“La
democracia es un régimen político tan viable como cualquier otro, a
condición de que sea el resultado de una sociedad viva. El orden
político está en estricta dependencia del orden social y no a la
inversa”.
“La democracia política que no esté sustentada por una
sólida democracia social preexistente, es decir sobre las realidades
familiares, profesionales, comunales y regionales a medida del hombre,
estrictamente despolitizadas, es la muerte de un pueblo.
Si nosotros queremos purgar la democracia de sus males y devolverle la salud, hay que realizar la sanatio in radice indispensable y, por fuera de la política, establecer los fundamentos sociales del régimen que parece ser el de nuestra época. No decimos que la cosa sea fácil, sino absolutamente lo contrario. Pero entre vivir socialmente o perecer políticamente, la elección de todo hombre no cegado por los prejuicios de un tiempo absurdo, está hecha”.
(Essai sur la fin d´ une civilisation, Librairie De Médicis, Paris,1949,p.112)
Nota catapúltica
Con este texto del gran filósofo, intento encauzar y apaciguar la polémica desatada entre amigos católicos, en términos inusualmente ásperos, sobre la democracia, a los que seguirán otros de varios autores. Creo que De Corte dice una verdad de a puño: no hay régimen político que mínimamente funcione, sin un orden social que lo respalde. Optar por la democracia que propone De Corte, entonces, no es pecado mortal ni herejía.
Un recuerdo personal: en 1964, viví unos meses en España, juntamente cuando se cumplían los así llamados “XXV años de paz”. Franco gobernaba con la adhesión de la mayoría del pueblo, excepto la de las clases más acomodadas, deseosas de “un cambio” (¡Y vaya si lo tuvieron!). Fueron ellas, atacadas de hedonismo y ceguera politica, junto con la Iglesia -alentada por el nefasto Paulo VI- las primeras que se olvidaron de la guerra civil y de los crímenes de los rojos, alentando una transición como la que hizo Adolfo Suárez, uno de los Judas de nuestro tiempo.
Y tampoco faltaban entre carlistas y falangistas, quienes tenían a Franco como el mayor hijoputa que había dado España. ¿Mucho, no?
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