Aclaración sobre Jordán Bruno Genta - Antonio Caponnetto
En la edición del 7 de
septiembre del valiosísimo blog “Que no te la cuenten”, administrado por el
Padre Javier Olivera, se reproduce una ponencia del Dr. Héctor Hernández sobre
“Cuatro mártires argentinos”.
Debo decir, con profundo
y sincero dolor, que en la misma, el expositor reincide en al menos dos rasgos
defectuosos cuanto dañinos, característicos de su modus operandi. Rasgos que he
puesto de manifiesto con abundancia y meticulosidad de detalles, en los gruesos
volúmenes que le dediqué a replicar sus múltiples yerros(cfr. La democracia: un debate pendiente,
Buenos Aires, Katejon, 2014-2016).
Retrato a continuación, con un par de ejemplos concretos presentados
por el mismo Hernández, los aludidos defectos arguyentes y metodológicos. El
lector sabrá qué calificación moral le corresponde además a los mismos.
1)Hernández presenta a
Genta como alquien que “participa del partido político Alianza Libertadora
Nacionalista”, discurseando en un acto de la misma agrupación, realizado en el
Luna Park, el 22 de diciembre de 1945. Omite decir:
a)que “luego del acto en el Luna Park, Genta optó por retirarse
de Alianza junto a otros militantes. De acuerdo a un testimonio se habría
quitado públicamente el cóndor de su solapa en franca oposición al rumbo que la
adhesión a Perón había tomado en la
dirigencia aliancista”. [Cfr. Hernán Capizzano, Alianza Libertadora Nacionalista. Historia y Crónica (1935-1953),
Buenos Aires, Memoria y Archivo, 2013, p. 246. La referencia a “un testimonio” al
que alude Capizzano, queda perfectamente documentada e identificada en nota a
pie de página]. Dicho de otro modo: su experiencia aquella como adherente a una
agrupación partidaria, fue debut y despedida.
b)que la vida, la obra y la muerte de Genta, desde 1945 hasta su
muerte mártir, treinta años después, es la más diáfana y perseverante prueba de
una oposición rotunda al régimen democrático, al sufragio universal, a los
partidos políticos, a la soberanía del pueblo y al constitucionalismo moderno.
Y por ende, es la más palmaria demostración de su total oposición a toda
inserción regiminosa o a cualquier aquiescencia o contemporización con el
sistema dominante. Acierta entonces Hernández, sin proponérselo, al dejar
escrito: “Cuando a mí me dicen que participar en la democracia es siempre
pecado, yo cito la autoridad de Genta”.
c)que aquel paso fugaz por las filas de la Alianza, en el acotadísimo
momento en que Genta lo hizo; lejos, muy lejos, de significar la adhesión a un
partido político, significaba todo lo contrario; ni más ni menos, que un
alineamiento en la posición más fiera, extrema y combativamente existente
contra la maldita partidocracia y el modelo democrático. Lo he analizado con
abundancia de información en el volumen II de mi obra precitada [ps.351-363].
II) Hablando de “el factor Genta” en Malvinas, Hernández, increíblemente,
reproduce el siguiente texto: “Las convicciones espirituales de los pilotos
argentinos para lanzarse a la desigual batalla con el arrojo y la pericia con
que lo hicieron, las fueron recibiendo del magisterio de Genta, autor
prolífico, que defendía la devoción no a la Constitución sino a
Dios y a la Patria»”
(Hedí-Linklater-Gillman, The
Falklands Warr, Londres 1982; traducción castellana: Una cara de la moneda,
cap. 17, “El mirlo y el halcón”).[Todos los signos utilizados en el
párrafo son de Hernández].
No puedo creer que, por
enésima vez, y año tras año, cometa el autor semejante gazapo, que le fue
advertido con cruel sarcasmo por un enemigo, Germán Ferrari (Cfr. su Símbolos y Fantasmas, Buenos Aires,
Sudamericana, 2009, p.252-253); y que yo mismo le advirtiera discretamente en
el volumen I de mi obra precitada, para evitarle papelones [p. 14]. El gazapo
es doble y hace una década que lo repite. Por un lado consiste en atribuirle
todo el párrafo entrecomillado a los autores ingleses, cuando sólo es de ellos
la expresión “autor prolífico, que defendía la devoción no a la Constitución sino a
Dios y a la Patria»”.
El resto del párrafo es mío; y está estampado en “Semblanza de Jordán Bruno
Genta” [Buenos Aires, Santiago Apóstol, 2004, p. 18-19]. En segundo lugar, el
nombre de uno de los coautores británicos es Paul Eddy, no “Hedi”. Y en tercer
lugar –y esto se agrega ahora- “war” se escribe con una sola erre.
Lo he dicho a lo
largo de todo mi debate: Héctor Hernández no atiende ni entiende. La hipótesis
ética más benigna que barajo es la de la ineptitud metodológica. La más grave,
la de la pertinaz deshonestidad intelectual. Pero por estos y otros motivos,
hace ya años que anuncié el sinsentido que conforma para mí seguir adelante con
esta disputatio.
A Hernández no le importa la verdad. Le
importa ser el ideólogo de la derecha democrática y electoralista argentina. Hace
bien. De modo que estas líneas no deben tomarse ni remotamente como una
reapertura de la amarga reyerta. Ya es bastante ocuparnos de que comporta el Covid. Las presentes y ocasionales líneas son
sólo una advertencia a los lectores desavisados, sobre todo los más jóvenes,
para que no se dejen engañar por tan falsos presupuestos. Y de paso, son
también una advertencia a ciertos grandulones tramoyistas, electorales y
fautores de módicas trapisondas.
Llegó
a mis manos –generosamente remitida por su propio autor, el Padre Gustavo
Podestá- una de sus notables homilías, del año 1984, a propósito del
Evangelio de San Mateo 14,13-21.
Con
su habitual e inmensa erudición decía entonces el entrañable sacerdote: “Esta
comunión [de los ciudadanos hermanados entre si y asentados en un determinado
territorio alrededor de una acrópolis], se manifestaba de modo especialmente
visible cuando todos los ciudadanos en plenitud de derechos de la ‘polis’ -no
los esclavos ni los niños ni adolescentes- eran convocados, llamados –‘ek-kaleo’ en griego- para la defensa
común en caso de guerra o tratar asuntos de importancia que no debían
resolverse por administración rutinaria. A
estos ejércitos o asambleas plenarias así convocadas se las denominaba –del
mencionado verbo ‘ek-kaleo’- ‘ekklesia’, De allí nuestro castellano
‘iglesia’. Contrapuesta a esta ‘ekklesia’
o asamblea plenaria, cuando las ‘polis’
se hicieron excesivamente populosas más allá del ideal platónico o
aristotélico, surgían inevitablemente ‘partidos’, facciones, intereses de grupos,
comerciales o ideológicos. Cuando a su vez estos partidos o grupos debían
reunirse para tratar asuntos de su incumbencia partidista, de sus intereses
particulares, estas reuniones se llamaban – del verbo ‘syn-ago’, reunir- ‘synagogué’,
en español ‘sinagogas’. Curioso, vean Vds., cómo, en el griego clásico, fuera
de todo contexto judío o cristiano, los autores contraponían la ‘ekklesia’ y la ‘synagogué’. Los intereses comunitarios, encaminados al bien común
de la ‘ekklesia’ y los intereses
partidarios, particulares, oligárquicos de las ‘synagogués’ “.
Pues bien; que se ocupen los judíos o los
judaizantes de las cosas propias de la Sinagoga.
Nos parece pertinente, debido, comprensible. Quede para
nosotros ocuparnos del bien común; de las cosas de Dios y de la Patria.
Mercaderes del lucro sin fronteras,
de Cartago, Sión o de Sodoma:
todavía son nuestras las añosas banderas,
la saeta, el misal, el prado y la paloma.
Queda un molino al viento trazando eternas ruedas,
milagro sin guarismos ni arcanas geometrías,
quedan constelaciones y las torvas monedas
no logran convertirlas en grises mercancías.
Hay que seguir oyendo la voz de la Escritura:
En Tí serán benditas las
naciones enteras,
no bendicen las manos raposas de la usura,
no el espolón fenicio urdido en madrigueras.
Que sigan convencidos que manda su congreso,
sus dólares, su nafta, su mercado cambiario,
los guerreros que mueren sabrán que hay un regreso,
el heroísmo nunca pudo ser presidiario.
Cuadrillas de corruptos, de busconas ladinas,
esquilmadores hoscos, rientes de cinismo,
nada saben de aquellas penurias argentinas,
balconeros de pueblos, parodias de criollismo.
Pero la patria vive aunque parezca yerma,
dormita su cadáver, su espíritu vigila,
crucificada y rota, extenuada y enferma,
los santos nos comandan y su gloria desfila.
Antonio Caponnetto
Nacionalismo Católico San Juan Bautista