viernes, 11 de septiembre de 2020

ACLARACIÓN SOBRE JORDÁN BRUNO GENTA - ANTONIO CAPONNETTO

Aclaración sobre Jordán Bruno Genta - Antonio Caponnetto



 En la edición del 7 de septiembre del valiosísimo blog “Que no te la cuenten”, administrado por el Padre Javier Olivera, se reproduce una ponencia del Dr. Héctor Hernández sobre “Cuatro mártires argentinos”.
 Debo decir, con profundo y sincero dolor, que en la misma, el expositor reincide en al menos dos rasgos defectuosos cuanto dañinos, característicos de su modus operandi. Rasgos que he puesto de manifiesto con abundancia y meticulosidad de detalles, en los gruesos volúmenes que le dediqué a replicar sus múltiples yerros(cfr. La democracia: un debate pendiente, Buenos Aires, Katejon, 2014-2016).
Retrato a continuación, con un par de ejemplos concretos presentados por el mismo Hernández, los aludidos defectos arguyentes y metodológicos. El lector sabrá qué calificación moral le corresponde además a los mismos.

  
1)Hernández presenta a Genta como alquien que “participa del partido político Alianza Libertadora Nacionalista”, discurseando en un acto de la misma agrupación, realizado en el Luna Park, el 22 de diciembre de 1945. Omite decir:

a)que “luego del acto en el Luna Park, Genta optó por retirarse de Alianza junto a otros militantes. De acuerdo a un testimonio se habría quitado públicamente el cóndor de su solapa en franca oposición al rumbo que la adhesión a Perón había tomado en la  dirigencia aliancista”. [Cfr. Hernán Capizzano, Alianza Libertadora Nacionalista. Historia y Crónica (1935-1953), Buenos Aires, Memoria y Archivo, 2013, p. 246. La referencia a “un testimonio” al que alude Capizzano, queda perfectamente documentada e identificada en nota a pie de página]. Dicho de otro modo: su experiencia aquella como adherente a una agrupación partidaria, fue debut y despedida.

b)que la vida, la obra y la muerte de Genta, desde 1945 hasta su muerte mártir, treinta años después, es la más diáfana y perseverante prueba de una oposición rotunda al régimen democrático, al sufragio universal, a los partidos políticos, a la soberanía del pueblo y al constitucionalismo moderno. Y por ende, es la más palmaria demostración de su total oposición a toda inserción regiminosa o a cualquier aquiescencia o contemporización con el sistema dominante. Acierta entonces Hernández, sin proponérselo, al dejar escrito: “Cuando a mí me dicen que participar en la democracia es siempre pecado, yo cito la autoridad de Genta”.

c)que aquel paso fugaz por las filas de la Alianza, en el acotadísimo momento en que Genta lo hizo; lejos, muy lejos, de significar la adhesión a un partido político, significaba todo lo contrario; ni más ni menos, que un alineamiento en la posición más fiera, extrema y combativamente existente contra la maldita partidocracia y el modelo democrático. Lo he analizado con abundancia de información en el volumen II de mi obra precitada [ps.351-363].

II) Hablando de “el factor Genta” en Malvinas, Hernández, increíblemente, reproduce el siguiente texto: “Las convicciones espirituales de los pilotos argentinos para lanzarse a la desigual batalla con el arrojo y la pericia con que lo hicieron, las fueron recibiendo del magisterio de Genta, autor prolífico, que defendía la devoción no a la Constitución sino a Dios y a la Patria»” (Hedí-Linklater-Gillman, The Falklands Warr, Londres 1982; traducción castellana: Una cara de la moneda, cap. 17, “El mirlo y el halcón”).[Todos los signos utilizados en el párrafo  son de Hernández].

No  puedo creer que, por enésima vez, y año tras año, cometa el autor semejante gazapo, que le fue advertido con cruel sarcasmo por un enemigo, Germán Ferrari (Cfr. su Símbolos y Fantasmas, Buenos Aires, Sudamericana, 2009, p.252-253); y que yo mismo le advirtiera discretamente en el volumen I de mi obra precitada, para evitarle papelones [p. 14]. El gazapo es doble y hace una década que lo repite. Por un lado consiste en atribuirle todo el párrafo entrecomillado a los autores ingleses, cuando sólo es de ellos la expresión “autor prolífico, que defendía la devoción no a la Constitución sino a Dios y a la Patria»”. El resto del párrafo es mío; y está estampado en “Semblanza de Jordán Bruno Genta” [Buenos Aires, Santiago Apóstol, 2004, p. 18-19]. En segundo lugar, el nombre de uno de los coautores británicos es Paul Eddy, no “Hedi”. Y en tercer lugar –y esto se agrega ahora- “war” se escribe con una sola erre.

Lo he dicho a lo largo de todo mi debate: Héctor Hernández no atiende ni entiende. La hipótesis ética más benigna que barajo es la de la ineptitud metodológica. La más grave, la de la pertinaz deshonestidad intelectual. Pero por estos y otros motivos, hace ya años que anuncié el sinsentido que conforma para mí seguir adelante con esta disputatio.

 A Hernández no le importa la verdad. Le importa ser el ideólogo de la derecha democrática y electoralista argentina. Hace bien. De modo que estas líneas no deben tomarse ni remotamente como una reapertura de la amarga reyerta. Ya es bastante ocuparnos de que comporta el Covid. Las presentes y ocasionales líneas son sólo una advertencia a los lectores desavisados, sobre todo los más jóvenes, para que no se dejen engañar por tan falsos presupuestos. Y de paso, son también una advertencia a ciertos grandulones tramoyistas, electorales y fautores de módicas trapisondas.

Llegó a mis manos –generosamente remitida por su propio autor, el Padre Gustavo Podestá- una de sus notables homilías, del año 1984, a propósito del Evangelio de San Mateo 14,13-21.

Con su habitual e inmensa erudición decía entonces el entrañable sacerdote: “Esta comunión [de los ciudadanos hermanados entre si y asentados en un determinado territorio alrededor de una acrópolis], se manifestaba de modo especialmente visible cuando todos los ciudadanos en plenitud de derechos de la ‘polis’ -no los esclavos ni los niños ni adolescentes- eran convocados, llamados –‘ek-kaleo’ en griego- para la defensa común en caso de guerra o tratar asuntos de importancia que no debían resolverse por administración rutinaria. A estos ejércitos o asambleas plenarias así convocadas se las denominaba –del mencionado verbo ‘ek-kaleo’- ‘ekklesia’, De allí nuestro castellano ‘iglesia’. Contrapuesta a esta ‘ekklesia’ o asamblea plenaria, cuando las ‘polis’ se hicieron excesivamente populosas más allá del ideal platónico o aristotélico, surgían inevitablemente ‘partidos’, facciones, intereses de grupos, comerciales o ideológicos. Cuando a su vez estos partidos o grupos debían reunirse para tratar asuntos de su incumbencia partidista, de sus intereses particulares, estas reuniones se llamaban – del verbo ‘syn-ago’, reunir- ‘synagogué’, en español ‘sinagogas’. Curioso, vean Vds., cómo, en el griego clásico, fuera de todo contexto judío o cristiano, los autores contraponían la ‘ekklesia’ y la ‘synagogué’. Los intereses comunitarios, encaminados al bien común de la ‘ekklesia’ y los intereses partidarios, particulares, oligárquicos de las ‘synagogués’ “.

Pues bien; que se ocupen los judíos o los judaizantes de las cosas propias de la Sinagoga. Nos parece pertinente, debido, comprensible. Quede para nosotros ocuparnos del bien común; de las cosas de Dios y de la Patria.

Mercaderes del lucro sin fronteras,

de Cartago, Sión o de Sodoma:

todavía son nuestras las añosas banderas,

la saeta, el misal, el prado y la paloma.



Queda un molino al viento trazando eternas ruedas,

milagro sin guarismos ni arcanas geometrías,

quedan constelaciones y las torvas monedas

no logran convertirlas en grises mercancías.



Hay que seguir oyendo la voz de la Escritura:

En Tí serán benditas las naciones enteras,

no bendicen las manos raposas de la usura,

no el espolón fenicio urdido en madrigueras.



Que sigan convencidos que manda su congreso,

sus dólares, su nafta, su mercado cambiario,

los guerreros que mueren sabrán que hay un regreso,

el heroísmo nunca pudo ser presidiario.



Cuadrillas de corruptos, de busconas ladinas,

esquilmadores hoscos, rientes de cinismo,

nada saben de aquellas penurias argentinas,

balconeros de pueblos, parodias de criollismo.



Pero la patria vive aunque parezca yerma,

dormita su cadáver, su espíritu vigila,

crucificada y rota, extenuada y enferma,

los santos nos comandan y su gloria desfila.



Antonio Caponnetto

Nacionalismo Católico San Juan Bautista