sábado, 5 de octubre de 2019

El desgraciado ejemplo de Perón






El desgraciado ejemplo de Perón

Mientras los trabajadores daban "la vida por Perón" él tuvo miedo de dar su vida por los obreros, y huyó.

Testimonio de Alberto Teisaire, vicepresidente de Perón:
"La conducta de Perón como gobernante y su deslealtad para los que en él creyeron, su cobarde y vergonzosa deserción frente al adversario que lo hizo abandonar al gobierno y a sus colaboradores, me habilitan para la actitud que asumo.Estimo que no tengo por qué guardar respeto ni consideraciones para quien no las tuvo con nadie, ni siquiera con el país, de cuyos destinos dispuso a su antojo. Algunos se preguntarán cómo fue que viendo tanta podredumbre moral e infamia ya no acusase en su momento al responsable directo de ese estado de cosas.





Mi respuesta es que el sistema cerraba toda posibilidad de rebeldía, crítica o disentimiento a quienes no comulgaban incondicionalmente con sus ideas y sus planes.




Todo el que levantara su voz contra Perón era marcado como traidor o vende patria y perseguido en todos los terrenos, conjuntamente con su familia.




Disentir era quedar expuesto a la cárcel y a la persecución, que se extendía a amigos y familiares.







Disentir o rebelarse comprometía la libertad, el honor y los bienes propios y familiares.

Discrepar con Perón fuera del peronismo era peligroso y disentir con él dentro del partido o del gobierno era exponerse a todos los peligros imaginables.




Por eso muchos de los hombres que ocuparon posiciones prominentes en el régimen y después fueron arrojados por la borda sin explicaciones guardaron prudente y cauteloso silencio acerca de lo que les había sucedido.




Yo también podría haberme ausentado del país o asilarme en alguna embajada extranjera.




Me quedé para no seguir el desgraciado ejemplo de Perón, quien después de utilizarnos, engañarnos y entregarnos se fugó en un barco de guerra extranjero. Lo suyo fue una traición a sus partidarios, a sus compatriotas y al país.






Perón, que hizo derramar sangre de obreros, de soldados y de ciudadanos terminó huyendo en el momento más crítico y cuando todavía las cosas no estaban decididas.




Mientras los trabajadores daban "la vida por Perón" él tuvo miedo de dar su vida por los obreros, y huyó.




Abandonó al partido peronista que siempre le acompañó con lealtad y sacrificio. No fue leal ni se sacrificó por su partido, y también abandonó a las mujeres partidarias, que tanto creían en él aunque él nunca creyó en ellas.




Se asiló bajo bandera extranjera, hecho único en la historia nacional. Los dos únicos presidentes constitucionales derrocados por una revolución (Yrigoyen y Castillo) afrontaron la situación con entereza, asumiendo la responsabilidad de su magistratura frente a quienes encabezaron aquellas sediciones.




Sin embargo, Perón, que tantas manifestaciones de hombría, de coraje y de valor había hecho, tuvo miedo y huyó.




Bonito ejemplo nos dejó el "conductor", el "líder", el "libertador" que nosotros idealizamos y ensalzamos con un candor y buena fe realmente increíbles.




Digo todo esto con la esperanza de que no vuelva a haber en el futuro, en un pueblo sano y bien intencionado como el nuestro, ídolos tan falsos como Perón.







Frente a su deserción considero que hablar es para mí un deber inexcusable. Con esto no eludo ninguna responsabilidad ni busco atenuar las que me alcancen, pero tampoco eludiré manifestar la verdad, aunque esta verdad sea dura y amarga.

Para someter al pueblo, a las instituciones y a los hombres Perón creó un sistema calcado de los regímenes totalitarios, organizando un aparato de represión de alcances inauditos.




Fingiendo ideales democráticos construyó un sistema de dominación que no tiene antecedentes.




No compartió el poder con nadie, de modo que las responsabilidades de su gobierno son pura y exclusivamente suyas y de los que se prestaron por sumisión, ignorancia o complicidad, a fraudes o dolos administrativos de toda clase.




Nadie puede llamarse a equívocos, hay un solo responsable de todo: Perón. Uno sólo inspiraba y ordenaba: Perón. No consentía ni admitía a nadie que lo aconsejase o ayudase. Por lo tanto, a nadie puede culparse del desastre sino a él.




Mucha gente humilde y de buena fe creyó en su lealtad al pueblo, en su sinceridad, en su honradez. Es a esa gente que me dirijo para advertirles del error en que vivían, de la mentira en que creyeron y de la estafa de que han sido víctimas.




Muchos recién se dieron cuenta del engaño cuando se fugó del país cuando todavía estábamos en medio de la batalla defendiéndolo.




En cuanto a la crisis con la Iglesia, nació del despecho que le produjeron los éxitos de público en los actos estudiantiles de Córdoba frente al fracaso de los mitines de la UES, institución creada por él como instrumento político. Perón fabricó la conocida leyenda de la intromisión clerical en la política, y para ello inventó hechos imaginarios y pruebas que a la postre resultaron ser falsas.




Engañados, hicimos un acto en el Luna Park donde algunos oradores creyendo en su palabra y en sus afirmaciones censuramos la intromisión de la Iglesia en la política. Después supimos que todo había sido un fraude preparado por Perón.







Seguidamente intentó arrancar de las dos Cámaras una ley de expropiación de la Catedral

Varios nos opusimos a ese proyecto y evitamos la consumación de otro atropello contra la Iglesia.




Igualmente, quiso eliminar al Partido Conservador y al Partido Socialista del panorama cívico argentino sólo porque no concurrieron a las elecciones de 1954.




En cuanto a la Alianza Libertadora Nacionalista, era una fuerza de choque para ejercer violencia no sólo contra adversarios sino también contra los propios partidarios.




Sobre la forma en que ejercía el poder, él manejaba absolutamente todo.




Nada de lo que su gobierno hizo o dejó de hacer se concretó sin su consentimiento.




Él no gobernaba, ordenaba.




Ya en los últimos tiempos de nuestro gobierno se dedicó más a los estudiantes de la UES, al deporte y a los artistas, y nadie se ocupaba de los asuntos de gobierno.




Nada se resolvía, todo se atrasaba y todo se dejaba para después porque nada podía hacerse sin su visto bueno.




Por otra parte, Perón carecía absolutamente de sentimientos. No tenía sentimientos ni para la madre, ni para la esposa, ni para el hermano, ni para nadie.




Cometió la más grande estafa a su pueblo porque lo estafó en sus sentimientos, en sus ilusiones y en su decoro.




Los obreros deben saber que las mejoras que obtuvieron fueron un derecho, no favores de Perón; fueron conquistas merecidas y legítimas de la clase trabajadora.




Otro tema: los permisos de importación y de exportación estaban exclusivamente en manos de estas tres personas: Jorge Antonio, Tricerri y Aymar.




Premiaban con permisos de exportación a gente ajena al comercio y la industria: actores o actrices, deportistas y paniaguados del ex presidente, quienes recibían dichas órdenes en pago o recompensa de elogios a su persona.




Cuando los acontecimientos lo cercaron y él sintió los impactos negativos de la opinión pública, conmovida por la quema de la bandera y de los templos, lanzó su penúltima farsa: ofrecer su renuncia tanto al partido como a la CGT.




Allí terminó de recibirse, definitivamente, de modelo de hipocresía y simulación.




Su decisión de renunciar precipitó mi renuncia y la de otros funcionarios y magistrados.




Creíamos que con ello le evitaríamos a la Argentina los trágicos días que se veían venir.




Renunciamos porque sinceramente creímos que Perón iba a hacer lo mismo.




Todos creímos en la sinceridad de su decisión de renunciar por el bien del país.




Pero apenas horas más tarde él pronunció la violenta arenga del 31 de agosto.




Los que estábamos ahí nos quedamos fríos cuando en lugar de hablar de renunciar dijo que debíamos matar cinco adversarios por cada uno de nosotros.




Los argentinos debemos extraer de la dura lección que acabamos de pasar la idea de mirar hacia adelante pero ya despojados de idolatrías de ninguna especie".