente con
sus ideas y sus planes.
Todo
el que levantara su voz contra Perón era marcado como traidor o vende
patria y perseguido en todos los terrenos, conjuntamente con su familia.
Disentir era quedar expuesto a la cárcel y a la persecución, que se extendía a amigos y familiares.
Disentir o rebelarse comprometía la libertad, el honor y los bienes propios y familiares.
Discrepar
con Perón fuera del peronismo era peligroso y disentir con él dentro
del partido o del gobierno era exponerse a todos los peligros
imaginables.
Por
eso muchos de los hombres que ocuparon posiciones prominentes en el
régimen y después fueron arrojados por la borda sin explicaciones
guardaron prudente y cauteloso silencio acerca de lo que les había
sucedido.
Yo también podría haberme ausentado del país o asilarme en alguna embajada extranjera.
Perón,
que hizo derramar sangre de obreros, de soldados y de ciudadanos
terminó huyendo en el momento más crítico y cuando todavía las cosas no
estaban decididas.
Mientras los trabajadores daban "la vida por Perón" él tuvo miedo de dar su vida por los obreros, y huyó.
Abandonó
al partido peronista que siempre le acompañó con lealtad y sacrificio.
No fue leal ni se sacrificó por su partido, y también abandonó a las
mujeres partidarias, que tanto creían en él aunque él nunca creyó en
ellas.
Se
asiló bajo bandera extranjera, hecho único en la historia nacional. Los
dos únicos presidentes constitucionales derrocados por una revolución
(Yrigoyen y Castillo) afrontaron la situación con entereza, asumiendo la
responsabilidad de su magistratura frente a quienes encabezaron
aquellas sediciones.
Sin embargo, Perón, que tantas manifestaciones de hombría, de coraje y de valor había hecho, tuvo miedo y huyó.
Bonito
ejemplo nos dejó el "conductor", el "líder", el "libertador" que
nosotros idealizamos y ensalzamos con un candor y buena fe realmente
increíbles.
Digo
todo esto con la esperanza de que no vuelva a haber en el futuro, en un
pueblo sano y bien intencionado como el nuestro, ídolos tan falsos como
Perón.
Frente
a su deserción considero que hablar es para mí un deber inexcusable.
Con esto no eludo ninguna responsabilidad ni busco atenuar las que me
alcancen, pero tampoco eludiré manifestar la verdad, aunque esta verdad
sea dura y amarga.
Para
someter al pueblo, a las instituciones y a los hombres Perón creó un
sistema calcado de los regímenes totalitarios, organizando un aparato de
represión de alcances inauditos.
Fingiendo ideales democráticos construyó un sistema de dominación que no tiene antecedentes.
No
compartió el poder con nadie, de modo que las responsabilidades de su
gobierno son pura y exclusivamente suyas y de los que se prestaron por
sumisión, ignorancia o complicidad, a fraudes o dolos administrativos de
toda clase.
Nadie
puede llamarse a equívocos, hay un solo responsable de todo: Perón. Uno
sólo inspiraba y ordenaba: Perón. No consentía ni admitía a nadie que
lo aconsejase o ayudase. Por lo tanto, a nadie puede culparse del
desastre sino a él.
Mucha
gente humilde y de buena fe creyó en su lealtad al pueblo, en su
sinceridad, en su honradez. Es a esa gente que me dirijo para
advertirles del error en que vivían, de la mentira en que creyeron y de
la estafa de que han sido víctimas.
Muchos recién se dieron cuenta del engaño cuando se fugó del país cuando todavía estábamos en medio de la batalla defendiéndolo.
En
cuanto a la crisis con la Iglesia, nació del despecho que le produjeron
los éxitos de público en los actos estudiantiles de Córdoba frente al
fracaso de los mitines de la UES, institución creada por él como
instrumento político. Perón fabricó la conocida leyenda de la
intromisión clerical en la política, y para ello inventó hechos
imaginarios y pruebas que a la postre resultaron ser falsas.
Engañados,
hicimos un acto en el Luna Park donde algunos oradores creyendo en su
palabra y en sus afirmaciones censuramos la intromisión de la Iglesia en
la política. Después supimos que todo había sido un fraude preparado
por Perón.
Seguidamente intentó arrancar de las dos Cámaras una ley de expropiación de la Catedral
Varios nos opusimos a ese proyecto y evitamos la consumación de otro atropello contra la Iglesia.
Igualmente,
quiso eliminar al Partido Conservador y al Partido Socialista del
panorama cívico argentino sólo porque no concurrieron a las elecciones
de 1954.
En
cuanto a la Alianza Libertadora Nacionalista, era una fuerza de choque
para ejercer violencia no sólo contra adversarios sino también contra
los propios partidarios.
Sobre la forma en que ejercía el poder, él manejaba absolutamente todo.
Nada de lo que su gobierno hizo o dejó de hacer se concretó sin su consentimiento.
Él no gobernaba, ordenaba.
Ya
en los últimos tiempos de nuestro gobierno se dedicó más a los
estudiantes de la UES, al deporte y a los artistas, y nadie se ocupaba
de los asuntos de gobierno.
Nada se resolvía, todo se atrasaba y todo se dejaba para después porque nada podía hacerse sin su visto bueno.
Por
otra parte, Perón carecía absolutamente de sentimientos. No tenía
sentimientos ni para la madre, ni para la esposa, ni para el hermano, ni
para nadie.
Cometió la más grande estafa a su pueblo porque lo estafó en sus sentimientos, en sus ilusiones y en su decoro.
Los
obreros deben saber que las mejoras que obtuvieron fueron un derecho,
no favores de Perón; fueron conquistas merecidas y legítimas de la clase
trabajadora.
Otro
tema: los permisos de importación y de exportación estaban
exclusivamente en manos de estas tres personas: Jorge Antonio, Tricerri y
Aymar.
Premiaban
con permisos de exportación a gente ajena al comercio y la industria:
actores o actrices, deportistas y paniaguados del ex presidente, quienes
recibían dichas órdenes en pago o recompensa de elogios a su persona.
Cuando
los acontecimientos lo cercaron y él sintió los impactos negativos de
la opinión pública, conmovida por la quema de la bandera y de los
templos, lanzó su penúltima farsa: ofrecer su renuncia tanto al partido
como a la CGT.
Allí terminó de recibirse, definitivamente, de modelo de hipocresía y simulación.
Su decisión de renunciar precipitó mi renuncia y la de otros funcionarios y magistrados.
Creíamos que con ello le evitaríamos a la Argentina los trágicos días que se veían venir.
Renunciamos porque sinceramente creímos que Perón iba a hacer lo mismo.
Todos creímos en la sinceridad de su decisión de renunciar por el bien del país.
Pero apenas horas más tarde él pronunció la violenta arenga del 31 de agosto.
Los
que estábamos ahí nos quedamos fríos cuando en lugar de hablar de
renunciar dijo que debíamos matar cinco adversarios por cada uno de
nosotros.
Los
argentinos debemos extraer de la dura lección que acabamos de pasar la
idea de mirar hacia adelante pero ya despojados de idolatrías de ninguna
especie".